Ahora que el 2012 se acerca a su fin debemos empezar a pensar que no ha sido este 2012 un año de grandes revelaciones: tanto en el terreno comercial como en el meramente creativo la mayoría de los nombres de referencia han sido ya viejos conocidos. Quizá uno de los nuevos artistas que han aunado éxito de crítica y público sean los estadounidenses Imagine Dragons, que tras un par de EPs han debutado en formato álbum con este "Night visions" hace unas cuantas semanas.
Originario de Las Vegas, Imagine Dragons es un cuarteto liderado por Dan Reynolds, un cantante de talento y registro versátil. Y es que a semejanza de sus paisanos The Killers, es un grupo difícil de encasillar, pues su pop-rock se acerca a diversas corrientes, dando lugar a un álbum siempre correcto, a menudo disfrutable y en alguna ocasión sorprendente. Un cóctel que parece haber sido del agrado del público estadounidense, pues el disco alcanzó hace un par de meses el puesto número 2 en la lista de álbumes.
El cuarteto no sólo compone todos los temas, sino que los produce mayoritariamente en solitario, aunque el toque innovativo lo pone el productor británico Alex Da Kid. Como en el tema que abre el disco: "Radioactive", quizá su sencillo más conocido. Un tema de atmósfera opresiva, letra apocalíptica, estrofas inspiradas y una instrumentación arriesgada entre loops reproducidos al revés y bombos distorsionados. O en "Bleeding out", el noveno corte, un tema desgarrado, con una progresión armónica muy lograda, una melodía certera y sintetizadores sincopados.
Aunque lo que predomina son las buenas canciones con una instrumentación actual pero más convencional, que recuerdan a varios de los artistas de referencia en la música del siglo XXI. "It's time", tercer corte del álbum, recuerda a Travis por su arpegio de banjo y su estribillo elegante. "Demons" es un tema lento más propio que Coldplay (Reynolds incluso adopta a veces el tono de voz de Chris Martin). "Amsterdam" tiene unas guitarras acuosas que recuerdan a la última época de Chris Walla en Death Cab For Cutie. Y "Hear me" puede pasar por uno de los temas más oscuros y guitarreros de la primera época de The Killers.
Otros temas también acertados suenan tan sólo a ellos mismos. Tal es el caso de "Tiptoe", el segundo corte, que comienza con una ambientación oscura, para ir desplegando un acertado diálogo entre guitarra y teclado sobre una original batería y coronado por una bonita melodía. O de "On top of the world", un tema más acústico cuyo comienzo festivo ha sido usado en una campaña publicitaria, pero que es también un estribillo redondo y tarareable. E incluso del tema que cierra el disco, la melancólica "Nothing left to say", con su órganos envolviéndonos en sus acordes menores.
Eso sí, hay algún tema un poco más flojo ("Every night", un medio tiempo quizá excesivamente convencional, "Underdog" y sus "sintéticos" aires caribeños). Pero la sensación que queda al terminar al disco es que estamos ante un esfuerzo loable por crear verdaderas canciones y lograr que suenen contemporáneas. Como en tantos álbumes de debut, habrá que esperar al trascendente segundo álbum para ver si les acompaña suficientemente la inspiración. Y para que opten por un sonido algo más definido y personal. En apariencia, mimbres tienen para ser una de las grandes bandas de los próximos años.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
lunes, 24 de diciembre de 2012
domingo, 2 de diciembre de 2012
El rápido auge del autotune como instrumento de referencia de la música contemporánea
Sin duda la entrada de mas éxito hasta ahora de este blog ha sido la relativa a la lenta muerte de la guitarra como instrumento de referencIa de la música contemporánea. Reflexionando a posterori sobre la misma he intentado encontrar qué instrumento la había desplazado en las preferencias de público, arreglistas y productores. El sintetizador me parecía una elección demasiado vaga y obvia, pues lleva ya cuatro décadas entre nosotros y su definición se presta a diferentes interpretaciones. Lo que realmente está desplazando a la guitarra es el autotune (y sus imitaciones): actualmente apenas hay temas de éxito que prescindan de él.
El origen del autotune se encuentra en el famoso vocoder, un analizador y sintetizador de voz creado en los años 30 y que introducido por Kraftwerk en su mítico Autobahn (1974) se popularizó en los 80 como un truco original para dar a las voces una textura robótica. Era una técnica ingeniosa, adecuada a la explosión de la electrónica en la música de aquella época. Pero durante casi una década quedó en el olvido, como tantos efectos visuales de los video-clips de aquel entonces que hoy nos parecen trasnochados.
Hasta que en el año 1998 una diva en el ocaso de su carrera (Cher) decidió adentrarse en la música de baile, y para ello recurrió a los productores Mark Taylor y Brian Rawling. Éstos optaron por recurrir al autotune, la evolución/actualización del olvidado vocoder, para jugar con la melodía vocal de "Believe". El éxito fue tan arrollador que otros muchos productores y artistas (desde los Beastie Boys hasta Daft Punk) se lanzaron inmediatamente a copiar la idea, en una espiral que ha llegado hasta nuestros días. ¿Los motivos?
Por supuesto la mejor adaptabilidad de una voz alterada electrónicamente a una instrumentación electrónica, logrando el ideal largo tiempo deseado de que la voz humana sea un instrumento con las mismas posibilidades de post-procesamiento que cualquier otro (Madonna es un claro ejemplo desde hace casi 20 años). Pero también por otro hecho incuestionable pero mucho más preocupante: su capacidad para ocultar deficiencias de afinación en la interpretación de los cantantes.
De hecho, el fabricante de autotune (Antares Audio Technologies) presenta su producto como un procesador de audio para corregir el tono en ejecuciones vocales (también instrumentales). La armonización que ofrece está pensada para incrementar la calidad musical de las partes vocales sin que sea evidente que el canto ha sido procesado. Eso sí, llevada al extremo con fines creativos produce una alteración en los tonos (precisos y de cambio rápido, en especial si se aplican sólo a unas cuantas notas definidas de una melodía vocal) que da lugar a los onmipresentes efectos a los que antes aludía. Pero es crucial reseñar que, aunque nuestro oído humano no sea capaz de detectarlo, su uso como corrector de tono es poco menos que universal.
Gracias al autotune podemos escuchar como, por ejemplo, un cantante tan limitado vocalmente como Enrique Iglesias es capaz de adornar los tramos finales de sus canciones con unos llamémosles (para entendernos) gorgoritos que luego es incapaz de reproducir sin desafinar en cualquier interpretación en directo. Y lo mismo aplica para buena parte de los artistas que triunfan en nuestros días, desde Britney a Rihanna. Incluso su uso y abuso justifica la ploriferación en los últimos años de artistas cuyo punto fuerte es precisamente su interpretación vocal (piénsese en el caso de Adele).
Como ya he tenido oportunidad de justificar en este blog, he sido y seré un defensor del empleo de la electrónica en la música. Y lo mismo aplica para los procesadores de audio como autotune. Ahora bien, en los últimos tiempos resulta refrescante escuchar interpretaciones que no abusen de este efecto tan de moda, aunque no tengo claro que su influencia vaya a desaparecer a medio plazo. Y lo que es más importante: hoy más que nunca es necesario recurrir a la videografía en directo de los cantantes de música contemporánea para realmente tener una idea de sus cualidades vocales: es la única forma de que no nos den "gato por liebre".
El origen del autotune se encuentra en el famoso vocoder, un analizador y sintetizador de voz creado en los años 30 y que introducido por Kraftwerk en su mítico Autobahn (1974) se popularizó en los 80 como un truco original para dar a las voces una textura robótica. Era una técnica ingeniosa, adecuada a la explosión de la electrónica en la música de aquella época. Pero durante casi una década quedó en el olvido, como tantos efectos visuales de los video-clips de aquel entonces que hoy nos parecen trasnochados.
Hasta que en el año 1998 una diva en el ocaso de su carrera (Cher) decidió adentrarse en la música de baile, y para ello recurrió a los productores Mark Taylor y Brian Rawling. Éstos optaron por recurrir al autotune, la evolución/actualización del olvidado vocoder, para jugar con la melodía vocal de "Believe". El éxito fue tan arrollador que otros muchos productores y artistas (desde los Beastie Boys hasta Daft Punk) se lanzaron inmediatamente a copiar la idea, en una espiral que ha llegado hasta nuestros días. ¿Los motivos?
Por supuesto la mejor adaptabilidad de una voz alterada electrónicamente a una instrumentación electrónica, logrando el ideal largo tiempo deseado de que la voz humana sea un instrumento con las mismas posibilidades de post-procesamiento que cualquier otro (Madonna es un claro ejemplo desde hace casi 20 años). Pero también por otro hecho incuestionable pero mucho más preocupante: su capacidad para ocultar deficiencias de afinación en la interpretación de los cantantes.
De hecho, el fabricante de autotune (Antares Audio Technologies) presenta su producto como un procesador de audio para corregir el tono en ejecuciones vocales (también instrumentales). La armonización que ofrece está pensada para incrementar la calidad musical de las partes vocales sin que sea evidente que el canto ha sido procesado. Eso sí, llevada al extremo con fines creativos produce una alteración en los tonos (precisos y de cambio rápido, en especial si se aplican sólo a unas cuantas notas definidas de una melodía vocal) que da lugar a los onmipresentes efectos a los que antes aludía. Pero es crucial reseñar que, aunque nuestro oído humano no sea capaz de detectarlo, su uso como corrector de tono es poco menos que universal.
Gracias al autotune podemos escuchar como, por ejemplo, un cantante tan limitado vocalmente como Enrique Iglesias es capaz de adornar los tramos finales de sus canciones con unos llamémosles (para entendernos) gorgoritos que luego es incapaz de reproducir sin desafinar en cualquier interpretación en directo. Y lo mismo aplica para buena parte de los artistas que triunfan en nuestros días, desde Britney a Rihanna. Incluso su uso y abuso justifica la ploriferación en los últimos años de artistas cuyo punto fuerte es precisamente su interpretación vocal (piénsese en el caso de Adele).
Como ya he tenido oportunidad de justificar en este blog, he sido y seré un defensor del empleo de la electrónica en la música. Y lo mismo aplica para los procesadores de audio como autotune. Ahora bien, en los últimos tiempos resulta refrescante escuchar interpretaciones que no abusen de este efecto tan de moda, aunque no tengo claro que su influencia vaya a desaparecer a medio plazo. Y lo que es más importante: hoy más que nunca es necesario recurrir a la videografía en directo de los cantantes de música contemporánea para realmente tener una idea de sus cualidades vocales: es la única forma de que no nos den "gato por liebre".
martes, 20 de noviembre de 2012
Cat Power: Sun (2012)
La reina indiscutible del indie norteamericano, Chan Marshall (más conocida como Cat Power) por fin ha encontrado el sonido que tantos años llevaba buscando. Transcurridos 6 años desde su último disco de canciones nuevas (el correcto pero excesivamente convencional "The greatest") "Sun" supone una meritoria vuelta de tuerca en su carrera. Y que además confirma que riesgo y reconocimiento pueden ir unidos de la mano, pues el disco no sólo ha sido top ten en su país, sino también en Francia, Suiza, Bélgica...
Para poder lograr ese sonido tan personal, Marshall ha optado por reducir al mínimo el número de colaboradores: produce todos los temas, y salvo la guitarra, el piano y el bajo en "Cherokee" y "Ruin", toca todos los instrumentos. Un esfuerzo extra que probablemente explique la tardanza en la publicación de "Sun", pero que evidencia su incuestionable talento musical no sólo como compositora, sino también como instrumentista. Además, ha abrazado con habilidad los sintetizadores y demás instrumentos electrónicos, pero no para subirse al carro de las modas, sino para lograr un sonido contemporáneo que no por ello deja de lado su pop-rock-soul-folk tan característico.
Eso sí, tan loable esfuerzo en la instrumentación ha impactado más de lo deseable en las composiciones: hay un innegable abuso de una única progresión armónica en la mayoría de los temas, y con frecuencia la melodía vocal de los mismos es difusa, a veces incluso forzada (me imagino que, problemas vocales aparte, de ahí el recurso a cantar a dos tonos casi todas las frases del disco, lo que le resta espontaneidad y afea la impresión sobre sus cualidades vocales).
Ahora bien, durante los cuatro primeros temas la sensación es que estamos ante un álbum irrepetible: "Cherokee" es una excelente carta de presentación, con su melancólico arpegio de piano, sus aditamentos electrónicos y su opresiva letra ("Bury me, marry me to the sky..."), ; "Sun" es un tema atmosférico, envolvente, una estupenda metáfora de nuestra estrella; "Ruin" es una maravillosa superposición de pianos... que se detienen justo para dar paso un enérgico estribillo rockero y hasta bailable; y "3, 6, 9" es una sensacional progresión armónica sobre la que Marshall construye un medio tiempo de puro soul sensual con una instrumentación y unos juegos de voces personalísimos.
La lástima es que a partir del quinto corte el nivel baja bastante. Aún hay un par de buenos momentos ("Real life" es un tema oscuro y un tanto corto sobre un colchón de sintetizadores con efectos trémolo y "Silent machine" es un tema no del todo aprovechado construido a partir de un potentísimo riff de guitarra, una doble percusión y un interludio cacofónico de voces), pero en general son temas sin inspiración, que fluctúan entre lo anodino ("Always on my own", "Human being"), lo simplón ("Manhattan") y lo directamente fatigoso (esos ¡10 minutos! de "Nothin' but time" con dos únicos acordes y una desafinada colaboración vocal del completamente acabado Iggy Pop).
En definitiva, es una pena que falten 2 o 3 temas más de talento, porque podríamos haber estado hablando no de un buen disco sino del álbum del año y de la consagración definitiva a nivel mundial de una artista que lleva muchos años ya en la carretera. Con todo, esperemos que sus problemas de salud, su alcoholismo y sus dificultades económicas (acaba de cancelar su gira europea) no le impidan seguir por esta línea en un futuro: la senda abierta lo merece.
Para poder lograr ese sonido tan personal, Marshall ha optado por reducir al mínimo el número de colaboradores: produce todos los temas, y salvo la guitarra, el piano y el bajo en "Cherokee" y "Ruin", toca todos los instrumentos. Un esfuerzo extra que probablemente explique la tardanza en la publicación de "Sun", pero que evidencia su incuestionable talento musical no sólo como compositora, sino también como instrumentista. Además, ha abrazado con habilidad los sintetizadores y demás instrumentos electrónicos, pero no para subirse al carro de las modas, sino para lograr un sonido contemporáneo que no por ello deja de lado su pop-rock-soul-folk tan característico.
Eso sí, tan loable esfuerzo en la instrumentación ha impactado más de lo deseable en las composiciones: hay un innegable abuso de una única progresión armónica en la mayoría de los temas, y con frecuencia la melodía vocal de los mismos es difusa, a veces incluso forzada (me imagino que, problemas vocales aparte, de ahí el recurso a cantar a dos tonos casi todas las frases del disco, lo que le resta espontaneidad y afea la impresión sobre sus cualidades vocales).
Ahora bien, durante los cuatro primeros temas la sensación es que estamos ante un álbum irrepetible: "Cherokee" es una excelente carta de presentación, con su melancólico arpegio de piano, sus aditamentos electrónicos y su opresiva letra ("Bury me, marry me to the sky..."), ; "Sun" es un tema atmosférico, envolvente, una estupenda metáfora de nuestra estrella; "Ruin" es una maravillosa superposición de pianos... que se detienen justo para dar paso un enérgico estribillo rockero y hasta bailable; y "3, 6, 9" es una sensacional progresión armónica sobre la que Marshall construye un medio tiempo de puro soul sensual con una instrumentación y unos juegos de voces personalísimos.
La lástima es que a partir del quinto corte el nivel baja bastante. Aún hay un par de buenos momentos ("Real life" es un tema oscuro y un tanto corto sobre un colchón de sintetizadores con efectos trémolo y "Silent machine" es un tema no del todo aprovechado construido a partir de un potentísimo riff de guitarra, una doble percusión y un interludio cacofónico de voces), pero en general son temas sin inspiración, que fluctúan entre lo anodino ("Always on my own", "Human being"), lo simplón ("Manhattan") y lo directamente fatigoso (esos ¡10 minutos! de "Nothin' but time" con dos únicos acordes y una desafinada colaboración vocal del completamente acabado Iggy Pop).
En definitiva, es una pena que falten 2 o 3 temas más de talento, porque podríamos haber estado hablando no de un buen disco sino del álbum del año y de la consagración definitiva a nivel mundial de una artista que lleva muchos años ya en la carretera. Con todo, esperemos que sus problemas de salud, su alcoholismo y sus dificultades económicas (acaba de cancelar su gira europea) no le impidan seguir por esta línea en un futuro: la senda abierta lo merece.
lunes, 29 de octubre de 2012
The Killers: Battle Born (2012)
Superar "Day and age" (2008) se antojaba una misión imposible para el cuarteto de Las Vegas. Con su eclecticismo, su derroche creativo y su toque comercial, fue el álbum que confirmó a The Killers como uno de los (pocos) supergrupos del panorama musical a nivel mundial. Probablemente abrumados por la cota de excelencia que alcanzaron, han tardado 4 largos años en volver con un álbum de nuevas canciones, tiempo que han dedicado en su mayoría a proyectos independientes. Al final, y como era de esperar "Battle born" no supera a "Day and age", pero lo que es sorprendente es que estamos sin duda ante la peor entrega de su carrera.
Aparte de la responsabilidad a la que acabo de aludir, es probable que también haya influido en el resultado final la diversidad de productores con la que han trabajado: mientras que en "Day and age" Stuart Price extrajo lo mejor de ellos, en "Battle born" sólo produce un tema, la decepcionante "Miss Atomic Bomb", muy alejada del sonido contemporáneo que cabría esperar. Otros productores del disco con más peso en el álbum son Steve Lillywhite, Daniel Lanois y Brendan O'Brian: productores todos ellos con un sonido más bien añejo, con recursos e ideas un tanto superadas. Y cuya influencia se traduce en una pátina de rock "gastado", excesivamente americano, en ocasión deudor de los U2 de hace casi 30 años, en otras palabras, poco más que un batiburillo mal digerido de instrumentos convencionales y sintetizadores de última generación... Sólo Damian Taylor aporta la esperable dosis de contemporaneidad en los dos únicos temas realmente dignos de mención del álbum: "Flesh and bone" y "Deadlines and commitments".
"Flesh and bone" podría haber sido perfectamente un descarte de última hora de "Day and age", pero aquí es la única manera de que al menos el comienzo del disco mantenga el tipo: es una buena progresión armónica, sobre la que Brandon canta estupendamente una bonita melodía en las estrofas. Aunque ciertamente la melodía del estribillo es mejorable, por la excesiva disociación entre los coros que repiten "Flesh and bone" y lo que canta Flowers, y la parte nueva es poco menos que un pegote, especialmente por el uso de una instrumentación completamente al magen del tema. Y "Deadlines and commitments" contiene la mejor interpretación vocal de Brandon, casi en falsete, unas estrofas oscuras y una segunda parte del estribillo sensible y pegadiza.
¿Y eso es todo? Pues casi. Porque aquí no hay ningún temazo que combine calidad y dosis comerciales: ni un "Mr. Brightside", ni un "Read my mind", ni mucho menos un "Human". Y es que el sencillo de presentación, "Runaways", estaba destinado a naufragar en las listas con sus guiños a Bruce Springsteen y sus arreglos ya superados. Pero hay temas aún más flojos: baladas insulsamente convencionales ("Here with me", "Be still"), o medios tiempos olvidables ("Battle born"). Aunque casi disgusta más escuchar canciones que apuntaban a grandes momentos pero que se quedan a medio camino ("The way it was", con unas logradas estrofas y un bonito arpegio en las guitarras, pero con un estribillo grandilocuente y vacío, o "The rising of the tide", que recuerda a la energía rockera de "Hot fuss" (2004), pero con otro estribillo más propio de vacas sagradas del rock venidas a menos).
Como colofón, resulta curioso que el para mí al menos tercer momento interesante del álbum (sin ser tampoco una maravilla), sea uno de los dos temas nuevos incluidos en la Deluxe Edition: "Carry me home" merecía mejor suerte, pues es uno de los pocos temas en los que tradición y modernidad conviven acertadamente (ese bajo sintetizado en las estrofas es la mejor prueba, aunque su estribillo es también menos histriónico que el de otros muchos cortes del disco).
En definitiva, estamos ante un claro candidato a mayor decepción del año. Tiene pinta de que en cuanto pasen unos pocos meses más, será un disco del que renegarán abiertamente. Y esperemos que enderecen pronto el rumbo: han puesto seriamente en peligro su status de megaestrellas. Y quizá (esperemos que no) incluso su propia continuidad como banda.
Aparte de la responsabilidad a la que acabo de aludir, es probable que también haya influido en el resultado final la diversidad de productores con la que han trabajado: mientras que en "Day and age" Stuart Price extrajo lo mejor de ellos, en "Battle born" sólo produce un tema, la decepcionante "Miss Atomic Bomb", muy alejada del sonido contemporáneo que cabría esperar. Otros productores del disco con más peso en el álbum son Steve Lillywhite, Daniel Lanois y Brendan O'Brian: productores todos ellos con un sonido más bien añejo, con recursos e ideas un tanto superadas. Y cuya influencia se traduce en una pátina de rock "gastado", excesivamente americano, en ocasión deudor de los U2 de hace casi 30 años, en otras palabras, poco más que un batiburillo mal digerido de instrumentos convencionales y sintetizadores de última generación... Sólo Damian Taylor aporta la esperable dosis de contemporaneidad en los dos únicos temas realmente dignos de mención del álbum: "Flesh and bone" y "Deadlines and commitments".
"Flesh and bone" podría haber sido perfectamente un descarte de última hora de "Day and age", pero aquí es la única manera de que al menos el comienzo del disco mantenga el tipo: es una buena progresión armónica, sobre la que Brandon canta estupendamente una bonita melodía en las estrofas. Aunque ciertamente la melodía del estribillo es mejorable, por la excesiva disociación entre los coros que repiten "Flesh and bone" y lo que canta Flowers, y la parte nueva es poco menos que un pegote, especialmente por el uso de una instrumentación completamente al magen del tema. Y "Deadlines and commitments" contiene la mejor interpretación vocal de Brandon, casi en falsete, unas estrofas oscuras y una segunda parte del estribillo sensible y pegadiza.
¿Y eso es todo? Pues casi. Porque aquí no hay ningún temazo que combine calidad y dosis comerciales: ni un "Mr. Brightside", ni un "Read my mind", ni mucho menos un "Human". Y es que el sencillo de presentación, "Runaways", estaba destinado a naufragar en las listas con sus guiños a Bruce Springsteen y sus arreglos ya superados. Pero hay temas aún más flojos: baladas insulsamente convencionales ("Here with me", "Be still"), o medios tiempos olvidables ("Battle born"). Aunque casi disgusta más escuchar canciones que apuntaban a grandes momentos pero que se quedan a medio camino ("The way it was", con unas logradas estrofas y un bonito arpegio en las guitarras, pero con un estribillo grandilocuente y vacío, o "The rising of the tide", que recuerda a la energía rockera de "Hot fuss" (2004), pero con otro estribillo más propio de vacas sagradas del rock venidas a menos).
Como colofón, resulta curioso que el para mí al menos tercer momento interesante del álbum (sin ser tampoco una maravilla), sea uno de los dos temas nuevos incluidos en la Deluxe Edition: "Carry me home" merecía mejor suerte, pues es uno de los pocos temas en los que tradición y modernidad conviven acertadamente (ese bajo sintetizado en las estrofas es la mejor prueba, aunque su estribillo es también menos histriónico que el de otros muchos cortes del disco).
En definitiva, estamos ante un claro candidato a mayor decepción del año. Tiene pinta de que en cuanto pasen unos pocos meses más, será un disco del que renegarán abiertamente. Y esperemos que enderecen pronto el rumbo: han puesto seriamente en peligro su status de megaestrellas. Y quizá (esperemos que no) incluso su propia continuidad como banda.
sábado, 13 de octubre de 2012
Pet Shop Boys: Elysium (2012)
Los incondicionales de Pet Shop Boys están de enhorabuena en este 2012. Apenas hace medio año de la publicación de "Format", su segunda recopilación de caras B y descartes de álbumes ya reseñada en este mismo blog, cuando reaparecen con su nuevo álbum de estudio, el undécimo de su carrera. Un disco grabado en Los Ángeles bajo la producción de Andrew Dawson (Kayne West, Jay-Z...) y que se aparta del pop artificial y un tanto impersonal del fallido "Yes" (2009), buscando un sonido más clásico y reconocible.
Si se fijan he usado el gerundio "buscando" en lugar del deseable "consiguiendo", porque sin ser un mal álbum, "Elysium" es irregular, muy poco arriesgado y una nueva confirmación de que en los últimos 15 años (desde "Bilingual") el dúo británico ha sido incapaz de entregar un disco realmente redondo. Además, la participación del mencionado Dawson dista de ser espectacular: básicamente se ha limitado a potenciar la parte vocal de Neil Tennant (que tiene la voz doblada en dos o incluso más tonos en la mayor parte de los temas), y a potenciar una instrumentación relativamente poco tecnológica (especialmente evidente en las baterías, mucho más simples de lo habitual en Pet Shop Boys) y un cierto aroma añejo.
El álbum se abre con "Leaving", segundo sencillo y estupendo reflejo de lo que nos espera: un disco agradable, pausado, sin excesivas pretensiones. Aunque probablemente en otras épocas de mayor creatividad este tema no hubiera pasado de ser un tema más del álbum. Le sigue la monótona "Invisible", mal ubicada dentro del disco, por su larga duración y su lentitud, y con una progresión armónica demasiado simple. Así, cuando llega "Winner", primer sencillo y tercer corte, su luminosidad es muy de agradecer. Lo que lastra a este tema y le ha impedido convertirse en un éxito masivo son sus arreglos demasiado convencionales y su letra ingenua (y un tanto oportunista en plenos J.J.O.O. de Londres). Pero si nos abstraemos de estos aspectos sin duda se trata de una excelente composición, con una progresión armónica muy superior a la inmensa mayoría de los temas que se componen hoy en día, y que puede apreciarse en toda su magnitud en la versión instrumental que acompaña a la edición Deluxe.
Le sigue "Your early stuff", un tema muy corto y prescindible, cuyo único interés es su letra irónica y reflexiva. Sensiblemente superior es "A face like that", que recrea a propósito el estilo disco de sus primeras composiciones hace 30 años, con detalles tan evidentes como un bajo a lo "Opportunities" o una percusión electrónica a lo "Paninaro". Lástima que Neil no haya estado demasiado inspirado a la hora de adaptarle una melodía a la composición de Chris.
A continuación viene otro tema lento, la acústica y olvidable "Breathing space". "Ego music", el siguiente corte, es el tema más cínico y arriesgado del disco, con una letra excelente y una música no del todo lograda, más propia de una cara B experimental que de este disco pretendidamente convencional. "Hold on" adapta una pieza clásica de George Frideric Handel, y pone en evidencia que la música contemporánea no siempre logra digerir esta clase de composiciones, pues el resultado es realmente flojo. Tras ella, "Give it a go" remonta ligeramente el vuelo gracias a un estribillo correcto, aunque en conjunto recuerda demasiado a la atmósfera del desafortunado "Release" (2002).
Afortunadamente, cuando ya parece que el disco se encamina hacia la más absoluta mediocridad, "Memory of the future" nos demuestra que aún son capaces de firmar temas memorables: un medio tiempo con unas estrofas crudas, un puente inteligente y un estribillo emocionante, en el que Tennant sobrecoge con su "it's taking me all of my life... to find you". Además, la parte nueva es meritoria y la instrumentación (ahora sí) se adecúa perfectamente a la canción con su continua evolución de inspirados sintetizadores y efectos varios. Sólo un escalón por debajo se encuentra el siguiente tema, ese "Everything means something" menos accesible con su sonido duro a lo Depeche Mode, interrumpido periódicamente por un inquietante, melancólico e inesperado estribillo. Por último, "Requiem in Denim and Leopardskin" deja un sabor de boca mejor de lo esperado con su mezcla de pop relajado y ambiente festivo-discotequero que recuerda a "Saturday night forever".
Así, el balance final es un disco que gana con creces a "Release" y a los puntos a "Yes", y que cuenta además con un par de temas dignos de sus mejores momentos, pero que nunca figurará entre los favoritos de sus seguidores. Es una sensación más agridulce si cabe tras escuchar los temas que acompañan al sencillo "Winner", puesto que han dejado fuera de este álbum su mejor tema de su genuino synthpop bailable en unos cuantos años ("A Certain "Je ne sais quoi"") y una inteligente apropiación del "I started a joke" de los Bee Gees, que los muestran en mejor estado creativo de lo que en realidad refleja "Elysium". Y es que siempre he pensado que lo mejor es que un álbum no sea conceptualmente homogéneo, sino que contenga las mejores canciones posibles en cada momento.
Si se fijan he usado el gerundio "buscando" en lugar del deseable "consiguiendo", porque sin ser un mal álbum, "Elysium" es irregular, muy poco arriesgado y una nueva confirmación de que en los últimos 15 años (desde "Bilingual") el dúo británico ha sido incapaz de entregar un disco realmente redondo. Además, la participación del mencionado Dawson dista de ser espectacular: básicamente se ha limitado a potenciar la parte vocal de Neil Tennant (que tiene la voz doblada en dos o incluso más tonos en la mayor parte de los temas), y a potenciar una instrumentación relativamente poco tecnológica (especialmente evidente en las baterías, mucho más simples de lo habitual en Pet Shop Boys) y un cierto aroma añejo.
El álbum se abre con "Leaving", segundo sencillo y estupendo reflejo de lo que nos espera: un disco agradable, pausado, sin excesivas pretensiones. Aunque probablemente en otras épocas de mayor creatividad este tema no hubiera pasado de ser un tema más del álbum. Le sigue la monótona "Invisible", mal ubicada dentro del disco, por su larga duración y su lentitud, y con una progresión armónica demasiado simple. Así, cuando llega "Winner", primer sencillo y tercer corte, su luminosidad es muy de agradecer. Lo que lastra a este tema y le ha impedido convertirse en un éxito masivo son sus arreglos demasiado convencionales y su letra ingenua (y un tanto oportunista en plenos J.J.O.O. de Londres). Pero si nos abstraemos de estos aspectos sin duda se trata de una excelente composición, con una progresión armónica muy superior a la inmensa mayoría de los temas que se componen hoy en día, y que puede apreciarse en toda su magnitud en la versión instrumental que acompaña a la edición Deluxe.
Le sigue "Your early stuff", un tema muy corto y prescindible, cuyo único interés es su letra irónica y reflexiva. Sensiblemente superior es "A face like that", que recrea a propósito el estilo disco de sus primeras composiciones hace 30 años, con detalles tan evidentes como un bajo a lo "Opportunities" o una percusión electrónica a lo "Paninaro". Lástima que Neil no haya estado demasiado inspirado a la hora de adaptarle una melodía a la composición de Chris.
A continuación viene otro tema lento, la acústica y olvidable "Breathing space". "Ego music", el siguiente corte, es el tema más cínico y arriesgado del disco, con una letra excelente y una música no del todo lograda, más propia de una cara B experimental que de este disco pretendidamente convencional. "Hold on" adapta una pieza clásica de George Frideric Handel, y pone en evidencia que la música contemporánea no siempre logra digerir esta clase de composiciones, pues el resultado es realmente flojo. Tras ella, "Give it a go" remonta ligeramente el vuelo gracias a un estribillo correcto, aunque en conjunto recuerda demasiado a la atmósfera del desafortunado "Release" (2002).
Afortunadamente, cuando ya parece que el disco se encamina hacia la más absoluta mediocridad, "Memory of the future" nos demuestra que aún son capaces de firmar temas memorables: un medio tiempo con unas estrofas crudas, un puente inteligente y un estribillo emocionante, en el que Tennant sobrecoge con su "it's taking me all of my life... to find you". Además, la parte nueva es meritoria y la instrumentación (ahora sí) se adecúa perfectamente a la canción con su continua evolución de inspirados sintetizadores y efectos varios. Sólo un escalón por debajo se encuentra el siguiente tema, ese "Everything means something" menos accesible con su sonido duro a lo Depeche Mode, interrumpido periódicamente por un inquietante, melancólico e inesperado estribillo. Por último, "Requiem in Denim and Leopardskin" deja un sabor de boca mejor de lo esperado con su mezcla de pop relajado y ambiente festivo-discotequero que recuerda a "Saturday night forever".
Así, el balance final es un disco que gana con creces a "Release" y a los puntos a "Yes", y que cuenta además con un par de temas dignos de sus mejores momentos, pero que nunca figurará entre los favoritos de sus seguidores. Es una sensación más agridulce si cabe tras escuchar los temas que acompañan al sencillo "Winner", puesto que han dejado fuera de este álbum su mejor tema de su genuino synthpop bailable en unos cuantos años ("A Certain "Je ne sais quoi"") y una inteligente apropiación del "I started a joke" de los Bee Gees, que los muestran en mejor estado creativo de lo que en realidad refleja "Elysium". Y es que siempre he pensado que lo mejor es que un álbum no sea conceptualmente homogéneo, sino que contenga las mejores canciones posibles en cada momento.
domingo, 23 de septiembre de 2012
Gossip: A joyful noise (2012)
El de Gossip era sin duda uno de los álbumes más esperados de 2012. Y es que el trío estadounidense de indie-rock dio de lleno en la diana con su anterior entrega ("Music for men" (2009)), en la que sin dejar de lado su rock espartano, directo y excelentemente ejecutado, se acercaron con acierto a otros géneros como el pop electrónico o la música de baile. Me imagino que el éxito no sólo de crítica sino comercial (su sencillo "Heavy cross" se convirtió en el más vendido de la historia en Alemania) les hizo reflexionar sobre el camino a seguir, y al final se decantaron por contar con Brian Higgins (Xenomania) a la producción, probablemente buscando un éxito masivo a nivel internacional.
Pero lo cierto es que, al menos para mí, Higgins dista mucho de ser un mago que convierta en oro todo lo que toca; es un productor sobrevalorado. Con lo cual me esperaba un disco inferior al anterior y que probablemente les restaría parte de su acusada personalidad en beneficio de un sonido pop más tamizado e impersonal. Desgraciadamente mis expectativas no podían estar más encaminadas.
Y es que este álbum pretende ser un compendio de rock, pop, indie, house, soul, incluso funk, pero desgraciadamente no llega a abrazar abiertamente ninguno de esos estilos, lo que le resta cohesión y afecta negativamente a la impresión general. Mención especial para la guitarra de Nathan Howdeshell, que se bastaba y se sobraba con su talento y sus múltiples registros para llenar los temas de sus otros discos, y que sin embargo queda aquí relegada a un segundo o incluso tercer plano, oculta entre efectos y sintetizadores no siempre acertados. Pero es que incluso Beth Ditto, una de las mejores voces del rock actual, canta a veces cohibida, intentando adherirse a patrones interpretativos convencionales y perdiendo así parte de su energía y naturalidad.
Por esta misma razón tenía especial interés en comprobar cómo interpretaban en directo los temas de este álbum. Y como era de esperar, se les nota más libres y más fieles a sí mismos que en el disco, aunque es de resaltar que el trío se ha convertido en cuarteto por la necesidad de incorporar un teclista que participe en todos los temas. Eso sí, debo reseñar que a pesar de los defectos reseñados y de que ni siquiera esas concesiones les han permitido alcanzar el éxito a nivel mundial esperado, hay unos cuantos buenos temas.
Entre los que probablemente no se incluya el primer sencillo "Perfect world", que sin ser una mala canción adolece de ese afán por contentar a audiencias de estilos alejados del rock (menos evidente en directo), y que incluso hace que Ditto flojee un tanto en los tonos bajos. Ni el siempre trascendente tema con que se abre el álbum, ese "Melody emergency" pesado y simplón. Pero sí el oscuro "Get a job", con su aire funky, una letra simpática y más profunda de lo que parece (y unos teclados demasiado amateurs), o especialmente el segundo sencillo, ese "Move in the right direction" que sí que logra el equilibrio entre música pop y sonidos bailables sin que Gossip pierdn demasiada personalidad.
Otros buenos momentos del álbum son "Casualties of war", un medio tiempo con un emocionante estribillo que sí que permite a Ditto dar rienda suelta a su voz desgarrada, "Get lost", con unas estrofas ambientadas en el sonido disco de finales de los 70 y un teclado house más propio del Chicago de finales de los 80, "Involved", un tema tenso, oscuro y con un estribillo desgarrado, "Horns", la mejor heredera del sonido de su anterior álbum con su bajo slap, sus guitarras funky y su sección de viento sintetizada, e incluso la entretenida "I won't play", con su bajo sintetizado y sus redobles de cajas en el estribillo.
Desgraciadamente estos buenos momentos se ven lastrados por varios temas menores (además del ya citado "Melody emergency", la anodina "Into the wild", y la insustanciosa "Love in a foreign place" con la que se cierra el álbum, el último ejemplo de que, como bien dice el refrán, quien mucho abarca, poco aprieta).
En definitiva, 6 o 7 buenos temas (aunque sólo uno realmente apto para un público masivo), pero 4 tirando a flojos y una producción discreta y que les resta personalidad. Con lo cual el álbum es disfrutable por momentos, pero no supondrá el punto de inflexión que buscaban. Una lástima, pues era el momento de convertirse en un supergrupo a nivel mundial y me temo que no habrá una segunda oportunidad.
Pero lo cierto es que, al menos para mí, Higgins dista mucho de ser un mago que convierta en oro todo lo que toca; es un productor sobrevalorado. Con lo cual me esperaba un disco inferior al anterior y que probablemente les restaría parte de su acusada personalidad en beneficio de un sonido pop más tamizado e impersonal. Desgraciadamente mis expectativas no podían estar más encaminadas.
Y es que este álbum pretende ser un compendio de rock, pop, indie, house, soul, incluso funk, pero desgraciadamente no llega a abrazar abiertamente ninguno de esos estilos, lo que le resta cohesión y afecta negativamente a la impresión general. Mención especial para la guitarra de Nathan Howdeshell, que se bastaba y se sobraba con su talento y sus múltiples registros para llenar los temas de sus otros discos, y que sin embargo queda aquí relegada a un segundo o incluso tercer plano, oculta entre efectos y sintetizadores no siempre acertados. Pero es que incluso Beth Ditto, una de las mejores voces del rock actual, canta a veces cohibida, intentando adherirse a patrones interpretativos convencionales y perdiendo así parte de su energía y naturalidad.
Por esta misma razón tenía especial interés en comprobar cómo interpretaban en directo los temas de este álbum. Y como era de esperar, se les nota más libres y más fieles a sí mismos que en el disco, aunque es de resaltar que el trío se ha convertido en cuarteto por la necesidad de incorporar un teclista que participe en todos los temas. Eso sí, debo reseñar que a pesar de los defectos reseñados y de que ni siquiera esas concesiones les han permitido alcanzar el éxito a nivel mundial esperado, hay unos cuantos buenos temas.
Entre los que probablemente no se incluya el primer sencillo "Perfect world", que sin ser una mala canción adolece de ese afán por contentar a audiencias de estilos alejados del rock (menos evidente en directo), y que incluso hace que Ditto flojee un tanto en los tonos bajos. Ni el siempre trascendente tema con que se abre el álbum, ese "Melody emergency" pesado y simplón. Pero sí el oscuro "Get a job", con su aire funky, una letra simpática y más profunda de lo que parece (y unos teclados demasiado amateurs), o especialmente el segundo sencillo, ese "Move in the right direction" que sí que logra el equilibrio entre música pop y sonidos bailables sin que Gossip pierdn demasiada personalidad.
Otros buenos momentos del álbum son "Casualties of war", un medio tiempo con un emocionante estribillo que sí que permite a Ditto dar rienda suelta a su voz desgarrada, "Get lost", con unas estrofas ambientadas en el sonido disco de finales de los 70 y un teclado house más propio del Chicago de finales de los 80, "Involved", un tema tenso, oscuro y con un estribillo desgarrado, "Horns", la mejor heredera del sonido de su anterior álbum con su bajo slap, sus guitarras funky y su sección de viento sintetizada, e incluso la entretenida "I won't play", con su bajo sintetizado y sus redobles de cajas en el estribillo.
Desgraciadamente estos buenos momentos se ven lastrados por varios temas menores (además del ya citado "Melody emergency", la anodina "Into the wild", y la insustanciosa "Love in a foreign place" con la que se cierra el álbum, el último ejemplo de que, como bien dice el refrán, quien mucho abarca, poco aprieta).
En definitiva, 6 o 7 buenos temas (aunque sólo uno realmente apto para un público masivo), pero 4 tirando a flojos y una producción discreta y que les resta personalidad. Con lo cual el álbum es disfrutable por momentos, pero no supondrá el punto de inflexión que buscaban. Una lástima, pues era el momento de convertirse en un supergrupo a nivel mundial y me temo que no habrá una segunda oportunidad.
martes, 11 de septiembre de 2012
El progresivo empobrecimiento creativo de la música contemporánea
La entrada de hoy intenta reflexionar sobre lo que, para muchos melómanos que, como yo, escuchan miles de nuevas composiciones cada año, es una (triste) realidad: que lejos de enriquecerse con nuevas tonalidades, la música contemporánea es cada vez más simple desde el punto de vista creativo. Lo que no sólo afecta a su capacidad para sorprender y emocionar, sino que desemboca en una cada vez más evidente homogeneización, reflejo de la progresiva pérdida de talento.
En realidad lo que me he animado a escribir esta entrada ha sido el artículo publicado en Nature Scientific por el especialista en inteligencia artifical Joan Serrà y su equipo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Partiendo de un archivo conocido como Million Song Dataset (que transforma el audio y la letra de canciones en datos para realizar comparativas y que recoge temas de entre 1955 y 2010), han comparado nada menos que 464.411 temas de música popular, de estilos como rock, pop, hip hop, metal y electrónica. Y su conclusión es incuestionable: "Encontramos evidencias de una progresiva homogeneización del discurso musical".
En concreto, el estudio resalta que según los parámetros analizados, la diversidad de combinaciones de notas y las transiciones entre los grupos de notas han disminuido de forma continua durante los últimos 55 años. En otras palabras, a partir de una nota musical, cada vez es más fácil predecir cuál será la siguiente. A cambio, las nuevas tecnologías han permitido que el nivel de intensidad de los sonidos grabados haya ido en constante aumento. Por lo cual, según Serrà, "los cambios de acordes sencillos, los instrumentos comunes y el volumen fuerte son los ingredientes de la música actual". E incluso va más allá: "realizar estos cambios sobre canciones antiguas puede hacer que suenen a nuevas”.
Pues sí, un estudio científico confirma la percepción subjetiva a la que aludía al comienzo. Puestos a buscar las razones de este progresivo empobrecimiento, se me ocurren varias. En primer lugar, la tecnología: hoy en día es tan sencillo manipular cualquier sonido u optimizar la sonoridad de cualquier grabación, que el esfuerzo creativo se ha desplazado desde la composición a otros aspectos como el timbre, las atmósferas o en el mejor de los casos, los virtuosismos inaccesibles al intérprete humano. En segundo lugar, la manipulación del género por parte de todos los que se benefician comercialmente de él: como ya hemos comentado en otras ocasiones, a los que se lucran con la música no les interesan "paladares" exigentes, sino legos en la materia, manipulables, de consumo fácil y que rehúyan de cualquier experimentación. En tercer lugar, la música de baile: a pesar de que he sido y seré un gran defensor de esta corriente musical (que dicho sea de paso ha dado lugar a casi todas las corrientes y subgéneros del último medio siglo), su progresiva preponderancia ha ido acompañada de manifestaciones cada vez más simples, desde el monótono hip-hop hasta los cada vez más frecuentes temas monocordes de la música house o trance. Y en cuarto lugar, el éxito obtenido cada vez mayor obtenido por artistas que abusan de una única progresión musical de cuatro acordes repetida sin piedad (a lo sumo con mínimas pausas) durante muchos minutos. Y ahora no me refiero sólo a la música de baile: piénsese en "With or without you" de U2 o "Smells like teen spirit" de Nirvana, que muchos consideran grandes clásicos a pesar de que compositivamente hablando son tan pobres que se encuentran a años luz de los himnos de los años 60).
Seguro que hay otras muchas razones, pero el panorama es el que es y no nos queda sino intentar parapetarnos contra esta invasión de simplicidad, que por ejemplo hará que cuando salgamos de fiesta constatemos con pavor que nuestro himno favorito de los 70 o los 80 se ha convertido en un mero estribillo repetido como un islote entre minutos y minutos de ritmo binario sin una sola nota...
De hecho este progresivo empobrecimiento es una de las razones de ser de este blog, desde el cual intento recomendar artistas y bandas cuya creatividad se siga rigiendo por los criterios de calidad que dieron forma a la música contemporánea hace ya casi 60 años. No sé si acertaré en mi selección, pero sí puedo asegurar que todos los artistas que desde aquí recomiendo pasarían esa prueba.
Y para que la entrada no termine de manera tan pesimista, una pequeña nota de humor, con este vídeo en el que Axis of Awesome recrean decenas de temas de otros tantos artistas que reúsan una y otra vez los mismos acordes. Aunque eso sí, habría que distinguir entre aquellos que los repiten de principio a fin sin proponer nada más, desde Bob Marley a Eagle Eye Cherry, y los que como Crowded House, Red Hot Chili Peppers o The Beatles crean un tema más rico y complejo, en una de cuyas partes recurren a ellos. Verán que es un ejercicio ameno e interesante, sobre todo si tienen a mano un teclado o una guitarra.
En realidad lo que me he animado a escribir esta entrada ha sido el artículo publicado en Nature Scientific por el especialista en inteligencia artifical Joan Serrà y su equipo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Partiendo de un archivo conocido como Million Song Dataset (que transforma el audio y la letra de canciones en datos para realizar comparativas y que recoge temas de entre 1955 y 2010), han comparado nada menos que 464.411 temas de música popular, de estilos como rock, pop, hip hop, metal y electrónica. Y su conclusión es incuestionable: "Encontramos evidencias de una progresiva homogeneización del discurso musical".
En concreto, el estudio resalta que según los parámetros analizados, la diversidad de combinaciones de notas y las transiciones entre los grupos de notas han disminuido de forma continua durante los últimos 55 años. En otras palabras, a partir de una nota musical, cada vez es más fácil predecir cuál será la siguiente. A cambio, las nuevas tecnologías han permitido que el nivel de intensidad de los sonidos grabados haya ido en constante aumento. Por lo cual, según Serrà, "los cambios de acordes sencillos, los instrumentos comunes y el volumen fuerte son los ingredientes de la música actual". E incluso va más allá: "realizar estos cambios sobre canciones antiguas puede hacer que suenen a nuevas”.
Pues sí, un estudio científico confirma la percepción subjetiva a la que aludía al comienzo. Puestos a buscar las razones de este progresivo empobrecimiento, se me ocurren varias. En primer lugar, la tecnología: hoy en día es tan sencillo manipular cualquier sonido u optimizar la sonoridad de cualquier grabación, que el esfuerzo creativo se ha desplazado desde la composición a otros aspectos como el timbre, las atmósferas o en el mejor de los casos, los virtuosismos inaccesibles al intérprete humano. En segundo lugar, la manipulación del género por parte de todos los que se benefician comercialmente de él: como ya hemos comentado en otras ocasiones, a los que se lucran con la música no les interesan "paladares" exigentes, sino legos en la materia, manipulables, de consumo fácil y que rehúyan de cualquier experimentación. En tercer lugar, la música de baile: a pesar de que he sido y seré un gran defensor de esta corriente musical (que dicho sea de paso ha dado lugar a casi todas las corrientes y subgéneros del último medio siglo), su progresiva preponderancia ha ido acompañada de manifestaciones cada vez más simples, desde el monótono hip-hop hasta los cada vez más frecuentes temas monocordes de la música house o trance. Y en cuarto lugar, el éxito obtenido cada vez mayor obtenido por artistas que abusan de una única progresión musical de cuatro acordes repetida sin piedad (a lo sumo con mínimas pausas) durante muchos minutos. Y ahora no me refiero sólo a la música de baile: piénsese en "With or without you" de U2 o "Smells like teen spirit" de Nirvana, que muchos consideran grandes clásicos a pesar de que compositivamente hablando son tan pobres que se encuentran a años luz de los himnos de los años 60).
Seguro que hay otras muchas razones, pero el panorama es el que es y no nos queda sino intentar parapetarnos contra esta invasión de simplicidad, que por ejemplo hará que cuando salgamos de fiesta constatemos con pavor que nuestro himno favorito de los 70 o los 80 se ha convertido en un mero estribillo repetido como un islote entre minutos y minutos de ritmo binario sin una sola nota...
De hecho este progresivo empobrecimiento es una de las razones de ser de este blog, desde el cual intento recomendar artistas y bandas cuya creatividad se siga rigiendo por los criterios de calidad que dieron forma a la música contemporánea hace ya casi 60 años. No sé si acertaré en mi selección, pero sí puedo asegurar que todos los artistas que desde aquí recomiendo pasarían esa prueba.
Y para que la entrada no termine de manera tan pesimista, una pequeña nota de humor, con este vídeo en el que Axis of Awesome recrean decenas de temas de otros tantos artistas que reúsan una y otra vez los mismos acordes. Aunque eso sí, habría que distinguir entre aquellos que los repiten de principio a fin sin proponer nada más, desde Bob Marley a Eagle Eye Cherry, y los que como Crowded House, Red Hot Chili Peppers o The Beatles crean un tema más rico y complejo, en una de cuyas partes recurren a ellos. Verán que es un ejercicio ameno e interesante, sobre todo si tienen a mano un teclado o una guitarra.
jueves, 30 de agosto de 2012
Más de 1.000 páginas vistas
La entrada de hoy es diferente, puesto que no trata del apasionante mundo del pop y el rock, sino de este humilde blog. Y es que me parece que haber cruzado la frontera de las 1.000 páginas vistas es merecedor de una pequeña reseña. Debo reconocer que cuando no hace todavía un año me animé finalmente a compartir con los internautas una de mis pasiones (que no la única, pueden consultar mi perfil para descubrir otros blogs de otros tantos temas), no confiaba en absoluto en llegar a esta cifra tan pronto, pues es innumerable la cantidad de páginas y blogs que existen sobre este arte.
Antes que nada, debo agradecer de antemano todas y cada una de las visitas. Mi especial agradecimiento a aquellos que han contribuido con sus comentarios, o que incluso han optado por seguir regularmente el blog. Espero poder seguir actualizándolo con regularidad, eso sí en la medida de mis posibilidades, puesto que no deja de ser una afición al margen de mis obligaciones profesionales y familiares. Además, espero poder darle un enfoque más adecuado a los intereses y procedencia de mis lectores. De ahí surge la idea de revisar algunas estadísticas que he recogido.
En primer lugar, la estadística de páginas más visitadas. Que está encabezada por las cinco siguientes:
1) La lenta muerte de la guitarra como instrumento de... 491 visitas.
2) Fórmula matemática para la canción vocal contempor... 32 visitas.
3) Pet Shop Boys: Format (2012). 21 visitas
4) Clare Maguire: Light after dark (2011). 20 visitas.
5) Ejemplo práctico de la fórmula: "Born in the U.S.A... 16 visitas.
Queda claro, pues, que una de mis entradas dedicadas a reflexionar sobre el estado actual del panorama musical ha arrasado: casi la mitad de las visitas corresponden a mi reflexión sobre el declive de la guitarra como instrumento de referencia en la música contemporánea. Se ve que son cientos de personas los que comparten mi percepción: los tiempos están cambiando y a las nuevas generaciones les interesa cada vez menos lo relativo a las 6 cuerdas. A continuación figura la que es sin duda la entrada más elaborada de este blog: me ha llevado muchos años y miles de partituras establecer unos criterios mensurables para que cuando yo afirmo que una determinada canción es mejor o peor, pueda entenderse en qué me estoy fijando para emitir ese juicio y a ser posible compartirlo, tanto por los neófitos en el mundo musical como por aquellos con amplios conocimientos teóricos o prácticos. Después figura mi reseña musical más visitada: me sorprende y enorgullece que sea precisamente la relativa al recopilatorio de caras B que publicaron Pet Shop Boys a principios de año, pues son uno de mis artistas favoritos y de más talento de las últimas décadas. Sorprendentemente, después figura la reseña del álbum de debut de Clare Maguire, prácticamente una desconocida fuera del Reino Unido (supongo que se deberá precisamente a eso, a la falta de entradas en español sobre la prometedora artista británica). Y la quinta entrada es precisamente una de las aplicaciones prácticas de dicha fórmula matemática: simplemente para demostrar que opiniones formadas de antemano pueden alterar la percepción real de una determinada canción, de ahí que las canciones comparadas de Bruce Springteen y King Africa sean tan similares (y pobres, como explicaba en dicha entrada).
Y en segundo lugar, la estadística de los países desde los que se han leído más entradas. Que está encabezada por los cinco siguientes:
1) España. 242 visitas.
2) México. 173 visitas.
3) Argentina. 94 visitas.
4) Colombia. 82 visitas.
5) Estados Unidos. 73 visitas.
Es lógico que la mayor parte de las visitas procedan de España, pues el blog está escrito desde España y en español. Pero me ha sorprendido que más de tres cuartas partes de las visitas procedan de fuera de España. Eso me indica claramente que debo intentar darle un enfoque más internacional al contenido de este blog, aunque obviamente sin convertirlo en una página más de contenido y referencias anglosajonas.
En resumen, gracias a todos por sus visitas. Les prometo que para las próximas 1.000 visitas voy a intentar insistir en mis reflexiones sobre el mundillo musical y al mismo tiempo a darle un carácter más internacional a mis opiniones y comentarios.
Antes que nada, debo agradecer de antemano todas y cada una de las visitas. Mi especial agradecimiento a aquellos que han contribuido con sus comentarios, o que incluso han optado por seguir regularmente el blog. Espero poder seguir actualizándolo con regularidad, eso sí en la medida de mis posibilidades, puesto que no deja de ser una afición al margen de mis obligaciones profesionales y familiares. Además, espero poder darle un enfoque más adecuado a los intereses y procedencia de mis lectores. De ahí surge la idea de revisar algunas estadísticas que he recogido.
En primer lugar, la estadística de páginas más visitadas. Que está encabezada por las cinco siguientes:
1) La lenta muerte de la guitarra como instrumento de... 491 visitas.
2) Fórmula matemática para la canción vocal contempor... 32 visitas.
3) Pet Shop Boys: Format (2012). 21 visitas
4) Clare Maguire: Light after dark (2011). 20 visitas.
5) Ejemplo práctico de la fórmula: "Born in the U.S.A... 16 visitas.
Queda claro, pues, que una de mis entradas dedicadas a reflexionar sobre el estado actual del panorama musical ha arrasado: casi la mitad de las visitas corresponden a mi reflexión sobre el declive de la guitarra como instrumento de referencia en la música contemporánea. Se ve que son cientos de personas los que comparten mi percepción: los tiempos están cambiando y a las nuevas generaciones les interesa cada vez menos lo relativo a las 6 cuerdas. A continuación figura la que es sin duda la entrada más elaborada de este blog: me ha llevado muchos años y miles de partituras establecer unos criterios mensurables para que cuando yo afirmo que una determinada canción es mejor o peor, pueda entenderse en qué me estoy fijando para emitir ese juicio y a ser posible compartirlo, tanto por los neófitos en el mundo musical como por aquellos con amplios conocimientos teóricos o prácticos. Después figura mi reseña musical más visitada: me sorprende y enorgullece que sea precisamente la relativa al recopilatorio de caras B que publicaron Pet Shop Boys a principios de año, pues son uno de mis artistas favoritos y de más talento de las últimas décadas. Sorprendentemente, después figura la reseña del álbum de debut de Clare Maguire, prácticamente una desconocida fuera del Reino Unido (supongo que se deberá precisamente a eso, a la falta de entradas en español sobre la prometedora artista británica). Y la quinta entrada es precisamente una de las aplicaciones prácticas de dicha fórmula matemática: simplemente para demostrar que opiniones formadas de antemano pueden alterar la percepción real de una determinada canción, de ahí que las canciones comparadas de Bruce Springteen y King Africa sean tan similares (y pobres, como explicaba en dicha entrada).
Y en segundo lugar, la estadística de los países desde los que se han leído más entradas. Que está encabezada por los cinco siguientes:
1) España. 242 visitas.
2) México. 173 visitas.
3) Argentina. 94 visitas.
4) Colombia. 82 visitas.
5) Estados Unidos. 73 visitas.
Es lógico que la mayor parte de las visitas procedan de España, pues el blog está escrito desde España y en español. Pero me ha sorprendido que más de tres cuartas partes de las visitas procedan de fuera de España. Eso me indica claramente que debo intentar darle un enfoque más internacional al contenido de este blog, aunque obviamente sin convertirlo en una página más de contenido y referencias anglosajonas.
En resumen, gracias a todos por sus visitas. Les prometo que para las próximas 1.000 visitas voy a intentar insistir en mis reflexiones sobre el mundillo musical y al mismo tiempo a darle un carácter más internacional a mis opiniones y comentarios.
domingo, 26 de agosto de 2012
Saint Etienne: Words and music by (2012)
Otro de los esperados retornos de este 2012, a los que aludía hace unos meses en este mismo blog, es el de los ingleses Saint Etienne. La que fuera la banda más genuinamente poppy de la primera mitad de los 90 fue perdiendo fuelle desde entonces, y tras su "Tales from Turnpike House" de 2005 entraron en un largo paréntesis del que sólo habían salido con algunas entregas ocasionales. Ha habido por tanto que esperar a este 2012 para escuchar un álbum completo de composiciones nuevas.
La pregunta es la misma que en otros retornos: ¿es este disco una excusa para poder interpretar en los festivales de medio mundo sus clásicos de siempre, o se sostiene por sí mismo? Pues afortunadamente lo segundo: el paréntesis les ha servido para recuperar su identidad, alejándose de los estilos más acústicos o formales con los que habían coqueteado en sus últimas entregas, aunque aportando una dosis de madurez considerable a su amplísimo espectro pop (especialmente en los textos). De hecho, incluso han dejado de lado los temas instrumentales, o los interludios de corta duración. Y es que se ve que después de tantos años sentían la necesidad de aprovechar cada minuto del disco.
Como lo evidencia "Over the border", el tema de más de 5 minutos que abre el disco: aparentemente un tema declamado en el que Sarah Cracknell relata con emoción su gradual incursión en el mundo de la música, acaba desembocando en un estribillo excelente. Estribillo que sin embargo es superado por la magia de "I've got your music", quizá su mejor sencillo en muchos años, con esa inmediatez de las mejores canciones pop bailables que subyuga en cada escucha gracias a su inspirada melodía. Luego viene la intimista "Heading for the fair" (con un piano electrónico más propio de hace un par de décadas), que en otros álbumes suyos habría sido uno de los temas estrella. Tras la relajada, cálida y correcta "Last days of disco" nos encontramos con el primer sencillo (y otro de los momentos estelares del álbum): "Tonight" es un tema de pop con arreglos sinfónicos, un ritmo sintético y un doble estribillo muy disfrutable, construido sobre una elaborada y acertada progresión armónica.
Afortunadamente, tras la breve y simpática "Record doctor" (un pseudo gospel) que divide el álbum en dos mitades, aún nos encontramos canciones de nivel: "Popular" es el mejor exponente de ese pop bailable, con un estribillo pegajoso y un logrado aire amateur que recuerda a su mejor época (y en especial a "Join our club"); la brillante "DJ", mi apuesta para un hipotético tercer sencillo, con una atmósfera que recuerda a la de "Hug my soul", un acertado toque guitarrero y un nuevo estribillo doble; y "When I was seventeen", un tema de pop elegante que en sus interludios instrumentales recuerda a New Order. Así hasta llegar a "Haunted", el tema que cierra el álbum, un correcto y elegante medio tiempo que nos devuelve a sus épocas más sofisticadas.
Ahora bien, es cierto que hay momentos donde se adentran en otros terrenos pero con menos inspiración ("Answer song", que podría pasar por una producción de Paul O'Duffy, "Twenty five years", un tanto aburrida a pesar de su letra impactante y la parsimoniosa "I threw it all away", pese a elaborada instrumentación), que Sarah Cracknell sigue siendo una vocalista muy justita y tirando a melosa, y que en ocasiones tanta perfección en los arreglos puede hacer que el sonido final resulte frío. Pero está claro que en un mundo ideal serían uno de los grupos de referencia.
Reseñar, además, que la edición Deluxe se completa con un álbum entero de remezclas (nada menos que 12) de casi todos los temas del álbum. Como suele suceder en este tipo de álbumes, la mayoría de remezclas desvirtúan los originales o los simplifican más allá de lo deseable. Destacar, no obstante, la remezcla de "Heading for the fair (The Time and Space Machine Waltzer Remix)", un instrumental que realza la excelente progresión armónica de esta canción, no del todo aprovechada en la versión original cantada.
En resumen, posiblemente la aclamación universal que ha recibido el álbum (Metacritic contabiliza nada menos que 84 sobre 100) sea un poco excesiva, pero sin duda se trata de su mejor entrega desde "So tough" (1994). Y sospecho que la participación de su viejo amigo y colaborador Ian Catt en la producción ha influido decisivamente en ello, guiándoles a los espacios en que mejor se desenvuelven y dandóle a cada corte la instrumentación adecuada. En fin, esperemos que no haya que esperar otros 18 años para volver a escucharlos en plena forma...
La pregunta es la misma que en otros retornos: ¿es este disco una excusa para poder interpretar en los festivales de medio mundo sus clásicos de siempre, o se sostiene por sí mismo? Pues afortunadamente lo segundo: el paréntesis les ha servido para recuperar su identidad, alejándose de los estilos más acústicos o formales con los que habían coqueteado en sus últimas entregas, aunque aportando una dosis de madurez considerable a su amplísimo espectro pop (especialmente en los textos). De hecho, incluso han dejado de lado los temas instrumentales, o los interludios de corta duración. Y es que se ve que después de tantos años sentían la necesidad de aprovechar cada minuto del disco.
Como lo evidencia "Over the border", el tema de más de 5 minutos que abre el disco: aparentemente un tema declamado en el que Sarah Cracknell relata con emoción su gradual incursión en el mundo de la música, acaba desembocando en un estribillo excelente. Estribillo que sin embargo es superado por la magia de "I've got your music", quizá su mejor sencillo en muchos años, con esa inmediatez de las mejores canciones pop bailables que subyuga en cada escucha gracias a su inspirada melodía. Luego viene la intimista "Heading for the fair" (con un piano electrónico más propio de hace un par de décadas), que en otros álbumes suyos habría sido uno de los temas estrella. Tras la relajada, cálida y correcta "Last days of disco" nos encontramos con el primer sencillo (y otro de los momentos estelares del álbum): "Tonight" es un tema de pop con arreglos sinfónicos, un ritmo sintético y un doble estribillo muy disfrutable, construido sobre una elaborada y acertada progresión armónica.
Afortunadamente, tras la breve y simpática "Record doctor" (un pseudo gospel) que divide el álbum en dos mitades, aún nos encontramos canciones de nivel: "Popular" es el mejor exponente de ese pop bailable, con un estribillo pegajoso y un logrado aire amateur que recuerda a su mejor época (y en especial a "Join our club"); la brillante "DJ", mi apuesta para un hipotético tercer sencillo, con una atmósfera que recuerda a la de "Hug my soul", un acertado toque guitarrero y un nuevo estribillo doble; y "When I was seventeen", un tema de pop elegante que en sus interludios instrumentales recuerda a New Order. Así hasta llegar a "Haunted", el tema que cierra el álbum, un correcto y elegante medio tiempo que nos devuelve a sus épocas más sofisticadas.
Ahora bien, es cierto que hay momentos donde se adentran en otros terrenos pero con menos inspiración ("Answer song", que podría pasar por una producción de Paul O'Duffy, "Twenty five years", un tanto aburrida a pesar de su letra impactante y la parsimoniosa "I threw it all away", pese a elaborada instrumentación), que Sarah Cracknell sigue siendo una vocalista muy justita y tirando a melosa, y que en ocasiones tanta perfección en los arreglos puede hacer que el sonido final resulte frío. Pero está claro que en un mundo ideal serían uno de los grupos de referencia.
Reseñar, además, que la edición Deluxe se completa con un álbum entero de remezclas (nada menos que 12) de casi todos los temas del álbum. Como suele suceder en este tipo de álbumes, la mayoría de remezclas desvirtúan los originales o los simplifican más allá de lo deseable. Destacar, no obstante, la remezcla de "Heading for the fair (The Time and Space Machine Waltzer Remix)", un instrumental que realza la excelente progresión armónica de esta canción, no del todo aprovechada en la versión original cantada.
En resumen, posiblemente la aclamación universal que ha recibido el álbum (Metacritic contabiliza nada menos que 84 sobre 100) sea un poco excesiva, pero sin duda se trata de su mejor entrega desde "So tough" (1994). Y sospecho que la participación de su viejo amigo y colaborador Ian Catt en la producción ha influido decisivamente en ello, guiándoles a los espacios en que mejor se desenvuelven y dandóle a cada corte la instrumentación adecuada. En fin, esperemos que no haya que esperar otros 18 años para volver a escucharlos en plena forma...
domingo, 22 de julio de 2012
Garbage: Not your kind of people (2012)
Hace unas cuantas entradas aludía a la gran cantidad de retornos que nos iba a proporcionar este 2012. Entre ellos, uno de los más esperados es sin duda el de los norteamericanos Garbage, iconos de la modernización de la música rock durante finales de los años 90. Tras un paréntesis que parecía definitivo pero que al final ha durado 7 años, han regresado con "Not your kind of people", un álbum que se aleja del rock crudo y directo que entregaron en "Bleed like me" (2005), su último disco oficial hasta ahora, y les acerca a su sonido más reconocible, ése que les encumbró tanto en las preferencias de la crítica de medio mundo como en las listas de ventas de muchos países.
En efecto, Garbage ha sido siempre un grupo caracterizado por su sonido, objeto de unos minuciosos arreglos y una cuidadísima producción liderada por el archipremiado Butch Vig: la ambientación, la atmósfera, el rejuvenecimiento del rock tradicional mediante la incorporación de instrumentos electrónicos, sampleados y otros pequeños trucos extraídos desde ámbitos tan lejanos como el techno o el hip-hop, ha sido siempre más importante que cualquier otro aspecto de la banda. Con la excepción, quizá, de la carismática Shirley Manson, limitada en sus cualidades vocales pero capaz de mimetizarse a lo que el sonido de la canción de turno requiera. Y en este sentido "Not your kind of people" es una apuesta segura: demuestran que los años no han pasado por ellos, y que son capaces de absorber tendencias y sonidos de estos últimos años y hacerlos pasar a través de su particular batidora. Pero, ¿y las canciones?
Pues me temo que no hay ningún pelotazo como "Stupid girl" o "I think I'm paranoid". Lo cual no quiere decir que los dos sencillos elegidos para presentar el álbum sean malas elecciones; al contrario, son dos de los momentos álgidos del álbum: "Blood for Poppies", primer sencillo en la mayoría de los países occidentales, es un tema que bebe de "Queer" en el ritmo y en el crudo estilo de las estrofas (realzado por una acerada guitarra marca de la casa), desembocando en un estupendo estribillo de puro pop. Y "Battle In Me" es un tema más rockero, con una progresión armónica muy simple en las estrofas y un estribillo que será del gusto de aquellos a quienes a veces Garbage les parece un grupo demasiado "modosito".
Otros momentos notables del álbum son: el tema que lo abre, "Automatic systematic habit", una buena síntesis de lo que nos vamos a encontrar, con una producción a la última (incluyendo un penetrante bajo programado y un ritmo que se arrima a la música disco) y dos estribillos bien enlazados (el primero más poppy, el segundo más obsesivo), "Control", que juega con el oyente empezando como si fuera una balada, arrancándose luego en unas estrofas semi-declamadas a lo Red Hot Chili Peppers y que termina en un estribillo desasosegante y adictivo, y ya en la edición Deluxe con 4 temas adicionales, "Bright tonight", un sorprendente medio tiempo acústico construido a partir de un delicioso punteo de guitarra y que muestra que Garbage es capaz de transitar por nuevas aguas.
El resto, aunque tamizado siempre por su excelente producción repleta de guiños y trucos, es más irregular: hay estribillos bonitos ("Big bright world"), temas lentos que aunque no llegarán al nivel de clásicos de su repertorio son capaces de atrapar al oyente ("Sugar"), o temas resultones de rock tecnológico a lo Nine Inch Nails ("The one", también en la edición Deluxe), pero también hay momentos anodinos ("Felt", "Beloved freak"), o directamente flojos ("Man on a wire" o sorprendentemente el que da título al álbum, ese "Not your kind of people" más propio de un solista en horas bajas).
En suma, un álbum correcto, con momentos de notable calidad, que no defraudará a sus fans y que gana a los puntos a "Beautiful Garbage" y "Bleed like me" pero que queda lejos de su espléndido álbum de debut.
En efecto, Garbage ha sido siempre un grupo caracterizado por su sonido, objeto de unos minuciosos arreglos y una cuidadísima producción liderada por el archipremiado Butch Vig: la ambientación, la atmósfera, el rejuvenecimiento del rock tradicional mediante la incorporación de instrumentos electrónicos, sampleados y otros pequeños trucos extraídos desde ámbitos tan lejanos como el techno o el hip-hop, ha sido siempre más importante que cualquier otro aspecto de la banda. Con la excepción, quizá, de la carismática Shirley Manson, limitada en sus cualidades vocales pero capaz de mimetizarse a lo que el sonido de la canción de turno requiera. Y en este sentido "Not your kind of people" es una apuesta segura: demuestran que los años no han pasado por ellos, y que son capaces de absorber tendencias y sonidos de estos últimos años y hacerlos pasar a través de su particular batidora. Pero, ¿y las canciones?
Pues me temo que no hay ningún pelotazo como "Stupid girl" o "I think I'm paranoid". Lo cual no quiere decir que los dos sencillos elegidos para presentar el álbum sean malas elecciones; al contrario, son dos de los momentos álgidos del álbum: "Blood for Poppies", primer sencillo en la mayoría de los países occidentales, es un tema que bebe de "Queer" en el ritmo y en el crudo estilo de las estrofas (realzado por una acerada guitarra marca de la casa), desembocando en un estupendo estribillo de puro pop. Y "Battle In Me" es un tema más rockero, con una progresión armónica muy simple en las estrofas y un estribillo que será del gusto de aquellos a quienes a veces Garbage les parece un grupo demasiado "modosito".
Otros momentos notables del álbum son: el tema que lo abre, "Automatic systematic habit", una buena síntesis de lo que nos vamos a encontrar, con una producción a la última (incluyendo un penetrante bajo programado y un ritmo que se arrima a la música disco) y dos estribillos bien enlazados (el primero más poppy, el segundo más obsesivo), "Control", que juega con el oyente empezando como si fuera una balada, arrancándose luego en unas estrofas semi-declamadas a lo Red Hot Chili Peppers y que termina en un estribillo desasosegante y adictivo, y ya en la edición Deluxe con 4 temas adicionales, "Bright tonight", un sorprendente medio tiempo acústico construido a partir de un delicioso punteo de guitarra y que muestra que Garbage es capaz de transitar por nuevas aguas.
El resto, aunque tamizado siempre por su excelente producción repleta de guiños y trucos, es más irregular: hay estribillos bonitos ("Big bright world"), temas lentos que aunque no llegarán al nivel de clásicos de su repertorio son capaces de atrapar al oyente ("Sugar"), o temas resultones de rock tecnológico a lo Nine Inch Nails ("The one", también en la edición Deluxe), pero también hay momentos anodinos ("Felt", "Beloved freak"), o directamente flojos ("Man on a wire" o sorprendentemente el que da título al álbum, ese "Not your kind of people" más propio de un solista en horas bajas).
En suma, un álbum correcto, con momentos de notable calidad, que no defraudará a sus fans y que gana a los puntos a "Beautiful Garbage" y "Bleed like me" pero que queda lejos de su espléndido álbum de debut.
lunes, 9 de julio de 2012
Orbital: Wonky (2012)
Cuando parecía que los que durante muchos años reyes del intelligent techno habían concluido definitivamente su andadura musical, los hermanos Paul & Phil Hartnoll han escogido este 2012 para regresar a la actualidad. En otras palabras, han transcurrido nada menos que 8 años desde su último álbum, el correcto pero irrelevante "Blue album", así que, como suele suceder en todo retorno tras un paréntesis tan largo, lo primero que inevitablemente pensé es que su nueva creación podía ser poco más que una mera excusa para recorrer de nuevo los festivales de medio mundo. Afortunadamente no ha sido el caso: los Hartnoll han aprovechado el paréntesis para oxigenarse y volver con renovadas ideas pero manteniendo su acusada personalidad de no renunciar a las notas musicales pese a servirse de tecnología punta. A lo cual quizá haya contribuido la aportación del legendario Flood (Yazoo, Erasure, Depeche Mode, U2, The Killers) en la producción.
El álbum se abre con "One big moment", un medio tiempo optimista (y tal vez un poco largo) que engancha al oyente, construido sobre la base de una progresión armónica inspirada, a la que a lo largo del tema le irán introduciendo sorprendentes variaciones, demostrando el dominio de la ciencia musical que ya les presuponíamos. Luego viene el menos certero "Straight sun", un tema construido sobre un loop de piano más sencillo que el de su mítico "Kein trink wasser", y que comienza siendo un medio tiempo para desembocar en un ritmo más contundente. "Never", más etéreo que el anterior y que empieza recordando a un instrumento musical infantil, también juega con el cambio de ritmo, si bien tanta repetición del sampleado vocal puede llegar a cansar.
A continuación nos encontramos el sencillo escogido para presentar este "Wonky": "New France" (con un bonito videoclip, por cierto) suena a Orbital desde ese primer teclado "acuoso" y las capas de susurros vocales de Zola Jesus, que desembocan en un estribillo definido, enérgico y que a lo largo del tema se verá sucedido por varios sintetizadores atmosféricamente estridentes. Le sucede el que, tras muchas escuchas, es mi corte favorito: "Distractions" (lo siento, no he encontrado ningún enlace en Youtube para presentarla). A partir de un revolucionadísmo teclado inicial, y con otra progresión armónica certera, van incorporando diversas melodías no siempre superpuestas sobre un nuevo medio tiempo, que en ocasiones dejan paso a un emocionante sampleado vocal. Y que tras un interludio monocorde se guarda para los minutos finales las sorpresas de un cambio de ritmo estimulante y un auténtico solo de sintetizador.
En la segunda mitad del álbum el nivel baja un poco, pero la inspiración no les abandona del todo: "Stringy acid", como su título indica, nos retrotrae dos décadas al apogeo del acid, tanto que podría pasar perfectamente por un corte de los extintos 808 State, si bien la base rítmica está convenientemente actualizada. "Belzeedub" pasa de ser casi una balada a un tema de inspiración jungle y sonidos delirantes. El tema que da título al álbum, "Wonky", parte de un ritmo más propio de Depeche Mode e insiste en una sonoridad desquiciante repleta de samples vocales con acelerados fraseos de Lady Leshurr. Y "Where is it going" recupera la senda más melódica de la primera mitad del álbum, un tema más propio de una epopeya espacial que recuerda al Felix Da Housecat de la época "Devin Dazzle and the Neon Fever".
En resumen, sin ser una obra maestra ("In sides" (1996) es un hito difícilmente repetible), sí que es sin duda su mejor álbum desde entonces. Y que demuestra que se puede evolucionar sin renunciar a la propia personalidad. Ojalá todos los retornos previstos para esta temporada estén a la misma altura.
El álbum se abre con "One big moment", un medio tiempo optimista (y tal vez un poco largo) que engancha al oyente, construido sobre la base de una progresión armónica inspirada, a la que a lo largo del tema le irán introduciendo sorprendentes variaciones, demostrando el dominio de la ciencia musical que ya les presuponíamos. Luego viene el menos certero "Straight sun", un tema construido sobre un loop de piano más sencillo que el de su mítico "Kein trink wasser", y que comienza siendo un medio tiempo para desembocar en un ritmo más contundente. "Never", más etéreo que el anterior y que empieza recordando a un instrumento musical infantil, también juega con el cambio de ritmo, si bien tanta repetición del sampleado vocal puede llegar a cansar.
A continuación nos encontramos el sencillo escogido para presentar este "Wonky": "New France" (con un bonito videoclip, por cierto) suena a Orbital desde ese primer teclado "acuoso" y las capas de susurros vocales de Zola Jesus, que desembocan en un estribillo definido, enérgico y que a lo largo del tema se verá sucedido por varios sintetizadores atmosféricamente estridentes. Le sucede el que, tras muchas escuchas, es mi corte favorito: "Distractions" (lo siento, no he encontrado ningún enlace en Youtube para presentarla). A partir de un revolucionadísmo teclado inicial, y con otra progresión armónica certera, van incorporando diversas melodías no siempre superpuestas sobre un nuevo medio tiempo, que en ocasiones dejan paso a un emocionante sampleado vocal. Y que tras un interludio monocorde se guarda para los minutos finales las sorpresas de un cambio de ritmo estimulante y un auténtico solo de sintetizador.
En la segunda mitad del álbum el nivel baja un poco, pero la inspiración no les abandona del todo: "Stringy acid", como su título indica, nos retrotrae dos décadas al apogeo del acid, tanto que podría pasar perfectamente por un corte de los extintos 808 State, si bien la base rítmica está convenientemente actualizada. "Belzeedub" pasa de ser casi una balada a un tema de inspiración jungle y sonidos delirantes. El tema que da título al álbum, "Wonky", parte de un ritmo más propio de Depeche Mode e insiste en una sonoridad desquiciante repleta de samples vocales con acelerados fraseos de Lady Leshurr. Y "Where is it going" recupera la senda más melódica de la primera mitad del álbum, un tema más propio de una epopeya espacial que recuerda al Felix Da Housecat de la época "Devin Dazzle and the Neon Fever".
En resumen, sin ser una obra maestra ("In sides" (1996) es un hito difícilmente repetible), sí que es sin duda su mejor álbum desde entonces. Y que demuestra que se puede evolucionar sin renunciar a la propia personalidad. Ojalá todos los retornos previstos para esta temporada estén a la misma altura.
lunes, 2 de julio de 2012
Músicos "concienciados": ¿elogiables o ventajistas?
Por si el asunto de esta entrada voy a dedicar el primer párrafo a clarificarlo. Por músico "concienciado" me refiero a aquel intérprete o creador musical que adopta ante determinadas cuestiones de alcance global (fundamentalmente política, economía y ecología, y habitualmente en ese orden) una actitud claramente partidista, y bien evidencia su actitud a través de sus creaciones, o bien a través de los medios de comunicación. Evidentemente dicha actitud puede entenderse como elogiable, pero también como limitante o tal vez ventajista. Me explico.
Para un buen número de seguidores, incluso para muchos críticos musicales, se trata de una actitud elogiable, habitualmente por la coincidencia de los mismos con dichas posturas y opiniones. En el caso particular de España fue una situación que floreció especialmente en los últimos años de la dictadura franquista, particularmente en la figura de los incorrectamente denominados "cantautores", en los que la música era a menudo tan sólo una excusa para resaltar su desapego al régimen y en algunos casos instar a su derrocamiento popular. Si bien a nivel mundial guarda más relación con ideas más generalistas: el anti-norteamericanismo, los excesos del sistema capitalista, las clases sociales más altas, el deteriorio de nuestro planeta, la igualdad de derechos independientemente de la orientación sexual, el papel de las religiones en la sociedad contemporánea, los derechos de las mujeres... Todos ellos temas relevantes sin duda, pero de los que indudablemente cada uno de los potenciales oyentes de un creador tiene sus propias opiniones... Y ahí surge, a mi modo de ver, el problema.
Porque lo que tal vez hace unas décadas era visto como una actitud loable puede parecer hoy en día simplemente trasnochada. O lo que es peor aún, puede tratarse de un asunto o una postura que hoy realmente nos resulte incomprensible, cuando no ridícula. Y si en vez de tratarse de una opinión o de un acto de un momento dado, forma parte de una canción, de una reflexión en la contraportada de un disco, o incluso de una soflama pronunciada en pleno concierto, aún peor. Sí, peor, porque está afectando de lleno a la creación artística en cuestión, limitando innecesariamente su capacidad de emocionar a públicos de diferentes lugares y épocas. Por eso empleaba antes el adjetivo limitante: siempre he defendido que el objetivo principal del creador es trascender, dejar algo creado que perdure su estancia en el mundo, algo que llegue a la mayor cantidad de público posible (y no me estoy referiendo obviamente a las listas de ventas de un cierto momento). De hecho, ese mismo componente temporal es el que hace que hoy en día géneros como la ópera o la zarzuela resulten ajenos para el gran público. Por eso, cuanto más atemporal sea una creación, mayor es sin duda su probabilidad de perdurar en la memoria colectiva.
Con lo cual cualquier inclusión o referencia a temas como los citados anteriormente se vuelven contra sus creadores o intérpretes en un plazo de tiempo más corto de lo que ellos se imaginan. Las grandes obras de arte (y en el caso que nos ocupa, la música contemporánea) han hecho y seguirán haciendo referencia a temas universales. Por supuesto y por encima de todo, a la dualidad amor/desamor, pero también a las grandes sensaciones humanas: la belleza, el miedo, el egoísmo, la ternura...
Pero hay una situación aún peor: aquellos que muestran su "concienciación" (directamente o a través de sus creaciones) para alcanzar o potenciar una notoriedad de la cual carecerían si se valoraran únicamente sus composiciones. Es por todos conocido el poder de los medios de comunicación, habitualmente al servicio de determinados grupos políticos o económicos, por lo que alinearse a sus postulados o directamente entrar a formar parte de ellos puede ser el altavoz qus los promocione o los encumbre, por encima de su talento. De ahí el término ventajista que utilicé antes.
Ahora bien, esa aparente ventaja se vuelve con frecuencia en contra de los artistas concienciados. Porque aquellos que aprecian o potencialmente podrían apreciar sus interpretaciones pueden no comulgar con sus posturas, o simplemente preferir que no les intenten mediatizar de esa manera tan obvia. Con lo cual se da el caso de que directamente se rechaza toda creación de dicho artista, por el mero hecho de su beligerante concienciación. Baste citar el caso de la irlandesa Sinead O'Connor, quien echó por tierra una carrera de alcance universal y basada en una canción de temética tan intemporal como "Nothing compares 2 U" por aquella famosa escena en la que rompía una foto del papa.
Y es que, si lo pensamos un momento, nos daremos cuenta de que ni Sinead es una experta en religiones, ni en general ningún craedor en los temas a los que antes he aludido. Y si de verdad piensan que están capacitados para adoctrinar sobre economía o política, que abandonen el panorama musical y se enrolen en alguna escuela de economía para profundizar en la materia o en el partido político de turno e intenten movilizar a su electorado. En suma, como bien dice el refrán, "zapatero a tus zapatos".
Para un buen número de seguidores, incluso para muchos críticos musicales, se trata de una actitud elogiable, habitualmente por la coincidencia de los mismos con dichas posturas y opiniones. En el caso particular de España fue una situación que floreció especialmente en los últimos años de la dictadura franquista, particularmente en la figura de los incorrectamente denominados "cantautores", en los que la música era a menudo tan sólo una excusa para resaltar su desapego al régimen y en algunos casos instar a su derrocamiento popular. Si bien a nivel mundial guarda más relación con ideas más generalistas: el anti-norteamericanismo, los excesos del sistema capitalista, las clases sociales más altas, el deteriorio de nuestro planeta, la igualdad de derechos independientemente de la orientación sexual, el papel de las religiones en la sociedad contemporánea, los derechos de las mujeres... Todos ellos temas relevantes sin duda, pero de los que indudablemente cada uno de los potenciales oyentes de un creador tiene sus propias opiniones... Y ahí surge, a mi modo de ver, el problema.
Porque lo que tal vez hace unas décadas era visto como una actitud loable puede parecer hoy en día simplemente trasnochada. O lo que es peor aún, puede tratarse de un asunto o una postura que hoy realmente nos resulte incomprensible, cuando no ridícula. Y si en vez de tratarse de una opinión o de un acto de un momento dado, forma parte de una canción, de una reflexión en la contraportada de un disco, o incluso de una soflama pronunciada en pleno concierto, aún peor. Sí, peor, porque está afectando de lleno a la creación artística en cuestión, limitando innecesariamente su capacidad de emocionar a públicos de diferentes lugares y épocas. Por eso empleaba antes el adjetivo limitante: siempre he defendido que el objetivo principal del creador es trascender, dejar algo creado que perdure su estancia en el mundo, algo que llegue a la mayor cantidad de público posible (y no me estoy referiendo obviamente a las listas de ventas de un cierto momento). De hecho, ese mismo componente temporal es el que hace que hoy en día géneros como la ópera o la zarzuela resulten ajenos para el gran público. Por eso, cuanto más atemporal sea una creación, mayor es sin duda su probabilidad de perdurar en la memoria colectiva.
Con lo cual cualquier inclusión o referencia a temas como los citados anteriormente se vuelven contra sus creadores o intérpretes en un plazo de tiempo más corto de lo que ellos se imaginan. Las grandes obras de arte (y en el caso que nos ocupa, la música contemporánea) han hecho y seguirán haciendo referencia a temas universales. Por supuesto y por encima de todo, a la dualidad amor/desamor, pero también a las grandes sensaciones humanas: la belleza, el miedo, el egoísmo, la ternura...
Pero hay una situación aún peor: aquellos que muestran su "concienciación" (directamente o a través de sus creaciones) para alcanzar o potenciar una notoriedad de la cual carecerían si se valoraran únicamente sus composiciones. Es por todos conocido el poder de los medios de comunicación, habitualmente al servicio de determinados grupos políticos o económicos, por lo que alinearse a sus postulados o directamente entrar a formar parte de ellos puede ser el altavoz qus los promocione o los encumbre, por encima de su talento. De ahí el término ventajista que utilicé antes.
Ahora bien, esa aparente ventaja se vuelve con frecuencia en contra de los artistas concienciados. Porque aquellos que aprecian o potencialmente podrían apreciar sus interpretaciones pueden no comulgar con sus posturas, o simplemente preferir que no les intenten mediatizar de esa manera tan obvia. Con lo cual se da el caso de que directamente se rechaza toda creación de dicho artista, por el mero hecho de su beligerante concienciación. Baste citar el caso de la irlandesa Sinead O'Connor, quien echó por tierra una carrera de alcance universal y basada en una canción de temética tan intemporal como "Nothing compares 2 U" por aquella famosa escena en la que rompía una foto del papa.
Y es que, si lo pensamos un momento, nos daremos cuenta de que ni Sinead es una experta en religiones, ni en general ningún craedor en los temas a los que antes he aludido. Y si de verdad piensan que están capacitados para adoctrinar sobre economía o política, que abandonen el panorama musical y se enrolen en alguna escuela de economía para profundizar en la materia o en el partido político de turno e intenten movilizar a su electorado. En suma, como bien dice el refrán, "zapatero a tus zapatos".
miércoles, 13 de junio de 2012
Madonna: M.D.N.A. (2012)
La Reina del Pop, que siempre ha controlado el estilo musical de sus entregas al participar activamente en su producción, lleva tiempo repitiendo el mismo concepto: un álbum más orientados al público norteamericano, otro al europeo/internacional, otro al norteamericano, etc. Así que tras "Hard candy" (2008), con los norteamericanos Timbaland, The Neptunes y Kayne West como colaboradores estelares, era esperable que este "M.D.N.A." supusiera su retorno a un sonido más internacional, con lo cual resulta difícil compararlo con su predecesor. Ahora bien, las dos preguntas que inmediatamente vienen a la mente son: ¿Es "M.D.N.A." mejor que "Hard candy"? Sí. ¿Y se convertirá en un álbum clásico en la carrera de Madonna? No.
Pues el resultado es relativamente irregular y, si se me apura, diré que hasta un poco engañoso para los que anticiparon este disco como la respuesta de Madonna a Lady Gaga. Me explico: durante la elaboración del álbum se informó de que Madonna estaba trabajando con alguno de los más laureados creadores de música disco de los últimos tiempos, especialmente los europeos Martin Solveig y Benny Bennasi. Con lo cual cabría esperar una especie de continuación del ultra-bailable "Confessions on a dance floor" (2005). Pero al final resulta que de los 12 cortes del disco 6 están coproducidos por William Orbit, quien ya había convertido a Madonna en una artista madura en su celebrado "Ray of light" (1998), mientras que Solveig sólo coproduce 3, y Bennasi 2. Por contra, en la edición Deluxe, que contiene 4 temas más, encontraremos otros 3 más de Solveig y otro más de Bennasi. Da la impresión de que Madonna no quedó muy contenta con el trabajo de Solveig y Bennasi e intentó una apuesta menos arriesgada, en la cual la pista de baile cedía espacio a los medios tiempos (o directamente a temas pausados) y a los arreglos etéreos de un Orbit menos inspirado que hace unos años.
El sencillo que anticipó el álbum, uno de los temas coproducidos por Solveig "Give Me All Your Luvin'", con las colaboraciones un tanto secundarias de Nicki Minaj y M.I.A., es en mi opinión y pese a las críticas recibidas, un acierto: desenfadado, con un estribillo pegadizo, un ritmo alejado del simplón binario que nos azota sin piedad en tantos artistas, una instrumentación ultraelectrónica que sin embargo parece convencional, dos progresiones armónicas independientes y bien entrelazadas... Pero es el quinto corte del disco, así que hasta llegar a él hay que pasar por momentos menos buenos.
El album se abre con "Girl gone wild", segundo sencillo y uno de los 2 temas coproducidos por Bennasi. Que sí es bailable, electrónico y actual, pero que al igual que su videoclip recuerda desde su comienzo a otros temas de la diva como "Give it to me", con sus "Sorry" y "Oh my god" declamados al comienzo, y que a pesar de unas estrofas correctas naufraga un tanto en un estribillo histriónico.
El listón sube ligeramente con "Gang Bang", primer corte coproducido por Orbit: un tema provocativo (Madonna se recrea en su venganza sobre un fallido amante), tremendamente machacón (el bombo se escucha más alto incluso que la voz de Madonna, y la única progresión armónica es dosificada en unos cuantos intervalos), edulcorado con una gran variedad de ruidos sintéticos y sin embargo resultón si se escucha los suficientemente alto. Pero los dos cortes siguientes ("I'm addicted", con Benassi, y "Turn up the radio" con Solveig) son decepcionantes por insulsos.
Así, cuando llega "Give Me All Your Luvin'" la impresión es que el álbum carece de la inspiración suficiente, y ya es tarde para remediar esa apreciación. Y eso que después suena el sintético "Some girls", para mí el mejor tema del álbum. En él colabora, además de Orbit, Klas Åhlund, responsable de los aclamados dos últimos álbumes de la sueca Robyn, y que aquí firma un tema que empieza con una superposición de voces distorsionadas aparentemente monocordes, pero que desemboca en una progresión armónica excelente, a la que se amolda perfectamente el estribillo, el cual a su vez dará lugar a un tramo final con otra progresión armónica totalmente distinta pero igual de disfrutable.
El siguiente tema también merece la pena: "Superstar" tiene un ritmo original, un acertado toque guitarrero y una inocencia pop que recuerda a los temas más desenfadados de Garbage, pese a que es compositivamente simple. Pero el listón baja de nuevo con la ácida "I Don't Give A", última aparición de Solveig y aparentemente destinada a contentar al público norteamericano. Y los últimos cuatro cortes, firmados por Orbit y correctos todos ellos, difícilmente serán recordados dentro de un par de temporadas: "I'm a Sinner", remedo de "Beautiful stranger" más de una década después, "Love Spent", una nueva apropiación de la progresión armónica del "Gimme gimme gimme" de A.B.B.A, que Madonna ya había expoliado en "Hung up", "Masterpiece", la inevitable balada que no puede faltar en todo álbum con fines comerciales, y la sinfónica e intimista pero algo insulsa "Falling Free".
Como reseñaba antes, la edición Deluxe incluye 4 temas más, pero lo cierto es que ninguno de los cuatro es digno de haber entrado entre los 12 elegidos, lo que reafirma la sensación de las colaboraciones fallidas a las que aludía antes. Por salvar alguno, quizá "Best friend", que aunque recuerda a los medios tiempos susurrados de Britney Spears incorpora en los arreglos unos teclados originales y un estribillo aceptable.
En definitiva, luces y sombras en un álbum que probablemente le va a suponer a Madonna descender un par de escalones en su status de mayor estrella de pop en activo. Lo mejor es que vuelquen en su reproductor favorito los 4 o 5 temas que he destacado y se olviden del resto. Lo mismo va a hacer ella dentro de pocos meses.
Pues el resultado es relativamente irregular y, si se me apura, diré que hasta un poco engañoso para los que anticiparon este disco como la respuesta de Madonna a Lady Gaga. Me explico: durante la elaboración del álbum se informó de que Madonna estaba trabajando con alguno de los más laureados creadores de música disco de los últimos tiempos, especialmente los europeos Martin Solveig y Benny Bennasi. Con lo cual cabría esperar una especie de continuación del ultra-bailable "Confessions on a dance floor" (2005). Pero al final resulta que de los 12 cortes del disco 6 están coproducidos por William Orbit, quien ya había convertido a Madonna en una artista madura en su celebrado "Ray of light" (1998), mientras que Solveig sólo coproduce 3, y Bennasi 2. Por contra, en la edición Deluxe, que contiene 4 temas más, encontraremos otros 3 más de Solveig y otro más de Bennasi. Da la impresión de que Madonna no quedó muy contenta con el trabajo de Solveig y Bennasi e intentó una apuesta menos arriesgada, en la cual la pista de baile cedía espacio a los medios tiempos (o directamente a temas pausados) y a los arreglos etéreos de un Orbit menos inspirado que hace unos años.
El sencillo que anticipó el álbum, uno de los temas coproducidos por Solveig "Give Me All Your Luvin'", con las colaboraciones un tanto secundarias de Nicki Minaj y M.I.A., es en mi opinión y pese a las críticas recibidas, un acierto: desenfadado, con un estribillo pegadizo, un ritmo alejado del simplón binario que nos azota sin piedad en tantos artistas, una instrumentación ultraelectrónica que sin embargo parece convencional, dos progresiones armónicas independientes y bien entrelazadas... Pero es el quinto corte del disco, así que hasta llegar a él hay que pasar por momentos menos buenos.
El album se abre con "Girl gone wild", segundo sencillo y uno de los 2 temas coproducidos por Bennasi. Que sí es bailable, electrónico y actual, pero que al igual que su videoclip recuerda desde su comienzo a otros temas de la diva como "Give it to me", con sus "Sorry" y "Oh my god" declamados al comienzo, y que a pesar de unas estrofas correctas naufraga un tanto en un estribillo histriónico.
El listón sube ligeramente con "Gang Bang", primer corte coproducido por Orbit: un tema provocativo (Madonna se recrea en su venganza sobre un fallido amante), tremendamente machacón (el bombo se escucha más alto incluso que la voz de Madonna, y la única progresión armónica es dosificada en unos cuantos intervalos), edulcorado con una gran variedad de ruidos sintéticos y sin embargo resultón si se escucha los suficientemente alto. Pero los dos cortes siguientes ("I'm addicted", con Benassi, y "Turn up the radio" con Solveig) son decepcionantes por insulsos.
Así, cuando llega "Give Me All Your Luvin'" la impresión es que el álbum carece de la inspiración suficiente, y ya es tarde para remediar esa apreciación. Y eso que después suena el sintético "Some girls", para mí el mejor tema del álbum. En él colabora, además de Orbit, Klas Åhlund, responsable de los aclamados dos últimos álbumes de la sueca Robyn, y que aquí firma un tema que empieza con una superposición de voces distorsionadas aparentemente monocordes, pero que desemboca en una progresión armónica excelente, a la que se amolda perfectamente el estribillo, el cual a su vez dará lugar a un tramo final con otra progresión armónica totalmente distinta pero igual de disfrutable.
El siguiente tema también merece la pena: "Superstar" tiene un ritmo original, un acertado toque guitarrero y una inocencia pop que recuerda a los temas más desenfadados de Garbage, pese a que es compositivamente simple. Pero el listón baja de nuevo con la ácida "I Don't Give A", última aparición de Solveig y aparentemente destinada a contentar al público norteamericano. Y los últimos cuatro cortes, firmados por Orbit y correctos todos ellos, difícilmente serán recordados dentro de un par de temporadas: "I'm a Sinner", remedo de "Beautiful stranger" más de una década después, "Love Spent", una nueva apropiación de la progresión armónica del "Gimme gimme gimme" de A.B.B.A, que Madonna ya había expoliado en "Hung up", "Masterpiece", la inevitable balada que no puede faltar en todo álbum con fines comerciales, y la sinfónica e intimista pero algo insulsa "Falling Free".
Como reseñaba antes, la edición Deluxe incluye 4 temas más, pero lo cierto es que ninguno de los cuatro es digno de haber entrado entre los 12 elegidos, lo que reafirma la sensación de las colaboraciones fallidas a las que aludía antes. Por salvar alguno, quizá "Best friend", que aunque recuerda a los medios tiempos susurrados de Britney Spears incorpora en los arreglos unos teclados originales y un estribillo aceptable.
En definitiva, luces y sombras en un álbum que probablemente le va a suponer a Madonna descender un par de escalones en su status de mayor estrella de pop en activo. Lo mejor es que vuelquen en su reproductor favorito los 4 o 5 temas que he destacado y se olviden del resto. Lo mismo va a hacer ella dentro de pocos meses.
domingo, 20 de mayo de 2012
Donna Summer: la diva olvidada
Esta era una entrada que me hubiera gustado no tener que escribir, pero desgraciadamente esta semana ha fallecido la injustamente olvidada Donna Summer. Una muerte que no ha tenido la misma repercusión que la de, pongamos por ejemplo, otra diva negra que falleció hace unos meses, Whitney Houston. Y es que, claro, para los medios de comunicación no es igual de morbosa una muerte alcoholizada, sola en un hotel y con una vida personal arruinada, que de cáncer y arropada por su familia. Pero si nos atenemos a su revelancia y al legado musical, es incuestionable que el de Summer gana por goleada al de Houston. O al menos eso es lo que pretendo justificar con esta entrada.
Los acontecimientos personales suelen marcar para siempre la carrera musical de un artista, y el caso de Donna Summer no fue una excepción. Dotada de un excepcional rango vocal mezzo-soprano explotado durante su adolescencia en un coro cristiano, LaDonna Adrian Gaines (que así se llamaba en realidad) parecía destinada a sobrevivir como una impersonal intérprete de musicales más, cuando tras una audición en la que fue rechazada en Nueva York marchó a Munich a probar suerte. Allí se casó con el austriaco Helmuth Sommer, de quien tomó el apellido artístico, y fue abriéndose camino en proyectos musicales hasta que entró en contacto con el productor Giorgio Moroder, artífice de su éxito creativo y comercial.
Su primer éxito fue el provocativo y discotequero "Love to love you baby", en el que Summer destilaba sexualidad con sus insinuantes fraseos y sus gemidos. Pero la que podía haber quedado en lo que los anglosajones llaman un One-Hit-Wonder, con un puñado de sencillos menores editados en los meses siguientes, se convirtió en una artista legendaria gracias a un tema memorable: "I feel love". Summer había seguido trabajando con Moroder, quien seguía de cerca las propuestas de sus coetáneos Kraftwerk (el cuarteto alemán que anticipó la influencia que la música electrónica tendría en las décadas posteriores). Y se decidió a llevar esos nuevos sonidos electrónicos a la música de baile, dando forma así a la que denominó música disco. Fue en el álbum conceptual "I remember yesterday" de 1977, que se cerraba con el citado "I feel love", un tema en el que el cóctel formado por los teclados secuenciados, la línea de bajo sintetizada, las (rudimentarias) cajas de ritmos y una letra insinuante se usaron por primera vez en la historia de la música. Desde entonces han sido miles y miles las canciones que han reutilizado y siguen reutilizando esa misma fórmula, hasta hacer de "I feel love" una de las más influyentes de la historia. Aún hoy en día, 35 años más tarde, sigue sorprendiendo lo fresca y actual que suena, y más aún si lo comparamos con los temas estrella de los artistas que marcaban la pauta en los 70, desde David Bowie hasta Cat Stevens.
Convertida en una artista de relevancia mundial, Summer se convirtió durante los años siguientes en la reina del disco gracias a un puñado de temas menos transgresores pero que abundaban en el recién creado género y se beneficiaban de las cualidades vocales de la norteamericana: "Last dance", "MacArthur Park", "Bad girls", incluso alguna balada a la que no pudo renunciar por la presión del mercado estadounidense... De ese periodo cabe destacar la ardiente "Hot stuff", con un sonido mucho más añejo que el de "I feel love" pero vibrante gracias a una guitarra rockera que hoy sería inconcebible en este estilo. Incluso había tiempo para completar alguno de los dúos más famosos de todos los tiempos, como el que la juntó en 1979 con Barbra Streisand: el archiconocido "No More Tears (Enough Is Enough)". Ya en la primera mitad de los años 80, y sin alejarse de las pistas de baile, dotó a sus éxitos de unas letras más trascendentes, como aquellos estupendos "On the radio" y "She works hard for the money". Pero conforme avanzaban los 80 la irrupción de artistas más jóvenes la fueron apartando de la primera línea, a pesar de que intentó adaptarse a las modas, como lo prueban los toques freestyle del logrado aunque escasamente exitoso "Dinner with Gershwin".
Summer intentó reponerse del bajón comercial recurriendo en 1989 a la hoy injustamente menospreciada factoría Stock, Aitken & Waterman, que por aquel entonces lideraba las listas de todo el mundo con un puñado de artistas como Kylie Minogue o Rick Astley. Aun sin desprenderse del sonido inconfundible de la factoría, la participación de Summer en las composiciones las llevó a su terreno, entregando temas que la devolvieron al primer plano de la actualidad como "This time I know it's for real" o "Love's about to change my heart". Pero la colaboración no perduró en el tiempo, y su álbum de 1991 "Mistaken identity" fue un fracaso comercial a pesar de los teclados house de su digna "Work that magic". A raíz de entonces, Summer plegó velas y limitó sus aparaciones a colaboraciones con otros artistas (nuevamente Moroder en 1992), o a temas para completar discos recopilatorios o en directo ("I will go with you", adaptación de la italiana "Con te partiro"). Poco importó que, tras casi 20 años, su disco de estudio de 2008 "Crayons" fuera irrelevante tanto artística como comercialmente. Summer fue un ejemplo de cómo ir envejeciendo con dignidad, dejando que su legado hablara por ella. Y ahora que su fallecimiento nos permite volver la vista y revisarlo, su magnitud y su trascendencia nos demuestra que se nos ha ido algo más que una gran voz: la indiscutible Reina del Disco. Descanse en paz.
Los acontecimientos personales suelen marcar para siempre la carrera musical de un artista, y el caso de Donna Summer no fue una excepción. Dotada de un excepcional rango vocal mezzo-soprano explotado durante su adolescencia en un coro cristiano, LaDonna Adrian Gaines (que así se llamaba en realidad) parecía destinada a sobrevivir como una impersonal intérprete de musicales más, cuando tras una audición en la que fue rechazada en Nueva York marchó a Munich a probar suerte. Allí se casó con el austriaco Helmuth Sommer, de quien tomó el apellido artístico, y fue abriéndose camino en proyectos musicales hasta que entró en contacto con el productor Giorgio Moroder, artífice de su éxito creativo y comercial.
Su primer éxito fue el provocativo y discotequero "Love to love you baby", en el que Summer destilaba sexualidad con sus insinuantes fraseos y sus gemidos. Pero la que podía haber quedado en lo que los anglosajones llaman un One-Hit-Wonder, con un puñado de sencillos menores editados en los meses siguientes, se convirtió en una artista legendaria gracias a un tema memorable: "I feel love". Summer había seguido trabajando con Moroder, quien seguía de cerca las propuestas de sus coetáneos Kraftwerk (el cuarteto alemán que anticipó la influencia que la música electrónica tendría en las décadas posteriores). Y se decidió a llevar esos nuevos sonidos electrónicos a la música de baile, dando forma así a la que denominó música disco. Fue en el álbum conceptual "I remember yesterday" de 1977, que se cerraba con el citado "I feel love", un tema en el que el cóctel formado por los teclados secuenciados, la línea de bajo sintetizada, las (rudimentarias) cajas de ritmos y una letra insinuante se usaron por primera vez en la historia de la música. Desde entonces han sido miles y miles las canciones que han reutilizado y siguen reutilizando esa misma fórmula, hasta hacer de "I feel love" una de las más influyentes de la historia. Aún hoy en día, 35 años más tarde, sigue sorprendiendo lo fresca y actual que suena, y más aún si lo comparamos con los temas estrella de los artistas que marcaban la pauta en los 70, desde David Bowie hasta Cat Stevens.
Convertida en una artista de relevancia mundial, Summer se convirtió durante los años siguientes en la reina del disco gracias a un puñado de temas menos transgresores pero que abundaban en el recién creado género y se beneficiaban de las cualidades vocales de la norteamericana: "Last dance", "MacArthur Park", "Bad girls", incluso alguna balada a la que no pudo renunciar por la presión del mercado estadounidense... De ese periodo cabe destacar la ardiente "Hot stuff", con un sonido mucho más añejo que el de "I feel love" pero vibrante gracias a una guitarra rockera que hoy sería inconcebible en este estilo. Incluso había tiempo para completar alguno de los dúos más famosos de todos los tiempos, como el que la juntó en 1979 con Barbra Streisand: el archiconocido "No More Tears (Enough Is Enough)". Ya en la primera mitad de los años 80, y sin alejarse de las pistas de baile, dotó a sus éxitos de unas letras más trascendentes, como aquellos estupendos "On the radio" y "She works hard for the money". Pero conforme avanzaban los 80 la irrupción de artistas más jóvenes la fueron apartando de la primera línea, a pesar de que intentó adaptarse a las modas, como lo prueban los toques freestyle del logrado aunque escasamente exitoso "Dinner with Gershwin".
Summer intentó reponerse del bajón comercial recurriendo en 1989 a la hoy injustamente menospreciada factoría Stock, Aitken & Waterman, que por aquel entonces lideraba las listas de todo el mundo con un puñado de artistas como Kylie Minogue o Rick Astley. Aun sin desprenderse del sonido inconfundible de la factoría, la participación de Summer en las composiciones las llevó a su terreno, entregando temas que la devolvieron al primer plano de la actualidad como "This time I know it's for real" o "Love's about to change my heart". Pero la colaboración no perduró en el tiempo, y su álbum de 1991 "Mistaken identity" fue un fracaso comercial a pesar de los teclados house de su digna "Work that magic". A raíz de entonces, Summer plegó velas y limitó sus aparaciones a colaboraciones con otros artistas (nuevamente Moroder en 1992), o a temas para completar discos recopilatorios o en directo ("I will go with you", adaptación de la italiana "Con te partiro"). Poco importó que, tras casi 20 años, su disco de estudio de 2008 "Crayons" fuera irrelevante tanto artística como comercialmente. Summer fue un ejemplo de cómo ir envejeciendo con dignidad, dejando que su legado hablara por ella. Y ahora que su fallecimiento nos permite volver la vista y revisarlo, su magnitud y su trascendencia nos demuestra que se nos ha ido algo más que una gran voz: la indiscutible Reina del Disco. Descanse en paz.
domingo, 13 de mayo de 2012
2012: el año de los retornos
Pues sí, puede que la música pop-rock contemporánea esté aparentemente en crisis, al menos en lo que a su distribución y consumo por los canales convencionales se refiere. Sin embargo, a nivel creativo este 2012 promete ser uno de los años más interesantes de los últimos tiempos, con muchos retornos de artistas que pretenden recuperar el prestigio y el éxito que una vez cosecharon.
Evidentemente debemos empezar por dos "vacas sagradas" que ya han publicado sus álbumes de retorno en las últimas semanas: el auténtico pero irregular Bruce Springteen con su "Wrecking Ball", y la reina del Pop, Madonna, con su "M.D.N.A" al que espero dedicar una entrada en las próximas semanas. Pero hay otros muchos retornos a la vuelta de la esquina, alguno de ellos realmente sorprendentes.
Es el caso de Orbital. Los hermanos Paul & Phil Hartnoll, los maestros del intelligent techno, acaban de regresar de un paréntesis que parecía irreversible y que ha durado nada menos que 8 años. El primer sencillo ("New France") promete una entrega más sólida que sus discretos álbumes de comienzos de siglo. Algo parecido sucede con Saint Etienne: la banda más genuinamente pop del Reino Unido está a punto de publicar un nuevo álbum de estudio después de 7 años, y el sencillo de adelanto publicado hace unas semanas ("Tonight") hace concebir esperar de que hayan vuelto en plena forma.
Otros artistas de retorno inminente son Garbage y Gossip. La banda de Butch Vig y Shirley Manson publicará la próxima semana un disco que parecía una quimera hace sólo un par de años, y que parece una mesurada vuelta a su personal estilo, que tanta fama y reconocimiento les dio en los 90 y del que renegaron parcialmente en su "Bleed like me" de 2005, su último álbum hasta la fecha. Mientras que la inclasificable banda de la carismática Beth Ditto parece haber apostado definitivamente por la búsqueda del éxito comercial, pues su "A joyful noise" que verá la luz en próximas semanas está producido por el a menudo intrascendentemente poppy Brian Higgins.
Incluso hay huecos para proyectos sorprendentes. Es el caso de VCMG, un proyecto tras el cual se esconden Vince Clarke (fundador y primer compositor de Depeche Mode, grupo que luego abandonó para liderar con éxito Yazoo y, posteriormente, Erasure) y Martin Gore (también fundador de Depeche Mode y único compositor de la banda durante los últimos 30 años, tras el abandono de Clarke). Parece que 30 años es tiempo suficiente para borrar heridas y desencuentros y dar paso a la creatividad en estado puro, un álbum de techno crudo que posiblemente descoloque a los fans de ambos grupos.
Pero eso no es todo. Ya para cuando el año esté más avanzado se anuncia el retorno de The Killers. La banda de Brandon Flowers alcanzó hace casi 4 años su cima creativa y comercial con "Day & age" y se han tomado su tiempo para preparar su esperadísimo retorno. También retornarán Pet Shop Boys, que ultiman actualmente la grabación de su álbum en EEUU. Y La Roux, que tras la conmoción que provocó su álbum de debut parece que han tenido muchas dificultades en retomar la senda creativa. Algo similar a lo que le ha sucedido a Little Boots, que durante el último año se ha limitado a publicar sencillos de difusión limitada intentando, sin mucho éxito en mi opinión, abrir nuevas posibilidades creativas a su futuro segundo disco. Incluso Suede, la banda británica que ya tantos daban por desaparecida, parece haber terminado de grabar ya su regreso a las órdenes de Ed Buller, productor de sus dos primeros álbumes.
Eso no es todo. Otros muchos artistas han entregado o están a punto de entregar sus nuevas creaciones (Feeder, Jack White, Metric, Keane, Beach House...).
Incluso hay rumores de que otros artistas podrían regresar durante este 2012, desde Dubstar hasta Neneh Cherry. Veremos en qué queda la cosa, pero lo que está claro es que va a ser (está empezando a ser ya) un año apasionante. A ver si nuestras emisoras y canales de televisión se enteran, y no nos machacan con artistas que se limitan a hacer versiones o a publicar una y otra vez álbumes recopilatorios.
Evidentemente debemos empezar por dos "vacas sagradas" que ya han publicado sus álbumes de retorno en las últimas semanas: el auténtico pero irregular Bruce Springteen con su "Wrecking Ball", y la reina del Pop, Madonna, con su "M.D.N.A" al que espero dedicar una entrada en las próximas semanas. Pero hay otros muchos retornos a la vuelta de la esquina, alguno de ellos realmente sorprendentes.
Es el caso de Orbital. Los hermanos Paul & Phil Hartnoll, los maestros del intelligent techno, acaban de regresar de un paréntesis que parecía irreversible y que ha durado nada menos que 8 años. El primer sencillo ("New France") promete una entrega más sólida que sus discretos álbumes de comienzos de siglo. Algo parecido sucede con Saint Etienne: la banda más genuinamente pop del Reino Unido está a punto de publicar un nuevo álbum de estudio después de 7 años, y el sencillo de adelanto publicado hace unas semanas ("Tonight") hace concebir esperar de que hayan vuelto en plena forma.
Otros artistas de retorno inminente son Garbage y Gossip. La banda de Butch Vig y Shirley Manson publicará la próxima semana un disco que parecía una quimera hace sólo un par de años, y que parece una mesurada vuelta a su personal estilo, que tanta fama y reconocimiento les dio en los 90 y del que renegaron parcialmente en su "Bleed like me" de 2005, su último álbum hasta la fecha. Mientras que la inclasificable banda de la carismática Beth Ditto parece haber apostado definitivamente por la búsqueda del éxito comercial, pues su "A joyful noise" que verá la luz en próximas semanas está producido por el a menudo intrascendentemente poppy Brian Higgins.
Incluso hay huecos para proyectos sorprendentes. Es el caso de VCMG, un proyecto tras el cual se esconden Vince Clarke (fundador y primer compositor de Depeche Mode, grupo que luego abandonó para liderar con éxito Yazoo y, posteriormente, Erasure) y Martin Gore (también fundador de Depeche Mode y único compositor de la banda durante los últimos 30 años, tras el abandono de Clarke). Parece que 30 años es tiempo suficiente para borrar heridas y desencuentros y dar paso a la creatividad en estado puro, un álbum de techno crudo que posiblemente descoloque a los fans de ambos grupos.
Pero eso no es todo. Ya para cuando el año esté más avanzado se anuncia el retorno de The Killers. La banda de Brandon Flowers alcanzó hace casi 4 años su cima creativa y comercial con "Day & age" y se han tomado su tiempo para preparar su esperadísimo retorno. También retornarán Pet Shop Boys, que ultiman actualmente la grabación de su álbum en EEUU. Y La Roux, que tras la conmoción que provocó su álbum de debut parece que han tenido muchas dificultades en retomar la senda creativa. Algo similar a lo que le ha sucedido a Little Boots, que durante el último año se ha limitado a publicar sencillos de difusión limitada intentando, sin mucho éxito en mi opinión, abrir nuevas posibilidades creativas a su futuro segundo disco. Incluso Suede, la banda británica que ya tantos daban por desaparecida, parece haber terminado de grabar ya su regreso a las órdenes de Ed Buller, productor de sus dos primeros álbumes.
Eso no es todo. Otros muchos artistas han entregado o están a punto de entregar sus nuevas creaciones (Feeder, Jack White, Metric, Keane, Beach House...).
Incluso hay rumores de que otros artistas podrían regresar durante este 2012, desde Dubstar hasta Neneh Cherry. Veremos en qué queda la cosa, pero lo que está claro es que va a ser (está empezando a ser ya) un año apasionante. A ver si nuestras emisoras y canales de televisión se enteran, y no nos machacan con artistas que se limitan a hacer versiones o a publicar una y otra vez álbumes recopilatorios.
martes, 8 de mayo de 2012
Florence + The Machine: Ceremonials (2011)
He dejado para la última reseña de los álbumes publicados el pasado 2011 el que para mí es, sin duda, el mejor de cuantos se han publicado: el segundo disco de la banda británica liderada por Florence Welch. El tan siempre temido segundo álbum ha resultado en este caso una gratísima confirmación: no sólo han sido capaces de mantener el nivel de su excepcional Lungs de 2009, sino que además lo han hecho siendo fieles a sí mismos, y todo ello sin repetir la fórmula. Y con un aliciente más: un notable éxito comercial en los países que marcan las pautas (Reino Unido, E.E.U.U., Australia...). Lástima que España siga tan anclada en propuestas de riesgo nulo, el gran público se pierde joyas como ésta, plenas de calidad y talento.
Para este álbum Florence ha vuelto a contar con el productor de moda, el ubicuo Paul Epworth, que además coescribe junto a ella buena parte de los temas. Una vez más su acierto ha sido respetar ese originalísimo pop barroco realzado por la poderosa voz de Florence y el omnipresente arpa que les caracteriza, pero ahondando en terrenos que no habían sido explorados en el primer álbum y logrando por tanto que cada tema sea una composición personalísima, en nada semejante al resto. Casi nada.
El álbum se anticipó con un sencillo difícil pero de enorme calidad: "Whatever the water gave me", quizá el tema más rock que ha publicado nunca la banda, sin la necesidad de recurrir a ningún estruendo para acercarse a tal género, sólo una atmósfera cargada de estática y un estribillo memorable. Si bien el tema estrella a nivel comercial fue, como cabía esperar, el segundo sencillo, "Shake it out", un tema lento (que no balada) con una excepcional progresión armónica en las estrofas y un estribillo etéreo realzado por unos poderosos coros. El resto de los sencillos son también de gran nivel: "Never let me go" es, ahora sí, una balada con piano y estribillo emotivo, pero con unos arreglos oníricos y una estupenda interpretación de Florence. Y "No light, no light" es un tema relativamente rápido y enérgico realzado por un órgano de sonido eclesiástico y una percusión impactante.
Pero es que en el disco hay mucho más: se abre con el onírico y orquestal "Only if for a night", hacia la mitad podemos encontrar un tema claramente soul que recuerda a la época americana de Eurythmics y sin embargo suena a ellos mismos ("Lover to lover"), y en el tramo final nos podemos deleitar con "Heartlines", con su ambientación medieval y su revitalizador estribillo, "Spectrum", el tema más rápido del disco y el que más puede recordar a Kate Bush (aunque con una voz muy superior), el cálido y poppy "All this and heaven too", e incluso se permiten cerrar el disco con el desasosegante y de ritmo ligeramente sincopado "Leave my body", un tema de autoafirmación pleno de fuerza y con otro estribillo excelente realizado por unos coros a contrapunto realmente apoteósicos. Tan seguros están de sus composiciones que según el programa o evento en el que actúen optan por unos temas u otros, como he pretendido mostrar con los enlaces seleccionados en cada tema.
Puestos a sacar defectos, es cierto que hay un par de temas algo más flojos ("Breaking down", "Seven devils"), que Florence a veces abusa subiendo y bajando por la escala pentatónica en intervalos muy cortos, que a veces la superposición de percusión y batería no es del todo lograda, que el álbum exige atención plena del oyente para su total disfrute... Pero en realidad son detalles mínimos frente al derroche creativo y la originalidad de que hacen gala. Está claro que ahora mismo son los dueños del pop atemporal creado en el siglo XXI. Esperemos que les dure la inspiración.
domingo, 25 de marzo de 2012
El panorama musical español en el 2011
Pues para mí se resume en un único adjetivo: desalentador. Es duro decirlo, pero ni en el ámbito de la creatividad, ni en el de la comercialidad, ni siquiera en el de las ventas podemos emplear otro calificativo. Como lo refleja el simple hecho de que se ha vuelto a reducir el número de copias vendidas para alcanzar el disco de platino: ahora son sólo 40.000, frente a los 100.000 que eran tan sólo hace unos años.
Comencemos por los álbumes españoles más vendidos en la lista de los 25 más vendidos de 2011, según Promusicae:
1.-Pablo Alborán / Pablo Alborán 3** (triple platino)
2.-Sergio Dalma / Vía Dalma 3**
3.-Manolo García / Los días intactos 2**
4.-Sergio Dalma / Vía Dalma II 2**
6.-Pablo Alborán / En acústico 2**
7.-El Barrio / Espejos ** (platino)
8.-Amaral / Hacia lo salvaje **
10.-Estopa / 2.0 **
11.-Dani Martín / Pequeño 2**
12.-Manel / 10 milles per veure una bona armadura **
15.-Extremoduro / Material defectuoso *
17.-Julio Iglesias / Volumen 1 **
18.-Malú / Guerra Fría **
20.-La Oreja de Van Gogh / Cometas por el cielo *
24.-Dúo Dinámico / Somos jóvenes: 50 años *
25.-Vetusta Morla / Mapas *
Es cierto que los artistas españoles son aplastante mayoría en las listas (16 de los 25 más vendidos), lo que significa que al público español le sigue interesando la música de sus compatriotas. Pero ése es el único hecho positivo que puedo resaltar. Porque en cuanto a los nuevos artistas, solamente uno, y encima una propuesta nada novedosa y sólo apta para el público adolescente femenino menos exigente (Pablo Alborán). Abundan los artistas con muchos años a cuestas que no se han atrevido a entregar nuevos temas, tan sólo versiones o recopilaciones (Sergio Dalma, Julio Iglesias, El Dúo Dinámico). O los que se han limitado a repetir su archiconocida fórmula superficialmente aflamencada con escaso riesgo y menor interés (Manolo García, El Barrio, Estopa).
Incluso aquellos artistas que se han animado a dar una vuelta de tuerca su estilo, bien hacia la música más electrónicamente bailable (La Oreja de Van Gogh), o hacia un toque psicodélico más crudo (Amaral), se han visto castigados con una notable disminución en sus ventas con respecto a sus álbumes anteriores. Está claro que los experimentos, con gaseosa, al menos en el ámbito comercial...
Pero es que en el panorama independiente las cosas no han ido mucho mejor. Han abundado los nombres ya consolidados que han transitado por caminos ya conocidos pero sin el acompañamiento de la inspiración (Nacho Vegas, Fernando Alfaro, Sr. Chinarro, incluso Juan Perro). En cambio no han surgido prácticamente nuevos valores que nos hagan concebir esperanzas para el futuro. Incluso artistas que dejaron un buen sabor de boca con sus álbumes anteriores han dado un bajón inesperado (La Casa Azul, Joe Crepúsculo).
Para no acabar con tan mal sabor de boca, he dejado para el final un par de menciones positivas. Por una parte, artistas que han sido fieles a su universo personal pero que han entregado propuestas dignas del resto de su carrera (Christina Rosenvinge, con su hilillo de voz y su intimismo para todos los públicos, La Bien Querida y sus estribillos puramente pop, Manos de Topo y las histriónicas interpretaciones de Miguel Ángel Blanca). Y por otra, artistas que aun cantando en catalán han logrado una apreciable repercusión: empezando por Manel, número 12 en la lista de los más vendidos gracias a sus melodías folk-pop, y siguiendo por Antònia Font, sus teclados de juguete y su apropiación del "Atlantis is calling" de Modern Talking en "Calgary 88". Lástima que estos artistas se aferren a un idioma con poca trascendencia y no se animen a cantar en español: podrían pasar de una audiencia potencial de 10 millones a más de 500, y de paso insuflar algo de aire fresco al resto de sus compatriotas, que falta nos hace.
Coldplay y la escasez de ídolos
En esta época convulsionada por el acceso a infinitas fuentes de información en tiempo real, el establecimiento de ídolos en el panorama musical se ha vuelto más complejo que nunca. Y es que ya no es tan sencillo "machacar" con el producto musical que mejor responda a los estudios de marketing sobre lo que quiere el público, ni mucho menos controlar quién es de verdad el más admirado, ahora que las ventas o las emisiones por radio no son más representativas que el número de clicks en youtube o las comparticiones P2P.
Pero claro, ídolos siempre ha habido y los habrá, tanto a nivel nacional como internacional. Y de igual forma que Justin Bieber o Selena Gomez provocan el histerismo del público adolescente, o Rihanna y Lady Gaga se disputan la devoción del público comercial y bailable, los británicos Coldplay han sido designados casi por unanimidad los ídolos del público entendido. Una elección que, haciendo un juego de palabras, me propongo tratar de entender en la presente entrada.
Por supuesto, hay muchas características requeridas del ídolo adulto que cumplen: grupo y no solista, predominantemente de guitarras aunque sin despreciar otros instrumentos que puedan mostrar su riqueza instrumental, predominio de los medios tiempos, letras en general con un toque reflexivo, cantante capaz de actuar, comercialidad sin dejar completamente al margen el mundillo indie... Ahora bien, la pregunta clave es ¿son esos clichés los que están sosteniendo la idolatría más allá de la calidad real de sus álbumes?
En mi opinión, sí, es eso lo que está ocurriendo con los británicos. Porque para mí siempre han sido un grupo de canciones más que de álbumes: desde que debutaron en el año 2000 con "Parachutes" siempre he tenido esa impresión. En ese álbum nos encontrábamos con "Yellow", "Trouble" y "Don't panic", una terna de sencillos incontestable pese a ser relativamente simples y convencionales, pero el resto bajaba el listón notablemente. Su "A rush of blood to the head" de 2002 aún contenía el estupendo "The scientist" y el resultón arpegio de piano de "Clocks", pero los momentos de inspiración eran aún menores. Como lo prueba que a partir de entonces empezaran a espaciar cada vez más sus nuevas entregas... y no sólo eso.
Porque en el flojo "X&Y" de 2005, aparte de "Speed of sound" el otro tema realmente notable era "Talk", una recreación (inspirada y afortunadamente reconocida en los créditos del álbum), pero una recreación al fin y al cabo del formidable "Computerlove" de los míticos Kraftwerk. Y la cosa fue a más, porque en su "Viva la vida" de 2008, el tema que daba nombre al mismo y que fue el único realmente destacable, plagiaban la melodía de "If I could fly" de Joe Satriani con una progresión armónica similar pero que en realidad estaba "sacada" del estupendo "I'm fed up" de la francesa Alizee (escuchar el comienzo de ambos temas a la vez es sonrojante).
Así que, ya cogido el gustillo, debieron pensar: ¿por qué no fusilamos un tema más festivo, que queremos darle una cara más divertida a nuestro retorno? Así, el tema que presentó "Mylo Xyloto" hace sólo unos meses es "Every teardrop is a waterfall", que copia descaradamente el tantas veces bailado "Ritmo de la noche" de Mystic. Y que no pasa por ser un tema "de calidad" precisamente: nuevamente el sonrojo al escuchar ambos temas. Pero es curioso, todo vale para la mayor parte de un público y una crítica que seguro denostan todo lo relacionado con la música de baile más intrascendente, y encima si es para plagiarla.
Como tampoco parece importar que para asegurarse el éxito comercial incluyan en el álbum un dueto con Rihanna, esa flojísima "Princess of China" que tan poco impacto ha tenido pese a juntar a los mayores ídolos de las dos corrientes, la comercial y la entendida.
A pesar de lo anterior, no querría terminar esta entrada dando la impresión de que Coldplay son un grupo infame; para mí, incluso están por encima de la media. De hecho, aún les queda inspiración para entregar buenos temas de vez en cuando (sin ir más lejos, en su último álbum encontramos "Charlie Brown" y sus interludios instrumentales, e incluso "Paradise", a pesar de transitar por aguas ya muy removidas por sus anteriores trabajos). Simplemente poner de manifiesto que su status de "el grupo de más calidad del panorama musical" no se sostiene a la luz de sus álbumes cargados de temas de relleno, su disimulada desesperación comercial y sobre todo su hábito irrefrenable de copiar temas ajenos, ante el beneplácito de sus idólatras.
sábado, 11 de febrero de 2012
Pet Shop Boys: Format (2012)
Mientras que ultiman la grabación de su próximo álbum de estudio, Pet Shop Boys regalan a sus incondicionales una nueva compilación de temas no incluidos en sus álbumes de estudio. "Format" abarca el periodo comprendido entre 1996 y 2009 y, por tanto, complementa "Alternative", la primera compilación de caras B que publicaron en 1995 y que cubría el periodo 1984 - 1994. Esta segunda compilación incluye nada menos que 38 temas (frente a los 30 de Alternative), lo que demuestra que, al menos en cuanto a capacidad creativa, esta segunda época del dúo londinense ha sido tan fértil como la primera. ¿Y en cuánto a calidad?
La respuesta sencilla a esta pregunta, si nos guiamos por los álbumes que han publicado en dicho periodo, sería "no tanto". Incluso para sus mayores defensores resulta obvio que esta segunda época, que comenzó con la publicación del álbum "Bilingual" en 1996, ha sido menos exitosa comercialmente, pero también en cuanto a los parabienes de la crítica y la demanda de colaboraciones por parte de otros artistas. Pero no nos dejemos guiar por esta apreciación e intentemos dar una respuesta más elaborada, que 38 canciones dan para mucho.
Efectivamente los temas se pueden agrupar a grandes rasgos por el periodo al que pertenecen: empezando por la creatividad desbordantemente versátil del periodo de publicación de "Bilingual" (1996-1997, los primeros 12 cortes), siguiendo por la menor inspiración del periodo de "Nightlife" (1999-2000, los siguientes 5 cortes), recurriendo a la instrumentación acústica de "Release" como intento de explorar nuevos horizontes (2002, los siguientes 6 cortes), intentando crear el single perfecto para el recopilatorio "The hits" (2003-2004, los siguientes 3 cortes), tratando de volver a sus raíces ("Fundamental") sin tanta inspiración como antaño (2006, los siguientes 7 cortes) y finalmente tratando de explotar su vertiente más genuinamente poppy en "Yes" (2009, los últimos 5 cortes). Como puede verse, un reparto desigual entre periodos, con temas también de calidad desigual.
De manera que en el periodo 96-97 encontramos la mayor concentración de temas de calidad: singles potenciales mente desaprovechados ("The boy who couldn't keep his clothes on", producida al igual que su single "Before" por Danny Tennaglia, pero mucho más convincente que ésta), logrados acercamientos a estilos en principio alejados de la órbita del dúo (el drum&bass the "Betrayed", el cuasi-rockero "The truck driver and his mate", el excitante "Disco potential", digno de los mejores tiempos de The Chemical Brothers) y temas con nivel suficiente para haber entrado en "Bilingual" (la balada "Hit and miss", el sinfónico y sin embargo bailable "Delusions of grandeur").
Del periodo 99-00 solamente merece la pena "The ghost of myself", un acertado remedo del "Baby one more time" de Britney Spears. Del año 2002 y su mediocre "Release" sorprendemente podemos rescatar un festivo "Nightlife" que además del título se adueña del falsete del clásico de los Bee Gees, "Friendly fire", una bonita balada rescatada de su irregular musical "Closer to heaven" y, sobre todo, "Between two islands", mi favorita del recopilatorio, con su estilo a medio camino entre lo acústico y lo electrónico, su impactante letra, sus elegantes estrofas, la intervención estelar de un inspirado Johnny Marr a las guitarras y los versos finales del "I want you" de Marvin Gaye como colofón.
Del periodo 03-04 destacar la versión ochentera (como no podía ser de otra manera) del "We're the Pet Shop Boys" que escribieron My Robot Friend y que tan bien les describe. Del año 2006 merece la pena "The resurrecionist", otro single desaprovechado que increíblemente ni siquiera llegó a formar parte de "Fundamental", pero también la lograda melodía de "Girls don't cry", la versión junto a Elton John del estupendo "In private" que escribieron hace casi 25 años para Dusty Springfield, la desasosegante "No time for tears", rescatada de la banda sonora que re-escribieron para el clásico del cine mudo "Battleship Potemkin", y por último "Party song", con su original letra y su atmósfera estridentemente bailable. Por último, del año 2009 resaltar "Gin and Jag", una historia con Internet de trasfondo y esa melodía introspectiva digna de los mejores tiempos de Tennant&Lowe, y un melancólico "After the event" que mejora el nivel medio de muchos de los temas de "Yes".
En total he citado 19 temas más que dignos para haber entrado en su discografía oficial, e incluso algún que otro temazo digno de formar parte de su particular colección de clásicos. Y que sin duda son más que suficientes para justificar la compra de este doble álbum a todos aquellos que aún no las conozcan. Es cierto que entre los otros 19 temas también hay auténticas caras B ("Always", "Silver age"), algún patinazo experimental ("Transparent"), e incluso algunas canciones realmente flojas por machaconas ("Up and down") o por blandas ("Searching for the face of Jesus", "Casting a shadow"). Pero en conjunto la balanza se inclina del lado favorable, porque por mucho que su época de gloria haya pasado, siguen siendo de los mejores compositores de temas pop electrónico-sinfónico que podemos encontrar.
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