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domingo, 2 de diciembre de 2012

El rápido auge del autotune como instrumento de referencia de la música contemporánea

Sin duda la entrada de mas éxito hasta ahora de este blog ha sido la relativa a la lenta muerte de la guitarra como instrumento de referencIa de la música contemporánea. Reflexionando a posterori sobre la misma he intentado encontrar qué instrumento la había desplazado en las preferencias de público, arreglistas y productores. El sintetizador me parecía una elección demasiado vaga y obvia, pues lleva ya cuatro décadas entre nosotros y su definición se presta a diferentes interpretaciones. Lo que realmente está desplazando a la guitarra es el autotune (y sus imitaciones): actualmente apenas hay temas de éxito que prescindan de él.

El origen del autotune se encuentra en el famoso vocoder, un analizador y sintetizador de voz creado en los años 30 y que introducido por Kraftwerk en su mítico Autobahn (1974) se popularizó en los 80 como un truco original para dar a las voces una textura robótica. Era una técnica ingeniosa, adecuada a la explosión de la electrónica en la música de aquella época. Pero durante casi una década quedó en el olvido, como tantos efectos visuales de los video-clips de aquel entonces que hoy nos parecen trasnochados.

Hasta que en el año 1998 una diva en el ocaso de su carrera (Cher) decidió adentrarse en la música de baile, y para ello recurrió a los productores Mark Taylor y Brian Rawling. Éstos optaron por recurrir al autotune, la evolución/actualización del olvidado vocoder, para jugar con la melodía vocal de "Believe". El éxito fue tan arrollador que otros muchos productores y artistas (desde los Beastie Boys hasta Daft Punk) se lanzaron inmediatamente a copiar la idea, en una espiral que ha llegado hasta nuestros días. ¿Los motivos?

Por supuesto la mejor adaptabilidad de una voz alterada electrónicamente a una instrumentación electrónica, logrando el ideal largo tiempo deseado de que la voz humana sea un instrumento con las mismas posibilidades de post-procesamiento que cualquier otro (Madonna es un claro ejemplo desde hace casi 20 años). Pero también por otro hecho incuestionable pero mucho más preocupante: su capacidad para ocultar deficiencias de afinación en la interpretación de los cantantes.

De hecho, el fabricante de autotune (Antares Audio Technologies) presenta su producto como un procesador de audio para corregir el tono en ejecuciones vocales (también instrumentales). La armonización que ofrece está pensada para incrementar la calidad musical de las partes vocales sin que sea evidente que el canto ha sido procesado. Eso sí, llevada al extremo con fines creativos produce una alteración en los tonos (precisos y de cambio rápido, en especial si se aplican sólo a unas cuantas notas definidas de una melodía vocal) que da lugar a los onmipresentes efectos a los que antes aludía. Pero es crucial reseñar que, aunque nuestro oído humano no sea capaz de detectarlo, su uso como corrector de tono es poco menos que universal.

Gracias al autotune podemos escuchar como, por ejemplo, un cantante tan limitado vocalmente como Enrique Iglesias es capaz de adornar los tramos finales de sus canciones con unos llamémosles (para entendernos) gorgoritos que luego es incapaz de reproducir sin desafinar en cualquier interpretación en directo. Y lo mismo aplica para buena parte de los artistas que triunfan en nuestros días, desde Britney a Rihanna. Incluso su uso y abuso justifica la ploriferación en los últimos años de artistas cuyo punto fuerte es precisamente su interpretación vocal (piénsese en el caso de Adele).

Como ya he tenido oportunidad de justificar en este blog, he sido y seré un defensor del empleo de la electrónica en la música. Y lo mismo aplica para los procesadores de audio como autotune. Ahora bien, en los últimos tiempos resulta refrescante escuchar interpretaciones que no abusen de este efecto tan de moda, aunque no tengo claro que su influencia vaya a desaparecer a medio plazo. Y lo que es más importante: hoy más que nunca es necesario recurrir a la videografía en directo de los cantantes de música contemporánea para realmente tener una idea de sus cualidades vocales: es la única forma de que no nos den "gato por liebre".

domingo, 22 de enero de 2012

La lenta muerte de la guitarra como instrumento de referencia de la música contemporánea



Esta entrada pretende recalcar un hecho cada vez más relevante: la progresiva pérdida del peso de la guitarra en la música contemporánea. Un fenómeno que se está observando a nivel mundial (aunque lógicamente con distintos niveles dependiendo de los distintos países). Y que ya viene de largo, aunque la tendencia se ha hecho más acusada últimamente. Incluso en España, un país tan a la cola siempre de la vanguardia musical, empezamos a observar este hecho. Veámoslo.

La "voz de alarma" la ha dado la lista de los álbumes más vendidos en el Reino Unido el pasado 2011, que se ha publicado hace unos días: apenas se pueden escuchar guitarras en los 10 primeros puestos, y para encontrar un álbum que resista suficientemente el calificativo de "rock" hay que descender al puesto 14, con los High Flying Birds de Noel Gallagher. ¿Qué pasa, que el siglo XXI ha acabado con los rockeros en particular, y con la música de guitarras en general?

Pues en parte sí. Independientemente de lo que el estilo de vida rockero pueda representar a estas alturas y de todos sus clichés e idisincrasia asociados, parece claro que el rock duro, el alternative metal, incluso el soft-rock han perdido tirón a nivel mundial. Incluso en las listas de rock del país con más tradición rockera, los E.E.U.U., encontramos entre los albumes de rock más vendidos a artistas que nada tienen de rockeros como Coldplay o Florence + The Machine. Pero claro, de alguna manera hay que rellenar estas listas, porque para albergar a los melifluos Bon Jovi no hace falta mantener tal lista.

Quizá ayude a comprender el fenómeno que desde la década de los 50 la guitarra ha sido la base con la que se han creado e interpretado la mayoría de los temas de música contemporánea (durante los primeros 30 años sin competidor alguno). Con lo cual el abanico de propuestas y territorios creativos explorados de las más diversas formas mediante este instrumento es inmenso. Y por lo cual es cada vez más complicado ser creativo, original o talentoso cuando se transitan las aguas de las 6 cuerdas, lo más habitual es que la canción en cuestión nos "recuerde a algo".

En la década de los 80, con la popularización de los primeros sintetizadores y posteriormente otros instrumentos electrónicos, la música de guitarras empezó a ver puesto en peligro su reinado. De hecho, muchos de los artistas más relevantes de la época (de U2 a Simple Minds) supieron entrever este cambio de ciclo y abrazaron de manera más o menos abierta el nuevo mundo de posibilidades que se abría, en el cual la guitarra sería "sólo" un instrumento más entre tantos. Pero con el triunfo comercial del Grunge primero y los Unplugged después en los primeros 90 pareció que todo volvía a la normalidad para los guitarreros.

Sin embargo, con la entrada del siglo XXI, la universalización del acceso a las tecnologías, la pérdida de poder de la industria discográfica, y el triunfo absoluto de Internet, lo cierto es que cada vez se percibe más la guitarra como un utensilio del pasado. A mí al menos me parece claro que en su mayoría las nuevas generaciones han dejado de soñar con tener una guitarra colgada en la pared, y ni siquiera el Pro Tools, el Cubase o el Fruity Loops les atrae ya lo suficiente en comparación con el Mugician, el PatternMusic u otras aplicaciones gratuitas similares de los omnipresentes iPads.

De todas formas tampoco pronostico una muerte inminente. Quedan todavía grandes nombres que mantendrán vivo a este género, tanto comercialmente (Foo Fighters, Kid Rock, Kings of Leon, Red Hot Chili Peppers...) como en un ámbito menos comercial pero de más calidad (Kasabian, Feeder, Noel Gallagher, Death Cab For Cutie...). Y por supuesto aún quedarán compositores capaces de crear temas interesantes con guitarras, aunque alejados del concepto de música rock, desde The Killers hasta Gossip. Pero la tendencia ya sí parece irreversible, y más pronto que tarde la mayoría de los nuevos melómenos serán incapaces de apreciar siquiera la belleza de los solos de Mark Knopfler, o el virtuosismo de Jimi Hendrix, o las cualidades de tantos y tantos nombres que, reconozcámoslo, ya pertenecen más al pasado que al 2012.

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