viernes, 30 de diciembre de 2011

Erasure: Tomorrow's world (2011)



En mi entrada del pasado mes de Octubre dedicada al nuevo álbum de Autokratz, "Self help for beginners", ya terminaba referenciando a este otro dúo de pop electrónico inglés, con nada menos que 25 años de carrera a sus espaldas, lo que lo convierte en una referencia obligada para las nuevas generaciones. La noticia es que, casi un lustro después, vuelven a la actualidad con un álbum de nuevas composiciones, nada menos que el duodécimo de su carrera. Y es que llegar a publicar 12 discos de composiciones originales es un hito no demasiado frecuente. Creo que merece la pena comenzar esta entrada recalcando ese hecho: independientemente de que nos guste más o menos, toda banda que alcanza esa cifra merece un respeto máximo por su trabajo.

Para tratar de darle un sonido lo más actual al pop electrónico habitual de la banda, Vince Clarke y Andy Bell han contado con los servicios de Frankmusic, el músico y productor que tantas colaboraciones ha realizado en los últimos años y que, dicho sea de paso, apenas había nacido cuando Erasure ya eran una banda de éxito. Pero en la primera escucha este hecho pasa a un segundo plano ante la duración de "Tomorrow's world": en su versión oficial (hay una especial con demos y remezclas), son sólo 9 temas, y lo que es más llamativo, tan sólo 32 minutos en total. Una duración más propia de álbumes de hace 30 o 40 años, y que inmediatamente previene al oyente sobre el estado de forma creativo del dúo: ¿sólo quisieron entregar los temas realmente brillantes? ¿o casi 5 años de ausencia no han dado para más alegrías compositivas?

Pues desgraciadamente lo segundo: la sensación de que el álbum es una mera excusa para recuperar la atención de los fans y salir de gira con sus clásicos de siempre es apabullante. No es que sean temas de pop directo; es que no hay ni el más mínimo exceso instrumental, ni una mínima salida de la estructura de canción pop estándar, ni hueco para la experimentación. Baste decir que ni una sola de las canciones llega siquiera a los 4 minutos... Frankmusic ha proporcionado un sonido algo más actual, pero sobre todo unos arreglos a la moda, con vocoders de última generación, entradas al estribillo que se retrasan cuatro compases, sampleados de la propia canción superpuestos... En suma, una intervención superficial, sin atreverse a restarle protagonismo a la voz de Andy Bell en al menos algún tema, ni terminar de explotar los temas más logrados.

Que la verdad, no hay muchos. Para futuras escuchas dentro de unos años, solamente salvaría dos: "A Whole Lotta Love Run Riot", una historia de una fallida aspirante a estrella de cine, con una bonita melodía en las estrofas y con gancho en el estribillo (y también, dicho sea de paso, los mayores y menos acertados excesos de Frankmusic, sobre todo en el tramo final) y sobre todo "I lose myself", un riff de bajo con mucho gancho (aunque casi oculto por culpa de la producción), expandido con una atmósfera que recuerda a los tiempos más crudos de "Wonderland", y un estribillo casi en falsete pero que no baja el listón.

Por salvar algo del resto, los dos sencillos jamás hubieran tenido tal condición en alguno de sus álbumes más redondos, pero "When I Start To (Break It All Down)" tiene unas estrofas aceptables, y "Be with You" podría ser un tema del nivel de "I say I say I say" si Andy Bell no gritara tanto.

Y pare Vd. de contar: los otros 5 temas probablemente ni siquiera lleguen a ser interpretados en directo durante la promoción de este disco. O lo que es lo mismo, un álbum del que ni ellos mismos querrán oir en unos pocos años. Aunque, mirándolo desde otro punto de vista, que sean capaces de entregar un par de temas decentes tras cerca de tres décadas en activo tampoco está tan mal...

sábado, 24 de diciembre de 2011

Otro ejemplo práctico de la fórmula: "Supersonic" (Oasis) y "Like a prayer" (Madonna)

En mi entrada anterior proponía un ejemplo práctico de aplicación de la fórmula matemática para valorar dos canciones "malas". Ahora llega el momento de aplicarla a dos grandes canciones. Que son auténticos himnos de sus intérpretes: "Supersonic", de Oasis y "Like a prayer", de Madonna. Y, me atrevo a decir, con todo merecimiento. Veámoslo:

La fórmula matemática que proponía es la siguiente:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Supersonic:
Acordes: 2,75 puntos. La progresión armónica es excelente: FA#m-FA#m-LA-SI repetidas veces durante el inicio y las estrofas, MI-MI-FA#m-LA-SI, MI-MI-DO#M7m-DO#M7m para dar entrada al estribillo, y RE-LA-MI-FA#m (x8), MI (x4) y MI-MI-DO#M7m-DO#M7m (x4) para el estribillo y el enlazado con las estrofas. Estribillo que por sí solo ya constituye una sucesión de cuatro acordes realmente formidable. No puntúo el máximo porque no hay parte nueva cerca del final o tras el último estribillo, pero con lo que hay sobra.

Melodía principal: 2 puntos. A pesar de la riqueza de los acordes, la melodía no se limita a repetir fraseos, sino que tanto en la estrofa, como en la entrada al estribillo como en el propio estribillo recorre un montón de notas, con una musicalidad reconocible y, en el caso del estribillo, inolvidable.

Instrumentación y arreglos: 1,5 puntos. Quizá la instrumentación sea la parte más floja, pero raya a buena altura de todas formas: rock en estado puro, guitarras distorsionadas, platillos rechinantes en la batería, adornos recorriendo una cuerda de guitarra para contribuir al ruido... Y los arreglos son toda una exhibición: las distintas partes encajan no ya con una naturalidad, sino con la capacidad de hacer anticipar (y desear que lleguen) la siguiente parte (el estribillo a partir de la parte final de la entrada, por ejemplo).

Interpretación vocal: 1 punto. Liam Gallagher no es un súper intérprete, pero este tipo de medios tiempos rockeros con un toque entre sucio y macarra los borda. Sus cualidades vocales estaban aún completamente intactas cuando grabó este tema, y aunque ya recurría a sus tics más conocidos, aún no abusaba de ellos como en la actualidad con Beady Eye. Es difícil pensar en otro intérperte que pudiera hacerlo mejor.

Letra: 0,75 puntos. Es tan psicodélica (más una serie de imágenes y clichés que una historia o un estado de ánimo) como pretende serlo. Pero desde luego no recurre a frases comunes, ni a obviedades, y la rima está cuidada en todo momento.

Virtuosismo: 0,5 puntos. Noel Gallagher borda su interpretación en la guitarra principal: los dos arpegios después de los estribillos son excelentes, con muchas notas perfectamente enlazadas (y en ocasiones con notable rapidez). Y el solo con el que se cierra la canción es de los mejores que ha grabado nunca: se llega a desear que no se bajara el volumen y pudiéramos seguir escuchándolo hasta el final.

Duración: 0,5 puntos. A pesar de que son cerca de 5 minutos, la riqueza de este tema es tal que en realidad apenas hay repeticiones: sólo 2 estrofas y ¡sólo 2 estribillos! No se puede lograr emocionar más con menos reiteraciones.

TOTAL: 9 puntos. Una obra maestra, en mi humilde opinión.

Like a prayer:
Acordes: 2,75 puntos. Otra progresión armónica tremendamente elaborada, con acordes no tan complejos como las séptimas mayores y menores de la anterior, pero con más partes diferenciadas: REm-DO-LA# (x3) más FA-LA#-FA-DO-REm para el principio, FA-DO-LA#-FA (x2) más LA# para el estribillo, LA#-FA-DO-REm-LA#-FA-DO (x2) para las estrofas, REm-DO (x2) para la primera parte de la parte nueva, REm-DO-LA#-FA, FA-LA#-FA-DO, FA-DO-LA#-DO-LA# para la segunda parte de la parte nueva, más una coda final. Resulta hasta difícil de explicar, cualquier página de internet de acordes lo explicará más claramente.

Melodía principal: 2 puntos. aprovechando la riqueza de las distintas partes compositivas, una exhibición de lo que puede dar de sí la progresión armónica, con tramos introductorios, angelicales como las estrofas, automáticamente tarareables como el estribillo, oscuras como el primer tramo de la parte nueva, adaptadas a un coro gospel... El trabajo creativo de Patrick Leonard, con la colaboración de la propia Madonna, es incuestionable.

Instrumentación y arreglos: 1,5 puntos. La instrumentación es quizá la parte más mejorable: las estrofas arrítmicas realzan la atmósfera angelical, y las partes adicionales corales están plenamente justificadas, pero la instrumentación del estribillo es un tanto simple y espartana, como lo prueban las numerosas adaptaciones y remezclas que se han hecho de este tema en los 22 años desde su publicación para mejorar este aspecto. Los arreglos, en cambio, son espléndidos, y las distintas partes fluyen con una naturalidad difícil de conseguir.

Interpretación vocal: 0,75 puntos. Madonna es una vocalista limitada, con tendencia a frasear con menos inflexiones de lo deseable. Pero aquí hace una de sus mejores interpretaciones, adaptando su voz a la atmósfera de cada una de las partes.

Letra: 0,75 puntos. Es difícil hacer una letra original en una canción esencialmente de amor. Así que las referencias religiosas son una manera provocativa y a la vez ingeniosa de afrontar este asunto. Por otra parte, las rimas están muy cuidadas.

Virtuosismo: 0,25 puntos. El coro gospel es lo más destacable dentro de un tema en el que el resto de los músicos hacen un trabajo correcto pero convencional.

Duración: 0,5 puntos. Nuevamente estamos ante un tema largo, de más de 5 minutos, pero en el que podemos constatar que no hay mayores reiteraciones: esa duración se explica por la sucesión de partes a que da lugar tanta creatividad, pues por ejemplo solamente se escucha el estribillo en 3 ocasiones.

TOTAL: 8,5 puntos. Una canción excelente, cercana a la consideración de obra maestra.

Espero que este nuevo ejercicio les haya servido para comprender mejor el porqué de mis apreciaciones, y en la medida de lo posible a compartirlas. Les animo a que repitan este ejercicio para cualquier tema que les atraiga o les desagrade; confío en que les será de utilidad.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Ejemplo práctico de la fórmula: "Born in the U.S.A." (Bruce Springteen) y Bomba (King Africa)

Como muestra de validez de la fórmula que proponía en mi anterior entrada les propongo dos canciones que, tal vez para su sorpresa, son bastante similares dentro de su gran simpleza. Puede que parezca una provocación comparar uno de los temas más famosos de Bruce Springteen con otro de los temas bandera de King Africa. No pretendo poner a ambos artistas al mismo nivel: ninguno de ellos son santo de mi devoción por cuestiones como las que voy a tratar en esta entrada, pero es innegable que la trayectoria del de New Jersey es más dilatada en el tiempo que la del de Buenos Aires. La comparación se limita, pues a "Born in the U.S.A." frente a "Bomba". Para mí son dos malas canciones (bastante malas, si se me permite el adverbio). Pasemos a analizarlas según la misma:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Born in the U.S.A.:
Acordes: 0.25 puntos. Durante toda la canción la única progresión armónica la forman dos únicos acordes mayores, intercambiados inalterablemente en periodos de 8 compases: SI mayor - MI mayor. Acordes, para más simplicidad aún, mayores. Lo que es más, de uno al otro hay exactamente 3 tonos, en lo que constituye una clara apropiación del primero de los dos tramos de que consta la progresión armónica fundamental del blues y una gran parte del rock&roll de los años 50 y 60. Más simple imposible, y más carente de originalidad, también: si Vd. tiene acceso a un piano o a una guitarra pero no los ha tocado jamás, pídale a alguien que le explique cómo colocar las manos en cada uno de los dos acordes, y podrá tocar sin problemas este tema. No puntúo como 0 porque eso me lo reservo para composiciones monocordes, aquí al menos hay dos.

Melodía principal: 0.5 puntos. A poco que escuchen la canción, se darán cuenta que las frases de la estrofa, del estribillo son muy muy similares. En efecto, prácticamente todas las frases de la melodía acaban con la secuencia: sol# - fa# - re# - do# - si. De hecho, la melodía del teclado que llena las partes no vocales es prácticamente la misma que la del estribillo e igual en un 80% a la de la estrofa. Nada de buscar otras notas, de invertir su orden o alterar su duración. Ni una sola parte nueva. Tocar esta melodía en un instrumento de cuerda se hace pesado por reiteración.

Instrumentación y arreglos: 0.5 puntos. La instrumentación es convencional para un tema de "rock adulto", el teclado apenas hace otra cosa que replicar la melodía del estribullo, salvo unos pequeños adornos en los 15 segundos finales, la guitarra acústica se limita a llevar los acordes, el ritmo binario no es enriquecido en ningún momento... Aunque poco original, lo más llamativo es la idea de dejar sólo la voz de Springteen, la batería y el repetitivo teclado, cerca del final.

Interpretación vocal: 0.75 puntos. A pesar de la enorme pobreza de su creación, Bruce Springteen transmite energía y rabia. Canta con convencimiento, y lleva la canción a un nivel de credibilidad inesperado. Sin duda, el mejor aspecto de este tema.

Letra: 0.5 puntos. Las estrofas están aceptablemente trabajadas, y la canción tiene indudablemente un mensaje. Aunque las rimas no siempre aparecen, y algunas frases llevan tantas sílabas que le cuesta encajarlas en el compás correspondiente. Además dice "in the U.S.A..." nada menos que 16 veces.

Virtuosismo: 0 puntos. La famosa "E Street Band" no justifica dicha fama. No hay absolutamente ninguna interpretación musical que destacar.

Duración: 0 puntos. Cuatro minutos y medio para repetir esencialmente la misma melodía en estrofa, estribillos y partes instrumentales y sobre dos únicos acordes resulta excesiva. De hecho, amaga con terminar, pero no, vuelve a prolongarse más de medio minuto, saturando al oyente.

TOTAL: 2.5 puntos. Claramente suspenso.

Bomba:
Acordes: 0.25 puntos. Durante toda la canción la única progresión armónica la forman dos únicos acordes mayores, intercambiados inalterablemente en periodos de 8 compases ¿les suena?: FA# mayor - DO# mayor. Acordes, para más simplicidad aún, mayores. Lo que es más, de uno al otro hay exactamente 3 tonos (esta vez invertidos), en lo que sigue pareciendo algo más que una mera inspiración en el primero de los dos tramos de que consta la progresión armónica fundamental del blues y una gran parte del rock&roll de los años 50 y 60. Más simple imposible, y más carente de originalidad, también. Al menos esta vez son acordes bemoles, algo menos frecuentes. No puntúo como 0 porque eso me lo reservo para composiciones monocordes, aquí al menos hay dos.

Melodía principal: 0.25 puntos. A poco que escuchen la canción, se darán cuenta de que hay muchas partes habladas (o gritadas, más bien). Lo que es más interesante, la totalidad de las partes cantadas se componen únicamente de ¡dos notas! (fa# - sol#), intercambiadas según obliga la progresión armónica. Por difícil que parezca, aún más pobre que Born in the U.S.A.. Nada de buscar otras notas, de invertir su orden o alterar su duración. Ni una sola parte nueva. Tocar esta melodía paupérrima en un instrumento de cuerda es desesperante.

Instrumentación y arreglos: 0.75 puntos. La instrumentación es convencional para un tema de "fiesta latina", pero al menos se incorpora una originalidad consistente en introducir en ocasiones dos compases sin acordes para delimitar las distintas partes, lo que contribuye a aligerar la monotonía de la progresión armónica. Además, podemos escuchar unos teclados simulando una sección de viento en el estribillo, para enriquecerlo un poco.... Aunque poco original, lo más llamativo es la idea de dejar sólo la voz de King Africa, la batería y la percusión, cerca del final (¿les suena también esta idea?).

Interpretación vocal: 0.75 puntos. A pesar de la enorme pobreza de su creación, King Africa transmite hilaridad y excitación. Canta o grita con convencimiento, y lleva la canción a un nivel de expresividad inesperado. Cualquier otro intérprete no sería capaz de ocultar la enorme simpleza de la composición. Sin duda, el mejor aspecto de este tema.

Letra: 0.25 puntos. Aunque sea totalmente festiva, la letra tiene indudablemente una finalidad: guiar a quien la escucha a que realice una serie de pasos de baile. Las rimas no siempre aparecen, el coro canta la palabra "bomba" nada menos que 20 veces... Además, la letra es exactamente la misma en la segunda parte del tema que en la primera.

Virtuosismo: 0 puntos. La famosa "E Street Band" no justifica dicha fama. No hay absolutamente ninguna interpretación musical que destacar.

Duración: 0.25 puntos. Tres minutos y veinte segundos para una mini melodía en estrofa, estribillos y sobre dos únicos acordes resulta excesiva, aunque al menos son 70 segundos menos que "Born in the U.S.A.". De hecho, avisa de que va a terminar cuando aún quedan casi 30 segundos, lo que contribuye a disminuir la sensación de pesadez por reiteración.

TOTAL: 2.5 puntos. Claramente suspenso. Y de manera significativa, exactamente la misma valoración que la anterior.

Es sólo un ejemplo de lo que la fórmula puede dar de sí. Evidentemente se centra sólo en la música: la imagen, la presentación, la "autenticidad" del artista, la influencia de los medios de comunicación, contexto en el que se escuchan, pueden afectar a nuestra percepción subjetiva de uno y otro tema en un momento dado. Pero objetivamente creo que mi valoración es completamente acertada. Así que les animo a poner en práctica esta sencilla fórmula con cualquier otra canción que les apetezca.

martes, 6 de diciembre de 2011

Fórmula matemática para la canción vocal contemporánea



Ya he dedicado con anterioridad alguna entrada relativa al concepto "buena canción". Y es que dada la cantidad de propuestas musicales que nos bombardean diariamente, es poco menos que una obsesión tratar de separar el grano de la paja, y lo que es más importante, intentar enseñar a cada potencial melómano unos criterios para poder realizar esa tarea por sí mismo. Por eso, y aprovechando que en el fondo la música se basa totalmente en las ciencias matemáticas (escala pentatónica, compases de igual duración, beats per minute, etc.) me parece útil definir una fórmula matemática de referencia, para poder evaluar cualquier canción que tenga una parte vocal de 0 a 10 (si no hubiera parte vocal, la evaluación se haría de 0 a 8 y se ponderaría correspondientemente).

Así, después de haber escuchado muchos miles de composiciones y haberle dedicado un tiempo considerable a reflexionar sobre este asunto, la fórmula propuesta, ordenada por los pesos descendentes de sus distintos componentes, es la siguiente:

Acordes: 3 puntos
Melodía principal: 2 puntos
Instrumentación y arreglos: 2 puntos
Interpretación vocal: 1 puntos
Letra: 1 puntos
Virtuosismo: 0,5 puntos
Duración: 0,5 puntos

Como pueden comprobar, según dicha fórmula la máxima puntuación sería 10 puntos. Pasemos a revisar mínimamente cada componente y el porqué de su peso:

Acordes: en mi opinión el elemento más importante. Entendiendo por acorde el conjunto de dos o más notas diferentes que suenan simultáneamente (o en sucesión) constituyendo una unidad armónica, la selección de una o preferiblemente varias secuencias de acordes (la llamada progresión armónica) causa automáticamente en el oyente un impacto emocional incuestionable. Con una buena progresión armónica es difícil tener una mala canción, por eso los 3 puntos. Lamentablemente los acordes son finitos y la mayoría de los artistas se limita a una parte pequeña de ellos: díadas (quintas) y tríadas (mayores o menores), lo que limita las posibilidades creativas. Sólo así se explica la prácticamente infinita cantidad de temas que recurren al manido DO-FA-SOL con los tres acordes mayores (o MI-LA-SI, si lo prefieren) y que constituyen el cuerpo de prácticamente todos los temas de blues. Componer una buena y original progresión armónica es muy complicado, pero aun hoy existen privilegiados para los que parece algo fácil.

Melodía principal: no son infrecuentes las canciones en las que una progresión armónica emocionante se ve en cierta medida arruianada por una melodía pobre, de muy pocas notas, repetitiva en exceso... Y es que son infinitas las posibilidades de crear melodías diferentes sobre los mismos acordes, de ahí la riqueza de la música. Por supuesto que las posibilidades vocales del intérprete pueden restringir la riqueza de la melodía (no está al alcance de todos el recurso típico de interpretar la misma nota una octava más alta), pero más que el rango de frecuencias cubierto lo que confiera magia a la melodía es su armonía, su evolución natural, su lógica matemática incluso... algo así como si probáramos a silbarla, sin ningún otro acompañamiento, y nos siguiera resultando reconocible y disfrutable.

Instrumentación y arreglos: la inmensa mayoría de temas de cualquier estilo de música contemporánea se componen con guitarra o piano, porque son instrumentos que permiten ejecutar con comodidad la progresión armónica en la que se esté trabajando. Ahora bien, una vez creada la canción (con sus acordes y su melodía principal), lo que se espera es que, bien su creador, bien sus intérpretes, bien el productor y los ingenieros en el estudio de grabación, la enriquezcan para sacarle el máximo partido, y no se limiten a darla por terminada en esa fase inicial. Hoy en día las posibilidades son innumerables: no sólo por la cantidad y calidad de los diferentes instrumentos acústicos, eléctricos y electrónicos existentes, sino porque las nuevas tecnologías permiten hacer miles de probaturas hasta obtener el sonido deseado. Usando un símil de otro arte, la pintura: ¿para qué limitarnos a un bonito boceto en carboncillo cuando podemos jugar con los pinceles y los colores para obtener un cuadro sobrecogedor?

Interpretación vocal: es muy frecuente encontrar a melómanos que sobreestiman la importancia de la interpretación vocal, como si por sí sola pudiera sostener una canción. Desgraciadamente pienso que no es así. Obviamente es un añadido que, en su estilo, un cantante adapte (y no exhiba) sus cualidades vocales a la melodía principal en cuestión, aumentando su capacidad de emoción. Pensemos, por ejemplo, en Chris Cornell para el rock duro, o en Martha Walsh para el dance soul. Pero abundan los grandes intérpretes que fracasan a la hora de entregar grandes canciones (desde Celine Dion a Christina Aguilera). Y no sólo eso, no son infrecuentes quienes pretenden exhibir sus cualidades por encima de la propia composición (Antony, de Antony and the Johnsons, por poner un ejemplo), reduciendo el impacto de la misma y a menudo irritando al oyente con sus trémolos, gorgoritos o recorridos de notas por las escalas al margen de la melodía principal.

Letra: seguro que todos ustedes han escuchado que un artista es "muy bueno" porque escribe unas letras "muy buenas". Desde Bob Dylan a Joaquín Sabina. Discrepo totalmente de esa visión: la música es música (ritmo, acordes, notas, interacción de instrumentos) y la letra es solamente un complemento. El hábitat natural de la palabra (la poesía, si se permite la extrapolación) es el papel. Indudablemente nos gusta que las canciones nos sugieran situaciones emocionantes, o nos relaten historias con las que nos identificamos. Pero es difícil que un buen compositor sea también un buen letrista, y lo realmente importante es que la música nos llegue. Así que si las frases de la letra no riman, o se repiten en demasía, o incluso si ni siquiera las comprendemos porque no dominamos el idioma, podemos convivir con esa situación y seguir disfrutando casi igualmente de la canción.

Virtuosismo: cada vez menos, pero también hay quien sobrevalora este elemento. Por supuesto es una delicia escuchar a Jimi Hendrix tocando a la vez riffs excepcionales y los acordes de Voodoo Chile, pero es la canción en sí (acordes, melodía e instrumentación) la que sostiene dicha exhibición. Y si no, prueben a escuchar algunas de las composiciones del álbum Band of Gipsies del propio Hendrix, lo vacías que suenan por mucho virtuosismo que le aplique. Los solos de bajo de Prince, de guitarra de Mark Knopfler o de piano de Tori Amos nos emocionan porque llevan a la máxima expresividad sus creaciones. Pero piénsese en la cantidad de músicos virtuosos (desde Joe Satriani a Kenny G) que apabullan al oyente con su dominio del instrumento, pero no consiguen emocionarlo, porque el virtuosismo no deja de ser un pequeño añadido.

Duración: cada vez más, las composiciones que se publican en los últimos años abusan de una única progresión armónica de tres o cuatro acordes, repetida sin piedad durante cuatro, cinco o seis minutos. Esa repetición exagerada oculta, en mi opinión, las limitaciones creativas del compositor para enriquecer esa progresión con otros acordes, otras tonalidades, otros giros que aumenten el impacto emocional de su creador. Lo mismo aplica para los estribillos repetidos ocho o nueve veces, o para los temas de música dance que pasan la mitad o más de su duración repitiendo sin piedad la misma base rítmica, sin apenas cambios ni enriquecimientos. Hay que saber explotar al máximo la composición, sí, pero sin saturar por reiteración. Y es que, como dice el refrán, lo bueno, si breve...

Eso es todo. Espero que mi fórmula y las reflexiones que la han acompañado les sirvan para valorar mejor las canciones que escuchen a partir de ahora.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Noel Gallagher's High Flying Birds (2011)




Los tres últimos álbumes que publicaron Oasis (aquellos en los que Gem Archer, Andy Bell y el propio Liam Gallagher se encargaban de componer aproximadamente la mitad de sus temas) fueron en mi opinión sensiblemente más flojos que sus cuatro primeros, en los que la tarea creativa recaía casi exclusivamente en Noel Gallagher. El mayor de los Oasis siempre intentó "vender" esa diversidad de compositores de la segunda época de su banda como una forma de enriquecer su propuesta musical, a semejanza de sus admirados Beatles. Pero para muchos de sus seguidores (entre los que me incluyo), fue más una forma de ocultar su menor capacidad creativa: en lugar de álbumes enteros, se contentaba con entregar cinco o seis temas.

Que la ambición musical de Noel Gallagher disminuyó hace ya una década lo confirma que ni siquiera su salida airada de Oasis en 2009 desencadenó una rápida publicación de un álbum 100% propio. Como si no necesitara reivindicarse, ha tardado tres años en publicar su primer disco. Y sin apenas concesiones: "sólo" 10 temas, y algunos, descartes del último álbum de Oasis, el irregular "Dig out your soul". Al menos, eso sí, todos firmados por el propio Gallagher.

¿Y el resultado? Pues a poco que hayamos seguido la trayectoria del mancuniano, todas nuestras asunciones serán acertadas: muchos medios tiempos, menos vena rockera que Oasis, instrumentación entre clásica y retro, arreglos complejos... hasta su voz nos resulta familiar después de que en cada una de las últimas entregas de Oasis se mostrara cada vez más reacio a dejarle la parte vocal de sus composiciones a su hermano Liam. En suma, todo bastante predecible.

Ahora bien, obviando la ausencia de sorpresas y analizando tema a tema el disco, tendremos que admitir que ha entregado una obra muy superior a la publicada por sus ex-compañeros como Beady Eye. En la que hasta el orden de las canciones está cuidado con mimo: el álbum se abre con el estupendo "Everybody's on the run", el cual comienza con las voces de los músicos preparándose para la grabación, seguidas de un largo minuto instrumental hasta que por fin aparece la voz de Noel, anticipando un estribillo emocionante resaltado por una sección de cuerda envolvente; y se cierra con "Stop the clocks", en la que aparte de lo explícito del mensaje y de unos interludios guitarreros francamente recomendables en los que el tema va ganando energía de manera natural, no puede faltar la coda de rigor: un epílogo instrumental a modo de jam session, ideal para cerrarlo.

Y entre esos dos, otras ocho composiciones con un nivel medio alto. Quizá las dos más flojas sean precisamente los dos sencillos extraídos hasta la fecha "The death of you and me", un tema de estilo un tanto rancio (con solos de trompeta y golpes en la caja con cada compás del estribillo) y "If I had a gun" (algo superior gracias a un estribillo convincente aunque tarda en llegar, pero que abusa de los "aaah"s). Sin embargo, del quinto al noveno corte del álbum el disfrute está completamente asegurado: "(I Wanna Live in a Dream in My) Record Machine" es un tema apoteósico a lo "Champagne supernova" (con un acertado solo de guitarra y una brillante parte nueva en su tramo final), "AKA... What a Life!" es una bonita melodía , algo más rápida y con ritmo más contundente de lo habitual, sustentada por un piano de acompañamiento relativamente fuera de lo esperable, "Soldier Boys and Jesus Freaks" es otra melodía estupenda con un aire retro menos añejo que el de "The death...", "AKA... Broken Arrow" es mi favorita, una de esas canciones intemporales en la que Noel exhibe todo su talento a la hora de enlazar acordes en las distintas partes y construir sobre ellos una melodía insuperable, y "(Stranded On) The Wrong Beach", es el logrado reverso acelerado de aquel "Son of nature" del quinto álbum de Oasis.

En suma, un album previsible y poco arriesgado, sí, con unos sencillos no muy bien escogidos y sin el impacto que le otorgaba a las composiciones de Noel la voz de Liam Gallagher. Pero quien tuvo retuvo, amigos, y a Noel no se le ha olvidado componer grandes temas pop y rock. Así que no creo exagerar si afirmo que estamos ante uno de los discos de 2011 que se acerca a su fin.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Ladytron: Best of 00–10 (2011)



Ahora que se acerca la Navidad un álbum recopilatorio suele ser un regalo seguro. Y en mi opinión uno de los recopilatorios más interesantes que se ha publicado en este 2011 ha sido el "Best of" de Ladytron. Se trata del primer album de esas características del cuarteto (mitad masculino, mitad femenino) de Liverpool, y constituye un resumen acertado de los momentos álgidos y más accesibles de sus más de 10 años de carrera.

Siempre he pensado que el formato álbum de estudio le viene grande a Ladytron. Su estilo, a medio camino entre el synthpop y la New Wave, ha venido caracterizado (y a menudo lastrado) por la voz escasa de recursos, susurramente (y abusivamente reverberada) de Helen Marnie, por unas letras tan escasas que a menudo obligan a decenas de repeticiones, y por un gusto indisimulado por la instrumentación oscura, en la que los diferentes instrumentos son a menudo difíciles de discernir. Esa simplicidad vocal y esa linealidad en los arreglos provocan que sus distintas composiciones se nos muestren más parecidas de lo que en realidad son, y que sólo aquellas más logradas puedan considerarse realmente representativas (y recordables).

Por eso este recopilatorio resulta mucho más disfrutable que cualquiera de esos álbumes, con la seguridad, además, de que no se han quedado grandes "joyas" excluidas. Significativamente, sólo hay un sencillo de su álbum de debut, ese "Playgirl" que definía su estilo y que permitió a la crítica (un tanto exageradamente) emparentarlos con The Human League (20 años después). De su segundo álbum, más representado, debemos destacar "Seventeen", una de las mejores composiciones de la banda, y dos temas que nunca vieron la luz como sencillo, "Cracked LCD" y "Light & magic", menos accesibles pero cautivadores. Del tercero, el mejor según los críticos, mencionar "Destroy everything you touch", que abre el recopilatorio y que a mi modo de ver, sigue siendo el mejor tema de su carrera (y uno de los mejore de la pasada década) por su contundencia irresistible, pero también el guitarrero "The last one standing", que nunca vio la luz como sencillo a pesar de su cadencia infecciosa. Y desgraciadamente, también "Fighting in Built Up Areas", una composión más propia de una jam session, monocorde y chirriante: si van a pagar separadamente por bajarse cada una de las canciones del recopilatorio, no duden en ahorrarse ésta...

Su cuarto álbum está representado por sus tres sencillos, una terna irresistible: "Ghost", un potente tema que podría ser considerado incluso rock duro, de no ser por sus arreglos de electrónica barroca, "Runaway", que podría haber firmado el propio Martin L. Gore, y "Tomorrow", en la que casi podemos imaginar el bajo de Peter Hook en medio de una oscuridad sinfónica pero adictiva. Y como gancho y forma de dar a conocer la publicación del recopilatorio, dos temas nuevos: "Ace of Hz", una composición oscura en la línea de sus últimos años y "Little black angel", más rápido y claramente bailable de lo habitual, y que es una versión de un grupo poco conocido llamado Death in June. Como ven, razones más que suficiente para incorporar este album a nuestra discoteca particular.

Mencionar, por último, que hace unas cuantas semanas Ladytron acaban de publicar su quinto álbum de estudio, "Gravity the seducer": veremos si sigo manteniendo mi impresión de que habrá que esperar a su futuro segundo recopilatorio para disfrutar de sus dos o tres temas más logrados.

sábado, 29 de octubre de 2011

AutoKratz: Self help for beginners (2011)



No imaginé nunca que dedicaría una entrada al dúo británico. Me explico. El primer tema que conocí del dúo fue Always more (2009), un tema compositivamente muy sencillo (los mismos cuatro acordes todo el tiempo), poco original (esa base de acordes ya ha sido explotada por otros muchos artistas, desde Pet Shop Boys a Fine Young Cannibals) y sin embargo disfrutable, gracias a su contundencia y a su sonido contemporáneo. Por ese motivo tenía unas expectativas razonables cuando cayó en mis manos "Animal", su álbum de debut. Expectativas que quedaron completamente defraudadas: un álbum plano, muy escaso de talento, nada original, del que apenas salvé un segundo tema ("Last show"). Con lo cual, los descarté para futuras compras.

Pero hete aquí que hace unos pocos meses publican "Self help for beginners" y la crítica lo ensalza notablemente, incluyendo un 4 sobre 5 de la revista Q. Bueno, me digo, algo han debido de mejorar, vamos a darles una segunda oportunidad. Así que escucho el primer sencillo "Opossite of love", y no encuentro más que un tema anodino de electropop de atmósfera oscura, cuyo único punto digno de mención es la actualidad de su sonido. Pese a todo, decido que algo ha debido ver la crítica en ellos, así que me colocó los auriculares...

¿Y qué escucho? Pues un album casi tan flojo como su predecesor. Tan escaso de talento como limitado en cuanto a su variedad de registros, que insiste en sus percusiones machaconas, en temas instrumentales que casi no merecen el calificativo de composiciones por su base monocorde, su estridencia vacía y su ausencia casi total de instrumentos ("The seventh seal", "Skin machine", "A-Train"), y en composiciones con melodías apenas susurradas porque en realidad no dan para más. Ni siquiera cuando dan con una base de acordes lograda y potencialmente disfrutable ("My own black heart") encuentran la inspiración para enriquecerla, explotarla y construir a partir de ella una gran canción.

Por salvar algo, el optimistamente infeccioso "Their gun", que recuerda poderosamente a los Erasure de la última década (buena idea, mala terminación por repetitivo), la digna melodía pop de "Fireflies", y claro, ese "Becoming the wraith" que, sin ser tampoco ninguna maravilla, cuenta con la partipación de Peter Hook al bajo, lo que nos predispone completamente a su favor (y es que la nostalgia de los míticos New Order todavía es mucha).

Ahora que Erasure han publicado nuevo disco, voy a a ver si unos maestros cincuentones y de vuelta de casi todo siguen pudiendo con este endeble discípulo...

miércoles, 12 de octubre de 2011

Playlist 2006 - 2010

Ahora que la fórmula de Kiss FM se ha extendido como un virus a la práctica totalidad de las emisoras musicales españolas (y que, por tanto, es más fácil escuchar en cualquiera de ellas un tema de hace 15 años de un determinado artista que su éxito más reciente, por mucho que siga en activo) creo que es un buen momento para hacer el mismo ejercicio, pero limitado al último lustro.

Y es que en los últimos 5 años se ha hecho realmente complicado escuchar canciones nuevas a través de la radio y la televisión españolas. Además, 5 años es un periodo bastante amplio, pero más cercano que las canciones de los 80 que parecen no quererles dejar paso. Con lo cual he seleccionado composiciones del periodo 2006-2010.

Así que adjunto una "playlist" con 50 éxitos de ese periodo, de otros tantos 50 artistas, ordenados de manera que cada uno lleve al siguiente de manera natural. Debo aclarar que no son necesariamente las que yo considero mejores canciones de dicho periodo, pues me he limitado sólo a sencillos publicados, no he querido repetir ningún artista y he evitado intencionadamente temas que no encajaran en los patrones de las radios comerciales (por duración, temática, estilo, etc.). Más que nada este ejercicio pretende mostrar que se sigue produciendo música de calidad "radiable" en todo el mundo, pero por alguna razón no interesa apostar por los nuevos valores, o por las nuevas creaciones de artistas consolidados.

En la misma encontrarán algunos de los nuevos valores más en alza en los últimos años (Yeasayer, LaRoux, Gossip, Cut Copy...), pero también artistas con varias décadas a sus espaldas que siguen entregando grandes canciones (Tori Amos, Pet Shop Boys, Portishead, Madonna...) e incluso una proporción razonable de música creada en España (casi un 10% del total: Astrud, The Pinkertones, La Casa Azul y Single). En definitiva, una buena panorámica de los gustos actuales de quien esto escribe. Espero que la disfruten, y que, tal vez, les permita descubrir nuevas canciones e incluso nuevos artistas que no tienen el espacio que merecen en la radio española:

Enlace a la playlist.


Postdata: he preferido youtube a otras alternativas como Spotify ya que no requiere suscripción alguna y permite además disfrutar con 50 videoclips en su mayoría muy interesantes.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Falsos mitos sobre lo que es una buena canción



Hace unas semanas dedicaba una primera entrada a quiénes podrían determinar mejor cuando una canción es buena. Hoy propongo un enfoque diferente: el acercamiento a varios mitos que supuestamente permiten reconocer las buenas canciones entre las "menos buenas". Y que son, en mi humilde opinión, falsos. Procedo a desmitificarlos:

1) La música de unos estilos de música contemporánea es por defecto mejor que la de otros. Llevándolo a la práctica, que por definición la música rock sea mejor que la música de baile. Este mito obvia que, con la única excepción del hip-hop (un estilo compositivamente mucho más limitado), el resto de estilos de música contemporánea (pop, rock, soul, r&b, electrónica, etc.) comparten una estructura común: una base rítmica más o menos marcada por diferentes elementos de percusión; varias secciones de acordes convenientemente arregladas para que progresen de manera natural, y remarcadas de diferentes formas por todos los instrumentos no percusivos empleados; y una melodía principal (ya sea cantada o no). Así de simple es la fórmula mágica común a todos ellos. Por lo tanto, toda composición de dichos estilos estará en igualdad de condiciones a la hora de ser considerada buena. Otra cosa es que algunos estilos hayan sido más cultivados con uno u otro fin en distintas décadas y ello haya dado lugar a un número mayor de buenas canciones en ellos durante ese periodo, pero a priori todos (salvo el hip-hop) pueden ser el núcleo de una buena canción.

2) La música interpretada con instrumentos acústicos es mejor que la interpretada con instrumentos eléctricos. Algo así como si los hace unos años populares unplugged fueran de mayor calidad que una canción que recurre a dos guitarras y un bajo eléctricos y a diferentes pedales y amplificadores. Éste es un mito muy arraigado, hasta el extremo de que aún hoy muchos consideran que los mal llamados cantautores (ya saben, voz y guitarra o piano acústicos y unas letras más o menos comprometidas) entregan composiciones mejores que aquellos que "sólo hacen ruido". Quienes así opinan ignoran que la inmensa mayoría de las canciones de los principales estilos se componen con esos mismos elementos (voz y piano o guitarra acústicos), y que la diferencia es que después el artista de turno intenta enriquecer su creación con diferentes instrumentos eléctricos. Con lo cual en no pocos casos este mito tendría más lógica en sentido opuesto.

3) La música interpretada con instrumentos eléctricos es mejor que la interpretada con instrumentos electrónicos. Es decir, como si una pieza de heavy-metal fuera por defecto mejor que una composición de, pongamos, techno. Quienes así opinan ignoran que tan complejo como interpretar un solo de guitarra a 140 bpm puede ser secuenciar en ProTools una sucesión de sampling vocales que sería imposible de crear con cualquier otro medio. El mito de que la música electrónica es sólo pulsar un botón está muy extendido, pero la realidad es que cada instrumento tiene su complejidad y sus posibilidades, y puede ser igual de válido para instrumentar una composición.

4) Las composiciones musicales con un virtuosismo interpretativo incuestionable son mejores que aquellas que carecen de él. Evidentemente las dosis de virtuosismo pueden enriquecer una buena canción, pero desgraciadamente hay un gran número de músicos virtuosos (con su voz o un instrumento determinado) que producen canciones de baja calidad. En cambio, otros artistas mucho más limitados técnicamente han logrado dejar temas imborrables gracias a sus dotes compositivas.

5) Una canción con una letra brillante es una buena canción. Quienes así piensan obvian que estamos hablando de música y no de poesía. La música se basa en la escala pentatónica, no en las palabras: la letra es un complemento, un añadido que evidentemente puede realzar una buena canción pero nunca salvar una mala canción. La historia de la música (y no sólo contemporánea) está plagada de composiciones instrumentales que son también canciones excepcionales. Y también de multitud de canciones con una letra mediocre (cuando no prescindible) que sin embargo no han dejado de ser composciones memorables.

6) Una canción "seria" es mejor que una canción "divertida". Como decía en la entrada a la que aludía anteriormente, el objetivo de la música es provocar emociones en quienes las escuchan. Y tan interesante puede ser una canción que nos provoca tristeza o desasosiego como otra que nos provoque excitación o alegría. Todas son emociones humanas. Tal vez este mito se base en que en general la música divertida puede ser más un complemento de un evento o un acto que es ya por sí divertido, mientras que la música seria puede ser tal vez el único elemento de una gris tarde de domingo en casa, por lo que es más esperable que la música seria requiera una mayor calidad para lograr su objetivo. Pero la historia de la música está llena de canciones divertidas maravillosas.

En fin, éstos son sólo algunos de ellos. Espero que les permitan reflexionar.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Death Cab For Cutie: Codes and keys (2011)



Ben Gibbard siempre ha tenido un talento incuestionable a la hora de crear pequeñas maravillas pop de melodías fascinantes y atmósferas sugerentes. Pero desde que hace unos años dieron el salto a una multinacional, su banda, Death Cab For Cutie, entrega cada vez más con cuentagotas temas realmente memorables: "Narrow Stairs", su disco de 2008, ya reflejaba un bajón considerable frente a la solidez de "Plans". Y este "Codes and keys" baja aún más, si cabe, el listón.

El sencillo que anticipó el álbum: "You are a tourist", ya me dejó con la sensación de "¿y esto es todo?", que tan poco recomendable es para abrir boca: un riff de guitarra (algo más contundente de lo que es habitual en ellos) en ocho compases que se repite una y otra vez a lo largo del tema y Gibbard declamando por encima "This-fire-grows-hire" como grandes hallazgos, si bien la letra al menos es interesante. No es que sea una mala composición, pero desde luego queda muy lejos de sus clásicos. Pero es que el segundo sencillo y tema que abre el álbum, "Home is a fire", es poco menos que la sentencia de defunción de "Codes and keys": un tema tal vez válido para abrilo por su tono introductorio, pero sin solidez alguna, con esa melodía basada en fraseos espaciados de sólo tres notas y esa mala digestión de ritmo sincopados y guitarras repetitivas.

El segundo corte, "Codes and keys", mejora sensiblemente la impresión con ese piano que remarca una buena selección de acordes, una sección de cuerda que no cae en los tópicos y un ritmo mucho más logrado que el de los dos anteriores, demostrando que DFC aún saben cómo componer canciones de puro pop, intimista y subyugante. Pero desgraciadamente es uno de los momentos álgidos de una obra con muchos bajos: "Unobstructed view", seis minutos lentos hasta provocar la fatiga (¡y justo en mitad del disco!), "St. Peter's Cathedral", otro tema lento que sólo recuerda vagamente a tiempos mejores, "Stay young, go dancing", que podría haber firmado el Paul McCartney menos inspirado, la prescindible (aunque afortunadamente corta) "Portable television"...

Hay que buscar con paciencia para rescatar aquellas composiciones que al menos no desentonen en la trayectoria de los norteamericanos: "Some boys", una melodía cálida en las estrofas y con unos interludios instrumentales melancólicos, "Doors unlocked and open", que pese a su preludio monocorde a lo "I will posses your heart" que no hace presagiar nada nuevo, acaba revelando un brillante estribillo que luce especialmente en el tramo instrumental final y en especial mi favorita, "Underneath the sycamore", un bonito tema que arranca con un teclado cristalino, continúa con una base rítmica contundente a lo "Soul meets body", un intervalo instrumental con un punteo de guitarra precioso y una melodía tan bonita como tarareable (a pesar de lo que le cuesta a Gibbard llegar a todas las notas...).

Sí, es cierto que Death Cab For Cutie sigue siendo capaces de entregar algunas de las mejores composiciones del planeta pop, pero no es menos cierto que han emprendido una cuesta abajo que no están sabiendo detener, por mucho que no paren de intentar reinventarse a sí mismos (o al menos eso es lo que propagan a los cuatro vientos con cada nuevo trabajo). Confiemos en que de aquí a su próxima entrega la todopoderosa inspiración los visite con más regularidad.

sábado, 17 de septiembre de 2011

¿Cuándo una canción es buena?



Sin duda ésta es una de las preguntas que todos los que escuchamos música nos hemos hecho alguna vez. De modo más general podría haber planteado la pregunta así: ¿Cuándo un álbum es bueno? Pero dado que un álbum está compuesto de una serie de canciones, parece lógico reflexionar directamente sobre lo que pretende significar el calificativo "bueno" a nivel de canción. En esta entrada intento dar algunas claves para responder a esta pregunta.

La música es un arte cuyo objetivo primordial es provocar algún tipo de emoción (alegría, melancolía, rabia, excitación, etc.) en el oyente. Por tanto, cuando una persona, independientemente de sus conocimientos musicales, nos dice que "una determinada canción es buena" lo que debemos entender es que para esa persona esa canción es capaz de emocionarle, al menos en alguna medida. Desde ese punto de vista, canciones buenas son las que nos gustan, y dado que se está expresando un sentimiento, estamos ante una declaración tan personal que siempre debemos respetarla.

Ahora bien, en el mundo se crean cada año miles y miles de nuevas canciones, y es imposible incluso en esta era de internet poder escuchar todas y cada una de ellas. Se impone, pues, algún tipo de criterio a la hora de seleccionar la música que escuchamos, para tratar de asegurar que escuchamos música "buena". Selección que, para la inmensa mayoría de las personas que escuchan música, viene marcada por lo que promocionan en cada momento los medios de comunicación de turno. Ello implica que su selección entre "bueno" y "malo" se efectúe entre un subconjunto muy delimitado de canciones y con unas características muy concretas (no hay que olvidar que el mundo musical es un negocio muy lucrativo). Cierto es que el acceso a internet ha abierto todo un abanico de posibilidades a la hora de poder escuchar más canciones y con ello poder ampliar horizontes musicales. Pero en general lo que cabe esperar es que el público cuyo contacto con la música es exclusivamente dirigido por los poderes mediáticos tenga un concepto de "bueno" bastante pobre: ni tienen una cultura musical amplia, ni probablemente dominan un instrumento, ni mucho menos han llegado a componer nunca su propia canción. Con lo cual su opinión es esencialmente prescindible.

En un grado superior se sitúan aquellos que, bien por medio de las nuevas tecnologías, bien por estar en contacto con otros melómanos más evolucionados, poseen una cultura musical amplia (que abarca varios estilos, incluso varias décadas), pero que no dominan un instrumento musical y que nunca han creado sus propias canciones. Su concepto de "bueno" es más interesante, pero no deja de ser un concepto de carácter enciclopédico, externo... Es como el buen aficionado al fútbol que nunca ha jugado realmente en alta competición. Nos sorprendería la cantidad de supuestos entendidos y críticos musicales que encajan en esta categoría.

A un nivel superior se encuentran las opiniones de aquellos que tienen una amplia cultura musical, dominan un instrumento (incluso puede que dominen su propia voz), pero que nunca han llegado a componer sus propias canciones. Además del conocimiento externo, el dominio de uno o más instrumentos les permite apreciar la riqueza, la complejidad o la originalidad de una determinada canción, pero aún les falta un paso para que lo que ellos denominen como "bueno" lo sea en grado superlativo.

Evidentemente, la conclusión natural de lo expuesto hasta ahora es que la mayor probabilidad de que una canción sea realmente "buena" es que así lo entiendan muchas de aquellas personas que, junto con una amplia cultura musical, dominan uno o más instrumentos (incluyendo a ser posible su propia voz), y tienen una probada experiencia en la creación de sus propias canciones a partir de un pentagrama en blanco. Son ellos quienes mejor pueden desentrañar "el grano de la paja", y emocionarse ante un cambio de tonalidad heterodoxo, unos arreglos inverosímiles o una voz que lleva una determinada melodía a extremos sobrecogedores sin necesidad del lucimiento personal. Independientemente del año en que se compusiera, de si la difundió una multinacional o una independiente, o de si obtuvo o no determinados premios. Ése es, en la modesta medida de mis posibilidades a la hora de elaborar este blog, el enfoque que yo pretendo dar al término "bueno".

Así que ya sabe, toda canción puede ser "buena" para quien escucha música, pero en realidad la música "buena" sólo están en condiciones de apreciarla unos pocos.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Feeder: Renegades (2010)



Feeder ha sido durante la pasada década una de mis bandas favoritas de rock, a medio camino entre el mainstream y lo alternativo. Probablemente lo mejor de su carrera ya ha pasado, al menos el bajón comercial así parece sugerirlo. Y posiblemente consciente de ello su líder, Grant Nicholas, ha optado por dar un paso más en su faceta más rockera, dejando a un lado guitarras acústicas, arreglos orquestales y medios tiempos más o menos melódicos en pos de un estilo más crudo y mejor adaptado para interpretaciones musculosas en directo.

El resultado es un álbum muy corto (apenas 35 minutos), enérgico, sin preámbulos ni rellenos. El primer corte ("White lines") ya nos desvela lo que debemos esperar: más ruido y rabia que composiciones memorables. Justo a continuación, el primer sencillo ("Call out") encaja perfectamente en el concepto global del mismo: más rápido, con un cierto toque al punk-rock de la costa Oeste de EEUU y una melodía má que digna. El tercer corte y segundo sencillo ("Renegades") es uno de los momentos álgidos del álbum: aun manteniendo la energía y el estilo crudo de los anteriores, es una evidencia de que a Nicholas no se le ha olvidado encajar logradas secuencias de acordes para las distintas partes, por mucho ruido que las envuelvan.

A partir de entonces se alternan los momentos más o menos "prescindibles", abusando de clichés rockeros por encima incluso de los estribillos más o menos disfrutables que siempre cabe esperar ("Sentimental", "This town", "Barking dogs", "Left foot") y los que demuestran que aún se pueden esperar buenas composiciones de los galeses: "Down to the river" encajaría perfectamente en sus mejores álbumes, con sus segundas voces coreables, sus distintas partes perfectamente arregladas y su atmósfera depresiva, "Home" es la máxima expresión de lo que pretende el álbum con su ritmo vertiginoso y sus riff machacones a la par que disfrutables, y "City in a rut" podría pasar por un tema de la mejor época de Terrorvision.

Así, hasta llegar a "The end", el tema que en el que Nicholas se pregunta a sí mismo: "Is this the end of the road?". Tengo el convencimiento de que en algún momento no fue sólo una pregunta retórica, sino un cuestionamiento real a la continuidad de la banda. Pero también tengo la impresión de que la respuesta es no, de que Feeder ha entregado el álbum que les apetecía: un álbum de transición que a mi modo de ver ha sido más una terapia de desintoxicación comercial por vía rockera que les reconcilie con sus actuaciones en vivo y que les pueda permitir volver a entregar álbumes intachables como los que facturaron hace unos años. Confiemos en que así sea.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Robyn: Body talk (2010)



Body Talk es el séptimo álbum de Robyn. Un álbum de dance-pop conceptualmente muy original, ya que su contenido fue desvelándose a lo largo del pasado año en tres mini-albumes (partes I, II y III) cuya selección definitiva es el disco que hoy comentamos. Un álbum que ha despertado las críticas más unánimes a nivel mundial (nada menos que 86 sobre 100 en Metacritic, lo que significa que en prácticamente cualquier publicación musical especializada figura entre los imprescindibles del pasado ejercicio). Y que a mi modo de ver no es para tanto.

Cierto es que el sencillo que lo anticipó, "Dancing on my own" es sin duda una de las mejores canciones del pasado ejercicio, con su línea de bajo electrizante, sus diferentes partes perfectamente arregladas, su melodía armoniosa, su letra inesperadamente "profunda" y su energía incontenible (como puede apreciarse en la interpretación que he enlazado, correspondiente a la entrega de los Premios Nobel de 2010). Y que el segundo sencillo "Hang with me" es, a un nivel ligeramente inferior, otro temazo pop con una melodía inolvidable y un teclado a-lo-Neverending-story de Limalh que nos recuerda épocas más prolíficas. Pero la realidad es que el conjunto del álbum es mucho más irregular.

Al final son 15 los que formaron parte de la selección final, una cantidad excesiva a mi modo de ver. Ya los dos primeros temas ("Fembot" y ""Don't Fucking Tell Me What to Do") decepcionan a pesar de no desentonar con el estilo global del álbum, el primero por su melodía cursi y el segundo por excesivamente monocorde. Tras ellos Dancing on my own aumenta las expectativas, y de los cortes cuarto ("Indestructible") al octavo ("Call Your Girlfriend"), tercer y cuarto sencillos respectivamente, el álbum es homogénero, bailable, disfrutable, casi-casi inolvidable (basta escuchar "Love kills" o "Time machine" para corroborar esta impresión). Pero ahí acaba la fiesta: da la impresión de que Robyn ha juntado de modo consciente todos los momentos álgidos, y de que la crítica no ha terminado de reparar en semejante truco.

De ahí al final quedan nada menos que 7 temas, en su mayoría colaboraciones de postín (Röyksopp, Snoop Dogg) que no están ni de lejos a la altura de las anteriores y que incluso en ocasiones ni siquiera encajan con el estilo global del álbum. Quizá los únicos momentos salvables sean el dance-hall-reagge de "Dancehall queen" (en colaboración con Diplo) y el juguetón "Stars 4-ever" que cierra el álbum. Pero del resto no hay nada que rascar. Además, tanta composición menor hace olvidar el excelente tramo anterior, cuando no cuestionarse la producción un tanto espartana de dicho tramo estelar, la cual causa que cuanto más se escucha menos emocione.

En definitiva, un puñado de sencillos excelso (y que podrían ser éxito a nivel mundial a poco que se promocionaran) en un disco excesivamente largo. Amiga Robyn, para la próxima vez reduce aún más la lista de temas seleccionados: con nueve o diez sí que hubiera sido un álbum fantástico.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Cut Copy: Zonoscope (2011)


Después de su unánimemente aclamado album "In Ghost Color" de 2008, el retorno de la banda australiana era uno de los que con más ansia esperaba de este 2011. Dicho retorno vino precedido en 2010 por dos sencillos que iban a formar parte del mismo: "Where I'm going" y "Take me over". Sencillos que, dicho sea de paso, me decepcionaron ligeramente durante las primeras escuchas, el primero por sus excesivamente abvias bases rítmicas a-lo-Ronettes y sus coros a-lo-Beach-Boys, y el segundo por su bajo slap más propio de una sesión funky mal digerida. Así que cuando al final llegó a mis oídos Zonoscope el pasado marzo mis expectativas personales ya no eran tan altas.

Las primeras escuchas confirmaron tales expectativas: el tercer sencillo extraído y primer corte del disco, "Need you now", aun siendo más reconocible como Cut Copy que los dos anteriores, tampoco estaba a la altura de "Hearts of fire" o "Lights and music", por poner dos de los temas de referencia de su anterior disco. Y además el hecho de que los tres sencillos extraídos están colocados en los tres primeros cortes inmediatamente da la impresión de que el propio artista piensa que resto del álbum es poco más que relleno. Impresión que confirmo al no encontrar ningún tema que enganche desde el cuarto corte hasta el final.

Sin embargo, nuevas escuchas empiezan a revelar una ambientación sonora peculiar, una mezcla de texturas a priori difíciles de conjugar pero a las que poco a poco el oído se va acostumbrando. Y empiezo valorar los arreglos de los sintetizadores y ritmos programados que abundan en el disco, la variedad de tendencias que puede agrupar un solo trabajo bajo la manida etiqueta de synthpop.

Así, poco a poco, el álbum empieza a conquistarme. Ahora lo entiendo: los tres sencillos no pretenden ser nuevos himnos de la banda, sino sólo introducirnos a esta atmosférica propuesta, menos directa y más exigente con el melómano. Y me emociona el crescendo de la segunda parte de "Pharaohs and Pyramids", me catapulta a la pista de baile el estribillo de "Blink and you'll miss a revolution" con sus violines imposibles (por cierto, cuarto sencillo y para mí el mejor momento del disco), la combinación inverosímil de ritmos tribales y ecos raves de "Corner of the sky" e incluso se me empiezan a hacer cortos los ¡¡15 minutos!! de "Sun God", ese tema mayoritariamente monocorde con referencias a Chemical Brothers en su primer tramo y a Underworld en el segundo que sin embargo suena a Cut Copy por encima de todo. Incluso los dos minutos de "reverse" de "Strange Nostalgia for the future" justo en mitad del album tienen sentido, una vez te dejas llevar.

Con lo cual en el momento de escribir estas líneas se trata sin duda de mi album favorito de 2011: un album que permite descubrir detalles nuevos con cada escucha, que abre todo un abanico de posibilidades a la hora de arreglar y producir pop electrónico, en el que el todo es más importante que las partes. Es cierto que la voz de Dan Whitford no es gran cosa y que abusan de los "uuuuhs", que hay demasiadas referencias no bien digeridas a los sesenta y que sí que hay momentos más flojos como "Alysa" o "This is all we've got". Al fin y al cabo es un album incorformista, desafiante, pero lo que tengo claro es que con él Cut Copy confirman su talento sin repetir la fórmula. Un álbum brillante en estos tiempos de mediocridad.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Un respeto


En este blog pretendo exponer mis humildes opiniones sobre muchos aspectos del panorama musical. Dado que ello me obligará a expresarme francamente, para poder orientar a quien pueda leerlo, y por si en alguna ocasión alguien pudiera sentirse molesto con mis valoraciones, la primera entrada debe ser para expresar mi más profundo respeto por todos los creadores e intérpretes de todos los estilos de la música contemporánea.

La creación es una actividad tan compleja que sólo está al alcance de unos pocos: quien haya intentado alguna vez ponerse delante de un pentagrama en blanco o de su instrumento favorito para empezar a crear una obra nueva podrá valorar la dificultad que entraña. Por mediocre o repetitiva que nos pueda parecer una nueva creación, siempre debe tenerse un profundo respeto por la misma y por su creador.

También todo aquel que está dispuesto a interpretar una pieza musical (mediante su voz o su instrumento favorito) delante de una audiencia también tiene todo mi respeto. Evidentemente es más fácil leer una partitura o recrear un tema conocido y ya aprendido con anterioridad que crearlo desde cero, pero la interpretación también requiere valentía, confianza en uno mismo y unas nociones musicales como mínimo básicas. Así que no meniospreciemos a quienes lo hacen.

Una vez expresado mi mas profundo respeto por todos ellos, independientemente de que su música me guste o me parezca más o menos talentosa, ya podemos pasar a la acción...

miércoles, 31 de agosto de 2011

Bienvenido, amigo melómano

Bienvenido, amigo melómano a Pop, Rock y Más. La música popular contemporánea es actualmente tan abundante y compleja que nunca está de más otro blog en el que resaltar propuestas interesantes, criticar otras de menor valía y en general tratar de asuntos relacionados con la música. El pop, el rock, el soul, el techno, la música indie, la de las multinacionales... todo podrá tener cabida en este blog.

A pesar de que llevo más de 30 años escuchando todo tipo de música no pretendo que este rincón sea una exhibición de conocimientos enciclopédicos, sino simplemente la visión subjetiva de un músico y compositor ocasional y gran melómano en general. Así que si compartes mi gusto por la música, ¡sé bienvenido!