viernes, 29 de diciembre de 2023

Cannons - "Heartbeat Highway" (2023)

Con la presente entrada despido el año 2023 en este humilde blog. Y lo hago con unos debutantes en el mismo, aunque no en el panorama musical. Se trata del trío californiano Cannons, formado por el guitarrista Ryan Clapham, el teclista y bajista Paul Davis, y la cantante Michelle Joy. Quienes hace unas semanas publicaron su cuarto álbum de estudio, "Heartbeat Highway". Aunque ya llevaba tiempo siguiéndoles la pista (de hecho, "Bad Dream" formó parte de mi lista de mejores canciones de 2022), sus álbumes siempre me habían parecido un poco justos de inspiración, aparte de tendentes en exceso a los pasajes reposados. Sin embargo, con esta nueva entrega el trío ha encontrado la inspiración suficiente para sostener las nada menos que doce canciones que lo conforman, y parecen haberse esforzado conscientemente para no abusar de momentos empalagosos, contrarrestándolos puntualmente con canciones de tempo algo más alto y algún que otro espacio para sonidos más audaces.

Eso no quiere decir que la banda haya dejado completamente atrás algunas de las singularidades que les han lastrado desde el comienzo: empezando por su estilo un tanto añejo, y bastante asimilable a ese synth-wave un tanto ramplón cultivado actualmente por otros muchos artistas, siguiendo por su tendencia a que las distintas canciones de sus discos tiendan a sonar más parecidas de lo desable, y terminando por las históricas limitaciones vocales de Joy, habitualmente suplidas por su impactante presencia en el escenario. Todo esto se sigue apreciando en "Hearbeat Highway", pero en menor medida que en sus entregas anteriores, lo que refleja su crecimiento como artistas. Y si a ello le unimos que, pese a haber transcurrido sólo año y medio desde que publicaron "Fever Dream" (su anterior entrega), han sido capaces de crear doce composiciones que oscilan entre lo correcto y lo notable, se entenderá el porqué de su presencia aquí: los californianos han perfeccionado su propuesta y han conseguido elevarla hasta las cotas que llevaban tiempo apuntando.

Algo que refleja perfectamente el tema que abre el disco, que con buen criterio es también el que le da título (además de reciente cuarto sencillo): "Heartbeat Highway" es un tema relativamente rápido y bailable, pero sin embargo pleno de la elegancia que caracteriza a los buenos momentos del trío. Y eso que todo exhuda sencillez: la guitarra acústica de las estrofas, la eléctrica de los estribillos, la batería... pero los dos teclados que adornan el estribillo, la calidez de su melodía, incluso el cambio de un simple acorde en su tramo final ayuda a que se trate de un gran momento. "Crush", segundo corte y tercer sencillo, es un tema más claramente synth-wave que el anterior, sustentado por su bajo doblado en los dos canales, que tras unas estrofas "cien por cien Cannons" desemboca en un tarareable estribillo, con las repeticiones vocales de la palabra en cuestión y las distintas voces que añade Joy. El resto es la sabia adición de dos teclados que pueden pasar desapercibidos, pero que permiten al tema seguir creciendo en su tramo final. "Metal Heart" nos acerca la a estas alturas esperable pausa del primer lento del disco. Y aunque empieza algo blanda con su steel guitar de arpegio delicado, en seguida descubrimos que a unas bonitas estrofas le sucede un estribillo bastante menos empalagoso de lo previsto. Y tras sólo una segunda estrofa y un segundo estribillo Clapham nos introduce ya en un adecuado y bien ejecutado solo de guitarra, que por alguna extraña razón acortan en su mejor momento, y que deja con ganas de más. El siguiente tema, "Sweeter", es un medio tiempo de instrumentación sencilla que retoma la senda elegante, con suficiente espacio para los intervalos de guitarras entre cada estribillo, de buena factura, y a la que seguramente le falte crecer conforme avance el minutaje, o algún giro en su estructura.

En lugar de otro tema lento que le podría restar pegada al disco, a continuación nos encontramos con "Loving You", que fue el primer sencillo en anticipar el disco. Y con sus trucos de discoteca de hace casi medio siglo (guitarra funky, palmadas sintetizadas, unos bongos en estrofas y estribillos, bajo slap) adaptándose perfectamente a una de las melodías más certeras de su carrera, el resultado es excelente. Con los originales detalles, ahora sí, de su silbido tarareable, y de una efectiva parada casi desnuda que hace las veces de parte nueva. Tras este gran momento los angelinos sitúan "Bad Tattoo", que aparte del sintetizador que reproduce una voz distorsionada vía DST, no tiene mucho que ofrecer respecto a las anteriores, y se convierte en mi opinión en el tema más prescindible del disco. Si bien al no salirse de sus pautas creativas habituales tampoco es necesario pulsar el "forward". Afortunadamente el trío retoma su mejor senda con "Desire", segundo sencillo extraído hace unos meses, y que por su guitarra en primer plano y sus estrofas oscuras a mí me recuerda mucho a los mejores momentos del injustamente olvidado Chris Rea. El estribillo añade un teclado juguetón que lo acerca a los Cannons más canónicos, y los detalles instrumentales que van introduciendo a partir de su más breve segunda estrofa, o la parte nueva más trabajada y reseñable de todo el álbum, logran que éste tal vez sea su pasaje más destacado. "Can You Feel My Heart" podría ser perfectamente una balada de la compositora Diane Warren cuando se encontraba en su apogeo a finales de los años ochenta. Cálida, agradable y con una caja de ritmos un poco más elaborada de lo habitual, la parada tras la repetición de la frase que da título no logra conferirle la personalidad que buscan, con lo que el conjunto resulta correcto pero un tanto anodino.

Llegados al último tercio del disco, parece que éste se podría desinflar definitivamente, pero justo entonces surge la contundente caja de ritmos de "Always Will", que en seguida da paso a unas estrofas en acordes mayores realmente inspiradas. El estribillo, de una sola frase al principio (aunque más adelante Joy añadirá con buen criterio una segunda frase), no es tan deslumbrante, pero mantiene el tipo al servirse de la misma progresión armónica. Una reiteración armónica que soluciona en seguida una parte nueva que cambia la tonalidad y lleva el tema a otra dimensión. La única pena es que, como en casi todas las canciones del álbum, el trío parece decidido a no regalar ni un segundo extra, porque el precioso tramo instrumental del final, con sus dos guitarras haciéndose contrapunto, nuevamente se acorta antes de lo deseable. Tras este momentazo, "Cry Baby" baja lógicamente el nivel, pero no demasiado: otra vez una batería fortísima da paso a un tema de tempo más alto de lo que se podría suponer, y tras unas estrofas agradables, nos topamos con un estribillo particularmente elaborado, tanto en su número de frases como en la variedad de su letra, así como en su desdoblamiento (que es el que da lugar al título). Aunque el tema se queda simplemente en dos estrofas y dos estribillos, de nuevo las urgencias por terminar. "You" sorprende por su bajo electrónico distorsionado, casi la única novedad en otro tema "marca de la casa", correcto, cálido y bien ejecutado, cuyo mejor tramo corresponde a los intervalos instrumentales presididos por la guitarra de Clapham. Y el cierre lo pone "Dancing In The Moonlight", que a pesar de su título no guarda relación con la conocida canción de Toploader, y que rehúye del convencionalismo consistente en situar el "baladón" al final de todo álbum pop para entregar en su lugar un sobrecogedor medio tiempo, con dos estrofas de melodía completamente diferente, letra desoladora sobre una madrugada solitaria, y un excelente estribillo en el que los espacios que deja la voz de Joy son rellenados por la guitarra de Clapham, y el único (y a la vez fantástico) tramo instrumental presidido por el teclado de Davies, justo antes del final. Una gran canción que termina por corroborar la favorable impresión que deja el álbum.

Siendo sinceros, tras sucesivas escuchas es imposible pasar por alto algunos de los peros que se le pueden seguir poniendo a los discos de Cannons: predominio de temas más cortos de los necesarios (sin siquiera proporcionar el minutaje necesario a composiciones que lo requieren), un sonido sencillo que crean a partir de relativamente pocas pistas, cajas de ritmos que casi siempre se limitan a lo mínimo para llenar el espacio destinado a la percusión (sin apenas interés por resultar originales), unas letras que siguen ciñéndose a la temática habitual amor-desamor del pop más tradicional, segundas estrofas más breves... Pero el afán por apartar ese convencionalismo de lo que podría ser una entrega estándar del grupo (a saber: un par de temas movidos, varios medios tiempos elegantes, muchos temas lentos, la voz susurrante de Joy), y el notable momento creativo por el que atraviesan, son suficientes para que este "Hearbeat Highway" establezca un antes y un después en su carrera. Sus giras por Estados Unidos, cada vez más extensas y de mayor audiencia, así parecen confirmarlo. En todo caso, es evidente que el trío sigue habitando su universo particular, por lo que en su más que probable quinta entrega lo previsible es que se muevan muy poco de su propuesta. Veremos si para entonces les aguanta la creatividad que evidencia este disfrutable álbum de pop intemporal.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Metric - "Formentera II" (2023)

Poco más de un año después de publicar su aclamado álbum "Formentera", el cuarteto canadiense ha regresado de manera un tanto inesperada con "Formentera II". Que, pese a lo que su título pudiera indicar, no es una colección de descartes de su primer disco, sino otro álbum completo grabado con posterioridad al anterior. Aunque ambos compartan el hecho de que el grueso de sus canciones fueran compuestas durante la pandemia. Y que, además, la intención explícita de la banda es que ambos puedan escucharse uno tras otro como un todo cohesionado, de ahí lo elocuente de su título. En todo caso, se trata de un disco completo grabado para escucharse como un todo, con otras nueve canciones que abarcan unos nada desdeñables cuarenta minutos, con sus cuatro sencillos de referencia, y sin revisiones, remezclas, tomas en vivo o demos de canciones anteriores. Es decir, a todos los efectos, su noveno disco de estudio.

Y si "Formentera" llevó a Metric a unas cimas de reconocimiento nunca alcanzadas en sus veinte años de carrera anteriores gracias a su pop-rock de sonido contemporáneo y atrevido (sin diluir por ello una personalidad musical labrada a lo largo de tanto tiempo), "Formentera II" les consolida en ese sonido puntero y clásico a partes iguales, festivo y meláncolico según el momento, con textos siempre correctos, interpretaciones notables y una apreciable voluntad por dotar a cada composición de un sonido propio. Aunque quizá aquí falten los trallazos que hicieron del anterior seguramente el mejor disco de su carrera. En "Formentera II" seguiremos encontrando los sonidos, llas ganas de adentrarse en terrenos hasta ahora pocos transitados, los arreglos brillantes y las producciones impecables. Pero falta algún que otro momento estelar, un estribillo memorable, incluso una concatenación de dos o tres temas notables que hagan de este elaborado disco uno de nuestros favoritos de los últimos doce meses. Por lo que el álbum funciona como continuación de su hermano, pero no como el espacio para dar a conocer canciones que puedan pasar a formar parte de lo más granado de su repertorio.

Con buen criterio, el disco lo abre "Detour Up", un tema más bien rápido, luminoso, con un original contrapunto entre los teclados etéreos en trémolo y la incisiva guitarra eléctrica. Sin duda sus estrofas son de las mejores del disco: sostenidas por una progresión armónica impecable, los rasgueos de la guitarra eléctrica y un bajo lleno de ritmo, su melodía es elegante y pegadiza. El estribillo, en cambio, es más cuestionable: en notas altas, un poco alejado estilísticamente de las estrofas, desconcierta un tanto. Aunque los instrumentos que los canadienses siguen añadiendo en la segunda estrofa, el acertado cambio que supone introducir un puente antes del segundo estribillo, y la original idea de reemplazar la melodía cantada de este estribillo por unos elaborados riffs de guitarra, los muestra en plena forma a nivel instrumental. "Just The Once" fue el primer sencillo del disco, y también una valiente suerte de disco-rock, que igual mira a la instrumentación funky de finales de los setenta que al post-punk de mediados de los noventa. Lo que sucede es que el tema es más interesante como ejercicio estilístico que como momento disfrutable. Aunque el groove de su ritmo, la bien presente sección de cuerda directamente inspirada en el sonido philly, y su original parte nueva, primero instrumental y luego eficazmente cantada por Emily Haines, inclinan la balanza a su favor. El tercer corte, "Stone Window", es mi momento favorito del disco: desde luego el que más evidencia haber sido grabado en el mismo estudio habitualmente utilizado por los franceses Air o Daft Punk, también el más electrónico, con ese obsesivo bajo sintético, las percusiones electrónicas que poco a poco van complicándose, y una atmósfera a medias experimental y a media desasosegante cuando entran la batería y la guitarra, como si se tratara de los Garbage más oscuros. Es cierto que el estribillo es tan etéreo y parco en palabras que cuesta identificarlo, pero a cambio el solo de guitarra de James Shaw, y la extraña parte nueva en la que Haines y el sintetizador doblado en ambos canales repiten las mismas notas, incrementan esa sensación de estar frente a un momento singular.

"Days Of Oblivion" ha sido publicado hace tan sólo unas semanas como cuarto sencillo, lo que constituye un error desde mi punto de vista. Y no es que se trate de un mal tema, pero sus seis minutos se pueden hacer un poco cuesta arriba considerando que se trata de un medio tiempo más bien reposado e inusitadamente conservador desde el punto de vista instrumental. Lo que sucede es que el grueso de la canción no lo ocupan sus cuestionables estrofas, sino un puente y un estribillo más accesibles, también hay espacio para un largo intervalo instrumental en el que Shaw cambia la guitarra por un elaborado teclado que aporta algo de originalidad, y el tramo final introduce otra nueva parte cantada y un largo solo de guitarra. Todo lo cual termina por compensajar el largo minutaje. Lo malo es que "Who Would You Be For Me", quinto y corte y también segundo sencillo, incide en esa propuesta reposada, incluso más lenta que el corte anterior. Y aunque instrumentalmente resulte más interesante, y las estrofas sólo con las "slow strings" sintetizadas y la voz de Haines consigan captar nuestra atención, lo que probablemente el disco habría necesitado sería una dosis de energía y un dinamismo que este tema no aporta (aparte de trasladar la sensación de que el disco es más acomodaticio que su hermano, lo cual no es del todo cierto) Afortunadamente, el guitarrero comienzo de "Suckers" ya nos avisa de que el disco va a recuperar cierto nervio, y el original bajo y la solvente batería terminan de confirmarlo. Las estrofas son largas y elaboradas (tanto que el estribillo tarda en llegar), pero cuando lo hace vemos que rehúye de la inmediatez pop, y juega a impostarse como si se tratara de una segunda estrofa. Afortunadamente cuando aún quedan dos minutos, Metric baja el tempo, cambia el tercio, y nos propone una larga coda en acordes mayores de reminiscencias psicodélicas que consiguen que la canción termine por convencer.

El último tercio del disco lo abre "Nothing Is Perfect", otro medio tiempo mayoritariamente acústico, escogido además como segundo sencillo. Las estrofas, de melodía lenta, resultan agradables, y el estribillo a varias voces tal vez sea el más notable del disco, pero incluso a pesar del cambio que introduce esa parte nueva atmosférica y perfectamente imbricada, se echa de menos una batería que nunca aparece, y que habría otorgado al menos parte del inexistente ímpetu. El penúltimo corte, "Descendents", recupera afortunadamente a los Metric valientes en la instrumentación, sin importarles lo largo de un comienzo en el que nada menos que tres sintetizadores se reparten el protagonismo, hasta que entra la personal de Haines sobre un arpegio de guitarra eléctrica para un interpretar una larga estrofa que, sin embargo, no puede hacernos prever ese interludio de distorsión sintética a lo The Chemical Brothers, que precede al tramo instrumental mucho más convencional que hace las veces de estribillo. Y los sucesivos juegos entre las distintas partes logran que, ahora sí, los seis minutos se vayan en un suspiro. Y lógicamente, en un álbum más reposado que su antecesor, el tema que lo cierra es otro lento, "Go Ahead And Cry", aunque menos convencional de lo esperable, presidido por un bonito estribillo y por una llamativa manera de compaginar el sonido hammond del teclado que sostiene las estrofas con el sintetizador mucho más expansivo cuyo arpegio da consistencia al estribillo. Además, en este caso la batería sí llega y ayuda a dar empaque a un largo y disfrutable tramo instrumental final.

A pesar de carecer de momentos realmente brillantes, lo variado de la propuesta que encierran estos cuarenta minutos, y la naturalidad con la que su escucha encaja tras disfrutar con "Formentera", refrenda que los canadienses se hayan en ese punto de su carrera en que hacen lo que quieren, pero también quieren lo que hacen. Incluso aunque las composiciones no alcancen el nivel de inspiración de sus mejores momentos. Pero es que en el mundo hay actualmente muy pocas bandas capaces de entregar una propuesta tan equilibrada, tan actual, tan fresca, y al mismo tiempo tan personal. Y tras un cuarto de siglo de actividad exhudan todavía una creatividad y unas ganas de afrontar nuevos retos encomiables. Probablemente ahora tardarán bastante más de un año en alcanzar su décimo álbum de estudio, pero todo apunta a que cuando lo hagan, habrá que hacerse con él, porque rayará a un muy buen nivel.