sábado, 31 de diciembre de 2022

The Big Moon - "Here Is Everything" (2022)

El pasado mes de Octubre se publicó "Here Is Everything", el tercer álbum del cuarteto femenino The Big Moon. Las británicas ya habían aparecido por este blog en 2019, cuando la excelente "Your Light" formó parte de la lista de mejores canciones internacionales de aquel año, pero nunca antes con un álbum completo, pues el disco que contenía aquel tema, "Walking Like We Do" (2019) adolecía en mi opinión de cierta irregularidad, quizás a falta todavía de un punto de madurez. Pero tres años más tarde este "Here Is Everything" que hoy les voy a reseñar ha supuesto por fin su esperado salto de calidad, y las ha confirmado como una de las propuestas más interesantes de un Reino Unido en horas bajas.

Como si fueran conscientes de que era el momento de consolidar su carrera musical, el disco no escatima en esfuerzos: nada menos que cincuenta y seis minutos y trece temas, doce de ellos compuestos por su cantante y líder Juliette Jackson. Que oscilan entre el pop y el rock más atemporal, partiendo siempre de una base tan efectiva como difícil de conseguir en tantos y tantos discos: una buena progresión armónica. A partir de ahí, el trabajo en la producción de Adam Barlett, con quien las londinenses han colaborado por primera vez, también parece haber ayudado al éxito del conjunto, pues ha sabido instrumentar las canciones sin recargarlas demasiado, recurrir a teclados y piano para completar sonoridades y darles un barniz de contemporaneidad, y evitar que se pusiera de manifiesto que ninguna de las integrantes del grupo es particularmente virtuosa con su instrumento.

El disco lo abre "2 lines", que pese a no haber sido extraído como sencillo, es uno de los momentos álgidos del álbum, y un buen reflejo de lo que encierra: esa progresión armónica marcada por la guitarra acústica desde el comienzo, una melodía larga y elaborada en las estrofas, con unos certeros coros a partir de la segunda estrofa, y un estribillo a medias expansivo y psicodélico que, pese a ser claramente diferente a sus estrofas, armoniza bien con el resto del tema. Un solo de guitarra simple pero efectivo vertebra la apoteosis final, con Jackson cantando una octava por arriba. "Wide Eyes", segundo corte, fue escogido hace unos meses como primer sencillo: el teclado delirante del comienzo permite que la guitarra acústica que vuelve a llevar la progresión armónica no sea tan evidente como en el tema anterior. Se trata de una composición rápida, con otra estrofa bien construida y completada por un bajo rápido, que da paso a un estribillo más largo, con un bonito arpegio de guitarra, y una muy acertada variación de algunas notas en su repetición final. En "Daydreaming" es un sencillo piano el que desde el principio establece una progresión armónica que, sin miramientos, da paso a otra bonita estrofa. El elaborado estribillo, con una percusión especialmente pensada, y un melancólico tramo final instrumental, así como la primera parte nueva del disco, perfectamente integrada en el tema, reflejan el excelente nivel medio de las composiciones de este álbum.

"This Love", tercer sencillo recientemente publicado, es también la segunda canción más larga. En esta ocasión la guitarra acústica no se limita a llevar los acordes, sino que propone un sugestivo arpegio, sobre el que Jackson canta una melodía acogedora de notas bajas. Pero el estribillo de sólo dos acortes en esta ocasión sí baja un poco el listón, así que, aunque los intervalos instrumentales poseen una fuerte personalidad, y Jackson canta con rabia una inesperada parte nueva, su elección como sencillo no parece muy afortunada. "Suckerpunch", quizá la canción más acústica del álbum, con sus influencias del lejano Oeste, resulta una meritoria exploración de otros territorios no tan cercanos a su propuesta musical. Buenas estrofas realzadas por un certero piano, interesantes coros en su estribillo, una parte nueva instrumental con las dos guitarras eléctricas complementándose sin alardes, la altiva voz de Jackson... Otro pasaje notable. "My Very Best", es un medio tiempo, nuevamente con una bonita progresión armónica marcada por el piano sobre la cual les resulta relativamente fácil constriuir una emotiva melodía que es toda una declaración de amor en su letra. Y que tras un estribillo que no destaca pero que no desentona, nos ofrece un delicioso pasaje casi instrumental sobre los mismos acordes de las estrofas, en el cual unas cuerdas sintetizadas nada originales pero muy adecuadas ponen la guinda. "Ladye Bay", el séptimo corte, vuelve a ser un ejercicio de pop intemporal sobre unos inspirados acordes marcados por una guitarra acústica, sabiamente complementado por una contundente batería y un juguetón teclado que rellena todos los huecos. Que sin complicarse en variar de progresión en su apoteósico estribillo (que a mí me recuerda a los tiempos pop de Oasis), introduce la necesaria variación necesaria tras él, en especial en su muy elaborada progresión armónica, para que el conjunto no se vuelva monótono.

Escondido en el octavo corte se encuentra "Trouble", su segundo sencillo y para mí el mejor tema del disco. Esta vez es el prominente bajo el que marca otra progresión armónica marca de la casa. Las excelentes segundas voces en las estrofas, lo bien que engarza el puente con la distorsión de su excelente estribillo, su letra, mezcla de realismo y optimismo, esa fantástica parte nueva, que frena al principio para soltar toda la energía al final, y un nada complicado pero bonito solo de guitarra a modo de cierre, definen a la perfección lo que las británicas pueden ofrecernos. "High and Low" es la balada del disco: piano (espartano y demoledor) y voz (de melodía a veces entrecortada en las estrofas, de notas muy altas en el estribillo), y un reposado segundo estribillo en el que un teclado casi imperceptible se erige en inesperado protagonista, crean un panorama en el que sólo el inesperado cambio de tonalidad en su tramo final consigue mejorar aún más el conjunto. Evidentemente colocada justo después a propósito, "Magic" es, por el contrario, uno de los temas más rápidos del disco: estrofas elegantes con múltiples voces repitiendo eso de "Magic", un estribillo rotundo, con unos formidables teclados arropando el arpegio de guitarra y los coros, y una sencilla pero efectiva parte nueva con parada previa al subidón final, completan otra canción plenamente recomendable.

"Satellites" cierra el disco en su versión corta, la menos internacional. Ello probablemente explica su tempo reposado, la duración más alta de todas las canciones del disco, la melancolía que desprende, y unos teclados quizá demasiado altos en primer plano en los intervalos instrumentales. No es un mal tema, pero sí uno de los pocos que yo considero menos inspirados. Curiosamente, el único corte no compuesto por Jackson sino por la bajista Celia Archer es mi segundo momento favorito del disco. Y curiosamente también, no está subido a Youtube, por lo que no puedo añadir el enlace. Pero nos ofrece el ritmo más original de todo el disco, unas estrofas elegantes, un puente expansivo que pone los pelos de punta, y un estribillo que es prácticamente una segunda voz, con los mismos acordes que las estrofas, y distintas variaciones en la instrumentación según la repetición, de una elegancia deliciosa. Y el cierre en la edición más popular del álbum lo pone "Summer Still Comes", un medio tiempo de reminiscencias folk, en el que sobresale especialmente la interpretación vocal de Jackson, además de los particulares redobles de batería, pero al que tal vez su cadencia, tal vez su propuesta reposada, hacen que la considere la canción más floja de todo el álbum.

Es cierto que no es una banda que vaya a revolucionar nada en el trillado panorama del pop-rock, ni siquiera entre las bandas exclusivamente femeninas. Y no es menos cierto que para haber acabado de dar la campanada se echa en falta un sencillo estrella como en su momento lo fue "Your Light". Pero el nivel medio de prácticamente todas sus composiciones es inusualmente alto. Y la variedad de juegos compositivos, de ideas en la instrumentación, y de detalles de calidad a la hora de desarrollar las composiciones justifican que, de manera muy merecida, "Here Is Everything" haya llegado al Top 10 de álbumes en su país. Ahora sólo falta que ello suponga un aliciente suficiente para que Jackson y sus compañeras consideren afianzada definitivamente su carrera, y continúen a partir de ahora añadiendo muescas en próximos años a su pop-rock femenino e intemporal. Las necesitamos.

domingo, 18 de diciembre de 2022

Pixey - "Dreams, Pains & Paper Planes" (2022)

Hoy traigo a este humilde blog la que para mí es, sin duda alguna, la artista revelación de este 2022 que está próximo a terminar. Tras dos EPs que sorprendieron con temas tan sugestivos y frescos como "Electric Dream" o "Sunshine State", el pasado mes de octubre ha visto la luz "Dreams, Pains & Paper Planes", el primer (mini) álbum de la inglesa Pixey. Ocho canciones directas y apenas veintiocho minutos que se disfrutan de principio a fin, pues evidencian una madurez y una habilidad a la hora de mirar al futuro apoyándose en el pasado realmente encomiables. Sin temas de relleno, con una personalidad propia pero sin repetirse en ellos, una excelente producción que conjuga con habilidad instrumentos eléctricos y electrónicos, y unas letras a veces provocativa, otras irreverente, su aparición supone un soplo de aire fresco en un panorama tan plano y tan carente de talento como el que nos rodea en estos tiempos.

El disco lo abre "Recycled Paper Planes", también escogida como segundo sencillo. Sin duda un buen reflejo de lo que encierra el álbum: una sugestiva progresión armónica sostenida en las estrofas por su infecciosa guitarra y por un bajo lleno de ritmo, que tras dos repeticiones da paso a un estribillo tarareable a la vez que psicodélicamente futurista. Aunque no tanto como el original sintetizador que adorna una parte nueva que, como casi en todo el disco, no es más que una estrofa sin melodía vocal. El siguiente corte fue también el primer sencillo en anticipar este debut: "Come around (Sunny day)" baja el tempo y vuelve a vertebrarse sobre una guitarra eléctrica que me recuerda a las del debut de Clairo. La programación de la batería es tan certera que llena todos los huecos, y el estribillo coreable y apoteósico (acorde con el día soleado al que alude la letra, especialmente en la repetición final sin apenas acordes que lo apoyen) lo termina de convertir en un excelente momento. Igualmente "I'm Just High" es el tercer corte y también el tercer sencillo. Otra vez un tema con groove, a tono con su letra de desenfreno, de estrofas infecciosas y estribillo de muchas notas pero aun así con un sorprendente toque sinfónico en los teclados que lo envuelven. El cuarto corte, "Kids!", a pesar de no haber sido escogido (de momento) como sencillo, es sin duda mi momento favorito del álbum: casi un tema lento, las dos cajas de ritmos solapadas del comienzo se contraponen de manera fantástica, y enseguida las arropa un teclado para llevar los acordes que refleja la elegancia etérea del tema. La progresión armónica del estribillo, tras el cambio del puente, es la misma de las estrofas, pero las notas de ambos son muy diferentes, y la letra es pura irreverencia ("Fuck this! It's something we never asked for"). La parte nueva en realidad no es más que una meritoria desaceleración a modo de reprise, que da lugar a unas repeticiones finales del estribillo en las que una relativamente camuflada guitarra acústica remata una excelente producción.

"Melody (From You to Me)", algo así como una actualización de un tema de pop-rock a medio camino entre EMF y The Stones Roses, acelera el tempo y nos propone otra guitarra irresistible, unas estrofas directas en las que las partes declamadas complementan con talento la melodía vocal, y un estribillo que altera la progresión armónica y lo llena con unas notas largas que, a pesar del contraste con las estrofas, queda perfectamente armonizado con ellas. "So Just Smile", sexto corte, es otro medio tiempo con protagonismo desde el principio para la percusión programada, y quizá el más dulce desde el punto de vista melódico. Con una letra que intenta insuflar optimismo a una persona en horas bajas, tanto su preciosa estrofa como su efectivo estribillo son capaces de subir el ánimo a cualquiera. Y el tramo final, mezclando ambas melodías vocales a modo de coda, un acierto más de la producción. El penúltimo corte es "Treat Me Right", el segundo pasaje más reposado del disco (aunque por supuesto no estamos ante una balada). Otras estrofas elegantes, con un curioso cambio de notas en su segunda repetición, un expansivo estribillo que combina sensibilidad y cierto arrojo, y ahora sí, una parte nueva diferente y elaborada, en la que sobresale la manera gradual en la que se recupera un estribillo final que acaba sorprendiendo con su ritmo de puro drum & bass. Y el cierre lo pone seguramente el tema más intimista: "In My House", con sus acordes menores y su reverberadas estrofas, facilita el aterrizaje tras tanto subidón, aunque la calma envolvente de sus estrofas está bien contrapesada por un elaborado estribillo de notas altas en la que el Pixey deja traslucir de manera contagiosa su enojo.

Hacía mucho que no destacaba ocho temas de un mismo disco, pero es que todos ellos merecen individualmente la pena. Incluso a pesar de la poco habitual variedad de tempos entre ellos. Curiosamente es un disco que suena más norteamericano (cálido, guitarrero, indie) que británico (poca flema y menos pose). Y que en cada nueva escucha permite descubrir nuevos detalles, algo muy a tener en cuentra tratándose de un álbum de debut sin demasiados medios. Es posible que le sobre reverberación a la voz, y obviamente un par de canciones más, incluso aunque hubieran flojeado un poquito frente a estas ocho, habrían venido de perlas para llegar a una duración estándar. Pues tal cual ha quedado, "Dreams, Pains & Paper Planes" deja con ganas de más. Algo que también se percibe en unos sencillos que gradualmente van aumentando en repercusión, como lo refleja el número creciente de visitas de cada uno de ellos. Habrá que ver cuáles son los siguientes pasos de la de Liverpool, si sigue con ese desenfado propio de una propuesta sin grandes pretensiones comerciales, o intenta aspirar a cotas más altas de repercusión. Ojalá en ningún de los dos casos ello le suponga la pérdida de la inspiración y originalidad que han alcanzado su propuesta; podríamos estar ante una gran artista.

lunes, 28 de noviembre de 2022

Death Cab For Cutie - "Asphalt Meadows" (2022)

Hace un par de meses salió a la venta el décimo álbum de Death Cab For Cutie, "Asphalt Meadows". La banda de Ben Gibbard ha roto así un silencio de cuatro largos años desde "Thank You For Today". Un lapso durante el cual su propuesta apenas se ha desplazado un ápice de sus coordenadas habituales. A pesar de haber quedado reducido a poco más que el proyecto personal de su líder y compositor principal Ben Gibbard (desde la marcha, hace ya unos cuantos años, de Chris Walla), el grupo ha mantenido en sus últimas entregas una continuidad musical y una personalidad artística prácticamente inalteradas. Un hecho que con seguridad no les va a proporcionar ya apenas nuevos adeptos, pero que supone una garantía para los que valoramos su pop intimista y atemporal, siempre bien instrumentado a la vez que al margen de las modas. Descripción que, por supuesto, aplica también a este disco.

Con lo cual la impresión más o menos favorable que nos pueda dejar una nueva entrega de la banda depende casi en exclusiva del nivel de inspiración que haya alcanzado Gibbard durante la composición de los temas. Digo conscientemente "casi", porque siempre queda un pequeño margen para la experimentación (en este álbum ese espacio lo ocupa principalmente una única canción) o para cierta evolución en la instrumentación (algo que sí resulta más evidente en varios momentos, tanto por el impacto consciente de un mayor ruidismo como por las percusiones originales y muy trabajadas que mejoran el resultado final de varias canciones). Pero el grueso del disco lo sigue sosteniendo el talento y la inteligencia como creador de Gibbard, que, como ya les adelanto, no atraviesa su momento más boyante, pero que a lo largo de sus once canciones tampoco se muestra fuera de forma.

"I don´t know how I survive" es el tema encargado de abrir el álbum, y uno de sus mejores momentos (a pesar de no haber sido seleccionada como sencillo). Un original arpegio de guitarra en primer paso que sirve de base a unas estrofas de progresión armónica relativamente simple y notas altas y largas, el cual por sorpresa da paso a un estribillo contundente y ruidista, tras el cual entrarán dos sintetizadores juguetones muy meritorios para desarrollar una segunda estrofa mucho más evocadora. Pero lo que de verdad convence es la poderosa distorsión de su estribillo a dos voces cuando Gibbard por fin le concede el espacio necesario, incluyendo el efectivo solo de guitarra sobre esos mismos acordes en el tramo final. "Roman Candles", segundo corte, fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace ya unos cuantos meses. Un tema muy corto y directo en el que llama la atención desde el mismo comienzo su contundente batería. Sus estrofas sencillas y obsesivas (sobre todo cuando entra la estridente guitarra distorsionada en la segunda estrofa), y un estribillo marca de la casa, tarareable y melancólico, lo convierten en otro buen sencillo de su discografía. "Asphalt Meadows", el tema que da título al álbum, es otro momento agradable aunque no el tema estrella que tal vez cabría esperar. Quizá lo más brillante sea su poética letra, de un lirismo inusual en estos tiempos. Las estrofas, sostenidas con su contudente batería, poseen la característica melancolía de la banda, pero el estribillo, sin resultar decepcionante, deja un tanto frío (algo quizá agravado por lo alto y relativamente simple del arpegio de guitarra que lo adorna, si bien resulta más llevadero en la repetición final).

Con "Rand McNally" sucede algo parecido: sus estrofas, de una sensibilidad extrema, refrendan de nuevo el intemporal talento de Gibbard, tanto la más espartana primera, con su preciosa guitarra, como la más ornamentada segunda, con otra original batería y unos certeros sintetizadores. Pero el estribillo, quizá un tanto desnudo, baja varios enteros, y la parte nueva apenas la conforman unos pocos compases. Tal vez por eso, el estribillo final lo interpreta la banda sobre la progresión armónica de las estrofas. "Here to Forever" fue el segundo sencillo y, sin llegar a ser uno de los mejores momentos del disco, es una buena canción, además de un tema especialmente válido para ser interpretado en directo: por su tempo alto, por la contundencia de su batería desde el mismo comienzo, por su estribillo sencillo y tarareable, o por la acertada parada que acompaña a su breve parte nueva. "Foxglove Through the Clearcut" fue el tercer sencillo, y desempeña el papel de momento experimental del álbum, sobre todo por sus largas estrofas declamadas. Pero su parsimonia y la escasa melodía principal (un estribillo de muy pocas notas) constituyen una losa demasiado pesada para contrarrestar el interesante contrapunto entre las dos guitarras eléctricas, el original redoble de batería en los estribillos, o la distorsión final, resultando así el tema más prescindible del disco.

Afortunadamente a este pequeño desacierto lo rescata la formidable "Pepper", recientemente escogida como cuarto sencillo, y que sin duda es la mejor canción de las once: sin tan siquiera un compás que dé paso a la primera estrofa, su enternecedora letra ("Kiss me just this one last time // Tell me that you once were mine", la exquisita sensibilidad de sus estrofas, el piano que sabiamente equilibra la guitarra acústica, un estribillo simple pero que pone los pelos de punta cuando entra el sintetizador principal, y un desarrollo vertiginoso, sin un segundo de tregua, demuestran por qué siguen siendo una de las bandas esenciales en la música pop de calidad a nivel internacional. "I Miss Strangers" es probablemente el último momento álgido del disco, así como una saludable demostración de que después de un cuarto de siglo de carrera aún son capaces de crear temas rápidos y con nervio, alejados del aburguesamiento que suele equívocamente asociarse con madurez. Una vez más la batería raya a gran altura, y el contrapunto entre las guitarras aceleradas de las estrofas y los elaborados arpegios del estribillo funcionan mejor de lo que podría parecer; sólo el parón extremo que supone esa parte nueva tan larga le resta algún que otro punto. "Wheat Like Waves", el antepenúltimo corte, es el tema que más se aproxima al folk sureño de todo el disco, con una pátina costumbrista y una letra de referencias campestres, correctamente producida, de estrofas agradables y un estribillo un punto superior, al que le falta un poco más de personalidad y de inspiración para convertirse en otro momento álgido. "Fragments from the decade" es una melancólica mirada hacia atrás a una década que definitivamente no fue la mejor en la vida de su protagonista, como tampoco es la más brillante desde un punto de vista compositivo: balada con lejanas percusiones, atmósfera envolvente y guitarra slide, que hubiera funcionado mejor como tema de cierre que como penúltimo corte. Porque el cierre realmente lo pone "I'll Never Give Up On You", un medio tiempo con los sintetizadores más marcadamente electrónicos del disco, interesante como ejercicio exploratorio y con una un tanto inesperada aunque interesante progresión armónica en su estribillo, así como otro cambio de tonalidad en su parte nueva instrumental, pero que suena más a "cara b" de cualquiera de sus sencillos que a un momento álgido de este disco.

Para quienes seguimos desde hace tiempo a la banda, es relativamente fácil llegar a disfrutar lo que encierra este "Asphalt Meadows". Que como puede deducirse por la cantidad de temas para los que he añadido el enlace de su vídeo, es bastante más de lo que ofrecen la mayoría de los discos de este 2022. Y es que en términos absolutos se trata de un buen álbum, con pocas sorpresas pero suficientes buenos momentos. Lo que sucede es que no estamos ante una entrega que vaya a despuntar entre el nivel medio de su discografía. Algo agravado, además, por una cuestionable elección de los temas estrella. Todo ello, junto a que la banda ya lleva muchos años en activo y sus seguidores también van cumpliendo años, ha provocado que la repercusión comercial del álbum haya sido mucho menor que la de sus discos anteriores (quedan ya muy lejos los tiempos en que llegaron a alcanzar el número 1 en álbumes en su país con aquel "Narrow Stairs"). Lo que tal vez sea un mal presagio, pues si sólo aspiran a ir perdiendo gradualmente atención y público, no parece muy claro que Gibbard vaya a seguir luchando por la continuidad de la banda, ni que se sienta fuertemente tentado a arrancar un proyecto en solitario. Sería una pena, pues aún son capaces de cautivar con canciones tremendamente superiores a la mayoría de las que se publican en la actualidad.

domingo, 30 de octubre de 2022

Sigrid - "How to Let Go" (2022)

La de hoy es la primera entrada que dedico a la joven noruega Sigrid. Quien debutó en 2019 con un interesante álbum ("Sucker Punch"), del que me llamó especialmente la atención la bailable y ochentera "Mine Right Now". Pero al que le faltó un punto de consistencia para merecer una entrada independiente en este humilde blog. Algo que sí ha logrado con este "How to Let Go" que ha visto la luz hace unos meses. No gracias a la variedad en su propuesta (todas las canciones son claramente diferentes entre sí), sino porque ha conseguido que la mayoría de ellas merezcan nuestra atención. Algo que afortunadamente no ha ido reñido con su repercusión comercial, pues el disco, además de llegar a ser el más vendido en su país, también ha alcanzado el número dos de las listas británicas.

La propuesta de Sigrid es relativamente sencilla: pop contemporáneo, no demasiado difícil de digerir pero tampoco exento de calidad, que se va aproximando en cada momento a distintas corrientes y estilos sin dejar por ello de ser pop de consumo masivo. Es cierto que, a pesar de las notables cualidades vocales de la noruega, esas aproximaciones le restan algo de personalidad a su sonido, pero como contrapartida aseguran un álbum apto para muchos momentos y muchos potenciales oyentes. Señalar, además, que Sigrid participa en la creación de todas las canciones junto a "Sly" (Sylvester Sivertsen), el exitoso compositor danés que también se encarga de producir la práctica totalidad del disco. Primando siempre el impacto directo, con temas cortos que provocan que, a pesar de un tracklist relativamente extenso (12 cortes), el álbum sólo dure treinta y siete minutos.

El disco lo abre "It Gets Dark", elegida también como tercer sencillo. Un medio tiempo de inicio cinematográfico, estrofas armoniosas y complicadas de interpretar por su amplitud vocal, y estribillo más contundente, con un curioso bajo sintetizado que pocos esperarían como contrapunto a la distorsionada guitarra acústica, y que deja con ganas de más. Superior me parece "Burning Bridges", segundo corte, segundo sencillo, y mi segundo momento favorito del álbum: unos desconcertantes segundos de zumbido inicial que dan paso a un tema más rápido, que combina una letra de desamor y unas estrofas oscuras con un estribillo intenso muy bien realzado por una sección de cuerda sintetizada, y que vuelva a terminar tan repentinamente como comenzó. "Risk of Getting Hurt" es otro tema interesante construido a partir de un arpegio de guitarra eléctrica en las estrofas y un distorsionadísimo sintetizador en el estribillo, con unas estrofas cálidas, un estribillo complejo y difícil de cantar, y una elaborada parte nueva, y como único pero un ritmo sincopado que le confiere personalidad pero que quizá no era lo más indicado para sacarle todo el partido. "Thank Me Later" vuelve a subir el tempo y tras su comienzo instrumental de pura fantasía, propone un tema de estructura y arreglos pop clásico (arrancando con bajo, batería y voz, para añadir posteriormente la guitarra), que remata un bonito estribillo con una letra excelente ("I need to let you go, let you go / It's better for us both / You don't see it, but I'm doin' us a favour"), y que complementa otra muy completa parte nueva (cambio de tonalidad incluido).

"Mirror" fue el sencillo que anticipó el álbum hace ya más de un año. Otro medio tiempo corto y directo, con batería muy marcada, bailable gracias a su bajo sincopado y al piano electrónico de su estribillo, y con otra original sección de cuerda sintetizada, deudora de la música disco de finales de los setenta, que no desagrada pero que desde mi punto de vista flojea un tanto como eventual tema estrella del disco. A pesar de ser una balada un tanto convencional de piano y voz, me parece más interesante "Last to Know", con una desgarradora letra que refleja la intención de ocultar los sentimientos a una ex-pareja tras haber encontrado un nuevo amor, y una casi tan desgarradora interpretación vocal de la noruega, combinando sensibilidad y rabia a partes iguales. "Dancer", el séptimo corte, es mi tercer momento favorito. Un tema de pop-rock "arrastrado" que en sus estrofas recuerda mucho al "Shakermaker" de Oasis, pero que en su estribillo de notas altas y potentes Sigrid sabe llevar a su terreno. Y que vuelve a convencer en otra parte nueva tan elaborada como bien entroncada con el resto de la composición. "A Driver Saved My Night" es probablemente el tema más bailable y disfrutable del disco: un ritmo contagioso, una melodía pegadiza en las estrofas, un puente que coge fuerza, y un estribillo que vuelve a la progresión armónica principal con protagonismo destacado para la infecciosa guitarra eléctrica.

A pesar de lo que su título pudiera indicar, "Mistake Like You" es una balada relativamente colorista, casi dulce, en la que Sigrid lleva el teclado principal además de la voz, y que aunque no llega a resultar aburrida, tal vez sea el momento más prescindible del disco, incluso con un solo de guitarra eléctrica un tanto anacrónico. Afortunadamente le sigue mi tema favorito del álbum, "Bad Life", junto a la banda británica Bring Me The Horizon, un grupo que nunca ha acabado de alcanzar un gran reconocimiento de la crítica, pero que aquí crea a medias con Sigrid una brillante balada de rock que arranca con piano y se desarrolla con guitarras distorsionadas, y que sobrecoge por su preciosa letra sobre una persona al borde del suicidio, y su excelente melodía, que va creciendo desde la sobriedad de las estrofas hasta el nervio de los estribillos. Y en la que, por difícil que pueda parecer, Oliver Sykes, el cantante británico, gana a Sigrid en una interpretación vocal fantástica, todo lo cual justifica sobradamente su elección como cuarto sencillo. "Grow" es una balada acústica que vuelve a recordar a varias de las interpretadas por Liam Gallagher, coreable en su doble estribillo pero un tanto simple en su desarrollo, pues ni la composición ni la instrumentación varían apenas de principio a fin. Y, casi sin tregua, el disco lo cierra "High Note", otro tema lento y breve pero más interesante, aún relativamente convencional en su producción, pero que al menos va creciendo conforme avanza, especialmente con el cambio de tonalidad de su tramo final.

Para que el disco hubiera resultado redondo seguramente habría venido de perlas algún tema rápido más, una instrumentación algo más contemporánea en determinados momentos, y una apuesta por un sonido un tanto más personal. Porque pese a la calidad de Sigrid como compositora y sus cualidades como intérprete, si se sacan de contexto no es fácil reconocer como suyas muchos de las canciones de este disco. Lo cual puede perjudicar su carrera a largo plazo. Pero por ahora su juventud y su energía le aseguran un público fiel y un éxito internacional merecido, incluso aunque ni por estilo ni por propuesta se alinee con las modas actuales. De modo que sólo queda seguir esperando que en siguientes entregas continúe añadiendo buenos momentos a su discografía, para así terminar de consolidarse como una de las mejores apuestas del pop de los años veinte.

miércoles, 12 de octubre de 2022

Odesza - "The Last Goodbye" (2022)

Casi cinco años después de su último álbum de estudio ("A moment apart"), el dúo estadounidense Odesza ha regresado con el que es su cuarto disco, "The Last Goodbye". Un periodo aparentemente largo, aunque en realidad no lo ha sido tanto, pues entre medias Harrison Mills y Clayton Knight crearon el proyecto "Bronson" junto al productor australiano Golden Features, el cual dio como resultado un disco homónimo que ya reseñé en este mismo blog. Y cuyas exploraciones más orientadas a la pista de baile y a un sonido un tanto más crudo se dejan sentir en este regreso de Odesza. Una nueva entrega que, además, se ha beneficiado de que la todopoderosa Apple escogiera el tema que da título a la misma para una de sus campañas publicitarias más recientes. Lo que deja bien a las claras la influencia de la banda de Washington en la música contemporánea actual. Y que este álbum ecléctico y fácil de degustar pone de manifiesto.

Y es que pese a la cantidad de canciones que conforman "The Last Goodbye" (trece, ocho de ellas con invitados que se encargan de la parte vocal), se trata de un álbum de duración muy contenida para lo que se estila en discos de música electrónica (cincuenta minutos). Ello provoca que el disco fluya con dinamismo, y si algún tema en concreto nos llena menos, en seguida llega otro que cambia de registro y oxigena la escucha. Porque en esta nueva entrega el dúo ha potenciado su eclecticismo como seña de identidad, y aunque nos siguen proponiendo las influencias étnicas, los pasajes ambientales y las atmósferas envolventes que siempre les han caracterizado, no dudan en alternarlos con momentos más bailables o acercamientos al pop más actual. El resultado es lógicamente un tanto irregular, pero los aciertos priman sobre los errores, como lo demuestran los nada menos que seis sencillos ya extraídos.

"This version of you", el tema que abre el disco, enlaza perfectamente con el punto en el que el dúo dejó "A moment apart": un medio tiempo envolvente, sin apenas base rítmica, con una parte vocal declamada, y un crescendo antes del piano final, cuyo objetivo parece crear el clima para el resto del disco. Más interesante por sí misma resulta "Wide Awake", el siguiente corte, recientemente escogida como quinto sencillo. Con una complicada melodía de notas altas bien interpretada por Charlie Houston, llama la atención porque su colorida instrumentación a base de sintetizadores y efectos da paso en seguida a un contundente ritmo binario que la orienta hacia la pista de baile. Aunque ello no está reñido con un estribillo intimista y casi desnudo en su segunda repetición, ni con un sencillo pero apoteósico sintetizador en los intervalos instrumentales. Un tema notable, si bien personalmente prefiero "Love letter", tercer corte y tercer sencillo. Creada junto al también dúo de música electrónica The Knocks, el resultado es menos insulso de lo habitual en este anodino dúo: la voz de James Patterson canta una sencilla melodía y da vida a una progresión armónica sugestiva, que no varía en su desarrollo pero que incita al baile. Todo ello rematado por una de las mejores instrumentaciones del disco, variando continuamente con samplings diversos, teclados que aparecen y desaparecen y sólo unas notas de piano para cohesionar el junto.

"Behind the sun", cuarto sencillo además de cuarto corte, es un medio tiempo construido sobre un sampling de música iraní, que nos remite a los Odesza más reconocibles, pero que a pesar de su elaborada percusión y la contundencia de sus coros, supone un indudable bajón tras los dos temas anteriores. Pero la cosa en seguida remonta gracias a "Forgive me", mi segundo momento favorito del álbum, a pesar de no haber sido escogida como sencillo. Interpretada por la británica Izzy Bizu con la obvia intención de armonizar al máximo con el estilo de la composición, se trata de un tema de pop luminoso y rabiosamente contemporáneo, directo y con unas estrofas que levantan el ánimo a cualquiera. Una bonita producción, a partir de un bajo real, que va incorporando instrumentos poco a poco y añade la contundencia de la caja de la batería en su correcto y sinfónico estribillo, rematan poco más de tres minutos que podrían haber sido un éxito mundial en la voz de cualquiera de las veinteañeras que pululan en estos tiempos por las listas anglosajonas. "North Garden" recupera los Odesza "clásicos", con un sampling del pop de los sesenta, percusiones que varían continuamente, y efectos varios en otro momento más relajante que emocionante. Le sigue "Better now", segundo sencillo, con la participación vocal de la representante portuguesa en el Festival de Eurovisión de este año, Maro. Un tema cálido, no sólo por la voz de la portuguesa, pero para mi gusto un poco lento para que el contraste de su poderosa línea de bajo sintetizada y las estridencias instrumentales de su estribillo logren el resultado pretendido.

Escondido como octavo corte encontramos "The Last Goodbye", primer sencillo además de ser la canción que da título al álbum. Y que sin duda es su mejor momento, tanto que se ha convertido ya en el apoteósico cierre de sus conciertos, amén de la ya comentada campaña de Apple. Excepcionalmente cantada por la poderosa voz de Bettye LaVette, combina un fantástico y envolvente comienzo, un preludio que da paso a los flasheos del sintetizador principal antes de que finalmente entre la composición completa (no sólo estribillo, también estrofa), y con un largo interludio presidido por un efectivo bajo slap, antes de los dos minutos de apoteósico baile final (guitarra eléctrica incluida). Quizá con una duración un poquito más corta (ahora son seis minutos) sería una de los candidatas a canción del año. "All My Life" es quizá el tema más ambiental del álbum, una agradable superposición de trémolos que fluyen para aterrizar tras el subidón precedente, de resultado agradable pero no perdurable. "Equal" regresa a los tempos más altos y la electrónica más contundente. Con la voz de la británica Låpsley comandando un tema que combina estrofas más reposadas con un estribillo más estridente, es el tema que mejor encaja con la identidad del sello de Ninja Tune, donde habitualmente publican los estadounidenses. Si bien le falta algo de variedad para erigirse como uno de los grandes momentos del disco.

"Healing Grid" es un cinematográfico pasaje, en el que sucesivos samplings dan calidez a una colorista progresión armónica, en otro momento marca de la casa, agradable y lo suficientemente corta para que no se haga aburrida. "I Can't sleep", el penúltimo corte, es otro momento interesantes: arranca como "otro tema ambiental más" del dúo, pero en seguida una percusión sencilla, un ritmo arrastrado y un amago de melodía en un idioma ininteligible dan paso a un medio tiempo más crudo y personal de lo que cabría esperar, con mención especial para la superposición de melodías sintetizadas de su minuto final. Y el disco lo cierra "Light Of Day", un en apariencia reposado tema que recientemente ha visto la luz como sexto sencillo (no se pierdan el fantástico vídeo que lo acompaña), cuyos seis minutos en el álbum resultan un tanto excesivos, pero que acortados a cuatro en su versión single permiten comprobar como la un tanto repetitiva melodía vocal del islandés Ólafur Arnalds no es todo lo que encierra este tema, realzado por unos intervalos instrumentales movidos y conmovedores con esos crescendos sinfónicos arropando el efectivo sintetizador principal.

"The Last Goodbye" es uno de esos discos elaborados que ganan con cada escucha. Por ejemplo cuando reparemos en que el final de canción suela confluir hasta solaparse con el comienzo de la siguiente, o cuando nos demos cuenta de que algunas de las secciones de cuerda que escuchamos no son sintetizadas sino reales. La nómina de cantantes está bien escogida, pues casi todos se alinean en sus interpretaciones con la propuesta del tema en cuestión, y los abundantes sampling vocales hacen el disco apto para aquellos a los que la electrónica puramente instrumental les aburre. Además, el contar con un tema estrella tan claro ayuda a consolidarlo como un paso adelante en su carrera. Porque aunque es obvio que al disco aún le sobran momentos derivativos para ser igualmente disfrutable de principio a fin, posee los suficientes puntos álgidos, bien ubicados además, para explicar por qué ha alcanzado un meritorio puesto 11 en la lista de ventas de los E.E.U.U. Por desgracia, aquí en Europa seguirán siendo unos perfectos desconocidos, así que sólo espero que esta entrada contribuya minímamente a paliar esta circunstancia.

martes, 20 de septiembre de 2022

Let's Eat Grandma - "Two Ribbons"

Casi cuatro años después de "I'm all ears", el álbum que les dio a conocer al público internacional y que obtuvo el aplauso unánime de la crítica, el dúo británico Let's Eat Grandma le ha dado continuidad con "Two Ribbons", su tercer álbum de estudio. Un tiempo en el que Rosa Walton y Jenny Hollingworth han crecido, dejando de ser las adolescentes que maravillaron al mundo con su madurez creativa, para convertirse ya en unas mujercitas de las que lógicamente cabría esperar aún mayor solidez. Algo que este álbum no termina de mostrar. Aparentemente satisfechas con el resultado de su anterior entrega, el dúo ha vuelto a contar el productor David Wrench, por lo que al menos la continuidad sonora y estilística es evidente. Pero la duración de este nuevo disco es nada menos que doce minutos inferior a la del anterior, algo que indirectamente ya deja entrever una menor inspiración. Y que repetidas escuchas confirman. No es que se trate ni mucho menos de un mal álbum, pero sus seguidores esperábamos algo más.

A esa ligera sensación de decepción contribuye sin duda el tracklist del disco. Y es que en lugar de esparcir sus buenos momentos a lo largo de los poco más de treinta y ocho minutos, las chicas han optado por poner toda la carne en el asador desde el mismo arranque. Con lo cual la primera mitad del álbum resulta espectacular, confirmando que lo de "I'm all ears" no era casualidad. Pero la segunda mitad se desinfla entre fallidos intentos de adentrarse por otros terrenos y un par de canciones que en realidad son poco más que interludios de un minuto y medio como mucho. Un bajón que resulta aún más inesperado si tenemos en cuenta los casi cuatro años de los que el dúo ha dispuesto para crear nuevas composiciones. No sé si es que la presión ha pesado, o si han estado mal aconsejadas a la hora de expandir su sonido, el caso es que el resultado global es claramente menos satisfactorio que el de su predecesor.

Algo que, como digo, es imposible apreciar durante sus primeros cortes. Como "Happy New Year", tercer sencillo y el tema encargado de abrir boca: cerca de cinco minutos que capturan brillantemente el positivismo ante la oportunidad que siempre supone comenzar un nuevo año. Teclados sencillos y estridentes a partes iguales, una excelente melodía en las estrofas, frecuentes variaciones instrumentales, un estribillo más reconocible por el teclado que lo sustenta que por su melodía vocal, y la elaborada y casi coral parte nueva. Cuya sonoridad, además, entronca perfectamente con la que dejaron en los últimos compases de "I'm all ears". "Levitating", segundo corte y cuarto sencillo, insiste si cabe un poco más en ese electro-pop de andar por casa que el dúo cultiva con esa singular mezcla de ingenuidad y experimentación. Por momentos tal vez demasiado pop, su extraño estribillo a dos voces de notas muy diferentes termina convenciendo tras unas cuantas escuchas. Y todo ello con otra letra plena de romántica sinceridad, rematada por un extraño y original solo de sintetizador a modo de cierre. Si bien para mí el mejor momento del disco es su siguiente corte, "Watching you go". Recientemente escogido como quinto sencillo, desde el comienzo la excelente combinación de su progresión armónica y su melodía, de una elegancia melancólica, hace aflorar en el melómano sentimientos que creía olvidados. El estribillo, de una tristeza sobrecogedora y rematado con esa desnudez instrumental de la frase que le da título, raya a gran altura. Y solamente el estridente solo de guitarra del final desentona un poco con esa electrónica de andar por casa que tan bien dominan. En todo caso, hasta este punto el álbum es prácticamente impecable.

El álbum sigue convenciendo porque el cuarto corte es nada menos que "Hall of Mirrors", el primer sencillo extraído y seguramente la segunda mejor canción del álbum: tras otro original comienzo, nos entregan nuevamente una elegante estrofa sobre un colchón sintetizado que, sabiamente dimensionado por un espartano puente, da paso a un estribillo no tan certero pero que no desentona. Además, conforme avanza el minutaje podemos apreciar toda la exhibición de los más diversos sintetizadores rellenando el espacio, pero nada anticipa la sorpresa de un solo de saxofón, un instrumento casi erradicado de la música contemporánea. Ni esa nueva variante que le dan al tema antes de algo tan singular que no puedo calificar exactamente como la repetición final del estribillo. El quinto corte, "Insect Loop", sin llegar al nivel de los cuatro anteriores, sigue siendo un tema notable, con esos originales loops de sintetizadores en ambos extremos desde el comienzo, y otra melodía de pop certera, pero el arpegio de guitarra, demasiado alto y desnudo, le resta puntos (no así la guitarra distorsionada que marca los acordes a partir de la segunda estrofa, ni el arpegio de la guitarra acústica en lo que, siendo generosos, podríamos identificar como estribillo). Otro punto a su favor es la parte nueva, que vuelve a rayar a gran altura, pero el solo de guitarra posterior hace que nos olvidemos de ella. Tras él, los oníricos treinta segundos de "Half Light" se disculpan como un interludio inocuo, pero desgraciadamente marcan el comienzo de un desplome que ya no se detendrá.

"Sunday", séptimo corte, es un tema lento construido sobre una caja de ritmos un tanto convencional (con la caja en cada cuatro compases y los platos a partes iguales por ambos extremos), en el cual la omnipresente guitarra acústica puede hacer que dejemos de prestar atención a sus bonitas y dulces estrofas, pero el estribillo de notas altas tampoco ayuda, pues resulta demasiado dulzón. Y a pesar de los intentos por mantener la producción al mismo nivel que los primeros cinco cortes, conforme el tema avanza se pierde entre pasajes anodinos y excesivamente alargados. "In The Cemetery" es otro evocador interludio, que igual puede recordarnos a un bucólico cementerio que a un pasaje de electrónica campestre de un artista nórdico cualquiera, y que sin ser desagradable se queda muy lejos de cualquiera de los temazos de la primera mitad del álbum. Pero es que tras él ya sólo quedan dos canciones, encima lentas las dos: "Strange conversations" es el tema menos LEG que han grabado hasta ahora, una balada acústica como otras miles que ya hemos escuchado en tantos otros artistas, de melodía correcta y por momentos agradable, pero que por mucho que le añadan una guitarra eléctrica y una sección de cuerda sintetizada a su tramo final para dotarle de algo más de contudencia, confirma que lo que le da valor al dúo son sus arreglos electrónicos y sus ritmos menos reposados. Y el disco lo cierra "Two Ribbons", el tema que le da título, además del segundo sencillo (y el peor de su carrera, me atrevo a decir): casi cinco minutos y medio que se vuelven demasiado lentos después del tema anterior, considerando además su monótona progresión armónica (simplemente se limita a cambiar entre los mismos dos acordes a lo largo de sus larguísimas estrofas, que abarcan desde el principio al final del tema),y que su estribillo, más entonado, es demasiado breve para mejorar la impresión global del mismo. Con lo cual el final del disco casi supone un alivio, quedando lejos de esa fantástica primera mitad.

Quizá un reflejo de ese menor impacto de lo esperado al que aludía al principio de esta entrada haya sido el devenir comercial del disco. El cual, aun entendiendo que se trata de unas artistas de música independiente, muy alejadas además de las modas de encefalograma plano que copan actualmente las listas, ha quedado sensiblemente por debajo de lo esperado. Y es que tras la repercusión que habían tenido hace cuatro años, llegar solamente al puesto 26 en la lista de su país se antoja demasiado poco. Y ello a pesar de que cuatro de los cinco sencillos extraídos no tienen nada que envidiar a los mejores temas de los dos primeros álbumes del dúo. Así que el futuro de Let's Eat Grandma se antoja un poco incierto: puede que definitivamente pierdan la chispa y el declive las haga convertirse en una propuesta anodina, o puede que mantengan la creatividad de estos excelentes sencillos, y antes de que transcurran otros cuatro años les den continuidad, aprovechando para reivindicarse a sí mismas. O incluso que intenten labrarse unas carreras en solitario. Habrá que verlo.

domingo, 28 de agosto de 2022

Florence + The Machine - "Dance fever" (2022)

El pasado mes de Mayo vio la luz "Dance fever", el quinto álbum de Florence + The Machine. Que podemos resumir en los cuatro años transcurridos desde "High as hope" (2018), una entrega con buenos momentos aunque menos sólida que sus discos anteriores, y en el reclutamiento de dos colaboradores de postín: el ubicuo Jack Antonoff, responsable de los éxitos de Lorde además de líder de Bleachers, y Dave Bayley, líder de los tan de moda últimamente Glass Animals. Tiempo y nombres que, sin embargo, no han producido el resultado esperado. Y es que para mí es evidente que "Dance fever" es el álbum más flojo en la carrera de la británica. Aunque afortunadamente eso no significa que se trate de un mal álbum.

Quizá las dos razones detrás de ese bajón un tanto inesperado sean la pérdida de parte de su identidad musical, y la abundancia de momentos anodinos entre sus catorce canciones (en realidad doce temas completos). Respecto a la pérdida de identidad, la voz poderosa y personal de Florence sigue ahí, y los textos a veces duros y a veces provocativos, también. Pero históricamente su música, aunque ecléctica, se ha encuadrado mayoritariamente en una suerte de pop barroco, con instrumentos poco habituales en el panorama contemporáneo como un ominipresente harpa, violines, coros de raíces celtas, y una profusión de instrumentos convencionales orientados siempre a dorta de un gran vigor a sus canciones. Pero en "Dance fever" apenas hay arpas, poco barroquisimo, y algunas canciones resultan incluso espartanas en sus arreglos. Hasta el punto de que, si elimináramos la voz de Florence, costaría reconocerlas como temas suyos. Por su parte, los momentos anodinos son fáciles de localizar, y desmerecen en buena medida los buenos pasajes, que por fortuna también los hay.

Ese sonido espartano se hace evidente desde el mismo comienzo del álbum, de lo cual se encarga "King", elegido también como primer sencillo: compositivamente no es un mal tema, y los "ohhh" del tramo final poseen cierta energía. Pero instrumentalmente es un tanto ramplón, abusa de la misma progresión armónica, y ni siquiera el violín sirve para rellenar los múltiples huecos en su sonido. Ese sonido un tanto pobre e impersonal se hace más patente si cabe en "Free", recientemente escogido como cuarto sencillo: más rápido y enérgico que su predecesora, no es tampoco una mala canción, pero el bajo sintetizado es de demo de grupo cutre. Y la canción es absolutamente lineal, no hay apenas cambios musicales entre estrofas y estribillo, tampoco una parte nueva, ni espacio para un solo en condiciones de algún instrumento. Con lo cual, cuando termina, la sensación es casi de fatiga. "Choreomania", pese a no haber sido escogida como sencillo, es la primera canción que realmente hace justicia a la fama de la banda: un loop sintetizado que ahora sí suena limpio, unas frases declamadas que crean el clima adecuado, y una bonita (aunque apenas la cambian un poco en la segunda estrofa) progresión armónica sobre la que Florence desplega una resplandeciente melodía. Además, el uso de los coros para retrasar la entrada de la caja de la batería hasta el segundo estribillo es original y efectivo a la hora de aumentar la garra del tema.

Después de tres canciones que van de menos a más, nos topamos con "Back in town", el primer momento un tanto decepcionante del disco. Un elaborado comienzo con coros casi de película fantástica, que da paso a un tema lento sostenido por una melodía demasiado clásica, la cual insiste una y otra vez en aquello de "I came for the pleasure, but I stayed for the pain", y que se va tan anodinamente como llegó. Lo mejor de "Girls against God" es su título, pues por lo demás vuelve a ser otro tema lento, de sonido un tanto impersonal, con una simple guitarra acústica para sostenerla, y en la que una melodía muy bien interpretada y reforzada por las habituales voces dobladas y coros pero insípida, una letra que no encierra el desengaño contra la divinidad que cabría esperar, y una duración excesiva, resultan decepcionantes. Menos mal que cuando el tedio ya empieza a amenazar viene al rescate "Dream Girl Evil", el segundo gran momento del disco: por fin una canción que suena 100% a Florence + The Machine, con una progresión armónica más variada y de mucha mayor tensión, que permite a Welch brindarnos la mejor interpretación vocal de "Dream Fever". Y que pese a su cadencia sí va creciendo poco a poco hasta poner los pelos de punta cuando, a partir de la segunda repetición del estribillo, entran todos los instrumentos. Tanto, que es la primera canción que sí que ofrece un atisbo de solo de guitarra y una saludable parada antes de su precioso tramo instrumental final.

"Prayer factory" es el primero de los dos interludios del disco, apenas un minuto de misterio con fuertes reminiscencias a las bandas sonoras de las películas de detectives de hace unas décadas, que tal vez podría haber dado más de sí de haber sido desarrollada hasta un tema completo. "Cassandra" arranca tímida y poco prometedora, como apuntando a otra balada menor, pero conforme va avanzando la melodía va ganando solidez y garra, hasta llegar a un estribillo oscuro y enérgico, sin duda lo mejor de esta canción. Aunque nuevamente la instrumentación no acaba de resultar certera, hay huecos en los arreglos, y falta capacidad para sacarle toda la garra a la melodía: sólo los coros del tramo final y el medio minuto de cierre nos recuerdan que esto es realmente un tema suyo. "Heaven is here", segundo sencillo, comienza con una impactante interpretación casi a capella, donde Florence literalmente grita para dar rienda suelta a toda su energía... y poco más, voces haciendo ruidos, algún que otro golpe, y se acabó lo que se daba... "Daffodil" no mejora el panorama: Florence vuelve a brillar con su interpretación vocal desde el mismo comienzo, y la melodía sí que por fin incorpora elementos barrocos y de música clásica... pero el ritmo es pesado como en los temas flojos de la última época de Oasis, y la progresión armónica no encierra nada especial, por lo que aparte de aturdirnos por momentos, la melodía no logra cautivar.

Justo cuando comenzamos a pensar que el álbum se desliza sin frenos hacia un final insustancial, surge "My Love", tercer sencillo y el último gran momento del disco. Aunque de sus tres minutos y medio en realidad la canción no llega a tres (el comienzo son las típicas voces etéreas de Florence). La melodía permite a Welch lucir toda su amplitud vocal, con las estrofas en tonos bajos y el estribillo realmente alto. El piano lleva los acordes casi como si fuera un piano de house, pese a lo cual encaja bien en el ritmo un poco más alto de lo habitual. Además, la progresión armónica por fin cambia dos veces (en la segunda estrofa y en la parte nueva más elaborada de todo el álbum), y si bien el final podría haber dado un poco más de sí, es la mejor muestra de que aún podemos esperar grandes canciones de ellos. "Restraint" es el segundo interludio, una guitarra acústica y Welch cantando con una voz extraña y poco afortunada. "The bomb" es otra balada "de madurez", que no desagrada escuchar pero que tampoco aporta nada nuevo en sus menos de tres minutos, y que sin duda se habría quedado fuera de sus primeros álbumes. Y el colofón lo pone "Morning Elvis", una melancólica referencia a un supuesto encuentro con el legado del Rey del Rock que en realidad nunca llegó a suceder. Con dos steel guitars en primer plano, sin apenas percusión, resulta demasiado lenta, más aún después de otras dos canciones que tampoco destacaban ni por su ritmo ni por su energía. Aunque el estribillo es agradable, y bien complementado por las múltiples voces que doblan la voz principal.

La discografía de Florence + The Machine es ya tan sólida y extensa como para que un disco menor, del que tal vez en un futuro sólo rescate 2 o 3 canciones para sus giras, no va a suponer una merma en su prestigio. Y es posible que tampoco lo suponga comercialmente, pues "Dance fever" ha vuelto a alcanzar el número uno en su país, y ha sido Top 10 en las principales listas del planeta, incluyendo los Estados Unidos. Pero si de verdad quiere de ahora en adelante darle nuevos aires a su carrera, sería mejor que Florence Welch revise su nómina de colaboradores, y rescate a los que tanto lustre le dieron a sus primeros discos, en vez de optar por nombres de moda pero evidentemente sobrevalorados como creadores. En suma, un pequeño paso en falso, o cinco o seis momentos dignos de su discografía; lo que ustedes prefieran.

domingo, 24 de julio de 2022

Dubstar - "Two" (2022)

El pasado mes de Mayo ha visto la luz "Two", el quinto álbum de estudio de los británicos Dubstar. Aunque Sarah Blackwood y Chris Wilkie, actuales miembros del antiguo trío, han preferido titularlo "Two", es decir, el segundo álbum tras su reformación. A pesar del reinicio de la numeración debo empezar aclarando que, al igual que sucedía con "One" (2018), su anterior entrega, la ausencia del teclista y compositor Steve Hiller no ha alterado apenas la propuesta de Dubstar, que sigue manteniendo prácticamente la misma dosis de electrónica para arropar su pop elaborado y atemporal. En ello quizá haya tenido que ver la intervención de Stephen Hague como productor, un veterano de esto que alcanzó su cima allá por los ochenta produciendo a Pet Shop Boys, New Order o los propios Dubstar, y que ha vuelto a conferir su habitual pátina envolvente a las composiciones del dúo. Pero, ¿y las canciones?

Pues a pesar de que inconscientemente estemos ya acostumbrados a que la pandemia alterara el método creativo de infinidad de artistas, los cuales por lo general han regresado como consecuencia con obras menores, en el caso de Dubstar la inspiración les ha alcanzado para un buen número de temas. Porque "Two" no es un álbum maravilloso, ni siquiera el mejor de su discografía, pero sí un disco con los suficientes buenos momentos como para haber extraído ya cinco sencillos, que nada tienen que envidiar a sus clásicos de los 90. Aunque lógicamente hay matices.

El álbum arranca por todo lo alto, con "Token", cuarto sencillo y mi momento favorito del disco: el arpegio de piano que lo abre y que rellena todos los intervalos instrumentales es delicioso, pero deja el suficiente espacio para la sorpresa de un bajo sintetizado "trotón" que le otorga contundencia a su brillante proyección armónica. El estribillo es tan largo como musicalmente inspirado, y el cambio de tonalidad que introduce en sendos compases es un guiño a otras composiciones de la banda. La certera guitarra de Wilkie da lustre a la segunda proyección armónica, y la melodía diferente en las repeticiones finales del estribillo, y los elaborados juegos con la percusión electrónica de Hague terminan de rematar uno de mis temas favoritos en lo que va de año. "I can see you outside", segundo sencillo a finales del ya lejano 2020, no llega a tan alto nivel, pero su comienzo, con la batería programada y la manera como poco a poco van entrando piano y sintetizadores hasta dar pie a su melancólica estrofa, es fantástico. Lo que sucede es que el estribillo, por lo demás elaborado y agradable, cambia en demasía para mi gusto la atmósfera de las estrofas, y uno no sabe si está ante un tema bailable pero introspectivo o efervescente. No obstante, la buena instrumentación de Hague y la guitarra final de Wilkie, en un tramo final que es más instrumental que una mera repetición del estribillo, son más que recomendables. "Tectonic plates" fue el tercer sencillo hace ya casi un año: más lento que las dos anteriores, su base rítmica un tanto sincopada supone un saludable cambio de registro frente a las dos anteriores, pero el estribillo, salvo en su tramo final, se parece demasiado a las estrofas, que a su vez parten de la misma melodía que los tramos instrumentales del comienzo. Por lo cual, y a pesar de la solvencia instrumental y de la elegante producción, esa reiteración en la melodía es la que hace que la considere una canción menor.

"Lighthouse", el cuarto corte, con su comienzo de cuerdas sintetizadas más propio de una superproducción de Hollywood, no anticipa la oscuridad que encierran sus sentidas estrofas, ni la elegancia altiva de su excelente estribillo. La batería real, y los arreglos más clásicos contribuyen al impacto emocional de tema, aunque no tanto como ese segundo estribillo repleto de notas que Blackwood canta con maestría justo antes de un arpegio de guitarra "marca de la casa" de Wilkie. "Tears", siguiente corte, ha sido elegido recientemente como quinto sencillo: una elegante balada, con esos acordes que cambian la tonalidad estratégicamente situados, la impecable interpretación de Blackwood, un sencillo piano para vertebrar el tema, los detalles que poco a poco va añadiendo Hague (una sencilla caja de ritmos, la sección de cuerda recreando los acordes), y esa emoción contenida hacen que estemos ante otro de los grandes momentos del disco. Casi tanto como "Hygiene strip", el primer sencillo que anticipó las nuevas canciones de los británicos hace casi dos años: otra dosis de pop intemporal, con sus largas estrofas bien presentes desde el comienzo, una programación electrónica de caja contundente que poco a poco va creciendo al más puro estilo Hague, y un estribillo evocador que no para de retorcerse sobre acordes inesperados, hasta desembocar en sendas codas instrumentales que ponen el contrapunto.

"Blood", el séptimo corte, con su marcado ritmo entrecortado, y sus efectos electrónicos envolventes, vuelve a insuflarle a "Two" nuevos aires. Aunque la melodía de las estrofas tal vez se mimetice demasiado con la base rítmica, y por mucho que Hague y Wilkie vayan desplegando toda su parafernalia, o que Blackwood repita una y otra vez aquello de "when they show the light in your eyes, it's clear that blood..." en su tramo final, el resultado es un tanto monótono. "Social proof" parece el tema menos elaborado del disco, y probablemente es que no lo necesite: la steel guitar de Wilkie desde el comienzo, las elaboradas estrofas de Blackwood justo después, y uno de los mejores estribillos de su carrera, voz y guitarra compitiendo en arabescos melódicos. La guitarra acústica de la segunda estrofa y la descorazonadora letra, con su carga de rabiosa ironía, rematan el penúltimo gran pasaje de "Two". Porque el último es "Kissing To Be Unkind": pop dulce de notas altas, con la electrónica justa para no robarle el protagonismo a la interpretación de Blackwood. Como tampoco se lo roba la sencilla base rítmica, ni las guitarras relativamente simples de Wilkie. Todo para que una de las pocas partes nuevas del álbum resplandezca en su último tercio, antes de la repetición final del estribillo. Con la mejor de las intenciones el disco lo cierra "Perfect circle", una versión de R.E.M. perteneciente a su primer disco. Que parece más una reivindicación de la discografía de los de Athens que una búsqueda del mejor cierre posible, pues creo que todos estaremos de acuerdo en que la capacidad para crear grandes baladas de los estadounidenses fue creciendo con el paso de los años. Así que, aunque Blackwood y Wilkie logren llevar el tema a su terreno con una instrumentación sencilla y acústica, el resultado dista de ser un broche de oro.

Aun así, siete temas meritorios de diez canciones es un bagaje notable. Que demuestra que su retorno ha ido en serio, y que la segunda etapa de su carrera no va a desmerecer en demasía a la de sus primeros tres discos. Les faltará, como es lógico, el éxito comercial de entonces, pero quienes los conocen y quienes los recuerdan pueden seguir confiando en el dúo para entregar temas de pop clásico, muy trabajados, que apelan por igual a las emociones y a la capacidad de observación de los buenos melómenos. Por mi parte, sólo espero que haya un "Three", y que a ser posible no tengamos que esperar otros cuatro años para escucharlo. Porque siguen teniendo un lugar de privilegio en mi discoteca particular.

lunes, 11 de julio de 2022

Little Boots - "Tomorrow's Yesterdays" (2022)

Una de las sorpresas que nos ha dejado este 2022 que ya ha iniciado su segunda mitad ha sido el regreso a la actividad de Victoria Hesketh, más conocida como Little Boots. Quien comenzó a finales de la pasada década una carrera fulgurante con su techno-pop bailable y de reminiscencias ochenteras, el cual le valió entrar en el Top 5 del Reino Unido con su álbum de debut ("Hands", 2009), pero que tras un segundo álbum rechazado por su compañía por excesivamente endeble (y que no es complicado encontrar en ediciones pirata), orientó su carrera hacia el indie-dance, con temas de percusión prominente y un limitado esfuerzo en progresiones armónicas y melodías, los cuales le permitieron editar otros dos álbumes por su cuenta ("Nocturnes", 2013, y "Working Girl", 2015), cada vez menos brillantes y de mucha menor repercusión. Heskey se refugió entonces en la publicación de temas sueltos y remezclas, potenciando su faceta de DJ, y durante la pandemia prácticamente desapareció del panorama musical. Así que ni yo ni prácticamente nadie esperábamos este "Tomorrow's Yesterday", un álbum completo con once temas nuevos, y con el que ha retomado su carrera musical siete años después, supuestamente con la excusa de telonear a ABBA en su triunfal gira de despedida, comenzada hace unos meses.

Para este retorno, que pinta a última bala en la recámara, Little Boots ha abandonado esa faceta de DJ, y ha creado un disco que contiene temas bailables, pero que sobre todo encierra pop de tintes clásicos, con ciertas evocaciones a la música disco de los setenta y al synth-pop de los ochenta. Un sonido no tan personal como a ella seguramente le gustaría, y que por momentos más que retro suena un poco añejo. Pero que se sostiene dignamente frente al resto de su discografía. Casi más grave resulta constatar el hecho de que la inspiración no la ha visitado muy a menudo en estos siete años, y la mayoría de los temas aguantan más por su solvencia como teclista y por sus tablas como creadora que por contener progresiones armónicas originales o melodías cautivadoras. De hecho, durante semanas dudé si reseñar este "Tomorrow's Yesterday" en este humilde blog. Pero al final el cariño que musicalmente le tengo a la inglesa, y ciertos temas que ganan tras sucesivas escuchas, han inclinado la balanza a su favor.

El disco lo abre "Love The Beginning", toda una declaración de intenciones por su título, y una buena muestra de lo que nos vamos a encontrar: una pianista solvente, una caja de ritmos más bien simple en primer plano, la voz de Hesketh doblada durante todo el tema, unas estrofas no demasiado inspiradas, un estribillo que no pasa de correcto, un sintetizador que pretende simular una sección de cuerda sin conseguirlo del todo, y un final un poco largo. Le sigue "Silver balloons", el primer sencillo en anticipar su retorno, que sin ser ni mucho menos un temazo, sí justifica en cierta medida su retorno: un bajo sintetizado penetrante, unas cajas contundentes, unas estrofas un tanto entrecortadas pero que no desentonan, y un estribillo que suena a finales de los ochenta, no especialmente brillante pero bien arropado por el piano electrónico y los sintetizadores que, ahora sí, evocan correctamente una sección de cuerda. Le sigue "Landline", segundo sencillo extraído, otra percusión programada sencilla y contundente, una progresión armónica que nos recordará a más de un tema de la última década del siglo pasado, unas estrofas completamente anodinas, y un estribillo que podría pasar por un momento no demasiado inspirado de los Stock, Aitken & Waterman. "Back to mine" baja el tempo y nos ofrece un medio tempo cálido que por momentos puede retrotraernos esos momentos desenfados de NOmBE, aunque lo único llamativo es ese segundo estribillo que se enlaza con naturalidad con el primero, y un recurso nada habitual como es la subida gradual del tempo en sus casi dos minutos finales.

"Crying on the inside" fue el tercer sencillo a principios de año. Un tema de puro pop intemporal, que insiste en las cajas contundentes para contrarrestrar una melodía dulce, sobre todo en su tarareable aunque un tanto meloso estribillo. Lo mejor es ese parón a varias voces justo antes de la repetición final del estribillo. "Heavenly" insiste en esa música disco retro, con su piano electrónico que es puro house, sus overdubs espaciales, su bajo slap, los compases al final de cada estribillo que recuerdan a los de tantas bandas negras de finales de los setenta y primeros ochenta... lástima que compositivamente el tema no pase de meramente correcto. "Deborah", el séptimo corte, parte de otra caja de ritmos que permanece prácticamente constante a lo largo de toda la canción, y nos ofrece otras estrofas insulsas que desembocan en un estribillo agradable pero sin gancho (más allá de los tres acordes que lo cambian de tonalidad al final), y que tiene como instrumento más llamativo la guitarra funky que acompaña prácticamente toda la composición. "Out (Out)", cuarto y último sencillo, también sitúa al frente desde el comienzo la contundente caja programada, pero aporta como elemento original los samples de una voz masculina. Las estrofas vuelven a pecar de espartanas, pero el puente al estribillo está más elaborado que en otras composciones. Lo que sucede es que el estribillo es prácticamente monocorde, y por muchos guiños a la pista de baile de hace unos décadas que contenga, el resultado no pasa de mediocre.

Y así, cuando ya empezamos a convencernos de que el retorno de Little Boots no ha merecido la pena, surge de improviso "Want You Back", escondido como noveno corte. Sin duda, su mejor tema en prácticamente una década: otro bajo infeccioso desde el comienzo, otra programación de batería contundente (aunque con una percusión de apoyo más elaborada), que sirven de soporte a una progresión armónica en acordes mayores, sencilla pero efectiva, sobre todo en las que son con diferencia las mejores estrofas del álbum, muy musicales y animadas. El estribillo un tanto mecánico le resta algún punto, y le habría venido bien un cambio de tonalidad en una parte nueva diferenciada y no la un tanto previsible pero correcta "paradita", escasa de instrumentos, con la que comienza la repetición final del estribillo. Pero aun con esos defectos, que le impiden figurar entre lo mejor de la discografía de Hesketh, casi por sí solo justifica el retorno, e incluso insufla energía a los dos cortes finales: "Nothing ever changes", que me recuerda a lo que hacían Beats International a finales de los ochenta, acercando el pop bailable a las influencias dubs en otro tema que destaca más por su propuesta que por su inspiración (tal vez de ahí su corta duración). Y "Tomorrow's Yesterdays", la canción que, además de cerrar el álbum, le da título: ahora sí, una balada con piano y mellotron, de corte clásico, melancólica sin resultar empalagosa, de estribillo elaborado y evocador ("You and I'd be coming home, In a town we'll never know, To a house we'll never own..."), que no pone los pelos de punta pero que resulta un cierre digno con sus "ooh ooh... ooh ooh ooh" y su parte nueva que bebe indisimuladamente de Lennon & McCartney.

Y así, con un temazo y tres buenos momentos se cierra este "Tomorrow's Yesterdays", que apenas consigue un aprobado a pesar de haber supuestamente requerido siete años de preparación, y que genera muchas dudas sobre el proyecto de Little Boots. Porque incluso con el tirón de ABBA, su repercusión ha sido incluso menor que lo que su nivel medio merecería. Y si no estás en la cresta de la ola, pero tampoco te apoya el público alternativo, la tentación de tirar la toalla debe de ser alta. La verdad es que no sé si nos perderíamos demasiado si ello sucediera, pues este eventual canto del cisne tampoco genera grandes expectativas sobre una futura entrega. En todo caso, un álbum digno, y que para los que gustan de la música que tanto se bailaba hace treinta o cuarenta años, recibirá más de una escucha.

domingo, 5 de junio de 2022

Feeder - "Torpedo" (2022)

Dos años y medio después de la publicación de "Tallulah", la banda galesa liderada por Grant Nicholas ha regresado hace un par de meses a la actualidad musical con "Torpedo", su undécimo álbum de estudio. Un lapso no excesivo para un grupo que lleva ya nada menos que un cuarto de siglo cultivando su particular rock distorsionado, a medio camino entre lo crudo y lo melódico. Y que, como sucede en estos casos, cabe el riesgo de identificar más como una excusa para volver a salir de gira y que sus fieles disfruten con sus grandes clásicos, que como un auténtico esfuerzo creativo. El cual, por otra parte, tal vez no sería justo exigirles a estas alturas de su carrera. Así pues, si optamos por la primera interpretación, el álbum resulta claramente defendible; si ponemos el foco en la segunda, el resultado es un tanto anodino. Aunque con matices.

Esos matices tienen que ver más con la composición que con la instrumentación. Porque a la hora de vertebrar sus creaciones, Nicholas, Hirose y el resto de miembros que en estos últimos años conforman el grupo, no se han complicado: guitarras distorsionadas, baterías clásicas, platillos omnipresentes... No hay espacio para la sorpresa, ni para el cambio de registro, y apenas el justo para la adición de instrumentos poco frecuentes, por lo que no resulta demasiado sencillo distinguir unas canciones de otras. Lo cual no significa que la producción y la instrumentación sean poco adecuadas: simplemente resultan eficaces dentro de su previsibilidad. Algo que afortunadamente no sucede con todas las composiciones. Porque aunque es lógico que en su undécima entrega Nicholas tire de oficio a la hora de rellenar nuevas partituras, sigue quedando espacio para cambios de tonalidades inesperados, para partes nuevas muy notables, o para riffs agrios que sorprendentemente desembocan en estribillos coreables. No es algo que suceda siempre, pero sí es lo que más ayuda a sacar lo mejor de "Torpedo".

El primer corte fue también elegido recientemente como tercer sencilo: "The healing", con la sección de cuerda bien presente al comienzo y en un discreto segundo plano acompañando el resto de la canción. Medio tiempo clásico de la banda, en el que la guitarra acústica vertebra unas estrofas solamente correctas, y un primer estribillo discreto, que afortunadamente dará paso a un segundo estribillo más disfrutable conforme avancen sus nada menos que seis minutos. Agradable, pero desde luego no un futuro clásico de la banda. "Torpedo", el siguiente corte, que además da título al álbum, es quizá el tema más crudo del disco: riff distorsionado en primer plano, platillos ruidosos en unas hirientes estrofas y tramos instrumentales, que sin embargo encajan razonablemente bien con un estribillo muy musical, incluido el cambio de tonalidad justo al final. El álbum sigue en un nivel parecido con "When it all breaks down", cuyo punteo inicial de guitarra replican luego las un tanto repetitivas estrofas, que en nada previenen del enérgico riff instrumental que precede a otro estribillo tarareable. Aunque lo único realmente meritorio del tema es su elaborada parte nueva.

Llegar al cuarto corte sin ningún temazo no es la mejor de las situaciones. Y la canción que nos encontramos ahí, "Magpie", el sencillo que anticipó el álbum, sin resultar un mal momento, tampoco mejora excesivamente el panorama: otro riff contundente para sostener los tramos instrumentales y unas estrofas casi monocordes, trallazos de guitarras distorsionadas complementando la voz también tratada de Nicholas, y un estribillo más musicado pero aun así bastante oscuro. Nuevamente es la parte nueva lo más inspirado del mismo. Afortunadamente la siguiente canción, "Hide and seek", aunque sigue sin acercarse a lo que los galeses sabemos que son capaces de ofrecer, sí supone un (pequeño) punto de inflexión. Arranca con esa acústica luminosa que cultivó hace unos años Nicholas en su único álbum en solitario ("Yorktown heights", 2014), y aunque su desarrollo inicialmente lento la puede hacer un poquito pesada, ese estribillo psicodélico sí resulta claramente diferenciable de lo escuchado hasta ahora, y la parte nueva vuelve a ser llamativa por trabajada e inspirada. La cosa sigue yendo para arriba con "Decompress", en mi opinión el mejor momento del disco. Rock duro en sus intervalos y estrofas, energizante y a la vez excelentemente entroncado con un melódico estribillo gracias a un brillante puente. Mención especial para su inesperada y certera parada, en la que desarrollan su evocadora parte nueva, una vez más de lo más acertado del tema, junto a uno de los poquísimos solos de guitarra del disco.

El último tercio del álbum abunda en esa mayor inspiración del corte anterior: "Wall of silence" fue el segundo sencillo hace unos meses, y me parece el más meritorio de los tres elegidos: suena a Feeder de toda la vida, con esas distorsiones de guitarra, esos platillos omnipresentes y esos fogonazos de guitarra distorsionada que tan bien conviven con su elaborada melodía, realzada de nuevo por otra estupenda parte nueva. "Slow strings", como su título indica, es quizá el tema más lento del disco, de una oscuridad en sus estrofas que poco a poco va dando paso a una relativa luminosidad, aunque su mayor aliciente es ese nervio latente, casi acústico hasta el último minuto, potenciado por su melodía de notas más bien bajas, en la que Nicholas apenas fuerza la voz. "Born to love you" probablemente no pasará a la discografía selecta de la banda, pero la banda tira de oficio para sacarle el jugo a una composición que muchos grupos en activo jamás llegarán a ser capaces de firmar, con una letra llamativamente romántica y optimista y otra parte nueva en la que merece detenerse. Y "Submission" pone el cierre a estos cuarenta y un minutos con el tema más "experimental" del disco: un medio tiempo expansivo, también oscuro en sus largas estrofas, y rematado por otro bonito estribillo con unas cuerdas de fondo, que mejora la impresión global no ya de esta canción, sino de "Torpedo" en su conjunto.

Gracias al arreón de su segunda mitad, con cinco buenos momentos que, no obstante, no llegarán a convertirse en nuevos clásicos de la banda, el álbum resulta defendible. Aunque es obvio que cinco canciones anodinas son muchas, y que la falta de variedad de registros del disco tampoco juega a su favor. En todo caso, para todos sus seguidores resultará una entrega interesante, como lo prueba que hace unas semanas alcanzara el Top 5 de álbumes en el Reino Unido. Y es que si obviamos aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor, y nos fijamos en el encefalograma prácticamente plano del rock actual, seguramente le demos a una oportunidad a este "Torpedo", al igual que yo se la he terminado dando en la presente reseña.

domingo, 8 de mayo de 2022

Bob Moses - "The Silence in Between" (2022)

Cuatro años han transcurrido desde que reseñé por última vez un álbum del dúo canadiense Bob Moses, aquel "Battle Lines" que encerraba unos cuantos buenos momentos pero que no acabó de proporcionarles el espaldarazo que buscaban. Es cierto que a finales del verano de 2020 publicaron un EP bastante extenso ("Desire", cuyo tema homónimo formó parte de mi lista de otras 25 canciones recomendables de 2020), pero a pesar de su clara inclinación hacia un sonido más electrónico y orientado a la pista de baile, tampoco encerraba un nivel medio particularmente alto, con lo cual lo dejé pasar. Así que cuando hace un par de meses vio la luz este "The Silence in Between", afronté su escucha con cierto recelo, desconfiando por una parte de que Tom Howie y Jimmy Vallance hubieran estado lo suficientemente inspirados en las composiciones, y sobre todo desconcertado por otra respecto a la línea sonora que le otorgarían a este álbum que tan crucial se antoja para su carrera.

Como pueden ya adivinar por el mero hecho de estar dedicándoles una entrada independiente, mis recelos se han mostrado infundados. Por un lado, han sido capaces de reunir un número de buenas composiciones similar al de "Battle Lines", no para conformar un gran álbum, pero sí un disco más que digno. Y por otro y casi más importante, han decidido apostar de manera más clara por los sonidos contemporáneos, a veces más bailables, a veces simplemente pop electrónico de patrones clásicos, consiguiendo así aumentar su personalidad musical, y alejando esa tendencia a la instrumentación un tanto anodina que sobrevolaba a menudo su anterior entrega. El resultado de todo ello es seguramente el álbum más equilibrado de su carrera, diez canciones que satisfarán los gustos de un público que busque pop de calidad. Si bien la selección de sus cuatro sencillos podría haber sido más acertada.

El álbum lo abre la oscura "Seen It Coming", un buen reflejo de lo que nos vamos a encontrar en estos cuarenta y pocos minutos. Una progresión armónica que juega con la repetitividad, pero lo suficientemente variada para no cansar, y el bombo bien marcado en cuanto Howie ha cantado lo suficiente de la primera estrofa. Y conforme avanza el tema, los esperables tramos en los que la guitarra eléctrica de Howie y los teclados de Vallance arropan las repeticiones del estribillo, demostrando su solvencia como instrumentistas. Le sigue "Love Brand New", segundo sencillo extraído, un tema notable gracias a su obsesivo bajo sintetizado, su elaborada, bonita y difícil de cantar melodía que me vuelve a recordar a la elegancia de los buenos Tears For Fears, y los excelentes riffs de guitarra de Howie. "Never Ending", tercer corte y tercer sencillo, es un tema más melódico e introspectivo, con la voz de Howie y los teclados en trémolo de Vallance como principal argumento, y cuya melodía de notas altas requiere cantar su estribillo en falsete, algo tan complejo de interpretar como en comparación poco disfrutable. Afortunadamente, los juguetones teclados de los extensos tramos instrumentales compensan en parte este inconveniente.

De una manera un tanto sorpresiva, "Time and Time Again" fue elegido hace ya medio año como primer sencillo. Sorprendente no porque no suene a Bob Moses, ni por la contundencia de sus pasajes instrumentales, sino porque su melodía consiste simplemente en un estribillo un tanto largo que deviene en un segundo estribillo sobre la misma progresión armónica, el cual es repetido un par de veces a lo largo del tema. Y nada más: poco para defender lo que encierra el disco. Afortunadamente, "Back to You" recupera en seguida la buena senda: un medio tiempo bien ubicado en el tracklist del disco, de instrumentación convencional, que sin resultar un temazo mejora el nivel de la anterior gracias a un bonito arpegio de guitarra en sus partes instrumentales y a cierta ampulosidad deudora de grupos como Keane o Coldplay (cuando aún eran una banda defendible). Aunque lo mejor del disco empieza justo en ese instante. Primero con "Hanging on", cuarto sencillo y en mi opinión la segunda mejor canción del disco: tempo alto, buena base programada, elegantes estrofas (enriquecidas con un precioso sintetizador en su segunda repetición), un estribillo sencillo pero bien arropado por sus estruendosos sintetizadores y una sensacional parte nueva, elaborada y de meritoria melodía. Y la guinda la pone "The Rush", para mí la mejor canción de su carrera hasta la fecha: tempo tan alto como su predecesora, pero más oscura e incitante al baile con su bombo sobredimensionado, sus estrofas sin tregua para tomar aire, la escala descendente de su bajo programado, la rotura de cristales con la que van marcando las distintas partes, y un estribillo marca de la casa sobre una estupenda progresión armónica, como los diversos teclados que juegan sobre ella se encargan de demostrar. Su gélida y electrónica parte nueva permite coger fuerzas para la repetición final, que deja con ganas de más.

Después de este subidón, el tramo final no desentona: "Broken Belief", con ese teclado que tanto recuerda (en otra progresión armónica) a la mítica "Are Friends Electric" con la que Gary Numan dio comienzo al pop sintetizado hace 44 años, nos propone unas estrofas declamadas que, aunque lógicamente menos meritorias desde el punto de vista compositivo que las musicadas, suponen una variación refrescante, sobre todo gracias a uno de los mejores estribillos del disco, elegante y envolvente a partes iguales, y que en sus repeticiones finales reluce con certeros elementos de percusión adicionales. "Ordinary friend", el penúltimo corte, es una balada desolada con el obsesivo piano de Vallance yendo de un extremo al otro de nuestros auriculares, con quizá demasiados huecos entre los fraseos de su melodía, y la ominosa guitarra de Howie como mejor baza. Y el disco lo cierra "Believe", que encierra la frase que da título al disco: Bob Moses en estado puro, tensión y oscuridad a partes iguales, estrofas muy elaboradas arropadas por efectos vocales, un primer estribillo pegadizo con ciertas dosis de optimismo en su un tanto extraña letra, y un marcado ritmo cuarternario a partir de entonces para servir de apoyo al resto de un tema más experimental de lo que cabría esperar para un tema de despedida.

El disco mejora con sucesivas escuchas, pues su en apariencia sencilla electrónica está en realidad bastante elaborada, y permite ir descubriendo nuevos detalles. La versátil y siempre efectiva voz de Howie también se presta a escuchas detalladas. Y en general ese gusto por seguir "sonando frescos", con predominio de los tempos altos y los ritmos marcados, ayuda al favorable balance final. No sé si el público de Bob Moses apreciará este giro hacia una mayor contemporaneidad, o por el contrario habría esperado un álbum más "maduro", en el peor sentido de la palabra, pero a mí desde luego me ha convencido: siguen sonando a ellos mismos, con talento, elegancia y buenas dotes instrumentales, pero el disco no se presta a bostezos, ni da pereza decidirse a introducirlo en nuestro reproductor. Así que no sé si tardarán otros cuatro años en darle continuidad, pero si lo hacen, ya saben qué senda deberían seguir de ahora en adelante.