Cuatro años han transcurrido desde que reseñé por última vez un álbum del dúo canadiense Bob Moses, aquel "Battle Lines" que encerraba unos cuantos buenos momentos pero que no acabó de proporcionarles el espaldarazo que buscaban. Es cierto que a finales del verano de 2020 publicaron un EP bastante extenso ("Desire", cuyo tema homónimo formó parte de mi lista de otras 25 canciones recomendables de 2020), pero a pesar de su clara inclinación hacia un sonido más electrónico y orientado a la pista de baile, tampoco encerraba un nivel medio particularmente alto, con lo cual lo dejé pasar. Así que cuando hace un par de meses vio la luz este "The Silence in Between", afronté su escucha con cierto recelo, desconfiando por una parte de que Tom Howie y Jimmy Vallance hubieran estado lo suficientemente inspirados en las composiciones, y sobre todo desconcertado por otra respecto a la línea sonora que le otorgarían a este álbum que tan crucial se antoja para su carrera.
Como pueden ya adivinar por el mero hecho de estar dedicándoles una entrada independiente, mis recelos se han mostrado infundados. Por un lado, han sido capaces de reunir un número de buenas composiciones similar al de "Battle Lines", no para conformar un gran álbum, pero sí un disco más que digno. Y por otro y casi más importante, han decidido apostar de manera más clara por los sonidos contemporáneos, a veces más bailables, a veces simplemente pop electrónico de patrones clásicos, consiguiendo así aumentar su personalidad musical, y alejando esa tendencia a la instrumentación un tanto anodina que sobrevolaba a menudo su anterior entrega. El resultado de todo ello es seguramente el álbum más equilibrado de su carrera, diez canciones que satisfarán los gustos de un público que busque pop de calidad. Si bien la selección de sus cuatro sencillos podría haber sido más acertada.
El álbum lo abre la oscura "Seen It Coming", un buen reflejo de lo que nos vamos a encontrar en estos cuarenta y pocos minutos. Una progresión armónica que juega con la repetitividad, pero lo suficientemente variada para no cansar, y el bombo bien marcado en cuanto Howie ha cantado lo suficiente de la primera estrofa. Y conforme avanza el tema, los esperables tramos en los que la guitarra eléctrica de Howie y los teclados de Vallance arropan las repeticiones del estribillo, demostrando su solvencia como instrumentistas. Le sigue "Love Brand New", segundo sencillo extraído, un tema notable gracias a su obsesivo bajo sintetizado, su elaborada, bonita y difícil de cantar melodía que me vuelve a recordar a la elegancia de los buenos Tears For Fears, y los excelentes riffs de guitarra de Howie. "Never Ending", tercer corte y tercer sencillo, es un tema más melódico e introspectivo, con la voz de Howie y los teclados en trémolo de Vallance como principal argumento, y cuya melodía de notas altas requiere cantar su estribillo en falsete, algo tan complejo de interpretar como en comparación poco disfrutable. Afortunadamente, los juguetones teclados de los extensos tramos instrumentales compensan en parte este inconveniente.
De una manera un tanto sorpresiva, "Time and Time Again" fue elegido hace ya medio año como primer sencillo. Sorprendente no porque no suene a Bob Moses, ni por la contundencia de sus pasajes instrumentales, sino porque su melodía consiste simplemente en un estribillo un tanto largo que deviene en un segundo estribillo sobre la misma progresión armónica, el cual es repetido un par de veces a lo largo del tema. Y nada más: poco para defender lo que encierra el disco. Afortunadamente, "Back to You" recupera en seguida la buena senda: un medio tiempo bien ubicado en el tracklist del disco, de instrumentación convencional, que sin resultar un temazo mejora el nivel de la anterior gracias a un bonito arpegio de guitarra en sus partes instrumentales y a cierta ampulosidad deudora de grupos como Keane o Coldplay (cuando aún eran una banda defendible). Aunque lo mejor del disco empieza justo en ese instante. Primero con "Hanging on", cuarto sencillo y en mi opinión la segunda mejor canción del disco: tempo alto, buena base programada, elegantes estrofas (enriquecidas con un precioso sintetizador en su segunda repetición), un estribillo sencillo pero bien arropado por sus estruendosos sintetizadores y una sensacional parte nueva, elaborada y de meritoria melodía. Y la guinda la pone "The Rush", para mí la mejor canción de su carrera hasta la fecha: tempo tan alto como su predecesora, pero más oscura e incitante al baile con su bombo sobredimensionado, sus estrofas sin tregua para tomar aire, la escala descendente de su bajo programado, la rotura de cristales con la que van marcando las distintas partes, y un estribillo marca de la casa sobre una estupenda progresión armónica, como los diversos teclados que juegan sobre ella se encargan de demostrar. Su gélida y electrónica parte nueva permite coger fuerzas para la repetición final, que deja con ganas de más.
Después de este subidón, el tramo final no desentona: "Broken Belief", con ese teclado que tanto recuerda (en otra progresión armónica) a la mítica "Are Friends Electric" con la que Gary Numan dio comienzo al pop sintetizado hace 44 años, nos propone unas estrofas declamadas que, aunque lógicamente menos meritorias desde el punto de vista compositivo que las musicadas, suponen una variación refrescante, sobre todo gracias a uno de los mejores estribillos del disco, elegante y envolvente a partes iguales, y que en sus repeticiones finales reluce con certeros elementos de percusión adicionales. "Ordinary friend", el penúltimo corte, es una balada desolada con el obsesivo piano de Vallance yendo de un extremo al otro de nuestros auriculares, con quizá demasiados huecos entre los fraseos de su melodía, y la ominosa guitarra de Howie como mejor baza. Y el disco lo cierra "Believe", que encierra la frase que da título al disco: Bob Moses en estado puro, tensión y oscuridad a partes iguales, estrofas muy elaboradas arropadas por efectos vocales, un primer estribillo pegadizo con ciertas dosis de optimismo en su un tanto extraña letra, y un marcado ritmo cuarternario a partir de entonces para servir de apoyo al resto de un tema más experimental de lo que cabría esperar para un tema de despedida.
El disco mejora con sucesivas escuchas, pues su en apariencia sencilla electrónica está en realidad bastante elaborada, y permite ir descubriendo nuevos detalles. La versátil y siempre efectiva voz de Howie también se presta a escuchas detalladas. Y en general ese gusto por seguir "sonando frescos", con predominio de los tempos altos y los ritmos marcados, ayuda al favorable balance final. No sé si el público de Bob Moses apreciará este giro hacia una mayor contemporaneidad, o por el contrario habría esperado un álbum más "maduro", en el peor sentido de la palabra, pero a mí desde luego me ha convencido: siguen sonando a ellos mismos, con talento, elegancia y buenas dotes instrumentales, pero el disco no se presta a bostezos, ni da pereza decidirse a introducirlo en nuestro reproductor. Así que no sé si tardarán otros cuatro años en darle continuidad, pero si lo hacen, ya saben qué senda deberían seguir de ahora en adelante.
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