Una de las mayores confirmaciones de este 2018 que está próximo a terminar ha sido la del dúo canadiense Bob Moses. Que habían debutado en 2015 con "Days gone by", un álbum que por cierto contenía la nominada a los Grammy "Tearing me up" que tanta relevancia les dio a nivel internacional. El regreso de Tom Howie y Jimmy Vallance ha tardado nada menos que tres años, tal vez demasiado tiempo para cualquier artista que quiera consolidarse en el panorama internacional, pero al menos ha merecido la pena. Y es que "Battle lines" es un álbum muy equilibrado de pop contemporáneo para una inmensa minoría, al que no le importa echar una mirada al pasado cuando la oportunidad lo requiere.
El álbum se abre con la elegante "Heaven only knows", que empieza con unos sugestivos coros, a los que le siguen una preciosa melodía vocal que da paso al bajo sintetizado de Vallance en primer plano, y... a partir de ahí a desarrollar la canción casi exclusivamente sobre esa estructura. Porque la parte nueva que meten antes de la repetición de los coros, sin apenas melodía vocal, es todo lo que proponen para enriquecer la composición. Así que aunque el dúo muestra su talento a la hora de alargar más de cuatro minutos ese único tramo de melodía con distorsiones plenamente contemporáneas, al tema le sobra minutaje o le falta creatividad para rematar tan buena base. Igual de elegante y mejor resuelta es el tema estrella y primer sencillo del álbum, al que también da título: "Battle lines" sí que es una composición completa, con sus estrofas, estribillo, parte nueva y hasta un meritorio solo de guitarra a cargo de Howie. Con una elegancia ochentera que a mí me recuerda mucho a los efímeros Double, aunque más cálidos y con una cadencia rockera que lo convierte en un tema apto hasta para un público que no renegaría de Coldplay. "Back down" es otro momento álgido del álbum, un medio tiempo muy neutro instrumentalmente con un cierto deje dramático a lo Tears For Fears, nuevamente sobre una brillante composición completa (aunque abuse de la misma progresión armónica, que sólo cambian en la original parte nueva).
Es difícil mantener el nivel de estos tres temas el resto del álbum, y lo cierto es que aunque en las ocho canciones restantes nos encontraremos con algunos momentos meritorios, el resultado baja un escalón. De hecho el cuarto corte es en mi opinión uno de los pasajes más flojos: "Eye for an eye" es la primera balada del disco, de ambientación un tanto tenebrosa en estribillo e intervalos instrumentales y más convencional en las estrofas, que no desagrada pero que anda un poco escasa de capacidad para emocionar. Más interesante es la quizá excesivamente larga "The only thing we know", que vuelve a abundar en las virtudes y los defectos de "Heaven only knows": promete mucho en el comienzo con su buena melodía y la manera cómo cambian los acordes a mitad de ella, y el ritmo arrastrado con la guitarra rasgada sobre el mismo acorde durante el medio minuto siguiente parece una idea interesante para coger impulso... pero lo que viene es otra vez la misma repetición de la melodía, y más guitarreos y efectos varios hasta el final, sin más. Por eso prefiero "Nothing but you", otro medio tiempo que es casi una balada aunque en realidad se inspira más en buena parte del pop indie de los noventa, y que sí está desarrollada completamente a nivel compositivo y tiene además un estribillo pegadizo. Aunque sin llegar al nivel de los tres primeros temas del disco.
"Enough to believe", el séptimo corte, sí que alcanza en mi opinión el nivel de los tres pirmeros temas del disco: se trata del primer tema del álbum que encaja realmente en la etiqueta de synth-pop en el que injustamente se suele encasillar a Bob Moses, con su comienzo cinematográfico a partir del piano de Vallance, su bailable batería sintetizada y sus texturas envolventes que trasladan a otra dimensión, sobre todo cuando entran las slow strings sintetizadas que refuerzan la progresión armónica... aunque la progresión armónica es siempre la misma para casi cinco minutos. "Listen to me" abunda en la misma línea a pesar de que la guitarra eléctrica y la melodía de Howie al principio (que tanto nos recuerdan a los Travis menos luminosos) desconcierte un poco, porque al minuto y medio entra otro ritmo sintético apto para la pista de baile, y un minuto después un curioso bajo sintetizado robado del trance alemán. "Selling Me Sympathy" es la canción más ochentera del disco, con esa mezcla que por aquel entonces practicaban tantas bandas entre guitarras relativamente duras y melodías instrumentales de teclados en primer plano. Las estrofas bajan un tanto el listón, aunque el elaborado estribillo y el claramente rockero puente instrumental hacen que remonte el vuelo. "Don't hold back" retoma los ritmos electrónicos con un oscuro comienzo a lo Underworld, aunque en cuanto entra las estrofas vemos que el tema se convierte en una canción de pop clásico, agradable pero no especialmente inspirada. Y el cierre lo pone su tercer intento de balada, "Fallen from your arms", probablemente la vez que mejor se arriman a los ritmos lentos y las evocaciones sentimentales, huyendo esta vez del típico piano como instrumento para acompañar la voz de Howie al comienzo, y evolucionando hacia un estribillo difícil de cantar, que tras su segunda repetición deja paso a un pausado y sin embargo evocador arpegio de guitarra con el que rematan el tema.
Es cierto que algunas composiciones adolecen de haberse quedado a medias, que no todas brillan al mismo nivel creativo, y que la instrumentación de algunas es a veces demasiado convencional. Pero, en un estilo diferente al de Rüfüs de Sol que reseñaba en mi anterior entrada, destilan también un talento y una elegancia que no es fácil de encontrar en el mediocre panorama musical actual. Habrá que esperar que este segundo álbum consolide también su carrera a nivel de repercusión internacional, y que si entonces deciden darle continuidad aclaren si su estilo se mueve definitivamente hacia la convencionalidad mainstream o se vuelve a escorar hacia las nuevas tecnologías. De momento disfrutemos de esos siete u ocho meritorios momentos, algunos de ellos de gran nivel. Que no es poco.
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