domingo, 12 de enero de 2025

Nic Billington - "Dark Horse" (2024)

Aunque 2025 acaba de arrancar, aún es tiempo de revisar algunos de los álbumes más interesantes que nos dejó el pasado año. Como el debut en formato largo del sudafricano Nic Billington. Y es que, a pesar de una promoción prácticamente nula incluso en su propio país, "Dark Horse" es un disco que ha llamado la atención en algunas de las páginas webs de referencia en el ámbito de la música electrónica, en una de las cuales lo descubrí yo. El cantante apuesta por un dance-pop de pulida factura que no supone ninguna novedad estilísticamente, pero sí que nos reconcilia con un género que parecía estar viviendo a base de revisiones menores de sus grandes momentos. Y es que la propuesta de Nic no recurre al revival, pero sí al espíritu del pop bailable de finales del siglo pasado, actualizando, eso sí, su sonido. Aunque sin llegar a mimetizarse con ese pop electrónico un tanto "chicloso" (por aquello de bubblegum) y provocativo de artistas que triunfan masivamente en nuestros tiempos, como Charlie XCX o Girli.

En realidad, para los que hemos seguido durante pasados ejercicios la trayectoria del solista sudafricano, "Dark Horse" encierra pocas sorpresas, pues en buena medida se trata de una recopilación de los sencillos que el artista había ido publicando desde hacía unos cuantos años. Algo por otra parte cada vez más habitual en estos tiempos dominados por las plataformas de streaming. Por lo que el trámite ha consistido esencialmente en completar el tracklist hasta llegar a los diez temas de rigor. Los cuales, como también han claudicado a las imposiciones de TikTok, son en general bastante cortos, de apenas tres minutos. De manera que el disco se devora en poco más de media hora. Algo que no es malo per se, pero que deja con ganas de más, algo así como una edición "Deluxe" que incluyera algún descarte o alguna versión. Pero les prevengo: no busquen tales excesos, y limitense a dejarse llevar por estos diez temas que cubren un abanico de sonidos bastante amplio dentro de su género, lo que tal vez constituya su mayor acierto. Junto al sorprendente y meritorio nivel medio de sus composiciones, por supuesto.

"Dark Horse" lo abre "Dopamine", uno de los tres temas que no ha visto la luz en formato sencillo. Algo sorprendente por otra parte, pues se trata de uno de sus mejores momentos, ademas de la canción que nos presenta el álbum. Lo que demuestra lo seguro que se siente el australiano sobre la misma. Tras un comienzo envolvente y unas estrofas elegantes y bien musicadas, en el estribillo entra el contundente ritmo binario que arropa una melodía simple, pero muy certera. A partir de la segunda estrofa descubrimos una producción que, como en prácticamente todo el álbum, sin ser minimalista emplea los instrumentos justos, en un sabio equilibrio entre los teclados sintéticos y los juguetones, que se van reemplazando o superponiendo según conviene. Pese a su corta duración, hay espacio para una sencilla parte nueva que cambia la progresión armónica y desemboca en los coros de un Billington con más gusto cantando que potencia vocal. "Without A Warning" ya había sido publicada como sencillo en 2021, aunque yo la haya descubierto ahora. Un poco más lenta que la anterior, con el ritmo binario bien marcado desde el comienzo, su mejor baza es la suavidad y la elegancia con la que nos incita al baile. La composición es notable, siendo lo más llamativo que remate con una parte nueva de la que ya nunca sale, por lo que apenas el minutaje mínimo de tres minutos. Para mi gusto, un fallo es que las voces de Billington están mezcladas demasiado bajas, algo innecesario dada su solvencia como intérprete. "White Wedding", el sencillo que ya sí anticipó el álbum pocos meses antes de su publicación, es un acierto por partida doble: por su cambio de registro (también pop bailable pero mucho más contundente, de influencias rockeras y con una melodía en un tono mucho más bajo); y por su ubicación en el disco (justo cuando el melómano se empieza a preguntar si todo él va a transitar por los mismos terrenos de las dos primeras). La guitarra eléctrica, la contudencia de la caja de la batería, sus estrofas infecciosas, todo ello cautiva. Pero es que además, hay una parte nueva larga, y por fin el tramo final en el que toda la rabia contenida se desborda con esos "Start agaaaaiiin..." en notas altas que ahora sí se escuchan nítidamente, y que se superponen y acaban dando paso a un excelente solo de guitarra, algo tan poco habitual en la música electrónica de estos tiempos como efectivo hace unas décadas.

"Homesick", que ya había sido publicada como sencillo un par de años antes, es el cuarto corte. Sigue el tempo alto, pero la batería está menos sobredimensionada que las anteriores. En cambio los teclados destacan sobremanera, en especial en un estribillo que puntean como si hubiéramos retrocedido treinta y cinco años en el tiempo. La letra es de las más elaboradas del álbum, jugando a las contradicciones para describir la devastación interior que siente Billington al echar la vista atrás. Nuevamente la composición es muy completa, desembocando en una meritoria parte nueva que también ejerce de cierre tras más de tres minutos. "Slasher" ha sido el sencillo que ha servido oficialmente para presentar el álbum, y aun considerando el nivel de las anteriores, es uno de los mejores momentos del disco: mezcla de música de baile, pop melódico y energía rockera, sus tres minutos de oscuridad cálida, acentuada en su singular y provocativo videoclip, son disfrutables de principio a fin. Aunque para mí lo más notable es su excelente estribillo, largo e interpretado a varias voces que se complementan según la nota. La pena es que una vez más la parte nueva y el solo de guitarra ponen el punto final, puesto que el tema pedía a gritos una recreación final. "You Get Me High", sexto corte, fue en realidad el primer sencillo que adelantó el disco hace ya cuatro años. Y en él Billington ya anticipaba lo esencial de su propuesta: ritmo bailable, atmósferas ochenteras, su versátil voz interpretando con gusto melodía principal y coros, y esos sencillos teclados que pueden seguir sonando contemporáneos cuarenta años más tarde. Prueba del talento a la hora de musicar su composición es la etérea parada con la que presenta su segundo estribillo, y la desnudez casi extrema (voces reverberadas aparte) de otra excelente parte nueva.

"Dark Horse", el tema que da título al álbum, es otro de los escritos a propósito para el álbum. Y quizá el más diferente hasta ahora: estrofas en falsete, guiños funky, tempo algo menor, guitarras eléctricas contundentes, y un erotismo aún más acusado que en pasajes anteriores. Tal vez le falta algo de continuidad rítmica, pero lo compensa con ese cambio de registro que probablemente haya motivado el que sea el escogido para denominar el álbum, pese a no haber sido publicada como sencillo. Indudablemente superior me parece "Feel Again", el octavo corte, otro de los compuestos para la ocasión, y de los que tampoco ha visto la luz de manera independiente. Salvando las limitaciones, Billington juega a ser Michael Jackson en este tema de base rítmica contundente, bajo y teclados adictivos, estrofas y puente elaborados, estribillo pegadizo y la sorpresa de introducir la parte nueva justo cuando se espera el segundo estribillo. Su mayor defecto vuelve a ser que le hubiera venido de perlas un minutillo adicional. "Living To Die" ya había visto la luz como sencillo en Marzo de 2023: más reposado que la anterior, mantiene la contundencia rítmica, pero ofrece una letra más reflexiva ("Are We Living to Die? Or Die While We're Living?"). Una vez más la introducción de una distorsionada guitarra eléctrica complementa una paleta sonora sustentada en diversos teclados y programaciones, que vuelve a resultar certera y disfrutable a partes iguales. Y el cierre lo pone la primera balada en la carrera del sudafricano: los dos minutos de la brevísima "Goodbye" han sido publicados recientemente como el último sencillo del álbum. Pese a no ser su registro habitual, su voz profunda y bien entonada, los dos teclados que la vertebran (huyendo del tradicional piano), y las percusiones puntuales logran, junto a su bonita melodía, trasladar una honestidad que permite cerrar estas diez canciones por todo lo alto, a pesar del anticlímax que se le propone a una canción tan lenta en un disco tan bailable.

Y sin apenas darnos cuenta concluye este álbum sin temas de relleno que destila pulcritud y elegancia en sus diez grandes canciones, y que resulta apto para todos aquellos que disfrutan de la música pop intemporal orientada a la pista de baile. Con el aliciente de que no se restringe a una fórmula concreta, manteniendo sin embargo una sonoridad reconocible. Es cierto que muchos temas habrían admitido una vuelta de tuerca más, que a pesar de su técnica como cantante la voz de Billington puede ser un tanto justa para funcionar como solista, y que en realidad no hay nada nuevo en su propuesta. Pero es complicado encontrar un conjunto tan compacto y bien presentado de canciones en estos tiempos; les garantizo que el disfrute está asegurado. Lo que no me aventuro a especular es sobre su futuro. Da rabia que una obra tan madura, que podría triunfar en las listas de medio mundo y al tiempo satisfacer a la crítica, haya recibido una difusión tan absolutamente minoritaria. Una circunstancia que seguramente supondrá un inconveniente a la hora de que Billington se plantee darle continuidad. Pero también supongo que, tras quince años en el negocio, para el sudafricano este álbum habrá sido la culminación de un sueño. Del cual todos los que lean esta entrada y descubran su música se harán partícipes. Se lo aseguro.

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