Tras casi nueve años de darle continuidad a este blog voy a aprovechar el parón que para todos ha supuesto la catástrofe del coronavirus para hacer también un paréntesis en mis habituales reseñas y listas. Un paréntesis que se ha producido en parte por el confinamiento, y en parte también porque los álbumes que he escuchado más detenidamente en estas últimas semanas con idea de reseñarlos aquí ("Ceremony", de Phantogram, "Miss Anthropocene", de Grimes, y "Womb", de Purity Ring) no han llegado en mi opinión al nivel esperado (aunque todos ellos contienen grandes canciones, que posiblemente figuren en mi lista de mejores canciones de 2020). Así que mientras intento hacerme con el ilusionante "Chromatopia", el segundo álbum de NomBe, que ha visto la luz hace justo una semana, voy a aprovechar para tratar un tema distinto: mi propia música.
Como tantos niños a principios de los ochenta, me enganché a la música a través de la radio, esa FM que entonces parecía tener el sonido más nítido que uno pudiera imaginar. Esperaba horas enteras con mis casettes grabables para poder capturar las canciones que me fascinaban, y era feliz si el locutor de turno la dejaba entera hasta el final, o mejor aún si no hablaba encima. Aquellos fueron unos años creativamente vibrantes tanto dentro como fuera de España, y esa creatividad hizo que la fascinación por la música cuajara con una intensidad que aún perdura cuarenta años más tarde. Luego vino mi Primera Comunión, y con ella el primer teclado de juguete. Ni siquiera era polifónico, pero mi curiosidad y cierto sentido musical innato hicieron que por mí mismo aprendiera y empezara a tocar canciones que me fascinaban entonces y me siguen gustando ahora, como el "Maid of Orleans" de Orchestral Manoeuvres In The Dark. Año y medio más tarde vino el primer casette que me regalaron mis padres, "Suspense", de Azul y Negro, que sigue siendo uno de mis álbumes preferidos de artistas españoles. Un par de años después me regalaron un Casio PT-20, ya con la posibilidad de tocar acordes (prefijados a la izquierda, por cierto), y mis habilidades musicales crecieron notablemente.
Aunque nunca estudié música, aprendí a leer pentagramas a la vez que me hacía un adulto y expandía mi cultura musical, que pasó de Pet Shop Boys a Franco Battiato, de Radio Futura a The Beatles, de Jimi Hendrix a Kraftwerk. Así hasta que en 1995, en plena carrera universitaria y ya con un teclado musical GeneralMusic que compré en una tienda muy cercana a la Plaza de Ópera aquí en Madrid, empecé a crear mis propias canciones. Grabé un total de diez hasta 1998, instrumentales, todas tocadas exclusivamente con ese teclado, y sin programación alguna que aliviara mis limitaciones al interpretarlas (como me equivocara, la pista correspondiente se quedaba para siempre con el error), y como no cabían tantas en la memoria del teclado, las fui volcando a una casette que aún conservo (así como los MP3s correspondientes, con un sonido realmente pobre...). Justo cuando empecé mi primer trabajo a tiempo completo pasé a la siguiente fase en mi crecimiento musical: HAL-9000, una banda amateur con mi buen amigo y compañero de carrera Luis. Sólo con 2 casettes y un puñado de guitarras, teclados e instrumentos caseros, grabamos pista a pista y canción a canción un álbum entero de versiones: R.E.M., The Cranberries, Depeche Mode, The Cure, New Order... También conservo los MP3s de aquellas diez canciones, en las que por primera vez y a pesar de mi voz grave y escasa de registros me encargaba de la parte vocal.
De ahí nos lanzamos a crear nuestras propias canciones, ahora por fin con un ordenador y un programa de creación y grabación musical mínimamente decente (Harmony). Grabamos cuatro canciones, considero que ahora sí bastante dignas, pero la dificultad para compaginar nuestras cada vez mayores exigencias laborales unido al tiempo creciente que dedicaba a mi entonces novia y ahora esposa, lo dejamos tácitamente. Ese paso a la vida casera en pareja trajo consigo una nueva fase en mi evolución musical: los programas profesionales de creación musical, FruityLoops y sobre todo Cubase. Con ellos recuperé otra vez el gusto por componer e instrumentar mis creaciones. Aunque el inglés de mi mujer no era ni es su fuerte, la convencí para que cantara mis nuevos temas porque su voz era mucho más adecuada para su estilo que la mía. Y hasta que mi hija mayor vino al mundo, Ana y yo grabamos un total de cuatro canciones, ya bajo el nombre de Olympia, y con el mejor sonido que había conseguido hasta entonces.
Mi hija mayor salió guerrera y fueron unos años difíciles, con falta de sueño y muchas horas extra en el trabajo. Además, mi madre enfermó de gravedad, mi otra hija vino a completar la familia cuando parecía que empezábamos a levantar cabeza, y aunque ocasionalmente registré ideas para varias canciones, no llegué a completar ninguna en casi diez años. De hecho durante esos años mis blogs (éste y el de literatura de ciencia-ficción) fueron dos de las escasas vías de escape para mis pasiones. Pero la experiencia me ha enseñado que en la vida después de una etapa más dura siempre viene otra más llevadera, y desde hace casi dos años he vuelto a tener tiempo para crear, lo que significa que la música ha vuelto a ocupar el lugar que merecía.
Eso sí, ya no he querido "forzar" a mi mujer a cantar en esta nueva etapa creativa, por lo que Olympia ha pasado a ser mi proyecto en solitario, a pesar de las limitaciones vocales a las que ya he aludido. Eso sí, como tenía material a medias y unas ganas locas de recuperar esta faceta, me ha llevado poco más de medio año completar y publicar siete nuevas canciones. Ahora estoy empezando una octava, aunque aún está en fase muy preliminar. Es muy difícil juzgarse a uno mismo, pero sí puedo decir que al menos algunas de las ideas básicas que persigo en este blog (temas cuya instrumentación crezca según avance, cierto interés por no sonar demasiado convencional, progresiones armónicas que no repitan los mismos cuatro acordes de principio a fin) son también parte de mi leif motiv como creador.
¿Qué pretendo al crearlas y publicarlas? En realidad, sólo dar salida a mi expresividad, y darlas a conocer. Afortunadamente mi trabajo me da la estabilidad económica, y mi mujer y mis hijas la estabilidad emocional. Pero la vida es corta, y cuanto más se explore uno a sí mismo, pienso que más conforme se irá al otro mundo. Así que hoy hago visible en este blog esas últimas canciones de la refundada Olympia, ordenadas cronológicamente:
"No more drugs"
"Finer feelings"
"Here to stay"
"Pandemic confinement"
"Empty people"
"Life is magic"
"We all must die"
De esta forma hoy he dejado constancia aquí de otra faceta de este humilde "bloguero". Pero no se preocupen, que en la próxima entrada volveré a la normalidad, con artistas profesionales y espero la emoción y el talento que siempre intento localizar y compartir.
¿El teclado no fue en la cella Hermosilla? Recuerdo haber ido allí con el coche para cargarlo, más o menos en esa época
ResponderEliminarGracias por comentar, Luis. Pues el caso es que recuerdo haber ido contigo por la plaza de Ópera y por Hermosilla. Pero yo no llevaba el coche, así que si a ti te suena Hermosilla, seguro que es lo correcto. En todo caso tuviste mucha influencia en que un cuarto de siglo más tarde me siga apeteciendo crear canciones, y comentar las de otros.
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ResponderEliminar¡Lo mismo digo! Por cierto, aún recuerdo la transición abrupta Jimi Hendrix - Rick Astley en alguna de las cintas que preparabas en los viajes. Eso no se hace
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