domingo, 20 de marzo de 2022

Alt-J - "The Dream" (2022)

Tras casi cinco años de silencio ha visto la luz "The dream", el cuarto álbum del trío británico Alt-J. Que con sus dos primeros discos ("An awesome way", de 2012 y "This is all yours", de 2014), merecieron sendas reseñas en este humilde blog, pues no en vano se trata probablemente de la banda más personal que ha surgido de allí en esta última década. Pero, como ya indiqué en una entrada dedicada a álbumes decepcionantes de 2017, su tercera entrega, "Relaxer", bajó claramente el listón, tanto por su menor inspiración como por su mucha menor duración. Así que, aunque contenía buenos momentos como "In cold blood" y, sobre todo, ese "Deadcrush" que sí formó parte de mi lista de mejores canciones internacionales de 2017, no le dediqué una reseña completa. Y lo interpreté como un bajón del cual ya probablemente no se iban a recuperar. De hecho, transcurrieron para ellos varios años de silencio absoluto, presagio, supuse yo, de su disolución. Sin embargo, durante la segunda mitad del año pasado fueron volviendo a la actividad con nuevos sencillos que, en general, parecían haber recuperado su mejor senda. Por lo cual cuando el mes pasado se publicó "The dream", decidí darle una oportunidad. Todo un acierto por mi parte, porque posiblemente estemos ante el álbum más meritorio de su carrera.

En principio el disco consta de doce cortes, pero es complicado decir cuántos canciones encierra en realidad. Porque uno de ellos ("Delta") dura apenas un minuto, un interludio en toda regla. Pero en los otros once también podemos encontrar unos cuantos interludios que no guardan relación con el resto de la canción (incluso más de uno en algún caso). Por lo que lo mejor es reseñarlo según el tracklist oficial y dejarse llevar por lo que va sucediendo en su personal universo musical, sea parte de una canción o de otra. Un universo que sigue orbitando en torno a la peculiar y no siempre entendible voz de Joe Newman, la gran variedad de registros de los teclados de Gus Unger-Hamilton y esas continuas paradas y arrancadas con baterías entrecortadas, coros inesperados, y guiños velados a estilos del siglo pasado.

El disco lo abre el que tal vez sea su mejor momento. Es habitual en los británicos colocar el tema de creatividad más desbordante al comienzo. Y ése es el caso una vez más de "Bane", más de cinco minutos que encierran nada menos que cuatro partes completamente diferentes: una primera ominosa sobre un arpegio de guitarra y un coro masculino, una segunda que juega con los trémolos vocales y guitarreros y cambia por dos veces la progresión armónica hasta que entran la batería electrónica y el piano, para en su último minuto ofrecer un excelente intervalo instrumental a medias entre el mellotron y otros coros distintos de los del comienzo. "U & Me", el primer sencillo que anticipó el disco el pasado septiembre, es justo lo contrario: una única progresión armónica de cuatro acordes explotada casi hasta la saciedad (sólo una breve parada), aunque es una sucesión de acordes que tiene gancho, por lo que las estrofas rayan a gran altura, y la habilidad de Newman a la guitarra y de Unger-Hamilton a los teclados saca todo el partido posible a la composición (sólo el estribillo baja un poco el nivel por simple y monótono). "Hard drive gold", tercer sencillo, también tiene su punto con el toque setentero de su sección rítmica, la elaborada melodía de sus estrofas, y el solo de teclado de su tramo instrumental, aunque lo más interesante es su letra, el particular punto de vista de un adolescente sobre el capitalismo. "Happier when you're gone" insiste en las melodías complejas y sus personales instrumentaciones con instrumentos que van y vienen, a los que se añade esta vez una sección de cuerda que es casi puro gospel. Pero en mi opinión no pone el acento en las partes más inspiradas de la composición, y por eso baja un poco el nivel frente a las tres anteriores.

"The actor" se ha convertido en el cuarto sencillo extraído hace tan sólo unas semanas. Quizá el tempo más bajo hasta ese punto, es el tema más electrónico del disco gracias a todos los sintetizadores que arropan sus estupendas estrofas. El estribillo tal vez sea menos inspirado, aunque ello queda compensado por su excelente instrumentación y por una letra que refleja la cara oculta de esta profesión, desde los castings fallidos hasta la omnipresente cocaína. "Get better", segundo sencillo, es el segundo tema más largo del disco, y quizá el más monótono. No tengo nada en contra de un tema sentimental construído casi exclusivamente sobre voz y guitarra acústica. El problema es que, a pesar de los originales giros en la progresión armónica y de sus bonitas estrofas, el estribillo es un tanto "blando", y sobre todo, conforme avanza el minutaje apenas "pasa nada" (apenas un sampling de una chica repitiendo el título del tema entre risas), algo muy llamativo en una banda que quizá peque por exceso de lo contrario. Mucho más interesante es "Chicago", otra de esas canciones compuesta en realidad por varios mini-temas entrelazados, que comienza lenta e intimista con la voz y la guitarra eléctrica de Newman, pero que tras un minuto se convierte en una especie de post-rock a lo Tortoise, reforzado por un bombo que resalta el que seguramente es el tempo más alto del disco. Y que da paso luego a varias melodías vocales diferentes, algunas en falsete, otras en un tono de voz normal, e incluso arpegios de piano claramente orientados a la pista de baile. El octavo corte tiene por título otra ciudad estadounidense, "Philadelphia", y es otra poderosa demostración de cómo Alt-J puede variar de registro (tenebroso y oscuro en este caso) y seguir sonando a ellos mismos. En este caso llama la atención la voz femenina casi lírica que introducen puntualmente en las estrofas, y el contraste que provoca con la batería electrónica, la sección de cuerda, y el órgano de música clásica con el que se luce Unger-Hamilton. Todo ello rematado por otro excelente cambio de progresión armónica en su último tercio, que cerca del final consiguen exitosamente armonizar con la principal del tema.

El último tercio del disco, indudablemente el más flojo, lo inicia "Walk a mile", con otro de esos interludios que suena a música negra del primer tercio del siglo XX, para dar paso a un medio tiempo de similar melodía a la del comienzo, y en el que se muestran más comedidos que de costumbre a la hora de ir desarrollándolo, enriqueciéndolo solamente con la instrumentación justa (aunque sus seis minutos y medio se terminan haciendo un poco largos). Como decía al cominezo, "Delta" es el único interludio separado como tal en el tracklist: otro cántico negroide que podría perfectamente aludir al delta del Río Mississipi. "Losing my mind", el penúltimo corte y último momento notable, parece que va a ser otro de esos medios tiempos sureños, pero una vez pasa el primer minuto aceleran un poco el tempo, le añaden contundencia en la batería y crean un colchón de sintetizadores electrónicos y psicodélicos al mismo tiempo... con sus correspondientes paradas acústicas y casi místicas. Y "Powders" es una adecuada forma de bajar el telón: un tema reposado, de bonitos arpegios de guitarras relajadas, melodía dulce y samplings vocales que no estorban y le dotan de originalidad en su segunda mitad.

"The dream" tiene la duración justa para que el derroche de ideas no resulte apabullante, pero también para no dejar la sensación de "álbum menor" que ensombrecía "Relaxer". Y es que está claro que la banda ha aprovechado estos casi cinco años de silencio para recuperar la creatividad y no tirar sólo de oficio o de versiones una vez en el estudio. El resultado es un álbum que, por supuesto, sigue sin ser apto para todos los públicos: lleno de variaciones, de melodías difíciles, de falsetes, de instrumentaciones atípicas, rabiosamente contemporáneo y al mismo tiempo alejado de las modas. Pero que mantiene un nivel medio muy saludable de principio a fin, seguramente más equilibrado que cualquiera de sus antecesores. Así que no queda sino saludar el regreso del trío a su mejor nivel, y confiar en que sigan manteniendo el suficiente tirón comercial para seguir creyendo en su proyecto con futuras entregas.