jueves, 12 de junio de 2014

Sidonie: Sierra y Canadá (2014)

No suelo acostumbrar en este blog a reseñar álbumes publicados en España. Y es que en general mi opinión sobre la música que se crea en España no es muy positiva (pueden consultar algunas entradas que he escrito al respecto del panorama musical en España en los últimos años). Por eso es de agradecer que este 2014 nos haya permitido escuchar un álbum que cumple el nivel medio de calidad que siempre intenta guiar a este humilde blog. Sidonie han sido un caso no tan infrecuente en el panorama nacional: un grupo demasiado indie para romper en los círculos generalistas, y demasiado comercial para los medios alternativos principales. Algo muy similar, de hecho, a lo que comentaba al respecto de La Sonrisa de Julia hace unas semanas cuando seleccionaba su "Muévelo" como la mejor canción española de 2013. Lo que sucede es que con "Sierra y Canadá" el trío barcelonés no sólo ha publicado su nuevo disco, sino que ha dado un giro a su sonido muy interesante, acercándolo al techno-pop analógico de hace tres décadas, pero sin perder su personalidad. Y es que grupos de guitarras hay muchos y es muy difícil ser originales, mientras que grupos que se arrimen a otros estilos pueden encontrar más fácilmente terrenos menos explotados, que doten a quienes los buscan de un plus de creatividad.

Además de por su giro en el sonido, este álbum es atípico por tener una vertiente conceptual. Canadá es una metáfora (un tanto retorcida) que utilizan en varios temas del disco para reflejar su carácter de "segundón" frente al todopoderoso vecino del Sur. A partir de ella escriben historias de amor imposible, de victorias que se escapan en el último minuto, de perdedores atormentados... También hay referencias francesas, y un sentido del humor muy cínico y nada estridente que dota de homogeneidad a todo el conjunto.

Supongo que, en un intento porque sus seguidores habituales no se pongan a la defensiva respecto al nuevo sonido, el álbum comienza intencionadamente con "Sierra y Canadá", primer sencillo además del tema que da título al álbum. Es una historia imposible de amor robótico sobre una bonita progresión armónica, adornada con un teclado principal que toca una melodía muy sencilla pero eficaz. Sidonie la saben hacer crecer inteligentemente, con una correcta interpretación armónica, hasta un tramo final cautivador, convirtiéndola en uno de los momentos álgidos del álbum. Le sigue "Rompe tu voz", un tema más rápido sobre un riff de bajo casi monocorde, del que lo más interesante son el estribillo y los guiños al techno alemán del intervalo instrumental. Más logrado es "Gainsbourg", una canción oscura que gira sobre la figura del cantante y autor francés, y en la que Marc Ros comparte protagonismo vocal con su hermana Miri. Probablemente sea el tema más logrado del disco, por su letra inquietante, su bonito estribillo, su tramo instrumental cerca del final, sus acertados arreglos encajando las distintas partes y potenciando la percusión...

La letra de "Yo soy la crema" funciona como ironía sobre muchas bandas indies (¿quizá ellos mismos?), pero en conjunto se trata de un tema anodino. Más lograda resulta "Un día de mierda", un tema de pop con matices soul que mezcla acertadamente una melodía luminosa con una letra deprimente y que por su inmediatez debería ser el siguiente sencillo del álbum. "Canadá (el feo de los Wham)" es una nueva referencia al tema en torno al cual gira el disco, más interesante por los supuestos segundones que cita que por la composición en sí, principalmente armonías vocales un tanto lentas. "Estais aquí" es un tema mucho más rápido, y melodícamente más acertado, pero lastrado por una letra extraña y sobre todo por una dicción en modo trémolo que le resta credibilidad. "El mismo destello" insiste en el bajo sintetizado, pero hará las delicias de los fans más tradicionales de la banda, pues todo converge hacia un estribillo irresistible y son las guitarras el armazón que sostienen la composición, especialmente en su tramo final.

"Canada 2 (Cafeina y Brevedad)", noveno corte, es un interludio irrelevante de apenas un minuto. Que da paso a la necesariamente larga y muy original "Las dos Coreas", en las que la banda arrima su sonido a referencias asiáticas para, usando la metáfora de los dos países asiáticos, contar una historia de una pareja que se tambalea. A partir de ahí un estribillo excelente, y dos minutos de brillante psicodelia instrumental, que desembocan en un tramo coral que vuelve a enganchar con el estribillo. Todo un tour de force. "La noche sin final" es un tema instrospectivo, muy bien producido, cantado a dos tonos por Marc, con unas bonitas estrofas pero un estribillo un poco más flojo. "Olvido y morfina" destaca por su original percusión en las estrofas y un doble estribillo convincente. E "Hiroshima mi amor" cierra el álbum con una atmósfera tormentosa, una letra devastadora y un excepcional piano realzando el estribillo. Una balada atípica que nunca llega a explotar pero que supone una buena síntesis de los 13 cortes del álbum.

En definitiva, sin abandonar del todo las guitarras y manteniendo su obsesión por la canción pop perfecta, este álbum abre nuevos horizontes para la banda barcelonesa y sobre todo, ofrece un nivel medio de calidad más que aceptable, al margen de las modas y de las reivindicaciones de usar y tirar. Aunque seguro que pasará tan desapercibido como sus anteriores entregas. Una verdadera lástima.