jueves, 31 de diciembre de 2020

Bronson: "Bronson" (2020)

Quienes siguen con regularidad este blog saben que desde hace años presto atención a los estadounidenses Odesza, una de las pocas bandas de música electrónica que ha conseguido un reconocimiento masivo de pública y crítica en su país. De hecho hace unos años reseñé "A moment apart" (2017), su álbum de más éxito hasta la fecha, gracias a su sugestiva capacidad de evocación mediante atmósferas envolventes e influencias étnicas. Que sin embargo resultaba, como ya indiqué en su momento, demasiado conservador para mi gusto, sin apenas momentos de tempo alto, con la amenaza del aburrimiento siempre presente y no muy adecuado para el festival o la discoteca de turno. Llama por ello la atención que para el siguiente movimiento de su trayectoria el dúo haya pausado momentáneamente su carrera y se haya embarcado en un proyecto a medias con el para mí desconocido hasta ahora Golden Features, un productor australiano que soló había publicado un álbum hasta la fecha, "Sect" (2018).

Este tipo de aventuras son frecuentes cuando el artista en cuestión no acaba de dar con la inspiración para seguir por su senda habitual, o cuando necesita oxigenar su capacidad creativa con nuevas referencias. Probablemente sea el caso de Odesza, porque sin duda Bronson es una apuesta arriesgada cuando su último álbum había llegado nada menos que al Top 3 en su país. Pero debo reconocer que el resultado merece la pena y supone una saludable reinvención musical que probablemente les dé la energía necesaria para retomar su proyecto principal con ideas frescas. Y es que "Bronson" logra el siempre difícil equilibrio entre dos artistas complementarios pero claramente diferentes, sin que ninguno de los dos fagocite al otro, y sin que el resultado sea excesivamente experimental.

El primer corte, "Foundation", predispone correctamente para lo que nos vamos a encontrar: electrónica elegante y atmósferas envolventes que quedan bien patentes desde el comienzo, pero a las que durante el tramo intermedio del tema se añade un bombo y unos platillos que sin llegar a marcar un ritmo binario claro, avisan de que el álbum va a ser más movido de lo habitual en los americanos. Algo que inmediatamente confirma "Heart attack", el segundo corte además de primer sencillo e indudable tema estrella del álbum. El tempo alto, el bombo en primer plano, los teclados en crescendo y la voz de la para mí desconocida lau.ra sustentan un tema orientado a la pista de baile (a pesar del parón en la sección rítmica hacia la mitad) en lo que parece una clara influencia de Golden Features, que sin embargo mantiene su esperable elegancia y no desentona con el estilo del dúo. "Bline" es un tema instrumental de atmósfera inquietante, con un sampling vocal que podría llegar a cansar y otro ritmo binario contundente complementado por un excelente sintetizador de tono alarmista, que doblarán con talento en sus repeticiones finales. "Know me" es el segundo tema con una interpretación vocal completa, a cargo del estadounidense Gallant: un medio tiempo con una melodía dulce y elaborada que sin embargo no resulta particularmente impactante.

"Vaults", el quinto corte, fue también el segundo sencillo. Es sin duda uno de los temas que mejor entronca con la discografía de Odesza: medio tiempo, voces sampleadas que se repiten una y otra vez, una progresión armónica claramente definida... Pero se agradece el esfuerzo adicional al superponer percusiones electrónicas que aumentan el interés de la pieza hasta el final. Le sigue "Tense", una grata sorpresa: sigue sin ser un tema rápido, pero sí posee una contundencia ruidista que los acerca a sus compatriotas The Crystal Method. Todo ello gracias a un omnipresente loop sintetizado que ya se encargan de distorsionar conforme avanza el minutaje, y que inesperadamente termina en un pasaje casi funerario. "Call out" es el tema más claramente Odesza del disco, y sus bonitos samplings vocales no terminan de cautivar quizá a causa de su ritmo excesivamente simple y sus frecuentes parones.

"Contact", con su ritmo rápido y directo, sus pitches, sus distorsiones y sus crescendo, se asegura de mantener lejos el aburramiento, y es para mi gusto el tema más conseguido del álbum. A ello contribuye sin duda una progresión armónica oscura, obsesiva y bien explotada. "Keep moving", penúltimo corte, fue el cuarto sencillo hace unas semanas, y es el tema más alejado de lo que cabría esperar a priori de los americano: un tema monocorde, con una base rítmica muy elaborada, que podría sonar perfectamente en las sesiones más demoledoras de cualquier madrugada festivalera. Y el disco lo cierra "Dawn", el tercer sencillo, una colaboración a tres bandas con Totally Enormous Extinct Dinosaurs (DJ británico afincado en Estados Unidos). Es el único corte realmente largo, mas de siete minutos, y aunque en su primer tercio parece contundente, y posee buenos tramos instrumentales, termina siendo más una alegoría vocal esperanzadora (ese "Never give it up" que tanto repiten a coro), agradable aunque no del todo redonda.

A pesar de sus diez temas bien definidos, el disco no llega siquiera a los cuarenta minutos, lo que demuestra que Bronson también ha huido del cliché que tan negativamente afecta a la música electrónica consistente en alargar durante minutos y minutos cualquier tema hasta el hastío. Además, en su afán por crear un todo consistente a partir de piezas tan dispersas, todos los temas están enlazados y a veces es incluso difícil distinguier cuando termina uno y empieza el siguiente. Menos encorsetado, más variado y versátil que cualquiera de los álbumes en solitario de Odesza, no pasará a la historia de la música electrónica, ni posee un tema de cabecera que tire del conjunto y les gane nuevos adeptos, pero sí supone un esperanzador comienzo de un nuevo proyecto, a la vez que un disco solvente de principio a fin en este año que tan mediocre ha sido musicalmente hablando en cuanto a nuevas creaciones.

martes, 22 de diciembre de 2020

Nation Of Language: "Introduction, presence" (2020)

Una de las bandas que ha publicado su álbum de debut en 2020 con mayor reconocimiento de la crítica especializada ha sido Nation Of Language. Con la mirada puesta en los primeros años ochenta y una propuesta a medio camino entre el post-punk y el techno-pop de aquel entonces, el trío no ofrece en realidad nada nuevo musicalmente hablando, pero sabe mirar con inteligencia y buenas dosis de talento a lo mejor que se hacía entonces en el panorama musical. Un panorama, por cierto, que en aquellos tiempos estaba copado por artistas británicos que estaban dejando atrás el punk para experimentar con los primeros instrumentos electrónicos, lo que nos puede hacer inferir que la banda surgió en las Islas. Craso error, puesto que el trío proviene en realidad de Nueva York. Pero es que la influencia de Joy Division / New Order en su música es tan intensa que parecen haber crecido musicalmente en Manchester.

Y es que la mayor virtud y a la vez el mayor defecto de este "Introduction, presence" es su parecido con el proyecto de Ian Curtis, Bernard Sumner y Peter Hook hace justo cuarenta años. No es ya que la voz de Ian Richard Devaney recuerde a la Curtis (aunque en mi opinión se parezca más a la de Matt Berninger, vocalista de The National); es que las sencillas programaciones, los arpegios de bajo, los fraseos poco acompasados... todo recuerda a una de las bandas más influyentes de la historia de la música justo cuando estaban transicionando entre los dos estilos que mencionaba. Banda cuya calidad y repercusión hoy nadie cuestiona, pero tan trillada ya como referencia que parece complicado labrarse una carrera musical sólo mirándose en su espejo. Aunque para crear un álbum que le rinda tributo sí que da.

Porque imitaciones aparte, el disco funciona de principio a fin. A ello contribuye que nada menos que siete de sus diez cortes hayan visto la luz en formato sencillo. El tercero de ellos el que abre boca: "Tournament". Casi sin más preámbulo, la voz de Devaney se pone al frente de un tema que refleja perfectamente lo que nos vamos a encontrar en el álbum: una instrumentación escueta sobre una bonita progresión armónica, hasta que en la segunda estrofa ya entra una sencilla batería programada, y poco después el bajo de Michael Sue-Poi "a lo Peter Hook", para evocar y emocionar a partes iguales (aunque para el último tercio se reservan otra melodía totalmente diferente con la que enriquecer la repetición final del estribillo). "Rush & fever" fue el segundo sencillo a principios de año, y su tempo ligeramente más alto y su elegante bajo anticipan otro gran momento, lo que se confirma desde que el teclado de Aidan Noell (muy en la línea del Vince Clarke de los ochenta) pasa al frente para reforzar el ritmo cuando conviene, y la interpretación entre altiva y sensible de Devaney completa el triunfo. "September again", cuarto sencillo, es si cabe aún más simple y espartana desde el punto de vista rítmico que las anteriores, y las notas altas de la melodía no son lo que mejor le viene a Devaney, por mucho que se doble la voz. Por eso lo que prefiero de este tema menor son los primeros tramos de las estrofas, de una elegancia incontestable.

Con "On Division St", nada menos que su séptimo sencillo y quizá el que más popular de todos está resultando, los neoyorkinos se quitan la careta definitivamente y copian tal cual la progresión armónica de "Bizarre love triangle", el clásico de New Order allá por 1986, incluso repitiendo prácticamente la misma secuencia de bajo. Esa sencilla y a la vez irresistible base les permite construir un tema que aunque más limitado melódicamente que el original, y más simple en los teclados de Noell respecto a los de Gillian Gilbert y Stephen Morris, sin duda raya a gran altura. Pero me niego a incluirlo en la lista de las mejores canciones del año como están haciendo muchas publicaciones especializadas, pues la apropiación es demasiado evidente. "Indignities", el quinto corte, no fue un sencillo tal cual sino uno de los primeros temas de su carrera, allá por 2017, cuando la influencia de Joy Division era aún más obvia y el post punk desasosegado encajaba más claramente en su abanico de influencias, si bien el resultado es más curioso que disfrutable. Prefiero sin duda "Automobile", que pese a ser mi canción favorita del álbum es una de las pocas que no ha aparecido como sencillo: la clave es otra certera progresión armónica, que en este caso refuerza una melodía coral y elegante a partes iguales a pesar de no tener estrofas y estribillos diferenciados, y que además deja espacio para unos nada complejos y sin embargo disfrutables intervalos instrumentales, en especial aquellos presididos por el bajo de Sue-Poi, y con algún que otro sintetizador de sonido espacial que parece reivindicar cierta contemporaneidad.

El último tercio del álbum lo inaugura "Friend machine", el quinto sencillo y el más techno-pop del álbum (casi podemos pensar que estamos escuchando a Gary Numan o a Visage). Aunque la canción resulta más interesante por su capacidad evocadora que disfrutable, sobre todo a causa de su melodía un tanto entrecortada y ese parón rítmico hacia la mitad tan poco adecuado. "Sacred tongue", octavo tema, es otro buen momento por descubrir, un medio tiempo cadencioso de instrumentación escasa y con la percusión más elaborada del disco, al que le falta un punto más de elaboración para descollar. "The motorist", penúltimo corte, fue también el primer sencillo del disco, y una clara reminiscencia de la atmósfera del mítico álbum "Power, corruption & lies" con el que New Order abrazó definitivamente la electrónica en 1983. Al tema quizá le sobran los puentes instrumentales tan largos sobre el mismo acorde y las frases declamadas en las estrofas, a la vez que le falta algo de gancho, pero los estribillos rezuman tristeza en su letra y en sus notas ("turn the pages, try to find another way..."). Y el disco lo cierra "The Wall & I", sexto sencillo, uno de los temas más rápidos del álbum y que conjuga una melodía relativamente melódica con una base rítmica contundente. Y todo ello aderezado con unos solos de bajo recomendables y un largo tramo instrumental final que ejerce con soltura su función de despedida.

Después de unas cuantas escuchas el disco se abre paso en nuestra colección y pide ser reproducido una y otra vez. Pero siendo honestos, tenemos que fijarnos con mucha atención si queremos encontrar algún detalle contemporáneo en la instrumentación que desmienta que el disco se grabó en realidad en 1981. Puestos a sacar defectos, también convendría que la distinción entre las diez canciones fuera mayor (el álbum es probablemente demasiado lineal), y que más a menudo las progresiones armónicas no repitieran de principio a fin de cada tema los mismos tres o cuarto cortes. Incluso la duración de algunas canciones (más de cinco minutos) resulta excesiva. Pese a todo, Nation Of Language consiguen eludir la etiqueta de revival, y eso es gracias a su capacidad creativa. Así que aunque por lo general prefiero propuestas más contemporáneas, "Introduction, presence" ya ha pasado a formar parte de mi discoteca particular. Habrá que ver si para el segundo álbum se atreven a arriesgar algo más (a riesgo de perder su personalidad) o si siguen mirando por el retrovisor a sus ídolos (a riesgo de repetirse más de la cuenta). Difícil paso adelante, del que veremos si salen bien parados. Si no, se quedarán en un "One-hit-wonder".