domingo, 29 de noviembre de 2020

Sylvan Esso: "Free love" (2020)

Hace un par de meses ha visto la luz "Free love", el tercer álbum de los estadounidenses Sylvan Esso. El dúo formado por la cantante Amelia Meath y el programador y productor Nick Sanborn se caracteriza por proponer un acercamiento muy americano al pop electrónico más habitual en el continente europeo. Buscando un difícil equilibrio entre la sensibilidad de Lamb y la electrónica arriesgada de Reed & Caroline, sus canciones no son nunca fáciles, pero a menudo acaban calando si se les da la oportunidad. Por eso había expectación por ver si este nuevo álbum estaba a la altura de "What now" (2017), el álbum que los consagró en el panorama musical alternativo y con el que los descubrí. Y en mi opinión lo han conseguido, aunque con matices.

Para empezar, "Free love" insiste en ofrecernos los estrictos diez cortes que ya incluía su predecesor, ni uno más. Pero aquí el desarrollo de la mayoría de las canciones es si cabe aún más escueto, con lo que la escucha no llega ni a la media hora. Lo que evidentemente sabe a poco. Más aún conociendo la capacidad de Sanborn para sorprendernos con sus instrumentaciones personalísimas. Parece que han primado el impacto directo, pero al menos hay tres o cuatro temas que podrían haber dado más de sí con una duración más larga. Por otra parte la línea estilística es muy similar a la de su anterior entrega, quizá un poco más reposada pero aún con el suficiente nervio como para que la escucha no se haga pesada. Y en su caso, la misma línea estilística no equivale a monotonía, pues el carrusel de sonidos, e incluso los juegos vocales de Meath están garantizados.

El álbum lo abre "What if", menos de minuto y medio casi sin instrumentación (decir a capella no sería adecuado, pues los múltiples armónicos de la voz de Meath muestran que el tema está en realidad muy procesado). El caso es que es una melodía bonita (sobre todo el estribillo), y está claro que podría haber dado para al menos una segunda estrofa y otro estribillo que lo hiciera más disfrutable. Le sigue "Ring", otro tema en el que Meath entra casi sin preámbulo, con unas estrofas más entonadas que un estribillo un tanto obvio. Los juegos de Sanborn son especialmente perceptibles en la batería, que es radicalmente diferente en cada una de las distintas partes del tema. "Ferris wheel", siguiente corte, fue el primer sencillo extraído, lo que a mi modo de ver constituye todo un acierto, pues se trata sin duda del mejor momento del álbum: tan espartano y onírico al comienzo como cabría esperar, poco a poco van entrando sonidos distorsionados (con mención especial para el bajo), y cada vez se vuelve un tema más infeccioso (con un estribillo de una ingenuidad que puede recordar a los mejores tiempo de Björk) hasta converger en ese fantástico intervalo instrumental en el que los dos sintetizadores (uno de influencias orientales y otro que es casi una flauta) compiten por el protagonismo, orientando el resto del tema hacia la pista de baile. "Train" ha sio escogido recientemente como quinto sencillo, una decisión que muestra lo poco convencional del dúo, pues se trata de un tema delirante en su juego de voces y en los instrumentos que lo arropan. Pero la progresión armónica que lo vertebra es bonita, la melodía está conseguida, y los tramos instrumentales vuelen a ser todo un estímulo a la imaginación, por lo que tras unas cuantas escuchas se adherirá inevitablemente a nuestro cerebro.

"Numb", quinto corte, es el único tema que excede los cuatro minutos. Y es una pena que no haya sido extraído en formato sencillo, ya que a mi modo de ver es el segundo mejor momento del álbum. Porque es el terreno en el que mejor se desenvuelven: su electrónica "esquizofrénica", que mezcla sintetizadores imposibles con programaciones de tempo alto para disfrutar en la pista de baile o en el festival de turno, se equilabra con unas estrofas largas y elaboradoras, y unos tramos instrumentales ahora sí desarrollados al máximo y plenos de talento (sobre todo el del final). Justo después el álbum pega un frenazo con "Free", el cuarto sencillo: una balada cálida con ruido de fondo registrado a propósito, bonita pero un poquito empalagosa a pesar de durar menos de tres minutos. Prefiero "Frequency", siguiente corte y tercer sencillo extraído: la melodía tal vez siga pecando de naif, pero tras los dos primeros minutos entra una progresión armónica diferente y muy envolvente, que lleva el tema a otra dimensión.

"Runaway", ante penúltimo corte, es posiblemente su último momento destacable. A pesar de (o gracias a) esos coros de imitación africana con los que Meath adorna el estribillo, el tema suena original y con una curiosa mezcla de sonidos espaciales y tímidas influencias étnicas. Y mejora en su último minuto con ese cambio en la progresión armónica que resalta la belleza del tema. Es verdad que antes de terminar la escucha aún queda "Rooftop dancing", su segundo sencillo, pero en mi opinión no es un gran momento, pues resulta excesivamente cadencioso para no ser el tema que cierra el disco, y además el inverosímil cóctel entre melodía de influencias folk, los coros postprocesados de Meath y las guitarras acústicas no termina esta vez de funcionar. El cierre lo pone "Make it easy", otro tema lento, con una instrumentación muy escueta que apenas arropa la voz nuevamente distorsionada de Meath hasta cerca del final, y que incluso termina con el curioso detalle de casi medio minuto final prácticamente en silencio, en lo que parece una simple estratagema para que el tema pase de los tres minutos.

Y así, en un visto y no visto, se desvanece este "Free love". Que cuesta disfrutar durante las primeras escuchas pero que luego deja con ganas de más. Quizá esa sea la clave del éxito de Sylvan Esso: en un panorama tan trillado como el de las parejas que hacen música pop más o menos electrónica, destacan por su originalidad, que por suerte es más inspirada que provocadora. Probablemente les falte acercar alguno de sus temas a un convencionalismo más comercial para que definitivamente rompan la barrera del éxito masivo. Pero seguramente ellos están a gusto donde están ahora, con su público fiel y su reconocimiento a nivel de crítica que les permite hacer lo que ellos quieren. Así que toca disfrutar de este ratito y me imagino que esperar otros tres años para que nos entreguen otra media hora de pop a contracorriente. Les esperaremos.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Cut Copy: "Freeze, melt" (2020)

El pasado mes de agosto ha visto la luz "Freeze, melt", el sexto álbum de los australianos Cut Copy. Han pasado casi tres años de "Haiku from zero", la que era su irregular aunque por momentos brillante última entrega hasta la fecha. Este nuevo disco es el resultado de un punto de inflexión vital en la banda de Dan Whitford, su cantante y compositor principal, quien por motivos personales se mudó hace un tiempo de su Melbourne natal a la gélida Copenhague. Un cambio radical que se refleja claramente en el álbum: no es que hayan abandonado del todo su pop de detalles electrónicos y que se acerca con criterio a la pista de baile, pero se han internado por caminos más experimentales, con temas más largos y ambientales, a veces casi instrumentales, en un giro sin duda arriesgado pero del que han salido suficientemente airosos.

No obstante, lo primero que sorprende de este "Freeze, melt", es la escasez de temas que lo componen: sólo ocho cortes, su álbum más escaso de contenido hasta la fecha. Una circunstancia que se compensa en parte por esa mayor duración de muchos de sus temas a la que aludía antes, y que consigue que el resultado total llegue por poco a los cuarenta minutos. También sorprende la desnudez de muchas de sus canciones, probablemente deseada aunque tal vez tenga que ver también que el álbum se grabó en poco más de una semana. En todo caso, una vuelta de tuerca mayor de lo esperable a estas alturas de su carrera. Y que probablemente explique por qué han creado un vídeo para acompañar cada tema, tratando de crear un concepto audiovisual novedoso y homogéneo.

Quizá para que al seguidor de la banda este nuevo álbum no se le haga muy duro, los tres sencillos extraídos van seguidos al comienzo del mismo. Abre veda "Cold water", segundo sencillo, construido a partir de un obsesivo loop sintetizado muy evocador, y sobre el que poco a poco entran más instrumentos sin abandonar su sonido espartano, entre ellos una batería electrónica muy sencilla, aunque lo que llama la atención además de su correcta melodía son los dos teclados, uno rápido y otro melódico, que llenan su minuto final. Superior es a mi modo de ver el tercer sencillo, "Like breaking glass", posiblemente el mejor momento del disco. Una melodía luminosa, un par de teclados complicados y juguetones en estrofas y estribillos, y sobre todo esa percusión obsesiva que tanto recuerda al "Shout" de Tears For Fears pero que tan eficaz resulta para resaltar la composición. Además es de los temas de estructura más claramente pop del disco, con su secuencia de estrofas y estribillos, su parte nueva, su intervalo instrumental con coros... y por tanto el más accesible. "Love is all we share" es el sencillo que anticipó el álbum la pasada primavera, y un excelente aviso del giro estilístico que se avecinaba: una balada con sintetizadores envolventes y temática romántica, con una melodía de notas muy largas y un teclado principal reconocible que sirve de gancho a los cambios de tonalidad que introduce Whitford con aquello de "Nobody knows". Aunque está claro que seis minutos son demasiados para tanto pasaje instrumental que repote aquello de "Only love" una y otra vez.

"Stop, horizon" podría pasar por un tema de la primera década de The Orb (incluso por su título), con su arpegio de guitarra postprocesado una y otra vez para crear una base sobre la que ir añadiendo diversos sintetizadores... aunque después de casi tres minutos aparece una pequeña parte cantada por Whitford, y en los últimos cien segundos una batería razonablemente convencional que acercan el tema a una elegante sesión de chill-out. "Running in the grass" vuelve a apostar por una percusión sencilla y muy en primer plano para vertebrar un tema en el que los distintos teclados van entrando muy poco a poco, hasta que finalmente aparece la voz de Whitford para ofrecernos una melodía sin mucho gancho en las estrofas, y sólo un poco más interesante en los "ooh" del estribillo y en esa parte nueva tan difícil de encajar en el conjunto como el piano final. "A perfect day" es en mi opinión el segundo mejor momento del disco: de duración más contenida y mejor emparentado con su legado de temas pop sintéticos, su estructura clásica, su bonita melodía y su brillante despliegue instrumental (con la sorpresa de esa percusión a mitad del tema que antecede a esa preciosa parte nueva que se alarga hasta el final) hacen que gane con cada escucha.

Justo cuando le empezamos a coger el gusto al álbum se acerca el final. Y lo hace con el penúltimo corte y para mí su tercer mejor momento: "Rain" evoca su título con una certera combinación de sintetizadores antes de dar paso a una interpretación vocal completa de Whitford (aunque no estructurada en las habituales estrofas y estribillos). Destaca especialmente esa melodía de notas más bajas de lo habitual y la guitarra eléctrica que le añade un punto de dramatismo a su tramo final. Y el cierre lo pone "In transit", ahora sí un tema de ambient puro, netamente instrumental, gélido, pausado, con sorpresas como esa guitarra acústica que pone el contrapunto cerca del final, pero que obviamente es una canción menor.

El escaso éxito comercial cosechado por "Freeze, melt" (el menor desde que rompieron techo con "In Ghost Colours" allá por 2008) evidencia que el giro musical no ha sido muy bien acogido por sus cada vez más escasos seguidores. Está claro que no es un disco fácil, y que no funciona como antídoto para estos meses tan depresivos que nos está dejando la pandemia. Pero si le damos una oportunidad a sus pasajes derivativos y nos aferramos a los temas que entroncan con su discografía previa, es un álbum interesante, razonablemente disfrutable, y que a pesar de su sonido menos elaborado posee muchos detalles por descubrir en sucesivas escuchas. La duda es si refleja un cambio permanente en la banda, o si será un disco del que renieguen en un futuro. O quien sabe si incluso el último de su carrera. Veremos.