domingo, 23 de diciembre de 2018

Bob Moses: "Battle lines" (2018)

Una de las mayores confirmaciones de este 2018 que está próximo a terminar ha sido la del dúo canadiense Bob Moses. Que habían debutado en 2015 con "Days gone by", un álbum que por cierto contenía la nominada a los Grammy "Tearing me up" que tanta relevancia les dio a nivel internacional. El regreso de Tom Howie y Jimmy Vallance ha tardado nada menos que tres años, tal vez demasiado tiempo para cualquier artista que quiera consolidarse en el panorama internacional, pero al menos ha merecido la pena. Y es que "Battle lines" es un álbum muy equilibrado de pop contemporáneo para una inmensa minoría, al que no le importa echar una mirada al pasado cuando la oportunidad lo requiere.

El álbum se abre con la elegante "Heaven only knows", que empieza con unos sugestivos coros, a los que le siguen una preciosa melodía vocal que da paso al bajo sintetizado de Vallance en primer plano, y... a partir de ahí a desarrollar la canción casi exclusivamente sobre esa estructura. Porque la parte nueva que meten antes de la repetición de los coros, sin apenas melodía vocal, es todo lo que proponen para enriquecer la composición. Así que aunque el dúo muestra su talento a la hora de alargar más de cuatro minutos ese único tramo de melodía con distorsiones plenamente contemporáneas, al tema le sobra minutaje o le falta creatividad para rematar tan buena base. Igual de elegante y mejor resuelta es el tema estrella y primer sencillo del álbum, al que también da título: "Battle lines" sí que es una composición completa, con sus estrofas, estribillo, parte nueva y hasta un meritorio solo de guitarra a cargo de Howie. Con una elegancia ochentera que a mí me recuerda mucho a los efímeros Double, aunque más cálidos y con una cadencia rockera que lo convierte en un tema apto hasta para un público que no renegaría de Coldplay. "Back down" es otro momento álgido del álbum, un medio tiempo muy neutro instrumentalmente con un cierto deje dramático a lo Tears For Fears, nuevamente sobre una brillante composición completa (aunque abuse de la misma progresión armónica, que sólo cambian en la original parte nueva).

Es difícil mantener el nivel de estos tres temas el resto del álbum, y lo cierto es que aunque en las ocho canciones restantes nos encontraremos con algunos momentos meritorios, el resultado baja un escalón. De hecho el cuarto corte es en mi opinión uno de los pasajes más flojos: "Eye for an eye" es la primera balada del disco, de ambientación un tanto tenebrosa en estribillo e intervalos instrumentales y más convencional en las estrofas, que no desagrada pero que anda un poco escasa de capacidad para emocionar. Más interesante es la quizá excesivamente larga "The only thing we know", que vuelve a abundar en las virtudes y los defectos de "Heaven only knows": promete mucho en el comienzo con su buena melodía y la manera cómo cambian los acordes a mitad de ella, y el ritmo arrastrado con la guitarra rasgada sobre el mismo acorde durante el medio minuto siguiente parece una idea interesante para coger impulso... pero lo que viene es otra vez la misma repetición de la melodía, y más guitarreos y efectos varios hasta el final, sin más. Por eso prefiero "Nothing but you", otro medio tiempo que es casi una balada aunque en realidad se inspira más en buena parte del pop indie de los noventa, y que sí está desarrollada completamente a nivel compositivo y tiene además un estribillo pegadizo. Aunque sin llegar al nivel de los tres primeros temas del disco.

"Enough to believe", el séptimo corte, sí que alcanza en mi opinión el nivel de los tres pirmeros temas del disco: se trata del primer tema del álbum que encaja realmente en la etiqueta de synth-pop en el que injustamente se suele encasillar a Bob Moses, con su comienzo cinematográfico a partir del piano de Vallance, su bailable batería sintetizada y sus texturas envolventes que trasladan a otra dimensión, sobre todo cuando entran las slow strings sintetizadas que refuerzan la progresión armónica... aunque la progresión armónica es siempre la misma para casi cinco minutos. "Listen to me" abunda en la misma línea a pesar de que la guitarra eléctrica y la melodía de Howie al principio (que tanto nos recuerdan a los Travis menos luminosos) desconcierte un poco, porque al minuto y medio entra otro ritmo sintético apto para la pista de baile, y un minuto después un curioso bajo sintetizado robado del trance alemán. "Selling Me Sympathy" es la canción más ochentera del disco, con esa mezcla que por aquel entonces practicaban tantas bandas entre guitarras relativamente duras y melodías instrumentales de teclados en primer plano. Las estrofas bajan un tanto el listón, aunque el elaborado estribillo y el claramente rockero puente instrumental hacen que remonte el vuelo. "Don't hold back" retoma los ritmos electrónicos con un oscuro comienzo a lo Underworld, aunque en cuanto entra las estrofas vemos que el tema se convierte en una canción de pop clásico, agradable pero no especialmente inspirada. Y el cierre lo pone su tercer intento de balada, "Fallen from your arms", probablemente la vez que mejor se arriman a los ritmos lentos y las evocaciones sentimentales, huyendo esta vez del típico piano como instrumento para acompañar la voz de Howie al comienzo, y evolucionando hacia un estribillo difícil de cantar, que tras su segunda repetición deja paso a un pausado y sin embargo evocador arpegio de guitarra con el que rematan el tema.

Es cierto que algunas composiciones adolecen de haberse quedado a medias, que no todas brillan al mismo nivel creativo, y que la instrumentación de algunas es a veces demasiado convencional. Pero, en un estilo diferente al de Rüfüs de Sol que reseñaba en mi anterior entrada, destilan también un talento y una elegancia que no es fácil de encontrar en el mediocre panorama musical actual. Habrá que esperar que este segundo álbum consolide también su carrera a nivel de repercusión internacional, y que si entonces deciden darle continuidad aclaren si su estilo se mueve definitivamente hacia la convencionalidad mainstream o se vuelve a escorar hacia las nuevas tecnologías. De momento disfrutemos de esos siete u ocho meritorios momentos, algunos de ellos de gran nivel. Que no es poco.

domingo, 9 de diciembre de 2018

Rüfüs Du Sol: "Solace" (2018)

El tercer álbum de los australianos Rüfüs (ahora renombrados como Rüfüs Du Sol por aquello de evitar los nombres ya protegidos en distintos mercados musicales) vio la luz hace unas semanas. Se trata de otro de los álbumes que esperaba con ilusión de este 2018, ya que desde sus inicios me han parecido una banda con personalidad, capaz de hacer una música de baile relativamente orgánica y a la vez de indudable calidad. Y además su anterior entrega, "Bloom", fue un disco muy conseguido de principio a fin, un segundo álbum que solventó el siempre temido paso hacia adelante y los confirmó como una banda con un gran futuro.

"Solace" es un álbum relativamente corto para haberse hecho esperar casi tres años (nueve temas solamente), y respetuoso con la trayectoria musical de la banda. Es decir, sigue girando en torno a la brillante voz de Lindqvist, los ritmos bailables sin estridencias, esa electrónica capaz de ser interpretada en directo sin necesidad de demasiados sonidos pregrabados, y sobre todo la elegancia del resultado. La ligera evolución hay que buscarla en una cierta tendencia a sintetizadores más sintéticos y contemporáneos, más guiños al ambient y al trance de los noventa y una presencia casi residual de las guitarras, pero por lo demás podríamos estar ante una segunda entrega de "Bloom" que hubiera quedado guardada en un cajón durante un par de años.

El tema que abre el álbum es perfectamente representativo de los parámetros por los que se siguen moviendo: "Treat you better", también cuarto sencillo, es una melodía con una cadencia propia de una balada, envuelta en teclados atmosféricos más propios de la música chill out, que poco a poco va amagando con orientarse hacia la pista de baile hasta que entra su sencillo pero efectivo ritmo, y luego ya sí: sus coros femeninos, su crescendo previo a la repetición final del estribillo... "Eyes", nada menos que el quinto sencillo (lo que da una idea del nivel medio del disco), arranca con la voz de Tyrone Lindqvist sin prácticamente instrumentación previa, y orienta más el conjunto hacia una electrónica más contemporánea, como lo demuestran los extraños y un tanto estridentes sintetizadores que dan soporte al relativamente simple estribillo, si bien el resultado sigue siendo satisactorio. "New sky", el siguiente corte, es en mi opinión ligeramente superior a los dos anteriores y uno de mis momentos favoritos del disco, con una progresión armónica más introspectiva que contrasta con la sobredosis de bongos, maracas y demás percusiones que desde el principio dan ritmo al tema, y esos teclados etéreos más propios de The Orb que nos evocan perfectamente al cielo que nos describe la letra, y que lucen espectacularmente en el minuto en el que la banda elimina el resto de instrumentos antes del tramo final.

"Lost in my mind", cuarto corte y tercer sencillo, es mi canción preferida del disco, con esos sampling étnicos desde el principio dando originalidad al conjunto, las voces post-procesadas que recrean las frases de Lindqvist en las estrofas, una frialdad elegante y un tanto ominosa en su excelente estribillo, y un precioso sintetizador que realza el conjunto (sólo le pondría el pero de que es uno de los temas menos bailables del disco). "No Place" fue el primer sencillo hace más de medio año, y sin ser mi momento favorito del disco se trata de otra buena canción, con una melodía difícil de interpretar, que también juega con las melodías lentas y envolventes hasta que entra el sencillo pero efectivo ritmo binario, y esos teclados más contundentes que en sus discos anteriores. "All I've Got" es otro tema muy en la línea del resto del álbum, que va entrando poco a poco con sólo un sintetizador y la voz de Lindqvist al principio, para luego ir creciendo con un bajo sintetizado y una batería suave, y que sólo en su minuto final resulta realmente bailable.

"Underwater", segundo sencillo, es también mi segundo momento preferido del disco: otra vez un sintetizador evanecescente (casi acuático en este caso), la voz de Lindqvist, los samplings etéreos y una batería sencilla es todo lo que necesitan para ponernos a bailar casi desde el principio, aunque en este caso lo destacable es cómo encajan los coros étnicos "enlatados" con las notas que canta Lindqvist en su original estribillo, y lo bien que alargan la canción hasta casi los seis minutos, jugando con los distintos elementos y convirtiéndola en casi instrumental en su tramo final. "Solace", el penúltimo corte, es una elección un tanto extraña para darle título al álbum, porque jugando a ser su tema experimental (a ratos sólo la voz de Lindqvist, convenientemente reverberada con diversos efectos), es simplemente otra melodía lenta más a la que le eliminan la percusión y cualquier instrumento que pueda sugerir ritmo. Así que lo único que destaca además de su escasa duración es su pegadizo estribillo. Y el álbum lo cierra "Another life", otra vuelta de tuerca de la misma fórmula basada en sintetizadores juguetones, la voz en primer plano, la percusión que va entrando lentamente... eso sí, cuando entra aquello de "So I guess it is, it’s time to say goodbye...", el tema se vuelve un tanto derivativo y pierde impacto evocador, además de alargarse quizá más de la cuenta.

Con tan sólo cuarenta y dos minutos el disco deja con ganas de más. Y hay que reconocerle al trío australiano que no hay temas de relleno (incluso "Solace" se deja escuchar sin problemas), que la gran mayoría tienen una duración contenida, y que las progresiones armónicas están menos repetidas hasta la saciedad que en sus discos anteriores. Es cierto que falta un tema de cabecera que los pueda encumbrar al éxito masivo, que sus canciones siguen resultando a menudo demasiado parecidas entre ellas, que en aras de una mayor emotividad algunas quedan demasiado espartanas instrumentalmente, que tampoco hay ninguna que cambie demasiado el tercio, y que las letras son simplemente correctas. Pero su elegancia a la hora de hacer música de baile y de utilizar la electrónica sin apabullar, unidas a la excelente voz de Lindqvist y a un puñado de canciones de nivel entre medio alto y muy alto hacen de "Solace" uno de los grandes álbumes del año. Lo que ya no constituye ninguna sorpresa, sino la confirmación de que los australianos siguen en estado de gracia a la hora de insuflar talento al maltrecho panorama musical internacional. Toca esperar con impaciencia su cuarto álbum.