miércoles, 28 de diciembre de 2016

George Michael: el último de la lista

Cuando hace unos días completé mi entrada sobre el álbum publicado por Vince Clarke y Paul Hartnoll, pensaba que ésa iba a ser la última entrada de este humilde blog en 2016. Sin embargo, el día de Navidad amaneció con el fallecimiento de George Michael, con apenas 53 años. No cabe duda de que este 2016 ha sido uno de los años más aciagos para el panorama musical contemporáneo si pensamos todas las figuras que nos han dejado (David Bowie, Prince, Leonard Cohen, Glenn Frey...), pero de entre todos probablemente el que menos parabienes vaya a generar sea Georgios Kyriacos Panayiotou. Precisamente por eso me he animado a escribir una entrada a modo de reconocimiento y pequeño homenaje.

Michael no fue un artista camaleónico a lo largo de varias décadas como Bowie, ni un creador stajanovista como Prince, ni un músico con aspiraciones de poeta como Cohen, ni el máximo exponente del rock genuinamente americano como Frey. Pero en mi opinión cantaba mucho mejor que Bowie, llenaba igual o mejor que Prince el escenario, componía unos temas más ricos musicalmente que Cohen y se arrimaba a otros géneros mejor que Frey. Y es que a pesar de que su imagen de sex-symbol para adolescentes le marcó (como no podía ser de otra manera) durante toda su carrera, conviene recordar que Michael era el compositor de la gran mayoría de los temas que interpretó (como Bowie), el principal instrumentista de los mejores álbumes de su discografía (como Prince), el letrista de todas esas canciones (como Cohen) y por supuesto el vocalista versátil que Frey nunca logró ser. Así que estamos hablando de un creador, músico y cantante de primer nivel.

Wham! fue el vehículo por el que Michael se dio a conocer, junto a Andrew Ridgeley. Un grupo por y para adolescentes, que explotaba la imagen de Michael por encima de la de su compañero, y cuya propuesta musical era el pop ochentero sin pretenciones. Un pop por cierto compuesto casi en exclusiva por Michael, y que junto a canciones idóneas para la potencial audiencia de la banda ("Young Guns (Go for It!)", "Club Tropicana" y sobre todo la que sigue amenizando muchas fiestas, "Wake Me Up Before You Go-Go") dejaba entrever el talento de Michael a la hora de entregar temas con otras miras ("Everything She Wants", "Careless Whisper", incluso la inevitable en estas fechas "Last Christmas"). Lo que sin duda contribuyó a la rápida disolución del dúo.

La memoria de George Michael estará inevitablemente ligada a la de "Faith", su álbum de debut 1987. Uno de los discos más vendidos de todos los tiempos, fue compuesto e interpretado prácticamente en su integridad por Michael, y afianzó su carrera como solista gracias a una serie de composiciones muy variadas, desde el rockabilly a las baladas soul pasando por el funk e incluso el synth-pop. Un álbum que ha soportado muy bien el paso del tiempo (pueden hacer la prueba ahora mismo si aún no lo conocen), con casi todos sus temas editados en formato sencillo y un poso de clasicismo incuestionable (parece imposible que "Kissing a fool" o "Faith" no sean versiones sino temas propios). Y que además contienen los que para mí fueron los dos mejores momentos de su carrera: la cuasi-autobiográfica "Father figure" y sobre todo el funk irresistible de "I want your sex", una composición formidable más allá de su incuestionable provocación.

Los restantes veintinueve años de carrera en solitario de Michael avanzaron a trancas y barrancas entre sus problemas personales y sus dificultades con las discográficas. "Listen without prejudice vol. I" (1990), su segundo álbum, estaba varios escalones por debajo de "Faith" a nivel creativo (probablemente de ahí el título) y encima careció de video-clips protagonizados por Michael que lo apoyaran, lo que explica su bajón comercial. Aunque contaba con algunos momentos billantes como "Waiting for that day" o "Heal the pain". Nunca hubo un volumen II, y a pesar de su memorable actuación en el homenaje a Freddy Mercury y de temas entregados con cuentagotas en diversos formatos en años posteriores, no fue hasta 1996 cuando vio la luz "Older", su tercer disco. Más maduro en el peor sentido de la palabra: muy lento en general, abonándose a las baladas y a la pose más seria y conservadora, aunque aún con un par de buenos momentos de funky y disco como "Star people" y sobre todo "Fastlove".

De hecho, en sus últimos veinte años Michael apenas publicó unas pocas canciones nuevas para recopilatorios o fines benéficos, y un único álbum más de canciones nuevas ("Patience", 2004), en el que adoptaba ya una defensa clara de la homosexualidad o de crítica política a la vez que extraía sus últimas gotas de inspiración en "Flawless (Go to the City)", probablemente el último momento interesante de su carrera, nuevamente abandonando la seriedad excesiva y reconvirtiendo un clásico bailable en un éxito contemporáneo.

Ese agotamiento creativo en sus últimos años (su último disco, "Symphonica" (2014) no era más que una revisión con orquesta sinfónica de viejos éxitos propios y ajenos) coincidió con su declive personal, tanto física como socialmente. Recluido en su mansión de Londres, descuidado en su apariencia, dependiente de las drogas y muy afectado por la muerte de sus parejas masculinas, la muerte lo ha encontrado en el punto más bajo de su existencia. Pero ello no debería hacernos olvidar su corto pero majestuoso legado, especialmente cuando fue capaz de hacer converger madurez, calidad y música de baile. Descanse en paz.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Vince Clarke & Paul Hartnoll: "2square" (2016)

De las numerosas colaboraciones que en el panorama musical internacional han dado fruto durante este 2016 que nos dejará en unos días, una de las más llamativas ha sido la de los británicos Vince Clarke y Paul Hartnoll. Por si no los ubican, Clarke lleva treinta años siendo el cerebro de Erasure, y anteriormente fue el co-fundador de los míticos Yazoo y el compositor de los primeros tiempos de Depeche Mode. Mientras que el mayor de los Hartnoll formó con su hermano Phil durante más de veinte años el dúo Orbital, uno de los principales referentes en la música techno a nivel mundial. Por lo que su talento creativo está fuera de toda duda, y lo que faltaba por comprobar era si el resultado ha sido una suma o, como sucedió hace unas pocas temporadas con el álbum conjunto de Vince Clarke y Martin L. Gore, una resta de talentos.

Desde que vio la luz este "2square" he leído varias críticas negativas. Que lógicamente si he decidido reseñar el álbum en este humilde blog, no comparto. En mi opinión se trata de un álbum correcto, de estilo definido, y que no va a defraudar ni a los seguidores históricos de Clarke ni, por supuesto, a los fans de Orbital. Es cierto que es un álbum relativamente corto (treinta y ocho minutos repartidos en ocho composiciones), que no aporta ninguna novedad al ya trillado panorama de la música electrónica del siglo XXI y que no todos sus temas rayan a la misma altura. Pero lo que está claro es que no se ha producido una resta de talentos, y que no hay espacio para los bostezos (a diferencia de otros álbumes de veteranos de la música electrónica que han visto la luz este 2016, como los de Jean Michel Jarre o Yello).

Si tenemos en cuenta que ni Clarke ni Hartnoll han ejercido nunca de cantantes, no nos sorprenderá que el resultado se parezca más a un álbum de Orbital que a cualquiera de los proyectos de Clarke. Eso es lo que sucede, pero la intervención de Clarke se deja sentir en ciertos guiños claramente pop, en la duración contenida de la mayoría de los temas, y en ciertos arpegios instrumentales como los que siempre se han hecho hueco en sus composiciones. Un buen ejemplo de esto (aunque también uno de los momentos menos inspirados) es "Better have a drink to think", el tema que abre el disco y que se publicó como sencillo de anticipo hace unos cuantos meses: un tempo relativamente alto si tenemos en cuenta la edad de sus creadores, y una facturación muy elaborada, pero al que lastra una progresión armónica no muy trabajada y que cede el protagonismo al sample vocal que repite una y otra vez el título hasta resultar fatigoso, y que sólo cuando desaparece permite apreciar unos intervalos instrumentales simplemente correctos.

Mucho mejor es en mi opinión "Zombie blip", segundo corte, eminentemente bailable, con una progresión armónica ahora sí muy trabajada y parte de la luminosidad pop de Clarke complementando las capas de sintetizadores de Hartnoll, y realzada por el certero pasaje para "coger fuerzas" a mitad del tema. Un escalón por debajo pero en un buen nivel se sitúa "The echoes", más atmosférico y de desarrollo más lento que las dos anteriores, que va creciendo gradualmente conforme el dúo va añadiendo instrumentos y en el que un sintetizador típico de Clarke desempeña el papel de las imaginarias armonías vocales en los minutos centrales. "Do-a-bong" es el tema más claramente Orbital de todo el álbum, con ese teclado principal que podría estar extraído perfectamente de su "Brown album" (1993), completado por otro sampling vocal que no resulta tan reiterativo como el del primer corte (entre otras razones porque toda la canción dura apenas tres minutos y medio).

La segunda mitad del álbum arranca con el que es en mi opinión el otro gran momento del álbum: "The shortcut", construido sobre una elaborada progresión armónica de ocho compases, que se combina con intervalos monocordes para aumentar la sensación de ambientación espacial muy en la línea de "Wonky" (2012, el último álbum de Orbital), con el siempre efectivo crescendo en su parte intermedia y una certera superposición de diversos sintetizadores interpretando notas diferentes en su tramo final. "Single function" insiste en ese techno de facturación clásica y cercano a la pista de baile, y es otro buen momento del álbum, con las slow strings envolviendo un conjunto equilibrado de percusiones y sintetizadores. "All out" es el tema más personal del álbum, y también la canción con una parte vocal más larga, a medio camino entre el hip-hop y el dub, complementada con la instrumentación más pretendidamente orgánica, incluyendo un piano típico del acid-house. Y el álbum lo cierra "Underwater", que sin ser el mejor tema del disco sí que es un sencillo mucho más representativo e inspirado que el primer corte: una canción que nos retrotrae a la época dorada del intelligent techno, con instrumentos que van y vienen sobre una progresión armónica repetida constantemente pero elaborada, y a la que como mayor pero le sobran uno o dos minutos.

Con la gradual desaparición de instrumentos de "Underwater" termina este "2square" que, sin grandes aspiraciones, nos demuestra que la química entre estos dos "tótems" de las últimas décadas funciona a un nivel razonable, con una cohesión estilística incuestionable, un apego a las armonías muy de agradecer en estos tiempos de escasa musicalidad, la negativa a acomodarse en tempos lentos, y las suficientes dosis de creatividad. Así que personalmente espero que no se quede en un solo capítulo y que vuelvan a cruzar sus caminos en los próximos años. Porque yo al menos siempre acabo encontrando el momento para disfrutar de un disco de techno clásico como éste.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Tiny Fireflies: "The space between" (2016)

De los artistas que han debutado en formato álbum en este 2016 que se está acercando a su final, uno de los que más me han llamado la atención han sido los estadounidenses Tiny Fireflies. Que en realidad son un dúo de futuro incierto, puesto que sus dos componentes pertenecen a otras dos bandas: Kristine Capua (voz, teclados y compositora) es la líder de Tiny Objects, y Lisle Mitnik (guitarras, teclados, programaciones, producción) es parte de Fireflies. Pero la química entre ambos ha hecho que algo que empezó hace unos años en Chicago como un divertimento ocasional haya ido creciendo hasta que el pasado mes de enero viera la luz "The space between", un álbum completo de temas creados para la ocasión.

"The space between" cumple por los pelos con el mínimo contenido exigible a un álbum: apenas 9 temas nuevos (10 en la edición japonesa) y sólo 34 minutos de un dream-pop mayoritariamente nostálgico, triste, pero de una sensibilidad exquisita. Que no suena amateur a pesar de lo limitado de sus medios gracias a la inteligencia de Lisle como productor y sobre todo a Ian Catt, que les resultará familiar a quienes ya peinan canas por ser el ingeniero y productor adicional de los mejores momentos de los británicos Saint Etienne. Y que se convierte en la banda sonora ideal para un día frío y lluvioso como corresponde a esta época del año.

"Stay", el tema que abre el álbum, representa perfectamente lo que nos vamos a encontrar: muchas slow strings en el Roland de Kristine marcando los acordes, muchos arpegios de steel guitar de Lisle, bajos sintetizados y baterías programadas, voces intimistas que se doblan una y otra vez... En esta oportunidad la composición es de las más inspiradas, con una excelente progresión armónica y una melodía que no le va a la zaga, con el único pero de una estructura excesivamente corta: sólo una estrofa, un estribillo no muy definido y una excelente coda, que sin embargo deja la impresión de que el tema podía haber dado más de sí. "Taken", segundo corte, fue el primer sencillo que se extrajo, hace ya un año, y mi segundo tema favorito: otro medio tiempo de pop atmosférico, envolvente, con una estructura que ahora sí aprovecha mejor la canción (entrada, estrofa, puente, estribillo, intervalo instrumental), una sensacional melodía, unas armonías maravillosas, unos preciosos pasajes instrumentales y una letra triste que no puede encajar mejor con el conjunto. Aunque puestos a resaltar una joya, esa es en mi opinión "Ghost", el segundo sencillo extraído del álbum, un tema de tempo más alto que empieza directamente con la voz de Kristine entonando una formidable melodía de principio a fin, que pone los pelos de punta cuando en el estribillo afirma "All I want is to take these memories of you and throw them away", para dejar después que las dos guitarras de Lisle se recreen hasta la siguiente estrofa. Por ponerle algún pero, la batería programada peca de simplona en el estribillo y los overdubs, pero no cabe duda de que formará parte de mi lista de mejores canciones de 2016, y llega mucho más lejos de lo que por ejemplo Wild Nothings serán capaz de alcanzar nunca.

Para cualquier álbum sería prácticamente imposible mantener el nivel de estos tres temazos. Eso le sucede a "The space between", aunque afortunadamente ninguno de sus cortes desentona del resto. De una de las frases de "Melody", su cuarto corte, toma el álbum el título. Es una balada que se mueve por los mismos parámetros en cuanto a instrumentación y melancolía, pero que se sostenta sobre unas estrofas con un punto "sensiblero" y un estribillo menos inspirado. "Brightest star" es, sin llegar al nivel de la tripleta inicial, otra muy buena canción, quizá la más claramente techno-pop del álbum a lo Pet Shop Boys (sobre todo en las estrofas), aunque en el estribillo suenen a ellos mismos merced a una melodía de notas altas difíciles de interpretar, y enriquezcan la canción con una segunda estrofa de notas diferentes a la de la primera. "If it's true" supone un cambio de registro, pues aunque con mimbres parecidos a los del resto de canciones propone una melodía más optimista y una letra más vitalista, resultando un tema que oxigena el álbum pero que no llega a la altura de sus mejores momentos.

El tercio final lo inicia "Alive", el tema más largo del álbum, con el omnipresente Roland y la voz de Kristine liderando desde el comienzo el penúltimo gran momento del álbum, sobre todo en su melancólico estribillo, que da sentido a la desolación que Kristine entona en la letra. "Youth" es la segunda y última dosis de optimismo entre tanta decepción: una canción que reivindica su juventud y sus ganas de protagonizar emociones mediante otra certera progresión armónica y una inspirada melodía. El cierre lo pone "Wake up", que a pesar de ser el tema más lento del álbum no termina de funcionar como colofón, ya que le falta un punto de inspiración y resulta un tanto derivativo en su desarrollo.

Si pasamos por alto el escaso margen de sorpresa en la instrumentación y el escaso minutaje, terminaremos por apreciar "The space between" como uno de los debuts de más talento que ha dado el año: dos canciones maravillosas y otras cuatro excelentes es algo complicado de encontrar en álbumes mucho más largos y con mayores medios. Más aún cuando lo que buscan es algo tan difícil de conseguir como la emoción del melómano. La pena es que ni siquiera hay certeza de que el proyecto se vaya a consolidar en años venideros, y menos cuando su repercusión ha sido tan limitada a nivel de crítica y público. Déjemos emocionar por Kristine y Lisle en todo caso, ya veremos el futuro lo que les deparará.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Feeder: "All bright electric" (2016)

Hace unas pocas semanas ha visto la luz "All bright electric", el noveno álbum de estudio de la banda galesa de rock Feeder. Una banda que siempre ha sido una de mis debilidades, pues considero a Grant Nicholas uno de los mejores creadores de música rock de este siglo veintiuno. Su nuevo álbum llega cuatro años después de "Generation freakshow", que ya reseñé en este mismo blog, y dos después de "Yorktown heights", la primera aventura en solitario de Grant Nicholas. Por lo que ha supuesto el reencuentro de la banda con las guitarras distorsionadas y los riffs contundentes tras un paréntesis considerable. Reencuentro que por cierto ha sido saludado por sus fans con un nuevo top ten en la lista británica de álbumes.

El principal problema de "All bright electric" es precisamente "Yorktown heights". Lo explico. Nicholas es el alma mater de Feeder (a día de hoy la banda es prácticamente un dúo, con el bajista Taka Hirose como único acompañante regular de Nicholas), por lo que no es fácil crear un proyecto en solitario que se distinga lo suficiente de su banda. Para tal fin en "Yorktown heights" Nicholas optó mayoritariamente por los sonidos acústicos y las composiciones intimistas. Por lo que ahora para "All bright electric" ha optado, como el título del álbum bien indica, por las guitarras eléctricas distorsionadas y los sonidos contundentes. Y aunque gracias a su talento creativo se desenvuelve bien en ambas esferas, es justo entre ambas donde yo creo que Nicholas ha dado históricamente lo mejor. Así que sin ser un álbum tan rocoso como "Renegades", a "All bright electric" le sobra en mi opinión contundencia y le falta sensibilidad. Pero no por ello es un mal álbum.

La edición deluxe de "All bright electric" se compone de nada menos que catorce temas, en su mayor parte de un rock expansivo, instrumentado para poder ser interpretado en directo, sin ningún tema de bandera, sin secciones de cuerda o ritmos programados como en otros álbumes, y unas lejanas influencias de la música hindú. Quizá consciente de que no es un disco que enamore a la primera toma, Nicholas ha situado los dos sencillos extraídos del mismo justo al comienzo: "Universe of life" es un tema crudo, con nervio en unas estrofas construidas sobre un poderoso riff de guitarra, un estribillo de reminiscencias hindúes y una parte nueva que enriquece hábilmente la composición. "Eskimo" se retrotrae un poco en las estrofas a las influencias del rock americano de siempre, de manera similar a como lo hacía Noel Gallagher en muchas de sus composiciones de la última época de Oasis, aunque lo complementa con un estribillo marca de la casa y una parte nueva que mejora el tema complementando guitarras distorsionadas con compases que son pura psicodelia. "Geezer" retoma esas influencias psicodélicas y esos leves influjos hindúes para instrumentar composición oscura, con un punto "arrastrado" a la que cuesta cogerle el punto pero que tras varias escuchas cumple con su rabia contenida.

"Paperweight" sigue en la misma línea de los temas anteriores: mucha distorsión, un sonido casi de primera toma y solamente un buen estribillo como argumento. "Infrared-ultraviolet" oxigena un poco el álbum, pues baja el tempo, recurre a una instrumentación más variada y abunda en esa línea expansiva a la que antes apuntaba, siendo el primero de sus dos estribillos el más interesante por intensidad y juego de voces. "Oh Mary" promete con su precioso arpegio de guitarra acústica al comienzo convertirse en un nuevo clásico de la banda, y tanto la progresión armónica como la melodía están bien desarrolladas, pero a la canción le falta culminar lo planteado, y se echa de menos a toda la banda explotando la composición en el tramo final. "The impossible" vuelve a la senda de los cuatro primeros cortes del disco con su rock desazonado, su progresión armónica oscura y sus cascadas de guitarras, siendo otro buen estribillo lo que sostiene el tema. "Divide the minority" es teóricamente el tema más experimental del álbum y el de mayor contenido reivindicativo en su letra, pero su relativamente arriesgada apuesta cuenta con otro buen estribillo y una ingeniosa parte nueva para evitar que fracase.

"Angels and Lullaby's", con su comienzo más propio de una fábula medieval, puede despistar, pero luego da lugar a unas bonitas estrofas, que en este caso no termina de rematar un estribillo en falsete que probablemente no era lo más conveniente. "Holy water" recupera la senda principal del álbum, proponiendo un medio tiempo con mucha distorsión y estrofas casi monocordes, si bien nuevamente otro eficaz estribillo mucho más musical justifica la composición. Y la edición estándar se cierra con "Hundred liars": casi una balada, de instrumentación muy similar a la del resto del álbum, su mayor aliciente es ese primer estribillo encajado de manera casi imposibile ("Love is not a criminal...") sobre el riff de guitarra, en contraposición a un segundo estribillo que vuelve a ser marca de la casa.

Los tres temas de la edición deluxe suenan más a los Feeder "de toda la vida", sin forzar su registro hacia la contundencia como en los once temas anteriores. Y sin que baje el nivel compositivo: "Another day on earth" es un tema de pop clásico, construido sobre un piano que no deja de sonar en toda la canción y que recuerda a los Coldplay de sus primeros tiempos. "Slint" es otro medio tiempo, con unos coros psicodélicos y unos giros en la melodía hasta llegar a su apoteósico estribillo que recuerdan mucho a los de "AKA... Broken arrow", de Noel Gallagher. Y tal vez de manera sorprendente el álbum se cierra con mi tema favorito: "Eyes to the sky", una declaración de honestidad en su letra, con una progresión armónica sencilla pero efectiva y resaltada el teclado que adorna la voz de Nicholas tanto en las estrofas como en su mágico estribillo. Sólo le sobra la voz demasiado susurrante de Nicholas en las estrofas; y sólo le falta sacarle más jugo a la composición en su tramo final para estar ante otro de sus memorables himnos.

Estos temas de la edición deluxe, aunque mejoran la impresión general del álbum, tienen paradójicamente el efecto de cuestionar qué habría sido del mismo si Nicholas no hubiera tomado de antemano la decisión sobre el estilo que predominaría. Porque aunque "All bright electric" sea un álbum sólido, con buenas dosis de rabia, sin temas de relleno, directo y homogéneo, le vendría bien algún tema más que equilibrara la balanza ante tanto nervio, que se distinguiera más del resto, y que pudiera funcionar como sencillo "de tirón" para levantar y no sólo mantener la carrera de los galeses. Que por otra parte podrá durar todo lo que Nicholas quiera, porque después de cerca de veinte años aún mantiene la frescura creativa. A ver si le dura.

martes, 1 de noviembre de 2016

Rick Astley: "50" (2016)

Seguramente alguno de los lectores de este humilde blog se van a rasgar las vestiduras cuando vean que dedico una entrada al nuevo álbum de Rick Astley: les sonará a adolescente, trasnochado, carente de talento... Lo sé, pero uno de los criterios que rigen este blog es la reseña de lo más relevante que suceda en el ámbito musical contemporáneo, independientemente de su origen indie o mainstream. Y la de Rick Astley es una de las resurrecciones más notables de la historia de la música contemporánea. El adolescente que arrasó en todo el mundo gracias a la factoría de los en mi opinión excesivamente denostados Stock, Aitken & Waterman (hasta en la Motown había tándems de compositores para otros artistas), mostró desde su álbum de debut en 1987 su capacidad para componer temas propios, que sobre la lógica base pop añadía otros ingredientes de soul o R&B. Así hasta que en 1991 tuvo con "Free" la valentía de publicar un disco de canciones propias, alcanzando la madurez como artista a costa de renunciar conscientemente al éxito masivo. Desde entonces no puede decirse que se retirara, sino que simplemente fue honesto con su creatividad y con su vida personal, respetando ambas y sin buscar mantenerse en el candelero a toda costa. Sólo así puede explicarse que cada muchos años añadiera una nueva muesca a su discografía, hasta que coincidiendo con su quincuagésimo cumpleaños ha publicado hace unos pocos meses su séptimo álbum de estudio, este "50" que lo muestra pleno como creador, ajeno a las modas pero no a su tiempo, y maduro para llevar su carrera musical exactamente por donde quiere.

"50" no pretende revolucionar el panorama musical, pero tampoco mirar al pasado con excesiva nostalgia. Astley es un compositor efectivo, de gustos definidos y que sabe sacar partido a su excelente voz (inusual en los tiempos que corren por su tonalidad grave y profunda). Conoce los géneros por los que se puede mover y lo hace con soltura, aporta unos textos lógicamente más maduros que hace treinta años y se rodea de una banda de buenos instrumentistas. El resultado es un álbum para todos los públicos, menos lento de lo que cabría pensar en todo un "cincuentón", relativamente poco empalagoso, y que no rehúye algún guiño a los sonidos contemporáneos (pero tranquilícense, aquí no hay auto-tune ni aprendices de raperos rellenando las partes nuevas). Además, carece de temas de relleno, lo que permite escucharlo de principio a fin.

Como todo álbum de consumo masivo, los dos sencillos estelares son los dos temas del principio (otra razón para que Vds. se rasguen las vestiduras...). El primero, "Keep singing", una balada correcta de reminiscencias soul, con una melodía muy difícil de interpretar, la guitarra eléctrica prevaleciendo en los muchos compases instrumentales y una letra que habla de un hombre hecho a sí mismo. Mejor en mi opinión es "Angels on my side", el segundo sencillo, más rápido que el anterior, con una estrofa que anticipa perfectamente su brillante estribill, realzado por el Hammond, y que en el tramo final recrea con los coros femeninos como si de un gospel se tratara. "Wish away" es otro tema lento, construido sobre un bonito arpegio de guitarra eléctrica interpretado por él mismo, que parece que va a resultar meloso cuando entra la parte vocal, pero se mantiene en un meritorio tono contenido, perfecto para la penúltima escena de una película romántica de Hollywood.

"This old house" cambia el estilo, y propone un tema rápido, sobre un riff de bajo que es casi el único instrumento junto a la batería y la voz de Rick en la primera mitad de las estrofas. Un piano deudor del house, sintetizadores programados rellenado huecos, y la ausencia de un estribillo definido hacen de este tema intenso uno de los de más personalidad del álbum. "Pieces" es uno de los momentos que menos me convence, algo así como un medio tiempo a lo Oasis no del todo bien digerido, y quizá el único corte un tanto empalagoso, aunque progresión armónica y melodía sean irreprochables. "Dance", recién publicada como tercer sencillo, es la canción que mejor emparenta este disco con sus dos primeros álbumes, con caja y bombo marcados y estribillo bailable, aunque también hay intervalos gospel y curiosamente la letra sea un diálogo entre Dios y el Diablo. "I Like the Sun" es otro de mis momentos favoritos, un tema más oscuro, con un piano remarcando los acordes menores, una sección de cuerda sintetizada y una estrofa que va creciendo hasta llegar a ese estribillo que resulta ser más un diálogo entre Rick y el coro que otra cosa.

"Somebody loves me" es el tema más rockero del álbum, una canción lent con reminiscencias blues, construida sobre un riff de guitarra y platillos complementados por la voz plena de garra de Astley, que interpreta otra melodía bastante inspirada. "Let it rain", que ya formaba parte de su penúltimo y nunca editado álbum, es otro buen momento, una balada profunda, sobre una progresión armónica quizá un tanto convencional pero que brilla gracias al contraste entre la voz de Astley y los coros femeninos, nuevamente deudores del gospel. "Pray with me", en mi opinión un escalón inferior a las dos anteriores pero en todavía en un buen nivel, es otro tema a medio camino entre el pop y el soul, que no rehúye de las guitarras eléctricas ni de un tempo más rápido de lo que muchos esperarían. "Coming home tonight", penúltimo corte, es mi tema favorito del álbum: unas fantásticas e inquietantes estrofas, que dan paso a un más que decente estribillo, y que remata una parte nueva de armonías casi cinematográficas. Y el álbum se cierra con "Let it be tonight", un duodécimo corte correcto pero un tanto previsible: lento, reflexivo, sobre un piano ahora sí demasiado convencional (menos mal que los efectos en la voz de las repeticiones del estribillo a lo Herbie Hancock le dan un punto de originalidad).

Entregar tras tantos años de ausencia un álbum que respete su personalidad, sin apenas altibajos y con la suficiente versatilidad para acercarse a otros estilos sin abandonar el pop, no es nada sencillo. Si además se hace sin que la voz de Astley fatigue por omnipresente, con una producción equilibrada y respetuosa con el pasado pero no nostálgica, y con unos textos más profundos de lo habitual en el mundillo pop, tal vez entenderán por qué este álbum ha pasado mi criba y ha llegado a este humilde blog. Creo que ni el propio Astley sabe ni cuándo habrá una continuación. Y probablemente ni le importe; a estas alturas de su vida y su carrera, la honestidad es el valor que le da sentido como creador e intérprete. Y hechos como el número uno en el Reino Unido son sólo un detalle que refleja que al margen de las modas el éxito también puede seguir sonriendo a quienes miran con naturalidad a su público.

domingo, 16 de octubre de 2016

Sobre el premio Nobel de literatura para Bob Dylan

En la presente entrada abandono temporalmente las habituales reseñas sobre lo en mi opinión más interesante del panorama musical contemporáneo para reflexionar sobre uno de los asuntos más comentados en los últimos días: la concesión del premio Nobel de literatura de 2016 al estadounidense Bob Dylan. Sé que soy poco original al reflexionar sobre este asunto, pero me parece de la suficiente entidad como para dedicarle unos párrafos.

Antes que nada debo empezar por un aspecto subjetivo: no me gusta Bob Dylan. Llámenme insensible, inculto, desautorizado para mantener ningún blog sobre música contemporánea... Reconozco que ha escrito un puñado de clásicos que forman ya parte de la música del siglo XX (desde "Blowin' in the wind" a "Lay Lady lay") o que otros han convertido en clásicos inmortales ("A Hard Rain's a-Gonna Fall", "All along the watchtower"...), y que todos ellos están más allá de cualquier crítica por mi parte. Pero a lo largo de sus casi cuarenta álbumes de estudio abundan en mi opinión los temas anodinos instrumentalmente, no siempre inspirados compositivamente y sobre todo muy mal cantados. Creo que conviene aquí recuperar mi entrada sobre la fórmula matemática para valorar la canción contemporánea, y entender así que por mucho que una letra pueda transmitir, su peso sobre la canción es en mi opinión relativamente pequeño. Por supuesto me descubro ante un compositor capaz de crear una obra tan extensa. Pero simplemente no me gusta.

Ahora bien, el motivo por el que Bob Dylan está tan presente en la actualidad es la obtención del premio Nobel de literatura. Esencialmente por los textos de sus cientos de canciones. No conozco lo suficiente la literatura contemporánea para valorar si los textos tienen la calidad poética suficiente para merecerlo frente a otros miles de escritores líricos a nivel mundial. Así que no voy a detenerme a ello en esta entrada. Sí sé que en los últimos tiempos la academia sueca ha combinado premios que me han parecido incuestionables (Imre Kertész, Doris Lessing, Camilo José Cela) con otros menos inspirados (Jose Saramago, Gabriel García Márquez, Toni Morrison...). Por lo que no estoy seguro de que la reputación del premio atraviese su mejor momento. En todo caso la academia sueca se ha abstraído de la manifestación artística principal de Dylan (la música, aunque cabe recordar que también dedica tiempo a la pintura) y ha premiado los textos que apoyan sus partituras.

Ahí radica el problema: en premiar a un artista por una actividad que no es a la que se ha dedicado. Porque si Dylan hubiera querido ser poeta no se habría llevado su guitarra y su armónica de su Duluth natal a Nueva York a principios de los sesenta. Pero no fue así, y su actividad durante estas décadas le han convertido en uno de los máximos exponentes de los denominados (en mi opinión de manera bastante inexacta) cantautores. Es decir, no se está reconociendo la obra completa de un artista, sino una parte de la misma. Lo cual no está claro si es realmente un reconocimiento a sus textos o un descrédito a sus partituras. Eso es lo que en mi opinión hace que naufrague la concesión de este premio.

Otra cosa sería que la academia sueca hubiera hecho lo que nuestros cada vez más prestigiosos premios Príncipe de Asturias españoles, que le concedieron a Dylan el premio "de las artes" en 2007. Que no sólo reconocía una fracción de su obra, sino toda ella en su conjunto, sin sesgarla artificialmente. Pero la academia sueca carece de este premio (tal vez habría que preguntarle al filántropo sueco Alfred Nobel por qué la literatura sí tenía entidad para merecer un premio y la música no cuando los creó). Con lo que si quieren premiar a los grandes nombres de la música contemporánea del último siglo (habría muchos y merecidos candidatos), más valdría que crearan un premio específico para la música, o que generalizaran el de la literatura para reconocer a los seis artes en sentido amplio (en mi opinión considerar al cine como el séptimo arte es excesivo). Pero este apaño de premiar unos textos sin música de unos de los cantautores más relevantes de todos los tiempos suena, más que a injusto, a sectario. Y así es difícil mantener el prestigio de unos premios, que al fin y al cabo como todos los premios son siempre subjetivos.

martes, 11 de octubre de 2016

Train To Spain: "What's all about" (2015)

Ante todo debo disculparme por reseñar, en un blog que pretende hacerse eco de lo más reseñable del panorama musical contemporáneo, un álbum que vio la luz hace casi año y medio. A veces entre lo más minoritario del pop rock contemporáneo encuentro propuestas que me parecen interesantes y prefiero compartirlas aunque sea con retraso. Así que voy a reseñar hoy el álbum de debut de Train To Spain, un trío sueco formado por Helena Wigeborn (voz, teclista y compositora), Jonas Rasmusson (teclista principal y compositor) y Lars Netzel (teclista y productor de apoyo) que debutaron de manera muy minoritaria a mediados de 2015 con este "What's all about" que hoy reseño. Un álbum con un innegable matiz amateur pero que demuestra inteligencia y gusto a la hora de rebuscar en los ochenta. Y muy especialmente en el italo-disco.

Porque aunque la crítica especializada los ha encuadrado en el techno-pop en general y en el eurobeat de principios de los noventa en particular, para mí es claro que a lo que más se asemeja su propuesta es al italo-disco que pobló las listas de casi todo el planeta a mediados de los ochenta. Un subgénero muy denostado por razones obvias (artistas de quita y pon prácticamente para cada sencillo, propuesta completamente hedonista, inglés mal pronunciado, letras muy simples...), pero que sin embargo figura entre mis pequeños placeres prohibidos por la cantidad de nuevas ideas que pusieron en circulación en apenas tres o cuatro temporadas (baste recordar ahora lo lejos que llegaron nombre como por ejemplo Baltimora, Den Harrow o Spagna). Las percusiones y programaciones de Train To Spain no tienen nada del bombo maximizado y los 130 bpms del eurobeat, pero sí de esas cajas de ritmos simplonas y esos ritmos más cadenciosos que también encajaban con los fairlights y los A-Linn de la época. Así que si recuerdan con nostalgia ese sonido, pueden ahorrarse el resto de la reseña y hacerse con este "What's all about".

No obstante el trío sueco pule alguna de los defectos más obvios del género: la pronunciación y la entonación de Helena son intachables (Suecia no es Italia en cuestión de inglés, dirán algunos), el álbum no está concebido como una irregular colección de sencillos sino como un todo con entidad propia, y las letras son a veces más profundas de lo que su envoltorio musical nos haría pensar. No es el caso de "Blipblop", una progresión armónica sencilla pero efectiva, sintetizadores contundentes que a veces lideran varios tramos, letra orientada al fin de semana, vocoder para dar entrada al estribillo, un ritmo infeccioso y efectivo, y un eficaz tramo final que remata uno de los mejores momentos del álbum. "Keep on running", uno de los temas editados en formato sencillo, es otro de los mejores momentos: ahora sí con el ritmo y la caja habitual del italo-disco, una melodía muy bonita en estrofas y estribillo, y la sorpresa-homenaje de ese segundo estribillo con el sampling del clásico "Small town boy" de Bronskie Beat de fondo. "Passion" mantiene el sonido homogeneo de sus predecesoras, pero tanto la progresión armónica como la melodía se sitúan un escalón por debajo, aunque aun así se deja escuchar. "All about", además de dar título al álbum, es el otro tema que vio la luz en formato sencillo, una elección en mi opinión discutible, porque las estrofas no están muy bien armonizadas, aunque el eficaz estribillo sí que hace que el tema remonte.

El problema principal del tramo central álbum es que, aunque mantiene un estilo cohesionado, no contiene ningún tema que destaque sobre el resto, por lo que cuesta que adquieran itendidad propia. "Screw it up" es un buen ejemplo: sobredosis de sintetizadores, una bonita estrofa, un estribillo que no desentona, una parte nueva correctamente elaborada, pero nada realmente diferenciador. En la misma línea aunque un poquito más inspirada se sitúa para mi gusto "Adam", una canción de la que destaca el sintético teclado que lidera las partes instrumentales y con el que "dialoga" Helena en el estribilllo. "Pressure" insiste en ese ritmo cadencioso tan típico del italo-disco, y propone otra buena combinación de estrofas y estribillo, aunque le falta algo (tal vez en la instrumentación) que le haga destacar sobre el conjunto. Y "Grab and touch" es más interesante por su letra mordaz y feminista ("Sometimes I wonder if your brain is right", "Are you talking to me 'cause my dress is tight?") que por su inspiración, ya que tanto la progresión armónica como la melodía principal se quedan en simplemente correctas.

El tercio final del álbum viene marcado por "Work harder", noveno corte y mi tercer tema favorito del álbum. Y eso que ni los intervalos instrumentales ni la melodía de las estrofas rayan a gran altura (falta contundencia en la percusión y algo más de hilazón entre los versos), pero una vez llega el puente ("your job is your life") todo queda en segundo plano ante el excelente estribillo doble. Que es cierto que reúsa una progresión armónica usada hasta la saciedad (la primera vez que yo la escuché fue en el "In the night" de Pet Shop Boys), pero que la explota con mucha inteligencia. "Remind myself" baja varios peldaños, un tema correcto al que la melodía de notas altas que obliga a Helena a cantar casi en falsete le afecta negativamente. Y "Martin, David and Fletch" es en mi opinión la canción más floja del álbum, escasa de melodía y más repetitiva que de costumbre. Un obvio homenaje a los Depeche Mode, cuando curiosamente ni en el resto del álbum ni en este tema en particular se podría adivinar que fuera una de sus influencias directas.

"What's all about" supone pues un sano ejercicio de revival y dignificación de un subgénero denostado, con suficiente inspiración compositiva y personalidad, y sin temas que obliguen a pulsar el "forward". Falta algún tema más que destaque sobre el conjunto y pueda ampliar su propuesta a un público más masivo. Aunque esa misma carencia les sitúa en una encrucijada delicada: si pretenden para aumentar su audiencia desprenderse de ese sonido casi de demo, pueden perder por el camino buena parte de su personalidad y convertirse en un grupo de dance-pop más. Pero en estos tiempos de abuso de auto-tune y volúmenes maximizados no parece fácil que se abran hueco si cierran la puerta a las modas. Personalmente prefiero que se queden en el nicho que se han creado (y su sencillo de anticipo "Believe in love" de hace unos meses eso sugiere) y que se tomen el tiempo necesario para componer otra decena de canciones sólidas que nos retrotraigan a épocas en las que el hedonismo escapaba a la hegemonía anglosajona.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Ladyhawke: "Wild things" (2016)

Aunque cueste creerlo, ya hace más de siete años que una nueva hornada de mujeres sacudieron el panorama musical internacional, reivindicando y a la vez actualizando conforme a su personalidad los sonidos de los ochenta. Florence + The Machine, Little Boots, La Roux, y la neozelandesa Ladyhawke comandaron esa pequeña revolución. Años después, sus carreras han seguido trayectorias dispares, y la de "Pip" Brown, que así se llama en realidad Ladyhawke tuvo, tras un prometedor comienzo con su homónimo álbum de debut, un bajón significativo con "Anxiety" (2012), su relativamente poco inspirada e instrumentalmente convencional última entrega hasta la fecha. A partir de ahí, mucho alcohol y una depresión profunda, de la que ha salido no hace mucho gracias a su matrimonio y a su nueva vida en Los Ángeles. Todo lo cual ha dado como resultado su álbum más luminoso, en el que Brown se ha encontrado a sí misma rebuscando en las raíces del techno-pop de los ochenta. Que aunque no es la primera vez que las revisita (baste recordar su "Dusk Till Dawn" de su álbum de debut), sí que se ha adentrado en ella con todas sus consecuencias.

Producido por Tommy English, "Wild things" es pues un álbum de pop hecho mayoritariamente sobre sintetizadores y programaciones, muy directo, sin apenas espacio para pasajes instrumentales, mayoritariamente optimista, muy homogéneo (quizá demasiado) y de un nivel medio muy saludable. Aunque tal vez le falte un tema estrella claro, la calidad del sonido sea tan sólo la justa (y eso a pesar de lo que dice la portada sobre las bondades de la tecnología utilizada) y sea tan apresurado (menos de 38 minutos para sus once canciones) que no cala tanto como podría a tenor de su buen nivel compositivo. Así que es necesario digerirlo en sucesivas escuchas para que cada tema crezca según su propia personalidad.

El disco lo abre "A love song", también primer sencillo. Una quizá cuestionable carta de presentación, porque aunque es un buen reflejo de lo que nos espera en el disco (canciones directas, atmósferas efervescentes, synth-pop adictivo), las estrofas son un tanto anodinas, y lo mejor del estribillo es curiosamente el sintetizador que rellena los compases no cantados. Más interesante es "The river", con sus guiños étnicos, la certera combinación entre guitarra y piano, su colorido, sus coros de reminiscencias neozelandesas y sus referencias a la naturaleza. "Wild things", tercer corte y el medio tiempo que da título al disco, juega a ser el tema estrella del mismo al ser su corte más largo y haber sido publicado también como segundo sencillo. Un rol que en mi opinión le queda un pelín grande, aunque sin duda es uno de los mejores momentos del álbum: su precioso comienzo en el que un órgano interpreta los acordes del estribillo (desgraciadamente recortados en el videoclip), el sintetizador que sustenta el tema toda la canción (más propio de Yazoo), una bonita estrofa, un mejor estribillo nuevamente con referencias tribales en su letra, y sobre todo el sintetizador que lo remata en algunas repeticiones, confirman que Ladyhawke ha dado con la tecla. "Let it roll" es un tema más rápido, con influencias New Wave en sus estrofas crudas y un tanto opacas, que sin embargo desemboca en un más armónico y efectivo estribillo.

Tras ese bajo sintetizado que marca el ritmo desde el inicio, "Chills" recuerda un tanto a "The river" en sus estrofas, pero el estribillo es un poco más flojo, aunque el intervalo musical que hace las veces de parte nueva es variado y está muy bien armonizado. "Sweet Fascination" es, con sus menos de cuatro minutos, el segundo tema más largo gracias a su principio sintético: un medio tiempo con un intervalo instrumental en su parte nueva acertadamente más largo que en el resto de temas y un agradable estribillo. "Golden girl", más rápida que la anterior, juega al despiste porque comienza con una guitarra acústica al frente, pero rápidamente la sustituye el mayor despliegue de sintetizadores estridentes de todo el disco hasta conformar otra canción agradable. De "Hillside avenue" podríamos decir que juega a ser el tema "diferente" del disco; no tanto en su propuesta, con otro sintetizador estridente remarcando cada verso de las estrofas y otro estribillo luminoso y adictivo, sino por ese ritmo directamente tomado del reggeaton, y su parte nueva a lo La Roux.

Dentro de un álbum sin momentos flojos, el tramo final es curiosamente el que en mi opinión ofrece mejor nivel. "Money to burn", sin comienzo instrumental y nuevamente con estrofas herederas de la New Wave, es la letra más mordaz del álbum sobre una amiga lesbiana, en especial en su cautivador estribillo ("You sold your heart to me, but you’re just a fool, a fool with money to burn"), aunque también aporta una parte nueva refrescante con una flauta sintetizada. "Wonderland" es mi tema favorito, quizá la progresión armónica más trabajada, sobre un loop de sintetizador adictivo, con unas estrofas que van creciendo conforme se acerca su certero y "guitarrero" puente, y que remata un precioso estribillo, coral en su repetición final. Y el cierre lo pone la meritoria "Dangerous", otra vuelta de tuerca del más que explotado sintetizador del "I feel love" de Donna Summer, que en el puente cambia de tonalidad y nos regala otro inspirado estribillo, realzado por la percusión más interesante de todo el disco y capas de sintetizadores que se van superponiendo.

Y con la misma celeridad con la que comienza el álbum simplemente se interrumpe, más que acaba. Lo que obliga a reposadas repeticiones que permitan ir extrayendo todas sus bondades. Que son muchas: salvando las distancias, me recuerda mucho al debut de La Roux, por estilo, homogeneidad, nivel medio y claro predominio de las partes vocales. Aunque me temo que entre la personalidad de la neozelandesa y la ausencia de un "Bulletproof" no va a tener la repercusión de aquél. Una pena, porque no va a haber muchos discos en lo que resta de temporada tan sólidos de principio a fin.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Bleached: "Welcome the worms" (2016)

Hace tiempo que no reseño en este humilde blog un disco de indie rock de toda la vida. Y es que en este panorama musical contemporáneo cada vez más tecnificado las formaciones clásicas de guitarra-bajo-batería con rabia más o menos contenida siguen perdiendo terreno. Más aún si vienen de Norteamérica. Y aunque hay bandas que puntualmente siguen dando en la diana con un tema concreto (me vienen a la memoria Sleater-Kinney y Best Coast como ejemplos recientes), conseguir la inspiración suficiente para entregar un álbum que aguante el tipo de principio a fin resulta cada vez menos frecuente. Por eso me complace reseñar hoy "Welcome the worms", el segundo álbum del trío femenino californiano Bleached, publicado el pasado mes de abril. Un álbum que supone una consolidación de su propuesta que no era fácil de predecir cuando publicaron hace tres años "Ride your heart", su un tanto anodino álbum de debut.

No es que "Welcome the worms" sea un álbum intachable. Sólo treinta y seis minutos en las mínimas diez canciones necesarias para que el potencial comprador no se sienta defraudado de inicio. Unas composiciones por otra parte no siempre igual de inspiradas, ya que tras un irreprochable primer tercio el disco pierde parte de su fuerza. Y la voz justita de Jennifer Clavin no permite demasiadas alegrías. Pero aguanta bien el tipo hasta el final, y enriquecen puntualmente la archiconocida fórmula instrumental con otros detalles en la línea de los mejores The Dandy Warhols, lo que permite escucharlo sin esfuerzo de principio a fin.

"Keep On Keepin' On" es una excelente forma de abrir el álbum: uno de los dos temas publicados en formato sencillo, se trata de uno de los mejores momentos del disco y de toda su carrera. Un tema largo, pleno de energía, poderoso, con una progresión armónica tremendamente elaborada que va enlazando y armonizando con notable acierto las distintas partes, una melodía correcta en el estribillo y mejor aún en las estrofas, y una correcta interpretación de todos los instrumentos. Le sigue "Trying to Lose Myself Again", más corta y también más cruda que la anterior, aun así muy elaborada compositivamente, con muchos compases instrumentales en las que las guitarras muestran toda su crudeza, y que curiosamente funciona aun sin un estribillo claramente definido. "Sleepwalking" es el tercer trallazo consecutivo, otra demostración de cómo construir un tema de rock directo y a la vez complejo compositivamente, esta vez con un estribillo definido y efectivo, y además unos intervalos instrumentales en los que Jessica Clavin se luce a la guitarra.

"Wednesday night melody", cuarto tema y segundo sencillo extraído, es un tema más lento durante la mayor parte de su duración y sin embargo igual de efectivo que los tres anteriores. Ese riff de guitarra al que le falta el último compás es una brillante forma de retrotraernos a las décadas gloriosas del rock y a la vez enganchar desde el comienzo, aunque luego no se limitan a repetirlo sin fin, sino que van desarrollando la canción con cambios de ritmo, estrofas con los cuatro compases, guiños al grunge de los noventa, un estribillo de pop casi colorista, una parte nueva en la que voz y guitarra interpretan las mismas notas, una letra sugerente... Pero es el último gran momento del álbum, a partir de ahí todo se mueve entre dos categorías: lo simplemente correcto y lo interesante sin llegar a brillante.

A la primera categoría pertenece "Wasted on you", el quinto corte: un tema de claras reminiscencias californianas, rápido y tarareable pero sin mayores sorpresas. A la segunda los dos temas siguientes: "Chemical air", que sin cambiar mucho el guión respecto a la anterior se beneficia de una parte nueva con una nueva progresión armónica que finaliza en un original solo de guitarra, para volver con habilidad luego al último estribillo; y "Sour candy", otro luminoso estribillo que culminan con un certero crescendo realzado sabiamente por un sencillo sintetizador. Y a la primera nuevamente "Desolate town", claro deudor de Nirvana con esas guitarras distorsionadas que repiten en estrofas e intervalos instrumentales una sencilla progresión armónico de acordes en quintas, aunque esa especie de segundo estribillo que empieza con "Choked on a daydreaming..." la lleva a un escalón superior en términos de complejidad compositiva.

"I'm All Over This Place (Mystic Mama)" es en mi opinión el último momento relevante del álbum: a partir de ese psicodélico comienzo que repetirán más adelante sabiamente realzado por un órgano Hammond, proponen unas interesantes estrofas construidas sobre un efectivo riff de guitarra, y a ello se añade una parte nueva en la que se atreven con una percusión diferente y varios efectos sonoros. "Hollywood, We Did It All Wrong" cierra el álbum con otro momento correcto, también de influencias californianas y que recuerda a Weezer al mezclar unas melancólicas frases en el estribillo con una melodía luminosa.

Bajo su aparente sencillez y convencionalismo, "Welcome the worms" esconde una riqueza compositiva sorprendente y un pulso continuo por mantener al melómano enganchado de principio a fin. Por ello creo que contiene argumentos suficientes para que Bleached asciendan de la segunda división del rock estadounidense. Veremos si lo consiguen.

lunes, 8 de agosto de 2016

Más de 10.000 páginas vistas

Interrumpo en esta entrada mis habituales reseñas sobre lo más interesante que a mi juicio ha visto la luz en los últimos tiempos en el panorama musical internacional para dedicar una breve entrada a un hito de este humilde blog: la superación de las 10.000 páginas vistas. Y es que cuando hace un lustro lo creé como forma de seguir dando a conocer una de mis pasiones en unas circunstancias personales más complejas que de costumbre, nunca pensé que llegaría tan lejos en su difusión. Porque no se trata de un blog adscrito a ningún canal oficial, festival, publicación, plataforma o emisora. Porque rehúye la simplicidad de las propuestas comerciales actuales, pero rehúye también la revisitación a perpetuidad de las propuestas de hace dos o tres décadas, como si no hubiera ninguna otra fuente de creatividad entre ambas. Porque no se posiciona a favor de la música indie ni de la música mainstream (perdón por los anglicismos), sino que intenta rescatar propuestas interesantes en ambos mundos. Porque no lo promueve ningún ánimo de lucro, como lo prueba mi resistencia a incluir publicidad a pesar de las sugerencias que periódicamente genera la plataforma en la que lo publico. Porque reseña para un ámbito tan cerrado habitualmente como el español (y por ende el hispanoamericano) propuestas originadas en otras partes del mundo, desde Australia hasta Grecia pasando por Alemania. Y porque no hace un análisis simplista de lo que es "bueno" o lo que es "malo", sino que intenta argumentarlo recurriendo a conceptos que pueden resultar un poco arduos para el oyente medio, pero cuyo fin es enseñarle a descubrir más facetas en cada álbum o cada canción, y crecer así en su sensibilidad musical para disfrutar cada vez más de este a veces maravilloso mundillo.

Como una imagen vale más que mil palabras, para ilustrar esta entrada he seleccionado la evolución del número de visitas que mensualmente ha recibido "Pop Rock y Mas". Una evolución con altibajos dependiendo de la popularidad de las reseñas en cuestión (no es lo mismo reseñar a los Imagine Dragons que a los Voltaire Twins por ejemplo), pero con una tendencia claramente creciente a lo largo de los años, lo que demuestra que cada vez más un internauta que se haya tropezado tras una búsqueda en internet con una reseña del blog, ha pasado cada vez más tiempo otras entradas que le hayan podido interesar. Y que ha culminado el pasado mes de julio con el récord mensual de visitas.

Otro aspecto interesante es que a pesar de ser un blog escrito desde España y en español, la mayor parte de las visitas no proceden de España, sino de Estados Unidos. Lo que puede tener sentido si se piensa que la mayoría de artistas reseñados son de procedencia anglosajona, pero también pone de manifiesto que Estados Unidos se consolida como el segundo país del mundo con más hispanohablantes, claramente por encima de España y sólo por detrás de México. Más llamativos son los cientos de visitas recibidos de países alejados del idioma y la cultura españolas, como Ucrania, Alemania, y recientemente Rusia. Como también es interesante resaltar la alta difusión de entradas que no hablan de un álbum concreto de un artista, sino de reflexiones más genéricas como la evolución de la guitarra eléctrica o el autotune, o simplemente de las listas en las que anualmente selecciono las en mi opinión 20 mejores canciones del panorama internacional.

Desconozco cuánto tiempo seguiré añadiendo entradas a este blog, aunque si las circunstancias lo permiten no tengo intención de abandonar mi afición a la música contemporánea. Así que no sé decir a cuántas visitas llegará "Pop rock y más", pero sí espero que pueda seguir resultando interesante para todo el que se tropiece con él. Así que por aquí les espero. Y muchas gracias por toda la atención en estos cinco años.

martes, 2 de agosto de 2016

Marsheaux: "Ath.Lon" (2016)

Tras tres años sin editar un álbum con temas propios (en 2015 publicaron su revisión íntegra del álbum "A broken frame" de Depeche Mode), el dúo femenino formado por Marianthi Melitsi y Sophie Sarigiannidou han regresado hace unas pocas semanas con este "Ath.Lon", el sexto álbum de su carrera. En un momento muy relevante de la misma, ya que tras más de una década de actividad se han ido ganando poquito a poco un reconocimiento a nivel internacional muy difícil de conseguir para una banda de origen griego, hasta el punto de que como su título indica, buena parte de este disco ya se ha gestado y grabado en Londres (además de en Atenas). Además, su anterior álbum ("Inhale", que ya reseñé en este mismo blog) las consolidó como una banda capaz de entregar no sólo buenos temas sino también álbums completos, por lo que las expectativas de esta nueva entrega eran muy altas. Desgraciadamente el disco supone en mi opinión un paso atrás que les va a impedir ese gran salto que parecían a punto de dar, y quizá incluso pierdan por el camino parte de sus fieles seguidores.

Y es que una cosa es recrear en pleno siglo XXI el synthpop que triunfó en los ochenta, actualizando su sonido y orientándolo a las pistas de baile más indie, y otra distinta es retroceder tanto en la revisitación que dé la impresión que más que la inspiración se busca el homenaje explícito. Algo que por otra parte no está relacionado con ningún cambio en la composición de la banda, ni siquiera con sus colaboradores en la producción, los habituales y también griegos Fotonovela. Simplemente Marianthi y Sophie se han excedido en esa mirada al pasado, han ralentizado en exceso los bpms y han tirado de oficio para rematar algunas composiciones que probablemente no hubieran entrado en álbumes anteriores. Todo lo cual provoca que el resultado sea un disco irregular, que tarda mucho en despegar y no contiene ningún nuevo hallazgo que incorporar a sus "clásicos".

Es cierto que una de las mejores habilidades del dúo ha sido históricamente sacar partido a unos temas que desde el punto de vista compositivo eran en ocasiones relativamente sencillos, pero que con inteligencia en los arreglos y una instrumentación muy pulida resplandecían. Pero a nivel compositivo existe un mínimo con el que trabajar, que en mi opinión no alcanza el tema que abre el disco, "Burning": una canción que intenta ser intensa a lo Gary Numan, de ritmo sincopado, pero muy simple compositivamente y sin gancho alguno. "Like a movie" es el primero de esos homenajes a los que me refería, en este caso a sus admirados Orchestral Manoeuvres In The Dark, una melodía de pop limpia e interludios musicales presididos por un sintetizador típico en los mejores momentos los británicos, pero también con una cuestionable sensación naif y una producción lo-fi que la retrotraen demasiado en el tiempo. "Sunday" es la primera canción que llega al mínimo esperable para este álbum: sin ser una maravilla, ni tampoco un retorno a los ritmos rápidos y bailables que tanto han explotado en previos álbumes, es un tema sintético y envolvente que podría figurar en otros discos suyos más inspirados. "Wild heart" es el segundo obvio homenaje, en este caso a los New Order de "Power, corruption and lies", con ese arpegio de bajo enlatado a lo Peter Hook que lidera los intervalos instrumentales, y también con una melodía simple en su ramplón estribillo y una instrumentación extrañamente espartana para lo que es habitual en el dúo.

Al rescate viene "Now you are mine", que podríamos definir como el "mejor tema que han grabado los Depeche Mode en la última década", aparte de ser en mi opinión el mejor tema del álbum. Se nota que las griegas son fans de los británicos, y que apenas hace año y medio que versionaron íntegramente uno de sus álbumes, como comentaba antes. Aunque es cierto que su aportación bordea el "Never let me down again" de los británicos con su ritmo cadencioso, su caja sobredimensionada y su estructura análoga, no es menos cierto que es una acertada progresión armónica, que la melodía acompaña y que le dan su toque característico con ese cambio de notas con los mismos versos que hacen en el segundo estribillo. "Strong enough" sí suena a ellas mismas, y ese arpegio de teclado que imita a una voz sintetizada nos predispone para un trallazo de pop luminoso, pero falta un bombo en la mitad de los compases, un estribillo menos etéreo y una parte nueva más inspirada para llegar a ese nivel. "Safe tonight" es el tema escogido como sencillo de presentación y un nuevo homenaje a los The Cure de "Just like heaven", cuya progresión armónica principal calcan y expanden hasta ocupar todo el tema. Con lo cual el resultado es una buena canción, con una letra reconfortante aunque quizá con un estribillo un poquito "blando" y simple, pero que por supuesto no se acerca al mítico himno de Robert Smith. "Mediterranean" es otro tema interesante sin ser brillante, extrañamente lento, que va enganchando poco a poco y tiene como punto álgido unos intervalos instrumentales estratégicamente situados. "Let's take a car" recupera por fin a las Marsheaux desenfadadas, que no juegan a ser otros sino que se limitan a ser ellas mismas con un tema rápido, una letra hedonista y un buen estribillo. Lástima que la producción sea menos inspirada que de costumbre, en especial su sección rítmica más propia de hace un cuarto de siglo.

"The beginning of the end" es el cierre de la versión estándar del álbum, y también la balada del mismo. Un tema con mucho contraste entre las partes instrumentales (que emulan una sección de cuerda de atmósfera ominosa, y están muy conseguidas gracias a la sugerente progresión armónica) y las partes vocales (con una melodía no muy afortunada, de notas demasiado altas para las limitadas cualidades vocales de las griegas), por lo cual resulta extrañamente irregular. Un mejor cierre del álbum es "Butterflies", tema adicional en la mayoría de ediciones disponibles, que aunque pide a gritos más bpms para sacarle el máximo partido a la composición, al menos recupera una de las mejores virtudes del dúo: uno de esos estribillos irresistibles que llegan sin previo aviso. Existe una versión limitada del álbum con cuatro temas más, pero no he podido conseguirla hasta la fecha, por lo que no puedo decir si consiguen mejorar la impresión global del álbum. Que tras varias escuchas, sobre todo si nos saltamos los primeros cuatro cortes, cumple la papeleta. Pero desgraciadamente no brilla.

lunes, 18 de julio de 2016

Garbage: "Strange little birds" (2016)

Los estadounidenses Garbage han retornado a la actualidad con "Strange little birds", el sexto álbum de su carrera, que ve la luz justo después de haber celebrado el vigésimo aniversario de su debut como banda. Un álbum que ha sido saludado por buena parte de la crítica precisamente como lo más similar a ese álbum de debut que han publicado hasta la fecha, el cual por otra parte supuso una pequeña revolución en el panorama de la música rock. Es cierto que "Strange little birds" tiene un sonido tan cuidado y una producción tan brillante como aquél, algo por otra parte habitual en la banda liderada por Butch Vig. Pero en mi opinión esas críticas obvian algo a lo que ya aludí cuando reseñé hace cuatro años ya "Not your kind of people", su anterior álbum: las canciones. Y es que por mucho que se domino un oficio, todos los artistas necesitan de la inspiración creativa para respaldar sus habilidades y trucos. Y aquí encontraremos menos temas inspirados aún que en su anterior entrega, y por supuesto muchos menos que en su álbum de debut. Así que el resultado es tan sólo de aprobado raspado.

No sólo eso: al álbum lo perjudican otros dos aspectos no del todo esperables: los vaivenes estilísticos y la aversión al riesgo en las interpretaciones vocales de Shirley Mason. Entiendo que a estas alturas de la carrera la banda entre al estudio sin otro interés que satisfacer sus inquietudes creativas, pero a pesar de la cohesión que aporta la elaborada instrumentación, el álbum resulta menos homogéneo de lo esperable, con "acelerones", "frenazos" y "salidas de estilo" que le impiden enganchar con regularidad al oyente. Y ya en la cincuentena, Shirley no arriesga en absoluto y mayoritariamente se limita a susurrar las melodías principales, lo que las desluce a menudo, aparte de doblarse sin reparos la voz siempre que debe destacar un poquito sobre el conjunto. Un último detalle es que algunas composiciones son realmente largas, aunque las habilidades como productores de Vig y compañía logran que siempre esté "sucediendo algo" y no sea tan perceptible el minutaje. Por el contrario, debo saludar que las letras en general abandonan el optimismo extremo que tanto abunda estos días y muestran otros sentimientos como el desamor, la vulnerabilidad o la apatía, y que las composiciones no han retrocedido tanto a los sesenta y setenta como por ejemplo hicieron en su flojo "Beautiful garbage".

El álbum se abre con "Sometimes", un buen ejemplo de ese vaivén estilístico al que aludía: envolvente, sí, y con una excelente percusión electrónica, pero muy lento, de melodía simplísima, sin apenas una composición real por detrás. "Empty", segundo corte, es la acertada elección natural como primer sencillo, ya que sin ser un temazo, suena a los Garbage "de toda la vida": rock con guiños a otros géneros, cascadas de guitarras distorsionadas, y unas acertadas estrofas y puente. Lástima que el estribillo baje un par de peldaños y le impida codearse con los mejores momentos de su carrera. "Blackout", tercer corte, es uno de los momentos álgidos del álbum a pesar de sus casi siete minutos, con su progresión armónica oscura en las estrofas y su ambiente crudo que recuerda a "Vow". Un puente largo y realmente salvaje y tiempo para riffs de guitarra en los intervalos instrumentales favorecen el resultado, aunque nuevamente Shirley abusa de las notas bajas en el estribillo. Con otro buen tema a continuación el álbum habría encadenado lo suficiente para enganchar, pero "If I Lost You" es una canción, además de lenta, de estrofas prácticamente inapreciables y estribillo dulzón, y al que su sonido atmosférico no logra sostener.

"Night Drive Loneliness" sí vuelve a sonar a Garbage, y además acelera un poco los bpms hasta situarse como un medio tiempo oscuro y de guitarras distorsionadas que saben enriquecer con su sonido personal (sobre todo en el estribillo final con notas ligeramente diferentes sobre los mismos versos) y que recuerda estilísticamente a su "You look so fine", aunque le falta un poco de la magia melódica de aquella. "Even Though Our Love Is Doomed" insiste en el minutaje amplio, el sonido oscuro, los textos pesimistas y los susurros de Shirley, y no termina de acelerar el tempo para sacar al disco de ese pozo tan peligroso en el que se ha introducido justo en su tramo medio, pese a su arsenal de detalles. Así que cuando "Magnetized" irrumpe con su bajo sintético y su percusión distorsionada y reverberada, actúa como un aliento de fresco. Si bien peca de un optimismo luminoso no muy en línea con el espíritu del álbum, tanto en su letra como sobre todo en su estribillo, siendo lo mejor del mismo el intervalo instrumental sobre el que Shirley declama lo que es a la vez el puente. Por lo cual es necesario llegar a "We Never Tell", también más poppy que el tono general del álbum pero más consistente que la anterior, con mejores arreglos y un doble estribillo perfectamente reconocible, para que el álbum finalmente recupere el pulso, cerca ya de su tramo final.

Un tramo que se abre con el tercer mejor momento del álbum: los seis minutos de "So We Can Stay Alive" son disfrutables de principio a fin, partiendo del mejor principio del disco sobre sintetizadores infecciosos, y el tremendo contraste de las dos guitarras distorsionadas que adornan las estrofas con los susurros de Shirley. El estribillo, además, es probablemente el mejor del disco, y el crescendo y los pitches a lo The Crystal Method que lo enlazan con las siguientes estrofas son originales y están muy logrados. Además de ese minuto instrumental sobre los acordes del estribillo en el que se les nota disfrutar. "Teaching Little Fingers to Play" es, además de la letra más sensual y hasta controvertida del álbum, un nuevo tema lento que vuelve a contrastar demasiado con la energía del corte anterior: una melodía que prácticamente empieza en la entrada en el estribillo, que por otra parte resulta tan anodino como todo lo demás. Y el álbum se cierra en la versión en CD con "Amends", otros seis minutos muy cadenciosos, con una instrumentación brillante que combina arpegios de guitarra y dubs originales, pero con una melodía repetitiva en las estrofas que la certera progresión armónica del estribillo y las dos codas vocales que introducen en dos tramos diferentes no compensan del todo (en la versión en vinilo el álbum se completa con "FWY (Fucking with You)", de nuevo una balada no del todo inspirada pero bien producida que perfectamente podría haber figurado en el tracklist original).

Tres buenas canciones y otras dos a las que se les va sacando la parte positiva en sucesivas escuchas son un bagaje un tanto escaso frente a casi media hora bastante lenta y derivativa. Por lo que el disco no les va a ganar nuevos adeptos, y con suerte les mantendrá el volumen de fans que todavía conservan a día de hoy. Lo que quizá después de veintiún años de trayectoria tampoco esté tan mal, ¿no creen?

miércoles, 6 de julio de 2016

Josef Salvat: "Night swim" (2016)

Es sorprendente cómo al mismo tiempo que los tradicionalmente predominantes Estados Unidos y Reino Unido ofrecen cada vez un número menor de nuevos artistas interesantes, en Australia no dejan de surgir solistas y bandas plenos de talento. De ello da buena muestra el número cada vez mayor de artistas reseñados en este humilde blog (desde Cut Copy a Rüfüs pasando por Gypse & The Cat o Voltaire Twins). A todos ellos se unió el año pasado Josef Salvat, un cantante y compositor de ascendencia española que fue publicando sencillos de gran interés en los últimos tiempos hasta que a finales de febrero debutó a nivel internacional con este "Night swim". Un álbum que ha respondido a las expectativas, aunque con algunos peros.

De manera acertada el disco lo abre "Open season", probablemente su mejor sencillo además del tema que lo dio a conocer como compositor y que de hecho ya formó parte de mi lista de mejores canciones internacionales de 2015. Es un tema de pop elegante, construido sobre una cautivadora progresión armónica, brillantemente interpretado, digno de un crooner del siglo XXI muy por encima de por ejemplo Brandon Flowers, con unos arreglos contemporáneos sin rendirse a las modas ni renunciar a los instrumentos convencionales. "Paradise", siguiente corte, es el quinto y hasta ahora último sencillo extraído, un tema si cabe más bailable que el anterior, también con una acertada progresión armónica y una producción capaz de extraer todo lo mejor de la composición mezclando piano electronico y un synclavier en el estribillo, aunque aun así se queda en mi opinión un escalón por debajo de su predecesora. "Hustler", segundo sencillo de su carrera, es uno de los numerosos temas "lentos" que figuran en el álbum, una balada sentida y bien interpretada que en la versión en estudio arropa muy bien el piano y la voz de Salvat con una elaborada percusión. "Punchline" es si cabe una canción más conseguida que la anterior, más tenebrosa, gélida en el estribillo y con la sorpresa de la distorsionada batería, los coros y el violín que la realzan en sus dos minutos finales; lo que sucede es que al ser la segunda balada seguida descoloca respecto a las intenciones del álbum, que había arrancado mucho más bailable y colorista.

"Closer", sin ser un tema demasiado rápido, supone una saludable vuelta a los ritmos más bailables, aunque su pausado comienzo no lo refleje. Pero el tema va creciendo en el puente hasta desembocar en un meritorio estribillo sabiemente ensalzado por unos violines herederos del sonido philly de finales de los setenta. "Till I Found You", tercer sencillo del álbum, vuelve a frenar el tempo a la vez que baja el listón, porque a pesar de un tema con unos arreglos excelentes y una producción muy meritoria, la composición no termina de armonizar una ambientación pesimista con una letra optimista, y el estribillo resulta un tanto plano. "Shoot and run" es otra nueva balada, otra vez con una instrumentación excelente, ominosa en el comienzo y en las estrofas, con un bajo sintetizado muy difícil de encajar en un tema tan lento, una melodía muy compleja y difícil de interpretar que cubre varias estrofas y probablemente la letra más sugerente del álbum. "Constant Runners" supone otra refrescante aceleración y cambio de estilo, con una progresión armónica y una melodía optimistas que me recuerdan mucho a los Alphaville de "Afternoons in utopia" (1986) con ese pop dinámico de matices electrónicos y guiños al mercado estadounidense que en su momento entregaron (Salvat casi parece Marian Gold en el estribillo).

"Night swim", el tema que da título al álbum además de su cuarto sencillo, es como cabía esperar uno de sus mejores momentos: una nueva balada, con una letra muy sensual, y una melodía cálida, que juega a ser acústica pero que en realidad está realzada con varios detalles que no empañan la interpretación de Salvat (con mención especial para el sintetizador que acompaña sin casi percibirse todo el tema). "The days", un medio tiempo con un estribillo en falsete, sin llegar ser uno de los mejores cortes, sí que mantiene ese nivel medio tan meritorio de todo el álbum. "Every night" es la sorpresa del disco: un tema de soul sesentero muy en la línea en la que últimamente ha descollado Leon Bridges, sobre acordes mayores, con coros de reminiscencias gospel, y una acertada guitarra steel para completar el momento "retro". Y para cerrar el disco Salvat escoge una última balada, "A better word", sobre el piano y la voz de Salvat, correcta pero sin demasiado gancho.

En un debut que ha tardado casi cuatro en gestarse ha habido tiempo de sobra para poder entregar hasta cuatro temas adicionales en la edición deluxe. Empezando por "Secret", otro medio tiempo con una percusión muy marcada deudora del R&B y un tono inquietante, cuyo estribillo en falsete no termina de encajar, a pesar de la nueva melodía con la que lo enriquece en el tramo fial. Siguiendo por "This life", que fue el primer tema y vídeo de su carrera en el 2013, otra balada cuyo mayor valor es el estribillo altivo y un tanto frío con el que sorprende, a la vez que recuerda a John Foxx. Deteniéndose en "Diamonds", la versión del insípido tema de Rihanna que vio la luz en formato sencillo en 2014, que a pesar de ser "desnudado" hasta dejarle sólo los elementos esenciales no termina de emocionar. Y cerrando con el tema más interesante de los cuatro, ese "In the audience" que insiste una vez más en el binomio piano/voz de comienzo reposado pero con una progresión armónica más inspirada y una bonita melodía que desemboca en un certero estribillo, sin duda merecedor de haber formado parte del tracklist oficial.

El mayor pero, pues, es el alto volumen de temas lentos, prácticamente la mitad, más propio de un artista maduro en el tramo final de su carrera que de un debutante cuyos momentos más conocidos los ha alcanzado además con temas bailables y de cierto barniz electrónico. Al ser nada menos que dieciséis cortes, eso hace que a la hora de animarse a escucharlo pueda aflorar la temida sensación de "sí, este disco está bien, pero es que ahora...", que siempre jugó en contra de artistas como Crowded House o Belle And Sebastian. Tampoco juega a su favor cierta indefinición estilística, por otra parte habitual en los álbumes de debut. Y algún tema que ahonda en el estilo de otros del mismo álbum pero de nivel incuestionablemente inferior. No obstante, analizado globalmente, "Night swim" contiene un buen número de grandes momentos, que reflejan la calidad de Salvat como compositor y como intérprete, así como la inteligencia a la hora de armonizar y producir los temas de Rich Cooper. Así que esperemos que tenga una carrera larga y plena de éxitos, incluso a nivel comercial. Porque mimbres tiene para ser una estrella.

domingo, 12 de junio de 2016

Underworld: "Barbara Barbara, We Face a Shining Future" (2016)

El retorno de Underworld ha sido sin duda una de las sorpresas de temporada. Porque han transcurrido seis años desde su último álbum de estudio, el meritorio "Barking", y ya pocos esperaban que los ya casi sexagenarios Karl Hyde y Rick Smith se unieran de nuevo para crear nuevas composiciones. Pero demostrando que el tiempo no pasa por ellos, y tras haber sobrevivido a la marcha de Darren Emerson a comienzos de siglo, siguen siendo capaces de entregar canciones altamente tecnológicas y orientadas a la pista de baile más excitante. Aunque eso no significa que "Barbara Barbara, We Face a Shining Future" (el extraño título es un homenaje al padre de Rick Smith) sea un gran álbum. Me explico.

En mi opinión la razón principal por la que la carrera de Underworld se fue desvaneciendo lentamente desde el cénit que alcanzaron en 1996 con "Born Slippy .NUXX" fue la gradual desaparición de las armonías en sus temas. Porque aunque sus señas de identidad siempre hayan sido los temas de ritmo binario muy marcado, largos desarrollos y fraseos sin fin de Karl Hyde, en sus mejores momentos supieron completar ese cóctel con progresiones armónicas y melodías sencillas pero muy enriquecedoras. Que al ir desapariciendo de sus composiciones hicieron que éstas se volvieran monótonas y repetitivas. Quizá conscientes de ello, en "Barking" recurrieron a la colaboración con otros muchos creadores del techno y de la música electrónica en general, pero personalmente cuando anunciaron este "Barbara Barbara...", tenía la duda de si volverían a los temas monocordes de sus álbumes anteriores a "Barking" o introducirían más musicalidad en sus temas. El resultado es un término medio que no relanza su carrera pero tampoco la desmerece.

Porque lo que realmente llama la atención de este álbum es su escasez de contenido: sólo siete temas, uno de ellos poco más que un interludio instrumental, y una duración excesiva en muchos de los seis restantes, para poder completar los cuarenta y cinco minutos de rigor. Lo que evidencia lo cerca que ha estado este disco de no llegar a existir nunca, y las dudas que genera respecto a que pueda tener una continuidad. Razones para intentar extraer lo mejor de estos siete temas. Empezando por "I exhale", primer sencillo y claro intento de hacer algo que se salga del patrón habitual del dúo, con menos bits per minute de lo normal y una sencilla progresión armónica desde el principio. Pero cuyos ocho minutos son claramente excesivos, a pesar de que lentamente vayan enriqueciendo la composición con más teclados y Smith doblando en los coros a Hyde. Más convincente y reconocible es "If Rah", un tema más rápido y obsesivo, que juega a ser monocorde durante buena parte del tema a partir de su penetrante teclado sintético y las sugerentes frases de Hyde, hasta que entran los dos teclados de reminiscencias orientales y el tema se convierte en plenamente melódico con su piano electrónico y una meritoria superposición de efectos.

Más rápido y orientado a la pista de baile es si cabe "Low burn", con esos bajos sintetizados superpuestos sobre los que poco a poco van añadiendo más elementos sintéticos y redobles de percusión. Aunque la parte vocal es demasiado repetitiva, y sobra minutaje hasta que el tema va frenando y desnudándose de todos los añadidos para llegar al final. "Santiago cuatro" es un extraño interludio en el que se mezcla la guitarra acústica de Hyde, con sus largos arpegios, y los bajos sintetizados de Smith, con un resultado entre disonante y desasosegante. "Motorhome" es, por así decirlo, la "balada" del álbum, con su ritmo pausado y su atmósfera de renacimiento tras un futuro caótico. Es el primer tema en el que Hyde no declama sino que canta; los dos teclados que, casi a modo de gaitas, se entrelazan, le dan un toque original, y la progresión armónica en el tramo final completan un panorama relativamente interesante pero excesivamente largo. Y cuando parece que el álbum se encamina sin mayores sobresaltos hacia el final, surgen las sorpresas: "Ova nova" es con diferencia el mejor momento del disco, una composición completa sobre una eficaz progresión armónica, penetrante y luminosa, brillantemente interpretada por Hyde,con unos coros femeninos que completan el tono optimista de la canción, una parte nueva perfectamente enlazada, el apoteósico "Change your mind" de Hyde y (ahora sí) la duración adecuada. Y "Nylon strung" es probablemente el segundo mejor tema del álbum, y una adecuada forma de cerrarlo: sobre su infeccioso loop sintetizado Hyde entona una melodía de notas muy largas, que se completa con una guitarra acústica y un precioso teclado que va añadiendo más notas en cada repetición hasta convertirse en apoteósico en su último tramo.

Situar lo mejor del álbum al final logra que la impresión global del mismo sea mejor de lo que debería, pero no deberíamos dejarnos engañar, ya que "Barbara Barbara, We Face a Shining Future" no es ni de lejos el mejor disco de su carrera. Aunque al menos nos podemos congratular de que Hyde & Smith hayan recuperado la suficiente musicalidad en algunas de sus canciones, porque de su capacidad para explotarlas con sus largos desarrollos de cambios graduales y su estilo tan personal nadie duda. Habrá que ver si esta digna vuelta a la actualidad saludada con un aceptable éxito comercial (top ten en el Reino Unido) se convierte en una prolongación de su carrera, o por el contrario se convierte en el epílogo de una de las bandas más importantes en la historia del techno.

domingo, 29 de mayo de 2016

Rüfüs: "Bloom" (2016)

El trío australiano Rüfüs ha publicado a comienzos de año "Bloom", el segundo álbum de su carrera. Un álbum en el que han seguido profundizando en su sonido a medio camino entre el pop y el house, con la misma idea de evitar los instrumentos estridentes, de usar profusamente instrumentos no electrónicos como la batería y la guitarra eléctrica para quitar frialdad a su sonido y de recurrir a la envolvente voz de Tyrone Lindqvist para rematar el conjunto. El resultado responde a las expectativas, y para mí al menos es el mejor álbum en lo que llevamos de año: once temas sin ningún relleno y una calidad y una elegancia fuera de toda duda.

El álbum se abre con el que para mí es su mejor tema (aunque increíblemente no haya sido publicado en formato sencillo): "Brighter" es una muestra perfecta de los que la banda propone, baile con clase, partiendo de una base soul (incluyendo un interesante coro durante buena parte del tema), creciendo instrumentalmente a cada compás, hasta llegar a un estribillo pletórico, en el que el bajo sintetizado sincopado pone el contrapunto perfecto a la batería, y con un pequeño tramo instrumental que demuestra lo bien que rellenan el espectro con pocos instrumentos (por ponerle algún pero, decir que la tonalidad es la misma en todo el tema). "Like an animal", segundo sencillo extraído es, pese a situarse un escalón inferior que la anterior, una canción bastante por encima de la media: más claramente pop, repite con unas estrofas relativamente desnudas y un estribillo más instrumentado, con mención especial para el efectivo arpegio de guitarra de Lindqvist. "Say a prayer for me", tercer corte y cuarto sencillo, se desarrolla sobre unos parámetros similares, aunque la percusión arrastrada que complementa la batería de James Hunt le da un toque de originalidad, y el crescendo de "I'll take you further... down the line" engancha durante el minuto que dura.

El siguiente tema es "You Were Right", sencillo que anticipó el álbum hace ya casi un año y otro de sus grandes momentos. Aunque nuevamente sea la misma progresión armónica durante toda la canción, saben sacarle el máximo partido con esa percusión electrónica demoledora con que Jon George completa el estribillo, y otro nuevo crescendo marca de la casa. "Be with You" es en mi opinión el momento más insustancial del album, con ese monótono sampling en su anodino estribillo y nada reseñable en el resto. "Daylight" podría haber sido otro de los grandes momentos del álbum, con su cautivadora progresión armónica realizada por el contrapunto entre la guitarra de Lindqvist y el sintetizador de George, pero el tema amaga y amaga con una explosión instrumental sin llegar nunca a hacerlo (de hecho, no hay un solo bombo), y eso juega en su contra. A "Hypnotised" le sucede algo parecido, aunque en este caso se trate de un dúo con la actriz australiana Dena Kaplan: es una bonita composición que ahora sí enlaza dos progresiones armónicas diferentes en estrofas y estribillo, pero da la impresión de que el tema va a acabar reventando la pista de baile con estas dos visiones de una historia de amor y sin embargo se queda varada en su intento de evocar emociones sin estridencias, muy a lo The XX.

El tramo final del disco comienza con "Tell me", menos arriesgadas en su propuesta que las dos anteriores (aquí sí hay bombo, caja y platillos casi desde el principio). Otra sugestiva composición, sobre una sencilla progresión armónica, con una melodía complicada en las estrofas pero muy bien interpretada por Lindqvist, el conocido contrapunto entre guitarra y teclados, y la certera parada justo antes de la repetición final del estribilo. "Until the Sun Needs to Rise" insiste en el mismo terreno, aunque nada se puede reprochar a sus estrofas, a su efectivo bajo sintetizado, a ese sintetizador de aires caribeños con el que rematan la composición, o a ese intervalo instrumental de más de un minuto con los tres sintetizadores complementándose a la perfección. "Lose my head" es uno de los temas más envolventes del álbum, con esa atmósfera que desde el principio envuelve al oyente y lo desplaza a un mundo casi onírico, aunque sin perder de vista la pista de baile como lo demuestra la percusión que complementa la batería. Y con otro bonito tramo instrumental antes del estribillo final. Y el disco se cierra con la larguísima y relativamente fallida "Innerbloom", casi diez minutos de duración y aun así tercer sencillo publicado. Que juega a ser el tema más arriesgado con su montaña rusa de baile minimalista alternada con crescendos, a la que le falta una composición más redonda y le sobra minutaje. Aunque al menos su ubicación en el disco es la adecuada, ya que no estorba al resto de temas.

Sus detractores podrán decir que las letras pecan de simples y reiterativas (chico-chica-pasión-desamor), que el sonido pretendidamente espartano dificulta distinguir unos temas de otros, que la propuesta es limitada estilísticamente, que muchas canciones explotan hasta la saciedad la misma progresión armónica... Todo lo cual es cierto. Pero si a cambio encontramos la inteligente armonía de sus canciones, la capacidad para enganchar con cada canción, la ausencia de temas de relleno, la naturalidad con la que dan con la nota adecuada... entenderemos por qué coleccionan premios y al mismo tiempo encabezan con naturalidad las listas de ventas de su país. Lástima que estemos tan anquilosados musicalmente por estos lares, porque tienen todos los ingredientes para ser una banda de consumo masivo también por aquí. Espero que al menos esta entrada sirva para que quienes leen este humilde blog los descubran.