lunes, 26 de diciembre de 2016

Vince Clarke & Paul Hartnoll: "2square" (2016)

De las numerosas colaboraciones que en el panorama musical internacional han dado fruto durante este 2016 que nos dejará en unos días, una de las más llamativas ha sido la de los británicos Vince Clarke y Paul Hartnoll. Por si no los ubican, Clarke lleva treinta años siendo el cerebro de Erasure, y anteriormente fue el co-fundador de los míticos Yazoo y el compositor de los primeros tiempos de Depeche Mode. Mientras que el mayor de los Hartnoll formó con su hermano Phil durante más de veinte años el dúo Orbital, uno de los principales referentes en la música techno a nivel mundial. Por lo que su talento creativo está fuera de toda duda, y lo que faltaba por comprobar era si el resultado ha sido una suma o, como sucedió hace unas pocas temporadas con el álbum conjunto de Vince Clarke y Martin L. Gore, una resta de talentos.

Desde que vio la luz este "2square" he leído varias críticas negativas. Que lógicamente si he decidido reseñar el álbum en este humilde blog, no comparto. En mi opinión se trata de un álbum correcto, de estilo definido, y que no va a defraudar ni a los seguidores históricos de Clarke ni, por supuesto, a los fans de Orbital. Es cierto que es un álbum relativamente corto (treinta y ocho minutos repartidos en ocho composiciones), que no aporta ninguna novedad al ya trillado panorama de la música electrónica del siglo XXI y que no todos sus temas rayan a la misma altura. Pero lo que está claro es que no se ha producido una resta de talentos, y que no hay espacio para los bostezos (a diferencia de otros álbumes de veteranos de la música electrónica que han visto la luz este 2016, como los de Jean Michel Jarre o Yello).

Si tenemos en cuenta que ni Clarke ni Hartnoll han ejercido nunca de cantantes, no nos sorprenderá que el resultado se parezca más a un álbum de Orbital que a cualquiera de los proyectos de Clarke. Eso es lo que sucede, pero la intervención de Clarke se deja sentir en ciertos guiños claramente pop, en la duración contenida de la mayoría de los temas, y en ciertos arpegios instrumentales como los que siempre se han hecho hueco en sus composiciones. Un buen ejemplo de esto (aunque también uno de los momentos menos inspirados) es "Better have a drink to think", el tema que abre el disco y que se publicó como sencillo de anticipo hace unos cuantos meses: un tempo relativamente alto si tenemos en cuenta la edad de sus creadores, y una facturación muy elaborada, pero al que lastra una progresión armónica no muy trabajada y que cede el protagonismo al sample vocal que repite una y otra vez el título hasta resultar fatigoso, y que sólo cuando desaparece permite apreciar unos intervalos instrumentales simplemente correctos.

Mucho mejor es en mi opinión "Zombie blip", segundo corte, eminentemente bailable, con una progresión armónica ahora sí muy trabajada y parte de la luminosidad pop de Clarke complementando las capas de sintetizadores de Hartnoll, y realzada por el certero pasaje para "coger fuerzas" a mitad del tema. Un escalón por debajo pero en un buen nivel se sitúa "The echoes", más atmosférico y de desarrollo más lento que las dos anteriores, que va creciendo gradualmente conforme el dúo va añadiendo instrumentos y en el que un sintetizador típico de Clarke desempeña el papel de las imaginarias armonías vocales en los minutos centrales. "Do-a-bong" es el tema más claramente Orbital de todo el álbum, con ese teclado principal que podría estar extraído perfectamente de su "Brown album" (1993), completado por otro sampling vocal que no resulta tan reiterativo como el del primer corte (entre otras razones porque toda la canción dura apenas tres minutos y medio).

La segunda mitad del álbum arranca con el que es en mi opinión el otro gran momento del álbum: "The shortcut", construido sobre una elaborada progresión armónica de ocho compases, que se combina con intervalos monocordes para aumentar la sensación de ambientación espacial muy en la línea de "Wonky" (2012, el último álbum de Orbital), con el siempre efectivo crescendo en su parte intermedia y una certera superposición de diversos sintetizadores interpretando notas diferentes en su tramo final. "Single function" insiste en ese techno de facturación clásica y cercano a la pista de baile, y es otro buen momento del álbum, con las slow strings envolviendo un conjunto equilibrado de percusiones y sintetizadores. "All out" es el tema más personal del álbum, y también la canción con una parte vocal más larga, a medio camino entre el hip-hop y el dub, complementada con la instrumentación más pretendidamente orgánica, incluyendo un piano típico del acid-house. Y el álbum lo cierra "Underwater", que sin ser el mejor tema del disco sí que es un sencillo mucho más representativo e inspirado que el primer corte: una canción que nos retrotrae a la época dorada del intelligent techno, con instrumentos que van y vienen sobre una progresión armónica repetida constantemente pero elaborada, y a la que como mayor pero le sobran uno o dos minutos.

Con la gradual desaparición de instrumentos de "Underwater" termina este "2square" que, sin grandes aspiraciones, nos demuestra que la química entre estos dos "tótems" de las últimas décadas funciona a un nivel razonable, con una cohesión estilística incuestionable, un apego a las armonías muy de agradecer en estos tiempos de escasa musicalidad, la negativa a acomodarse en tempos lentos, y las suficientes dosis de creatividad. Así que personalmente espero que no se quede en un solo capítulo y que vuelvan a cruzar sus caminos en los próximos años. Porque yo al menos siempre acabo encontrando el momento para disfrutar de un disco de techno clásico como éste.

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