miércoles, 28 de diciembre de 2016

George Michael: el último de la lista

Cuando hace unos días completé mi entrada sobre el álbum publicado por Vince Clarke y Paul Hartnoll, pensaba que ésa iba a ser la última entrada de este humilde blog en 2016. Sin embargo, el día de Navidad amaneció con el fallecimiento de George Michael, con apenas 53 años. No cabe duda de que este 2016 ha sido uno de los años más aciagos para el panorama musical contemporáneo si pensamos todas las figuras que nos han dejado (David Bowie, Prince, Leonard Cohen, Glenn Frey...), pero de entre todos probablemente el que menos parabienes vaya a generar sea Georgios Kyriacos Panayiotou. Precisamente por eso me he animado a escribir una entrada a modo de reconocimiento y pequeño homenaje.

Michael no fue un artista camaleónico a lo largo de varias décadas como Bowie, ni un creador stajanovista como Prince, ni un músico con aspiraciones de poeta como Cohen, ni el máximo exponente del rock genuinamente americano como Frey. Pero en mi opinión cantaba mucho mejor que Bowie, llenaba igual o mejor que Prince el escenario, componía unos temas más ricos musicalmente que Cohen y se arrimaba a otros géneros mejor que Frey. Y es que a pesar de que su imagen de sex-symbol para adolescentes le marcó (como no podía ser de otra manera) durante toda su carrera, conviene recordar que Michael era el compositor de la gran mayoría de los temas que interpretó (como Bowie), el principal instrumentista de los mejores álbumes de su discografía (como Prince), el letrista de todas esas canciones (como Cohen) y por supuesto el vocalista versátil que Frey nunca logró ser. Así que estamos hablando de un creador, músico y cantante de primer nivel.

Wham! fue el vehículo por el que Michael se dio a conocer, junto a Andrew Ridgeley. Un grupo por y para adolescentes, que explotaba la imagen de Michael por encima de la de su compañero, y cuya propuesta musical era el pop ochentero sin pretenciones. Un pop por cierto compuesto casi en exclusiva por Michael, y que junto a canciones idóneas para la potencial audiencia de la banda ("Young Guns (Go for It!)", "Club Tropicana" y sobre todo la que sigue amenizando muchas fiestas, "Wake Me Up Before You Go-Go") dejaba entrever el talento de Michael a la hora de entregar temas con otras miras ("Everything She Wants", "Careless Whisper", incluso la inevitable en estas fechas "Last Christmas"). Lo que sin duda contribuyó a la rápida disolución del dúo.

La memoria de George Michael estará inevitablemente ligada a la de "Faith", su álbum de debut 1987. Uno de los discos más vendidos de todos los tiempos, fue compuesto e interpretado prácticamente en su integridad por Michael, y afianzó su carrera como solista gracias a una serie de composiciones muy variadas, desde el rockabilly a las baladas soul pasando por el funk e incluso el synth-pop. Un álbum que ha soportado muy bien el paso del tiempo (pueden hacer la prueba ahora mismo si aún no lo conocen), con casi todos sus temas editados en formato sencillo y un poso de clasicismo incuestionable (parece imposible que "Kissing a fool" o "Faith" no sean versiones sino temas propios). Y que además contienen los que para mí fueron los dos mejores momentos de su carrera: la cuasi-autobiográfica "Father figure" y sobre todo el funk irresistible de "I want your sex", una composición formidable más allá de su incuestionable provocación.

Los restantes veintinueve años de carrera en solitario de Michael avanzaron a trancas y barrancas entre sus problemas personales y sus dificultades con las discográficas. "Listen without prejudice vol. I" (1990), su segundo álbum, estaba varios escalones por debajo de "Faith" a nivel creativo (probablemente de ahí el título) y encima careció de video-clips protagonizados por Michael que lo apoyaran, lo que explica su bajón comercial. Aunque contaba con algunos momentos billantes como "Waiting for that day" o "Heal the pain". Nunca hubo un volumen II, y a pesar de su memorable actuación en el homenaje a Freddy Mercury y de temas entregados con cuentagotas en diversos formatos en años posteriores, no fue hasta 1996 cuando vio la luz "Older", su tercer disco. Más maduro en el peor sentido de la palabra: muy lento en general, abonándose a las baladas y a la pose más seria y conservadora, aunque aún con un par de buenos momentos de funky y disco como "Star people" y sobre todo "Fastlove".

De hecho, en sus últimos veinte años Michael apenas publicó unas pocas canciones nuevas para recopilatorios o fines benéficos, y un único álbum más de canciones nuevas ("Patience", 2004), en el que adoptaba ya una defensa clara de la homosexualidad o de crítica política a la vez que extraía sus últimas gotas de inspiración en "Flawless (Go to the City)", probablemente el último momento interesante de su carrera, nuevamente abandonando la seriedad excesiva y reconvirtiendo un clásico bailable en un éxito contemporáneo.

Ese agotamiento creativo en sus últimos años (su último disco, "Symphonica" (2014) no era más que una revisión con orquesta sinfónica de viejos éxitos propios y ajenos) coincidió con su declive personal, tanto física como socialmente. Recluido en su mansión de Londres, descuidado en su apariencia, dependiente de las drogas y muy afectado por la muerte de sus parejas masculinas, la muerte lo ha encontrado en el punto más bajo de su existencia. Pero ello no debería hacernos olvidar su corto pero majestuoso legado, especialmente cuando fue capaz de hacer converger madurez, calidad y música de baile. Descanse en paz.

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