El de hoy es el primer álbum que reseño de la danesa MØ, aunque se trata ya del cuarto disco su carrera. Y es que Karen Marie Aagaard Ørsted Andersen (ése es su nombre completo) lleva ya dando guerra en el ámbito de la música de baile con instrumentación más o menos electrónica desde que debutó en formato álbum con "No Mythologies to Follow" allá por 2014. Una década larga en la que ha ido entregando un puñado de sencillos de cierta repercusión, como "Final Song", el mayor éxito de ventas de su carrera, en 2016. Una carrera con una tendencia claramente decreciente en cuanto a escuchas y ventas. Pero conforme su pegada en el ámbito su comercial se ha ido diluyendo, el interés de su producción ha ido creciendo, al menos desde mi punto de vista, tal vez por la saludable madurez que ha alcanzado una mujer que está ya en la segunda mitad de su treintena. Así que aunque este "Playgirl" que hoy procedo a reseñar no es todavía un disco del todo redondo, sí que incluye ya un incuestionable número de canciones de calidad meritoria, y ésa es la razón por la que finalmente se ha hecho un hueco en este humilde blog.
Producido mayoritariamente por el estadounidense Nick Sylvester (aunque en los créditos del disco aparecen varios productores más), en esta cuarta entrega MØ sigue fiel a los parámetros estilísticos con los que se ha abierto camino en el mundillo: temas siempre sustentandos por una interpretación vocal completa, con base electrónica (apenas se escuchan elementos convencionales), pero de base compositiva cien por cien pop. Y que parte de siete u ocho composiciones meritorias, algo clave en este tipo de propuestas. Eso sí, se nota que estamos en 2025 y que la forma de consumir música ha cambiado, porque sólo una de sus doce canciones alcanza los cuatro minutos, y sus doce canciones apenas llegan a los treinta y seis minutos de duración. Con lo que no hay mucho espacio para pasajes instrumentales; desde el primer momento el disco la danesa va al grano en estrofas y estribillos, y cuando algún momento baja el listón, tenemos la tranquilidad de que enseguida lo habremos superado. Porque a pesar de la madurez creativa alcanzada y el instinto desarrollado a la hora de reconocer las grandes composiciones, aún hay momentos no aptos para cualquier oído.
El mejor ejemplo de que el disco aún acarrea ciertos ticks singulares de la danesa es su comienzo: "Meat on a Stick" es poco más que tema a capella sobre la base de un extraño y repetitivo coro interpretado por Andersen y una voz masculina que se mantiene mientras que dura la parte principal, de melodía un tanto dura hasta que en su segunda mitad cambia de tonalidad y se vuelve un poco más accesible. Eso sí, nada de percusión, ni un estribillo al que aferrarse: una manera bien arriesgada de dar comienzo al álbum. Afortunadamente el segundo corte es ya mucho más digerible; de hecho, se trata del primer sencillo en anticipar el disco el pasado otoño: "Who Said" es un medio tiempo de pop infeccioso con un sintetizador principal que bebe del bubblegum pop, pero con una propuesta mucho más seria que la de este estilo, como lo refleja su letra descreída y un tanto hiriente. Aquí sí encontramos ya una estructura mucho más pop, y como la composición repite casi todo el tiempo la misma progresión armónica, con buen criterio Andersen y Sylvester la despachan en poco más de tres minutos. "Knife", el tercer corte, sube el ritmo y acerca la propuesta a la pista de baile, si bien mantiene una sonaridad similar a la del corte anterior. Los sintetizadores entrecortados e infecciosos son lo más destacable de un pasaje accesible pero no excesivamente inspirado. "Without You" es para mi gusto el primer tema realmente meritorio del álbum: en la línea de buena parte del soul-pop estadounidense, juega al despiste con un tempo que parece que va a ser alto pero que en realidad no lo es, como lo evidencia el pausado ritmo sincopado que termina entrando. Una bonita melodía, con mención especial para el cambio de tonalidad en la segunda mitad del estribillo, una letra honesta sobre la desorientación que se siente cuando falta "nuestra otra mitad", y unos teclados en un original trémolo, completan el panorama.
"Joanna" es un tema breve (un minuto exacto) que insiste con los coros a capella y una primera mitad desasosegante, aunque en su melodía se cuela algún que otro fraseo luminoso. "Sweet", tercer sencillo, con la participación vocal de la cantante y rapera islandesa Biig Piig, es un curioso ejercicio que arranca como si de una inyección sintética de los norteamericanos Night Club se tratase, para desembocar conforme evoluciona en un etéreo pop que podría haber firmado perfectamente la también estadounidense Grimes, aunque en realidad sea Biig Piig la que canta esa parte. Detalles como el ligero cambio en la progresión armónica cerca del final del estribillo, su final completamente vocal, o una programación sencilla pero contundente, contribuyen al resultado favoralbe. El séptimo corte, "Playgirl", supone la única y saludable anomalía entre tanto momento tecnológico: una balada sustentada en una guitarra acústica (aunque debo aclarar que dista mucho de ser un "lento" convencional). La melodía sí es intimista y dulce a partes iguales, y no para de evolucionar de principio a fin, pero la producción es un derroche de creatividad electrónica para arropar a la guitarra, con múltiples voces distorsionadas, otras sintetizadas y efectos continuos, de la que, no obstante, logra emerger una singular emoción. Si bien más convencional que la anterior, "Keep Moving" es mi canción favorita del disco. Obviamente bebe, como tantas otras, del "In The Night" de Pet Shop Boys en su progresión armónica principal, pero Andersen la lleva a su terreno con una melodía rápida y ácida, casi declamada, apoyada por frecuentes gritos y una complicada mezcla de teclados chirriantes y otros más convencionales para llevar los acordes. La parte nueva ("I... wonder will I ever be free?") entronca perfectamente a pesar del cambio de tonalidad, y la tercera estrofa se disfruta más que nunca, sin olvidarnos del sencillo solo de sintetizador que la remata. Cuarto sencillo, en un planeta ideal habría sido un pelotazo en las discotecas de los cinco continentes.
"Lose Yourself", escogida no hace mucho como quinto sencillo, baja un tanto el tempo pero gracias a su percusión contudente y a su bajo sintético en primer plano, sigue funcionando como dance-pop de la presente década del siglo XXI. El estribillo más americano del disco (casi podemos imaginarnos la Madonna de los primeros ochenta cantándola) se ve reforzado por la comedida producción de Sylvester, que va añadiendo los instrumentos justos para que el tema no deje de crecer, incluyendo una guitarra en notas bajas que nos recordará inevitablemente a New Order. "Vildchild", de bucólico comienzo, es mi segundo pasaje favorito del disco: el bajo trotón que sostiene casi en exclusiva la progresión armónica durante las estrofas, y su cruda programación de batería, crean una base rítmica adictiva sobre la que Andersen despliega una melodía creativa, de amplio rango vocal, a la que Sylvester añade buenos detalles de producción, una parada para que se desarrolle la parte nueva más elaborada del álbum, un final menos apresurado de lo habitual en el resto de canciones del disco, y los siempre convenientes "ooh ooh" para poner el broche a un tema de dance-pop intachable. "Heartbreak", reciente sexto y último sencillo, de gélida letra y estrofas, aunque su estribillo sube la temperatura con una melodía mucho más cálida y una programación de batería deudora del drum&bass, es el último gran momento del disco, y el quinto seguido de nivel; solamente se le puede reprochar su duración más bien escasa. Y el cierre lo pone "Wake Me Up", segundo sencillo a finales del año pasado, se trata de una nueva versión del archiconocido tema del ya fallecido Avicii. Que en mi opinión no mejora la emotividad bailable del original, aunque es incuestionable que Andersen la lleva a su terreno bajando el tempo y añadiéndole una pátina de oscuridad, ciertos cambios de tonalidad, y unos sintetizadores instrumentales que se alejan de los introducidos originalmente por el sueco. Lo que demuestra que la danesa prefiere personalidad a comercialidad, incluso aun cuando parta de un tema tan popular
El mero hecho de haber publicado seis sencillos demuestra que MØ está muy segura del material aquí incluido. Que, aunque como han visto tarda en coger carrerilla, termina convenciendo una vez superado el primer tercio del álbum, y que evidencia una cohesión estilística y sonora muy conseguida. No obstante, la danesa no anda sobrada de éxito comercial, por lo que debería tener más cuidado con ese tipo de detalles, y no esconder conscientemente algunos de sus mejores pasajes. Pero ella vive aparentemente cómoda en su mundo, un panorama de creatividad netamente contemporánea pero no necesariamente adscrito a las modas. Lo que supone un saludable ejercicio de honestidad. Lo importante es que ese universo personal es capaz de dar cabida a buenas canciones, y éste es el acierto clave de "Playgirl". Habrá que ver si para su quinta entrega, que probablemente la termine habiendo, Andersen sigue inspirada compositivamente y sigue dispuesta a priorizar su manera de entender la música frente a cualquier otra consideración. De momento, disfrutemos de la cuarta.
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