sábado, 24 de octubre de 2020

Kaleida: "Odyssey" (2020)

Justo al cumplirse tres años desde su álbum de debut (ese interesante y por momentos brillante "Tear the roots" que reseñé en este mismo blog), el dúo femenino británico Kaleida ha publicado "Odyssey", su nuevo disco. Una entrega en la que la vocalista Christina Wood y la teclista Cicely Goulder han afrontado el siempre difícil reto del segundo álbum sin modificar apenas su propuesta respecto al primero. Propuesta que (debo empezar aclarando) a mi modo de ver no es el electropop en el que se las suele categorizar. Porque aquí no abundan los bombos sobredimensionados, ni los sintetizadores de última generación, ni los trallazos para la pista de baile. Lo que rige la propuesta musical del dúo es el "menos es más" que tanto talento require para sostenerse.

No significa esto que no vayamos a encontrar sintetizadores, ni que casi todos los temas tengan sus estrofas, estribillos, partes nuevas y codas como corresponde al pop clásico. Es más que lo que busca el dúo es sobre todo aflorar determinados sentimientos (melancolía, tristeza, introspección) y no tanto alegrarnos esas tardes de otoño cada vez más cortas. De hecho, a menudo las canciones están construidas sobre unas pocas pistas, de manera que cuando se incorpora un nuevo instrumento es casi un acontecimiento. Y no es extraño escuchar instrumentos orgánicos como baterías, pianos y guitarras eléctricas. Lo que ciertamente no encontrarán es auto-tunes, ni el ubicuo Ableton Live. Por eso lo equívoco de presentarlas como electropop; para mí hablar de indie-pop intimista sería una forma más precisa de definirlas.

En lo que constituye toda una declaración de intenciones, el álbum lo abre el tema que da título al disco y que mejor lo define: "Odyssey" es un precioso tema de pop intimista con varias partes claramente diferenciadas en el que además de la certera progresión armónica y la sobrecogedora melodía de sus estrofas, lo que más llama la atención es la guitarra que la vertebra casi desde el comienzo, así como los sencillos pero eficaces timbales que aparecen a partir de la segunda estrofa, fiel reflejo de un tema que no deja de evolucionar compositivamente y de crecer instrumentalmente de principio a fin. A mi modo de ver resulta inferior "Other side", el sencillo que anticipó el álbum hace ahora cuatro meses. Y es que a veces la excelente voz de Wood puede resultar excesivamente triste si la melodía no le ayuda, y éste es claramente el caso. Aunque, como casi todos, el tema está bien estructurado y producido. "The news", tercer corte, vuelve a ponernos la carne de gallina con su devastadora tristeza ya desde el comienzo (sólo la voz de Wood y el piano de Goulder con otra fantástica estrofa). El extraño cambio de progresión armónica en el estribillo acaba por resultar original tras muchas escuchas, el synclavier de la segunda estrofa un certero detalle, y las cuerdas del estribillo final tan esperables como disfrutables. "Feed us some" fue el tercer sencillo y es quizá el tema más bailable del disco, con su arpegio de piano obsesivo, y ahora sí un bombo en primer plano y las palmadas que hacen de caja para recordarnos que el intimismo puede tener ritmo. Pero la tonalidad de la canción es extraña, la melodía un tanto deslavazada y el piano puede llegar a cansar, por lo que el resultado no pasa de correcto.

"Long noon" fue el segundo sencillo el pasado verano, y es para mí una de las mejores canciones en lo que va de año. Esta vez la maravillosa combinación de progresión armónica y melodía no sólo transmite melancolía, sino también desesperación, y en vez de sucumbir a la tentación de dejarla "acústica" (voz y piano, como al comienzo), el dúo va añadiendo poco a poco instrumentos, incluyendo un gélido sintetizador, un pizzicato electrónico, la programación de percusión más meritoria del disco, y otra inspirada guitarra; sólo el intervalo instrumental pierde algo de fuerza frente al resto. "Josephine" amaga con dejarse llevar por el intimismo espartano que tanto les gusta, pero un precioso estribillo compensa los excesos de las estrofas tanto melódicamente como instrumentalmente, y el resultado es notable. "Fake", el penúltimo corte, es un compendio de lo expuesto en los seis temas anteriores, con una melodía más cautivadora en el estribillo que en las estrofas pero a la que le falta algo de contundencia para grabarse en la mente de quienes escuchen el álbum. Y "No computer" cierra el álbum apostando por la experimentación más que ningún otro corte, priorizando las atmósferas envolventes sobre la melancolía vocal, con pasajes que pueden recordarnos a los de Rüfus du Sol, dando como resultado un tema quizá no especialmente disfrutable pero sí muy interesante de escuchar y que mantiene la atención hasta el final.

Está claro que al disco le habría venido bien algún tema más: sólo ocho canciones y treinta y cinco minutos tras tres años de silencio está en el límite de lo admisible en un segundo álbum. Tampoco considero la elección de los sencillos especialmente acertada, pues se han dejado fuera casi todos los mejores momentos. Y un cambio de estilo a la hora de interpretar alguna de las canciones menos inspiradas, o incluso un punto más de variedad a la hora de instrumentar algún tema, habría oxigenado el conjunto. En todo caso Wood y Goulder son muy buenas en sus parcelas, y han conseguido dar con la tecla de la inspiración en la composición y en la producción el suficiente número de veces como para que el disco resulte globalmente recomendable. Parece que están teniendo además una mayor repercusión en los medios y en el público en general (algunos de sus vídeos superan ya las cien mil reproducciones en Youtube). Ojalá estas tendencias se confirmen y les animen a seguir con su carrera como dúo, porque no estamos sobrados de artistas capaces de generar tantas emociones.

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