domingo, 15 de septiembre de 2019

Of Monsters and Men: "Fever dream" (2019)

Tras los ya habituales cuatro años de espera, hace unas cuantas semanas ha visto la luz "Fever dream", el tercer álbum de estudio de los islandeses Of Monsters and Men, la que es sin duda la banda más relevante de su país. Un álbum en el que el grupo ha querido dar una vuelta de tuerca a su sonido ya desde el mismo proceso de composición de las canciones, usando portátiles en vez de guitarras, hasta sus arreglos más contemporáneos en el estudio. Aunque tras escuchar el resultado final no podemos hablar de un cambio radical, sino de una evolución musical que los aleja del folk-rock de sus orígenes y los acerca a un pop más elegante y ampuloso pero perfectamente reconocible. Hasta ahí todo bien; el problema viene porque, quizá por esa forma diferente de crearlas, esta vez el grueso de sus canciones no ha alcanzado el mismo nivel de excelencia de su anterior disco, el fantástico "Beneath the skin" (2015) y el resultado global se resiente.

Quizá lo más llamativo sea que una de las fortalezas características de los islandeses, su capacidad para crear estribillos irresistibles, de pleno subidón, escasee en los once temas que conforman esta tercera entrega, y a menudo tengamos que conformarnos con frases entrecortadas o melodías escasas de armonía. Tampoco han llegado al nivel esperado a la hora de crear estrofas introspectivas, de esas que tocan la fibra sensible desde la primera escucha: las hay, pero tampoco abundan. Por no hablar de que Ragnar (la voz masculina, en mi opinión muy inferior a la de Nanna, la vocalista femenina), tiene más protagonismo del deseable como vocalista principal (como sucedía con la voz de Noel Gallaghere en los últimos álbumes de Oasis). Y ni siquiera la secuenciación de los temas ayuda, porque a veces "Fever dream" se vuelve excesivamente parsimonioso, mientras que en su tramo central exuda energía y ritmos casi bailables. Afortunadamente, cuatro años dan tiempo para encontrar la inspiración compositiva, y algunas canciones sí nos recuerdan el tremendo impacto a nivel de crítica y ventas que tuvieron los islandeses a comienzos de década.

El álbum se abre con "Alligator", también escogido como primer sencillo: un tema enérgico, mucho menos electrónico de lo que sus declaraciones anticipaban aunque menos convencional instrumentalmente de lo habitual en ellos, no del todo representativo del resto del disco, y que deja con la sensación de "bueno, no está mal, pero cuatro años para esto...". Aunque comparativamente crece frente a "Ahay", la primera balada del disco ya en el segundo corte. Ahora sí más electrónica en su producción, sus estrofas son realmente flojas (cuando empiezan parece que Ragnar está declamando una frase a modo de introducción), y resulta dulzonamente obvia, siendo lo único salvable la parte nueva interpretada por Nanna. Pero por si la dinámica del disco no se había ralentizado peligrosamente, el tercer corte es "Róróró", otra balada, esta vez más acústica, aunque en este caso mucho más sentida, de una desolación más creíble, sobre todo en unas estrofas que Nanna interpreta maravillosamente, y en una parte nueva casi instrumental en el que un relativamente sencillo arpegio de guitarra y un teclado lejano ponen la piel de gallina. Lo malo es que el cuarto corte vuelve a ser un lento, "Waiting for the snow", con una melodía difícil de interpretar sobre el típico piano, un estribillo algo más entonado que los tres temas anteriores, pero sin sorpresas que eviten el amodorramiento.

Y cuando uno ya está a punto de pulsar el botón de "eject" surge el tramo más disfrutable y dinámico del álbum. Que se inicia con "Vulture, vulture", sin duda el mejor tema del disco: un excelente (y hasta ahora nada habitual en ellos) teclado en una tonalidad diferente de la de la progresión armónica que abre paso a unas estrofas oscuras en su melodía y en su letra, la primera cantada por Ragnar y la segunda por Nanna, con un saludable punto ochentero, y un estribillo estridente que sí mira de frente a los mejores de sus primeros discos, con mención especial para esa extraña guitarra rockera que resalta el conjunto. Lástima que no dure ni tres minutos. Aunque el siguiente corte, "Wild roses", por cierto segundo sencillo del álbum, es también el segundo mejor tema del disco: pleno de esos detalles tecnológicos que nos habían anticipado, muestran la gran calidad de Nanna como cantante en unas estrofas sumamente graves, con parada incluida antes de explotar en el mejor estribillo del disco, pleno de euforia y nuevamente resaltado por una certera y difícilmente audible guitarra a partir de la segunda estrofa. La pena es que esta demostración de que aún no han perdido la identidad que los encumbró a la fama mundial desde su pequeña isla de origen se ve cortada en seco por "Stuck in gravity": una nueva balada (e interpretada por Ragnar, las comparaciones son odiosas...), que a pesar de esa producción más contemporánea vuelve a frenar en seco el disco, y eso que el sintetizado tramo final con el guiño al título de su primer álbum ("Head is still an animal") mejora un poco el resultado y los resitúa en su plano emocional más característico.

El último tramo de "Fever dream" insiste en este vaivén entre buenos momentos y frenazos poco entendibles, entre su pasado instrumental y creativo y su nuevo presente más atrevido. "Sleepwalker" vuelve a ser otro momento lento y prescindible interpretado mayoritariamente por Ragnar, una melodía de giros obvios, un estribillo hecho a base de trozos, y unos intervalos instrumentales que no dicen nada. En cambio "Wars", reciente tercer sencillo, engancha desde el comienzo gracias a su tensa melodía, su pandereta y su sintetizador etéreo, y sorprende por arrimarse a la pista de baile como ningún otro tema antes en la carrera de los islandeses, gracias a sus baterías de palmada, su piano electrónico de reminiscencias house, sus teclados ochenteros y su tempo relativamente alto, aunque la melodía del estribillo tampoco es del todo redonda. Pero sí muy superior a "Under the dome", otro tema parsimonioso y prescindible a pesar de las voces psicofónicas que aderezan su mediocre estribillo. Y el álbum se cierra con "Soothsayer", aparentemente un intento por mejorar la impresión global del conjunto recurriendo a otro medio tiempo de inclinación rockera y efectos electrónicos, pero el arpegio de guitarra de las partes instrumentales no convence porque sólo cubre dos compases de cada cuatro, y ni las estrofas ni el estribillo sacan buen partido de una progresión armónica que tampoco es nada del otro mundo, por lo que sirve más como recordatorio de las limitaciones creativas del álbum que para otra cosa.

Y es que ésa es la sensación predominante que deja "Fever dream": un álbum irregular, que apunta una interesante evolución musical pero se queda a medio camino por falta de composiciones inspiradas, y que por ese mismo motivo supone un peligroso movimiento en una banda que espacia tanto tiempo sus entregas. Más aún cuando tampoco contiene un sencillo que pueda hacer de revulsivo y tire del carro. Así que vamos a ver si no desencadena la ruptura de la banda, o al menos proyectos paralelos o un nuevo disco que disfrace bajo el retorno a un sonido más convencional el relativo fracaso a nivel de crítica y ventas de este "Fever dream". Una pena, porque Of Monsters and Men aún son capaces de tocarnos la fibra sensible como pocos.