Los islandeses Of Monsters And Men llamaron con fuerza la atención en el 2011 cuando su sencillo "Little talks" traspasó las fronteras de su pequeño país con su pop de influencias folk fuertemente personal y les abrió las puertas del todopoderoso mercado norteamericano. Casi un año más tarde vio la luz la versión internacional de su álbum de debut, "My head is an animal", enriquecida respecto a la original de su país con su otro sencillo emblemático, "Mountain sound". Que les aseguró un lugar preeminente en las listas de ventas de los mercados anglosajones, a la vez que una acogida favorable de la crítica especializada. Desde entonces hasta ahora han transcurrido más de tres años de silencio casi completo (solamente ha visto la luz el recomendable "Silhouettes" de la banda sonora de "The Hunger Games: Catching Fire", que reseñé en este mismo blog). Por lo que han corrido un alto riesgo de dejar pasar su momento hasta que por fin el mes pasado ha visto la luz este "Beneath the skin".
En mi opinión el principal fallo de "My head is animal" y la razón por la que no lo reseñé en este humilde blog era que sus dos sencillos de cabecera estaban relativamente alejados de los parámetros del grueso del álbum: frente al vigor, la rapidez y la contundencia de los mismos, el resto del álbum apostaba por una vena más intimista y un sonido más convencional, dejando la eficacia de las canciones en manos exclusivamente de la composición. Y aunque había buenos temas en esta vertiente (el tercer sencillo, "The king and the lionheart", posiblemente la mejor de todas ellas), el resultado era de media un tanto monótono y tendente a generar algún bostezo cuando flojeaba la inspiración.
Con todo esto en mente, afronté su retorno en formato sencillo hace unos meses con bastante excepticismo. Que se confirmó tras unas cuantas escuchas de "Crystal", el tema que abre el disco: el mismo sonido convencional de "My head is an animal", y una composición de una melancolía ortodoxa un tanto fallida. Con lo cual estuve a punto de no darle una oportunidad a "Beneath the skin" hace unas semanas. Menos mal que al final cambié de opinión.
Y no, no es que hayan retomado la senda de "Little talks", ni que hayan evolucionado su sonido, ni siquiera que hayan dejado atrás parte de su convencionalismo melancólico. En absoluto: estos dos años de trabajo sólo les han servido para reafirmarles en esos parámetros, de manera que cualquiera de los once temas que lo componen (trece en la edición deluxe) podría haber figurado en su álbum de debut. ¿Entonces? Pues desconozco cuántos temas habrán descartado antes de llegar al tracklist definitivo. Pero el caso es que la mayoría de ellos están a un nivel muy muy alto. Y ello esencialmente gracias a la valía de su composición. Pero es que, querido amigo, la inspiración a la hora de elegir las notas de la escala pentatónica sigue siendo la clave que distingue la buena música contemporánea.
Ya digo que "Crystal" es un tema demasiado anodino y una desacertada forma de arrancar el álbum. Pero la montaña rusa que comienza tras él asciende y asciende y parece que nunca va a bajar. La pendiente arranca con "Human", primer tema a dos voces (la habitual de Nanna Bryndís le cede el protagonismo a la de Ragnar Þórhallsson, el otro compositor principal de la banda): un medio tiempo intimista pero con cierta garra, con una bonita letra que contiene la frase que da título al álbum y el primero de los grandes estribillos de la banda apuntalan el tema. Prosigue con "Hunger", el cuarto sencillo, un tema más lento en su comienzo, que ya ha anticipado su gran carga sentimental merced a su inspirada melodía en las estrofas cuando entran el resto de los instrumentos. Aunque lo mejor es otro excelente estribillo, rematado tras casi cuatro minutos por una cautivadora parte instrumental que desemboca en una coda memorable ("I'm drowning, I'm drowning"). Sigue subiendo con "Wolves without teeth", cantada a dúo por Nanna y Ragnar, con toques folk y una percusión particularmente trabajada. Aunque su clave es su preciosa melodía, de la primera nota a la última, incluyendo uno de los mejores estribillos del álbum, que luce en todo su esplendor cuando lo repiten casi sin instrumentos cerca del final.
"Empire", quinto corte y tercer sencillo, es la cima de esa subida imparable y tal vez mi tema predilecto, con un comienzo vocal a cargo de Ragnar que da paso a ese precioso arpegio de guitarra con las notas del estribillo, ese formidable doble estribillo que pone los pelos de punto ("an empire for you, an empire for two"), y que desemboca en unos coreables "oohs". "Slow life", el tema más largo del álbum y sexto corte, les mantiene en lo más alto, con otras bonitas estrofas, otro melancólico estribillo y una preciosa coda de dos minutos sin cambiar de acordes pero que les permite exhibir toda su energía como banda, en la línea de los mejores Arcade Fire. Y "Organs", el séptimo corte, es una balada magistralmente cantada por Nanna con una preciosa letra de principio a fin sobre un fracaso amoroso (aunque con una última frase para la esperanza) y otra melodía de un extraordinario nivel, realzada por un certero cuarteto de cuerda.
"Black water", aun manteniendo el pabellón alto, es el primer descenso tras tantos temas inspirados seguidos: en esta oportunidad Ragnar canta unas estrofas intimistas que desembocan en un estribillo más luminoso interpretado por Nanna, aunque a la canción le falta crecer un poco conforme avance el minutaje. "Thousand eyes" sí que supone un bajón considerable; por así decirlo, es el tema más experimental del álbum: una gélida melodía apoyada por muy pocos instrumentos durante la primera mitad del minutaje, y un crescendo desasosegante durante la segunda. Tras este par de pequeños descensos el disco vuelve a remontar con "I of the storm", segundo sencillo y décimo corte, otra dosis de pura inspiración: las estrofas, los puentes y los estribillos poseen una gran carga emocional, la batería en las estrofas es original y hay incluso pequeños detalles electrónicos que enriquecen el tema en momentos puntuales. Y el último gran momento del álbum es "We sink", el tema que cierra la edición estándar. Que parte de un precioso arpegio de guitarra a lo Death Cab For Cutie, y que mediante otra certera progresión armónica desemboca en otro emocionante estribillo. Aunque lo mejor es el tramo del final que canta magistralmente Nanna ("I know that it's a waste of time...").
La edición deluxe se completa con dos temas adicionales, ninguno de ellos del nivel medio del álbum: "Backyard" es un tema cadencioso, con un toque atmosférico pero sin gancho. Y "Winter sound" es un tema muy en su estilo pero menor, con sus estrofas anodinas y un estribillo de acústica energía que sube el nivel pero no lo suficiente.
Sus detractores podrán argumentar que su producción es demasiado convencional, que se respira un aroma intimista y de fracaso en la gran mayoría de las canciones, que cuesta distinguir los temas entre sí, que tardan mucho tiempo en entregar nuevas creaciones... Yo mismo debo admitir que no es mi estilo predilecto, y que el día en que pierdan la inspiración compositiva estarán muestros. Pero lo que es incuestionable es que ocho temazos en tan sólo once canciones es un logro muy difícil de igualar. Así que candidatos al álbum del año. Quién lo iba a decir...
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