lunes, 29 de diciembre de 2014

TV On The Radio: Seeds (2014)

El quinto álbum de los neoyorkinos TV On The Radio los ha devuelto a la actualidad musical tras más de tres años de silencio. Un periodo marcado por el fallecimiento de su bajista, Gerard Smith, a causa de un cáncer de pulmón. Circunstancia que hizo tambalearse a la banda, pero que la he hecho resurgir aún más ambiciosa y versátil si cabe que antes.

Esta versatilidad constituye a la vez la mayor virtud y el mayor defecto de este "Seeds". No me resisto en esta ocasión a recuperar la información que proporciona la wikipedia sobre los géneros que teóricamente abarca este álbum: a los ya habituales en la banda art-rock e indie-rock, añade funk y synthpop. Y aún creo que se queda corta, pues también podría incluir punk o simplemente pop. Y todo ello en tan sólo 12 composiciones y 53 minutos. De ahí que sea difícil que cualquiera de los potenciales admiradores de la banda queden completamente satisfechos con este "Seeds". Aunque lógicamente la crítica internacional apreciará este tour de force que tantos palos toca.

En esa mayor amplitud de miras tiene una influencia incuestionable David Sitek, guitarrista y principal programador de la banda, además de productor de todos los temas. Sitek es un productor de nivel mundial, y en estos tres años ha expandido sus ya amplios horizontes produciendo a artistas muy dispares, desde Santigold a Beady Eye pasando por The Yeah Yeah Yeahs o Kelis. E indudablemente todo ello ha tenido su reflejo en la variedad de registros de "Seeds". Aunque con el pero de que el sonido de la banda pierde personalidad de unos temas a otros (a veces ni la característica voz de Tunde Adebimpe permite reconocerlos) y la escasez de temas de verdadero postín que consoliden el álbum y le permitan ser recordados dentro de unos años.

Buena prueba de esta variedad es "Quartz", el tema que abre el disco: un aparente gospel construido sobre un loop de la voz de Adebimpe y unos variopintos coros, con una luminosa progresión armónica y una melodía de tonos altos que amaga con convertirse en un tema soul, pero que acaba resultando una especie de funk del siglo XXI con un sintetizador etéreo completando el panorama. "Careful you", segundo corte y segundo sencillo, es en mi opinión una cuestionable elección para defender el disco: probablemente su tema más electrónico a causa de su percusión programada y sus bajos sintéticos superpuestos, es una composición simplemente correcta en sus estrofas y estribillos, que deja la sensación de que lo único realmente especial es su coda de medio minuto al final. Aunque lógicamente no se trata de un mal tema. "Could you" supone el reencuentro con el art-rock característico de la banda: un tema rápido, bien construido, presidido por una guitarra cuyos arpegios siguen, de manera un tanto cuestionable, la melodía en las estrofas, y una llamativa sección de viento reforzando el estribillo y los intervalos instrumentales.

"Happy idiot", cuarto corte y sencillo de presentación del álbum es, curiosamente, el tema más corto del disco: directo, rebosante de energía, bien arreglado, difícil de cantar y con mención especial para la superposición de talentosas guitarras entre Sitek y Kyp Malone, más fácil de percibir en directo que en el álbum, se trata de una de los mejores temas de indie-rock de este 2014 que está a punto de terminar. Desfortunadamente le sigue "Test pilot", una balada con un ritmo sincopado y una elaborada superposición de voces que resulta bastante anodina. "Love stained" sube el listón, aunque vuelve a parecer varias canciones en una: casi tan lenta como la anterior, combina unas estrofas sutiles y atmosféricas con un primer estribillo enérgico y un segundo estribillo a medio camino entre las otras dos partes. "Ride" es casi más interesante por sus dos minutos de intro instrumental, pura psicodelia luminosa con el aderezo de un violonchelo, que por el rock etéreo con toques soul en el que deriva. "Right now" vuelve a dar otro volantazo: es otro tema descaradamente pop con guiños soul, vitalista, bien producido, con unas preciosas armonías vocales, una melodía plenamente tarareable, el estribillo más redondo del álbum y el hallazgo de una originalísima y muy inteligentemente encajada guitarra que adorna casi todo el tema por el altavoz izquierda.

"Winter" podría pasar por un revival rockero de Lenny Kravitz, que lamentablemente apunta en su comienzo más de lo que luego ofrece (probablemente el simplón y lento ritmo binario no le hace ningún favor). "Lazerray", inminente tercer sencillo, les devuelve al indie-rock con un claro influjo punk, convirtiéndose en el tema más cañero del álbum: guitarras que "rascan", partes que se enlazan sin tregua, estribillos que amagan antes de llegar, un tramo final apoteósico... vamos, el tema menos original y novedoso, pero a la vez uno de los más disfrutables. "Trouble" cambia una vez más de registro, optando por una acústica sesentera que desemboca en unas programaciones arrastradas y un estribillo un poco cansino. Afortunadamente el álbum se cierra con "Seeds", la canción que da título a todo el álbum y uno de sus momentos álgidos: un extraño tema con un comienzo electrónico (un bajo sintetizado que literalmente atraviesa la en esta oportunidad armoniosa voz de Adebimpe), un estribillo doble con unas armonías vocales aún menos habituales, y una deriva soul apoteósica en su parte nueva gracias a una inesperada progresión armónica en acordes mayores, que acaba por convertirse en un colchón de luminosos sintetizadores: tan compleja de analizar y digerir como efectiva tras unas cuantas escuchas.

Porque en el fondo de eso se trata: de abrir la mente y dejar que maridajes poco frecuentes cobren forma ante nuestros sorprendidos oídos. Cada escucha se convertirá en un nuevo descubrimiento y una experiencia diferente y recomendable. Aunque probablemente el álbum nunca llegue a formar parte de nuestra lista íntima de pequeños tesoros.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Lamb: Backspace unwind (2014)

Los ingleses Lamb han retornado a la actualidad en 2014 con su sexto álbum de estudio, "Backspace unwind". Han transcurrido tres años desde que Andy Barlow y Lou Rhodes recuperaran su actividad musical en 2011 gracias a su autoeditado álbum, "5". Y a pesar de los años transcurridos desde su debut hace casi 20 años, han sido relativamente fieles a su costumbre de entregar tras un disco más introspectivo y lineal otro más vitalista y variado. Lo que no necesariamente significa que "Backspace unwind" sea superior a "5", sino simplemente más o menos adecuado a un estado de ánimo concreto. De hecho, puestos a escuchar ambos álbumes en su atmósfera idónea, "5" generará probablemente más emociones. Aunque eso no significa que "Backspace unwind" resulte decepcionante, ni tampoco que se aleje de la acusada personalidad del dúo, esa imposible mezcla entre la voz folk de Rhodes y los originalísimos colchones electrónicos de Barlow.

La intención de recuperar registros que se alejen de la mera instrospección queda patente desde el primer corte: "In binary" es efectivamente un ritmo binario más rápido que cualquiera de los que nos entregaron en "5". Aunque no es un gran tema, la mezcla entre el ultra-distorsionado vía pitch teclado delirante y una melodía marca de la casa ponen de manifiesto que no es su intención renunciar a su identidad. Lo cual queda confirmado por "We fall in love", segundo corte y hasta la fecha único sencillo del disco. Superior al anterior y de indudable calidad aunque sin llegar al nivel de sus mejores clásicos, conjuga un teclado más propio de una canción de cuna con una percusión rápida e infecciosa y la voz reverberada de Rhodes, que canta sobre una meritoria progresión armónica. El tercer tema, "As satellites go by" es una canción con una instrumentación un poco más convencional, basado en un bonito piano y la certera voz de Rhodes, aunque sin la magia de sus momentos más emotivos.

"Backspace unwind", cuarto corte y tema que da título al álbum, refleja bien a las claras la orientación más vitalista del disco, puesto que se trata de la composición con un ritmo más rápido (por encima de 120 bpms) que ha grabado Lamb en mucho tiempo. Eso sí, rehúyen del sobredimensionado bombo discotequero y optan por un sinfín de adornos barrocos y sintéticos, sin apenas otro instrumento que el bajo para llevar la progresión armónica. Vuelve a resultar un tema un tanto frío, más interesante que emocionante. "Shines like this" nos retrotrae al intimismo de "5", con la voz completamente doblada de Rhodes como principal aliciente de una composición corta y relativamente carente de gancho. Afortunadamente el siguiente corte, "What makes as human", es una de las tres joyas del disco: un tema genuino de la banda, puro trip-hop del siglo XXI sobre una preciosa progresión armónica, realzada por unas slow strings sintetizadas que se conjugan con otra impresionante programación de batería y percusión, totalmente contrapuesta a la melodía y sin embargo magistralmente engarzada con ella. Con una cautivadora letra sobre la condición humana y una coda apoteósica.

"Nobody else" es la segunda joya del disco: con una atmósfera de club nocturno del siglo XXI, aunque con más instrumentos reales que la anterior (incluida la pertinente orquesta sinfónica), Rhodes borda una melodía de notas tremendamente altas en las estrofas, que se relajan un poco en un estribillo tenebroso pero también de gran calidad. "Seven sails", séptimo corte, es más interesante por ser el tema en la que Barlow más lleva al extremo su exorbitante imaginación a la hora de arreglar y producir canciones que por la composición en sí: construye un colchón imposible de bajo sintetizado y percusión sobre la que Rhodes canta una melodía delirante en las estrofas y sorprendentemente digerible en el estribillo, convenientemente complementada además por un sintetizador imposible en el tramo final. Todo un shock para todos aquellos que no hayan escuchado antes al dúo inglés.

El tercio final del álbum comienza con la tercera joya del disco y mi composición favorita: "Doves and ravens" es sencillamente una balada con un piano maravilloso recorriendo una excepcional progresión armónica y unas estrofas dificilísimas de cantar, que dan paso a un estribillo emocionante en el que Barlow añade (esta vez de manera comedida) un sintetizador para realzar los acordes y algún que otro efecto. Y con aliciente de su poética letra de amor evaporado ("And the wind calls her name, so she's not alone. Doves and ravens came and they sing their song to the sun"). Pero desgraciadamente es el último gran tema, porque "Only our skin" es una nana esencialmente vocal más monótona que inspirada, "SH09 is back" es una composición relativamente rápida con batería y bajos reales tremendamente obsesiva pero extraña y con un toque humorístico poco afortunado, y "The caged bird sings" una decepción en toda regla, ya que se trata de una mera recreación de "Only our skin" de similar duración y monotonía, confirmándose como la decisión más desafortunada del álbum y la peor forma de ponerle cierre.

Lo que al fin y al cabo evidencia que estamos ante un álbum 100% Lamb: fascinante en su instrumentación, excelentemente cantado, con varios temas maravillosos (especialmente los lentos, el terreno que mejor dominan a pesar de que en este álbum se resisten a cultivarlo en exceso), el contrapunto de otros más delirantes que emocionantes, y algún otro de difícil justificación. No obstante, el balance sigue siendo positivo, por originalidad, por talento y por ganas de sorprender en un panorama internacional escaso en riesgos. Para lo demás simplemente basta con pulsar el botón de forward.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Claire: The Great Escape (Bonus Track Version) (2014)

Antes que nada, y para aquellos lectores amantes de los detalles, debo señalar que aunque la versión "Bonus Track" de "The great escape" se publicó en junio del presente año, la primera versión del álbum que voy a reseñar hoy vio la luz en septiembre de 2013. En aquel momento no fui consciente de su publicación, y buceando en internet tampoco he sido capaz de encontrar el tracklist original, por lo que para mí lo que tiene sentido es reseñar la edición de 2014, con los 14 temas que lo conforman. Así que vamos allá.

Clarie es una de las bandas más interesantes que ha surgido en Alemania en los últimos años. Son originarios de Munich, y lo formaron un trío de jóvenes músicos y compositores que encontraron la vocalista perfecta en Josie-Claire Buerkle (participante en la edición alemana de "La voz"). Con un estilo que podríamos calificar de pop electrónico intemporal, enriquecido con toques de synth-pop, guiños indie y alguna reminiscencia hip-hop, son directos herederos de la tradición germánica de pop sintetizado y frío que marcaron artistas de los ochenta aún hoy recordados como Alphaville, Peter Schilling y especialmente Propaganda. Teniendo como principales elementos diferenciadores la versátil y cautivadora voz de Buerkle y el gusto por unos bajos sintéticos y sincopados situados siempre en primer plano, similares a los que encumbró el electro-clash hace algo más de una década. Pero sin hacer apenas guiños a las últimas tendencias en producción (ni auto-tunes, ni crescendos, ni bombos ultra-contundentes en cada beat, ni enriquecimiento a posteriori de todo el espectro de frecuencias...). De hecho, el álbum podría estar grabado perfectamente hace unos años, pues busca un sonido apto para todos los amantes del pop electrónico. Y algunos detalles como los overdubs de cajas de batería para recalcar la estructuración de algunas canciones, o el uso indisimulado de guitarras eléctricas en arpegios muy trabajados nos retrotraen claramente treinta años en el tiempo.

¿Y el contenido? Pues tratándose de un disco con tantas composiciones (los 14 temas son completos, no hay intros ni interludios), podríamos definirlo como irregular aunque brillante en suficientes ocasiones. Como en el tema que abre y el disco y uno de los tres sencillos que han publicado: "Broken promise land" es un tema que posiblemente les suene de algún anuncio televisivo, les muestra con esa frialdad tan germánica reforzada por una letra orientada en la misma dirección. Construido a partir de un bajo poderoso tan característico que recorre una inspirada progresión armónica, la voz de Buerkle sonando todo lo etérea de que es capaz, y una tamizada guitarra eléctrica reproducida al revés, es un tema cautivador y envolvente, al que sólo se le pueden cuestionar las voces masculinas sintetizadas con las que adornan su tramo final. "Games", segundo corte y otro de los tres sencllos, es un tema muy diferente, el mas bailable y cálido de todo el disco, como lo refleja ese ibicenco teclado que marca los acordes desde el inicio. Aunque parezca increíble, no es Florence Welch sino Buerkle la que canta, y de nuevo las voces masculinas que irrumpen a mitad del tema son lo más cuestionable de una bonita composición, bien realzada por el synclavier en los intervalos instrumentales tras los estribillos.

Los temas tercero al octavo, o lo que es lo mismo el grueso del álbum, son su tramo menos inspirado. Que empieza con la también fría y tremendamente representativa del estilo de la banda "Pioneers", que se queda cerca de ser recomendable sobre todo gracias a su sombría progresión armónica, sostenida por un bajo marca de la casa. Hay algún otro momento de nivel parecido ("Neon love", puro Propaganda, "You walk in beauty", con unas bonitas guitarras), pero también hay composiciones insulsas ("My audacity"), flojas ("Overdrive") e incluso aburridas ("Hallowed ground", demasiado lenta y con unas partes declamadas poco favorecedoras). Es un tramo muy largo para no tener ningún tema que realmente cautive, por lo cual cuando por fin llega "A million drums", el tema más genuinamente pop del disco, parece aún mejor de lo que es: otro bajo inconfundible, una progresión armónica luminosa en las estrofas adornada por un extraño arpegio de piano, una melodía muy sencilla repetida en todas las frases del estribillo y, realzándolo todo, una superposición de baterías y timbales que adoptan el ritmo de una marcha militar absolutamente irresistible.

El subidón dura poco, puesto que el tema que da título al álbum ("The great escape") es paradójicamente otro de los momentos más flojos del mismo, recurriendo inmediatamente a un poco armónico estribillo para sustentarlo. Afortunadamente "In two minds" remonta rápidamente el vuelo: una de las mejores baladas del año, que penetra hasta herirte poco a poco, con reminiscencias de Massive Attack en la producción y los silencios bien entendidos de Alt-J, y una fenomenal letra que Buerkle borda (doblándose las voces en momentos estratégicos). "Roll down run south" baja un poco el listón pero es otro momento álgido del disco, desde su comienzo con un teclado vocal más propio de los ochenta, hasta sus excelentes arreglos para dar entrada a un estribillo gélido pero demoledor. A "Resurrection" le falla que en realidad es un sólo un acertado estribillo (realzado con un piano house de toda la vida) alargado con efectos propios de la electrónica menos imaginativa. Y "The next ones to come", el tema que cierra el disco, aun siendo recomendable es el más flojo de los tres sencillos, ya que a pesar de unas meritorias estrofas y una instrumentación potente, está lastrado por una melodía en el estribillo demasiado simplona y unas partes declamadas que nada aportan, ambas influenciadas por el hip-hop más plano.

En resumidas cuentas, "The great escape" contiene suficientes momentos álgidos para no resultar decepcionante y muestra a Clarie como una banda solvente desde el punto de vista creativo. Les falta seleccionar un poco más el grano de la paja, y cuestionarse si quieren seguir sonando intemporales o adoptar un barniz más contemporáneo para así abarcar a un público más masivo. Veremos cómo evolucionan, si es que la involucración de Buerkle resiste su difusión claramente minoritaria.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Erasure: The violet flame (2014)

Cuando hace unos meses se supo que para su decimosexto álbum de estudio Vince Clarke y Andy Bell estaban trabajando con Richard-X, me ilusioné con que pudieran volver por fin a entregar un gran disco. Y es que siempre he sido un fan del dúo inglés, pero no me cuesta reconocer que desde su quinto álbum de estudio ("Chrous", 1991), no han sido capaces de publicar otra entrega del mismo nivel. El productor y compositor Richard-X, que lleva más de una década usando la electrónica para crear un pop personal, de texturas envolventes muy elaboradas, parecía una muy buena elección para sacar a Erasure de su rutina creativa, en la que cada disco es poco más que una excusa para una nueva gira en la cual revisar sus clásicos, con canciones en su mayoría justitas de inspiración y escasas de elaboración. Y más aún cuando se supo que Richard-X no sólo estaba produciendo "The violet flames", sino que estaba participando activamente en la composición de todos sus temas.

Desgraciademente el resultado no ha respondido a mis expectativas. De manera muy similar a la colaboración de Stuart Price con Pet Shop Boys en "Electric" (2013), que también se quedó a medio camino de lo que prometía, da la impresión de que durante las sesiones de "The violet flame" Richard-X no ha sido un miembro de pleno derecho a la hora de tomar decisiones, se ha plegado a los criterios del dúo, e incluso ha estado virtualmente ausente en algunos temas que suenan casi como de costumbre. No significa esto que se trate de un mal disco, pues resulta claramente más interesante que "Snow Globe", su álbum navideño de temas tradicionales y composiciones originales publicado el año pasado que ni siquiera me animé a reseñar en este blog (a pesar de contener algún tema interesante como "Make it wonderful"). Pero sí se trata de un disco escueto (10 temas solamente), muy lineal, con prácticamente la misma estructura en todos los temas, predominio absoluto de la parte vocal, ritmos binarios sencillos, y apenas espacio para la experimentación.

"Death of night", el tema que abre el disco, refleja perfectamente ese pop correcto, centrado en la parte vocal, bailable y sin pretensiones, pero la falta de un verdadero estribillo lastra el resultado. "Elevation", segundo corte y primer sencillo, sí refleja desde tímidamente esa superposición de capas sonoras tan característica de Richard-X, sobre todo en un comienzo más trabajado de lo habitual y en un estribillo que pretende trasladarnos esa sensación de elevación ("your love gets higher..."). Aunque no llega a la altura de sus clásicos, pues le falta un punto de inspiración. "Reason", tercer corte e inminente segundo sencillo, es en mi opinión el tema estrella del disco: más sencillo instrumentalmente hablando que el anterior, remata unas estrofas correctas con un bonito estribillo, que a partir de la segunda repetición desemboca en otro aún más cautivante segundo estribillo ("give a little love, I'm all out of it..."), que Clarke realza con unas sencillas notas de teclado que lo complementan sin calcarlo. Tras él, "Promises" es el segundo mejor tema del disco, construido sobre unas estrofas en las que Bell suena convincente dejando al descubierto sus heridas, en las que Clarke nos entrega la parte nueva más inspirada instrumentalmente hablando y en la que todo el conjunto queda rematado por un correcto estribillo.

Aquí finaliza el tramo más interesante del disco. Después del insulso "Be the one", el único tema lento del disco (¡qué lejos quedan los tiempos en los que las baladas eran uno de los puntos fuertes del dúo!), "Sacred", el tema favorito de Bell según sus propias palabras, recuerda poderosamente al pop colorista de "I say I say I say" (1994), en particular a "Miracle", pero con una melodía menos inspirada. El séptimo corte, "Under the wave", recuerda a su vez al electro-pop espartano y vitalista de su álbum de debut ("Wonderland", 1985), y es en mi opinión el tercer momento relevante del disco, con ese segundo estribillo a base de "Oh, ohs" que nos retrotrae tres décadas en el tiempo al inicio de su periodo glorioso. De ahí hasta el final, mas corrección que inspiración: "Smoke and mirrors" recupera esa vena épica que iniciaron en "Wild" con Crown of thorns", siendo el juego de voces de Bell lo más interesante. "Paradise" podría ser un descarte de "Tomorrow's world" (2011) por su ritmo machacón y sus tintes disco, pero un estribillo decente no es suficiente para recomendarlo. Y "Stayed a little late tonight" no es, a pesar de lo que su título parece anticipar, la típica balada para cerrar el álbum a la que ya han recurrido en muchas ocasiones, sino otro tema rápido instrumentado con lo justo, y del que sólo en el tramo final Richard-X da señales de vida, ya que para variar se cierra con cuarenta segundos instrumentales más que aceptables.

Es cierto que cumplir 30 años de carrera ininterrumpida ya es un logro, y que alcanzarlos con la publicación del decimosexto álbum de canciones originales poco menos que una hazaña. Además, "The violet flame" es superior al menos a los cuatro últimos discos de estudio de la banda ("Union Street", "Light at the End of the World", "Tomorrow's World" y "Snow Globe"), y contiene tres momentos que harán las delicias de sus incondicionales. Así que desde ese punto de vista el disco es un éxito. Lo que sucede es que si les hubiera pillado en un mejor momento de forma, este tándem con Richard-X debería haber propiciado uno de los mejores álbumes del año. Y a tanto no ha llegado.

martes, 21 de octubre de 2014

Alt-J: This is all yours (2014)

El retorno de los británicos Alt-J ha sido sin duda uno de los acontecimientos musicales del año. El antiguo cuarteto, ahora convertido en trío tras la marcha del bajista y guitarrista Gwil Sainsbury, fue una de las propuestas más personales y entonadas del año 2012, tal y como reseñé entonces en este mismo blog. Su tremenda repercusión a nivel de crítica, unida a una cantidad considerable de concierto que han dado desde entonces, ha ido aumentando gradualmente su notoriedad comercial. Y justo cuando ésta ha alcanzado su punto más alto, han publicado su segundo álbum. Un ejercicio que les engrandece en estos tiempos de artistas que, por las razones que sean, dejan transcurrir demasiados años entre su primer y segundo álbum, perdiendo el tirón mediático tan necesario para que su carrera musical no sea flor de un día.

Ante esta "premura" en la publicación de "This is all yours", el melómano podría preguntarse si lo han trabajado suficientemente o si por el contrario han publicado la primera colección de canciones que han creado para mantenerse "en la onda". Nuevamente en esto se distinguen de lo habitual, pues su segundo álbum es si cabe más elaborado y personal que "An awesome wave". "This is all yours" es un disco en el que, a pesar de la marcha de Sainsbury, las canciones siguen teniendo esa personalidad tan acusada y ellos ese talento a la hora de interpretarlas, en parte posiblemente gracias a que Charlie Andrew repite como productor. Y en el que, sin embargo, no optan por la vía fácil de la repetición, sino que expanden esa personalidad a otros géneros a los que hasta ahora no se habían arrimado, lo que hace de este segundo trabajo una entrega superior a su ya de por sí brillante álbum de debut. Aunque como es habitual requieren disposición y paciencia para ir descubriendo cada tema en sucesivas escuchas. Y siguen incidiendo en dos defectos que les restan cercanía con el mundo mainstream: la escasa vocalización de Joe Newman (si no tienen los textos a mano les resultará prácticamente imposible entender algún tema de principio a fin), y la manía de mezclar la siempre elaborada parte vocal demasiado baja: en su afán de que sea sólo un instrumento o un conjunto de instrumentos más, en ocasiones hay que subir el volumen hasta niveles perjudiciales para el oído si queremos escuchar medianamente dicha parte vocal. Un defecto, por cierto, que en directo queda subsanado, porque uno de los puntos fuertes de la banda son sus armonías vocales.

Copiando a su predecesor, el álbum se abre con una nueva "Intro" (mismo título que aquél, aunque nuevamente no se trata de una mera introducción sino un tema de casi cinco minutos) y que cumple con la virtud de trasladarnos desde el primer momento a su particular universo: unas extenuantes armonías vocales que conforme va modificándose la progresión armónica se van enriqueciendo con diversos instrumentos y, cuando ya pensamos que se acerca el final, dan paso a una distorsionadísima parte cantada. Le sigue "Arrival in Nara", que es el primero de los tres temas que intenta darle un toque conceptual al disco (Nara es una ciudad de Japón a la que le dedicarán otros dos temas): dos minutos introspectivos sobre un precioso arpegio de piano, que inusitadamente dan paso a la voz de Newman sobre un acertado violin sintetizado y una guitarra steel, en un ejercicio de minimalismo muy por encima del que, por ejemplo, suelen alcanzar The XX. "Nara", el tercer corte, ya les sitúa en la ciudad japonesa, y ello les sugiere un nuevo tema lento, con un comienzo tétrico y un tono general ominoso, en el que juegan con su particular estilo a añadir o quitar instrumentos en cada fraseo, además de juntar trozos aparentemente imposibles, o instrumentos en desusos como un xilófono.

Y si los tres primeros temas son ya francamente meritorios, "Every other freckle" se convierte automáticamente en uno de sus clásicos: a pesar de su desconcertante comienzo es bastante más directo que los anteriores (por eso es el tercer sencillo del álbum), con una sensualidad soul hasta ahora desconocida en ellos y condensa en menos de cuatro minutos una de serie de partes y armonías vocales inverosímiles, que rematan con un precioso solo de sintetizador. "Left hand free", siguiente tema y segundo sencillo, les arrima al blues del siglo XXI, conjugando percusiones imposibles con vientos sintetizados y aires jamaicanos, en un tema con mucha calidad aunque en mi opinión un escalón inferior al anterior. Tras el interludio bucólico (y prescindible) de "Garden of England", la difícil y de lento desarrollo "Choice Kingdom" evidencia que también hay composiciones menores en el disco. Aunque afortunadamente el álbum remonta el vuelo rápidamente con "Hunger of the pine", primer sencillo del disco. Un tema que les acerca al trip-hop de los Massive Attack más tenebrosos, con una fantástica atmósfera envolvente que desemboca en un sampling vocal de... Miley Cyrus (todo un guiño a contracorriente). Entonces la percusión crece de manera espectacular, al tiempo que una melodía elegantísima de voces que se cruzan es realzada por una inspirada interpretación instrumental. Un clásico incontestable.

El noveno corte, "Warm Foothills", uno de los temas que anticiparon en concierto ya en 2013, resulta claramente inferior a los anteriores por su folk escasamente novedoso, más allá de la origial interpretación de cada verso por un cantante diferente (además de Newman, puede escucharse por ejemplo a Conor Oberst (Bright Eyes) o Lianne La Havas). "The gospel of John Hurt", aunque demasiado larga, vuelve al nivel de sus tres primeros cortes, con su personalísimo estilo, que desemboca hacia la mitad del tema en pura energía rockera contenida, ahora sí con reminiscencias gospel. "Pusher", undécimo corte, es el tema en el que más cargante resulta la forma de cantar de Newman, bajando excesivamente el timbre entre notas, y también la peor composición del álbum, que pone claramente de manifiesto lo anodinos que se vuelven Alt-J cuando se quedan en un sonido meramente acústico, como de demo.

Afortunadamente el álbum aún reserva un tercer temazo: "Bloodflood pt.II", supuesta continuación de aquel excelente "Bloodflood" de su álbum de debut, es otro tema arrastrado de atmósfera desasosegante que recuerda musicalmente a los primeros Portishead. Y en el que realizan una nueva exhibición a la hora de yuxtaponer progresiones armónicas en una montaña rusa creativa siempre cambiante (es imposible reconocer partes que se repitan mínimamente). Tras él, "Leaving Nara" es un tema muy cortito, que cierra el círculo conceptual con unos bajos sintetizados absolutamente distorsionados y un juego de voces que resume muy bien el espíritu del disco. Aunque si tenemos la paciencia suficiente nos encontraremos oculta una meritoria versión del "Lovely day" del injustamente infravalorado Bill Withers, la cual llevan a su terreno mediante sus continuos juegos instrumentales con una naturalidad pasmosa.

Como ya expuse al reseñar su debut hace un par de años, vuelvo a tener la sensación de que la etiqueta de "álbum del año" le queda un poco grande: aunque se trata de un gran disco y con un plus de personalidad sobre, por ejemplo, el "Evil friends" de Portugal. The Man (para mí el mejor álbum en lo que llevamos de década), le sobran tres o cuatro temas y le falta algo más de la versatilidad que tenía aquél. Pero no deja de ser un incuestionable acto de autoafirmación, indemne a la marcha de Sainsbury, ajeno a la expectativa que se había creado en torno a ellos y con la suficiente inteligencia a la hora de elegir los sencillos como para enganchar por el camino a un montón inesperado de aficionados. Circunstancia que queda probada por el hecho de que un disco tan distinto a todo lo demás, tan alejado de las pistas de baile, y tan recitente al uso del patrón universal estrofa-estribillo-estrofa-estribillo-puente-estribillo, haya llegado hace unas fechas al número uno en su país. Una circunstancia que ojalá se repita en el resto del planeta pop, que tanto necesita de originalidad y talento interpretativo frente a más y más propuestas prefabricadas. Bravo, chicos, seguid así, el mundo es vuestro.

jueves, 9 de octubre de 2014

Grant Nicholas: Yorktown Heights (2014)

Quien siga con cierta regularidad este blog conocerá mi debilidad por los galeses Feeder, para mí sin duda una de las mejores bandas de rock en lo que llevamos de siglo. Cuando reseñé su último álbum ("Generation Freakshow") ya dejaba caer que esperaba que les quedaran siguiendo ganas de componer creaciones tras tantos años de carrera con una repercusión inferior a su creatividad y talento. Esa intuición quedó confirmada cuando hace unos meses el líder, cantante y compositor de la banda, Grant Nicholas, anunciaba que aparcaba temporalmente Feeder para iniciar su carrera en solitario. Una medida esperable en un creador cercano ya a cumplir 50 años. Así, hace casi dos meses vio la luz este "Yorktown Heights", un disco en el que no renuncia a su personalidad creativa, pero que sí que lo acerca a aguas poco transitadas por Feeder.

En el panorama musical es frecuente que los artistas que abandonan bandas con solera para iniciar carreras en solitario se vuelvan acomodaticios, menos motivados y por tanto entreguen obras mucho menos interesantes (Sting, Mark Knopfler, Roger Waters, Noel Gallagher... la lista sería prácticamente interminable). Obras que ocultan su menor calidad bajo la inquietante etiqueta de álbum "de madurez". Que en realidad se refiere a discos con temas más lentos (y más temas lentos), escaso riesgo, menor electricidad y electrónica, letras más serias, tonos vocales menos graves... Incluso a patinazos en toda regla, por intentar abarcar géneros que no dominan tanto como aquellos en los que ganaron prestigio. Por tanto, y a pesar de ser Nicholas el creador absoluto de Feeder, afronté con ciertas dudas las primeras escuchas de su debut en solitario. Dudas, hasta cierto punto, justificadas.

Porque efectivamente el álbum podría encajar en la etiqueta "de madurez": un disco que sin llegar a ser unplugged sí que se apoya mucho más en guitarras acústicas que cualquiera de los de Feeder, con muchos más temas lentos, con unas letras introspectivas y que destila una cierta desazón sobre la vida a estas alturas. Parámetros todos ellos que lo alejan de varias de las virtudes de su banda. A ellos hay que añadirle uno más: la edición más accesible del álbum está conformado por nada menos que 15 temas. Lo que aunque muestra la capacidad creativa de Nicholas también exige al melómano cierto esfuerzo: cuando los parámetros por los que transitan las 15 canciones están conscientemente constreñidos, la posibilidad de variación entre ellos es menor, y 15 temas son sin duda demasiados. No obstante, las dudas son sólo justificadas en parte, porque el álbum es digerible de principio a fin y tiene varios momentos recomendables.

Para aclararle las expectativas al potencial oyente, el álbum se abre con el tema que lo ha dado a conocer. "Soul mates" parte de un arpegio de guitarra acústica y sobre él Nicholas propone una melodía introspectiva con una voz menos forzada de lo habitual (una constante en todo el álbum) y propone un viaje a dúo con el oyente por las nuevas sendas de la madurez. Es un tema con un toque folk, con reminiscencias sesenteras, correcto y agradable pero que deja con la un tanto preocupante sensación de "¿así va a ser todo?". Así que aunque el segundo corte ("Hitori", posiblemente un guiño al bajista de Feeder, Taka Hirose, de origen japonés) podría pasar por un medio tiempo descartado por la banda, interpretado con menos electricidad y una producción más simplista, su nivel solamente correcto merma definitivamente las esperanzas de sus seguidores.

De manera que lo mejor es no juzgar el álbum como un todo, sino intentar separar los momentos correctos de los brillantes. Por esa razón podemos obviar la lenta y ligeramente folk "Tall trees", y fijarnos solamente en el estribillo de "Robots", uno de los temas con más fuerza del álbum. Así llegamos al quinto corte y primero realmente de nivel: "Vampires" se basa en una guitarra acústica doblada que ejecuta una excelente progresión armónica con diversas partes perfectamente armonizadas, y una melodía que sin estar a la altura de los mejores momentos de Nicholas, cumple. Aunque para convertirse en un clásico de su repertorio tal vez le falte crecer un poco conforme avanza; en ese sentido es un tanto plana. La cortita y muy cercana al Paul McCartney más acústico "Good fortune lies ahead" deja paso a la solamente correcta y rocosa "Joan of Arc", que Nicholas ejecuta en uno de los tonos más graves que nunca ha utilizado. "Hope" tiene un estribillo que es puro Feeder, y una parte nueva recomendable, pero el resto del tema no raya a la misma altura. Así que el segundo momento digno de elogio es "Isolation", una balada rockera con una de las letras más tristes e introspectivas del disco, que podría haber firmado Noel Gallagher, muy directa y para variar con unas guitarras eléctricas que refuerzan su contendencia en el estribillo.

"Broken resolutions" es uno de los momentos más psicodélicos del disco, con el vibratto de su mellotron como elemento más destacable, aunque el resto del tema no llama la atención. Afortunadamente "Time stood still" es, además del segundo sencillo, el tercer momento recomendable del disco: Nicholas vuelve a los terrenos que mejor domina con una melodía luminosa en las estrofas, un puente perfecto, y un estribillo irresistible, realzado por unos reconocibles coros, un punteo de guitarra muy original y una batería elaborada. "Father to son" vuelve a la senda más adulta y por tanto menos inspirada, aunque posiblemente sea el tema mejor producido del disco gracias a la variedad y originalidad de sus detalles. "Counting steps" podría pasar desapercibida a pesar de su voz doblada y su certera letra, pues su estribillo cuestionable y su homogeneidad le restan atractivo... hasta que Nicholas nos sorprende con una coda emocionante, que da sentido a los tres minutos anteriores. "Silent in space" es el quinto y último tema que recomiendo: podría pasar por una composición de la época de "Comfort in sound", gracias a su excelente progresión armónica en las estrofas, que crea una melodía elegante y perfectamente armonizada con el estribillo más bonito del disco. La acertada producción, liderada por los puntos de la acerada guitarra eléctrica, y una letra muy acertada con referencias al espacio exterior hacen el resto.

El álbum se cierra volviendo a su senda principal con "Safe in place", una canción muy intimista cuya melodía sigue el fraseo de la guitarra en las estrofas, y deviene un estribillo correcto sin más. Lo que confirma que lo mejor de este disco nos lo entrega Nicholas cuando opta por ser abiertamente el mismo y contiene su afán de arrimarse a otros ámbitos en los que se desenvuelve con correción pero sin magia. Con una mejor selección de temas (15 son demasiados), una mejor ubicación de los mejores momentos (la mayoría están en la segunda mitad, y muchos en el tramo final) y algo más de naturalidad a la hora de hacer crecer ciertos temas, "Yorktown heights" podría haber sido un muy buen disco, y no un disco correcto con algunas muy buenas canciones. Porque con artistas que como Nicholas tienen talento para componer, el puñado de grandes canciones se da ya por supuesto. Aunque se agradece.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Marsheaux: Inhale (2013)

La entrada de hoy ha venido determinada por uno de mis amables lectores, que a raíz de la reseña que hice del más que interesante segundo álbum de los griegos Fotonovela hace unas cuantas semanas, quería saber más de la banda con la que más han colaborado: Marsheaux. Vale recordar que dos de los cortes de "A ton of love" contaban con la colaboración en la composición y en la interpretación del dúo femenino griego de música electrónica. Y no sólo eso, sino que Nikos Bitzenis y Giorgios Geranios son los productores habituales y a menudo colaboradores en las actuaciones de Marsheaux. Una simbiosis que lleva años funcionando a las mil maravillas, como lo prueba el último álbum de estudio de las griegas, "Inhale", el cuarto de su carrera, que vio la luz hace aproximadamente año y medio.

Lo que más sorprenderá a todo aquel que no conozca la obra de Marianthi Melitsi y Sophie Sarigiannidou es la calidad de su sonido: habitualmente las entregas del panorama independiente adolecen de una grabación poco pulida, cuando no directamente amateur. No es el caso de Marsheaux: Fotonovela son unos maestros a la hora de elaborarles una atmósfera sonora rica y compleja, que llena con nitidez e inteligencia todas las frecuencias del espectro. A ello hay que añadirle un sonido contemporáneo pero alejado de las modas, rico en matices, deudor de las grandes bandas del techno-pop de la primera mitad de los 80 (O.M.D., A Flock Of Seagulls, The Human League...) y con una sorprendente capacidad para ir enriqueciendo sus temas conforme avanzan. Además, tanto Marianthi como Sophie cantan todos sus temas en inglés, con una pronunciación más que correcta y unos textos no exentos de cierta complejidad. Todo lo cual provoca que el resultado es un producto que no tiene nada que envidiar a las más fastuosas producciones mainstream.

Aunque todo eso por sí solo no las haría una banda recomendable; su creatividad es la que ha sostenido toda su carrera, en especial su olfato a la hora de elaborar estribillos pop irresistibles. En este "Inhale" hay unos cuantos: el primero en el tema con el que se abre: "Self control" es un tema bailable sin ser discotequero, con los sintetizadores muy bien superpuestos para crear ese sonido infeccioso deudor como tantos otros del "I feel love" de Donna Summer, unas estrofas correctas sobre acordes mayores y un estribillo formidable: tanto que, usando la misma letra, se permiten jugar con las notas de su melodía, siendo las de los dos últimos diferentes a las de los dos primeros. "Secret place" es otro gran tema, construido sobre una única progresión armónica de nada menos que ocho acordes, que bordea el Canon de Pachelbel sin llegarlo a calcar, y que empieza de modo intimista para ir enriqueciéndose con nuevos instrumentos conforme avanza, aunque manteniendo siempre ese tono dulce y evocador, y de nuevo con el detalle de proponer dos estribillos totalmente diferentes para coronar cada una de sus dos estrofas.

"Inhale", tercer corte además de tema que da título al álbum y único sencillo oficial del mismo, las transporta a otros terrenos más cercanos a los que por ejemplo transitan las británicas Client, con quienes se las compara a menudo: un tema con una energía más rockera, más oscuro y contundente, aunque no por ello inferior a los anteriores gracias a otra lograda producción armónica, una certera producción, un sonido construido con sintetizadores pero menos sintético y una melodía más simple pero eficaz. El cuarto tema, "To the end", no se queda a la zaga, partiendo de un precioso bajo sintetizado que recrea otra inspirada producción armónica, recurriendo a una instrumentación más espartana que va penetrando poco a poco, con guiños a otras épocas como el discreto vocoder, entregando otro estupendo estribillo y cerrando en su tramo final con un precioso arpegio sintetizado. Y "Come on now" es una mezcla entre Ladytron y Client, con la energía densa de los primeros y el tenebrismo de las segundas. Además, otra vez se permiten enriquecer la melodía, que cambia completa entre la primera y la segunda estrofa, al igual que lo hacen lo que supuestamente son los estribillos, en un nuevo derroche de creatividad. Y lo hacen con la mejor interpretación vocal (dentro de sus solamente correctas cualidades vocales).

Por lo reseñado hasta ahora podría parecer que me equivoqué no designando a "Inhale" como el mejor álbum de 2013. Desgraciadamente la segunda mitad del álbum mantiene la buena instrumentación y mejor producción, pero con menos inspiración en la composición: "Alone" tiene la frialdad domesticada de los Depeche Mode de estos últimos años, pero no termina de despegar, siendo lo más interesante el minuto instrumental final, con unos sonidos muy bien escogidos. "Never stop" se arrima a los Dubstar más electrónicos, pero se las nota un tanto forzadas (especialmente en su altivo estribillo). "August day" es la "balada" del disco, una composición con una atmósfera etérea y la elegancia de A Flock of Seagulls, un montón de partes y cambios de melodía, pero sin ningún tramo que realmente enganche, aunque los pasajes finales se queden cerca. Y "Over and over" está construida sobre una base de puro electroclash, pero su melodía susurrada y un tanto recurrente hace que sólo las partes instrumentales sean reseñables.

Afortunadamente la última composición nueva del disco (puesto que el álbum se cierra con una larga remezcla de "Can you stop me?" de su anterior disco, una decisión cuestionable) es otra maravilla: "End is a new start" es posiblemente mi tema favorito. Una canción que empieza como una caja de música inocente, pero que en seguida da paso a otro sintetizador electrizante que explota una melodía luminosa de puro pop que nos cuenta una historia de fracaso convertida en optimismo (lástima que la segunda estrofa repita los versos de la primera). Hasta llegar a un excepcional estribillo, que introduce un par de acordes inesperados para provocar el subidón, y que inteligentemente repiten sólo una vez, dejando ganas de más. Una certera forma de acabar dejando un estupendo sabor de boca.

En definitiva, para aquellos seguidores de este blog sin prejuicios sobre la procedencia de los artistas y su grado de profesionalidad, Marsheaux será sin duda un gran descubrimiento. Y la confirmación (por si quedaban dudas) de que en cualquier parte del mundo podemos encontrar inspiración y talento.

viernes, 8 de agosto de 2014

La Roux: Trouble in paradise (2014)

El caso de La Roux ha sido un ejemplo extremo de una situación bastante común estas últimas temporadas: artistas que se ganan a la crítica y al público con sus álbumes de debut y que luego dejan transcurrir un tiempo enorme hasta que por fin entregan el siempre difícil segundo álbum. Se trata de un ejemplo extremo porque ninguno de los artistas englobados en esta categoría y reseñados hasta ahora en este humilde blog (Delphic, Little Boots, Polly Scattergood) alcanzaron la popularidad de LaRoux. Pero también porque ninguno ha tardado la friolera de cinco largo años en darle continuidad. Tiempo que sin embargo se traduce en tan sólo 9 canciones y apenas 42 minutos, lo mínimo imprescindible para considerarlo una segunda entrega "seria". Eso es lo que dura este "Trouble in paradise", cuyo título parece escogido a propósito para reflejar la situación por la que ha atravesado la banda en este lustro.

Y es que LaRoux ya no es un dúo, sino el proyecto en solitario de Elly Jackson. Ben Langmaid, el enigmático segundo miembro, co-compositor y co-productor de su excelente álbum de debut pero que se negaba a participar en conciertos y giras, abandonó el grupo en 2012 después de un par de años de fallidos intentos por componer las canciones que conformarían este segundo disco, y aduciendo diferencias musicales con Jackson. A pesar de lo cual cinco de los nueve temas de "Trouble in paradise" pertenecen a esas incompletas sesiones creativas del dúo original. Ante esta situación y la falta de material suficiente el álbum ha ido sufriendo varias cancelaciones en su fecha de publicación, hasta que a principios de 2014 Jackson confirmó que había escrito suficientes temas para completarlo, y el ingeniero Ian Sherwin, que ya trabajó en su primer álbum, se estaba encargando de colaborar en la composición y co-producirlo.

El inconveniente de tantos "problemas en el paraíso" es que la personalidad de la banda se ha visto sensiblemente afectada. Sobre todo en su sonido, que ya no es tan homogéneo y reconocible como antes, con ese predominio absoluto de esos sintetizadores computerizados, casi de videojuegos, que tan bien arropaban las brillantes progresiones armónicas de sus primeros temas, a los que se contraponía la estridente voz de Jackson. Ahora el sonido es más ecléctico, más cálido, con más instrumentos convencionales (aunque sin dejar de lado la electrónica), y con una Jackson más impersonal en sus interpretaciones (da la impresión de que los problemas vocales que arrastró durante la apoteósica gira en 2010 de la banda le han llevado a disminuir conscientemente el timbre, aun manteniendo el rango vocal). Si a eso le añadimos que Sherwin no ha estado muy afortunado en la ingeniería (los instrumentos no suenan del todo nítidos, ni a menudo llenan convincentemente todo el espectro auditivo), parecería que este fuera su álbum de 2009, y "La Roux" el álbum grabado este 2014.

Todo ello explica que estemos ante un disco que queda lejos de las excelencias de su debut y que probablemente va a suponer para la banda un bajón comercial y artístico del que no sabemos si se repondrá. Hay que reconocerle no obstante a Elly su empeño en mantener el proyecto, pues en los nueve temas ella hace prácticamente todo (letras, voces, sintetizadores, guitarras, baterías programadas, percusión, hasta piano). Y también que es un disco de pop digno, con un nivel medio razonable y algún momento heredero de sus mejores tiempos. Aunque el supuesto tema estrella, "Uptight downtown" con el que se abre el álbum y uno de los firmados también por Langmaid, no es en mi opinión uno de ellos: intenta recuperar la contundencia y la inmediatez de "In for the kill" con instrumentos reales, pero no deja de ser un ritmo simplón, una progresión armónica sin inspiración, y un estribillo insulso que entra sin previo aviso. ¿Para esto cinco años, se preguntarán algunos?

Afortunadamente en el álbum hay momentos de mayor calidad. El primero de ellos es "Kiss and not tell", también co-escrito por Langmaid y que sí es un digno heredero de ese pop luminoso, juguetón e inmediato con el que deslumbraron en su debut, como lo pone de manifiesto el alegre teclado que comienza y lidera sus tramos instrumentales (si bien Jackson insiste en emplear instrumentos más orgánicos como la guitarra y el Hammond). "Cruel Sexuality" es un tema con una melodía bonita pero deslucida por una mala digestión de bajo real que no sigue los acordes en las estrofas y que es reemplazado por un sintético bajo trotón en las demás partes (el resultado casi parece una demo). "Paradise Is You", cuarto corte y tercero co-escrito por Langmaid, es un tema lento agradable pero que se aleja de las baladas que hasta ahora conocíamos de la banda, más convencional en la instrumentación, expansivo en su desarrollo y en el que Elly juega la baza de la superposición de interpretaciones vocales para crear pasajes envolventes.

"Sexotheque", cuarto corte co-escrito por Jackson y Langmaid, es otro de los grandes momentos del álbum: nuevamente pop luminoso, pero realzado por la mejor letra del disco (un tira y afloja entre una pareja en la que ella quiere asentarse y él seguir frecuentando los locales de sexo), y un estribillo contagioso, optimista, basado en una preciosa progresión armónica, de los que perdura: tan cómoda se siente Jackson cantándolo que hasta juega con las notas del mismo en el tramo final. "Tropical Chancer" es otra de esas canciones que da la impresión de haber sido publicada sin haberse terminado de trabajar (la percusión electrónica es realmente sencilla, el cambio de caja cada 16 compases una obviedad). Aunque resulta interesante por ese intento de hacer convivir instrumentos electrónicos con ambientaciones tropicales y un estribillo resultón. "Silent partner" recuerda por su bajo sintetizado y por el despecho por el que canta Jackson las estrofas a "Bulletproof", pero el estribillo queda muy lejos de su tema más emblemático, y los dos minutos finales de puro y sospechoso relleno nos retrotraen al tramo final de muchos maxi-singles de los años 80, esa década tan reivindicada por la banda.

Llegamos así al octavo corte, último firmado a medias por el antiguo dúo, y utilizado como sencillo de presentación del disco hace un par de meses: "Let me down gently". Para mí es el verdadero temazo del disco, y no sólo porque su sonido sea (ahora sí) "100% La Roux", sino porque es una composición inspirada (progresión armónica y melodía principal), muy bien interpretada (ahora también) por Jackson, y sobre todo inteligentísimamente producida, pues va creciendo de simple balada a medio tiempo, y de ahí a tema bailable a la vez que gana en intensidad y mantiene el dramatismo, y en cuyo tramo final un precioso saxofón pone la guinda. Tras lo cual "The feeling" solamente cumple como tema de cierre: una vez más la percusión simplona y la armonización de instrumentos un tanto cuestionable afectan al resultado, aunque la interpretación en falsete de Jackson y un estribillo decente salvan el conjunto.

Resumiendo, 6 temas entre lo ligeramente anodino y lo ligeramente por encima de la media y 3 dignos de mención especial (todos ellos firmados por el dúo original). Lo cual hace pensar qué será de LaRoux en el futuro si ninguno de los temas sin Langmaid entran en la segunda categoría. De todas formas supongo que esa pregunta tardará en tener respuesta, pues ahora bastante tiene Jackson con defender el álbum y de esa forma la viabilidad de su proyecto. Que ya no es tan fascinante, aunque sí aún suficientemente recomendable en medio del encefalograma plano de la música comercial de 2014.

domingo, 13 de julio de 2014

Fotonovela: A ton of love (2013)

A lo largo de los tres años de existencia de este humilde blog he presentado temas y álbumes de artistas británicos, estadounidenses, australianos, españoles, franceses... Es la primera vez sin embargo que reseño un álbum de unos artistas griegos. Sin duda Grecia es un país relativamente alejado de los circuitos musicales internacionales, pero no por ello al margen de las tendencias más importantes. Es el caso de la revisión de los años 80 en general y del techno-pop en particular, el estilo que cohesiona el segundo álbum del dúo Fotonovela (escrito así, en español), que vio la luz el pasado mes de diciembre. La banda de Nikos Bitzenis y Giorgios Geranios ya era conocida por haber remezclado a algunos de los tótems del género como The Human League o Pet Shop Boys, pero sobre todo por haber producido las últimas entregas del dúo femenino griego Marsheaux, posiblemente la banda más interesante de aquel país y que ya ha merecido de sobra una entrada en este blog.

Más alejado de las pistas de baile que su álbum de debut, este "A ton of love" es un álbum de vocalistas invitados. Lo cual en general suele ser complicado de conjugar con un disco homogéneo y disfrutable en toda su extensión, dadas las particularidades de cada vocalista, el momento y el lugar en el que se compone y se graba cada tema, etc. No es el caso de este "A ton of love", y esa sorpresa es la que me ha animado a reseñarlo y recomendarlo en este blog. Cada uno de los once temas de este equilibrado álbum se centra en ese pop con sonido contemporáneo pero alejado de los clics más habituales de las radiofórmulas, que a la vez rinde tributo al techno de la primera mitad de los ochenta: canciones todas ellas con una sección vocal completa, con partes claramente diferenciadas, una duración siempre contenida y un amplio abanico de emociones.

El álbum se abre con "Big Black Hole", con intervención vocal precisamente de Marsheaux: un medio tiempo agradable, susurrante, sintético, con un ritmo original y bien producido que, en su tramo final y sin previo aviso, resplandece cuando empieza aquello de las "Bad things...". Le sigue "Our Sorrow", con James New de los extintos Mirrors en la parte vocal: otro medio tiempo cuya melodía es un claro tributo a O.M.D., agradable aunque tirando a melosa. El nivel sube de nuevo con "Justice", uno de los momentos álgidos del álbum a pesar de su letra repetitiva, en la que Sarah Blackwood de Client y Dubstar se encarga de la parte vocal: por momentos recuerda al sonido Client con sus frecuencias bajas obsesivas y sus excelentes estrofas oscuras, coronadas por un estribillo decente. "Arrows", con Jon Beck de la nueva promesa británica Echoes, baja un poco el listón a pesar de sus bonitos arpegios de guitarras y de un tramo instrumental final muy bien trabajado.

"Clean state", el quinto corte, otro momento álgido, está brillantemente interpretada por Beth Cassidy, ahora vocalista de los veteranos y recientemente resucitados Section 25, y es un recomendable tratado de pop intimista y emotivo, en la línea de los momentos más pop de los islandeses Múm. En "Romeo & Juliet" repite James New, en esta ocasión con un tema algo menos luminoso y para mi gusto, ligeramente superior a "Our sorrow" aunque sigue sin ser de los más destacados. "Freeze Frame" es otro de los momentos más interesantes: con Kid Moxie (o lo que es lo mismo, la también griega aunque afincada en California Elena Charbila) en la parte vocal, se trata de un tema con percusión de aroma africano, un efectivo bajo sintetizado y una cautivadora frialdad en las estrofas y el estribillo que a mí me trae a la memoria los mejores momentos de Propaganda. "Heartful of Nothing" está interpretada por Daryl Smith del para mí desconocido dúo They Go Boom!!, y lo cierto es que nuevamente se trata de un estupendo tema con unas armonías preciosas, muy en la línea de los Erasure de los 90, y que Nikos y George van haciendo crecer con una habilidad innegable.

En el tramo final repiten dos artistas: Marsheaux con "Close To Me", otro tema en el que ponen de manifiesto su absoluta sintonía con Nikos y George a la hora de hacer un synth-pop contemporáneo de calidad, rematado por el subidón que provoca el mejor estribillo del álbum, muy en la línea del italo disco de mediados de los 80; y Sarah Blackwood con "Beautiful", que en esta ocasión toma como referencia su etapa en Dubstar para interpretar con solvencia un tema rápido y con unos cambios de tonalidad muy interesantes en la entrada al estribillo y en el propio estribillo. El álbum se cierra con "Love without Fear", la colaboración con Patrick Donohoe de Claps, un tema rápido que aunque mantiene el estilo global del disco y recuerda vocalmente a los Thompson Twins, tiene algún detalle más contemporáneo y baja un escalón con respecto a los mejores momentos del álbum a causa de una melodía un tanto forzada.

Pero a pesar de este tipo de detalles, y a la ausencia de un tema estrella claro, la impresión que perdura en el melómano es la de un álbum solvente, que revisita sonidos y estilos de muchos de los artistas de la época dorada del género con respeto y más talento que por ejemplo el sobrevalorado debut de Chvrches, el cual ya reseñé en este mismo blog. Esperemos que el dúo repita y no sea flor de un día, pues creatividad les sobra.

jueves, 12 de junio de 2014

Sidonie: Sierra y Canadá (2014)

No suelo acostumbrar en este blog a reseñar álbumes publicados en España. Y es que en general mi opinión sobre la música que se crea en España no es muy positiva (pueden consultar algunas entradas que he escrito al respecto del panorama musical en España en los últimos años). Por eso es de agradecer que este 2014 nos haya permitido escuchar un álbum que cumple el nivel medio de calidad que siempre intenta guiar a este humilde blog. Sidonie han sido un caso no tan infrecuente en el panorama nacional: un grupo demasiado indie para romper en los círculos generalistas, y demasiado comercial para los medios alternativos principales. Algo muy similar, de hecho, a lo que comentaba al respecto de La Sonrisa de Julia hace unas semanas cuando seleccionaba su "Muévelo" como la mejor canción española de 2013. Lo que sucede es que con "Sierra y Canadá" el trío barcelonés no sólo ha publicado su nuevo disco, sino que ha dado un giro a su sonido muy interesante, acercándolo al techno-pop analógico de hace tres décadas, pero sin perder su personalidad. Y es que grupos de guitarras hay muchos y es muy difícil ser originales, mientras que grupos que se arrimen a otros estilos pueden encontrar más fácilmente terrenos menos explotados, que doten a quienes los buscan de un plus de creatividad.

Además de por su giro en el sonido, este álbum es atípico por tener una vertiente conceptual. Canadá es una metáfora (un tanto retorcida) que utilizan en varios temas del disco para reflejar su carácter de "segundón" frente al todopoderoso vecino del Sur. A partir de ella escriben historias de amor imposible, de victorias que se escapan en el último minuto, de perdedores atormentados... También hay referencias francesas, y un sentido del humor muy cínico y nada estridente que dota de homogeneidad a todo el conjunto.

Supongo que, en un intento porque sus seguidores habituales no se pongan a la defensiva respecto al nuevo sonido, el álbum comienza intencionadamente con "Sierra y Canadá", primer sencillo además del tema que da título al álbum. Es una historia imposible de amor robótico sobre una bonita progresión armónica, adornada con un teclado principal que toca una melodía muy sencilla pero eficaz. Sidonie la saben hacer crecer inteligentemente, con una correcta interpretación armónica, hasta un tramo final cautivador, convirtiéndola en uno de los momentos álgidos del álbum. Le sigue "Rompe tu voz", un tema más rápido sobre un riff de bajo casi monocorde, del que lo más interesante son el estribillo y los guiños al techno alemán del intervalo instrumental. Más logrado es "Gainsbourg", una canción oscura que gira sobre la figura del cantante y autor francés, y en la que Marc Ros comparte protagonismo vocal con su hermana Miri. Probablemente sea el tema más logrado del disco, por su letra inquietante, su bonito estribillo, su tramo instrumental cerca del final, sus acertados arreglos encajando las distintas partes y potenciando la percusión...

La letra de "Yo soy la crema" funciona como ironía sobre muchas bandas indies (¿quizá ellos mismos?), pero en conjunto se trata de un tema anodino. Más lograda resulta "Un día de mierda", un tema de pop con matices soul que mezcla acertadamente una melodía luminosa con una letra deprimente y que por su inmediatez debería ser el siguiente sencillo del álbum. "Canadá (el feo de los Wham)" es una nueva referencia al tema en torno al cual gira el disco, más interesante por los supuestos segundones que cita que por la composición en sí, principalmente armonías vocales un tanto lentas. "Estais aquí" es un tema mucho más rápido, y melodícamente más acertado, pero lastrado por una letra extraña y sobre todo por una dicción en modo trémolo que le resta credibilidad. "El mismo destello" insiste en el bajo sintetizado, pero hará las delicias de los fans más tradicionales de la banda, pues todo converge hacia un estribillo irresistible y son las guitarras el armazón que sostienen la composición, especialmente en su tramo final.

"Canada 2 (Cafeina y Brevedad)", noveno corte, es un interludio irrelevante de apenas un minuto. Que da paso a la necesariamente larga y muy original "Las dos Coreas", en las que la banda arrima su sonido a referencias asiáticas para, usando la metáfora de los dos países asiáticos, contar una historia de una pareja que se tambalea. A partir de ahí un estribillo excelente, y dos minutos de brillante psicodelia instrumental, que desembocan en un tramo coral que vuelve a enganchar con el estribillo. Todo un tour de force. "La noche sin final" es un tema instrospectivo, muy bien producido, cantado a dos tonos por Marc, con unas bonitas estrofas pero un estribillo un poco más flojo. "Olvido y morfina" destaca por su original percusión en las estrofas y un doble estribillo convincente. E "Hiroshima mi amor" cierra el álbum con una atmósfera tormentosa, una letra devastadora y un excepcional piano realzando el estribillo. Una balada atípica que nunca llega a explotar pero que supone una buena síntesis de los 13 cortes del álbum.

En definitiva, sin abandonar del todo las guitarras y manteniendo su obsesión por la canción pop perfecta, este álbum abre nuevos horizontes para la banda barcelonesa y sobre todo, ofrece un nivel medio de calidad más que aceptable, al margen de las modas y de las reivindicaciones de usar y tirar. Aunque seguro que pasará tan desapercibido como sus anteriores entregas. Una verdadera lástima.

domingo, 11 de mayo de 2014

Client: Authority (2014)

Tras nada menos que cinco años de silencio, este 2014 nos ha permitido descubrir el retorno de la banda británica Client. Antiguamente un trío, la banda ha sufrido en estos dos últimos años la marcha de Client B (Sarah Blackwood, ex de Dubstar) y Client E (Emily Mann, también modelo de profesión). Pero la fundadora de la banda, Client A (Kate Holmes, ex de Frazier Chorus y sobre todo de Technique) ha creído en el proyecto, ha seguido componiendo canciones y ha reclutado a Client N (Nicole Thomas) para que se ocupe de la parte vocal del dúo. Muchos cambios para un álbum que no los trasluce: se trata de un disco sólido, bien producido (quizá abusando de la reverberación y el sonido excesivamente pulido, algo por otra parte habitual en bandas constituidas por sólo 2 miembros, que suelen esforzarse por disimular esa circunstancia), y que no reniega del legado de los cuatro álbumes anteriores de la banda. Vamos a desgranarlo.

Por supuesto lo primero que llama la atención es la nueva voz. Reemplazar a Sarah Blackwood (una de las mejores vocalistas pop del Reino Unido) no era tarea sencilla, aunque es cierto que al frente de Client había cantado habitualmente temas en tonos más bajos y oscuros que los luminosamente pop de Dubstar. Aunque al principio cuesta un poco habituarse, lo cierto es que Nicole Thomas hace un buen trabajo, pues es una voz dúctil y que se adapta tanto a las melodías en tonos bajos (que hay alguna hay), como a las más cristalinas. Aunque no queda muy claro si es ella quien se dobla a menudo a sí misma con segundas voces, o si es Holmes quien le ayuda en esta parte. Así que desde ese punto de vista, prueba superada.

En cuanto a la calidad del álbum, lo primero que debo decir es que en mi opinión a Client el formato álbum siempre les ha venido un poco largo. Ninguno de sus cuatro álbumes de estudio anteriores era disfrutable de principio a fin (ni siquiera "City", el de mayor reconocimiento por parte de crítica y público). "Authority" no es una excepcion, aunque creo que gana por cierto margen a su antecesor, "Command", su última entrega hasta la fecha. Es un álbum menos oscuro de lo que cabría esperar, con unas letras muy trabajadas y en ocasiones con mensaje (bien reivindicativo, bien de denuncia), y repleto de temas de estructura clásica, ricos en partes diferentes y muy centrados en la parte vocal. "Authority", el tema que lo abre y da título al disco, resume bien estas características, y no es desde luego un mal tema, si bien le falta un estribillo con algo más de gancho. Más flojos son los dos cortes siguiente, "Design" (un medio tiempo oscuro y tenebroso pero sin nada llamativo) y "XXX action" (un tema infeccioso, sin apenas progresión armónica y con un declamado de grandes urbes en el estribillo como seña de identidad).

Con "You can dance", cuarto corte y primer sencillo, el panorama mejora: es cierto que las largas estrofas obsesivas presididas por un distorsionado bajo sintetizado no auguran el excelente estribillo (que incluso cambia de letra en el tramo final, una costumbre que hace años que ha caído prácticamente en desuso). Se entra así en el mejor tramo del álbum: temas de genuino pop electrónico, con unas bonitas armonías y unos giros inteligentes en las progresiones armónicas: "The shinning path" es el primer ejemplo, aunque los más interesantes son el siguiente corte ("Refuge", segundo sencillo, con un comienzo y unos interludios que recuerdan a LaRoux, unas estrofas marca de la casa y un doble estribillo melódico, reforzado por una sección de cuerda sintetizada), y sobre todo "Faith", un medio tiempo excelentemente instrumentalizado, con una preciosa melodía que da todo su potencial gracias al cambio de progresión armónica sobre las mismas notas, y sin una distinción clara entre estrofas y estribillos (es una pena que no haya ningún vídeo en Youtube para que la puedan disfrutar). Entre medias de los dos, "After effect" mantiene los mismos parámetros y es otro de los momentos relevantes, aunque el estribillo está un punto por debajo de sus notables estrofas.

Los últimos cuatro cortes del álbum vuelven a bajar el nivel: "Artificial", con su bajo sintético y su melodía y sus sintetizadores de videojuego, resulta llamativa más que nada por su elaborada letra. "Obsession" es el tema que mejor se emparente con su anterior álbum y que más recuerda a sus admirados Depeche Mode, aunque seis minutos son demasiados. "Quarantine" es quizá el tema más experimental del disco gracias a su extraña instrumentación, pero sus estrofas estridentes no le hacen ningún favor. Y "Nocturnal eyes" es un intento de recuperar la atmósfera industrial del techno de los primeros ochenta, pero con más de nueve minutos de melodía repetitiva es una candidata perfecta a pulsar el "Stop" antes de que llegue el final.

En todo caso, es una buena noticia que Client haya sabido sobreponerse a su crisis interna, y hayan resurgido con una propuesta contemporánea, que no reniega de su pasado pero les descubre una vena de pop luminoso que probablemente sea el camino a seguir. Si es que lo siguen, porque su retorno parece condicionado a la acogida que tenga este álbum. Que sin ser ninguna maravilla sí tiene cuatro o cinco buenos momentos, como casi toda su discografía.

lunes, 21 de abril de 2014

Holy Ghost!: Dynamics (2013)

El segundo álbum del dúo neoyorkino Holy Ghost! lo ha devuelto a la primera plana de la actualidad tras un par de años de silencio. Se trata de un álbum con unas coordenadas muy claras: el synthpop de los años 80. Alex Frankel (voz, teclados, piano) y Nick Millhiser (teclados, guitarras) parecen tener muy claro a qué quieren sonar, y no hacen ningún esfuerzo por sonar actuales: todo el álbum está interpretado con instrumentos de aquella época, y no hay auto-tunes, ni percusiones de última generación, ni nada que los emparente con las últimas tendencias de las radiofórmulas. Una decisión arriesgada, pero que dota al álbum de una coherencia estilística innegable.

El álbum lo presentó "Dumb Disco Ideas" (segundo corte del álbum y el tema más largo del mismo, más de 8 minutos). En mi opinión es uno de los temas que más se aleja del estilo del resto del disco, y encima es uno de sus cortes más flojos, espartano, de lenta evolución, con una progresión armónica apenas esbozada hasta los minutos finales, y sólo un tramo final algo más ameno, a raíz del vocoder y el repetitivo "Put it off, and wait". Afortunadamente no es un buen exponente del álbum (me atrevería a decir que soy hay otro tema igual de flojo, "Dance a little closer", cuarto corte del álbum y también en parámetros similares). Vayamos con lo bueno.

La diversión comienza con "Okay", el tema que abre el álbum y segundo sencillo del disco. Para mí define mucho mejor el contenido del álbum, aparte de ser una de las dos joyas del mismo. Tanto, que se quedó por muy poco fuera de mi lista de las 20 mejores canciones internacionales de 2013. Por supuesto suena al italo disco de mediados de los 80 (incluidos los "oooh, oooh" al final), pero su sonido casi a demo, su acertada base de teclados, un estribillo contagioso, la más que correcta interpretación de Alex y sobre todo un tramo final en el que la parte nueva se mezcla con una preciosa guitarra hacen que el tema crezca y crezca con cada escucha. Tras los ocho minutos ya reseñados, el tercer corte ("Changing of the guard") navega por las mismas aguas que "Okay", y aunque en un escalón inferior, también proporciona una bonita proporción armónica, unas estrofas cautivadoras y un sintetizador trotón que hará las delicias de los nostálgicos.

Una vez superado el escollo de "Dance a little closer", el resto del álbum transita entre lo correcto y lo inspirado. Lo correcto lo conforman "It must be the weather", un medio tiempo bastante largo y anodino hasta que va creciendo en los minutos finales con sus logrados intervalos instrumentales, "For Edgar", un interludio instrumental y "Bridge and tunnel", que recupera las secciones de cuerda y otros detalles del funky disco de los primeros 80. Y lo inspirado, "I wanna be your hand", un medio tiempo cercano, con un brillante estribillo propio de la época y un bonito equilibrio entre el synclavier y la guitarra acústica, "Don´t look down", un tema optimista (y no sólo por la letra), con una melodía cristalina y distintos teclados llenando el espacio, al que sólo le falla que los cambios en la progresión armónica tarden demasiado en llegar (¡más de tres minutos!), e "In the red", que sería la tercera joya del álbum si no fuera porque apenas dura dos minutos: una balada que recuerda el "I'll remember" de Madonna aunque con unos teclados de mucho más talento interpretativo, y que nos deja con ganas de más.

Porque la segunda joya del álbum es el tema que lo cierra. Estratégicamente situado al final del mismo, "Cheap shots" engaña con un comienzo aparentemente robótico, que se prolonga por más de un minuto y medio en lo que parece ser otro interludio instrumental... hasta que Alex de pronto empieza a cantar una melodía oscura, emocionante, deudora (todo hay que decirlo) de los temas más oscuros de New Order, que desemboca en un estribillo fascinante sobre lo que nos pueden hacer nuestros amigos. Y tras él, otra estrofa con nuevos instrumentos, otro segundo estribillo doble con una formidable producción, un precioso solo de guitarra que acaba repitiendo las mismas notas de la parte nueva, y un final tan repentino como el comienzo... En suma, todo un cántico a la esperanza: todavía existen artistas capaces de emocionarnos con ideas que pensábamos ya formaban parte del pasado. Y una excelente manera de terminar el álbum para darnos la (falsa) impresión de que los once temas no han sido igual de maravillosos. No es para tanto, pero sí que hay razones suficientes para considerarlo un álbum recomendable y merecedor de una difusión mucho mayor que la que por desgracia ha tenido.

sábado, 29 de marzo de 2014

El panorama musical español en 2013

Como ya viene siendo habitual, he decidido dedicar una entrada al panorama musical español durante el pasado año 2013. Un panorama que en mi opinión es aún más descorazonador que en los dos años anteriores. Veamos las razones.

En el ámbito meramente comercial la situación sigue en estado comatoso: aunque la música de artistas españoles haya dejado de ser mayoría (22 álbumes de los 50 más vendidos), si añadimos las ventas de artistas hispanoamericanos o que cantan en español ganan por amplia mayoría a los artistas anglosajones (que, nos guste o no, siempre aportarán un número mayor de propuestas interesantes). Con unas ventas cada vez más reducidas, las compañías de discos se han vuelto aún más conservadoras y los compradores más limitados en sus gustos.

Descorazonador es que el álbum más vendido haya sido uno que se publicó en 2012 ("Tanto", de Pablo Alborán), pues lanza un claro mensaje de que en 2013 no se ha publicado ningún álbum capaz de desbancarlo. Descorazonador es que haya tres álbumes de música infantil entre los 10 más vendidos del año (los de la serie infantil "Violetta"), pues lanza un claro mensaje de que uno de los pocos ámbitos en los que el potencial comprador está dispuesto a gastarse unos euros es en la música infantil de usar y tirar. Descorazonador es que el primer álbum de un artista anglosajón sea el del grupo adolescente One Direction, pues lanza un claro mensaje de que respecto a lo que viene "de fuera" a lo que más interés prestamos es a las propuestas prefabricadas con fecha de caducidad. Y descorazonador es que hay que irse al puesto 29 para encontrar el primer álbum correspondiente a una artista que haya debutado en el panorama musical (Lana del Rey, cuyo álbum fue además editado en 2012...).

En la música alternativa la cosa no ha ido mucho mejor. Manel han sido los que, cantando en catalán, se han colocado más altos en la lista de álbumes más vendidos en España durante 2013 (en el puesto 23, concretamente). Un hecho sorprendente, pero que al menos introduce una nota novedosa en un panorama anquilosado, aunque personalmente no les veo el talento por ninguna parte. Tampoco han abundado en exceso las nuevas entregas de artistas consagrados en este mundillo (Mala Rodríguez, Delorean, Kiko Veneno...), siendo lo más destacable el retorno de Fangoria, que con "Cuatrocomía" han confirmado que aunque su fórmula esté un tanto agotada aún son capaces de entregar sencillos meritorios como "Dramas y comedias". Ni siquiera ha sido un año pródigo en nuevos artistas, siendo quizá lo más llamativo y original el debut de León Benavente, con su krautrock a veces cantado a veces recitado (dejo aquí el enlace de su mejor ejemplo, "Ser brigada").

Con lo que este año para mí los triunfadores absolutos han sido La Sonrisa de Julia. Demasiado alternativos para obtener un éxito comercial masivo, demasiado mainstream para que el mundillo independiente los considere parte de sí, sufren el problema de quedarse encasillados a medio camino. Pero su álbum "El viaje del sonámbulo" contenía varios temas interesantes y sobre todo el sencillo del año: "Muévelo" demuestra que es un grupo con sólidas bases musicales, y que son capaces de entregar un tema que es a partes iguales psicodelia, rock y dance. Pura energía, una instrumentación lograda (aunque se nota que el sonido es aún demasiado "Made in Spain"), razonablemente bien cantada para lo que se estila por estos lares, con una letra trabajada, un decente solo de guitarra al final e incluso con un vídeo original y contagioso. Sólo la indiferencia de los medios les ha impedido arrasar, pues es un tema apto para todos los públicos. Esperemos que esta entrada contribuya a hacer justicia a la canción nacional del año.

domingo, 16 de marzo de 2014

Andrew Roachford: The beautiful moment (2013)

Hace algo menos de medio año que vio la luz el quinto álbum en solitario de Andrew Roachford. El líder de la banda de rock-soul-pop Roachford ha intentado durante los últimos 10 años encontrar el estilo que le permitiera mantener una carrera en solitario de cierta relevancia. Afortunadamente, tras sus devaneos con el rythmn & blues más edulcorado, en sus últimos tres álbumes ha intentado mostrarnos con naturalidad su madurez como persona y como compositor. Estamos acostumbrados a que madurez se confunda con aburguesamiento y falta de nervio creativo, pero la delicada situación de su carrera musical (con dos álbumes poco menos que auto-editados) le ha servido a Andrew de acicate para intentar dar lo mejor de sí mismo en este "The beautiful moment".

El resultado tiene varios destellos de sus mejores momentos, allá por finales de los ochenta y primeros noventa. Sustentado en una excelente voz llena de matices, y con una temática centrada casi en exclusiva en el amor visto por una persona de casi 50 años, el disco tiene una producción menos espartana de lo que cabría esperar en un artista tan al margen de las modas comerciales. Constituido principalmente por medios tiempos, Andrew usa alternativamente el piano y la guitarra acústica para componer y sustentar la mayoría de los temas, pero recurre a guitarras eléctricas, a coros femeninos, a baterías contundentes y puntualmente a una sección de cuerda para enriquecerlos, logrando así una mayor diferenciación entre las once canciones que conforman el disco.

A pesar de lo cual se trata de un álbum bastante homogéneo, con escaso margen para la experimentación, nula innovación y que lo fía a todo al talento creativo e interpretativo de su autor. Así que cuando transita por los terrenos que mejor domina, el soul de barniz pop, resultado es agradable y puntualmente emocionante; cuando no, resulta un tanto irrelevante aunque en todo momento armonioso. Por ejemplo, el sencillo de presentación y segundo corte del álbum, ("Something beautiful") se enmarca perfectamente en esta segunda categoría: correcto, agradable, bien producido e interpretado pero un poco "blandito". En cambio el segundo sencillo y tema que abre el disco,("Real again"), aunque con estilo y temática similares, se acerca más a la primera categoría, gracias a detalles como unos sintetizadores más frescos, una percusión más original y sobre todo una atmósfera con más nervio y expresividad.

Por lo cual prefiero dejar de lado los momentos correctos pero más prescindibles, menos elaborados e incluso cursis ("Overcome", "Because you", "Slow water", "All roads lead black") y reseñar aquellos más entonados. A saber: "Without you", el quinto corte, con una progresión armónica principal sostenida por una guitarra acústica que recuerda a la del mítico "Wanderwall" de Oasis, y que desemboca en un enérgico colchón de guitarras eléctricas en el estribillo, dando lugar a los pasajes más rockeros del álbum; "Love wins" y sus estrofas desgarradoras (lástima que el estribillo baje un poco el listón); "Wouldn't change a thing", toda una mirada atrás sobre lo vivido que resulta convincente gracias a su lograda progresión armónica y al estribillo formidablemente interpretado por Roachford; ; "Ebony", con su inquietante progresión armónica en las estrofas, su voz distorsionada, su contundencia a partir de la segunda estrofa; Y en especial "as she walks", perfectamente elegida como el tema que cierra el álbum, una balada coronada con una melodía sencilla y sin embargo la más emocionante del álbum, en la que Andrew da una lección magistral de cómo cantar y cómo escribir una letra que capture los sentimientos a partir de algo tan sencillo como una mujer a la que observa caminar.

Es un álbum conciso (41 minutos en total), que nos descubre a un artista que ha aprendido mucho de las relaciones sentimentales, que sabe cómo arrimar el soul al pop y al rock, y que aún cree lo suficiente en la magia de la música como para seguir regalándonos buenas canciones. No es el álbum del año, ni influirá decisivamente en ningún otro artista, ni siquiera el mejor de su carrera. Pero da rabia ver cómo un músico con tantas cualidades es ninguneado no ya por la industria, sino por la propia crítica musical, que encumbra a otros creadores mucho más mediocres y con menos talento interpretativo. Esperemos que esta reseña positiva contribuya a hacerle un poco de justicia al bueno de Andrew.

domingo, 23 de febrero de 2014

Haim: Days are gone (2013)

De las bandas que han debutado en el 2013 que nos dejó hace unas semanas, una de las que más repercusión ha tenido tanto a nivel de crítica como a nivel comercial ha sido el de las californianas Haim. El trío formado por las hermanas Alana (vocalista principal, guitarra), Danielle y Esti Haim ya había publicado sus primeros temas en 2012, pero su debut en formato álbum en octubre pasado las ha encumbrado a lo más alto de las listas de álbumes británicas, y al puesto número 6 en las estadounidenses, a la vez que recogía críticas claramente favorables en las distintas publicaciones especializadas, figurando en el "top 10" de muchas de las listas de mejores álbumes de 2013. Algo parecido a lo que sucedió en 2012 con los Imagine Dragons, como ya reseñé en este mismo blog: sin ser artistas de una calidad excepcional, sí que conjugan una comercialidad y una creatividad más que interesantes en un momento en que la disociación entre ambos mundos, el comercial y el creativo, es máxima.

Ante todo, no debemos dejarnos guiar por su imagen plenamente folk, ni por las referencias que las sitúan como un grupo de rock deudor de Fleetwood Mac. Haim es un grupo esencialmente pop, que recupera las melodías y buena parte de los ticks del pop estadounidense de los años 80 y primeros 90, en un abanico de referencias que abarca desde Blondies hasta The Go Gos y The Bangles. Un pop en el que la nota de personalidad la ponen los fraseos largos con notas de duración corta en cada verso, una seña de identidad que puede complicar en ocasiones la comprensión de los textos. El álbum se abre con "Falling", que fue el tercer sencillo del disco y llama la atención por su peculiar percusión y el juego de voces que realizan las tres hermanas en el estribillo. Sin ser un temazo, gana con cada escucha, al igual que la mayoría de su repertorio. El segundo corte es "Forever", que fue el primer sencillo de su carrera, descubriendo su pop de guitarras con los justos toques temporáneos y las melodías cristalinas de los ochenta, aunque en mi opinión lo más reseñable es la parte nueva a minuto y medio del final ("Go go go go, get out of my memory...").

"The wire" es el cuarto sencillo, y en mi opinión el mejor tema del álbum, como ya puse de manifiesto al seleccionarlo para mi lista de canciones internacionales de 2013: un medio tiempo con guiños country, una lograda instrumentación (incluyendo un certero pizzicato de cuerdas sintetizadas en el tramo final), un doble estribillo muy recomendable, y las tres hermanas asumiendo la voz principal en algún momento. "If I could change your mind" es un tema más oscuro, menos brillante, con una bonita entrada al estribillo y los teclados synclavier reforzándolo. "Honey and I" es un tanto cursi, debido a su letra melosa y sus armonías blanditas. Le sigue "Don't save me", que fue el segundo sencillo de su carrera, y aunque ena mi modo de ver es el menos logrado de los cuatro, cuando llega la entrada al estribillo se aprecia una clara mejora, corroborada por un estribillo absolutamente ochentero e igualmente disfrutable.

"Days are gone" es la canción que da título al álbum, y no por cierto de las mejores, a causa de unos teclados más que cuestionables y un estribillo en falsete no muy afortunado. Aunque el peor tema del disco es sin duda "My song 5", todo un tratado de experimentación mal digerida. "Go slow", además de ser efectivamente un tema lento, mejora el nivel de las dos anteriores gracias a su original percusión, a sus armonías vocales envolventes y a un tramo final de una calidad muy destacable. "Let me go" es, otro de los momentos álgidos del álbum, pues las lleva a un registro opresivo al comienzo, a unas reminiscencias africanas cuando entra la percusión en la segunda estrofa y a un inesperado solo de guitarra en el tramo final sobre voces que van y vienen. La versión oficial del álbum se cierra con "Running if you call my name", la balada del álbum, tenebrosa en su mayor parte, y con un estribillo que es puro The Bangles. Si bien en la versión Deluxe podemos encontrar dos descartes más que interesantes: "Better off", con su batería machacona y una excelente melodía a dos voces, y "Send me down", construida sobre un original teclado que predomina en cada compás y unas bonitas estrofas.

Soy consciente de que su pop directo y para (casi) todos los públicos puede provocar el rechazo de una parte de los lectores de este humilde blog. Pero si se le da una oportunidad, es un álbum que admite múltiples escuchas, que permite descubrir un incuestionable talento para componer siete u ocho temas de calidad, y que además nos proporcionará unos cuantos estribillos que se pegarán a nuestro cerebro durante varias jornadas. Si bien es cierto que deben mejorar sus cualidades vocales (especialmente Alana, muy floja en directo), que de momento carecen de cimientos suficientes para labrarse una larga trayectoria en el panorama musical, y que por tanto están a expensas de que no se les apague la inspiración compositiva. Esperemos que les aguante.