domingo, 28 de mayo de 2017

Joe Goddard - "Electric lines" (2017)

Uno de los discos inesperados de 2017 ha sido el de Joe Goddard, compositor, teclista y vocalista ocasional de los a veces brillantes, a veces desconcertantes Hot Chip. Tras más de quince años teniendo al sexteto británico de dance-pop como principal ocupación, finalmente Goddard se ha decidido a dar una continuación a su tímido álbum de debut en solitario, ese "Harvest Festival" que pasó tan desapercibido en 2009. Este "Electric lines" responde para lo bueno y para lo malo a algunos de los clichés que se les suponen a los álbumes de miembros de bandas que no son sus líderes: vocalistas diversos, estilos alejados unos de otros, altibajos de inspiración, una mayor vocación experimental... Pero afortunadamente todo ello se complementa con una notable dosis de talento (probablemente derivado de la tranquilidad a la hora de ir reuniendo temas para este proyecto, sin urgencia en publicarlos). Con lo cual el resultado, sin ser un álbum completamente redondo, sí que es uno de los más interesantes que he tenido la oportunidad de escuchar en lo que llevamos de año. Y me atrevo a decir que por variedad e inspiración supera no ya a su debut, sino a cualquiera de los seis publicados por Hot Chip. Con lo que la viabilidad de este proyecto paralelo de Goddard está más que justificada.

"Electric lines" es un álbum largo (supera la hora de duración en sus trece cortes), con temas en su mayoría desarrollados sin prisa, que en cada escucha permite descubrir nuevos detalles. Y que se abre con uno de sus mejores momentos: "Ordinary madness" es uno de los dos temas en la que británica Jess MIlls (alias SLO) se encarga con acierto de la parte vocal. Y que aunque arranca con un ritmo sincopado alejado de la contundencia binaria que podría esperarse, pronto adquiere un barniz pop con su preciosa melodía en las estrofas y sus arabescos de sintetizadores, que culminan en un estribillo irresistible, con una guitarra eléctrica que la hace ahora sí apta para el baile. Y con una parte nueva elaborada que encaja perfectamente con todo el conjunto, que desemboca en un tramo instrumental en el que Goddard se nota que disfruta. Le sigue "Lose your love", para mí no muy acertadamente escogida como primer sencillo. Porque aunque era de esperar que la vocación de DJ de Goddard salga a la luz sampleando el "I Don’t Wanna Lose Your Love", una cara B de The Emotions de 1976, su funky y sus coros en falsete no terminan de encajar del todo con el auto-tune y el loop sintetizado que vertebran la canción. Aparte de que la progresión armónica es todo el tiempo los mismos cuatro acordes, que se prolongan más de lo deseable. Algo parecido aunque con un resultado algo mejor le sucede a "Home", tercer sencillo, otro tema construido sobre un sampling ("We’re On Our Way Home" de 1978 a cargo de Brainstorm), cuyo comienzo disco sobre un piano setentero no casa bien con las estrofas de synthpop melancólico que le suceden. Para desembocar además en un estribillo que vuelve a ser otro sampling del mismo tema, y sobre el que el bombo que añade Goddard y su melodía paralela en falsete luchan como pueden por abrirse paso. Si a ello le añadimos que el cuarto corte, "Lasers", es una petardada instrumental de ritmo binario ramplón sobre el que efectivamente campan a sus anchas sonidos de láseres durante casi cinco inacabables minutos, probablemente piensen que me he equivocado al dedicarle una entrada a este disco.

Pero a partir de este punto el álbum, aunque sigue un tanto disperso, gana muchos enteros. "Human heart" es prácticamente una balada, construida eso si sobre un bombo marcado y una bonita progresión armónica que marca un piano electrónico (ahora sí, con varias partes bien enlazadas), que tarda casi minuto y medio en arrancar con su sensible melodía y otro minuto y medio más hasta que entra la caja, coincidiendo con un sintético e interesante intervalo instrumental, y que remata abusando del auto-tune, a lo Daft Punk. "Children" es el tema más largo del álbum: siete minutos (probablemente demasiados, aunque Goddard intenta que sucedan cosas a lo largo de toda su extensión) de techno espacial que nos retrotrae a los noventa con su superposición de sintetizadores y sus reminiscencias a Robert Miles (incluyendo el título) a partir de una progresión armónica inmutable. "Truth is light" es un medio tiempo sintético que nos recuerda a los que a veces entregaban Leftfield, por su introspección y su melodía suave arropada por arabescos de sintetizadores, aunque con la originalidad de una letra que es casi una oda a la luz. Y "Nothing moves", el octavo corte, se aproxima al trip-hop gracias a ese ritmo arrastrado, aunque progresión armónica y melodía la acercan al pop clásico, y los intervalos instrumentales a los que a menudo introduce Vince Clarke en sus canciones.

Tras estos dos temas de nivel correcto pero no espectaculares nos encontramos con la canción más claramente "Hot Chip" del álbum: "Electric lines", que también da título al álbum. En primer lugar porque Goddard recluta a Alexis Taylor, vocalista y compositor principal junto a él mismo de la banda británica. Y en segundo lugar por el resultado: un comienzo estimulante, que va entrando poco a poco, y que da pie a una letra fantástica en la que Taylor crea una analogía entre cómo las personas van cambiando como si fueran componente electrónicos que se actualizan conscientemente. Pero también una melodía exasperantemente simple (los dos mismos versos repetidos una y otra vez, hasta que por fin llega un estribillo... de un solo verso), y una obvia falta de recursos para hacer crecer el tema hasta donde prometía. Afortudamente justo a continuación irrumpe la joya del álbum: "Music is the answer", tercer sencillo y segunda colaboración con la vocalista SLO, que en realidad es una versión de la para mí desconocida Celeda. Otro tema de techno-pop intimista, con una percusión electrónica original, una melodía preciosa que evoluciona con inteligencia en cada una de sus partes y que defiende la música como solución a todos los males, y un estribillo con un cambio de tonalidad fantástico, que Goddard convierte en bailable con una naturalidad pasmosa. Aunque lo mejor es el intervalo instrumental tras el primer estribillo, donde Goddard explota al máximo su talento para adornar con pequeños fraseos vocales unas armonías de sintetizadores que recuerdan a Pet Shop Boys.

Tras esta maravilla de synth-pop el disco da un nuevo giro con "Funk you up", algo así como una recreación de los temas que pobablan el "Exit planet dust" de "The Chemical Brothers", con la misma propuesta monocorde aderazada con sintetizadores infecciosos y un ruidismo contagioso. Que no pasará a la historia pero resulta digna en sus tres minutos justos. "Bumps" es el penúltimo corte del álbum y una especie de homenaje a los Orbital más clásicos con su bombo marcado, su tempo que tan pronto sube como baja, sus cajas de música sintetizadas y su continuo esfuerzo por hacer evolucionar el tema. Y el álbum se cierra de manera desafortunada con una versión alargada (¡casi ocho minutos!) de "Lose your love", que como ya he explicado es en mi opinión uno de los momentos menos inspirados del disco, y que en versión extendida simplemente abunda en sus defectos.

Al terminar la escucha queda claro que el afán de Goddard por no dejarse de lado ninguno de sus géneros musicales de referencia ha primado sobre la elaboración de un álbum que reúna sólo aquellos en los que se desenvuelve mejor. Y además ha optado por elegir mayoritariamente sencillos que quizá sean los que más relevancia le vayan a otorga en la crítica especializada, pero que no son lo más representativo de su contenido, y su resultado es cuestionable. Pero también es cierto que sólo hay un tema que realmente sea de relleno, y que quitando aquellos en los que el sampling es el eje principal, el resto se mueve entre lo correcto y lo realmente inspirado, y sin sonar demasiado cercano a su banda de referencia. Así que el balance general es claramente favorable para todo el que guste del dance-pop en sentido amplio. Habrá que ver si alguna vez este "Electric lines" recibe una continuación, y si en ese caso volverá a predominar lo heterogéneo sobre lo inspirado.

sábado, 6 de mayo de 2017

Claire: "Tidal" (2017)

Para mí uno de los álbumes que más expectación despertaba en 2017 era el retorno de los alemanes Claire. Que pasa por ser una de las debilidades de este humilde blog desde que descubrí y reseñé "The great escape", su meritorio álbum de debut allá por 2013. Desde entonces el quinteto alemán ha alargado el momento de entregar el temido segundo álbum durante cuatro largos años, si bien es cierto que hicieron la espera más llevadera con "Raseiniai", su EP de finales de 2015 que incidía en muchas de las virtudes de su debut a la vez que expandía su propuesta, y que también reseñé en este mismo blog. Pero no ha sido hasta hace unas pocas semanas que ha visto la luz este "Tidal", que ya adelanto los confirma como uno de las bandas de mayor calidad del momento. Aunque hay algunas sombras que hacen que el álbum no sea todo lo redondo que podría haber sido.

El álbum muestra al quintento más seguro de sus posibilidades instrumentales, y prácticamente todos los temas son explotados al máximo, con duraciones que por tanto suelen ser altas. Al mismo tiempo evitan caer en la tentación de sobreproducir las canciones, empleando siempre el número justo de instrumentos para no sólo poder apreciarlos mejor individualmente, sino también aumentar la sensación de interpretación en directo al escucharlos. Ambos aciertos son decisivos para ensalzar unas composiciones en su mayoría inspiradas, con un menor peso de los medios tiempos que en anteriores entregas, y con los guiños suficientes a los sonidos más de moda para alejar los fantasmas de otras décadas. Aderezados además por la voz de Claire Buerkle, que ha crecido desde su debut para saber emocionar en cada perla del pop atemporal de la banda pese a su aparente gelidez germánica.

Una buena muestra de todo ello es "Friendly fire", el primer sencillo y tema con el que se abre el álbum: un tema rápido, directo, al principio casi espartano, una composición elaborada y con partes claramente diferenciadas que saben enlazar perfectamente con su estribillo clásico y disfrutable. Aunque quizá quede un escalón inferior de "Broken promised land" (el tema que abría su álbum de debut y el sencillo que les dio a conocer al gran público), lo cual siempre es peligroso a la hora de defender el siempre decisivo segundo álbum. Las sombras a las que me refería antes comienzan con "End up here", el segundo corte. No porque se trate de una mala composición o desentone con el estilo del álbum (de hecho es una buena composición, la instrumentación está muy conseguida dentro de su contención y el tono es relativamente luminoso), sino porque después de un comienzo tan rápido es una bajada de tempo brusca, y hace que el melómano se cuestione si el ritmo elevado de su sencilo de presentación es sólo un espejismo. Y la pregunta parece tener respuesta afirmativa, porque "No way to save it", siguiente corte, es incluso más lenta y se encuadra claramente dentro de los parámetros de una balada clásica. Eso sí, es una composición muy bonita, con otra gran instrumentación (especialmente en el colchón de sintetizadores en crescendo con el que envuelven la voz de Claire en el estribillo y en la sobredosis de percusiones distorsionadas a mitad del tema), y en otro punto del álbum habría resplandecido.

Pero es que "Two steps back", el cuarto corte, vuelve a ser otro tema lento, inclinando en apariencia la balanza hacia un álbum muy pausado, casi "de madurez", en innegable contraste con su comienzo. Aunque se trata de otra excelente canción, con un estribillo de una frialdad emocionante y unos intervalos instrumentales presididos por un sintetizador que podría haber firmado Tygo. Y justo cuando ya nos disponemos a tumbarnos en el salón de nuestra casa para adaptarnos a la propuesta surgen el teclado rápido y el bombo que marcan el ritmo binario de "Say it" y nos vuelven a desconcertar. Aunque se trata de otro momento recomendable, sobre otra progresión armónica inspirada y bien desarrollada, en el que destaca la manera como mezclan los samplings, el bajo sintetizado, el sintetizador principal y la percusión después de cada estribillo. Y el descoloque es completo cuando, sin apenas preludio, Claire empieza a entonar la melodía de "Burn", otro tema de tempo alto, bailable, y probablemente mi favorito de todo el álbum: una excelente progresión armónica rematada por una melodía que no le va a la zaga, un equilibrio certero entre los distintos instrumentos y guiños contemporáneos como el crescendo antes del segundo estribillo o el gélido e inesperadamente largo interludio instrumental.

Tras dos temas tan trepidantes sí tiene sentido situar un medio tiempo de percusión marcada ("Masquerade"), aunque éste sorprenda por el predominio de las guitarras y su coqueteo con el funky, y acabe resultando uno de los momentos menos brillantes del álbum. La magia regresa con "Drowning", otra gran canción, que comienza como una balada en la que el silencio es casi tan esencial como la música, y va creciendo hasta convertirse en el primer estribillo en otro tema bailable que no renuncia a situar la guitarra eléctrica en primer plano, ni a la emocionante intepretación de Claire. "Back to shore" regresa, muchos temas después, al tempo pausado y las atmósferas evocadoras, recordando mucho a algunas de las composiciones de su álbum de debut, aunque con una mayor vocación experimental. "Treading water" recupera el mejor tono de "Tidal" con otra demostración de cómo armonizar la emotividad de las baladas con la contudencia de los ritmos bailables, los efectos electrónicos con la voz tan personal de Claire, y al tiempo disfrutar interpretando cada compás, hasta llegar a la brillante coda final. "The crash" es el ejercicio de nostalgia más evidente, algo así como una reivindicación del house de finales de los ochenta, edulcorado por unos coros infantiles que no terminan de encajar en el tema probablemente más prescindible del disco (y quizá por eso, también el más corto). Un disco que se cierra con "Come close", un baladón ubicado ahora sí en un momento lógico, sobrecogedor por su melancolía y su parquedad instrumental, que evoluciona con una naturalidad difícilmente explicable hacia el ritmo marcial y el loop de sintetizador de su tramo final.

Con lo que tras muchas escuchas lo que queda de este elaborado "Tidal" es que, si bien estamos seguramente ante uno de los mejores álbumes de la temporada, podría haber sido aún mejor distribuyendo con más lógica sus doce temas. Y quizá también eliminando uno o dos que bajan un poco el nivel, dejando por ejemplo diez pero verdaderamente meritorios. En todo caso, el álbum consolida a Claire como una de las mejores bandas del panorama contemporáneo: algo así como la versión mejorada de The XX, aunque sin el extra de relevancia a nivel de crítica y ventas que siempre supone provenir de un país anglosajón. Sólo confío en que esta indiferencia hacia su talento no les perjudique en el futuro, porque con una visibilidad adecuada creo que sería una banda de tirón a nivel internacional, y quizá sea eso a lo que aspiren. Así que espero que esta entrada pueda aportar un granito de arena en esa dirección.