domingo, 13 de noviembre de 2016

Feeder: "All bright electric" (2016)

Hace unas pocas semanas ha visto la luz "All bright electric", el noveno álbum de estudio de la banda galesa de rock Feeder. Una banda que siempre ha sido una de mis debilidades, pues considero a Grant Nicholas uno de los mejores creadores de música rock de este siglo veintiuno. Su nuevo álbum llega cuatro años después de "Generation freakshow", que ya reseñé en este mismo blog, y dos después de "Yorktown heights", la primera aventura en solitario de Grant Nicholas. Por lo que ha supuesto el reencuentro de la banda con las guitarras distorsionadas y los riffs contundentes tras un paréntesis considerable. Reencuentro que por cierto ha sido saludado por sus fans con un nuevo top ten en la lista británica de álbumes.

El principal problema de "All bright electric" es precisamente "Yorktown heights". Lo explico. Nicholas es el alma mater de Feeder (a día de hoy la banda es prácticamente un dúo, con el bajista Taka Hirose como único acompañante regular de Nicholas), por lo que no es fácil crear un proyecto en solitario que se distinga lo suficiente de su banda. Para tal fin en "Yorktown heights" Nicholas optó mayoritariamente por los sonidos acústicos y las composiciones intimistas. Por lo que ahora para "All bright electric" ha optado, como el título del álbum bien indica, por las guitarras eléctricas distorsionadas y los sonidos contundentes. Y aunque gracias a su talento creativo se desenvuelve bien en ambas esferas, es justo entre ambas donde yo creo que Nicholas ha dado históricamente lo mejor. Así que sin ser un álbum tan rocoso como "Renegades", a "All bright electric" le sobra en mi opinión contundencia y le falta sensibilidad. Pero no por ello es un mal álbum.

La edición deluxe de "All bright electric" se compone de nada menos que catorce temas, en su mayor parte de un rock expansivo, instrumentado para poder ser interpretado en directo, sin ningún tema de bandera, sin secciones de cuerda o ritmos programados como en otros álbumes, y unas lejanas influencias de la música hindú. Quizá consciente de que no es un disco que enamore a la primera toma, Nicholas ha situado los dos sencillos extraídos del mismo justo al comienzo: "Universe of life" es un tema crudo, con nervio en unas estrofas construidas sobre un poderoso riff de guitarra, un estribillo de reminiscencias hindúes y una parte nueva que enriquece hábilmente la composición. "Eskimo" se retrotrae un poco en las estrofas a las influencias del rock americano de siempre, de manera similar a como lo hacía Noel Gallagher en muchas de sus composiciones de la última época de Oasis, aunque lo complementa con un estribillo marca de la casa y una parte nueva que mejora el tema complementando guitarras distorsionadas con compases que son pura psicodelia. "Geezer" retoma esas influencias psicodélicas y esos leves influjos hindúes para instrumentar composición oscura, con un punto "arrastrado" a la que cuesta cogerle el punto pero que tras varias escuchas cumple con su rabia contenida.

"Paperweight" sigue en la misma línea de los temas anteriores: mucha distorsión, un sonido casi de primera toma y solamente un buen estribillo como argumento. "Infrared-ultraviolet" oxigena un poco el álbum, pues baja el tempo, recurre a una instrumentación más variada y abunda en esa línea expansiva a la que antes apuntaba, siendo el primero de sus dos estribillos el más interesante por intensidad y juego de voces. "Oh Mary" promete con su precioso arpegio de guitarra acústica al comienzo convertirse en un nuevo clásico de la banda, y tanto la progresión armónica como la melodía están bien desarrolladas, pero a la canción le falta culminar lo planteado, y se echa de menos a toda la banda explotando la composición en el tramo final. "The impossible" vuelve a la senda de los cuatro primeros cortes del disco con su rock desazonado, su progresión armónica oscura y sus cascadas de guitarras, siendo otro buen estribillo lo que sostiene el tema. "Divide the minority" es teóricamente el tema más experimental del álbum y el de mayor contenido reivindicativo en su letra, pero su relativamente arriesgada apuesta cuenta con otro buen estribillo y una ingeniosa parte nueva para evitar que fracase.

"Angels and Lullaby's", con su comienzo más propio de una fábula medieval, puede despistar, pero luego da lugar a unas bonitas estrofas, que en este caso no termina de rematar un estribillo en falsete que probablemente no era lo más conveniente. "Holy water" recupera la senda principal del álbum, proponiendo un medio tiempo con mucha distorsión y estrofas casi monocordes, si bien nuevamente otro eficaz estribillo mucho más musical justifica la composición. Y la edición estándar se cierra con "Hundred liars": casi una balada, de instrumentación muy similar a la del resto del álbum, su mayor aliciente es ese primer estribillo encajado de manera casi imposibile ("Love is not a criminal...") sobre el riff de guitarra, en contraposición a un segundo estribillo que vuelve a ser marca de la casa.

Los tres temas de la edición deluxe suenan más a los Feeder "de toda la vida", sin forzar su registro hacia la contundencia como en los once temas anteriores. Y sin que baje el nivel compositivo: "Another day on earth" es un tema de pop clásico, construido sobre un piano que no deja de sonar en toda la canción y que recuerda a los Coldplay de sus primeros tiempos. "Slint" es otro medio tiempo, con unos coros psicodélicos y unos giros en la melodía hasta llegar a su apoteósico estribillo que recuerdan mucho a los de "AKA... Broken arrow", de Noel Gallagher. Y tal vez de manera sorprendente el álbum se cierra con mi tema favorito: "Eyes to the sky", una declaración de honestidad en su letra, con una progresión armónica sencilla pero efectiva y resaltada el teclado que adorna la voz de Nicholas tanto en las estrofas como en su mágico estribillo. Sólo le sobra la voz demasiado susurrante de Nicholas en las estrofas; y sólo le falta sacarle más jugo a la composición en su tramo final para estar ante otro de sus memorables himnos.

Estos temas de la edición deluxe, aunque mejoran la impresión general del álbum, tienen paradójicamente el efecto de cuestionar qué habría sido del mismo si Nicholas no hubiera tomado de antemano la decisión sobre el estilo que predominaría. Porque aunque "All bright electric" sea un álbum sólido, con buenas dosis de rabia, sin temas de relleno, directo y homogéneo, le vendría bien algún tema más que equilibrara la balanza ante tanto nervio, que se distinguiera más del resto, y que pudiera funcionar como sencillo "de tirón" para levantar y no sólo mantener la carrera de los galeses. Que por otra parte podrá durar todo lo que Nicholas quiera, porque después de cerca de veinte años aún mantiene la frescura creativa. A ver si le dura.

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