martes, 1 de noviembre de 2016

Rick Astley: "50" (2016)

Seguramente alguno de los lectores de este humilde blog se van a rasgar las vestiduras cuando vean que dedico una entrada al nuevo álbum de Rick Astley: les sonará a adolescente, trasnochado, carente de talento... Lo sé, pero uno de los criterios que rigen este blog es la reseña de lo más relevante que suceda en el ámbito musical contemporáneo, independientemente de su origen indie o mainstream. Y la de Rick Astley es una de las resurrecciones más notables de la historia de la música contemporánea. El adolescente que arrasó en todo el mundo gracias a la factoría de los en mi opinión excesivamente denostados Stock, Aitken & Waterman (hasta en la Motown había tándems de compositores para otros artistas), mostró desde su álbum de debut en 1987 su capacidad para componer temas propios, que sobre la lógica base pop añadía otros ingredientes de soul o R&B. Así hasta que en 1991 tuvo con "Free" la valentía de publicar un disco de canciones propias, alcanzando la madurez como artista a costa de renunciar conscientemente al éxito masivo. Desde entonces no puede decirse que se retirara, sino que simplemente fue honesto con su creatividad y con su vida personal, respetando ambas y sin buscar mantenerse en el candelero a toda costa. Sólo así puede explicarse que cada muchos años añadiera una nueva muesca a su discografía, hasta que coincidiendo con su quincuagésimo cumpleaños ha publicado hace unos pocos meses su séptimo álbum de estudio, este "50" que lo muestra pleno como creador, ajeno a las modas pero no a su tiempo, y maduro para llevar su carrera musical exactamente por donde quiere.

"50" no pretende revolucionar el panorama musical, pero tampoco mirar al pasado con excesiva nostalgia. Astley es un compositor efectivo, de gustos definidos y que sabe sacar partido a su excelente voz (inusual en los tiempos que corren por su tonalidad grave y profunda). Conoce los géneros por los que se puede mover y lo hace con soltura, aporta unos textos lógicamente más maduros que hace treinta años y se rodea de una banda de buenos instrumentistas. El resultado es un álbum para todos los públicos, menos lento de lo que cabría pensar en todo un "cincuentón", relativamente poco empalagoso, y que no rehúye algún guiño a los sonidos contemporáneos (pero tranquilícense, aquí no hay auto-tune ni aprendices de raperos rellenando las partes nuevas). Además, carece de temas de relleno, lo que permite escucharlo de principio a fin.

Como todo álbum de consumo masivo, los dos sencillos estelares son los dos temas del principio (otra razón para que Vds. se rasguen las vestiduras...). El primero, "Keep singing", una balada correcta de reminiscencias soul, con una melodía muy difícil de interpretar, la guitarra eléctrica prevaleciendo en los muchos compases instrumentales y una letra que habla de un hombre hecho a sí mismo. Mejor en mi opinión es "Angels on my side", el segundo sencillo, más rápido que el anterior, con una estrofa que anticipa perfectamente su brillante estribill, realzado por el Hammond, y que en el tramo final recrea con los coros femeninos como si de un gospel se tratara. "Wish away" es otro tema lento, construido sobre un bonito arpegio de guitarra eléctrica interpretado por él mismo, que parece que va a resultar meloso cuando entra la parte vocal, pero se mantiene en un meritorio tono contenido, perfecto para la penúltima escena de una película romántica de Hollywood.

"This old house" cambia el estilo, y propone un tema rápido, sobre un riff de bajo que es casi el único instrumento junto a la batería y la voz de Rick en la primera mitad de las estrofas. Un piano deudor del house, sintetizadores programados rellenado huecos, y la ausencia de un estribillo definido hacen de este tema intenso uno de los de más personalidad del álbum. "Pieces" es uno de los momentos que menos me convence, algo así como un medio tiempo a lo Oasis no del todo bien digerido, y quizá el único corte un tanto empalagoso, aunque progresión armónica y melodía sean irreprochables. "Dance", recién publicada como tercer sencillo, es la canción que mejor emparenta este disco con sus dos primeros álbumes, con caja y bombo marcados y estribillo bailable, aunque también hay intervalos gospel y curiosamente la letra sea un diálogo entre Dios y el Diablo. "I Like the Sun" es otro de mis momentos favoritos, un tema más oscuro, con un piano remarcando los acordes menores, una sección de cuerda sintetizada y una estrofa que va creciendo hasta llegar a ese estribillo que resulta ser más un diálogo entre Rick y el coro que otra cosa.

"Somebody loves me" es el tema más rockero del álbum, una canción lent con reminiscencias blues, construida sobre un riff de guitarra y platillos complementados por la voz plena de garra de Astley, que interpreta otra melodía bastante inspirada. "Let it rain", que ya formaba parte de su penúltimo y nunca editado álbum, es otro buen momento, una balada profunda, sobre una progresión armónica quizá un tanto convencional pero que brilla gracias al contraste entre la voz de Astley y los coros femeninos, nuevamente deudores del gospel. "Pray with me", en mi opinión un escalón inferior a las dos anteriores pero en todavía en un buen nivel, es otro tema a medio camino entre el pop y el soul, que no rehúye de las guitarras eléctricas ni de un tempo más rápido de lo que muchos esperarían. "Coming home tonight", penúltimo corte, es mi tema favorito del álbum: unas fantásticas e inquietantes estrofas, que dan paso a un más que decente estribillo, y que remata una parte nueva de armonías casi cinematográficas. Y el álbum se cierra con "Let it be tonight", un duodécimo corte correcto pero un tanto previsible: lento, reflexivo, sobre un piano ahora sí demasiado convencional (menos mal que los efectos en la voz de las repeticiones del estribillo a lo Herbie Hancock le dan un punto de originalidad).

Entregar tras tantos años de ausencia un álbum que respete su personalidad, sin apenas altibajos y con la suficiente versatilidad para acercarse a otros estilos sin abandonar el pop, no es nada sencillo. Si además se hace sin que la voz de Astley fatigue por omnipresente, con una producción equilibrada y respetuosa con el pasado pero no nostálgica, y con unos textos más profundos de lo habitual en el mundillo pop, tal vez entenderán por qué este álbum ha pasado mi criba y ha llegado a este humilde blog. Creo que ni el propio Astley sabe ni cuándo habrá una continuación. Y probablemente ni le importe; a estas alturas de su vida y su carrera, la honestidad es el valor que le da sentido como creador e intérprete. Y hechos como el número uno en el Reino Unido son sólo un detalle que refleja que al margen de las modas el éxito también puede seguir sonriendo a quienes miran con naturalidad a su público.

No hay comentarios:

Publicar un comentario