Aunque cueste creerlo, ya hace más de siete años que una nueva hornada de mujeres sacudieron el panorama musical internacional, reivindicando y a la vez actualizando conforme a su personalidad los sonidos de los ochenta. Florence + The Machine, Little Boots, La Roux, y la neozelandesa Ladyhawke comandaron esa pequeña revolución. Años después, sus carreras han seguido trayectorias dispares, y la de "Pip" Brown, que así se llama en realidad Ladyhawke tuvo, tras un prometedor comienzo con su homónimo álbum de debut, un bajón significativo con "Anxiety" (2012), su relativamente poco inspirada e instrumentalmente convencional última entrega hasta la fecha. A partir de ahí, mucho alcohol y una depresión profunda, de la que ha salido no hace mucho gracias a su matrimonio y a su nueva vida en Los Ángeles. Todo lo cual ha dado como resultado su álbum más luminoso, en el que Brown se ha encontrado a sí misma rebuscando en las raíces del techno-pop de los ochenta. Que aunque no es la primera vez que las revisita (baste recordar su "Dusk Till Dawn" de su álbum de debut), sí que se ha adentrado en ella con todas sus consecuencias.
Producido por Tommy English, "Wild things" es pues un álbum de pop hecho mayoritariamente sobre sintetizadores y programaciones, muy directo, sin apenas espacio para pasajes instrumentales, mayoritariamente optimista, muy homogéneo (quizá demasiado) y de un nivel medio muy saludable. Aunque tal vez le falte un tema estrella claro, la calidad del sonido sea tan sólo la justa (y eso a pesar de lo que dice la portada sobre las bondades de la tecnología utilizada) y sea tan apresurado (menos de 38 minutos para sus once canciones) que no cala tanto como podría a tenor de su buen nivel compositivo. Así que es necesario digerirlo en sucesivas escuchas para que cada tema crezca según su propia personalidad.
El disco lo abre "A love song", también primer sencillo. Una quizá cuestionable carta de presentación, porque aunque es un buen reflejo de lo que nos espera en el disco (canciones directas, atmósferas efervescentes, synth-pop adictivo), las estrofas son un tanto anodinas, y lo mejor del estribillo es curiosamente el sintetizador que rellena los compases no cantados. Más interesante es "The river", con sus guiños étnicos, la certera combinación entre guitarra y piano, su colorido, sus coros de reminiscencias neozelandesas y sus referencias a la naturaleza. "Wild things", tercer corte y el medio tiempo que da título al disco, juega a ser el tema estrella del mismo al ser su corte más largo y haber sido publicado también como segundo sencillo. Un rol que en mi opinión le queda un pelín grande, aunque sin duda es uno de los mejores momentos del álbum: su precioso comienzo en el que un órgano interpreta los acordes del estribillo (desgraciadamente recortados en el videoclip), el sintetizador que sustenta el tema toda la canción (más propio de Yazoo), una bonita estrofa, un mejor estribillo nuevamente con referencias tribales en su letra, y sobre todo el sintetizador que lo remata en algunas repeticiones, confirman que Ladyhawke ha dado con la tecla. "Let it roll" es un tema más rápido, con influencias New Wave en sus estrofas crudas y un tanto opacas, que sin embargo desemboca en un más armónico y efectivo estribillo.
Tras ese bajo sintetizado que marca el ritmo desde el inicio, "Chills" recuerda un tanto a "The river" en sus estrofas, pero el estribillo es un poco más flojo, aunque el intervalo musical que hace las veces de parte nueva es variado y está muy bien armonizado. "Sweet Fascination" es, con sus menos de cuatro minutos, el segundo tema más largo gracias a su principio sintético: un medio tiempo con un intervalo instrumental en su parte nueva acertadamente más largo que en el resto de temas y un agradable estribillo. "Golden girl", más rápida que la anterior, juega al despiste porque comienza con una guitarra acústica al frente, pero rápidamente la sustituye el mayor despliegue de sintetizadores estridentes de todo el disco hasta conformar otra canción agradable. De "Hillside avenue" podríamos decir que juega a ser el tema "diferente" del disco; no tanto en su propuesta, con otro sintetizador estridente remarcando cada verso de las estrofas y otro estribillo luminoso y adictivo, sino por ese ritmo directamente tomado del reggeaton, y su parte nueva a lo La Roux.
Dentro de un álbum sin momentos flojos, el tramo final es curiosamente el que en mi opinión ofrece mejor nivel. "Money to burn", sin comienzo instrumental y nuevamente con estrofas herederas de la New Wave, es la letra más mordaz del álbum sobre una amiga lesbiana, en especial en su cautivador estribillo ("You sold your heart to me, but you’re just a fool, a fool with money to burn"), aunque también aporta una parte nueva refrescante con una flauta sintetizada. "Wonderland" es mi tema favorito, quizá la progresión armónica más trabajada, sobre un loop de sintetizador adictivo, con unas estrofas que van creciendo conforme se acerca su certero y "guitarrero" puente, y que remata un precioso estribillo, coral en su repetición final. Y el cierre lo pone la meritoria "Dangerous", otra vuelta de tuerca del más que explotado sintetizador del "I feel love" de Donna Summer, que en el puente cambia de tonalidad y nos regala otro inspirado estribillo, realzado por la percusión más interesante de todo el disco y capas de sintetizadores que se van superponiendo.
Y con la misma celeridad con la que comienza el álbum simplemente se interrumpe, más que acaba. Lo que obliga a reposadas repeticiones que permitan ir extrayendo todas sus bondades. Que son muchas: salvando las distancias, me recuerda mucho al debut de La Roux, por estilo, homogeneidad, nivel medio y claro predominio de las partes vocales. Aunque me temo que entre la personalidad de la neozelandesa y la ausencia de un "Bulletproof" no va a tener la repercusión de aquél. Una pena, porque no va a haber muchos discos en lo que resta de temporada tan sólidos de principio a fin.
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