Apenas hace un año que reseñaba en este mismo blog la por entonces última entrega del crooner australiano Josef Salvat, su EP "The Close / Le Réveil" (2021), que para mí constituyó en realidad su tercer disco de estudio, pues encerraba seis nuevos temas y duraba apenas seis minutos menos que "Modern anxiety" (2020), su anterior álbum. Pero se ve que el convulso periodo que para todos ha significado la pandemia ha servido en su caso para estimular su vertiente creativa, acortando los casi cinco años que habían transcurrido entre su álbum de debut y su segunda entrega a unos poco frecuentes doce meses desde entonces para cada nueva entrega.
Cabría pensar que tan llamativa aceleración en su carrera hubiera sido la consecuencia directa de un menor esfuerzo en la instrumentación de sus nuevas composiciones, que Salvat crea habitualmente con voz y piano, pues la tentación de publicar un álbum con sólo esos dos instrumentos, que acortaría muchísimo el tiempo de elaboración de las canciones, debe de estar siempre presente. No es el caso, sin embargo, de este "Islands" que, por el contrario, incide en los temas repletos de sintetizadores elaborados y de detalles electrónicos que llevan un considerable tiempo preparar hasta lograr los arreglos deseados. Además, Salvat deja para otro momento el esperable "álbum de madurez", y aunque las baladas son un terreno que domina, opta mayoritariamente por los tempos altos, orientados a la pista de baile, pero sin perder ese pop elegante, intemporal y estupendamente interpretado que le caracteriza.
El álbum se abre con el primer sencillo, y también su mejor momento, para que no haya lugar a dudas: "I'm sorry", que ya formó parte de mi lista de mejores canciones internacionales del año 2021. Un tema rápido que representa muy bien esta colección de canciones, de bajo y percusión sintéticos, ochenteros e infecciosos, sobre el que se desarrolla una muy elaborada melodía en las estrofas, en las que la fantástica voz de Salvat se permite diversas alteraciones, y que desemboca en un estribillo honesto y de puro subidón pop a partes iguales, que redondea con un segundo estribillo cuando empieza aquello de "Another end plays out...", y que está tan condensado que deja con ganas de más. El segundo corte es otro de los momentazos del disco: "Promiscuity", reciente tercer sencillo es, como su explícito título indica, una oda al sexo desacomplejado entre personas de distintos géneros y edades en distintos lugares, en el que además de la letra su ritmo discotequero, su excelente guitarra eléctrica de puro funky, y una percusión que suena contemporánea sin epatar, rematan otras brillantes estrofas y un excitante estribillo en falsete. Lo cierto es que sería muy complicado mantener el nivel de estas dos primeras canciones, y "The drum", segundo sencillo y tercer corte, no lo consigue del todo, aunque instrumentalmente no desentona gracias a otra dosis de electrónica sintética añeja y moderna al mismo tiempo, unas estrofas correctas y un estribillo elegante de tintes sinfónicos.
"So Lite" mantiene el tempo alto, y experimenta un poco más con la instrumentación que las anteriores, en la línea de "Peaches" de su anteriormente citado EP. El estribillo recupera ritmo cuaternario y disfrute, y la letra juega con la obsesión con los productos lights de nuestras sociedades, aludiendo en este caso a su interlocutor/a. Pero se trata de un tema más interesante que brillante. "Pleasure pain" arranca con un extraño piano y diversos samplings que en seguida dan paso a un cálido medio tiempo de pop evocador. Vuelve a resultar más llamativo que disfrutable debido a esa inesperadamente contundente sobredosis de bajos, que sin embargo encaja bien con el colchón de sintetizadores que llevan la progresión armónica. "Sunbeams" es, por fin, la esperada balada, pero con matices: el piano que la sustenta viene acompañado por una percusión sincopada cuya contundencia va creciendo conforme avanza el minutaje, por unos omnipresentes bajos que burbujean, y por gran cantidad de efectos en las diversas pistas vocales. De suerte que, sin ser un gran tema, atrapa nuestra atención hasta el final. Aunque prefiero el séptimo corte, "Honey on the Tongue", más que una balada un auténtico baladón que ralentiza definitivamente el tempo, con una preciosa progresión armónica que cambia por completo en el estribillo, una fantástica interpretación vocal de Salvat, que pone los pelos de punta cuando repite "I don't love you anymore", y la suficiente dosis de teclados (muy a lo Braids, por cierto), que permiten alejar el tema de una producción excesivamente convencional. Aunque lo que más me gusta es el inesperado cambio de melodía vocal en su tramo final.
El último tercio del disco arranca con la delicada y estimulante "Happy": una delicia de pop que se desarrolla poco a poco, con una melodía de mucha amplitud vocal en las estrofas, y de estribillo en falsete que cautiva con sus bajos entrecortados y su programación sintética, perfecta para las más distinguidas pistas de baile. A ello Salvat añade otro segundo estribillo de una única frase ("I'm not sorry yet"), y una parte nueva en la que él se encarga de todos los coros mientras que incisivamente nos pregunta "Is that what you want? A life without love?" para rematar otra certera letra. "Billion faces" desconcierta un poquito con su extraña "guitarra", pero en seguida Salvat nos deja ver que estamos ante el tema más oscuro del disco, de estrofas angustiadas que desembocan en un estribillo en el que su original piano sirve de base para otra melodía muy difícil de interpretar, y que aporta algo de luz al conjunto. Si bien su instrumental y chirriante parte nueva vuelve a recordarnos que no todo es luminoso en la paleta del australiano. "Changes", el penúltimo corte, es otro tema dinámico, de similar colchón rítmico a otros anteriores, con unas estrofas en notas bajas, una llamativa parada y un estribillo agradable, un pelín meloso en su primera parte, pero certero en su segunda. Y en el que una elaborada parte nueva, que encaja brillantemente con el estribillo, completan otro momento notable. Y el disco lo cierra "Islands", la canción que da título al disco, y que puede recordar a los buenos momentos de Keane en esas estrofas presididas por una sencilla pero efectiva guitarra que lleva los acordes. El estribillo también desprende energía, y los coros que se hace Salvat a sí mismo le dotan de originalidad, pero la melodía resulta un tanto enrevesada, y el ritmo un tanto entrecortado, y el solo de guitarra del final un tanto excesivo para este tipo de composición, por lo que no lo considero entre lo mejor del álbum.
Como pueden comprobar, pese a carecer de un par de momentos más de gran nivel que hicieran de "Islands" un álbum a la altura de "Night swim" (2016), el balance final de estas once canciones es claramente favorable. Porque ninguna de ellas desentona, el nivel medio es bueno, y la propuesta, coherente de principio a fin. Todo ello demuestra una vez más que una parte no desdeñable de la mejor música contemporánea que se crea en la actualidad procede de nuestras antípodas: respetando los patrones que han hecho del pop un género inmortal, actualizando su sonido a las posibilidades tecnológicas actuales, pero sin ensuciarlo con esos géneros tan atonales y mediocres creativamente que tanto daño han hecho a la música popular en las últimas décadas. Si a ello le añadimos la elegancia compositiva e interpretativa de Salvat, estaremos ante uno de los artistas más interesantes de la actualidad, que en un mundo ideal sería una de las grandes figuras del panorama internacional, pues su propuesta es apta para el gran público, y su imagen acompaña. Así que espero que por lo menos para los seguidores de este humilde blog sí sea uno de esos grandes nombres, como lo es para mí.
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