domingo, 24 de julio de 2022

Dubstar - "Two" (2022)

El pasado mes de Mayo ha visto la luz "Two", el quinto álbum de estudio de los británicos Dubstar. Aunque Sarah Blackwood y Chris Wilkie, actuales miembros del antiguo trío, han preferido titularlo "Two", es decir, el segundo álbum tras su reformación. A pesar del reinicio de la numeración debo empezar aclarando que, al igual que sucedía con "One" (2018), su anterior entrega, la ausencia del teclista y compositor Steve Hiller no ha alterado apenas la propuesta de Dubstar, que sigue manteniendo prácticamente la misma dosis de electrónica para arropar su pop elaborado y atemporal. En ello quizá haya tenido que ver la intervención de Stephen Hague como productor, un veterano de esto que alcanzó su cima allá por los ochenta produciendo a Pet Shop Boys, New Order o los propios Dubstar, y que ha vuelto a conferir su habitual pátina envolvente a las composiciones del dúo. Pero, ¿y las canciones?

Pues a pesar de que inconscientemente estemos ya acostumbrados a que la pandemia alterara el método creativo de infinidad de artistas, los cuales por lo general han regresado como consecuencia con obras menores, en el caso de Dubstar la inspiración les ha alcanzado para un buen número de temas. Porque "Two" no es un álbum maravilloso, ni siquiera el mejor de su discografía, pero sí un disco con los suficientes buenos momentos como para haber extraído ya cinco sencillos, que nada tienen que envidiar a sus clásicos de los 90. Aunque lógicamente hay matices.

El álbum arranca por todo lo alto, con "Token", cuarto sencillo y mi momento favorito del disco: el arpegio de piano que lo abre y que rellena todos los intervalos instrumentales es delicioso, pero deja el suficiente espacio para la sorpresa de un bajo sintetizado "trotón" que le otorga contundencia a su brillante proyección armónica. El estribillo es tan largo como musicalmente inspirado, y el cambio de tonalidad que introduce en sendos compases es un guiño a otras composiciones de la banda. La certera guitarra de Wilkie da lustre a la segunda proyección armónica, y la melodía diferente en las repeticiones finales del estribillo, y los elaborados juegos con la percusión electrónica de Hague terminan de rematar uno de mis temas favoritos en lo que va de año. "I can see you outside", segundo sencillo a finales del ya lejano 2020, no llega a tan alto nivel, pero su comienzo, con la batería programada y la manera como poco a poco van entrando piano y sintetizadores hasta dar pie a su melancólica estrofa, es fantástico. Lo que sucede es que el estribillo, por lo demás elaborado y agradable, cambia en demasía para mi gusto la atmósfera de las estrofas, y uno no sabe si está ante un tema bailable pero introspectivo o efervescente. No obstante, la buena instrumentación de Hague y la guitarra final de Wilkie, en un tramo final que es más instrumental que una mera repetición del estribillo, son más que recomendables. "Tectonic plates" fue el tercer sencillo hace ya casi un año: más lento que las dos anteriores, su base rítmica un tanto sincopada supone un saludable cambio de registro frente a las dos anteriores, pero el estribillo, salvo en su tramo final, se parece demasiado a las estrofas, que a su vez parten de la misma melodía que los tramos instrumentales del comienzo. Por lo cual, y a pesar de la solvencia instrumental y de la elegante producción, esa reiteración en la melodía es la que hace que la considere una canción menor.

"Lighthouse", el cuarto corte, con su comienzo de cuerdas sintetizadas más propio de una superproducción de Hollywood, no anticipa la oscuridad que encierran sus sentidas estrofas, ni la elegancia altiva de su excelente estribillo. La batería real, y los arreglos más clásicos contribuyen al impacto emocional de tema, aunque no tanto como ese segundo estribillo repleto de notas que Blackwood canta con maestría justo antes de un arpegio de guitarra "marca de la casa" de Wilkie. "Tears", siguiente corte, ha sido elegido recientemente como quinto sencillo: una elegante balada, con esos acordes que cambian la tonalidad estratégicamente situados, la impecable interpretación de Blackwood, un sencillo piano para vertebrar el tema, los detalles que poco a poco va añadiendo Hague (una sencilla caja de ritmos, la sección de cuerda recreando los acordes), y esa emoción contenida hacen que estemos ante otro de los grandes momentos del disco. Casi tanto como "Hygiene strip", el primer sencillo que anticipó las nuevas canciones de los británicos hace casi dos años: otra dosis de pop intemporal, con sus largas estrofas bien presentes desde el comienzo, una programación electrónica de caja contundente que poco a poco va creciendo al más puro estilo Hague, y un estribillo evocador que no para de retorcerse sobre acordes inesperados, hasta desembocar en sendas codas instrumentales que ponen el contrapunto.

"Blood", el séptimo corte, con su marcado ritmo entrecortado, y sus efectos electrónicos envolventes, vuelve a insuflarle a "Two" nuevos aires. Aunque la melodía de las estrofas tal vez se mimetice demasiado con la base rítmica, y por mucho que Hague y Wilkie vayan desplegando toda su parafernalia, o que Blackwood repita una y otra vez aquello de "when they show the light in your eyes, it's clear that blood..." en su tramo final, el resultado es un tanto monótono. "Social proof" parece el tema menos elaborado del disco, y probablemente es que no lo necesite: la steel guitar de Wilkie desde el comienzo, las elaboradas estrofas de Blackwood justo después, y uno de los mejores estribillos de su carrera, voz y guitarra compitiendo en arabescos melódicos. La guitarra acústica de la segunda estrofa y la descorazonadora letra, con su carga de rabiosa ironía, rematan el penúltimo gran pasaje de "Two". Porque el último es "Kissing To Be Unkind": pop dulce de notas altas, con la electrónica justa para no robarle el protagonismo a la interpretación de Blackwood. Como tampoco se lo roba la sencilla base rítmica, ni las guitarras relativamente simples de Wilkie. Todo para que una de las pocas partes nuevas del álbum resplandezca en su último tercio, antes de la repetición final del estribillo. Con la mejor de las intenciones el disco lo cierra "Perfect circle", una versión de R.E.M. perteneciente a su primer disco. Que parece más una reivindicación de la discografía de los de Athens que una búsqueda del mejor cierre posible, pues creo que todos estaremos de acuerdo en que la capacidad para crear grandes baladas de los estadounidenses fue creciendo con el paso de los años. Así que, aunque Blackwood y Wilkie logren llevar el tema a su terreno con una instrumentación sencilla y acústica, el resultado dista de ser un broche de oro.

Aun así, siete temas meritorios de diez canciones es un bagaje notable. Que demuestra que su retorno ha ido en serio, y que la segunda etapa de su carrera no va a desmerecer en demasía a la de sus primeros tres discos. Les faltará, como es lógico, el éxito comercial de entonces, pero quienes los conocen y quienes los recuerdan pueden seguir confiando en el dúo para entregar temas de pop clásico, muy trabajados, que apelan por igual a las emociones y a la capacidad de observación de los buenos melómenos. Por mi parte, sólo espero que haya un "Three", y que a ser posible no tengamos que esperar otros cuatro años para escucharlo. Porque siguen teniendo un lugar de privilegio en mi discoteca particular.

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