Poco más de un año después de publicar su aclamado álbum "Formentera", el cuarteto canadiense ha regresado de manera un tanto inesperada con "Formentera II". Que, pese a lo que su título pudiera indicar, no es una colección de descartes de su primer disco, sino otro álbum completo grabado con posterioridad al anterior. Aunque ambos compartan el hecho de que el grueso de sus canciones fueran compuestas durante la pandemia. Y que, además, la intención explícita de la banda es que ambos puedan escucharse uno tras otro como un todo cohesionado, de ahí lo elocuente de su título. En todo caso, se trata de un disco completo grabado para escucharse como un todo, con otras nueve canciones que abarcan unos nada desdeñables cuarenta minutos, con sus cuatro sencillos de referencia, y sin revisiones, remezclas, tomas en vivo o demos de canciones anteriores. Es decir, a todos los efectos, su noveno disco de estudio.
Y si "Formentera" llevó a Metric a unas cimas de reconocimiento nunca alcanzadas en sus veinte años de carrera anteriores gracias a su pop-rock de sonido contemporáneo y atrevido (sin diluir por ello una personalidad musical labrada a lo largo de tanto tiempo), "Formentera II" les consolida en ese sonido puntero y clásico a partes iguales, festivo y meláncolico según el momento, con textos siempre correctos, interpretaciones notables y una apreciable voluntad por dotar a cada composición de un sonido propio. Aunque quizá aquí falten los trallazos que hicieron del anterior seguramente el mejor disco de su carrera. En "Formentera II" seguiremos encontrando los sonidos, llas ganas de adentrarse en terrenos hasta ahora pocos transitados, los arreglos brillantes y las producciones impecables. Pero falta algún que otro momento estelar, un estribillo memorable, incluso una concatenación de dos o tres temas notables que hagan de este elaborado disco uno de nuestros favoritos de los últimos doce meses. Por lo que el álbum funciona como continuación de su hermano, pero no como el espacio para dar a conocer canciones que puedan pasar a formar parte de lo más granado de su repertorio.
Con buen criterio, el disco lo abre "Detour Up", un tema más bien rápido, luminoso, con un original contrapunto entre los teclados etéreos en trémolo y la incisiva guitarra eléctrica. Sin duda sus estrofas son de las mejores del disco: sostenidas por una progresión armónica impecable, los rasgueos de la guitarra eléctrica y un bajo lleno de ritmo, su melodía es elegante y pegadiza. El estribillo, en cambio, es más cuestionable: en notas altas, un poco alejado estilísticamente de las estrofas, desconcierta un tanto. Aunque los instrumentos que los canadienses siguen añadiendo en la segunda estrofa, el acertado cambio que supone introducir un puente antes del segundo estribillo, y la original idea de reemplazar la melodía cantada de este estribillo por unos elaborados riffs de guitarra, los muestra en plena forma a nivel instrumental. "Just The Once" fue el primer sencillo del disco, y también una valiente suerte de disco-rock, que igual mira a la instrumentación funky de finales de los setenta que al post-punk de mediados de los noventa. Lo que sucede es que el tema es más interesante como ejercicio estilístico que como momento disfrutable. Aunque el groove de su ritmo, la bien presente sección de cuerda directamente inspirada en el sonido philly, y su original parte nueva, primero instrumental y luego eficazmente cantada por Emily Haines, inclinan la balanza a su favor. El tercer corte, "Stone Window", es mi momento favorito del disco: desde luego el que más evidencia haber sido grabado en el mismo estudio habitualmente utilizado por los franceses Air o Daft Punk, también el más electrónico, con ese obsesivo bajo sintético, las percusiones electrónicas que poco a poco van complicándose, y una atmósfera a medias experimental y a media desasosegante cuando entran la batería y la guitarra, como si se tratara de los Garbage más oscuros. Es cierto que el estribillo es tan etéreo y parco en palabras que cuesta identificarlo, pero a cambio el solo de guitarra de James Shaw, y la extraña parte nueva en la que Haines y el sintetizador doblado en ambos canales repiten las mismas notas, incrementan esa sensación de estar frente a un momento singular.
"Days Of Oblivion" ha sido publicado hace tan sólo unas semanas como cuarto sencillo, lo que constituye un error desde mi punto de vista. Y no es que se trate de un mal tema, pero sus seis minutos se pueden hacer un poco cuesta arriba considerando que se trata de un medio tiempo más bien reposado e inusitadamente conservador desde el punto de vista instrumental. Lo que sucede es que el grueso de la canción no lo ocupan sus cuestionables estrofas, sino un puente y un estribillo más accesibles, también hay espacio para un largo intervalo instrumental en el que Shaw cambia la guitarra por un elaborado teclado que aporta algo de originalidad, y el tramo final introduce otra nueva parte cantada y un largo solo de guitarra. Todo lo cual termina por compensajar el largo minutaje. Lo malo es que "Who Would You Be For Me", quinto y corte y también segundo sencillo, incide en esa propuesta reposada, incluso más lenta que el corte anterior. Y aunque instrumentalmente resulte más interesante, y las estrofas sólo con las "slow strings" sintetizadas y la voz de Haines consigan captar nuestra atención, lo que probablemente el disco habría necesitado sería una dosis de energía y un dinamismo que este tema no aporta (aparte de trasladar la sensación de que el disco es más acomodaticio que su hermano, lo cual no es del todo cierto) Afortunadamente, el guitarrero comienzo de "Suckers" ya nos avisa de que el disco va a recuperar cierto nervio, y el original bajo y la solvente batería terminan de confirmarlo. Las estrofas son largas y elaboradas (tanto que el estribillo tarda en llegar), pero cuando lo hace vemos que rehúye de la inmediatez pop, y juega a impostarse como si se tratara de una segunda estrofa. Afortunadamente cuando aún quedan dos minutos, Metric baja el tempo, cambia el tercio, y nos propone una larga coda en acordes mayores de reminiscencias psicodélicas que consiguen que la canción termine por convencer.
El último tercio del disco lo abre "Nothing Is Perfect", otro medio tiempo mayoritariamente acústico, escogido además como segundo sencillo. Las estrofas, de melodía lenta, resultan agradables, y el estribillo a varias voces tal vez sea el más notable del disco, pero incluso a pesar del cambio que introduce esa parte nueva atmosférica y perfectamente imbricada, se echa de menos una batería que nunca aparece, y que habría otorgado al menos parte del inexistente ímpetu. El penúltimo corte, "Descendents", recupera afortunadamente a los Metric valientes en la instrumentación, sin importarles lo largo de un comienzo en el que nada menos que tres sintetizadores se reparten el protagonismo, hasta que entra la personal de Haines sobre un arpegio de guitarra eléctrica para un interpretar una larga estrofa que, sin embargo, no puede hacernos prever ese interludio de distorsión sintética a lo The Chemical Brothers, que precede al tramo instrumental mucho más convencional que hace las veces de estribillo. Y los sucesivos juegos entre las distintas partes logran que, ahora sí, los seis minutos se vayan en un suspiro. Y lógicamente, en un álbum más reposado que su antecesor, el tema que lo cierra es otro lento, "Go Ahead And Cry", aunque menos convencional de lo esperable, presidido por un bonito estribillo y por una llamativa manera de compaginar el sonido hammond del teclado que sostiene las estrofas con el sintetizador mucho más expansivo cuyo arpegio da consistencia al estribillo. Además, en este caso la batería sí llega y ayuda a dar empaque a un largo y disfrutable tramo instrumental final.
A pesar de carecer de momentos realmente brillantes, lo variado de la propuesta que encierran estos cuarenta minutos, y la naturalidad con la que su escucha encaja tras disfrutar con "Formentera", refrenda que los canadienses se hayan en ese punto de su carrera en que hacen lo que quieren, pero también quieren lo que hacen. Incluso aunque las composiciones no alcancen el nivel de inspiración de sus mejores momentos. Pero es que en el mundo hay actualmente muy pocas bandas capaces de entregar una propuesta tan equilibrada, tan actual, tan fresca, y al mismo tiempo tan personal. Y tras un cuarto de siglo de actividad exhudan todavía una creatividad y unas ganas de afrontar nuevos retos encomiables. Probablemente ahora tardarán bastante más de un año en alcanzar su décimo álbum de estudio, pero todo apunta a que cuando lo hagan, habrá que hacerse con él, porque rayará a un muy buen nivel.
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