Sin duda la entrada de mas éxito hasta ahora de este blog ha sido la relativa a la lenta muerte de la guitarra como instrumento de referencIa de la música contemporánea. Reflexionando a posterori sobre la misma he intentado encontrar qué instrumento la había desplazado en las preferencias de público, arreglistas y productores. El sintetizador me parecía una elección demasiado vaga y obvia, pues lleva ya cuatro décadas entre nosotros y su definición se presta a diferentes interpretaciones. Lo que realmente está desplazando a la guitarra es el autotune (y sus imitaciones): actualmente apenas hay temas de éxito que prescindan de él.
El origen del autotune se encuentra en el famoso vocoder, un analizador y sintetizador de voz creado en los años 30 y que introducido por Kraftwerk en su mítico Autobahn (1974) se popularizó en los 80 como un truco original para dar a las voces una textura robótica. Era una técnica ingeniosa, adecuada a la explosión de la electrónica en la música de aquella época. Pero durante casi una década quedó en el olvido, como tantos efectos visuales de los video-clips de aquel entonces que hoy nos parecen trasnochados.
Hasta que en el año 1998 una diva en el ocaso de su carrera (Cher) decidió adentrarse en la música de baile, y para ello recurrió a los productores Mark Taylor y Brian Rawling. Éstos optaron por recurrir al autotune, la evolución/actualización del olvidado vocoder, para jugar con la melodía vocal de "Believe". El éxito fue tan arrollador que otros muchos productores y artistas (desde los Beastie Boys hasta Daft Punk) se lanzaron inmediatamente a copiar la idea, en una espiral que ha llegado hasta nuestros días. ¿Los motivos?
Por supuesto la mejor adaptabilidad de una voz alterada electrónicamente a una instrumentación electrónica, logrando el ideal largo tiempo deseado de que la voz humana sea un instrumento con las mismas posibilidades de post-procesamiento que cualquier otro (Madonna es un claro ejemplo desde hace casi 20 años). Pero también por otro hecho incuestionable pero mucho más preocupante: su capacidad para ocultar deficiencias de afinación en la interpretación de los cantantes.
De hecho, el fabricante de autotune (Antares Audio Technologies) presenta su producto como un procesador de audio para corregir el tono en ejecuciones vocales (también instrumentales). La armonización que ofrece está pensada para incrementar la calidad musical de las partes vocales sin que sea evidente que el canto ha sido procesado. Eso sí, llevada al extremo con fines creativos produce una alteración en los tonos (precisos y de cambio rápido, en especial si se aplican sólo a unas cuantas notas definidas de una melodía vocal) que da lugar a los onmipresentes efectos a los que antes aludía. Pero es crucial reseñar que, aunque nuestro oído humano no sea capaz de detectarlo, su uso como corrector de tono es poco menos que universal.
Gracias al autotune podemos escuchar como, por ejemplo, un cantante tan limitado vocalmente como Enrique Iglesias es capaz de adornar los tramos finales de sus canciones con unos llamémosles (para entendernos) gorgoritos que luego es incapaz de reproducir sin desafinar en cualquier interpretación en directo. Y lo mismo aplica para buena parte de los artistas que triunfan en nuestros días, desde Britney a Rihanna. Incluso su uso y abuso justifica la ploriferación en los últimos años de artistas cuyo punto fuerte es precisamente su interpretación vocal (piénsese en el caso de Adele).
Como ya he tenido oportunidad de justificar en este blog, he sido y seré un defensor del empleo de la electrónica en la música. Y lo mismo aplica para los procesadores de audio como autotune. Ahora bien, en los últimos tiempos resulta refrescante escuchar interpretaciones que no abusen de este efecto tan de moda, aunque no tengo claro que su influencia vaya a desaparecer a medio plazo. Y lo que es más importante: hoy más que nunca es necesario recurrir a la videografía en directo de los cantantes de música contemporánea para realmente tener una idea de sus cualidades vocales: es la única forma de que no nos den "gato por liebre".
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