domingo, 20 de mayo de 2012

Donna Summer: la diva olvidada

Esta era una entrada que me hubiera gustado no tener que escribir, pero desgraciadamente esta semana ha fallecido la injustamente olvidada Donna Summer. Una muerte que no ha tenido la misma repercusión que la de, pongamos por ejemplo, otra diva negra que falleció hace unos meses, Whitney Houston. Y es que, claro, para los medios de comunicación no es igual de morbosa una muerte alcoholizada, sola en un hotel y con una vida personal arruinada, que de cáncer y arropada por su familia. Pero si nos atenemos a su revelancia y al legado musical, es incuestionable que el de Summer gana por goleada al de Houston. O al menos eso es lo que pretendo justificar con esta entrada.

Los acontecimientos personales suelen marcar para siempre la carrera musical de un artista, y el caso de Donna Summer no fue una excepción. Dotada de un excepcional rango vocal mezzo-soprano explotado durante su adolescencia en un coro cristiano, LaDonna Adrian Gaines (que así se llamaba en realidad) parecía destinada a sobrevivir como una impersonal intérprete de musicales más, cuando tras una audición en la que fue rechazada en Nueva York marchó a Munich a probar suerte. Allí se casó con el austriaco Helmuth Sommer, de quien tomó el apellido artístico, y fue abriéndose camino en proyectos musicales hasta que entró en contacto con el productor Giorgio Moroder, artífice de su éxito creativo y comercial.

Su primer éxito fue el provocativo y discotequero "Love to love you baby", en el que Summer destilaba sexualidad con sus insinuantes fraseos y sus gemidos. Pero la que podía haber quedado en lo que los anglosajones llaman un One-Hit-Wonder, con un puñado de sencillos menores editados en los meses siguientes, se convirtió en una artista legendaria gracias a un tema memorable: "I feel love". Summer había seguido trabajando con Moroder, quien seguía de cerca las propuestas de sus coetáneos Kraftwerk (el cuarteto alemán que anticipó la influencia que la música electrónica tendría en las décadas posteriores). Y se decidió a llevar esos nuevos sonidos electrónicos a la música de baile, dando forma así a la que denominó música disco. Fue en el álbum conceptual "I remember yesterday" de 1977, que se cerraba con el citado "I feel love", un tema en el que el cóctel formado por los teclados secuenciados, la línea de bajo sintetizada, las (rudimentarias) cajas de ritmos y una letra insinuante se usaron por primera vez en la historia de la música. Desde entonces han sido miles y miles las canciones que han reutilizado y siguen reutilizando esa misma fórmula, hasta hacer de "I feel love" una de las más influyentes de la historia. Aún hoy en día, 35 años más tarde, sigue sorprendiendo lo fresca y actual que suena, y más aún si lo comparamos con los temas estrella de los artistas que marcaban la pauta en los 70, desde David Bowie hasta Cat Stevens.

Convertida en una artista de relevancia mundial, Summer se convirtió durante los años siguientes en la reina del disco gracias a un puñado de temas menos transgresores pero que abundaban en el recién creado género y se beneficiaban de las cualidades vocales de la norteamericana: "Last dance", "MacArthur Park", "Bad girls", incluso alguna balada a la que no pudo renunciar por la presión del mercado estadounidense... De ese periodo cabe destacar la ardiente "Hot stuff", con un sonido mucho más añejo que el de "I feel love" pero vibrante gracias a una guitarra rockera que hoy sería inconcebible en este estilo. Incluso había tiempo para completar alguno de los dúos más famosos de todos los tiempos, como el que la juntó en 1979 con Barbra Streisand: el archiconocido "No More Tears (Enough Is Enough)". Ya en la primera mitad de los años 80, y sin alejarse de las pistas de baile, dotó a sus éxitos de unas letras más trascendentes, como aquellos estupendos "On the radio" y "She works hard for the money". Pero conforme avanzaban los 80 la irrupción de artistas más jóvenes la fueron apartando de la primera línea, a pesar de que intentó adaptarse a las modas, como lo prueban los toques freestyle del logrado aunque escasamente exitoso "Dinner with Gershwin".

Summer intentó reponerse del bajón comercial recurriendo en 1989 a la hoy injustamente menospreciada factoría Stock, Aitken & Waterman, que por aquel entonces lideraba las listas de todo el mundo con un puñado de artistas como Kylie Minogue o Rick Astley. Aun sin desprenderse del sonido inconfundible de la factoría, la participación de Summer en las composiciones las llevó a su terreno, entregando temas que la devolvieron al primer plano de la actualidad como "This time I know it's for real" o "Love's about to change my heart". Pero la colaboración no perduró en el tiempo, y su álbum de 1991 "Mistaken identity" fue un fracaso comercial a pesar de los teclados house de su digna "Work that magic". A raíz de entonces, Summer plegó velas y limitó sus aparaciones a colaboraciones con otros artistas (nuevamente Moroder en 1992), o a temas para completar discos recopilatorios o en directo ("I will go with you", adaptación de la italiana "Con te partiro"). Poco importó que, tras casi 20 años, su disco de estudio de 2008 "Crayons" fuera irrelevante tanto artística como comercialmente. Summer fue un ejemplo de cómo ir envejeciendo con dignidad, dejando que su legado hablara por ella. Y ahora que su fallecimiento nos permite volver la vista y revisarlo, su magnitud y su trascendencia nos demuestra que se nos ha ido algo más que una gran voz: la indiscutible Reina del Disco. Descanse en paz.

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