Con la presente entrada despido el año 2023 en este humilde blog. Y lo hago con unos debutantes en el mismo, aunque no en el panorama musical. Se trata del trío californiano Cannons, formado por el guitarrista Ryan Clapham, el teclista y bajista Paul Davis, y la cantante Michelle Joy. Quienes hace unas semanas publicaron su cuarto álbum de estudio, "Heartbeat Highway". Aunque ya llevaba tiempo siguiéndoles la pista (de hecho, "Bad Dream" formó parte de mi lista de mejores canciones de 2022), sus álbumes siempre me habían parecido un poco justos de inspiración, aparte de tendentes en exceso a los pasajes reposados. Sin embargo, con esta nueva entrega el trío ha encontrado la inspiración suficiente para sostener las nada menos que doce canciones que lo conforman, y parecen haberse esforzado conscientemente para no abusar de momentos empalagosos, contrarrestándolos puntualmente con canciones de tempo algo más alto y algún que otro espacio para sonidos más audaces.
Eso no quiere decir que la banda haya dejado completamente atrás algunas de las singularidades que les han lastrado desde el comienzo: empezando por su estilo un tanto añejo, y bastante asimilable a ese synth-wave un tanto ramplón cultivado actualmente por otros muchos artistas, siguiendo por su tendencia a que las distintas canciones de sus discos tiendan a sonar más parecidas de lo desable, y terminando por las históricas limitaciones vocales de Joy, habitualmente suplidas por su impactante presencia en el escenario. Todo esto se sigue apreciando en "Hearbeat Highway", pero en menor medida que en sus entregas anteriores, lo que refleja su crecimiento como artistas. Y si a ello le unimos que, pese a haber transcurrido sólo año y medio desde que publicaron "Fever Dream" (su anterior entrega), han sido capaces de crear doce composiciones que oscilan entre lo correcto y lo notable, se entenderá el porqué de su presencia aquí: los californianos han perfeccionado su propuesta y han conseguido elevarla hasta las cotas que llevaban tiempo apuntando.
Algo que refleja perfectamente el tema que abre el disco, que con buen criterio es también el que le da título (además de reciente cuarto sencillo): "Heartbeat Highway" es un tema relativamente rápido y bailable, pero sin embargo pleno de la elegancia que caracteriza a los buenos momentos del trío. Y eso que todo exhuda sencillez: la guitarra acústica de las estrofas, la eléctrica de los estribillos, la batería... pero los dos teclados que adornan el estribillo, la calidez de su melodía, incluso el cambio de un simple acorde en su tramo final ayuda a que se trate de un gran momento. "Crush", segundo corte y tercer sencillo, es un tema más claramente synth-wave que el anterior, sustentado por su bajo doblado en los dos canales, que tras unas estrofas "cien por cien Cannons" desemboca en un tarareable estribillo, con las repeticiones vocales de la palabra en cuestión y las distintas voces que añade Joy. El resto es la sabia adición de dos teclados que pueden pasar desapercibidos, pero que permiten al tema seguir creciendo en su tramo final. "Metal Heart" nos acerca la a estas alturas esperable pausa del primer lento del disco. Y aunque empieza algo blanda con su steel guitar de arpegio delicado, en seguida descubrimos que a unas bonitas estrofas le sucede un estribillo bastante menos empalagoso de lo previsto. Y tras sólo una segunda estrofa y un segundo estribillo Clapham nos introduce ya en un adecuado y bien ejecutado solo de guitarra, que por alguna extraña razón acortan en su mejor momento, y que deja con ganas de más. El siguiente tema, "Sweeter", es un medio tiempo de instrumentación sencilla que retoma la senda elegante, con suficiente espacio para los intervalos de guitarras entre cada estribillo, de buena factura, y a la que seguramente le falte crecer conforme avance el minutaje, o algún giro en su estructura.
En lugar de otro tema lento que le podría restar pegada al disco, a continuación nos encontramos con "Loving You", que fue el primer sencillo en anticipar el disco. Y con sus trucos de discoteca de hace casi medio siglo (guitarra funky, palmadas sintetizadas, unos bongos en estrofas y estribillos, bajo slap) adaptándose perfectamente a una de las melodías más certeras de su carrera, el resultado es excelente. Con los originales detalles, ahora sí, de su silbido tarareable, y de una efectiva parada casi desnuda que hace las veces de parte nueva. Tras este gran momento los angelinos sitúan "Bad Tattoo", que aparte del sintetizador que reproduce una voz distorsionada vía DST, no tiene mucho que ofrecer respecto a las anteriores, y se convierte en mi opinión en el tema más prescindible del disco. Si bien al no salirse de sus pautas creativas habituales tampoco es necesario pulsar el "forward". Afortunadamente el trío retoma su mejor senda con "Desire", segundo sencillo extraído hace unos meses, y que por su guitarra en primer plano y sus estrofas oscuras a mí me recuerda mucho a los mejores momentos del injustamente olvidado Chris Rea. El estribillo añade un teclado juguetón que lo acerca a los Cannons más canónicos, y los detalles instrumentales que van introduciendo a partir de su más breve segunda estrofa, o la parte nueva más trabajada y reseñable de todo el álbum, logran que éste tal vez sea su pasaje más destacado. "Can You Feel My Heart" podría ser perfectamente una balada de la compositora Diane Warren cuando se encontraba en su apogeo a finales de los años ochenta. Cálida, agradable y con una caja de ritmos un poco más elaborada de lo habitual, la parada tras la repetición de la frase que da título no logra conferirle la personalidad que buscan, con lo que el conjunto resulta correcto pero un tanto anodino.
Llegados al último tercio del disco, parece que éste se podría desinflar definitivamente, pero justo entonces surge la contundente caja de ritmos de "Always Will", que en seguida da paso a unas estrofas en acordes mayores realmente inspiradas. El estribillo, de una sola frase al principio (aunque más adelante Joy añadirá con buen criterio una segunda frase), no es tan deslumbrante, pero mantiene el tipo al servirse de la misma progresión armónica. Una reiteración armónica que soluciona en seguida una parte nueva que cambia la tonalidad y lleva el tema a otra dimensión. La única pena es que, como en casi todas las canciones del álbum, el trío parece decidido a no regalar ni un segundo extra, porque el precioso tramo instrumental del final, con sus dos guitarras haciéndose contrapunto, nuevamente se acorta antes de lo deseable. Tras este momentazo, "Cry Baby" baja lógicamente el nivel, pero no demasiado: otra vez una batería fortísima da paso a un tema de tempo más alto de lo que se podría suponer, y tras unas estrofas agradables, nos topamos con un estribillo particularmente elaborado, tanto en su número de frases como en la variedad de su letra, así como en su desdoblamiento (que es el que da lugar al título). Aunque el tema se queda simplemente en dos estrofas y dos estribillos, de nuevo las urgencias por terminar. "You" sorprende por su bajo electrónico distorsionado, casi la única novedad en otro tema "marca de la casa", correcto, cálido y bien ejecutado, cuyo mejor tramo corresponde a los intervalos instrumentales presididos por la guitarra de Clapham. Y el cierre lo pone "Dancing In The Moonlight", que a pesar de su título no guarda relación con la conocida canción de Toploader, y que rehúye del convencionalismo consistente en situar el "baladón" al final de todo álbum pop para entregar en su lugar un sobrecogedor medio tiempo, con dos estrofas de melodía completamente diferente, letra desoladora sobre una madrugada solitaria, y un excelente estribillo en el que los espacios que deja la voz de Joy son rellenados por la guitarra de Clapham, y el único (y a la vez fantástico) tramo instrumental presidido por el teclado de Davies, justo antes del final. Una gran canción que termina por corroborar la favorable impresión que deja el álbum.
Siendo sinceros, tras sucesivas escuchas es imposible pasar por alto algunos de los peros que se le pueden seguir poniendo a los discos de Cannons: predominio de temas más cortos de los necesarios (sin siquiera proporcionar el minutaje necesario a composiciones que lo requieren), un sonido sencillo que crean a partir de relativamente pocas pistas, cajas de ritmos que casi siempre se limitan a lo mínimo para llenar el espacio destinado a la percusión (sin apenas interés por resultar originales), unas letras que siguen ciñéndose a la temática habitual amor-desamor del pop más tradicional, segundas estrofas más breves... Pero el afán por apartar ese convencionalismo de lo que podría ser una entrega estándar del grupo (a saber: un par de temas movidos, varios medios tiempos elegantes, muchos temas lentos, la voz susurrante de Joy), y el notable momento creativo por el que atraviesan, son suficientes para que este "Hearbeat Highway" establezca un antes y un después en su carrera. Sus giras por Estados Unidos, cada vez más extensas y de mayor audiencia, así parecen confirmarlo. En todo caso, es evidente que el trío sigue habitando su universo particular, por lo que en su más que probable quinta entrega lo previsible es que se muevan muy poco de su propuesta. Veremos si para entonces les aguanta la creatividad que evidencia este disfrutable álbum de pop intemporal.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
viernes, 29 de diciembre de 2023
viernes, 15 de diciembre de 2023
Metric - "Formentera II" (2023)
Poco más de un año después de publicar su aclamado álbum "Formentera", el cuarteto canadiense ha regresado de manera un tanto inesperada con "Formentera II". Que, pese a lo que su título pudiera indicar, no es una colección de descartes de su primer disco, sino otro álbum completo grabado con posterioridad al anterior. Aunque ambos compartan el hecho de que el grueso de sus canciones fueran compuestas durante la pandemia. Y que, además, la intención explícita de la banda es que ambos puedan escucharse uno tras otro como un todo cohesionado, de ahí lo elocuente de su título. En todo caso, se trata de un disco completo grabado para escucharse como un todo, con otras nueve canciones que abarcan unos nada desdeñables cuarenta minutos, con sus cuatro sencillos de referencia, y sin revisiones, remezclas, tomas en vivo o demos de canciones anteriores. Es decir, a todos los efectos, su noveno disco de estudio.
Y si "Formentera" llevó a Metric a unas cimas de reconocimiento nunca alcanzadas en sus veinte años de carrera anteriores gracias a su pop-rock de sonido contemporáneo y atrevido (sin diluir por ello una personalidad musical labrada a lo largo de tanto tiempo), "Formentera II" les consolida en ese sonido puntero y clásico a partes iguales, festivo y meláncolico según el momento, con textos siempre correctos, interpretaciones notables y una apreciable voluntad por dotar a cada composición de un sonido propio. Aunque quizá aquí falten los trallazos que hicieron del anterior seguramente el mejor disco de su carrera. En "Formentera II" seguiremos encontrando los sonidos, llas ganas de adentrarse en terrenos hasta ahora pocos transitados, los arreglos brillantes y las producciones impecables. Pero falta algún que otro momento estelar, un estribillo memorable, incluso una concatenación de dos o tres temas notables que hagan de este elaborado disco uno de nuestros favoritos de los últimos doce meses. Por lo que el álbum funciona como continuación de su hermano, pero no como el espacio para dar a conocer canciones que puedan pasar a formar parte de lo más granado de su repertorio.
Con buen criterio, el disco lo abre "Detour Up", un tema más bien rápido, luminoso, con un original contrapunto entre los teclados etéreos en trémolo y la incisiva guitarra eléctrica. Sin duda sus estrofas son de las mejores del disco: sostenidas por una progresión armónica impecable, los rasgueos de la guitarra eléctrica y un bajo lleno de ritmo, su melodía es elegante y pegadiza. El estribillo, en cambio, es más cuestionable: en notas altas, un poco alejado estilísticamente de las estrofas, desconcierta un tanto. Aunque los instrumentos que los canadienses siguen añadiendo en la segunda estrofa, el acertado cambio que supone introducir un puente antes del segundo estribillo, y la original idea de reemplazar la melodía cantada de este estribillo por unos elaborados riffs de guitarra, los muestra en plena forma a nivel instrumental. "Just The Once" fue el primer sencillo del disco, y también una valiente suerte de disco-rock, que igual mira a la instrumentación funky de finales de los setenta que al post-punk de mediados de los noventa. Lo que sucede es que el tema es más interesante como ejercicio estilístico que como momento disfrutable. Aunque el groove de su ritmo, la bien presente sección de cuerda directamente inspirada en el sonido philly, y su original parte nueva, primero instrumental y luego eficazmente cantada por Emily Haines, inclinan la balanza a su favor. El tercer corte, "Stone Window", es mi momento favorito del disco: desde luego el que más evidencia haber sido grabado en el mismo estudio habitualmente utilizado por los franceses Air o Daft Punk, también el más electrónico, con ese obsesivo bajo sintético, las percusiones electrónicas que poco a poco van complicándose, y una atmósfera a medias experimental y a media desasosegante cuando entran la batería y la guitarra, como si se tratara de los Garbage más oscuros. Es cierto que el estribillo es tan etéreo y parco en palabras que cuesta identificarlo, pero a cambio el solo de guitarra de James Shaw, y la extraña parte nueva en la que Haines y el sintetizador doblado en ambos canales repiten las mismas notas, incrementan esa sensación de estar frente a un momento singular.
"Days Of Oblivion" ha sido publicado hace tan sólo unas semanas como cuarto sencillo, lo que constituye un error desde mi punto de vista. Y no es que se trate de un mal tema, pero sus seis minutos se pueden hacer un poco cuesta arriba considerando que se trata de un medio tiempo más bien reposado e inusitadamente conservador desde el punto de vista instrumental. Lo que sucede es que el grueso de la canción no lo ocupan sus cuestionables estrofas, sino un puente y un estribillo más accesibles, también hay espacio para un largo intervalo instrumental en el que Shaw cambia la guitarra por un elaborado teclado que aporta algo de originalidad, y el tramo final introduce otra nueva parte cantada y un largo solo de guitarra. Todo lo cual termina por compensajar el largo minutaje. Lo malo es que "Who Would You Be For Me", quinto y corte y también segundo sencillo, incide en esa propuesta reposada, incluso más lenta que el corte anterior. Y aunque instrumentalmente resulte más interesante, y las estrofas sólo con las "slow strings" sintetizadas y la voz de Haines consigan captar nuestra atención, lo que probablemente el disco habría necesitado sería una dosis de energía y un dinamismo que este tema no aporta (aparte de trasladar la sensación de que el disco es más acomodaticio que su hermano, lo cual no es del todo cierto) Afortunadamente, el guitarrero comienzo de "Suckers" ya nos avisa de que el disco va a recuperar cierto nervio, y el original bajo y la solvente batería terminan de confirmarlo. Las estrofas son largas y elaboradas (tanto que el estribillo tarda en llegar), pero cuando lo hace vemos que rehúye de la inmediatez pop, y juega a impostarse como si se tratara de una segunda estrofa. Afortunadamente cuando aún quedan dos minutos, Metric baja el tempo, cambia el tercio, y nos propone una larga coda en acordes mayores de reminiscencias psicodélicas que consiguen que la canción termine por convencer.
El último tercio del disco lo abre "Nothing Is Perfect", otro medio tiempo mayoritariamente acústico, escogido además como segundo sencillo. Las estrofas, de melodía lenta, resultan agradables, y el estribillo a varias voces tal vez sea el más notable del disco, pero incluso a pesar del cambio que introduce esa parte nueva atmosférica y perfectamente imbricada, se echa de menos una batería que nunca aparece, y que habría otorgado al menos parte del inexistente ímpetu. El penúltimo corte, "Descendents", recupera afortunadamente a los Metric valientes en la instrumentación, sin importarles lo largo de un comienzo en el que nada menos que tres sintetizadores se reparten el protagonismo, hasta que entra la personal de Haines sobre un arpegio de guitarra eléctrica para un interpretar una larga estrofa que, sin embargo, no puede hacernos prever ese interludio de distorsión sintética a lo The Chemical Brothers, que precede al tramo instrumental mucho más convencional que hace las veces de estribillo. Y los sucesivos juegos entre las distintas partes logran que, ahora sí, los seis minutos se vayan en un suspiro. Y lógicamente, en un álbum más reposado que su antecesor, el tema que lo cierra es otro lento, "Go Ahead And Cry", aunque menos convencional de lo esperable, presidido por un bonito estribillo y por una llamativa manera de compaginar el sonido hammond del teclado que sostiene las estrofas con el sintetizador mucho más expansivo cuyo arpegio da consistencia al estribillo. Además, en este caso la batería sí llega y ayuda a dar empaque a un largo y disfrutable tramo instrumental final.
A pesar de carecer de momentos realmente brillantes, lo variado de la propuesta que encierran estos cuarenta minutos, y la naturalidad con la que su escucha encaja tras disfrutar con "Formentera", refrenda que los canadienses se hayan en ese punto de su carrera en que hacen lo que quieren, pero también quieren lo que hacen. Incluso aunque las composiciones no alcancen el nivel de inspiración de sus mejores momentos. Pero es que en el mundo hay actualmente muy pocas bandas capaces de entregar una propuesta tan equilibrada, tan actual, tan fresca, y al mismo tiempo tan personal. Y tras un cuarto de siglo de actividad exhudan todavía una creatividad y unas ganas de afrontar nuevos retos encomiables. Probablemente ahora tardarán bastante más de un año en alcanzar su décimo álbum de estudio, pero todo apunta a que cuando lo hagan, habrá que hacerse con él, porque rayará a un muy buen nivel.
Y si "Formentera" llevó a Metric a unas cimas de reconocimiento nunca alcanzadas en sus veinte años de carrera anteriores gracias a su pop-rock de sonido contemporáneo y atrevido (sin diluir por ello una personalidad musical labrada a lo largo de tanto tiempo), "Formentera II" les consolida en ese sonido puntero y clásico a partes iguales, festivo y meláncolico según el momento, con textos siempre correctos, interpretaciones notables y una apreciable voluntad por dotar a cada composición de un sonido propio. Aunque quizá aquí falten los trallazos que hicieron del anterior seguramente el mejor disco de su carrera. En "Formentera II" seguiremos encontrando los sonidos, llas ganas de adentrarse en terrenos hasta ahora pocos transitados, los arreglos brillantes y las producciones impecables. Pero falta algún que otro momento estelar, un estribillo memorable, incluso una concatenación de dos o tres temas notables que hagan de este elaborado disco uno de nuestros favoritos de los últimos doce meses. Por lo que el álbum funciona como continuación de su hermano, pero no como el espacio para dar a conocer canciones que puedan pasar a formar parte de lo más granado de su repertorio.
Con buen criterio, el disco lo abre "Detour Up", un tema más bien rápido, luminoso, con un original contrapunto entre los teclados etéreos en trémolo y la incisiva guitarra eléctrica. Sin duda sus estrofas son de las mejores del disco: sostenidas por una progresión armónica impecable, los rasgueos de la guitarra eléctrica y un bajo lleno de ritmo, su melodía es elegante y pegadiza. El estribillo, en cambio, es más cuestionable: en notas altas, un poco alejado estilísticamente de las estrofas, desconcierta un tanto. Aunque los instrumentos que los canadienses siguen añadiendo en la segunda estrofa, el acertado cambio que supone introducir un puente antes del segundo estribillo, y la original idea de reemplazar la melodía cantada de este estribillo por unos elaborados riffs de guitarra, los muestra en plena forma a nivel instrumental. "Just The Once" fue el primer sencillo del disco, y también una valiente suerte de disco-rock, que igual mira a la instrumentación funky de finales de los setenta que al post-punk de mediados de los noventa. Lo que sucede es que el tema es más interesante como ejercicio estilístico que como momento disfrutable. Aunque el groove de su ritmo, la bien presente sección de cuerda directamente inspirada en el sonido philly, y su original parte nueva, primero instrumental y luego eficazmente cantada por Emily Haines, inclinan la balanza a su favor. El tercer corte, "Stone Window", es mi momento favorito del disco: desde luego el que más evidencia haber sido grabado en el mismo estudio habitualmente utilizado por los franceses Air o Daft Punk, también el más electrónico, con ese obsesivo bajo sintético, las percusiones electrónicas que poco a poco van complicándose, y una atmósfera a medias experimental y a media desasosegante cuando entran la batería y la guitarra, como si se tratara de los Garbage más oscuros. Es cierto que el estribillo es tan etéreo y parco en palabras que cuesta identificarlo, pero a cambio el solo de guitarra de James Shaw, y la extraña parte nueva en la que Haines y el sintetizador doblado en ambos canales repiten las mismas notas, incrementan esa sensación de estar frente a un momento singular.
"Days Of Oblivion" ha sido publicado hace tan sólo unas semanas como cuarto sencillo, lo que constituye un error desde mi punto de vista. Y no es que se trate de un mal tema, pero sus seis minutos se pueden hacer un poco cuesta arriba considerando que se trata de un medio tiempo más bien reposado e inusitadamente conservador desde el punto de vista instrumental. Lo que sucede es que el grueso de la canción no lo ocupan sus cuestionables estrofas, sino un puente y un estribillo más accesibles, también hay espacio para un largo intervalo instrumental en el que Shaw cambia la guitarra por un elaborado teclado que aporta algo de originalidad, y el tramo final introduce otra nueva parte cantada y un largo solo de guitarra. Todo lo cual termina por compensajar el largo minutaje. Lo malo es que "Who Would You Be For Me", quinto y corte y también segundo sencillo, incide en esa propuesta reposada, incluso más lenta que el corte anterior. Y aunque instrumentalmente resulte más interesante, y las estrofas sólo con las "slow strings" sintetizadas y la voz de Haines consigan captar nuestra atención, lo que probablemente el disco habría necesitado sería una dosis de energía y un dinamismo que este tema no aporta (aparte de trasladar la sensación de que el disco es más acomodaticio que su hermano, lo cual no es del todo cierto) Afortunadamente, el guitarrero comienzo de "Suckers" ya nos avisa de que el disco va a recuperar cierto nervio, y el original bajo y la solvente batería terminan de confirmarlo. Las estrofas son largas y elaboradas (tanto que el estribillo tarda en llegar), pero cuando lo hace vemos que rehúye de la inmediatez pop, y juega a impostarse como si se tratara de una segunda estrofa. Afortunadamente cuando aún quedan dos minutos, Metric baja el tempo, cambia el tercio, y nos propone una larga coda en acordes mayores de reminiscencias psicodélicas que consiguen que la canción termine por convencer.
El último tercio del disco lo abre "Nothing Is Perfect", otro medio tiempo mayoritariamente acústico, escogido además como segundo sencillo. Las estrofas, de melodía lenta, resultan agradables, y el estribillo a varias voces tal vez sea el más notable del disco, pero incluso a pesar del cambio que introduce esa parte nueva atmosférica y perfectamente imbricada, se echa de menos una batería que nunca aparece, y que habría otorgado al menos parte del inexistente ímpetu. El penúltimo corte, "Descendents", recupera afortunadamente a los Metric valientes en la instrumentación, sin importarles lo largo de un comienzo en el que nada menos que tres sintetizadores se reparten el protagonismo, hasta que entra la personal de Haines sobre un arpegio de guitarra eléctrica para un interpretar una larga estrofa que, sin embargo, no puede hacernos prever ese interludio de distorsión sintética a lo The Chemical Brothers, que precede al tramo instrumental mucho más convencional que hace las veces de estribillo. Y los sucesivos juegos entre las distintas partes logran que, ahora sí, los seis minutos se vayan en un suspiro. Y lógicamente, en un álbum más reposado que su antecesor, el tema que lo cierra es otro lento, "Go Ahead And Cry", aunque menos convencional de lo esperable, presidido por un bonito estribillo y por una llamativa manera de compaginar el sonido hammond del teclado que sostiene las estrofas con el sintetizador mucho más expansivo cuyo arpegio da consistencia al estribillo. Además, en este caso la batería sí llega y ayuda a dar empaque a un largo y disfrutable tramo instrumental final.
A pesar de carecer de momentos realmente brillantes, lo variado de la propuesta que encierran estos cuarenta minutos, y la naturalidad con la que su escucha encaja tras disfrutar con "Formentera", refrenda que los canadienses se hayan en ese punto de su carrera en que hacen lo que quieren, pero también quieren lo que hacen. Incluso aunque las composiciones no alcancen el nivel de inspiración de sus mejores momentos. Pero es que en el mundo hay actualmente muy pocas bandas capaces de entregar una propuesta tan equilibrada, tan actual, tan fresca, y al mismo tiempo tan personal. Y tras un cuarto de siglo de actividad exhudan todavía una creatividad y unas ganas de afrontar nuevos retos encomiables. Probablemente ahora tardarán bastante más de un año en alcanzar su décimo álbum de estudio, pero todo apunta a que cuando lo hagan, habrá que hacerse con él, porque rayará a un muy buen nivel.
martes, 21 de noviembre de 2023
Lucia & The Best Boys - "Burning Castles" (2023)
A lo largo de este año que poco a poco se va acercando a su fin otra de las nuevas propuestas que me ha conquistado (junto a la de Somebody's Child, que reseñé en mi anterior entrada) ha sido el debut en formato álbum de los escoceses Lucia & The Best Boys. Desde 2020 el cuarteto de Glasgow había ido publicando sencillos cada vez más interesantes, pero fue a comienzos de año, con la publicación de dos temazos como son "When You Dress Up" y "Burning Castles", cuando tuve la impresión de que habían alcanzado la madurez y personalidad necesarias para que su primer disco rayara a gran nivel. No me equivocaba: recientemente publicado, las once canciones que encierran sus escasos treinta y ocho minutos son un buen catálogo de indie-pop-rock respetuoso con el pasado pero de sonoridad contemporánea, muy bien interpretado, y con algunos temas de cabecera que tiran del conjunto.
En honor a la verdad debo resaltar que su sonido no es particularmente original, ni su propuesta, transgresora. Salvando las distancias, a mí me recuerdan al debut hace ya treinta y cinco años de otra banda de Glasgow, los Texas de Sharleen Spiteri: ambas conjugan eclecticismo, solvencia, una cantante con presencia, guitarras bien acompañadas por otros instrumentos, y un puñado de estribillos disfrutables. Lo que me cuesta más es encasillar a Lucia Fairfull y sus tres acompañantes como indie-rock, que es como han sido presentados en la mayoría de medios. Es cierto que algunas de sus canciones admiten esa etiqueta, pero otras muchas no rehúyen del pop más elaborado, de la electrónica como complemento esencial, e incluso de pop de consumo masivo. Eso sí, primando en todo momento progresiones armónicas y melodías bien trabajadas, letras intemporales y unas duraciones contenidas, que buscan siempre el impacto directo de cada canción.
Porque para los que se esperen encontrar con un álbum de indie-rock el etéreo colchón de teclados y distorsiones en crescendo con el que "Butterflies" abre el álbum puede resultar desconcertante. A cambio, hay que reconocer el riesgo que asumen los escoceses al iniciar su primer disco con una canción sin una percusión que marque el ritmo, y que lo fía todo a una melodía elaborada (y con el vértigo de que nunca deje de cambiar), y a los efectos electrónicos, las voces robotizadas, y las extrañas guitarras en primer plano que repiten durante varios segundos las mismas notas. Pese a lo cual salen airosos, y predisponen favorablemente la escucha del resto de canciones. Claro que con el siguiente corte, "When You Dress Up", juegan a caballo ganador: elegida como primer sencillo a comienzos de año, incluso si dejamos al margen su letra erótica y provocativa, su tempo bajo, los sintetizadores que arropan a Lucia, y la amplitud vocal que muestra la escosesa desde sus sensuales estrofas hasta su enérgico estribillo ya resultan convincentes. Pero la explosión de la guitarra eléctrica y la percusión adicional a partir del minuto dos, y la coda final con el cambio de tonalidad terminan de rematar el conjunto. Para que la cosa no decaiga sitúan el segundo sencillo extraído justo a continuación: "So Sweet I Could Die", con su contundente y arrastrado ritmo binario, se beneficia de un bajo sintetizado que le aporta energía al tema desde el comienzo, y sus elaboradas estrofas la convierten en francamente disfrutable; el estribillo es sencillo, pero la variación en los acordes le otorga originalidad, y como el tema es tan corto, no hay espacio para la reiteración. "Angel Cry Too" adopta una atmósfera más intimista, aunque insiste en ese pop pulido y plagado de efectos. El más que trabajado puente desemboca un estribillo complejo que a mí me recuerda vagamente, incluso en la letra, al "Send Me An Angel", con el que triunfaron en los ochenta los australianos Real Life. La steel guitar encaja perfectamente, y lo de subir un tono en la repetición final es también un detalle muy ochentero, y que funciona bien aunque ahora esté en desuso.
De los temas creados específicamente para completar el álbum, el más notable me parece "Care", su quinto corte, que recientemente ha sido escogido como cuarto sencillo. Posiblemente sea también el que más recuerda de todo el disco a Texas, con esa progresión armónica cálida y esa melodía de notas rápidas tanto en sus originales estrofas como en su melódico estribillo, en el que además de la voz de Lucia destaca el sintetizador que va punteándolo. La producción del solvente Ash Workman es excelente, separando claramente cada parte, y confiriéndole personalidad por ejemplo a base de retirar la batería de las estrofas. Y detalles como la melodía completamente distinta del segundo estribillo reflejan lo elaborado de la composición. Los entrecortados coros del final también suman puntos para el resultado final. "Love Yourself" vuelve ser más un tema de pop con sintetizadores que un trallazo de indie-rock, aunque lo acelerado de su comienzo no hace prever que nos encontremos ante uno de los "lentos" del disco, con sus estrofas sostenidas por el inevitable piano que permiten a Lucia persumir de cualidades interpretativas. El estribillo como tal se hace de rogar, pero cuando llega no decepciona, ni por su letra ni por cómo su melodía recorre escalas arriba y abajo. Y el primer solo de guitarra del álbum, sencillo y relativamente corto, le confiere mayor personalidad. Aunque, por supuesto, no alcanza el nivel de "Burning Castles", la canción que da título al disco, además de su tercer sencillo extraído. Otro comienzo electrónico y atmosférico a partes iguales da paso instantáneamente a su barroco estribillo, que tal vez recuerde a Florence & The Machine. El original ritmo de sus estrofas y lo reposado de su propuesta nos atrapa irremisiblemente, el puente nos arrastra a otra dimensión, y el estribillo surge tras él con total naturalidad. A destacar también el original teclado que lo arropa a partir de la segunda repetición, y el cambio de tonalidad que preside su poderosa parte nueva. Por ponerle un pero, la manera como entra la batería en la repetición final del estribillo es un tanto simple. En todo caso, un temazo.
El tercio final del disco da comienzo con "Hurt Somebody You Love", otro tema lento de complejas estrofas, y a la vez difíciles de cantar. A pesar de su aparente convencionalidad en la instrumentación, la canción no repara en detalles como esas etéreas voces que van acompañando la interpretación de Lucia, o la original batería y los teclados a contracorriente en su tramo final. Detalles que logran mantener el interés, aunque tal vez se trate de su momento menos inspirado. "Haunt You Back" acelera el tempo, propone desde el comienzo otra intensidad, y a su meritoria estrofa le sucede un estribillo delicado y subyugante a partes iguales. Además, a partir de la segunda estrofa la canción es un auténtico carrusel de detalles interpretativos, desde una percusión sobredimensionada hasta los teclados que poco a poco se van sucediendo por ambos canales. Tanto, que el final nos puede llegar a parecer repentino y prematuro. "Waiting On You Now" es una nueva balada que, ahora sí, comienza perfectamente convencional con voz y piano (más algún que otro efecto de estudio), aunque el estribillo como tal ya alcanza otro empaque gracias a la poderosa voz de Lucia y a los teclados que la enriquecen, en otro ejercicio de creatividad que luego se va deshaciendo hasta devolvernos al solitario y doloroso piano final. Si biene se echa de menos algún tipo de percusión. Y este disco sin casi defectos lo cierra "Favourite Thing To Lose", un uptempo que, con su bajo acelerado en contraposición al piano que va marcando los acordes nos proporciona un subidón muy apropiado para consolidar la impresión final. A partir de la segunda estrofa descubriremos que estamos ante el tema de tempo más alto, y el juguetón y casi oculto teclado que remata las estrofas posiblemente nos recuerde a Pet Shop Boys. Si bien a ustedes la poderosa parte nueva que detiene momentáneamente la canción les recordará tal vez a Clare Maguire. El caso es que, aunque tal vez no termine de explotar como apuntaba, cuando llega a su final, el temaprobablemente nos haya dejado con ganas de más.
Una sensación que seguramente sea extrapolable al resto del disco. Convendrán conmigo en que en estos tiempos es muy infrecuente destacar diez canciones de un mismo disco, pero es que el nivel medio es muy respetable. Puestos a buscarle defectos, tal vez la voz de Lucia tal vez acapare más espacio del necesario, y quizá alguna guitarra más o algún tramo instrumental adicional no habrían estado de más. Incluso una simple batería contundente de principio a fin habría otorgado algo más de variedad al conjunto. De todas formas, a lo largo de estas once canciones los escoceses apenas se repiten: la variedad de tempos y estados de ánimo es más que suficiente, la producción excelente para tratarse de un primer disco, y las cualidades como cantante de Lucia Fairfull, fuera de toda duda. Seguramente no se trate de una propuesta "a la moda" en su sonido (nada de ritmos urbanos, ni trap, ni reguetón), ni en sus letras (escasos barbarismos, nada de machismo, ni de culto al dinero). Y ello probablemente haya jugado en su contra, pues la triste realidad es que su repercusión está siendo muy escasa. Así qe ojalá esta reseña contribuya a darlos un poquito más a conocer, porque se lo merecen.
En honor a la verdad debo resaltar que su sonido no es particularmente original, ni su propuesta, transgresora. Salvando las distancias, a mí me recuerdan al debut hace ya treinta y cinco años de otra banda de Glasgow, los Texas de Sharleen Spiteri: ambas conjugan eclecticismo, solvencia, una cantante con presencia, guitarras bien acompañadas por otros instrumentos, y un puñado de estribillos disfrutables. Lo que me cuesta más es encasillar a Lucia Fairfull y sus tres acompañantes como indie-rock, que es como han sido presentados en la mayoría de medios. Es cierto que algunas de sus canciones admiten esa etiqueta, pero otras muchas no rehúyen del pop más elaborado, de la electrónica como complemento esencial, e incluso de pop de consumo masivo. Eso sí, primando en todo momento progresiones armónicas y melodías bien trabajadas, letras intemporales y unas duraciones contenidas, que buscan siempre el impacto directo de cada canción.
Porque para los que se esperen encontrar con un álbum de indie-rock el etéreo colchón de teclados y distorsiones en crescendo con el que "Butterflies" abre el álbum puede resultar desconcertante. A cambio, hay que reconocer el riesgo que asumen los escoceses al iniciar su primer disco con una canción sin una percusión que marque el ritmo, y que lo fía todo a una melodía elaborada (y con el vértigo de que nunca deje de cambiar), y a los efectos electrónicos, las voces robotizadas, y las extrañas guitarras en primer plano que repiten durante varios segundos las mismas notas. Pese a lo cual salen airosos, y predisponen favorablemente la escucha del resto de canciones. Claro que con el siguiente corte, "When You Dress Up", juegan a caballo ganador: elegida como primer sencillo a comienzos de año, incluso si dejamos al margen su letra erótica y provocativa, su tempo bajo, los sintetizadores que arropan a Lucia, y la amplitud vocal que muestra la escosesa desde sus sensuales estrofas hasta su enérgico estribillo ya resultan convincentes. Pero la explosión de la guitarra eléctrica y la percusión adicional a partir del minuto dos, y la coda final con el cambio de tonalidad terminan de rematar el conjunto. Para que la cosa no decaiga sitúan el segundo sencillo extraído justo a continuación: "So Sweet I Could Die", con su contundente y arrastrado ritmo binario, se beneficia de un bajo sintetizado que le aporta energía al tema desde el comienzo, y sus elaboradas estrofas la convierten en francamente disfrutable; el estribillo es sencillo, pero la variación en los acordes le otorga originalidad, y como el tema es tan corto, no hay espacio para la reiteración. "Angel Cry Too" adopta una atmósfera más intimista, aunque insiste en ese pop pulido y plagado de efectos. El más que trabajado puente desemboca un estribillo complejo que a mí me recuerda vagamente, incluso en la letra, al "Send Me An Angel", con el que triunfaron en los ochenta los australianos Real Life. La steel guitar encaja perfectamente, y lo de subir un tono en la repetición final es también un detalle muy ochentero, y que funciona bien aunque ahora esté en desuso.
De los temas creados específicamente para completar el álbum, el más notable me parece "Care", su quinto corte, que recientemente ha sido escogido como cuarto sencillo. Posiblemente sea también el que más recuerda de todo el disco a Texas, con esa progresión armónica cálida y esa melodía de notas rápidas tanto en sus originales estrofas como en su melódico estribillo, en el que además de la voz de Lucia destaca el sintetizador que va punteándolo. La producción del solvente Ash Workman es excelente, separando claramente cada parte, y confiriéndole personalidad por ejemplo a base de retirar la batería de las estrofas. Y detalles como la melodía completamente distinta del segundo estribillo reflejan lo elaborado de la composición. Los entrecortados coros del final también suman puntos para el resultado final. "Love Yourself" vuelve ser más un tema de pop con sintetizadores que un trallazo de indie-rock, aunque lo acelerado de su comienzo no hace prever que nos encontremos ante uno de los "lentos" del disco, con sus estrofas sostenidas por el inevitable piano que permiten a Lucia persumir de cualidades interpretativas. El estribillo como tal se hace de rogar, pero cuando llega no decepciona, ni por su letra ni por cómo su melodía recorre escalas arriba y abajo. Y el primer solo de guitarra del álbum, sencillo y relativamente corto, le confiere mayor personalidad. Aunque, por supuesto, no alcanza el nivel de "Burning Castles", la canción que da título al disco, además de su tercer sencillo extraído. Otro comienzo electrónico y atmosférico a partes iguales da paso instantáneamente a su barroco estribillo, que tal vez recuerde a Florence & The Machine. El original ritmo de sus estrofas y lo reposado de su propuesta nos atrapa irremisiblemente, el puente nos arrastra a otra dimensión, y el estribillo surge tras él con total naturalidad. A destacar también el original teclado que lo arropa a partir de la segunda repetición, y el cambio de tonalidad que preside su poderosa parte nueva. Por ponerle un pero, la manera como entra la batería en la repetición final del estribillo es un tanto simple. En todo caso, un temazo.
El tercio final del disco da comienzo con "Hurt Somebody You Love", otro tema lento de complejas estrofas, y a la vez difíciles de cantar. A pesar de su aparente convencionalidad en la instrumentación, la canción no repara en detalles como esas etéreas voces que van acompañando la interpretación de Lucia, o la original batería y los teclados a contracorriente en su tramo final. Detalles que logran mantener el interés, aunque tal vez se trate de su momento menos inspirado. "Haunt You Back" acelera el tempo, propone desde el comienzo otra intensidad, y a su meritoria estrofa le sucede un estribillo delicado y subyugante a partes iguales. Además, a partir de la segunda estrofa la canción es un auténtico carrusel de detalles interpretativos, desde una percusión sobredimensionada hasta los teclados que poco a poco se van sucediendo por ambos canales. Tanto, que el final nos puede llegar a parecer repentino y prematuro. "Waiting On You Now" es una nueva balada que, ahora sí, comienza perfectamente convencional con voz y piano (más algún que otro efecto de estudio), aunque el estribillo como tal ya alcanza otro empaque gracias a la poderosa voz de Lucia y a los teclados que la enriquecen, en otro ejercicio de creatividad que luego se va deshaciendo hasta devolvernos al solitario y doloroso piano final. Si biene se echa de menos algún tipo de percusión. Y este disco sin casi defectos lo cierra "Favourite Thing To Lose", un uptempo que, con su bajo acelerado en contraposición al piano que va marcando los acordes nos proporciona un subidón muy apropiado para consolidar la impresión final. A partir de la segunda estrofa descubriremos que estamos ante el tema de tempo más alto, y el juguetón y casi oculto teclado que remata las estrofas posiblemente nos recuerde a Pet Shop Boys. Si bien a ustedes la poderosa parte nueva que detiene momentáneamente la canción les recordará tal vez a Clare Maguire. El caso es que, aunque tal vez no termine de explotar como apuntaba, cuando llega a su final, el temaprobablemente nos haya dejado con ganas de más.
Una sensación que seguramente sea extrapolable al resto del disco. Convendrán conmigo en que en estos tiempos es muy infrecuente destacar diez canciones de un mismo disco, pero es que el nivel medio es muy respetable. Puestos a buscarle defectos, tal vez la voz de Lucia tal vez acapare más espacio del necesario, y quizá alguna guitarra más o algún tramo instrumental adicional no habrían estado de más. Incluso una simple batería contundente de principio a fin habría otorgado algo más de variedad al conjunto. De todas formas, a lo largo de estas once canciones los escoceses apenas se repiten: la variedad de tempos y estados de ánimo es más que suficiente, la producción excelente para tratarse de un primer disco, y las cualidades como cantante de Lucia Fairfull, fuera de toda duda. Seguramente no se trate de una propuesta "a la moda" en su sonido (nada de ritmos urbanos, ni trap, ni reguetón), ni en sus letras (escasos barbarismos, nada de machismo, ni de culto al dinero). Y ello probablemente haya jugado en su contra, pues la triste realidad es que su repercusión está siendo muy escasa. Así qe ojalá esta reseña contribuya a darlos un poquito más a conocer, porque se lo merecen.
domingo, 22 de octubre de 2023
Somebody's Child - "Somebody's child" (2023)
Hoy les traigo por aquí el debut en formato álbum de un nuevo proyecto musical. Se trata de los dublineses Somebody's Child, quienes el pasado enero publicaron su disco del mismo título. Aunque casi debería hablar del proyecto en solitario de su vocalista y fundador, Cian Godfrey, dado que así es como arrancó hace unos años. Aunque ahora se halla arropado por una banda estable compuesta por baterista, bajista, guitarrista y teclista, que le confieren homogeneidad a su sonido. Durante las primeras escuchas a comienzos de año me llamó la atención su solidez compositiva e interpretativa, pero me pareció que le faltaba algo de originalidad. Sin embargo, sucesivas escuchas me permitieron apreciar mejor el estupendo trabajo que realizan todos los músicos, así como las impecables interpretaciones de Godfrey. Así que, con cierto retraso, aquí les ofrezco la reseña de una de las novedades que más me han llamado la atención de este 2023 que poco a poco se va acercando a su final.
La propuesta de los irlandeses tiende más hacia el rock que hacia el pop, con un sonido reconocible y característico a través de los once temas que lo conforman. Pero ello no está reñido con unas melodías muy elaboradas, ni con unas progresiones armónicas que van mucho más allá de unos cuantos acordes en quintas. Salvo alguna excepción, sus temas oscilan entre los medios tiempos y los de tempo alto, ambiciosos, conocedores del oficio del rock pero capaces de no sonar exclusivamente a recreación de otras propuestas. Con el mérito que tiene algo así en un panorama tan trillado como el que transitan.
"You Know What" da una buena idea de lo que nos podemos encontrar en el álbum: música rock de instrumentación contundente, y muy bien interpretado por Godfrey. El arpegio de guitarra sostiene tanto las partes instrumentales como el estribillo, que por esa razón hay que reconocer que queda un tanto simple, y la original parte nueva instrumental genera un remanso de placidez antes del enérgico tramo final. Ligeramente superior me parece "I Need Ya", el segundo corte y también cuarto sencillo: los irlandeses suben el tempo, vuelven a anclar el tema con un meritorio arpegio de guitarra, que luego irán enriqueciendo con otros arpegios a partir de la segunda estrofa. El sencillo estribillo guarda la sorpresa de sus repeticiones corales al final, con una energía y una rotundidad que seguramente recuerde a los primeros discos de The Artic Monkeys, aunque con un mayor componente melódico. "Hold Me Like You Wanna" es la revisitación de uno de los primeros temas que publicó Godfrey cuando Somebody's Child era más su proyecto personal que una banda consolidada. Nuevamente lo que llama la atención es la capacidad de ofrecer una elaborada melodía, muy bien interpretada, que encaja perfectamente en un medio tiempo de instrumentación rockera, aunque sin rehuir los sintetizadores. Las guitarras siguen rayando a un nivel muy alto, y ahora el estribillo sí es algo más que una mera frase repetida una y otra vez. "Sell Out" fue escogido hace justo un año como segundo sencillo, si bien en realidad otros temas del álbum ya habían sido publicado antes en ese formato, como explicaré en seguida. Otra vez la rapidez y la contundencia de quienes quieren comerse el mundo es perceptible en este tema de meritorias estrofas (con un llamativo cambio en sus notas de la primera a la segunda estrofa) y trallazos de guitarra en los abundantes intervalos instrumentales.
El quinto corte, "Broken Record", fue escogido en su momento como primer sencillo. Unas estrofas intimistas, relativamente poco instrumentadas, y un estribillo en el que sueltan toda la rabia acumulada, hasta dar paso a una parte nueva coral y mesiánica a partes iguales, que si en algún momento lograran alcanzar el éxito masivo, sería apta para corear en grandes recintos. "Give It Up To Love" es una de las canciones más lentas del disco, aunque tal vez hablar de balada sea demasiado: el precioso arpegio de guitarra en acordes menores de su comienzo da paso a la fantástica melodía que interpreta Godfrey, capaz de bajar y subir por las escalas con una soltura envidiable. El estribillo vuelve a ser un tanto simple, pero no desentona de la melancólica del conjunto (sobre todo cuando lo complementan con segundas voces y un juguetón teclado). La reglamentaria parte nueva para el tema y nos propone un bucle del que emerge la breve pero disfrutable parte instrumental. "How Long" tal vez sea el momento menos inspirado del álbum: un medio tiempo de ambientación muy estadounidense, y quizá esa relativa impostura es la que le hace bajar un escalón respecto a sus predecesoras. "What I Said" nos propone otra estupenda melodía en las estrofas, apoyadas esta vez en un teclado sinfónico además de en el habitual arpegio de guitarra. La pena es que el estribillo, con su ritmo frenado artificiosamente, baje un poco el listón. Tampoco su coda final, más trabajada que inspirada, y un poco larga, ayudan demasiado. Quizá en otro lugar del álbum, como punto de inflexión frente tanta energía y tanto tempo alto, habría brillado un poco más.
Con buen criterio, la banda busca y consigue que el último tercio del disco sea también el más brillante, mejorando si cabe la impresión global. El noveno corte, "Stay", es un saludable ejercicio de pop-rock con un punto luminoso y optimista, que en las estrofas resiste con el tradicional esquema de voz, bajo y batería, con puntuales apariciones de la guitarra, y que tras un breve parón, nos ofrece un estribillo coral, predisponiéndonos así para los dos mejores pasajes del álbum: "Jungle" fue uno de los primeros sencillos de Godfrey en solitario, allá por 2019, y la reinterpretación que realiza para su inclusión en el álbum logra incluso hacerlo más brillante que entonces. El arpegio de guitarra con el que arranca suena a clásico desde los primeros compases, las estrofas tienen esa melodía parsimoniosa que la hace apoteósica, y el estribillo reutiliza el arpegio con inteligencia. El resto es apreciar lo bien que se adapta la batería a las distintas partes, los disfrutables interludios instrumentales con la steel guitar en primer plano, y el fantástico tramo final con todos los miembros de la banda disfrutando con la ejecución de sus instrumentos. Y el cierre lo pone "We Could Start A War", escogido como tercer sencillo aunque en realidad vuelve a tratarse de una reinterpretación de otro de los primeros sencillos de Godfrey. Su largo y reposado comienzo, casi un minuto solamente con voz y guitarra, no anticipa toda la rapidez y contudencia que explota a continuación como parte de una fantástica canción en la que esta vez la guitarra cede parte del lucimiento al sensacional teclado que puntea los estribillos. Las estrofas llaman la atención por su complejidad y su riqueza creativa, y el tramo final resalta una vez más la solvencia de la banda para llevar a la apoteosis las repeticiones finales del estribillo.
Aunque es cierto que la mayoría de los mejores momentos del disco son en realidad revisiones de temas ya publicados hace unos años, en tanto que los creados expresamente para este disco tienden a estar un escalón por debajo, el álbum resulta disfrutable de principio a fin. Porque no es sencillo encontrar casi ningún álbum de guitarras en este 2023 con una proporción tan elevada de grandes momentos. Siendo como son irlandeses, su energía y manera de interpretar pueden recordar en determinados momentos a los primeros tiempos de U2 (aunque con un sonido más pulido y actualizado), pero lo cierto es que la banda posee una personalidad propia, respetuosa con la tradición del buen rock irlandés, que no se rinde a las modas pero, al mismo tiempo, tampoco suena demasiado clásicos La pena es que su repercusión haya sido tan minoritaria que ni siquiera hayan conseguido una página propia de referencia en la Wikipedia. En fin, ya saben cómo está el panorama musical actualmente, con tantas mediocridades encumbradas y tantos artistas con talento y ganas de triunfar y sin apenas oportunidades para ello. Así que espero que esta reseña permita aumentar aunque sea mínimamente su difusión.
La propuesta de los irlandeses tiende más hacia el rock que hacia el pop, con un sonido reconocible y característico a través de los once temas que lo conforman. Pero ello no está reñido con unas melodías muy elaboradas, ni con unas progresiones armónicas que van mucho más allá de unos cuantos acordes en quintas. Salvo alguna excepción, sus temas oscilan entre los medios tiempos y los de tempo alto, ambiciosos, conocedores del oficio del rock pero capaces de no sonar exclusivamente a recreación de otras propuestas. Con el mérito que tiene algo así en un panorama tan trillado como el que transitan.
"You Know What" da una buena idea de lo que nos podemos encontrar en el álbum: música rock de instrumentación contundente, y muy bien interpretado por Godfrey. El arpegio de guitarra sostiene tanto las partes instrumentales como el estribillo, que por esa razón hay que reconocer que queda un tanto simple, y la original parte nueva instrumental genera un remanso de placidez antes del enérgico tramo final. Ligeramente superior me parece "I Need Ya", el segundo corte y también cuarto sencillo: los irlandeses suben el tempo, vuelven a anclar el tema con un meritorio arpegio de guitarra, que luego irán enriqueciendo con otros arpegios a partir de la segunda estrofa. El sencillo estribillo guarda la sorpresa de sus repeticiones corales al final, con una energía y una rotundidad que seguramente recuerde a los primeros discos de The Artic Monkeys, aunque con un mayor componente melódico. "Hold Me Like You Wanna" es la revisitación de uno de los primeros temas que publicó Godfrey cuando Somebody's Child era más su proyecto personal que una banda consolidada. Nuevamente lo que llama la atención es la capacidad de ofrecer una elaborada melodía, muy bien interpretada, que encaja perfectamente en un medio tiempo de instrumentación rockera, aunque sin rehuir los sintetizadores. Las guitarras siguen rayando a un nivel muy alto, y ahora el estribillo sí es algo más que una mera frase repetida una y otra vez. "Sell Out" fue escogido hace justo un año como segundo sencillo, si bien en realidad otros temas del álbum ya habían sido publicado antes en ese formato, como explicaré en seguida. Otra vez la rapidez y la contundencia de quienes quieren comerse el mundo es perceptible en este tema de meritorias estrofas (con un llamativo cambio en sus notas de la primera a la segunda estrofa) y trallazos de guitarra en los abundantes intervalos instrumentales.
El quinto corte, "Broken Record", fue escogido en su momento como primer sencillo. Unas estrofas intimistas, relativamente poco instrumentadas, y un estribillo en el que sueltan toda la rabia acumulada, hasta dar paso a una parte nueva coral y mesiánica a partes iguales, que si en algún momento lograran alcanzar el éxito masivo, sería apta para corear en grandes recintos. "Give It Up To Love" es una de las canciones más lentas del disco, aunque tal vez hablar de balada sea demasiado: el precioso arpegio de guitarra en acordes menores de su comienzo da paso a la fantástica melodía que interpreta Godfrey, capaz de bajar y subir por las escalas con una soltura envidiable. El estribillo vuelve a ser un tanto simple, pero no desentona de la melancólica del conjunto (sobre todo cuando lo complementan con segundas voces y un juguetón teclado). La reglamentaria parte nueva para el tema y nos propone un bucle del que emerge la breve pero disfrutable parte instrumental. "How Long" tal vez sea el momento menos inspirado del álbum: un medio tiempo de ambientación muy estadounidense, y quizá esa relativa impostura es la que le hace bajar un escalón respecto a sus predecesoras. "What I Said" nos propone otra estupenda melodía en las estrofas, apoyadas esta vez en un teclado sinfónico además de en el habitual arpegio de guitarra. La pena es que el estribillo, con su ritmo frenado artificiosamente, baje un poco el listón. Tampoco su coda final, más trabajada que inspirada, y un poco larga, ayudan demasiado. Quizá en otro lugar del álbum, como punto de inflexión frente tanta energía y tanto tempo alto, habría brillado un poco más.
Con buen criterio, la banda busca y consigue que el último tercio del disco sea también el más brillante, mejorando si cabe la impresión global. El noveno corte, "Stay", es un saludable ejercicio de pop-rock con un punto luminoso y optimista, que en las estrofas resiste con el tradicional esquema de voz, bajo y batería, con puntuales apariciones de la guitarra, y que tras un breve parón, nos ofrece un estribillo coral, predisponiéndonos así para los dos mejores pasajes del álbum: "Jungle" fue uno de los primeros sencillos de Godfrey en solitario, allá por 2019, y la reinterpretación que realiza para su inclusión en el álbum logra incluso hacerlo más brillante que entonces. El arpegio de guitarra con el que arranca suena a clásico desde los primeros compases, las estrofas tienen esa melodía parsimoniosa que la hace apoteósica, y el estribillo reutiliza el arpegio con inteligencia. El resto es apreciar lo bien que se adapta la batería a las distintas partes, los disfrutables interludios instrumentales con la steel guitar en primer plano, y el fantástico tramo final con todos los miembros de la banda disfrutando con la ejecución de sus instrumentos. Y el cierre lo pone "We Could Start A War", escogido como tercer sencillo aunque en realidad vuelve a tratarse de una reinterpretación de otro de los primeros sencillos de Godfrey. Su largo y reposado comienzo, casi un minuto solamente con voz y guitarra, no anticipa toda la rapidez y contudencia que explota a continuación como parte de una fantástica canción en la que esta vez la guitarra cede parte del lucimiento al sensacional teclado que puntea los estribillos. Las estrofas llaman la atención por su complejidad y su riqueza creativa, y el tramo final resalta una vez más la solvencia de la banda para llevar a la apoteosis las repeticiones finales del estribillo.
Aunque es cierto que la mayoría de los mejores momentos del disco son en realidad revisiones de temas ya publicados hace unos años, en tanto que los creados expresamente para este disco tienden a estar un escalón por debajo, el álbum resulta disfrutable de principio a fin. Porque no es sencillo encontrar casi ningún álbum de guitarras en este 2023 con una proporción tan elevada de grandes momentos. Siendo como son irlandeses, su energía y manera de interpretar pueden recordar en determinados momentos a los primeros tiempos de U2 (aunque con un sonido más pulido y actualizado), pero lo cierto es que la banda posee una personalidad propia, respetuosa con la tradición del buen rock irlandés, que no se rinde a las modas pero, al mismo tiempo, tampoco suena demasiado clásicos La pena es que su repercusión haya sido tan minoritaria que ni siquiera hayan conseguido una página propia de referencia en la Wikipedia. En fin, ya saben cómo está el panorama musical actualmente, con tantas mediocridades encumbradas y tantos artistas con talento y ganas de triunfar y sin apenas oportunidades para ello. Así que espero que esta reseña permita aumentar aunque sea mínimamente su difusión.
sábado, 30 de septiembre de 2023
Noel Gallagher's High Flying Birds - "Council Skies" (2023)
La del principal compositor y cerebro de Oasis Noel Gallagher ha sido una trayectoria descendente desde que inició su camino en solitario. Su primer álbum ("Noel Gallagher's High Flying Birds", 2011) lo mostraba dentro de un clasicismo sin espacio para la sorpresa pero con un puñado de estupendas canciones. El estilo clásico se volvió un tanto retro en sus siguientes dos entregas ("Chasing Yesterday", 2015 y "Who Built The Moon", 2017), con el agravante de que la calidad de las composiciones fue decayendo de manera alarmante. Quizá por ello Gallagher optó entonces por una serie de tres EPs que también recibieron su atención en este humilde blog ("Black Star Dancing", "This is The Place", "Blue Moon Rising"), y que parecían un intento por sonar algo menos anquilosado (tampoco nada especial, simplemente había avanzado su foco desde los sesenta y setenta a los ochenta). Por eso estaba por ver si su nueva entrega seguiría intentando actualizar su sonido, o si volvería al clasicismo un pelín casposo de casi siempre. Por desgracia, Noel ha optado por lo segundo. Ante el beneplácito, eso sí, de la crítica más casposa. Aunque debo advertir que no se trata de un mal álbum.
Un punto a favor del disco es la cantidad de temas que encierra: diez en la versión corta, pero tres más en la edición Deluxe, además de una serie de remezclas a cargo de nombres muy interesantes, por no hablar de versiones instrumentales y otros rescatados de diversos directos. Una abundancia creativa que ya anticipa lo que en realidad nos encontraremos: un Gallagher en mejor forma creativa que en sus últimos años. Obviamente, no como cuando, en los noventa, era capaz de componer varios himnos al año, pero sí un creador capaz de sostener un disco que no desmerece del prestigio que en su momento consiguió alcanzar. Pero claro, estamos hablando de un artista ya más cerca de los sesenta que de los cincuenta, así que no es fácil pedirle una progresión estilística a alguien que, además, siempre renegó de las "tendencias musicales de su tiempo". Por todo lo anterior, si nos abstraemos de su pasado, y de nuestras esperanzas de contemporaneidad, convendremos en que "Council Skies" es un álbum digno dentro de su discografía.
"I'm Not Giving Up Tonight", el tema que abre el disco, es un buen reflejo de lo que nos vamos a encontrar. Un medio tiempo de corte clásico que desarrolla una buena composición, sin reparar en gastos (desde un coro hasta una bien nutrida orquesta), con las voces de Gallagher dobladas y subiendo a tonos altos, y espacio para elaboradas partes nuevas (instrumental en este caso). De resultado agradable aunque claramente inferior a los grandes momentos del mancuniano. Sin ser una maravilla, probablemente el honor de "mejor tema del álbum" le corresponde al siguiente corte, "Pretty Boy", también escogido como segundo sencillo: quizá de manera un tanto sorpresiva, una sencilla caja de ritmos y un sintetizador abren una canción que se va volviendo más rockera conforme avanza el minutaje, y que cambia la progresión armónica principal justo cuando ésta ya empezaba a cansar. Posee energía, está correctamente ejecutada y recuerda lo que Gallagher era capaz de hacer, pero tampoco se convertirá en uno de sus clásicos. Aunque sea infinitamente mejor que "Dead To The World", tercer sencillo, que no pasa de ser una balada mediocre la cual, a pesar de su elaborada orquesta, su inesperado acordeón y un estribillo en falsete medianamente digno, nos retrotrae peligrosamente a "Who Built The Moon".
"Open The Door, See What You Find", reciente quinto sencillo, es un mediotiempo eminentemente sinfónico que por momentos podría recordar a alguno de los grandes momentos psicodélicos de Oasis (de "Whatever" a "Let There Be Love"), construido sobre una luminosa y bien desarrollada progresión armónica, aunque el estribillo resulte claramente inferior a las estrofas y, sobre todo, a esos notables intervalos instrumentales presididos por la sección de cuerda. "Trying To Find A World That's Been And Gone" es un mini-tema (menos de tres minutos, de los cuales el final es casi un mero relleno) cuya progresión armónica es cien por cien Oasis (incluso habrá quien le encuentre parecido con "Live Forever") y que, gracias a su poderosa orquesta y a sus irreprochables estrofas, queda a la espera de un estribillo que nunca llegará y que lo podría haber convertir en el mejor momento del álbum. Le sigue "Easy Now", que fue extrañamente escogido como segundo sencillo, pues tan sólo el envoltorio está a la altura; las estrofas son de las más flojas de todo el disco, y el estribillo se queda en simplemente correcto.
"Council Skies", además de dar título al álbum, fue también elegida como cuarto sencillo hace unos meses. Pero aparte de esa percusión inusualmente elaborada que arropa a las guitarras, se trata de otro tema con oficio, instrumentistas solventes y detalles que recuerdan a los arreglos que hacían décadas atrás Swing Out Sister, pero sin magia. "There She Blows!" empieza siendo casi una recreación de los grupos mayormente vocales de finales de los sesenta y primeros setenta, aunque en este caso las dos voces las haga el propio Gallagher. Pero la canción posee algo más de fuerza que sus predecesoras, la guitarra principal de las estrofas es un acierto, y el solo del intervalo instrumental, aunque no sea excesivamente complejo, mantiene el tipo. "Love Is A Rich Man" es el tema más rápido del disco, y quizá el más original instrumentalmente, presidido por una llamativa sección de viento. Pero nuevamente se trata de una composición que no pasa de agradable, pese al notable cambio (parecen casi dos temas diferentes) entre estrofas y unos estribillos que se hacen un poco pesados. Y el tracklist de la edición estándar lo cierra "Think Of A Number", tal vez el segundo mejor momento del álbum pese a no haber sido escogido como sencillo: una tenebrosa progresión armónica, una original batería que altera la posición en el compás de una de cada dos cajas, una melodía un tanto reiterativa pero adecuada para el tono de voz de Gallagher, unos estribillos claramente más luminosos aunque bien engarzados con el resto de la composición, otra elaborada parte nueva, y casi el único espacio para escuchar un piano en primer plano. Aunque me resulta demasiado largo.
De los tres temas de la edición deluxe, para mí el más flojo es "Mind Games", una versión sin chispa de uno de los peores sencillos de la carrera en solitario de John Lennon. "Don't Stop..." es un descarte (por razones obvias) de los últimos años de Oasis, convenientemente instrumentado y desarrollado para pulirlo e incluirlo en "Council Skies". Y el más interesante me parece "We're Gonna Get There In The End", claramente superior a varios de los temas ya reseñados (más dinámico y edificante), con uno de los mejores arreglos del disco, si bien con un estribillo demasiado "gritón" para lo que la canción parece requerir. Y en cuanto a las remezclas, pues en realidad sucede lo mismo que con el propio álbum: muchos nombres relevantes (David Holmes, Pet Shop Boys, Robert Smith de The Cure), mucho oficio (todos escogen la canción que probablemente mejor se adapta a su estilo y la llevan con solvencia a su terreno, añadiendo incluso voces y guitarras), pero pocas sorpresas, confirmando que casi para cualquier artista es difícil mantenerse en su mejor momento cuando van pasando los años.
Quizá lo mejor que puede decirse de "Council Skies" es que, aunque no haya ningún tema espectacular, tampoco nos vamos a encontrar ninguno realmente flojo. Sucesivas escuchas nos lo confirmarán como un álbum agradable, pero que no deja un poso profundo. A destacar que Gallagher haya tirado la casa por la ventana con tantas orquestas, tantos coros y tantos colaboradores de postín (por ahí anda también Johnny Marr), que ayudan a sostener el nivel de las composiciones menos inspiradas. A resaltar también que la elección de los sencillos ha sido un tanto desafortunada; reflejo, por otra parte, de que no había temazos claros que pudieran disparar el interés mediático. De hecho, se trata del primer álbum del británico que no ha alcanzado el número uno en su país. Lo que refleja que la mejora creativa experimentada no ha sido suficiente para contrarrestar el cada vez menor interés que despierta su figura. Supongo que todo seguirá así en su carrera: cuando esté frisando los sesenta sacará un nuevo disco, nos parecerá correcto, pero sobre todo nos recordará de manera un tanto dolorosa lo grande que fue un día. La edad no perdona.
Un punto a favor del disco es la cantidad de temas que encierra: diez en la versión corta, pero tres más en la edición Deluxe, además de una serie de remezclas a cargo de nombres muy interesantes, por no hablar de versiones instrumentales y otros rescatados de diversos directos. Una abundancia creativa que ya anticipa lo que en realidad nos encontraremos: un Gallagher en mejor forma creativa que en sus últimos años. Obviamente, no como cuando, en los noventa, era capaz de componer varios himnos al año, pero sí un creador capaz de sostener un disco que no desmerece del prestigio que en su momento consiguió alcanzar. Pero claro, estamos hablando de un artista ya más cerca de los sesenta que de los cincuenta, así que no es fácil pedirle una progresión estilística a alguien que, además, siempre renegó de las "tendencias musicales de su tiempo". Por todo lo anterior, si nos abstraemos de su pasado, y de nuestras esperanzas de contemporaneidad, convendremos en que "Council Skies" es un álbum digno dentro de su discografía.
"I'm Not Giving Up Tonight", el tema que abre el disco, es un buen reflejo de lo que nos vamos a encontrar. Un medio tiempo de corte clásico que desarrolla una buena composición, sin reparar en gastos (desde un coro hasta una bien nutrida orquesta), con las voces de Gallagher dobladas y subiendo a tonos altos, y espacio para elaboradas partes nuevas (instrumental en este caso). De resultado agradable aunque claramente inferior a los grandes momentos del mancuniano. Sin ser una maravilla, probablemente el honor de "mejor tema del álbum" le corresponde al siguiente corte, "Pretty Boy", también escogido como segundo sencillo: quizá de manera un tanto sorpresiva, una sencilla caja de ritmos y un sintetizador abren una canción que se va volviendo más rockera conforme avanza el minutaje, y que cambia la progresión armónica principal justo cuando ésta ya empezaba a cansar. Posee energía, está correctamente ejecutada y recuerda lo que Gallagher era capaz de hacer, pero tampoco se convertirá en uno de sus clásicos. Aunque sea infinitamente mejor que "Dead To The World", tercer sencillo, que no pasa de ser una balada mediocre la cual, a pesar de su elaborada orquesta, su inesperado acordeón y un estribillo en falsete medianamente digno, nos retrotrae peligrosamente a "Who Built The Moon".
"Open The Door, See What You Find", reciente quinto sencillo, es un mediotiempo eminentemente sinfónico que por momentos podría recordar a alguno de los grandes momentos psicodélicos de Oasis (de "Whatever" a "Let There Be Love"), construido sobre una luminosa y bien desarrollada progresión armónica, aunque el estribillo resulte claramente inferior a las estrofas y, sobre todo, a esos notables intervalos instrumentales presididos por la sección de cuerda. "Trying To Find A World That's Been And Gone" es un mini-tema (menos de tres minutos, de los cuales el final es casi un mero relleno) cuya progresión armónica es cien por cien Oasis (incluso habrá quien le encuentre parecido con "Live Forever") y que, gracias a su poderosa orquesta y a sus irreprochables estrofas, queda a la espera de un estribillo que nunca llegará y que lo podría haber convertir en el mejor momento del álbum. Le sigue "Easy Now", que fue extrañamente escogido como segundo sencillo, pues tan sólo el envoltorio está a la altura; las estrofas son de las más flojas de todo el disco, y el estribillo se queda en simplemente correcto.
"Council Skies", además de dar título al álbum, fue también elegida como cuarto sencillo hace unos meses. Pero aparte de esa percusión inusualmente elaborada que arropa a las guitarras, se trata de otro tema con oficio, instrumentistas solventes y detalles que recuerdan a los arreglos que hacían décadas atrás Swing Out Sister, pero sin magia. "There She Blows!" empieza siendo casi una recreación de los grupos mayormente vocales de finales de los sesenta y primeros setenta, aunque en este caso las dos voces las haga el propio Gallagher. Pero la canción posee algo más de fuerza que sus predecesoras, la guitarra principal de las estrofas es un acierto, y el solo del intervalo instrumental, aunque no sea excesivamente complejo, mantiene el tipo. "Love Is A Rich Man" es el tema más rápido del disco, y quizá el más original instrumentalmente, presidido por una llamativa sección de viento. Pero nuevamente se trata de una composición que no pasa de agradable, pese al notable cambio (parecen casi dos temas diferentes) entre estrofas y unos estribillos que se hacen un poco pesados. Y el tracklist de la edición estándar lo cierra "Think Of A Number", tal vez el segundo mejor momento del álbum pese a no haber sido escogido como sencillo: una tenebrosa progresión armónica, una original batería que altera la posición en el compás de una de cada dos cajas, una melodía un tanto reiterativa pero adecuada para el tono de voz de Gallagher, unos estribillos claramente más luminosos aunque bien engarzados con el resto de la composición, otra elaborada parte nueva, y casi el único espacio para escuchar un piano en primer plano. Aunque me resulta demasiado largo.
De los tres temas de la edición deluxe, para mí el más flojo es "Mind Games", una versión sin chispa de uno de los peores sencillos de la carrera en solitario de John Lennon. "Don't Stop..." es un descarte (por razones obvias) de los últimos años de Oasis, convenientemente instrumentado y desarrollado para pulirlo e incluirlo en "Council Skies". Y el más interesante me parece "We're Gonna Get There In The End", claramente superior a varios de los temas ya reseñados (más dinámico y edificante), con uno de los mejores arreglos del disco, si bien con un estribillo demasiado "gritón" para lo que la canción parece requerir. Y en cuanto a las remezclas, pues en realidad sucede lo mismo que con el propio álbum: muchos nombres relevantes (David Holmes, Pet Shop Boys, Robert Smith de The Cure), mucho oficio (todos escogen la canción que probablemente mejor se adapta a su estilo y la llevan con solvencia a su terreno, añadiendo incluso voces y guitarras), pero pocas sorpresas, confirmando que casi para cualquier artista es difícil mantenerse en su mejor momento cuando van pasando los años.
Quizá lo mejor que puede decirse de "Council Skies" es que, aunque no haya ningún tema espectacular, tampoco nos vamos a encontrar ninguno realmente flojo. Sucesivas escuchas nos lo confirmarán como un álbum agradable, pero que no deja un poso profundo. A destacar que Gallagher haya tirado la casa por la ventana con tantas orquestas, tantos coros y tantos colaboradores de postín (por ahí anda también Johnny Marr), que ayudan a sostener el nivel de las composiciones menos inspiradas. A resaltar también que la elección de los sencillos ha sido un tanto desafortunada; reflejo, por otra parte, de que no había temazos claros que pudieran disparar el interés mediático. De hecho, se trata del primer álbum del británico que no ha alcanzado el número uno en su país. Lo que refleja que la mejora creativa experimentada no ha sido suficiente para contrarrestar el cada vez menor interés que despierta su figura. Supongo que todo seguirá así en su carrera: cuando esté frisando los sesenta sacará un nuevo disco, nos parecerá correcto, pero sobre todo nos recordará de manera un tanto dolorosa lo grande que fue un día. La edad no perdona.
domingo, 17 de septiembre de 2023
Portugal. The Man - "Chris Black Changed My Life" (2023)
El pasado mes de Junio, tras una larguísima espera de nada menos que seis años, fue finalmente publicado el noveno álbum de los estadounidenses Portugal. The Man. "Chris Black Changed My Life", titulado así en memoria de un viejo amigo de la banda fallecido en 2019, ponía así punto final al periodo menos creativo de los de Alaska. Y es que desde que tocaron el cielo con "Evil Friends" en 2013, sólo habían publicado un disco de canciones nuevas, ese "Woodstock" de 2017 que creativamente supuso un pequeño paso atrás respecto a su predecesor, aunque paradójicamente les proporcionó el sencillo más vendido de su carrera, el archiconocido "Feel it still". Definitivamente diez años desde 2013 para sólo dos álbumes es una producción realmente escasa en una banda permanentemente activa. Por lo que sólo cabía esperar que la espera hubiera merecido la pena.
Sin embargo, cuando se dio a conocer el tracklist y la duración del álbum, me puse en guardia. Después de tantos años sólo nos iban a ofrecer once canciones y, lo que es peor aún, apenas treinta y cuatro minutos de música, en lo que se me antojó un retorno realmente pobre, casi de compromiso para poder salir de gira. Además, el sencillo de debut, "Dummy", me dejó un poco a medias, por anodino para lo que puede dar de sí la banda, además de por corto. Afortunadamente, sencillos posteriores mejoraron las perspectivas, y cuando por fin me hice con el álbum, pude confirmar que todavía encierran suficiente personalidad y magia para sobresalir en el panorama indie de su país, hasta el extremo de tratarse de una obra notable para este insulso 2023. Aunque la valoración final del álbum depende en buena medida de las expectativas, y yo les creo capaces de bastante más.
El mismo comienzo evidencia esta sensación de "qué buenos son, pero qué poco lo saben aprovechar": "Heavy Games II" es un comienzo ilusionante con su progresión armónica melódica y psicodélica a partes iguales, su piano en primer plano y la colaboración del también productor Jeff Bhasker en una bonita melodía... que sin embargo se interrumpe apenas pasado un minuto (aunque volverá más tarde). "Grim Generation" se convierte así en el primer tema realmente completo del disco, y uno de los pocos que no cuenta con una colaboración. Por supuesto, suena a Portugal. The Man cien por cien, con su bajo bien marcado, sus guitarras juguetonas, sus ritmos sincopados, la voz de John Gourley en falsete y su puente sinfónico antes de su estribillo psicodélico, pero le falta un punto de empaque para convertirse en otro temazo más de su discografía. "Thunderdome [W.T.A.]", con la colaboración del rapero Black Thought y la cantante mexicana Natalia Lafourcade, fue en su momento escogido como tercer sencillo: casi un tema lento, de ritmo arrastrado, estrofas y estribillos disfrutables sobre una misma progresión armónica, un interesante órgano en los intervalos instrumentales, y una parte rapeada un tanto anodina, es una canción que deja de nuevo una impresión agradable, pero también de que podría estar mejor. Algo a lo que ni siquiera llega "Dummy", extrañamente escogida como primer sencillo. De melodía en las estrofas y arreglo muy similar al del "Crazy" de Gnarls Barkley, suena a unos Portugal. The Man con mucho oficio, pero sin inspiración alguna, y un tanto reiterativos.
Por fortuna, a continuación nos topamos con "Summer of Luv", cuarto sencillo y, en mi opinión, uno de los dos excelentes momentos del disco. Con la colaboración de la banda neozelandesa de rock psicodélico Unknown Mortal Orchestra, su singular comienzo da en seguida paso a un medio tiempo elegante y sugerente a partes iguales, nuevamente con una única progresión armónica para estrofas y estribillo, pero el falsete de este último y, sobre todo, el sensacional saxofón que lo remata, lo hacen francamente disfrutable. El cambio de tonalidad de una prematura primera parte nueva le aporta frescura, y la segunda parte nueva, con su piano, personalidad, así como el breve y un tanto escondido solo de guitarra del final ponen en evidencia que la canción pedía a gritos una mayor duración. Al mismo nivel se sitúa "Ghost Town", un fantástico ejercicio de rock psicodélico, con el arpegio inicial del órgano sabiamente reemplazado por la guitarra acústica en las subyugantes estrofas, un excelente puente, y un estribillo a voces masculinas y femeninas que te atrapa y no te suelta, aderezado con los redobles de la caja de la batería, los detalles de percusión, y la coda final todo en unos pocos compases, demostrando de qué son capaces los de Alaska. Aunque lo mejor es el espectacular minuto final, con ese segundo estribillo en falsete. "Time's a Fantasy", otra vez con el productor Jeff Bhasker convertido en artista invitado, desconcierta un poco por ese auto-tune tan acusado enfrentado sin apenas añadidos con un piano de corte clásico, hasta que, tras el coro de voces, entendemos que el truco es que han recuperado nuevo "Heavy Games II" para desarrollarla de manera más lenta, si bien de manera más melosa y menos convincente que en el breve primer corte.
"Doubt", octavo corte, ha sido escogido la semana pasada como sexto y último sencillo, y ahora sí se trata de una balada de corte clásico, menos arriesgada instrumentalmente que la anterior, y también menos melosa, sobre todo en sus preciosas estrofas, realzada además por una concurrida sección de cuerda. Con el aliciente de que la melodía del tramo final, que se entrecruza con la de las primeras repeticiones del estribillo, le aporta la necesaria original a su tramo final. "Plastic Island", quinto sencillo, juega a llevar a los americanos hasta el Reino Unido y convertirlo en uno de esos grupos de pop británico tan groovy. Otra vez un tanto lastrado por reutilizar tal cual la misma progresión armónica en estrofas y estribillo consigue, sin embargo, que ambos suenen completamente definidos, y el efectivo bajo, el solo de guitarra que hace las veces de enganche con la tercera estrofa, y los "oooh oooh" del final, logran un espléndido clímax en su tercio final. Por desgracia, "Champ", el penúltimo corte y segundo sencillo, con la colaboración de Edgar Winter y With War, se asemeja un tanto a su predecesora, pero con una progresión armónica y una melodía menos inspiradas, por lo que el tema se deja escuchar pero no termina de llenar, y el acierto de la sección de viento de su tramo final queda contrarrestrado por un delirio chirriante que recuerda a los peores The Beastie Boys y que, francamente, no viene a cuento, como tampoco la marcianada de sus segundos finales. Y el cierre lo pone "Anxiety:Clarity": una nueva balada, esta vez con la colaboración del veterano Paul Williams, de casi seis minutos y estructurada en tres partes: una primera de corte clásico, un breve interludio coral, y una tercera que vuelve a recuperar los "Heavy Games II" del comienzo. Ninguna de las tres desagradable, pero ninguna tampoco especialmente acertada.
Como decía, la desbordante personalidad, las ganas de arriesgar con nuevos arreglos e inesperados instrumentos, y la densidad de eventos en pasajes concretos de algunos temas, demuestran que la banda sigue con ganas de dar batalla. Y cuando las composiciones acompañan, siguen reivindicándose como una banda fundamental en el panorama musical actual. Pero probablemente no eran necesarias tantas colaboraciones en tan poco espacio, o tres recreaciones diferentes de "Heavy Games", por no hablar del predominio de temas más bien lentos. Y lo que sí se echa mucho en falta es que concedieran más minutaje a momentazos que se quedan muy cortos, como "Summer of Luv", "Plastic Island" o incluso "Ghost Town". Además de una mejor claridad a la hora de diferenciar los temas más anodinos, a menudo publicados en formato sencillo, de los más brillantes, que por desgracia pueden permanecer ocultos, o ver la luz cuando el disco ya ha comenzado a perder actualidad. Seguramente todo ello ha contribuido a que la repercusión comercial del disco haya sido bastante menor que la de sus predecesores. Y es una pena, porque como lo reflejan las seis canciones que he destacado, aún son capaces de proporcionar temazos incontestables. Pero o aceleran su ritmo creativo, o van a perder definitivamente la atención de crítica y público.
Sin embargo, cuando se dio a conocer el tracklist y la duración del álbum, me puse en guardia. Después de tantos años sólo nos iban a ofrecer once canciones y, lo que es peor aún, apenas treinta y cuatro minutos de música, en lo que se me antojó un retorno realmente pobre, casi de compromiso para poder salir de gira. Además, el sencillo de debut, "Dummy", me dejó un poco a medias, por anodino para lo que puede dar de sí la banda, además de por corto. Afortunadamente, sencillos posteriores mejoraron las perspectivas, y cuando por fin me hice con el álbum, pude confirmar que todavía encierran suficiente personalidad y magia para sobresalir en el panorama indie de su país, hasta el extremo de tratarse de una obra notable para este insulso 2023. Aunque la valoración final del álbum depende en buena medida de las expectativas, y yo les creo capaces de bastante más.
El mismo comienzo evidencia esta sensación de "qué buenos son, pero qué poco lo saben aprovechar": "Heavy Games II" es un comienzo ilusionante con su progresión armónica melódica y psicodélica a partes iguales, su piano en primer plano y la colaboración del también productor Jeff Bhasker en una bonita melodía... que sin embargo se interrumpe apenas pasado un minuto (aunque volverá más tarde). "Grim Generation" se convierte así en el primer tema realmente completo del disco, y uno de los pocos que no cuenta con una colaboración. Por supuesto, suena a Portugal. The Man cien por cien, con su bajo bien marcado, sus guitarras juguetonas, sus ritmos sincopados, la voz de John Gourley en falsete y su puente sinfónico antes de su estribillo psicodélico, pero le falta un punto de empaque para convertirse en otro temazo más de su discografía. "Thunderdome [W.T.A.]", con la colaboración del rapero Black Thought y la cantante mexicana Natalia Lafourcade, fue en su momento escogido como tercer sencillo: casi un tema lento, de ritmo arrastrado, estrofas y estribillos disfrutables sobre una misma progresión armónica, un interesante órgano en los intervalos instrumentales, y una parte rapeada un tanto anodina, es una canción que deja de nuevo una impresión agradable, pero también de que podría estar mejor. Algo a lo que ni siquiera llega "Dummy", extrañamente escogida como primer sencillo. De melodía en las estrofas y arreglo muy similar al del "Crazy" de Gnarls Barkley, suena a unos Portugal. The Man con mucho oficio, pero sin inspiración alguna, y un tanto reiterativos.
Por fortuna, a continuación nos topamos con "Summer of Luv", cuarto sencillo y, en mi opinión, uno de los dos excelentes momentos del disco. Con la colaboración de la banda neozelandesa de rock psicodélico Unknown Mortal Orchestra, su singular comienzo da en seguida paso a un medio tiempo elegante y sugerente a partes iguales, nuevamente con una única progresión armónica para estrofas y estribillo, pero el falsete de este último y, sobre todo, el sensacional saxofón que lo remata, lo hacen francamente disfrutable. El cambio de tonalidad de una prematura primera parte nueva le aporta frescura, y la segunda parte nueva, con su piano, personalidad, así como el breve y un tanto escondido solo de guitarra del final ponen en evidencia que la canción pedía a gritos una mayor duración. Al mismo nivel se sitúa "Ghost Town", un fantástico ejercicio de rock psicodélico, con el arpegio inicial del órgano sabiamente reemplazado por la guitarra acústica en las subyugantes estrofas, un excelente puente, y un estribillo a voces masculinas y femeninas que te atrapa y no te suelta, aderezado con los redobles de la caja de la batería, los detalles de percusión, y la coda final todo en unos pocos compases, demostrando de qué son capaces los de Alaska. Aunque lo mejor es el espectacular minuto final, con ese segundo estribillo en falsete. "Time's a Fantasy", otra vez con el productor Jeff Bhasker convertido en artista invitado, desconcierta un poco por ese auto-tune tan acusado enfrentado sin apenas añadidos con un piano de corte clásico, hasta que, tras el coro de voces, entendemos que el truco es que han recuperado nuevo "Heavy Games II" para desarrollarla de manera más lenta, si bien de manera más melosa y menos convincente que en el breve primer corte.
"Doubt", octavo corte, ha sido escogido la semana pasada como sexto y último sencillo, y ahora sí se trata de una balada de corte clásico, menos arriesgada instrumentalmente que la anterior, y también menos melosa, sobre todo en sus preciosas estrofas, realzada además por una concurrida sección de cuerda. Con el aliciente de que la melodía del tramo final, que se entrecruza con la de las primeras repeticiones del estribillo, le aporta la necesaria original a su tramo final. "Plastic Island", quinto sencillo, juega a llevar a los americanos hasta el Reino Unido y convertirlo en uno de esos grupos de pop británico tan groovy. Otra vez un tanto lastrado por reutilizar tal cual la misma progresión armónica en estrofas y estribillo consigue, sin embargo, que ambos suenen completamente definidos, y el efectivo bajo, el solo de guitarra que hace las veces de enganche con la tercera estrofa, y los "oooh oooh" del final, logran un espléndido clímax en su tercio final. Por desgracia, "Champ", el penúltimo corte y segundo sencillo, con la colaboración de Edgar Winter y With War, se asemeja un tanto a su predecesora, pero con una progresión armónica y una melodía menos inspiradas, por lo que el tema se deja escuchar pero no termina de llenar, y el acierto de la sección de viento de su tramo final queda contrarrestrado por un delirio chirriante que recuerda a los peores The Beastie Boys y que, francamente, no viene a cuento, como tampoco la marcianada de sus segundos finales. Y el cierre lo pone "Anxiety:Clarity": una nueva balada, esta vez con la colaboración del veterano Paul Williams, de casi seis minutos y estructurada en tres partes: una primera de corte clásico, un breve interludio coral, y una tercera que vuelve a recuperar los "Heavy Games II" del comienzo. Ninguna de las tres desagradable, pero ninguna tampoco especialmente acertada.
Como decía, la desbordante personalidad, las ganas de arriesgar con nuevos arreglos e inesperados instrumentos, y la densidad de eventos en pasajes concretos de algunos temas, demuestran que la banda sigue con ganas de dar batalla. Y cuando las composiciones acompañan, siguen reivindicándose como una banda fundamental en el panorama musical actual. Pero probablemente no eran necesarias tantas colaboraciones en tan poco espacio, o tres recreaciones diferentes de "Heavy Games", por no hablar del predominio de temas más bien lentos. Y lo que sí se echa mucho en falta es que concedieran más minutaje a momentazos que se quedan muy cortos, como "Summer of Luv", "Plastic Island" o incluso "Ghost Town". Además de una mejor claridad a la hora de diferenciar los temas más anodinos, a menudo publicados en formato sencillo, de los más brillantes, que por desgracia pueden permanecer ocultos, o ver la luz cuando el disco ya ha comenzado a perder actualidad. Seguramente todo ello ha contribuido a que la repercusión comercial del disco haya sido bastante menor que la de sus predecesores. Y es una pena, porque como lo reflejan las seis canciones que he destacado, aún son capaces de proporcionar temazos incontestables. Pero o aceleran su ritmo creativo, o van a perder definitivamente la atención de crítica y público.
sábado, 26 de agosto de 2023
Daughter - "Stereo Mind Game" (2023)
Tras nada menos que siete años de silencio, el pasado mes de Abril fue publicado "Stereo Mind Game", el tercer álbum del trío británico Daughter. Un disco que nunca estuve seguro de poder llegar a escuchar algún día, pues la banda parecía desintegrada tras el comienzo en 2018 de la carrera musical en solitario de su vocalista Elena Tonra (bajo el nombre artístico de Ex:Re), y los muchos años de silencio transcurridos desde entonces. Pero aquí está ya el que para mí es, sin duda, su mejor álbum hasta la fecha y, precisamente por eso, el primero que va a merecer una reseña individual en este humilde blog. Un disco que los muestra cada vez más alejados del indie-folk que supuestamente practicaban en sus inicios, aunque su personalidad se mantiene intacta en este tercer disco. Con el añadido de que su creatividad compositiva ha dado un salto notable, y también la originalidad y la valentía a la hora de arreglar y producir esas composiciones que ya apuntaban en sus dos primeros álbumes.
El resultado son doce canciones de un nivel medio muy alto. En su mayor parte de gran sensibilidad, con sentimientos como el fracaso, la auto-destrucción, la melancolía y la esperanza en el futuro como grandes bazas, y con la voz más bien grave y susurrante de Tonra estupendamente acompañada por las cada vez más originales guitarras de Igor Haefeli y las siempre llamativas baterías y percusiones electrónicas de Remi Aguilella. En una propuesta que no busca arrimarse a estilos concretos sino expandirse en busca de una mayor expresividad. Podríamos hablar de un dream-pop de orfebrería electrónica y que no reniega del trip-hop y del folk más contemporáneo, pero limitarnos a eso sería despreciar otros giros y matices. Lo esencial es que, a diferencia de discos anteriores, los aciertos no se limitan a un puñado de temas, sino que abundan prácticamente de principio a fin.
Después de una "Intro" breve y grabada a tan bajo volumen que apenas se escucha, el disco realmente lo abre "Be On Your Way", primer sencillo y seguramente la mejor canción que han creado nunca: un sensible medio tiempo que nos va envolviendo poco a poco conforme los instrumentos van arropando la voz de Tonra. A destacar la sección de cuerda y los teclados en crescendo que rematan cada cuarto compás a partir de la segunda estrofa. La percusión es en sí misma digna de alabanza, y los efectos vocales que preceden a la tercera estrofa, la mejor demostración de que el trío ha apostado por una modernidad bien entendida. La única pega que se le puede poner es que la progresión armónica prácticamente no cambia en los cuatro minutos. Un defecto aplicable también a "Party", tercer corte, segundo sencillo, y también un momentazo incuestionable. Menos etérea y envolvente que su predecesora, su relativamente barroca y acústica instrumentación se adapta perfectamente a su subyugante progresión armónica y a la depresiva interpretación vocal de Tonra, en la cual habla de sus problemas con el alcohol. Además, conforme más guitarras van completando por ambos canales con sus distorsiones y sus arpegios la frase que da título al disco, el tema sigue creciendo. Algo a lo que también contribuye el cambio de la melodía principal, los redobles de batería del tramo final y los dos cortos pero eficaces solos de guitarra. "Dandelion" acelera adecuadamente el tempo, realiza un pequeño giro hacia el folk que tan bien dominan, y ahora sí, cambia de secuencia de acordes entre estrofas y estribillos, construyendo otro momento casi a la altura de los dos anteriores. Una nueva melodía sobre las consecuencias devastadoras de noche y alcohol ayudan a la capacidad evocadora del tema, aunque no tanto como su tramo instrumental con guitarras juguetonas que pueden recordar a los momentos más melancólicos de Death Cab For Cutie.
"Neptune" es el primer tema que baja un poco el nivel, no tanto por su condición de tema lento, sino porque le falta algo más de variación durante su primera mitad. Pero Tonra demuestra que es capaz de cantar subiendo a notas altas, y la forma como van enriqueciendo la composición con efectos que van y vienen, interesante. Pero cuando el trío empieza con las repeticiones de "crowded enough, no light above...", la emoción sube y ya se mantiene alta hasta el final. "Swim back", el siguiente corte, fue escogido hace unos meses como tercer y último sencillo. Los luminosos teclados del comienzo demuestran de nuevo la evolución de la banda, y la contundente sección rítmica los acerca incluso a los momentos más rockeros de artistas como Florence & The Machine. Es cierto que a la melodía de las estrofas les sobra reverberación, que el estribillo es un tanto difícil, y que el tema no crece tanto en su desarrollo como otros, por lo que el resultado no llega al nivel de los dos sencillos anteriores, pero se trata de una canción notable. Aparte de su original título, "Junkmail" nos propone un pop intimista y barroco que a mí me recuerda a los momentos menos aburridos de Kings Of Convenience. Pero la canción resulta un poco monótona estructuralmente, y la melodía de Tonra, demasiado entrecortada. Reconozco que, con su oficio y originalidad a la hora de instrumentarla, el tema llega a buen puerto, pero se trata de uno de los momentos menos brillantes del álbum. Afortunadamente, "Future Lover" limita el pequeño bajón, y para mí es el tercer mejor momento del disco, con su original caja de ritmos, sus texturas distorsionadas, su estribillo claro y definido, unas estrofas preciosas, y un crecimiento instrumental a la altura de muy pocas bandas, con unos arpegios, unas paradas y arrancadas y un bajo realmente meritorios.
"(Missed Calls)" es precisamente eso, cien segundos de spoken word con una instrumentación "Daughter en estado puro", original y extraña a partes iguales. "Isolation", con su sencillo y eficaz arpegio de guitarra acústica y la particular voz de Torna, podría ser un tema de un grupo folk cualquiera, si no fuera por esos detallitos electrónicos que como nenúfares que se mueven sobre el agua, arropan la composición y la llevan a otra dimensión, aunque obviamente sin llegar a los grandes pasajes del disco. El penúltimo corte, "To Rage", es también el penúltimo gran momento. Una originalísima batería, un eficaz bajo en primer plano, dos guitarras, una acústica y otra eléctrica, un teclado que marca constamente los acordes, y la melancólica voz de Tonra, bastan para sustentar unas estrofas plenas de sentimiento. Y aunque por momentos el tema parece que se va a terminar en apenas tres minutos, el apoteósico minuto y medio final pone de manifiesto el excelente momento como instrumentistas del trío. Y el cierre lo pone "Wish I Could Cross the Sea", por supuesto otra buena progresión armónica, con especial protagonismo para los sonidos reproducidos al revés que le sirven de base, logrando una atmósfera de puro trip-hop en el que incluso Elena parece imitar a Beth Gibbons en su parte vocal. El piano y la sección de cuerda de sus sobrecogedores tramos instrumentales son un broche formidable a la vez que una estupenda síntesis de estos cuarenta y cuatro minutos; sólo le falta una melodía un poco más concreta para haber sido otro de los momentos estelares del disco.
Y así se va uno de los sin duda mejores álbumes de lo que llevamos de 2023, con nada menos que ocho momentos recomendables de sus diez canciones completas. Lo cual seguramente ha contribuido a que, a pesar del tiempo transcurrido, el álbum haya logrado una buena acogida en su país, llegando nada menos que al Top 12 como cota más alta. Probablemente más de lo que el trío pretendía, puesto que a lo largo de toda su carrera han antepuesto personalidad y calidad a comercialidad o alineamiento con las modas. El mundo interior de Daughter es cada vez más rico, pero también más accesible, así que los que hasta ahora teníamos dificultades para adentrarnos en su no siempre sencilla propuesta, estamos de enhorabuena. La duda es qué vendrá a partir de ahora: ¿otros siete años de espera? ¿la disolución de la banda? ¿otro disco en solitario de Ex:Re? ¿una pronta vuelta al estudio? Espero sinceramente que se trate de esto último, pues discos con la calidad, la complejidad y la emoción de "Stereo Mind Game" escasean actualmente. Así que espero que hasta pronto, Daughter.
El resultado son doce canciones de un nivel medio muy alto. En su mayor parte de gran sensibilidad, con sentimientos como el fracaso, la auto-destrucción, la melancolía y la esperanza en el futuro como grandes bazas, y con la voz más bien grave y susurrante de Tonra estupendamente acompañada por las cada vez más originales guitarras de Igor Haefeli y las siempre llamativas baterías y percusiones electrónicas de Remi Aguilella. En una propuesta que no busca arrimarse a estilos concretos sino expandirse en busca de una mayor expresividad. Podríamos hablar de un dream-pop de orfebrería electrónica y que no reniega del trip-hop y del folk más contemporáneo, pero limitarnos a eso sería despreciar otros giros y matices. Lo esencial es que, a diferencia de discos anteriores, los aciertos no se limitan a un puñado de temas, sino que abundan prácticamente de principio a fin.
Después de una "Intro" breve y grabada a tan bajo volumen que apenas se escucha, el disco realmente lo abre "Be On Your Way", primer sencillo y seguramente la mejor canción que han creado nunca: un sensible medio tiempo que nos va envolviendo poco a poco conforme los instrumentos van arropando la voz de Tonra. A destacar la sección de cuerda y los teclados en crescendo que rematan cada cuarto compás a partir de la segunda estrofa. La percusión es en sí misma digna de alabanza, y los efectos vocales que preceden a la tercera estrofa, la mejor demostración de que el trío ha apostado por una modernidad bien entendida. La única pega que se le puede poner es que la progresión armónica prácticamente no cambia en los cuatro minutos. Un defecto aplicable también a "Party", tercer corte, segundo sencillo, y también un momentazo incuestionable. Menos etérea y envolvente que su predecesora, su relativamente barroca y acústica instrumentación se adapta perfectamente a su subyugante progresión armónica y a la depresiva interpretación vocal de Tonra, en la cual habla de sus problemas con el alcohol. Además, conforme más guitarras van completando por ambos canales con sus distorsiones y sus arpegios la frase que da título al disco, el tema sigue creciendo. Algo a lo que también contribuye el cambio de la melodía principal, los redobles de batería del tramo final y los dos cortos pero eficaces solos de guitarra. "Dandelion" acelera adecuadamente el tempo, realiza un pequeño giro hacia el folk que tan bien dominan, y ahora sí, cambia de secuencia de acordes entre estrofas y estribillos, construyendo otro momento casi a la altura de los dos anteriores. Una nueva melodía sobre las consecuencias devastadoras de noche y alcohol ayudan a la capacidad evocadora del tema, aunque no tanto como su tramo instrumental con guitarras juguetonas que pueden recordar a los momentos más melancólicos de Death Cab For Cutie.
"Neptune" es el primer tema que baja un poco el nivel, no tanto por su condición de tema lento, sino porque le falta algo más de variación durante su primera mitad. Pero Tonra demuestra que es capaz de cantar subiendo a notas altas, y la forma como van enriqueciendo la composición con efectos que van y vienen, interesante. Pero cuando el trío empieza con las repeticiones de "crowded enough, no light above...", la emoción sube y ya se mantiene alta hasta el final. "Swim back", el siguiente corte, fue escogido hace unos meses como tercer y último sencillo. Los luminosos teclados del comienzo demuestran de nuevo la evolución de la banda, y la contundente sección rítmica los acerca incluso a los momentos más rockeros de artistas como Florence & The Machine. Es cierto que a la melodía de las estrofas les sobra reverberación, que el estribillo es un tanto difícil, y que el tema no crece tanto en su desarrollo como otros, por lo que el resultado no llega al nivel de los dos sencillos anteriores, pero se trata de una canción notable. Aparte de su original título, "Junkmail" nos propone un pop intimista y barroco que a mí me recuerda a los momentos menos aburridos de Kings Of Convenience. Pero la canción resulta un poco monótona estructuralmente, y la melodía de Tonra, demasiado entrecortada. Reconozco que, con su oficio y originalidad a la hora de instrumentarla, el tema llega a buen puerto, pero se trata de uno de los momentos menos brillantes del álbum. Afortunadamente, "Future Lover" limita el pequeño bajón, y para mí es el tercer mejor momento del disco, con su original caja de ritmos, sus texturas distorsionadas, su estribillo claro y definido, unas estrofas preciosas, y un crecimiento instrumental a la altura de muy pocas bandas, con unos arpegios, unas paradas y arrancadas y un bajo realmente meritorios.
"(Missed Calls)" es precisamente eso, cien segundos de spoken word con una instrumentación "Daughter en estado puro", original y extraña a partes iguales. "Isolation", con su sencillo y eficaz arpegio de guitarra acústica y la particular voz de Torna, podría ser un tema de un grupo folk cualquiera, si no fuera por esos detallitos electrónicos que como nenúfares que se mueven sobre el agua, arropan la composición y la llevan a otra dimensión, aunque obviamente sin llegar a los grandes pasajes del disco. El penúltimo corte, "To Rage", es también el penúltimo gran momento. Una originalísima batería, un eficaz bajo en primer plano, dos guitarras, una acústica y otra eléctrica, un teclado que marca constamente los acordes, y la melancólica voz de Tonra, bastan para sustentar unas estrofas plenas de sentimiento. Y aunque por momentos el tema parece que se va a terminar en apenas tres minutos, el apoteósico minuto y medio final pone de manifiesto el excelente momento como instrumentistas del trío. Y el cierre lo pone "Wish I Could Cross the Sea", por supuesto otra buena progresión armónica, con especial protagonismo para los sonidos reproducidos al revés que le sirven de base, logrando una atmósfera de puro trip-hop en el que incluso Elena parece imitar a Beth Gibbons en su parte vocal. El piano y la sección de cuerda de sus sobrecogedores tramos instrumentales son un broche formidable a la vez que una estupenda síntesis de estos cuarenta y cuatro minutos; sólo le falta una melodía un poco más concreta para haber sido otro de los momentos estelares del disco.
Y así se va uno de los sin duda mejores álbumes de lo que llevamos de 2023, con nada menos que ocho momentos recomendables de sus diez canciones completas. Lo cual seguramente ha contribuido a que, a pesar del tiempo transcurrido, el álbum haya logrado una buena acogida en su país, llegando nada menos que al Top 12 como cota más alta. Probablemente más de lo que el trío pretendía, puesto que a lo largo de toda su carrera han antepuesto personalidad y calidad a comercialidad o alineamiento con las modas. El mundo interior de Daughter es cada vez más rico, pero también más accesible, así que los que hasta ahora teníamos dificultades para adentrarnos en su no siempre sencilla propuesta, estamos de enhorabuena. La duda es qué vendrá a partir de ahora: ¿otros siete años de espera? ¿la disolución de la banda? ¿otro disco en solitario de Ex:Re? ¿una pronta vuelta al estudio? Espero sinceramente que se trate de esto último, pues discos con la calidad, la complejidad y la emoción de "Stereo Mind Game" escasean actualmente. Así que espero que hasta pronto, Daughter.
domingo, 20 de agosto de 2023
lllenium - "Illenium" (2023)
A finales del pasado mes de abril ha visto la luz el quinto álbum del DJ y productor estadounidense Illenium, del mismo título que su creador. Nicholas D. Miller parece haber querido de esta forma reivindicar la esencia de su propuesta musical. Que, siendo sinceros, en lo esencial ha venido siendo la misma desde que debutó en formato álbum allá por 2016 con "Ashes". Y esa persistencia en una determinada línea creativa es a la vez su mayor virtud y su mayor defecto. Algo que aplica a todos los álbumes suyos que he reseñado hasta ahora en este humilde blog, y también, por lo tanto, a su última entrega. Esa reiteración en su propuesta de "future bass" ha jugado en su contra durante estos años, pues canciones que individualmente resultaban irreprochables por composición, instrumentación y sensibilidad, acababan fatigando cuando eran secuenciadas unas tras otras en un mismo disco. De hecho, ya en la versión Deluxe de "Fallen Embers" (2021) Miller pareció reaccionar de manera consciente frente a esta reiteración, añadiendo temas vocales con otra estructura, o instrumentales, que daban oxígeno al conjunto. Y afortunadamente en este "Illenium" ha intentado algo similar, si bien dentro de su habitual fórmula clara y reconocible.
En este caso ese intento por oxigenar su quinto álbum ha venido esencialmente de la mano del rock. Un estilo, o más bien un conjunto de estilos, que el americano siempre ha sabido maridar con su "future bass" de cabecera, y que en esta oportunidad ha podido llevar un paso más allá gracias a una serie de colaboradores que se inscriben claramente en las múltiples vertientes del rock. Consiguiendo así camuflar o reflotar un conjunto de composiciones que en su mayoría no pasan de simplemente correctas, probablemente el más discreto de su carrera, y que se deja escuchar en buena medida gracias a su incuestionable oficio con guitarras y programaciones. Lo que no significa, debo aclarar, que estemos ante un mal álbum: su inteligencia creativa, la calidad de sus producciones, su instinto a la hora de colaborar con infinidad de artistas, su gusto por los temas melancólicos e introspectivos, y un par de trallazos dignos de sus mejores álbumes, justifican su reseña por aquí.
El álbum ya se abre con una declaración de intenciones en ese sentido. Porque "Starfall" no es uno de sus temas canónicos: es una canción interpretada en solitario, sin colaboradores, en las que se con las (distorsionadas) partes vocales, y aunque su progresión armónica inicial, arropada por esas cuerdas sintetizadas, es tan melancólica como cabría esperar, su inicial arreglo en forma de balada deja paso, tras un breve tramo "marca de la casa", hacia un vertiginoso tema de electrónica distorsionada, orientada hacia la pista de baile, y que puede recordar a coetános suyos como The Crystal Method. "All that really matters", segundo corte y segundo sencillo que anticipó el álbum hace ya un año, es también uno de sus mejores momentos. En colaboración con el versátil Teddy Swims, es otra más de esas canciones que han hecho de Miller uno de los mejores creadores de los últimos años. Sincera, honesta, bien instrumentada, con una sección de cuerda en su tercio final que aumenta la intensidad... previsible, sí, pero irreprochable. "Worst day", tercer corte y cuarto sencillo, con la participación vocal de su paisano MAX, sí suena más a oficio que a inspiración, y ello a pesar de detalles como ese ritmo binario bien marcado de la segunda estrofa que avisa de lo que van a traer los siguientes temas. "From the ashes", tercer sencillo, con la ecléctica Skylar Grey en la composición y las partes vocales, vuelve a sonar al Illenium de siempre, con sus efectivas guitarras eléctricas en estrofas y estribillos, esos tramos sin percusión, y esos contundentes y a la vez un tanto enrevesados intervalos instrumentales.
"Lifeline", colaboración con el cantante jdxn, ya sí que permite observar sin género de dudas ese maridaje entre "future-bass" y rock: guitarras contundentes, distorsión, tempo alto en algunas fases como en la repetición final del estribillo; incluso la forma de cantar de Hosler es algo más que el pop intimista habitual en Illenium, y sin ser una gran canción, introduce algo de variedad en el conjunto. Aunque para mí la gran canción, y a la vez el giro estilístico que insufla el aire necesario a esta colección de canciones, es "Eyes Wide Shut": junto a la muy venida a menos Avril Lavigne y el baterista de Blink-182 Travis Barker, Illenium crea el mejor tema de post-punk de 2023: corto, directo, rápido, enérgico, con una preciosa melodía vocal bien interpretada, las paradas suficientes, una batería que encaja con los aquí discretos trucos como DJ de Miller, sin duda una de las grandes canciones de este año. Lo inexplicable es que no haya sido escogida como sencillo. Le sigue "Shivering", que el fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace ya quince meses. El rock, de la mano ahora de los canadienses Spiritbox, es ahora puro heavy metal a lo Evanescence, pero el conjunto sigue sonando a Illenium gracias a esos sampling vocales, esos crescendos, esos bombos sobredimensionados, y esas partes instrumentales de tempo lento. Más interesante que brillante, en sus cinco minutos hay espacio tanto para delirios chirriantes de electrónica como para lentos arpegios guitarreros. El siguiente tema, "You Were Right", con los para mí desconocidos Wooli & Grabbitz, vuelve a la senda del Illenium más convencional, una canción correcta y aprovechable pero que no aporta nada nuevo.
"Insanity" fue elegido nada menos que como sexto sencillo semanas antes de la publicación del álbum. Una suerte de rock acústico con una interpretación vocal (y una terrible pronunciación, por cierto) a cargo de los para mí desconocidos American Teeth, mejor en su letra que en una música tan bien facturada como insulsa, salvo por la previsible contundencia de su estribillo. Con el décimo corte, "Drwn", Illenium intenta cambiar el tercio: se olvida de colaboradores, y entrega un tema esencialmente instrumental, de cinematografía por momentos apoteósica, repleto de sonidos reproducidos al revés y de tempo particularmente bajo, que sin ser un gran momento cumple su función. "Other side", undécimo corte, en colaboración con el para mí desconocido productor Said The Sky y la cantante Vera Blue, retoma la senda habitual del estadounidense, es decir, otro tema de "future bass" intimista y melancólico que a estas alturas resulta tan correcto como predecible. Después, "I Want You 2 (Stay)" nos devuelve a Illenium en solitario, pero esta vez con un tema a menudo más rápido e indudablemente más interesante que su anterior aventura en solitario, de caja de ritmos distorsionada y bien marcada, y todos los juegos vocales y de samplings que a veces parece que le cuesta mostrar en sus colaboraciones.
El último tramo de este largo álbum lo abre "With All My Heart", séptimo sencillo, en colaboración con el joven cantautor estadounidense JVKE. A pesar de lo cual el tema suena a Illenium de siempre. Sin ser nada del otro jueves, quizá lo más llamativo sea el ritmo original de sus intervalos pseudo-instrumentales, en los que Miller juega a repetir la frase del estribillo con una batería poco habitual. "Back To You", junto a la banda de pop-punk All Time Low, devuelve esas reminiscencias rockeras a las que he aludido ya en varias ocasiones, en especial en la rabiosa interpretación vocal de Alex Gaskarth. Pero eso no es suficiente para pasar a lo más selecto de la discografía de Illenium. Y justo cuando el disco parece que camina hacia un anodino final, la cosa repunta con "Nothing Ever After", el penúltimo corte. Aquí la colaboración con la banda de metalcore Motionless in White sí funciona: el tema es de una contundencia rockera tremenda, con guitarras distorsionadas y voces desabridas que sin embargo casan a la perfección con las programaciones, los crescendos y los efectos de Illenium, como si los mejores Linkin Park hubieran revivido. Y el broche lo pone otro buen momento, "Luv Me A Little". En su momento fue el quinto sencillo, y la voz y la dulzura de la escocesa de Nina Nesbitt entrega tal vez las mejores estrofas de todo el álbum. El estribillo en acordes mayores resulta un poco más previsible, pero sirve para rematar el álbum con un momento ascendente que mejora la impresión final.
Porque está claro que no estamos ante el mejor álbum del estadounidense. Dieciséis temas son demasiados para casi cualquier artista, por muchas colaboraciones que lo justifiquen. Y aquí queda patente una vez más. Con los ocho que yo he destacado, que en el fondo son un montón para cualquier álbum de canciones nuevas, y un par de adiciones bien meditadas habría quedado un disco más ligero y disfrutable. Pero aquí hay exceso de minutaje, un hecho agravado por unos sencillos en su mayoría mal escogidos. En otro orden de cosas, aparte de una mayor contención creativa y un mejor olfato para distinguir las grandes creaciones, Illenium también debería plantearse darle un giro más amplio a su propuesta. Los devaneos rockeros han salvado este disco, pero ventas, crítica y público comienzan a acusar esa evidente reiteración en su fórmula. Sabemos que el estadounidense anda sobrado de talento, por eso aún podemos esperar que en su próxima entrega corrija estos defectos y entregue un disco redondo al cien por cien. Veremos si es así. Nada menos que dieciséis canciones
En este caso ese intento por oxigenar su quinto álbum ha venido esencialmente de la mano del rock. Un estilo, o más bien un conjunto de estilos, que el americano siempre ha sabido maridar con su "future bass" de cabecera, y que en esta oportunidad ha podido llevar un paso más allá gracias a una serie de colaboradores que se inscriben claramente en las múltiples vertientes del rock. Consiguiendo así camuflar o reflotar un conjunto de composiciones que en su mayoría no pasan de simplemente correctas, probablemente el más discreto de su carrera, y que se deja escuchar en buena medida gracias a su incuestionable oficio con guitarras y programaciones. Lo que no significa, debo aclarar, que estemos ante un mal álbum: su inteligencia creativa, la calidad de sus producciones, su instinto a la hora de colaborar con infinidad de artistas, su gusto por los temas melancólicos e introspectivos, y un par de trallazos dignos de sus mejores álbumes, justifican su reseña por aquí.
El álbum ya se abre con una declaración de intenciones en ese sentido. Porque "Starfall" no es uno de sus temas canónicos: es una canción interpretada en solitario, sin colaboradores, en las que se con las (distorsionadas) partes vocales, y aunque su progresión armónica inicial, arropada por esas cuerdas sintetizadas, es tan melancólica como cabría esperar, su inicial arreglo en forma de balada deja paso, tras un breve tramo "marca de la casa", hacia un vertiginoso tema de electrónica distorsionada, orientada hacia la pista de baile, y que puede recordar a coetános suyos como The Crystal Method. "All that really matters", segundo corte y segundo sencillo que anticipó el álbum hace ya un año, es también uno de sus mejores momentos. En colaboración con el versátil Teddy Swims, es otra más de esas canciones que han hecho de Miller uno de los mejores creadores de los últimos años. Sincera, honesta, bien instrumentada, con una sección de cuerda en su tercio final que aumenta la intensidad... previsible, sí, pero irreprochable. "Worst day", tercer corte y cuarto sencillo, con la participación vocal de su paisano MAX, sí suena más a oficio que a inspiración, y ello a pesar de detalles como ese ritmo binario bien marcado de la segunda estrofa que avisa de lo que van a traer los siguientes temas. "From the ashes", tercer sencillo, con la ecléctica Skylar Grey en la composición y las partes vocales, vuelve a sonar al Illenium de siempre, con sus efectivas guitarras eléctricas en estrofas y estribillos, esos tramos sin percusión, y esos contundentes y a la vez un tanto enrevesados intervalos instrumentales.
"Lifeline", colaboración con el cantante jdxn, ya sí que permite observar sin género de dudas ese maridaje entre "future-bass" y rock: guitarras contundentes, distorsión, tempo alto en algunas fases como en la repetición final del estribillo; incluso la forma de cantar de Hosler es algo más que el pop intimista habitual en Illenium, y sin ser una gran canción, introduce algo de variedad en el conjunto. Aunque para mí la gran canción, y a la vez el giro estilístico que insufla el aire necesario a esta colección de canciones, es "Eyes Wide Shut": junto a la muy venida a menos Avril Lavigne y el baterista de Blink-182 Travis Barker, Illenium crea el mejor tema de post-punk de 2023: corto, directo, rápido, enérgico, con una preciosa melodía vocal bien interpretada, las paradas suficientes, una batería que encaja con los aquí discretos trucos como DJ de Miller, sin duda una de las grandes canciones de este año. Lo inexplicable es que no haya sido escogida como sencillo. Le sigue "Shivering", que el fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace ya quince meses. El rock, de la mano ahora de los canadienses Spiritbox, es ahora puro heavy metal a lo Evanescence, pero el conjunto sigue sonando a Illenium gracias a esos sampling vocales, esos crescendos, esos bombos sobredimensionados, y esas partes instrumentales de tempo lento. Más interesante que brillante, en sus cinco minutos hay espacio tanto para delirios chirriantes de electrónica como para lentos arpegios guitarreros. El siguiente tema, "You Were Right", con los para mí desconocidos Wooli & Grabbitz, vuelve a la senda del Illenium más convencional, una canción correcta y aprovechable pero que no aporta nada nuevo.
"Insanity" fue elegido nada menos que como sexto sencillo semanas antes de la publicación del álbum. Una suerte de rock acústico con una interpretación vocal (y una terrible pronunciación, por cierto) a cargo de los para mí desconocidos American Teeth, mejor en su letra que en una música tan bien facturada como insulsa, salvo por la previsible contundencia de su estribillo. Con el décimo corte, "Drwn", Illenium intenta cambiar el tercio: se olvida de colaboradores, y entrega un tema esencialmente instrumental, de cinematografía por momentos apoteósica, repleto de sonidos reproducidos al revés y de tempo particularmente bajo, que sin ser un gran momento cumple su función. "Other side", undécimo corte, en colaboración con el para mí desconocido productor Said The Sky y la cantante Vera Blue, retoma la senda habitual del estadounidense, es decir, otro tema de "future bass" intimista y melancólico que a estas alturas resulta tan correcto como predecible. Después, "I Want You 2 (Stay)" nos devuelve a Illenium en solitario, pero esta vez con un tema a menudo más rápido e indudablemente más interesante que su anterior aventura en solitario, de caja de ritmos distorsionada y bien marcada, y todos los juegos vocales y de samplings que a veces parece que le cuesta mostrar en sus colaboraciones.
El último tramo de este largo álbum lo abre "With All My Heart", séptimo sencillo, en colaboración con el joven cantautor estadounidense JVKE. A pesar de lo cual el tema suena a Illenium de siempre. Sin ser nada del otro jueves, quizá lo más llamativo sea el ritmo original de sus intervalos pseudo-instrumentales, en los que Miller juega a repetir la frase del estribillo con una batería poco habitual. "Back To You", junto a la banda de pop-punk All Time Low, devuelve esas reminiscencias rockeras a las que he aludido ya en varias ocasiones, en especial en la rabiosa interpretación vocal de Alex Gaskarth. Pero eso no es suficiente para pasar a lo más selecto de la discografía de Illenium. Y justo cuando el disco parece que camina hacia un anodino final, la cosa repunta con "Nothing Ever After", el penúltimo corte. Aquí la colaboración con la banda de metalcore Motionless in White sí funciona: el tema es de una contundencia rockera tremenda, con guitarras distorsionadas y voces desabridas que sin embargo casan a la perfección con las programaciones, los crescendos y los efectos de Illenium, como si los mejores Linkin Park hubieran revivido. Y el broche lo pone otro buen momento, "Luv Me A Little". En su momento fue el quinto sencillo, y la voz y la dulzura de la escocesa de Nina Nesbitt entrega tal vez las mejores estrofas de todo el álbum. El estribillo en acordes mayores resulta un poco más previsible, pero sirve para rematar el álbum con un momento ascendente que mejora la impresión final.
Porque está claro que no estamos ante el mejor álbum del estadounidense. Dieciséis temas son demasiados para casi cualquier artista, por muchas colaboraciones que lo justifiquen. Y aquí queda patente una vez más. Con los ocho que yo he destacado, que en el fondo son un montón para cualquier álbum de canciones nuevas, y un par de adiciones bien meditadas habría quedado un disco más ligero y disfrutable. Pero aquí hay exceso de minutaje, un hecho agravado por unos sencillos en su mayoría mal escogidos. En otro orden de cosas, aparte de una mayor contención creativa y un mejor olfato para distinguir las grandes creaciones, Illenium también debería plantearse darle un giro más amplio a su propuesta. Los devaneos rockeros han salvado este disco, pero ventas, crítica y público comienzan a acusar esa evidente reiteración en su fórmula. Sabemos que el estadounidense anda sobrado de talento, por eso aún podemos esperar que en su próxima entrega corrija estos defectos y entregue un disco redondo al cien por cien. Veremos si es así. Nada menos que dieciséis canciones
domingo, 16 de julio de 2023
Pet Shop Boys - "Lost" (2023)
Mientras sus seguidores esperan que vea la luz su esperado nuevo álbum, esta vez con la producción del ubicuo James Ford, el dúo británico Pet Shop Boys ha combatido la impaciencia con la reciente publicación de "Lost". Un EP de cuatro canciones (cinco en la versión a la que yo he tenido acceso) que, a diferencia de su anterior EP ("Agenda", 2019) no ha sido grabado en una fase previa a la de facturación del nuevo disco, sino que compila material rescatado de las sesiones de "Super" (2016), con el cual han decidido acompañar la edición de 2023 de su libro "Anually". Así que lo primero que toca preguntarse es si estas canciones se habían quedado almacenadas en una estantería por una buena razón, o si ahora se les ha hecho justicia al publicarlas. Según Neil Tennant, la única razón por la que no habían visto la luz era que no encajaban con el estilo bailable, fastuoso y optimista de "Super", no porque no les gustaran. ¿Debemos creerle?
Pues sí y no. Sí porque entre los cinco cortes encontramos una canción que podría figurar en cualquiera de sus álbumes de estudio. Y porque, además, han podido defender el EP con un sencillo digno, incluso con un videoclip adecuado al mismo, algo poco habitual ya en estos sesentones. Y no porque el nivel medio de las composiciones es solamente discreto, con Tennant y Lowe tirando de oficio, pero sin que se intuya la magia que suele acompañar a sus grandes momentos. Aparte de que se nota que la producción es más bien espartana; no tanto como si se tratara de meras demos, pero sin la opulencia de los doce temas que componían "Super".
El EP lo abre su tema estrella, es decir, el sencillo escogido para presentarlo: "The Lost Room", con su videoclip en blanco y negro hecho a partir de escenas de la película "Young Törless" de 1996, es un medio tiempo de elegante mecanicismo, que rezuma melancolía muy en la línea de su álbum "Behaviour", más certero en sus estrofas que en su estribillo, y en el que Lowe simplemente cumple en la instrumentación, sin que el tema crezca en detalles e instrumentos conforme avanza el minutaje. "I will fall" es el tema que mejor podría haber entrado en "Super": sin ser de tempo muy alto, su bombo marcado y su bajo sincopado lo orientan a la pista de baile. Pero resulta un poquito monótono a nivel melódico, dado que sus estrofas repiten la melodía de sus tramos instrumentales. El estribillo es más un cambio en la progresión armónica que una serie de frases realmente tarareables, y el tramo final no termina de lograr el impacto deseado, por lo que el resultado se queda en simplemente correcto. Lo mejor de "Skeletons in the Closet", el tercer corte, es su título. Por lo demás, su melodía a dos voces en distintas escalas no termina de funcionar, y el ritmo, con su doble caja en cada segunda repetición, resulta inquietantemente simple, más propio de una demo que de una canción ya terminada. Sólo el estribillo nos recuerda que estamos ante un tema de Pet Shop Boys. "Kaputnik" es en mi opinión el tema más flojo del EP: suena a Pet Shop Boys... en horas bajas. Las estrofas son simplemente dos frases repetidas unas cuantas veces, y el estribillo es una machacona reiteración de la frase que da título al tema. Tampoco la instrumentación llama la atención, y las partes declamadas por Tennant resultan tan efectivas como ya conocidas.
Dejo para un nuevo párrafo la canción que justifica la reseña de "Lost" en este humilde blog: "Living in the past" es una gran balada, que mira de tú a tú a cualquiera de las entregadas por los ingleses en sus cuarenta años de carrera. Presidida por el inevitable piano, su certera progresión armónica sirve de base para una preciosa melodía que Tennant interpreta como pocas veces, incluso desgarrando su voz en la subyugante tercera estrofa. El teclado sintetizado a modo de strings que lleva los acordes siempre funciona en estos casos, y la parte nueva, elaborada e intensa a partes iguales, ayuda al tema a no dejar de crecer, pese a no incorporar ni un solo instrumento de percusión. Por eso, si se hacen con este EP, busquen la versión que la contiene; les justificará la compra. En caso contrario, estarán ante una entrega menor de un dúo del que nadie espera a estas alturas que brille como hace veinticinco años, pero del que sabemos posee aún el suficiente talento como para publicar cosas más interesantes.
Pues sí y no. Sí porque entre los cinco cortes encontramos una canción que podría figurar en cualquiera de sus álbumes de estudio. Y porque, además, han podido defender el EP con un sencillo digno, incluso con un videoclip adecuado al mismo, algo poco habitual ya en estos sesentones. Y no porque el nivel medio de las composiciones es solamente discreto, con Tennant y Lowe tirando de oficio, pero sin que se intuya la magia que suele acompañar a sus grandes momentos. Aparte de que se nota que la producción es más bien espartana; no tanto como si se tratara de meras demos, pero sin la opulencia de los doce temas que componían "Super".
El EP lo abre su tema estrella, es decir, el sencillo escogido para presentarlo: "The Lost Room", con su videoclip en blanco y negro hecho a partir de escenas de la película "Young Törless" de 1996, es un medio tiempo de elegante mecanicismo, que rezuma melancolía muy en la línea de su álbum "Behaviour", más certero en sus estrofas que en su estribillo, y en el que Lowe simplemente cumple en la instrumentación, sin que el tema crezca en detalles e instrumentos conforme avanza el minutaje. "I will fall" es el tema que mejor podría haber entrado en "Super": sin ser de tempo muy alto, su bombo marcado y su bajo sincopado lo orientan a la pista de baile. Pero resulta un poquito monótono a nivel melódico, dado que sus estrofas repiten la melodía de sus tramos instrumentales. El estribillo es más un cambio en la progresión armónica que una serie de frases realmente tarareables, y el tramo final no termina de lograr el impacto deseado, por lo que el resultado se queda en simplemente correcto. Lo mejor de "Skeletons in the Closet", el tercer corte, es su título. Por lo demás, su melodía a dos voces en distintas escalas no termina de funcionar, y el ritmo, con su doble caja en cada segunda repetición, resulta inquietantemente simple, más propio de una demo que de una canción ya terminada. Sólo el estribillo nos recuerda que estamos ante un tema de Pet Shop Boys. "Kaputnik" es en mi opinión el tema más flojo del EP: suena a Pet Shop Boys... en horas bajas. Las estrofas son simplemente dos frases repetidas unas cuantas veces, y el estribillo es una machacona reiteración de la frase que da título al tema. Tampoco la instrumentación llama la atención, y las partes declamadas por Tennant resultan tan efectivas como ya conocidas.
Dejo para un nuevo párrafo la canción que justifica la reseña de "Lost" en este humilde blog: "Living in the past" es una gran balada, que mira de tú a tú a cualquiera de las entregadas por los ingleses en sus cuarenta años de carrera. Presidida por el inevitable piano, su certera progresión armónica sirve de base para una preciosa melodía que Tennant interpreta como pocas veces, incluso desgarrando su voz en la subyugante tercera estrofa. El teclado sintetizado a modo de strings que lleva los acordes siempre funciona en estos casos, y la parte nueva, elaborada e intensa a partes iguales, ayuda al tema a no dejar de crecer, pese a no incorporar ni un solo instrumento de percusión. Por eso, si se hacen con este EP, busquen la versión que la contiene; les justificará la compra. En caso contrario, estarán ante una entrega menor de un dúo del que nadie espera a estas alturas que brille como hace veinticinco años, pero del que sabemos posee aún el suficiente talento como para publicar cosas más interesantes.
domingo, 11 de junio de 2023
Taylor Jenzen - "I Live In Patterns" (2023)
Hoy traigo a este humilde blog el debut en formato álbum de una nueva artista: la canadiense originaria de Winnipeg Taylor Jenzen. Una perfecta desconocida por estos lares, que después de haber llamado la atención del mundillo musical alternativo con un par de EPs publicados al principio de la década, ha confirmado los mejores augurios con este "I Live In Patterns", un álbum cohesionado y lleno de talento de principio a fin.
El indie rock melancólico e intimista que propone la canadiense es un territorio muy trillado desde hace décadas, por lo que conseguir insuflarle originalidad y frescura resulta francamente complicado. Aunque no en manos de Jenzen, quien sabe sonar personal y a la vez rehuir de un excesivo convencionalismo en su música. Porque por supuesto en el álbum podrán encontrar, como imaginan, desazón, guitarras acústicas, medios tiempos y excelentes interpretaciones vocales. Pero también instrumentaciones originales y detalles contemporáneos, suficiente variedad estilística y, sobre todo, unas progresiones armónicas lo suficientemente inspiradas como para que las melodías principales fluyan con una naturalidad más propia de un artista consolidado que de una debutante como ella.
El disco lo abre "Sunday Morning", curiosamente su tema más corto y etéreo: la steel guitar en primer plano, la voz doblada de Jensen, y esa atmósfera entre perezosa e introspectiva de los domingos por la mañana, junto con la casi total ausencia de instrumentos de percusión, y la rabia que despliega a partir de la segunda estrofa, la convierten en un poco habitual y sin embargo eficaz momento para predisponer al melómano a lo que se va a encontrar a partir de entonces. Comenzando por "Fingers crossed", un medio tiempo tan brillante que sorprende que no haya sido escogido (aún) como sencillo: unos samplings vocales y una caja de ritmos arrastrada y un tanto distorsionada dan paso a unas estrofas meritorias, ensalzadas por una voz mecánica que pasa casi inapreciada, antes de llegar a un precioso estribillo, tan tarareable como doloroso. El resto es jugar sabiamente con los elementos puestos en juego, desde los originales teclados sincopados que aparecen bien entrado el tema hasta la parada previa a la repetición final del estribillo. "Push It Down", tercer corte, fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace un año: otro medio tiempo que puede recordar a los momentos más melancólicos de Alanis Morissette, aunque con una interpretación menos histriónica. Ritmo binario muy marcado, bajo al frente, originales sintetizadores rellenando huecos y otro fantástico estribillo para sostener una canción que ya anticipaba el excelente momento creativo de la cantautora. "Nightmare" ha sido recientemente escogida como quinto sencillo, y probablemente sea mi tema favorito del disco. El bajo que lo abre sería más propio de una tema de pop bailable de Sia o de Lady Gaga, y sin embargo da paso a un medio tiempo de originalísima percusión, cuyas crudas estrofas a dos voces, arropadas por esas guitarras distorsionadas, contrastan con un estribillo sinfónico, cuya repetición del título acaba por hacer añicos la sensibilidad del melómano. Por si fuera poco, la larguísima parte nueva lleva al tema a otra dimensión.
El festival continúa con "I Live In Patterns", esta vez interpretada por Jenzen en solitario, aunque el enlace que adjunto corresponde al undécimo y último corte, con la colaboración de Alix Page. Cuarto sencillo extraído, se trata de otra preciosa progresión armónica con la voz de Jenzen sobre dos guitarras acústicas en unas estrofas tan redondas que parecen una versión, y de pronto la sorpresa del ritmo alto marcado por el bombo. La melodía del estribillo consigue no bajar el nivel, y los medidos pero perceptibles efectos tanto instrumentales como en las voces a partir de entonces alejan el resultado del convencionalismo impersonal. "Something Better", el sexto corte, fue también escogida como segundo sencillo hace ya ocho meses. Una nueva melodía intimista sobre guitarra acústica que demuestra la calidad de la composición, y que en seguida da paso a una batería programada que genera un bonito contraste. El contudente estribillo complementa muy bien la interpretación vocal de Jenzen, que pasa de la delicadeza a la furia. En la segunda estrofa nuevos instrumentos y pequeños detalles como ese teclado que apenas se atreve a sonar ayudan al tema a seguir creciendo. "Hotline" quizá resulta el momento menos inspirado del disco. No tanto por los parámetros que la delimitan, que siguen siendo los del resto del álbum, sino porque se arrima más a una balada convencional, y pierde algo de personalidad con esas estrofas tan largas.
El último tercio del disco lo inaugura la estupenda "Designated Driver", que fue seleccionada como segundo sencillo del álbum hace ya casi un año. Otro medio tiempo de ritmo marcado, de meritorias estrofas con un originalísimo bajo, y un estribillo taraeble y sin embargo hiriente con esas repeticiones finales de una frase tan dañina como "You love this dying part of me". La parte nueva, otra vez sostenida por ese bajo slap, lleva al tema a otro nivel con su melodía de enrabietadas notas altas y la forma como poco a poco se van añadiendo instrumentos y voces dobladas. "Patience" es, por fin, ese baladón sostenida por voz y piano que ya se hacía de rogar. Afortunadamente rehúye de edulcorantes y añade efectos etéreos para arropar la formidable interpretación vocal de Jenzen, a la que sólo le sobran algunas voces dobladas que sólo le restan pegada. Y, excepción hecha de la revisión de "I Live In Patterns", el álbum lo cierra "It's Alright". Hubiera sido más adecuado un tema de tempo más alto y sentimientos menos melancólicos, pues al abundar en la propuesta de "Patience", pierde injustamente relevancia, pues se trata de una buena composición, más rica en instrumentos que la anterior, con una interesante coda final, y que en otra ubicación del tracklist habría brillado más.
Pese a que el álbum no se cierre por todo lo alto como habría merecido, son nada menos que siete de los diez temas los que poseen el nivel suficiente como para haber incluido los enlaces a Youtube. Y ello habla bien a las claras del notable nivel medio del conjunto. Sólo falta que, de alguna forma, Jenzen pueda encontrar la forma de llamar la atención dentro del siempre complicado circuito alternativo, para así aumentar la repercusión de su propuesta. Para que más pronto que tarde haya una siguiente entrega que le dé continuidad a su carrera, a ser posible sin caer en los convencionalismos que siempre amenazan este tipo de propuestas.
El indie rock melancólico e intimista que propone la canadiense es un territorio muy trillado desde hace décadas, por lo que conseguir insuflarle originalidad y frescura resulta francamente complicado. Aunque no en manos de Jenzen, quien sabe sonar personal y a la vez rehuir de un excesivo convencionalismo en su música. Porque por supuesto en el álbum podrán encontrar, como imaginan, desazón, guitarras acústicas, medios tiempos y excelentes interpretaciones vocales. Pero también instrumentaciones originales y detalles contemporáneos, suficiente variedad estilística y, sobre todo, unas progresiones armónicas lo suficientemente inspiradas como para que las melodías principales fluyan con una naturalidad más propia de un artista consolidado que de una debutante como ella.
El disco lo abre "Sunday Morning", curiosamente su tema más corto y etéreo: la steel guitar en primer plano, la voz doblada de Jensen, y esa atmósfera entre perezosa e introspectiva de los domingos por la mañana, junto con la casi total ausencia de instrumentos de percusión, y la rabia que despliega a partir de la segunda estrofa, la convierten en un poco habitual y sin embargo eficaz momento para predisponer al melómano a lo que se va a encontrar a partir de entonces. Comenzando por "Fingers crossed", un medio tiempo tan brillante que sorprende que no haya sido escogido (aún) como sencillo: unos samplings vocales y una caja de ritmos arrastrada y un tanto distorsionada dan paso a unas estrofas meritorias, ensalzadas por una voz mecánica que pasa casi inapreciada, antes de llegar a un precioso estribillo, tan tarareable como doloroso. El resto es jugar sabiamente con los elementos puestos en juego, desde los originales teclados sincopados que aparecen bien entrado el tema hasta la parada previa a la repetición final del estribillo. "Push It Down", tercer corte, fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace un año: otro medio tiempo que puede recordar a los momentos más melancólicos de Alanis Morissette, aunque con una interpretación menos histriónica. Ritmo binario muy marcado, bajo al frente, originales sintetizadores rellenando huecos y otro fantástico estribillo para sostener una canción que ya anticipaba el excelente momento creativo de la cantautora. "Nightmare" ha sido recientemente escogida como quinto sencillo, y probablemente sea mi tema favorito del disco. El bajo que lo abre sería más propio de una tema de pop bailable de Sia o de Lady Gaga, y sin embargo da paso a un medio tiempo de originalísima percusión, cuyas crudas estrofas a dos voces, arropadas por esas guitarras distorsionadas, contrastan con un estribillo sinfónico, cuya repetición del título acaba por hacer añicos la sensibilidad del melómano. Por si fuera poco, la larguísima parte nueva lleva al tema a otra dimensión.
El festival continúa con "I Live In Patterns", esta vez interpretada por Jenzen en solitario, aunque el enlace que adjunto corresponde al undécimo y último corte, con la colaboración de Alix Page. Cuarto sencillo extraído, se trata de otra preciosa progresión armónica con la voz de Jenzen sobre dos guitarras acústicas en unas estrofas tan redondas que parecen una versión, y de pronto la sorpresa del ritmo alto marcado por el bombo. La melodía del estribillo consigue no bajar el nivel, y los medidos pero perceptibles efectos tanto instrumentales como en las voces a partir de entonces alejan el resultado del convencionalismo impersonal. "Something Better", el sexto corte, fue también escogida como segundo sencillo hace ya ocho meses. Una nueva melodía intimista sobre guitarra acústica que demuestra la calidad de la composición, y que en seguida da paso a una batería programada que genera un bonito contraste. El contudente estribillo complementa muy bien la interpretación vocal de Jenzen, que pasa de la delicadeza a la furia. En la segunda estrofa nuevos instrumentos y pequeños detalles como ese teclado que apenas se atreve a sonar ayudan al tema a seguir creciendo. "Hotline" quizá resulta el momento menos inspirado del disco. No tanto por los parámetros que la delimitan, que siguen siendo los del resto del álbum, sino porque se arrima más a una balada convencional, y pierde algo de personalidad con esas estrofas tan largas.
El último tercio del disco lo inaugura la estupenda "Designated Driver", que fue seleccionada como segundo sencillo del álbum hace ya casi un año. Otro medio tiempo de ritmo marcado, de meritorias estrofas con un originalísimo bajo, y un estribillo taraeble y sin embargo hiriente con esas repeticiones finales de una frase tan dañina como "You love this dying part of me". La parte nueva, otra vez sostenida por ese bajo slap, lleva al tema a otro nivel con su melodía de enrabietadas notas altas y la forma como poco a poco se van añadiendo instrumentos y voces dobladas. "Patience" es, por fin, ese baladón sostenida por voz y piano que ya se hacía de rogar. Afortunadamente rehúye de edulcorantes y añade efectos etéreos para arropar la formidable interpretación vocal de Jenzen, a la que sólo le sobran algunas voces dobladas que sólo le restan pegada. Y, excepción hecha de la revisión de "I Live In Patterns", el álbum lo cierra "It's Alright". Hubiera sido más adecuado un tema de tempo más alto y sentimientos menos melancólicos, pues al abundar en la propuesta de "Patience", pierde injustamente relevancia, pues se trata de una buena composición, más rica en instrumentos que la anterior, con una interesante coda final, y que en otra ubicación del tracklist habría brillado más.
Pese a que el álbum no se cierre por todo lo alto como habría merecido, son nada menos que siete de los diez temas los que poseen el nivel suficiente como para haber incluido los enlaces a Youtube. Y ello habla bien a las claras del notable nivel medio del conjunto. Sólo falta que, de alguna forma, Jenzen pueda encontrar la forma de llamar la atención dentro del siempre complicado circuito alternativo, para así aumentar la repercusión de su propuesta. Para que más pronto que tarde haya una siguiente entrega que le dé continuidad a su carrera, a ser posible sin caer en los convencionalismos que siempre amenazan este tipo de propuestas.
lunes, 15 de mayo de 2023
Orbital - "Optical delusion" (2023)
Casi cinco años ha tardado en ver la luz el esperado nuevo álbum de Orbital. Y es que los hermanos Paul & Phil Hartnoll por fin han regresado hace un par de meses con "Optical delusion", el décimo álbum de estudio de su discografía. Tras más de tres décadas de exitosa carrera a nivel tanto de crítica como de público, lo primero que cabe preguntarse ante este nuevo disco es si aún están lo suficientemente en forma como para crear nuevas canciones que se sostengan por sí mismas, y no sirvan simplemente de mera excusa para regresar a actuar en diversos festivales esta próxima temporada. Una pregunta ante la que cabe agradecer que se hayan tomado el tiempo que han considerado necesario hasta estar convencidos de haber reunido una decena de canciones que pueda mirar de tú a tú al grueso de su notable discografía. Algo que, ya les adelanto, han conseguido una vez más.
No estamos, obviamente, ante un álbum destinado a marcar un hito en la historia de la música electrónica, como en su momento lograron con "In sides" (1996), ni siquiera ante una entrega necesaria para reforzar una ya de por sí intachable reputación. Simplemente se trata de una colección de canciones razonablemente consistente y de buen nivel medio, casi todas ellas con la participación de artistas invitados que les aportan esas partes vocales que tanto les gustan a los Hartnoll. Unas colaboraciones con las que, además, exhiben su capacidad de adaptarse a tantos colaboradores para sacarles lo mejor sin que ello les suponga alejarse de su personal estilo. Pero que les ayuda a renovar permanentemente su sonido, acercándolo ligeramente a otras propuestas. Eso sí, sin gran espacio para la experimentación o para las tendencias más musicales más actuales, que los dos miembros del dúo ya andan cerca de los sesenta años.
El disco lo abre "Ringa Ringa (The Old Pandemic Folk Song)", elegido también como segundo sencillo a finales de del año pasado, y que formó parte de mi lista de otras veinte canciones internacionales recomendables de 2022. Compuesto como casi todo el disco por Paul Hartnoll, cuenta con la participación vocal del inclasificable combo femenino Mediæval Bæbes. Pretendidamente es un buen reflejo de lo que encierra esta nueva entrega del duo. Ante todo, un sonido cien por cien Orbital: esos teclados de reminiscencias acid marcando el ritmo bien al frente, su orientación a la pista de baile, y sus etéreos pasajes vocales, resultarán inconfundibles para sus seguidores. Además, parte de una buena composición, y el desarrollo la enriquece lo suficiente sin alargarlo en demasía. Si bien queda claro que su carrera cuenta con sencillos más descollantes. Le sigue "Day One", con la colaboración de la para mí desconocida Dina Ipavic. Un tema más contundente que el anterior, con su bombo sobredimensionado en primer plano, su atmósfera espacial, una eficaz progresión armónica, y una melodía principal etérea que a mí recuerda poderosamente a la de "Halcyon And On And On", el recordado momentazo de su álbum marrón (1993): a pesar de los treinta años transcurridos, las similitudes entre ambas canciones son evidentes. Dicho lo cual, la mayor contención en su duración de este nuevo tema, el teclado principal más estridente que sustenta las partes instrumentales, y la apoteosis instrumental de su tercio final, lo hacen disfrutable por sí mismo. Aunque para mí el momentazo absoluto del álbum es "Are you alive?". Compuesto junto al dúo guitarrero de Brighton Penelope Isles, estamos en mi opinión ante uno de las grandes canciones de este 2023: de una delicadeza exquisita en sus estrofas, de una frialdad envolvente en ese fantástico estribillo que cambia con cada repetición, de un ritmo original, de una sucesión de sintetizadores que demuestran lo solventes que son a estas alturas los hermanos Hartnoll añadiendo capas y capas a sus composiciones, lo que realmente transporta el tema a otra dimensión es la variación en su ritmo que introducen cuando otros artistas menos talentosos ya habrían estado recurriendo al "chorus to fade" (algo, por cierto, que por desgracia se ha perdido en la versión publicada como tercer sencillo): ese desfase electrónico de sus convincentes tres minutos finales es la que lo vuelve irresistible.
Tras un arranque tan notable, resulta relativamente esperable que el disco pegue un pequeño bajón. Y eso es lo que sucede con "You Are The Frequency", esta vez junto a los para mí desconocidos Little Pest. Un tema particularmente estridente, y plagado de voces distorsionadas hasta el extremo, su ritmo sincopado le aporta originalidad pero le resta pegada. Afortunadamente, el piano de puro house que vertebra el tema en su segunda mitad le confiere una cercanía que lo convierte en disfrutable de ahí hasta el final. Si bien para mí resulta superior "The New Abnormal", el quinto corte, de original título por cierto. Instrumental de principio a fin, es cierto que podríamos haberlo encontrado en casi cualquier disco del dúo, pero esa progresión armónica tan familiar que sorprende que no la hayan compuesto hasta ahora, la forma tan original como la van variando, ese teclado chirriante marca de la casa, y la forma como van entrando y saliendo los distintos sintetizadores en un frenesí que nunca resulta monótono, ideal para disfrutar a altas horas de la madrugada, confirman que de la "fórmula Orbital" aún puede extraerse un jugo sustancioso. Algo que en buena medida resulta también aplicable a "Home", compuesto a medias con la singular solista londinense Anna B Savage, que se encarga también de la fuertemente personal parte vocal. Una interpretación que condiciona el resultado de un tema que comienza como una balada intimista pero que acaba deviniendo en un desquiciante ejercicio de techno intemporal, con la excelente progresión armónica del estribillo y la habilidad del dúo para crear un arreglo que suene diferente a estas alturas como bazas adicionales.
El último tercio del disco sí baja claramente el nivel, pero es que hasta aquí pocos peros se le han podido poner a lo escuchado. A ese menor nivel contribuye decisivamente "Dirty Rat", desacertadamente elegido a mi modo de ver como primer sencillo, con la colaboración de la banda de post-punk Sleaford Mods. Y es que la propuesta de los de Notthingham está demasiado alejada de la de los hermanos Hartnoll como para lograr un buen maridaje, así que sus provocativas y monocordes estrofas se antojan demasiado poco para lo que había ofrecido hasta ahora "Optical delusion". Incluso aunque tenga el acierto que entregar un estribillo con una progresión armónica completa que mejora apreciablemente la impresión global. Pero se trata indudablemente de un sencillo menor en su discografía. "Requiem for the Pre-Apocalypse", octavo corte, con su ritmo de drum&bass y sus sintetizadores corales, me recuerda a la electrónica sincopada y a la irregularidad estilística de su "Snivilization" (1994). Así que, a pesar de que en su estribillo instrumental se vuelve más accesible, no pasa de ser un tema simplemente correcto. "What a Surprise", nuevamente con la colaboración de Little Pest, sube el listón hasta convertirse en el último momento álgido del disco: tenebroso, pausado, con un dramatismo que me recuerda al de muchos momentos de su antecesor "Monsters Exist" (2018): unas escuetas frases declamadas, una duración contenida, y un epatante contraste entre sus distintos sintetizadores la hacen fácilmente reconocible. Y el álbum lo cierra "Moon Princess", con la partición vocal de la también desconocida Coppe. Una canción cuya atmósfera encaja a la perfección con su título, y cuyo marcadísimo ritmo se adhiere inmediatamente a nuestro cerebro. Pero con una melodía vocal de notas lentas que no ayuda a realzar la instrumentación, e incluso puede resultar desagradable por momentos. En realidad quizá estemos ante el momento más experimental de todo el disco, y por eso parece razonable ubicarlo donde no altere el normal devenir del resto de canciones, pero es obvio que no contribuye a cerrar el álbum por todo lo alto.
En todo caso, como suele ser habitual en los discos de Orbital, con cada nueva escucha iremos descubriendo nuevos detalles, apreciando mejor la singularidad de cada composición, y recreándonos con el cuidado con el que han mimado cada detalle. Hasta convencernos de que no estamos ni mucho menos ante un álbum menor de su discografía, sino ante una saludable y solvente reivindicación de ellos mismos. Tal vez haya faltado una colaboración de postín que los devuelva a la primera línea de la comercialidad internacional, pero aun así el álbum está funcionando bien en listas, y sin ir más lejos alcanzó hace unas semanas el Top 6 en el Reino Unido, una posición que hacía tiempo no lograban. Y es que los Hartnoll han conseguido crear una base estable de seguidores, que saben apreciar un álbum de música electrónica que va a resultar interesante de principio a fin, y que va a poseer siempre la musicalidad suficiente para que no cueste anirmarse a reproducirlo. Me congratulo por ello. Y espero que el paso del tiempo no les impida entregar todavía un par de álbumes más, por lo menos. Porque siguen siendo necesarios en el panorama musical.
No estamos, obviamente, ante un álbum destinado a marcar un hito en la historia de la música electrónica, como en su momento lograron con "In sides" (1996), ni siquiera ante una entrega necesaria para reforzar una ya de por sí intachable reputación. Simplemente se trata de una colección de canciones razonablemente consistente y de buen nivel medio, casi todas ellas con la participación de artistas invitados que les aportan esas partes vocales que tanto les gustan a los Hartnoll. Unas colaboraciones con las que, además, exhiben su capacidad de adaptarse a tantos colaboradores para sacarles lo mejor sin que ello les suponga alejarse de su personal estilo. Pero que les ayuda a renovar permanentemente su sonido, acercándolo ligeramente a otras propuestas. Eso sí, sin gran espacio para la experimentación o para las tendencias más musicales más actuales, que los dos miembros del dúo ya andan cerca de los sesenta años.
El disco lo abre "Ringa Ringa (The Old Pandemic Folk Song)", elegido también como segundo sencillo a finales de del año pasado, y que formó parte de mi lista de otras veinte canciones internacionales recomendables de 2022. Compuesto como casi todo el disco por Paul Hartnoll, cuenta con la participación vocal del inclasificable combo femenino Mediæval Bæbes. Pretendidamente es un buen reflejo de lo que encierra esta nueva entrega del duo. Ante todo, un sonido cien por cien Orbital: esos teclados de reminiscencias acid marcando el ritmo bien al frente, su orientación a la pista de baile, y sus etéreos pasajes vocales, resultarán inconfundibles para sus seguidores. Además, parte de una buena composición, y el desarrollo la enriquece lo suficiente sin alargarlo en demasía. Si bien queda claro que su carrera cuenta con sencillos más descollantes. Le sigue "Day One", con la colaboración de la para mí desconocida Dina Ipavic. Un tema más contundente que el anterior, con su bombo sobredimensionado en primer plano, su atmósfera espacial, una eficaz progresión armónica, y una melodía principal etérea que a mí recuerda poderosamente a la de "Halcyon And On And On", el recordado momentazo de su álbum marrón (1993): a pesar de los treinta años transcurridos, las similitudes entre ambas canciones son evidentes. Dicho lo cual, la mayor contención en su duración de este nuevo tema, el teclado principal más estridente que sustenta las partes instrumentales, y la apoteosis instrumental de su tercio final, lo hacen disfrutable por sí mismo. Aunque para mí el momentazo absoluto del álbum es "Are you alive?". Compuesto junto al dúo guitarrero de Brighton Penelope Isles, estamos en mi opinión ante uno de las grandes canciones de este 2023: de una delicadeza exquisita en sus estrofas, de una frialdad envolvente en ese fantástico estribillo que cambia con cada repetición, de un ritmo original, de una sucesión de sintetizadores que demuestran lo solventes que son a estas alturas los hermanos Hartnoll añadiendo capas y capas a sus composiciones, lo que realmente transporta el tema a otra dimensión es la variación en su ritmo que introducen cuando otros artistas menos talentosos ya habrían estado recurriendo al "chorus to fade" (algo, por cierto, que por desgracia se ha perdido en la versión publicada como tercer sencillo): ese desfase electrónico de sus convincentes tres minutos finales es la que lo vuelve irresistible.
Tras un arranque tan notable, resulta relativamente esperable que el disco pegue un pequeño bajón. Y eso es lo que sucede con "You Are The Frequency", esta vez junto a los para mí desconocidos Little Pest. Un tema particularmente estridente, y plagado de voces distorsionadas hasta el extremo, su ritmo sincopado le aporta originalidad pero le resta pegada. Afortunadamente, el piano de puro house que vertebra el tema en su segunda mitad le confiere una cercanía que lo convierte en disfrutable de ahí hasta el final. Si bien para mí resulta superior "The New Abnormal", el quinto corte, de original título por cierto. Instrumental de principio a fin, es cierto que podríamos haberlo encontrado en casi cualquier disco del dúo, pero esa progresión armónica tan familiar que sorprende que no la hayan compuesto hasta ahora, la forma tan original como la van variando, ese teclado chirriante marca de la casa, y la forma como van entrando y saliendo los distintos sintetizadores en un frenesí que nunca resulta monótono, ideal para disfrutar a altas horas de la madrugada, confirman que de la "fórmula Orbital" aún puede extraerse un jugo sustancioso. Algo que en buena medida resulta también aplicable a "Home", compuesto a medias con la singular solista londinense Anna B Savage, que se encarga también de la fuertemente personal parte vocal. Una interpretación que condiciona el resultado de un tema que comienza como una balada intimista pero que acaba deviniendo en un desquiciante ejercicio de techno intemporal, con la excelente progresión armónica del estribillo y la habilidad del dúo para crear un arreglo que suene diferente a estas alturas como bazas adicionales.
El último tercio del disco sí baja claramente el nivel, pero es que hasta aquí pocos peros se le han podido poner a lo escuchado. A ese menor nivel contribuye decisivamente "Dirty Rat", desacertadamente elegido a mi modo de ver como primer sencillo, con la colaboración de la banda de post-punk Sleaford Mods. Y es que la propuesta de los de Notthingham está demasiado alejada de la de los hermanos Hartnoll como para lograr un buen maridaje, así que sus provocativas y monocordes estrofas se antojan demasiado poco para lo que había ofrecido hasta ahora "Optical delusion". Incluso aunque tenga el acierto que entregar un estribillo con una progresión armónica completa que mejora apreciablemente la impresión global. Pero se trata indudablemente de un sencillo menor en su discografía. "Requiem for the Pre-Apocalypse", octavo corte, con su ritmo de drum&bass y sus sintetizadores corales, me recuerda a la electrónica sincopada y a la irregularidad estilística de su "Snivilization" (1994). Así que, a pesar de que en su estribillo instrumental se vuelve más accesible, no pasa de ser un tema simplemente correcto. "What a Surprise", nuevamente con la colaboración de Little Pest, sube el listón hasta convertirse en el último momento álgido del disco: tenebroso, pausado, con un dramatismo que me recuerda al de muchos momentos de su antecesor "Monsters Exist" (2018): unas escuetas frases declamadas, una duración contenida, y un epatante contraste entre sus distintos sintetizadores la hacen fácilmente reconocible. Y el álbum lo cierra "Moon Princess", con la partición vocal de la también desconocida Coppe. Una canción cuya atmósfera encaja a la perfección con su título, y cuyo marcadísimo ritmo se adhiere inmediatamente a nuestro cerebro. Pero con una melodía vocal de notas lentas que no ayuda a realzar la instrumentación, e incluso puede resultar desagradable por momentos. En realidad quizá estemos ante el momento más experimental de todo el disco, y por eso parece razonable ubicarlo donde no altere el normal devenir del resto de canciones, pero es obvio que no contribuye a cerrar el álbum por todo lo alto.
En todo caso, como suele ser habitual en los discos de Orbital, con cada nueva escucha iremos descubriendo nuevos detalles, apreciando mejor la singularidad de cada composición, y recreándonos con el cuidado con el que han mimado cada detalle. Hasta convencernos de que no estamos ni mucho menos ante un álbum menor de su discografía, sino ante una saludable y solvente reivindicación de ellos mismos. Tal vez haya faltado una colaboración de postín que los devuelva a la primera línea de la comercialidad internacional, pero aun así el álbum está funcionando bien en listas, y sin ir más lejos alcanzó hace unas semanas el Top 6 en el Reino Unido, una posición que hacía tiempo no lograban. Y es que los Hartnoll han conseguido crear una base estable de seguidores, que saben apreciar un álbum de música electrónica que va a resultar interesante de principio a fin, y que va a poseer siempre la musicalidad suficiente para que no cueste anirmarse a reproducirlo. Me congratulo por ello. Y espero que el paso del tiempo no les impida entregar todavía un par de álbumes más, por lo menos. Porque siguen siendo necesarios en el panorama musical.
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