lunes, 16 de mayo de 2016

Pet Shop Boys: "Super" (2016)

Con "Super" los británicos Pet Shop Boys han alcanzado tras treinta años de carrera la nada despreciable cantidad de trece álbumes de estudio. Una cifra en la que curiosamente se encuentran otros artistas emblemáticos de los ochenta como Depeche Mode, U2, The Cure o incluso Madonna. Y que ya por sí es digna de respeto, pues no resulta nada sencillo alcanzar carreras tan dilatadas en el tiempo en el panorama musical contemporáneo. Y menos aún si se consigue sin repetirse en exceso, y guardando todavía la suficiente ilusión y ganas de seguir adelante como para entregar trabajos dignos. Porque "Super" no es un gran álbum, pero sí mantiene lo suficiente el nivel como para no desmerecer frente a lo más granado de su carrera, y en mi opinión es junto con "Fundamental" (2006) el mejor disco que ha entregado el dúo en lo que llevamos de siglo.

"Super" se había presentado durante su concepción como una prolongación de "Electric", su álbum de 2013: mismo co-productor (Stuart Price) y mismos parámetros (temas rápidos, bailables y razonablemente technificados, lejos de las veleidades acústicas o los ritmos más reposados a los que se han arrimado en otros momentos de su carrera). Aunque como ya reseñé en este mismo blog, lo que le fallaba a "Electric" no era su propuesta, sino las composiciones que lo debían sostener (se había publicado demasiado próximo en el tiempo a "Elysium" y no habían tenido tiempo de componer y descartar el suficiente número de temas). Por lo que tenía cierto recelo a escuchar "Super" y encontrarme con el mismo problem. Pero afortudamente han sabido enriquecer la propuesta de "Electric": sigue habiendo muchos temas bailables, pero están mejor compensados por medios tiempos y alguna balada, hay mayor dedicación a los textos y una mayor riqueza en los arreglos de alguna de sus doce canciones. E incluso una joya digna de sus mejores momentos.

No se trata sin embargo de un álbum redondo. Como se encarga de demostrar "Happiness", el tema que lo abre y primero de los tres del álbum que incurre en el mismo error: proponer un tema monocorde de ritmo binario sencillo, y adornarlo sólo con un estribillo melódico. No es que sean malos temas (la progresión armónica del estribillo de "Happiness" es bonita, y el estribillo efectivo), y con el bajo nivel global de la música de baile actual todos estamos acostumbrados a esa sobredosis de percusión sin notas a las que aferrarnos. Pero también sabemos que Neil Tennant y Chris Lowe son capaces de componer algo más que meros estribillos, y es imposible no echar de menos unas estrofas que completen el tema, un pasaje instrumental que lo complemente, o al menos unas sugestivas frases declamadas por Neil. Más recomendable es "The pop kids", el segundo tema y sencillo de presentación del disco. Que también adolece de unas estrofas sin mucho gancho (aunque al menos existen), pero la nostálgica letra sobre la influencia en la juventud del panorama musical de hace un cuarto de siglo y otro buen estribillo, junto a la correcta producción de Price mezclando sonidos contemporáneos y percusiones electrónicas de aquella época hace que la balanza se incline claramente a su favor.

Más discutible es el resultado de "Twenty-something", tercer corte y en mi opinión erróneamente escogido como segundo sencillo. No por tratarse de un medio tiempo, ni por utilizar esas armonías orquestales que tan bien han sabido históricamente usar, ni por su letra evocadora. Sino por esa instrumentación un tanto ramplona y ese ritmo de reggeaton acelerado. Igualmente se queda en correcto solamente "Groovy", el cuarto corte, nuevamente un tema rápido y bailable, con una mejor instrumentación (especialmente en lo que se refiere a la combinación de sintetizadores estridentes y pianos electrónicos), con unas estrofas y un estribillo decentes, pero al que le queda el poso de "hecha en la factoría", sin magia. "The dictator decides", en cambio, es uno de los mejores momentos del álbum: un claro intento por hacer uno de sus medios tiempos oscuros irónicos y sugerentes, muy en la línea de su "Dreaming of the Queen", con un elaborado comienzo de un minuto de duración que precede a la composición en sí, una melodía oscura, con samples de desfiles militares y una soprano en el tramo final, sus habituales teclados envolventes estructurando una brillante progresión armonica, y probablemente la mejor letra del álbum (un dictador que abiertamente narra cómo gestiona en realidad su régimen).

"Pazzo!" es el segundo de esos tres temas "a medio componer" a los que me refería antes, y quizá el menos interesante de ellos: un ritmo binario de tantos, sintetizadores estridentes y el recuerdo de los Chemical Brothers menos creativos (de hecho, ellos mismos parecen conscientes de ello, pues el tema dura menos de tres minutos). E "Inner sanctum" es el tercero de ellos y el más salvable, porque es el que combina las programaciones monocordes con una mayor componente armónica, incluyendo un nada original pero efectivo crescendo con los acordes de su atmosférico y efectivo estribillo. Aunque la auténtica joya del álbum es "Undertow", todo un derroche creativo desde su precioso comienzo propio de una banda sonora (que rescatan más adelante para construir el puente), hasta ese arpegio de sintetizador computerizado absolutamente adictivo sobre el que construyen un fantástico estribillo que es capaz de cambiar de tonalidad sin afectar al resultado, rematado además por dos elegantísimas estrofas dignas de "Miserabilism" o "The end of the world". Un tema que entusiasmará a sus fans de siempre y que en mi opinión es junto a "Flamboyant" y "Vocal" lo mejor que han creado en este siglo veintiuno.

El tercio final del álbum mantiene razonablemente bien el tipo. "Sad robot world" es la única balada del álbum. Y aunque no es una de las más inspiradas de su carrera, sí que puede mirar de frente a por ejemplo "To speak is a sin", con una batería y unos arreglos similares a aquella hasta que entra un sintetizador acelerado para rematar el conjunto, y una letra curiosa sobre las sensaciones de un robot en un mundo robotico. "Say it to me" es otro tema de pop bailable razonablemente inspirado, menos frío de lo habitual en el dúo (casi se diría que tiene influencias latinas a lo "Domino dancing", especialmente en el bajo sintetizado), cuya mejor baza es su trabajado estribillo, sabiamente realzado por un preeminente teclado. "Burn" es para mí el tercer mejor momento del álbum, un ejercicio de nostalgia que nos retrotrae a los comienzos del dúo, cuando dignificaron el italo-disco de la época como parte de su estilo (por momentos ese bajo trotón preeminente y esos timbales nos retrotraen a "Paninaro", los dubs de la parte nueva a las remezclas que les hacía el mago Shep Pettibone, y el teclado del estribillo a "In the night"). Sólo le falla que sea una progresión armónica sencilla y sin ninguna variación, y que la interpretación de Neil recurra a notas altas, faltándole un poco de contundencia a la melodía. Y para cerrar "Super" no se guardan ningún as en la manga, porque "Into thin air" es a pesar de su sección de cuerda al comienzo y de su sobredosis de teclados en el tramo final un medio tiempo un tanto anodino, lejos de otros cierres de estilo similar como "Jealousy" o "Footsteps".

A pesar de que sólo haya un tema realmente excepcional y dos o tres recomendables, creo que debe defendese "Super" como un álbum más que digno a estas altura de la carrera de Pet Shop Boys. Porque no hay ningún tema que desentone, porque hay siete u ocho estribillos bien trabajados, porque hay varias letras sugerentes, y porque hay una cohesión estilística suficiente y al mismo tiempo una variedad meritoria dentro de sus doce temas que hace que se escuche de principio a fin sin problemas. No les ganará nuevos adeptos, pero tampoco perderán muchos por el camino, lo que para dos sexagenarios que siguen haciendo música apta para jóvenes ya es mucho.

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