Uno de los álbumes más esperados de este 2018 era el retorno de Death Cab For Cutie, que vio la luz hace poco más de un mes. En primer lugar porque la banda de Ben Gibbard es sin duda una de las que mejores momentos nos ha ido regalando a lo largo del presente siglo en sus ocho álbumes anteriores. Y en segundo lugar, porque éste es su primer álbum sin Chris Walla, guitarrista principal, compositor frecuente junto a Gibbard de muchos de sus temas, y productor de varios de sus álbumes. "Thank you for today" es el primer álbum de la banda sin su "segundo de a bordo", y había que calibrar si su ausencia inclinaba la balanza en un sentido favorable o desfavorable.
Afortunadamente el resultado no defraudará a los seguidores habituales de la banda, y posiblemente ganará a la mayoría de los adeptos que los descubran con él. Como es lógico, Gibbard se ha encargado en exclusiva de la composición de los diez temas. Y, con muy buen criterio, ha vuelto a reclutar como productor a Rich Costey, quien ya se encargó con maestría de dotar a su anterior álbum, "Kintsugi" (2015) de un sonido respetuoso con la personalidad de la banda a la vez que rico en texturas y abierto a las nuevas tendencias. Para completar los aciertos, a la banda se ha incorporado como guitarrista principal Dave Depper, un músico eficaz que parece sentirse cómodo con los arpegios cristalinos tan típicos de los estadounidenses. Estas tres buenas decisiones provocan que, salvo para los mejores conocedores de la banda, la ausencia de Walla pase prácticamente inadvertida. Y si encima tenemos en cuenta que a Gibbard se le sigue encendiendo con frecuencia la bombilla de la inspiración, probablemente estemos hablando de uno de los mejores discos en lo que llevamos de 2018.
Aunque debo indicar que la selección de los sencillos no reafirma esa impresión de gran álbum. El segundo de ellos es también el tema que abre el disco, "I dreamt we spoke again", que por supuesto no es un mal tema, que tiene en su letra y en la original batería del estribillo sus dos puntos fuertes. y que agradará a los fans de la banda con su atmósfera introspectiva y sus arpegios de guitarra en los intervalos instrumentales. Pero a la canción le falta un poco de gancho (y quizá haber rematado un poco más la composición con alguna parte nueva o alguna otra sorpresa) para llegar al nivel de sus grandes clásicos. Prefiero el segundo corte, "Summer Years", más rápido, con un precioso arpegio de guitarra y una melodía oscura en la que Gibbard canta más que nunca como Neil Tennant y nos refrenda el estupendo estado de su talento para crear canciones capaces de ponernos los pelos de punta. El tercer corte es probablemente el tema más diferente y vitalista del disco, y es lógico que Gibbbard lo escogiera como sencillo de presentación para que nadie pensara que se trataba de un disco exclusivamente continuista: "Gold rush", supuestamente con la participación de Yoko Ono en la composición, es un medio tiempo que arranca muy bien con su progresión armónica de acordes mayores, su percusión sucia y la repetición del título cada cuatro compases. Pero al tema le falta en mi opinión un estribillo más definido, y sobre todo evolucionar conforme avanza el minutaje.
Al igual que sucede con "Summer Years", la canción que sucede al supuesto sencillo estrella del álbum es en mi opinión claramente superior, y una de mis favoritas en lo que va de año: "Your Hurricane" es una nueva demostración de lo que puede dar de sí esta maravillosa banda: un delicado sintetizador que da paso a un medio tiempo de batería contundente, una preciosa guitarra y una melodía en las estrofas maravillosa, aunque la del estribillo no se queda atrás. Además, ahora el tema sí crece y evoluciona de manera inteligente, recurriendo a sintetizadores adicionales, segundas voces y cambios en la melodía del estribillo... quizá su única pega pueda ser que recuerde más de la cuenta a "Black sun", el tema de referencia de "Kintsugi". Casi del mismo nivel es el siguiente corte, "When we drive", o cómo llevar una estructura compositiva sencilla y típica (estrofa de dos acordes que derivan a un tercero justo para entrar en un estribillo de una sola frase) a cotas formidables de emoción: nos podemos imaginar a Gibbard y a su pareja por esas autopistas del medio Oeste estadounidense disfrutando al compás de esta canción que no para de enriquecer su instrumentación conforme avanza (guitarra acústica, efectos espaciales, sintetizadores en segundo plano...). Y para no perder la tónica, el nivel baja con "Autumn love", el tercer sencillo hasta la fecha, que nos recuerda al "For you" de Electronic, el proyecto paralelo de Bernard Sumner en los noventa en su guitarrero comienzo, pero que luego no acaba de coger el ritmo en unas estrofas un tanto entrecortadas y en un estribillo con abuso de "oh oh" y unas notas demasiado altas.
El tramo final del álbum sigue acogiendo momentos de gran nivel. El primero el séptimo corte, "Northern lights", quizá mi segundo tema favorito del álbum: una canción rápida (nada de aburguesarse con la edad), que comienza con un arpegio de guitarra-bajo que recuerda a New Order, y un perfecto equilibrio entre la steel guitar y el piano acústico, antes de que empiece otra bonita estrofa sobre esos mismos acordes, aunque lo realmente memorable son su excelente estribillo y el intervalo instrumental, que me recuerda al de "What do you want from me" de Monaco, el proyecto paralelo de Peter Hook en los noventa (la cosa va de proyectos paralelos de New Order). "You moved away", el octavo corte, es quizá el tema más original desde el punto de vista instrumental, expansivo sobre un sintetizador al que es difícil detectarle los cambios de notas, y con un estribillo aderezado por una original percusión, que sin ser un gran tema no obliga a pulsar el forward. Muy superior es "Near/Far", la penúltima canción, otro tema rápido, con un ritmo binario marcado más propio de una banda de veinteañeros, que sin casi preparación nos introduce en otra estrofa elegante marca de la casa, que desemboca con la misma premura en un doble estribillo realmente cautivador, que además cambia a partir de la segunda repetición de un modo tan natural que resulta casi imperceptible. Y quizá con la mejor producción del disco, acelerando y frenando el tema, enriqueciéndolo con instrumentos de unas partes que son utilizados a propósito en otras... todo un despliegue de inteligencia. Y Gibbard juega al despiste con "60 & Punk", pues parece que nos va a entregar el inevitable "baladón" que aún no ha aparecido por el disco, y su comienzo con voz y un precioso piano nos lo hacen creer, pero en seguida llega la batería y el tema se vuelve más instrumentado de lo que parece: una balada, sí, pero menos convencional, con una bonita letra sobre un ídolo musical de Gibbard (no sabemos si real o ficticio) aparentemente venido a menos como punto fuerte.
Y así terminan estos treinta y ocho minutos que se hacen más cortos si cabe al carecer de desperdicio. Apenas hay temas menores, y sí varios momentos que nos obligan a seguir maravillándonos ante el talento creativo y sobre todo la capacidad para evocar sentimientos de Gibbard, algo tan difícil en el más que prefabricado panorama musical contemporáneo, donde los estadounidenses siguen brillando con luz propia. Por cierto, es de agradecer que un cuarentón como Gibbard siga creyendo que el pop independiente e intimista aún puede expresarse a través de tempos medianamente altos. Así que ver si para el décimo álbum sigue conservando la inspiración y las ganas de que no nos aburguesemos. Gracias, Sr. Gibbard.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 30 de septiembre de 2018
domingo, 16 de septiembre de 2018
Rick Astley: "Beautiful life" (2018)
El retorno del británico Rick Astley hace un par de años, coincidiendo con su cincuenta cumpleaños, fue una de las agradables sorpresas del 2016: después de un larguísimo parón, y sólo cuando su vida personal le permitió retomar las labores de composición, resurgió con un álbum más que decente, ese "50" respetuoso con su carrera y sus gustos musicales, que sonaba maduro pero no rancio. Eso sí, cuando reseñé el disco, no esperaba que en tan sólo un par de temporadas volviera a la carga con otros doce temas. Supongo que el éxito de su retorno aceleró este "Beautiful life", pero a su edad Astley no debería tener prisa por reivindicarse, ni por demostrar que sigue activo. Y me temo que bastante de eso hay detrás de este álbum, claramente inferior a su predecesor.
Y es que "Beautiful life" queda bastante por debajo de "50". De manera obvia en los sencillos (aquí no hay ningún éxito del calibre de "Keep singing" o sobre todo "Angels on my side"), pero de manera más preocupante en la inspiración: son muchas las canciones que tiran de la voz de Astley y de su cultura musical para resultar dignas, pero hay mucho más oficio que de magia. Aunque el hecho de que Astley se haya vuelto a encargar de componer, producir y cantar todos los temas asegura que el resultado sea homogéneo y consistente con el resto de su carrera. Por lo que se trata de un álbum claramente destinado a sus seguidores de toda la vida, más o menos indulgentes con su nivel medio. Pero no va a abrirle ningún otro camino.
Un buen ejemplo de lo que digo es "Beautiful life", el tema que titula, abre el disco y es además su supuesto sencillo estrella: bailable (sí, bailable), con su guitarra de influencia funky y su guiño al sonido philly en sus violines sintetizados, pero rutinario a pesar del espacio que deja para los arreglos contemporáneos, sin magia en su melodía, y sin ni siquiera espacio para que Astley luzca sus cualidades vocales. "Chance to dance", con pinta de frustrado tercer sencillo, vuelve a resultar correcto, con esos coros a lo The Christians que adornan las estrofas y la guitarra acústica llevando la progresión armónica, y quizá un poquito superior a la anterior gracias a su parte nueva y a que sí se deja hueco para lucirse, pero vuelve a faltar gancho, y el estribillo deja indiferente. "She makes me", con su batería programada y su arpegio de guitarra, comienza con mejor pinta, pero el estribillo con sus acordes menores resulta demasiado convencional, transitando por caminos quizá ya demasiado explorados, y algo parecido sucede con su parte nueva. Y "Shivers" tampoco acaba de remontar el vuelo, con su para mí obvio intento de imitar a los Imagine Dragons (casi parece que escuchamos la voz de Dan Reynolds) y su flojo estribillo.
"Last night on earth", el quinto corte, sigue sin ser el momento que nos enganche: un medio tiempo correcto, que vuelve a sonar más medido que inspirado, pero que conforme avanza da los primeros síntomas positivos, porque antes de las últimas repeticiones del estribillo Astley se arrima a lo que parecen unos coros gospel, y el efecto sí que llama la atención y hace concebir esperanzas de cara al resto del disco. Esperanzas que se confirman en "Every corner", para mí el primer momento realmente reseñable: un tema más oscuro, con cierta rabia, un ritmo sincopado menos convencional, unos teclados relativamente originales, un estribillo no especialmente bonito pero efectivo con sus coros femeninos... Y que llegan a su máxima expresión con "I need the light", para mí el mejor momento del disco: un precioso (y complicado) arpegio de piano, la voz desgarrada de Astley y una atmósfera fría y oscura, rematada ahora sí por un sencillo pero efectivo estribillo, y sobre todo por una preciosa parte nueva instrumental con un piano espectacular. "Better together", el octavo corte, no es capaz de mantener el nivel, pero tampoco desentona, con su atmósfera tenebrosa, su original guitarra al final de cada compás, y un estribillo pegadizo.
El último tercio del disco se inicia con "Empty heart", con la voz y la guitarra acústica de Astley: una vuelta a la convencionalidad, evocadora pero un tanto previsible, aunque el elaborado estribillo a lo Noel Gallagher, con sección de viento para rematarlo, y una de las mejores interpretaciones vocales de Astley, mejoran el resultado global. "Rise up", décimo corte, una balada en la que Astley susurra durante las estrofas sobre una progresión armónica de reminiscencias psicodélica y unos inesperados bongos, vuelve a resultar agradable pero poco cautivadora, a pesar de que en su parte nueva el tema crece. "Try", penúltimo tema y sencillo actual, es para mí el segundo mejor momento del álbum: aunque no pueda quitarse de encima la sensación de haberse inspirado en el "Yellow" de Coldplay (sobre todo en su contundente estribillo), la melodía de las intimistas estrofas es bonita, en la del estribillo Astley puede dar rienda suelta a todo su chorro de voz, y en su parte nueva la sección de cuerda sintetizada completa con gusto el conjunto. Y el álbum se cierra con el inesperado gong que da comienzo a "The good old days", un medio tiempo más contundente y guitarrero y menos intimista de lo que cabría esperar para terminar el disco, con una bonita progresión armónica y sobre todo un respetuoso homenaje a alguno de los álbumes que marcaron los gustos musicales del británico (cita desde el "Yellow submarine" de The Beatles al "A night at the opera" de Queen), reconociendo además la influencia de sus hermanos a la hora de dar forma a sus preferencias.
Ese empujón que le da Astley al álbum a partir de su sexto corte es el que me ha animado a dedicarle una entrada en este humilde blog. Porque evaluado fríamente, cinco temas relevantes pueden ser suficientes para hacerle un hueco en nuestra discoteca personal. Lo que sucede es que da la impresión de que es cuando Astley se olvida de gustar y de plegarse a lo "fácil", y decide ser el mismo, es decir, en esa segunda mitad del álbum, cuando sigue ofreciendo buenos temas. Y eso es muy peligroso a estas alturas de su carrera, porque no lo necesita y porque las ventas le pueden fallar (como de hecho le ha sucedido en parte). Así que si en algún momento decide darle continuidad a este "Beautiful life", espero que se tome su tiempo para hacerlo, y que se dedique sobre todo a disfrutar componiendo e interpretando. Será la mejor manera de asegurar que nosotros lo haremos también.
Y es que "Beautiful life" queda bastante por debajo de "50". De manera obvia en los sencillos (aquí no hay ningún éxito del calibre de "Keep singing" o sobre todo "Angels on my side"), pero de manera más preocupante en la inspiración: son muchas las canciones que tiran de la voz de Astley y de su cultura musical para resultar dignas, pero hay mucho más oficio que de magia. Aunque el hecho de que Astley se haya vuelto a encargar de componer, producir y cantar todos los temas asegura que el resultado sea homogéneo y consistente con el resto de su carrera. Por lo que se trata de un álbum claramente destinado a sus seguidores de toda la vida, más o menos indulgentes con su nivel medio. Pero no va a abrirle ningún otro camino.
Un buen ejemplo de lo que digo es "Beautiful life", el tema que titula, abre el disco y es además su supuesto sencillo estrella: bailable (sí, bailable), con su guitarra de influencia funky y su guiño al sonido philly en sus violines sintetizados, pero rutinario a pesar del espacio que deja para los arreglos contemporáneos, sin magia en su melodía, y sin ni siquiera espacio para que Astley luzca sus cualidades vocales. "Chance to dance", con pinta de frustrado tercer sencillo, vuelve a resultar correcto, con esos coros a lo The Christians que adornan las estrofas y la guitarra acústica llevando la progresión armónica, y quizá un poquito superior a la anterior gracias a su parte nueva y a que sí se deja hueco para lucirse, pero vuelve a faltar gancho, y el estribillo deja indiferente. "She makes me", con su batería programada y su arpegio de guitarra, comienza con mejor pinta, pero el estribillo con sus acordes menores resulta demasiado convencional, transitando por caminos quizá ya demasiado explorados, y algo parecido sucede con su parte nueva. Y "Shivers" tampoco acaba de remontar el vuelo, con su para mí obvio intento de imitar a los Imagine Dragons (casi parece que escuchamos la voz de Dan Reynolds) y su flojo estribillo.
"Last night on earth", el quinto corte, sigue sin ser el momento que nos enganche: un medio tiempo correcto, que vuelve a sonar más medido que inspirado, pero que conforme avanza da los primeros síntomas positivos, porque antes de las últimas repeticiones del estribillo Astley se arrima a lo que parecen unos coros gospel, y el efecto sí que llama la atención y hace concebir esperanzas de cara al resto del disco. Esperanzas que se confirman en "Every corner", para mí el primer momento realmente reseñable: un tema más oscuro, con cierta rabia, un ritmo sincopado menos convencional, unos teclados relativamente originales, un estribillo no especialmente bonito pero efectivo con sus coros femeninos... Y que llegan a su máxima expresión con "I need the light", para mí el mejor momento del disco: un precioso (y complicado) arpegio de piano, la voz desgarrada de Astley y una atmósfera fría y oscura, rematada ahora sí por un sencillo pero efectivo estribillo, y sobre todo por una preciosa parte nueva instrumental con un piano espectacular. "Better together", el octavo corte, no es capaz de mantener el nivel, pero tampoco desentona, con su atmósfera tenebrosa, su original guitarra al final de cada compás, y un estribillo pegadizo.
El último tercio del disco se inicia con "Empty heart", con la voz y la guitarra acústica de Astley: una vuelta a la convencionalidad, evocadora pero un tanto previsible, aunque el elaborado estribillo a lo Noel Gallagher, con sección de viento para rematarlo, y una de las mejores interpretaciones vocales de Astley, mejoran el resultado global. "Rise up", décimo corte, una balada en la que Astley susurra durante las estrofas sobre una progresión armónica de reminiscencias psicodélica y unos inesperados bongos, vuelve a resultar agradable pero poco cautivadora, a pesar de que en su parte nueva el tema crece. "Try", penúltimo tema y sencillo actual, es para mí el segundo mejor momento del álbum: aunque no pueda quitarse de encima la sensación de haberse inspirado en el "Yellow" de Coldplay (sobre todo en su contundente estribillo), la melodía de las intimistas estrofas es bonita, en la del estribillo Astley puede dar rienda suelta a todo su chorro de voz, y en su parte nueva la sección de cuerda sintetizada completa con gusto el conjunto. Y el álbum se cierra con el inesperado gong que da comienzo a "The good old days", un medio tiempo más contundente y guitarrero y menos intimista de lo que cabría esperar para terminar el disco, con una bonita progresión armónica y sobre todo un respetuoso homenaje a alguno de los álbumes que marcaron los gustos musicales del británico (cita desde el "Yellow submarine" de The Beatles al "A night at the opera" de Queen), reconociendo además la influencia de sus hermanos a la hora de dar forma a sus preferencias.
Ese empujón que le da Astley al álbum a partir de su sexto corte es el que me ha animado a dedicarle una entrada en este humilde blog. Porque evaluado fríamente, cinco temas relevantes pueden ser suficientes para hacerle un hueco en nuestra discoteca personal. Lo que sucede es que da la impresión de que es cuando Astley se olvida de gustar y de plegarse a lo "fácil", y decide ser el mismo, es decir, en esa segunda mitad del álbum, cuando sigue ofreciendo buenos temas. Y eso es muy peligroso a estas alturas de su carrera, porque no lo necesita y porque las ventas le pueden fallar (como de hecho le ha sucedido en parte). Así que si en algún momento decide darle continuidad a este "Beautiful life", espero que se tome su tiempo para hacerlo, y que se dedique sobre todo a disfrutar componiendo e interpretando. Será la mejor manera de asegurar que nosotros lo haremos también.
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