domingo, 30 de septiembre de 2018

Death Cab For Cutie: "Thank you for today" (2018)

Uno de los álbumes más esperados de este 2018 era el retorno de Death Cab For Cutie, que vio la luz hace poco más de un mes. En primer lugar porque la banda de Ben Gibbard es sin duda una de las que mejores momentos nos ha ido regalando a lo largo del presente siglo en sus ocho álbumes anteriores. Y en segundo lugar, porque éste es su primer álbum sin Chris Walla, guitarrista principal, compositor frecuente junto a Gibbard de muchos de sus temas, y productor de varios de sus álbumes. "Thank you for today" es el primer álbum de la banda sin su "segundo de a bordo", y había que calibrar si su ausencia inclinaba la balanza en un sentido favorable o desfavorable.

Afortunadamente el resultado no defraudará a los seguidores habituales de la banda, y posiblemente ganará a la mayoría de los adeptos que los descubran con él. Como es lógico, Gibbard se ha encargado en exclusiva de la composición de los diez temas. Y, con muy buen criterio, ha vuelto a reclutar como productor a Rich Costey, quien ya se encargó con maestría de dotar a su anterior álbum, "Kintsugi" (2015) de un sonido respetuoso con la personalidad de la banda a la vez que rico en texturas y abierto a las nuevas tendencias. Para completar los aciertos, a la banda se ha incorporado como guitarrista principal Dave Depper, un músico eficaz que parece sentirse cómodo con los arpegios cristalinos tan típicos de los estadounidenses. Estas tres buenas decisiones provocan que, salvo para los mejores conocedores de la banda, la ausencia de Walla pase prácticamente inadvertida. Y si encima tenemos en cuenta que a Gibbard se le sigue encendiendo con frecuencia la bombilla de la inspiración, probablemente estemos hablando de uno de los mejores discos en lo que llevamos de 2018.

Aunque debo indicar que la selección de los sencillos no reafirma esa impresión de gran álbum. El segundo de ellos es también el tema que abre el disco, "I dreamt we spoke again", que por supuesto no es un mal tema, que tiene en su letra y en la original batería del estribillo sus dos puntos fuertes. y que agradará a los fans de la banda con su atmósfera introspectiva y sus arpegios de guitarra en los intervalos instrumentales. Pero a la canción le falta un poco de gancho (y quizá haber rematado un poco más la composición con alguna parte nueva o alguna otra sorpresa) para llegar al nivel de sus grandes clásicos. Prefiero el segundo corte, "Summer Years", más rápido, con un precioso arpegio de guitarra y una melodía oscura en la que Gibbard canta más que nunca como Neil Tennant y nos refrenda el estupendo estado de su talento para crear canciones capaces de ponernos los pelos de punta. El tercer corte es probablemente el tema más diferente y vitalista del disco, y es lógico que Gibbbard lo escogiera como sencillo de presentación para que nadie pensara que se trataba de un disco exclusivamente continuista: "Gold rush", supuestamente con la participación de Yoko Ono en la composición, es un medio tiempo que arranca muy bien con su progresión armónica de acordes mayores, su percusión sucia y la repetición del título cada cuatro compases. Pero al tema le falta en mi opinión un estribillo más definido, y sobre todo evolucionar conforme avanza el minutaje.

Al igual que sucede con "Summer Years", la canción que sucede al supuesto sencillo estrella del álbum es en mi opinión claramente superior, y una de mis favoritas en lo que va de año: "Your Hurricane" es una nueva demostración de lo que puede dar de sí esta maravillosa banda: un delicado sintetizador que da paso a un medio tiempo de batería contundente, una preciosa guitarra y una melodía en las estrofas maravillosa, aunque la del estribillo no se queda atrás. Además, ahora el tema sí crece y evoluciona de manera inteligente, recurriendo a sintetizadores adicionales, segundas voces y cambios en la melodía del estribillo... quizá su única pega pueda ser que recuerde más de la cuenta a "Black sun", el tema de referencia de "Kintsugi". Casi del mismo nivel es el siguiente corte, "When we drive", o cómo llevar una estructura compositiva sencilla y típica (estrofa de dos acordes que derivan a un tercero justo para entrar en un estribillo de una sola frase) a cotas formidables de emoción: nos podemos imaginar a Gibbard y a su pareja por esas autopistas del medio Oeste estadounidense disfrutando al compás de esta canción que no para de enriquecer su instrumentación conforme avanza (guitarra acústica, efectos espaciales, sintetizadores en segundo plano...). Y para no perder la tónica, el nivel baja con "Autumn love", el tercer sencillo hasta la fecha, que nos recuerda al "For you" de Electronic, el proyecto paralelo de Bernard Sumner en los noventa en su guitarrero comienzo, pero que luego no acaba de coger el ritmo en unas estrofas un tanto entrecortadas y en un estribillo con abuso de "oh oh" y unas notas demasiado altas.

El tramo final del álbum sigue acogiendo momentos de gran nivel. El primero el séptimo corte, "Northern lights", quizá mi segundo tema favorito del álbum: una canción rápida (nada de aburguesarse con la edad), que comienza con un arpegio de guitarra-bajo que recuerda a New Order, y un perfecto equilibrio entre la steel guitar y el piano acústico, antes de que empiece otra bonita estrofa sobre esos mismos acordes, aunque lo realmente memorable son su excelente estribillo y el intervalo instrumental, que me recuerda al de "What do you want from me" de Monaco, el proyecto paralelo de Peter Hook en los noventa (la cosa va de proyectos paralelos de New Order). "You moved away", el octavo corte, es quizá el tema más original desde el punto de vista instrumental, expansivo sobre un sintetizador al que es difícil detectarle los cambios de notas, y con un estribillo aderezado por una original percusión, que sin ser un gran tema no obliga a pulsar el forward. Muy superior es "Near/Far", la penúltima canción, otro tema rápido, con un ritmo binario marcado más propio de una banda de veinteañeros, que sin casi preparación nos introduce en otra estrofa elegante marca de la casa, que desemboca con la misma premura en un doble estribillo realmente cautivador, que además cambia a partir de la segunda repetición de un modo tan natural que resulta casi imperceptible. Y quizá con la mejor producción del disco, acelerando y frenando el tema, enriqueciéndolo con instrumentos de unas partes que son utilizados a propósito en otras... todo un despliegue de inteligencia. Y Gibbard juega al despiste con "60 & Punk", pues parece que nos va a entregar el inevitable "baladón" que aún no ha aparecido por el disco, y su comienzo con voz y un precioso piano nos lo hacen creer, pero en seguida llega la batería y el tema se vuelve más instrumentado de lo que parece: una balada, sí, pero menos convencional, con una bonita letra sobre un ídolo musical de Gibbard (no sabemos si real o ficticio) aparentemente venido a menos como punto fuerte.

Y así terminan estos treinta y ocho minutos que se hacen más cortos si cabe al carecer de desperdicio. Apenas hay temas menores, y sí varios momentos que nos obligan a seguir maravillándonos ante el talento creativo y sobre todo la capacidad para evocar sentimientos de Gibbard, algo tan difícil en el más que prefabricado panorama musical contemporáneo, donde los estadounidenses siguen brillando con luz propia. Por cierto, es de agradecer que un cuarentón como Gibbard siga creyendo que el pop independiente e intimista aún puede expresarse a través de tempos medianamente altos. Así que ver si para el décimo álbum sigue conservando la inspiración y las ganas de que no nos aburguesemos. Gracias, Sr. Gibbard.

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