En la presente entrada voy a hablarles de un tema que, no por recurrente, deja de ser cierto en el siempre complicado panorama musical: el temido (y fallido) segundo álbum. Porque entre las novedades que esperaba con ilusión esta temporada se encontraban tres bandas de las que me hice eco en este humilde blog por el buen nivel de su álbum de debut. Confiaba en que sus segundas entregas mantuvieran al menos ese nivel y las consolidaran musicalmente hablando, pudiendo dedicarles así sus reseñas independientes. Y sin embargo, tras unas cuantas decepcionantes escuchas, me veo obligado a dedicarles una entrada común, porque lo único que han tenido en común ha sido desgraciadamente que se tratan en mi opinión de segundos álbumes fallidos, de retrocesos en sus carreras en el peor momento, y quién sabe incluso si del final de las mismas. Estoy hablando de los nuevos álbumes de Train To Spain, Tiny Deaths y Night Club.
Los suecos Train To Spain debutaron en el año 2015 con "What's all about". Aunque tardé en toparme con él a causa de su escasa difusión, me conquistó la manera como recreaba el italo-disco de los ochenta, manteniendo su esencia pero sin embargo consiguiendo un sonido propio, relativamente reconocible, y sobre todo con algunos temas realmente notables ("Keep on running", "Work harder", "Blipblop"). De hecho, parecía que la banda iba destinada a seguir creciendo, porque como anticipo a su segundo álbum publicaron hace poco más de dos años un sencillo ("Believe in love") que me encantó con esa inyección de optimismo que habían sabido conjugar con su peculiar mirada al pasado. Pero cuando, tras dos largos años, por fin le han dado continuidad con "A journey" hace unas pocas semanas, el resultado ha sido completamente fallido: sí que mantienen el sonido retro, pero les falta la inspiración. El álbum se abre con el único tema realmente destacable ("I follow you"), disfrutable a pesar de su estructura un poco extraña en la transición estrofa-estribillo. Y el resto de los temas (hasta que llega la mencionada "Believe in love", recuperada aquí para cerrar el disco) es una vana esperanza de que acierten con la tecla de la inspiración. Cosa que no sucede, limitándose a tirar de oficio para llegar hasta el final de una entrega muy discreta.
Más sorprendente es si cabe el retroceso de los estadounidenses Tiny Deaths, que me cautivaron con su sencillo, orgánico y sugestivo "Elegies" de principios del año pasado, con momentos tan brillantes como "Ever", "Wrong", o "The gardener". Para darle continuidad con "Magic", el dúo ha mantenido la sencillez en la instrumentación, pero ha dado un giro electrónico bastante acusado a su sonido (cosa que, como saben quienes siguen este blog, no es en absoluto un movimiento estilístico que yo rechace). Hasta el punto de que cuesta reconocerlos. A ese inconveniente de la pérdida de personalidad se le añade un problema aún mayor: preocupados por esa sonoridad más contemporánea, han descuidado las composiciones, y de los cuatro sencillos publicados, sólo el tercero (la desasosegante "Us"), nos recuerda el talento que exhibieron para generar emociones con su disco de debut, mientras que los otros tres ("Don't let go", "Always" y "Away") se pierden en esa exploración sonora, sin estribillos que los sostengan ni melodías que nos enganchen.
La última (y menor decepción) de los segundos álbumes que he escuchado en estas últimas semanas ha sido el retorno del dúo estadounidense Night Club. La decepción ha sido menor porque la electrónica oscura de su debut ("Requiem for romance", 2016) no llegó a ser lo suficientemente redonda como para merecer una entrada en este blog (menos de media hora, una instrumentación simplista, muchos temas previsibles), pero la sensual voz y presencia de Emily Kavanaugh, la estridente y efectiva "Bad girl" y sobre todo la irresistible "Psychosuperlover", que si hubiera caído en manos de Kylie Minogue en sus años dorados habría sido un éxito mundial, me hacían anhelar esperanza de que en su "Scary world" (2018) ampliaran esos aciertos. Desgraciadamente ha sido al contrario: el sonido sigue siendo preocupantemente simple, la propuesta contundente-estridente sigue siendo su inamovible bandera, y lo que es peor, no hay ni siquiera una gran canción a la que agarrarse en sus escasos treinta minutos (el supuesto tema estrella, "Candy Coated Suicide" es un pobre remedo de sus hermanos del primer álbum, con el estribillo como único argumento para intentar cautivarnos).
Y es que se vuelve a confirmar que el segundo álbum es el más determinante en la carrera de cualquier artista: si expande las virtudes de su primer álbum a la vez que consolida su personalidad, seguramente estemos ante un artista que consolidará su legión de seguidores y perdurará en el tiempo. Si en cambio se limita a repetirse a sí mismo pero con menos inspiración (como Train To Spain o Night Club), o da un giro estilístico acusado sin acordarse de que debe tener buenas composiciones para sostenerlo (como Tiny Deaths), el resultado será fallido, y su carrera se verá seriamente cuestionada. Una pena que haya sucedido en estos tres casos; sólo espero que los futuros segundos álbumes de otros artistas descubiertos para el público en español por este humilde blog no resulten igual de fallidos.
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