jueves, 1 de noviembre de 2018

Orbital: "Monsters exist" (2018)

El regreso de los hermanos Paul y Phil Hartnoll ha sido una de las agradables (y no demasiado esperadas) noticias de la temporada. Y es que cuando en 2012 publicaron el que hasta la fecha era su último álbum (el recomendable "Wonky"), anunciaron que era el punto y final a su carrera. Circunstancia que parecieron confirmar el proyecto de Paul Hartnoll en solitario ("8:58", que vio la luz en 2015), y su posterior colaboración con Vince Clarke en 2016 (ese interesante "2square" que también reseñé en este humilde blog). Pero por lo que sabemos ahora, Paul y su hermano Phil volvieron a ensayar e intentar componer juntos ya a finales de 2016, y como vieron que la química entre ellos seguía existiendo y la creatividad aparecía sin esfuerzo, fueron componiendo poco a poco los temas de este "Monsters exist" que se ha publicado hace unas pocas semanas. Y que supone nada menos que su noveno álbum de estudio a lo largo de prácticamente treinta años de carrera. Una trayectoria lo suficientemente extensa como para que la primera pregunta sea si realmente el retorno merecía la pena.

Y la respuesta es un sí rotundo: no sólo han vuelto a la carga con las ganas de unos adolescentes, sino que han entregado sin duda uno de los mejores álbumes de su carrera, en dura pugna con su mítico "In sides" de 1996. La mejor prueba de esta afirmación la constituye el hecho de que además de los nueve temas y cincuenta minutos del álbum oficial, en la edición deluxe el dúo entrega nada menos que seis temas adicionales, junto con un par de remezclas de canciones del álbum oficia, por lo cual estamos ante setenta y cuatro minutos de música creada para la ocasión. Y la segunda prueba la constituye que, en mi opinión, todos los temas del álbum oficial se sitúan por encima de todos los temas de la edición deluxe. Es decir, que Paul y Phil saben perfectamente cuándo han dado con la tecla.

La primera vez que aciertan con ella es en el tema que abre el disco y además le da título: "Monsters exist" es efectivamente un tema tenebroso, rotundo y chirriante a partes iguales, con una percusión contundente, no orientado a la pista de baile, con sus arabescos de sintetizadores y sus voces post-procesadas, y rebosante de talento, como lo muestra el sintetizador que lleva la melodía principal y que no aparece hasta el tercer minuto. Igual de brillante aunque en un registro totalmente diferente se sitúa "Hoo Hoo Ha Ha": ahora sí con una de esas progresiones armónicas desquiciantes que parecen no tener un patrón fijo tan típicas de la banda, un ritmo binario rápido y efectivo, y sobre todo esa trompeta sintetizada que tanto contrasta con el resto, y que aunque al principio parece una broma se vuelve más y más adictiva con cada escucha. "The raid" vuelve a ralentizar el ritmo y se sitúa un escalón por debajo de los dos anteriores, con su comienzo de película de ciencia-ficción de serie B y sus voces sampleadas, aunque a partir del segundo minuto su batería arrestrada, su atmósfera ominosa y un certero sintetizador principal logran que suba el nivel.

"P.H.U.K." vuelve a acelerar el tempo y se constituye en el tema que mejor enlaza con el estilo tradicional de la banda (de hecho esa debió de ser la razón principal por la que lo eligieron como segundo sencillo hace unas cuantas semanas): una base 100% house, muchos guiños al intelligent techno y un carrusel de partes diferenciadas que se van sucediendo y que harán las delicias de cualquier festival de verano. Aunque a mi modo de ver no le hace sombra a "Tiny foldable cities", el primer sencillo y también el mejor tema del disco (y uno de los mejores de su carrera): un medio tiempo introspectivo, con unos sintetizadores tremendamente originales, que no para de crecer y que sobre todo emociona cuando a partir del tercer minuto surge ese teclado rápido que remata con mucho talento el conjunto, y que deja en mal lugar a todos aquellos creadores de música electrónica que repiten una y otra vez la misma sucesión de compases hasta llegar a los seis minutos de rigor. Tras semejante exhibición, "Buried Deep Within" bastante hace con no desentonar, con sus tramos atmosféricos al comienzo y a mitad del tema y ese ritmo binario efectivo que tarda en entrar.

El último tercio del álbum se inicia con "Vision OnE", mi tercer tema favorito: otra vez una atmósfera envolvente, un ritmo que al principio empieza siendo sincopado pero acabará siendo binario, y una clara orientación a la pista de baile, aunque lo mejor es ese estridente sintetizador con el pitch a tope y la exhibición de nuevos sonidos y melodías que van introduciendo sin parar a partir de las dos progresiones armónicas claramente diferencias que vertebran el tema. "The End IS Nigh", el penúltimo corte, ha sido recientemente elegido como tercer sencillo, una elección a mi modo de ver incorrecta, porque posiblemente se trate del corte más experimental de todo el disco, con esas partes lentas que se arrastran sin progresión armónica que las sostenga, y los samplings de susurros femeninos saltando aquí y allá, aunque, cuando surge, la melodía principal no desentona con el nivel medio del álbum. Y el broche de oro lo pone "There Will Come a Time", que cuenta con la participacón vocal (que no cantada) del físico, divulgador y antiguo teclista de D:Ream Brian Cox. Construida sobre la que es sin duda una de las mejores letras del año, sobre la realidad de la vida humana en el universo, es fascinante cómo los Hartnoll usan ese discurso para ir desarrollando el tema, usando determinadas frases, preguntas y parones para introduciendo efectos, sonidos y cambios, creando un conjunto cautivador de más de siete minutos no apto para la pista de baile pero sí para tocar nuestra fibra sensible en cualquier momento, y que barre de un plumazo la etiqueta de fría que suele arrastrar este tipo de música.

La edición deluxe es como decía la mejor prueba del excelente momento creativo de los hermanos Hartnoll. Hay curiosidades ("A Long Way from Home", una demo que por primera vez en su carrera los muestra componiendo exclusivamente con una ¡guitarra acústica! y un teclado al viento), probaturas sobre la viabilidad creativa de la banda ("Analogue Test Oct 16"), momentos para la pista de baile ("Kaiju"), una remezcla interesante aunque sin mejorar el original de "Tiny Foldable Cities", la versión puramente instrumental de "There Will Come a Time" (que permite observar lo bien que han construido el tema a partir de la parte vocal), y sobre todo dos canciones que probablemente no llegan al nivel de las nueve del álbum oficial pero que sin duda habrían entrado en la mayoría de sus discos: "Dressing Up in Other People's Clothes" (con su bombo sobredimensionado, su parafernalia de efectos y su elaborada melodía principal) y "To Dream Again" (con sus clásicos acordes en séptima, su ritmo vertiginoso y su superposición de sintetizadores infecciosos).

Así que después de casi ochenta y cinco minutos de música sin espacio para el aburrimiento las conclusiones no pueden ser más favorables: Paul y Phil han vuelto cuando les ha apetecido, y sin presión han creado uno de los mejores álbumes en lo que llevamos de temporada, bien entroncado con el grueso de su carrera, con guiños a sus momentos más reconocibles tanto en la pista de baile como en la habitación de nuestra casa, partiendo de buenas composiciones que desarrollar y sobre todo con un talento sorprendente para seguir creando y enlazando sonidos nuevos a estas alturas de su carrera. Y eso sin recurrir a la poco menos que imprescindible en este tipo de álbumes intervenciones vocales cantadas con las que dar variedad al conjunto. Sólo nos queda confiar en que este retorno no sea algo puntual , y que en no muchos años puedan darle continuidad. Porque la música electrónica les sigue necesitando.

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