El pasado mes de Mayo ha visto la luz "Two", el quinto álbum de estudio de los británicos Dubstar. Aunque Sarah Blackwood y Chris Wilkie, actuales miembros del antiguo trío, han preferido titularlo "Two", es decir, el segundo álbum tras su reformación. A pesar del reinicio de la numeración debo empezar aclarando que, al igual que sucedía con "One" (2018), su anterior entrega, la ausencia del teclista y compositor Steve Hiller no ha alterado apenas la propuesta de Dubstar, que sigue manteniendo prácticamente la misma dosis de electrónica para arropar su pop elaborado y atemporal. En ello quizá haya tenido que ver la intervención de Stephen Hague como productor, un veterano de esto que alcanzó su cima allá por los ochenta produciendo a Pet Shop Boys, New Order o los propios Dubstar, y que ha vuelto a conferir su habitual pátina envolvente a las composiciones del dúo. Pero, ¿y las canciones?
Pues a pesar de que inconscientemente estemos ya acostumbrados a que la pandemia alterara el método creativo de infinidad de artistas, los cuales por lo general han regresado como consecuencia con obras menores, en el caso de Dubstar la inspiración les ha alcanzado para un buen número de temas. Porque "Two" no es un álbum maravilloso, ni siquiera el mejor de su discografía, pero sí un disco con los suficientes buenos momentos como para haber extraído ya cinco sencillos, que nada tienen que envidiar a sus clásicos de los 90. Aunque lógicamente hay matices.
El álbum arranca por todo lo alto, con "Token", cuarto sencillo y mi momento favorito del disco: el arpegio de piano que lo abre y que rellena todos los intervalos instrumentales es delicioso, pero deja el suficiente espacio para la sorpresa de un bajo sintetizado "trotón" que le otorga contundencia a su brillante proyección armónica. El estribillo es tan largo como musicalmente inspirado, y el cambio de tonalidad que introduce en sendos compases es un guiño a otras composiciones de la banda. La certera guitarra de Wilkie da lustre a la segunda proyección armónica, y la melodía diferente en las repeticiones finales del estribillo, y los elaborados juegos con la percusión electrónica de Hague terminan de rematar uno de mis temas favoritos en lo que va de año. "I can see you outside", segundo sencillo a finales del ya lejano 2020, no llega a tan alto nivel, pero su comienzo, con la batería programada y la manera como poco a poco van entrando piano y sintetizadores hasta dar pie a su melancólica estrofa, es fantástico. Lo que sucede es que el estribillo, por lo demás elaborado y agradable, cambia en demasía para mi gusto la atmósfera de las estrofas, y uno no sabe si está ante un tema bailable pero introspectivo o efervescente. No obstante, la buena instrumentación de Hague y la guitarra final de Wilkie, en un tramo final que es más instrumental que una mera repetición del estribillo, son más que recomendables. "Tectonic plates" fue el tercer sencillo hace ya casi un año: más lento que las dos anteriores, su base rítmica un tanto sincopada supone un saludable cambio de registro frente a las dos anteriores, pero el estribillo, salvo en su tramo final, se parece demasiado a las estrofas, que a su vez parten de la misma melodía que los tramos instrumentales del comienzo. Por lo cual, y a pesar de la solvencia instrumental y de la elegante producción, esa reiteración en la melodía es la que hace que la considere una canción menor.
"Lighthouse", el cuarto corte, con su comienzo de cuerdas sintetizadas más propio de una superproducción de Hollywood, no anticipa la oscuridad que encierran sus sentidas estrofas, ni la elegancia altiva de su excelente estribillo. La batería real, y los arreglos más clásicos contribuyen al impacto emocional de tema, aunque no tanto como ese segundo estribillo repleto de notas que Blackwood canta con maestría justo antes de un arpegio de guitarra "marca de la casa" de Wilkie. "Tears", siguiente corte, ha sido elegido recientemente como quinto sencillo: una elegante balada, con esos acordes que cambian la tonalidad estratégicamente situados, la impecable interpretación de Blackwood, un sencillo piano para vertebrar el tema, los detalles que poco a poco va añadiendo Hague (una sencilla caja de ritmos, la sección de cuerda recreando los acordes), y esa emoción contenida hacen que estemos ante otro de los grandes momentos del disco. Casi tanto como "Hygiene strip", el primer sencillo que anticipó las nuevas canciones de los británicos hace casi dos años: otra dosis de pop intemporal, con sus largas estrofas bien presentes desde el comienzo, una programación electrónica de caja contundente que poco a poco va creciendo al más puro estilo Hague, y un estribillo evocador que no para de retorcerse sobre acordes inesperados, hasta desembocar en sendas codas instrumentales que ponen el contrapunto.
"Blood", el séptimo corte, con su marcado ritmo entrecortado, y sus efectos electrónicos envolventes, vuelve a insuflarle a "Two" nuevos aires. Aunque la melodía de las estrofas tal vez se mimetice demasiado con la base rítmica, y por mucho que Hague y Wilkie vayan desplegando toda su parafernalia, o que Blackwood repita una y otra vez aquello de "when they show the light in your eyes, it's clear that blood..." en su tramo final, el resultado es un tanto monótono. "Social proof" parece el tema menos elaborado del disco, y probablemente es que no lo necesite: la steel guitar de Wilkie desde el comienzo, las elaboradas estrofas de Blackwood justo después, y uno de los mejores estribillos de su carrera, voz y guitarra compitiendo en arabescos melódicos. La guitarra acústica de la segunda estrofa y la descorazonadora letra, con su carga de rabiosa ironía, rematan el penúltimo gran pasaje de "Two". Porque el último es "Kissing To Be Unkind": pop dulce de notas altas, con la electrónica justa para no robarle el protagonismo a la interpretación de Blackwood. Como tampoco se lo roba la sencilla base rítmica, ni las guitarras relativamente simples de Wilkie. Todo para que una de las pocas partes nuevas del álbum resplandezca en su último tercio, antes de la repetición final del estribillo. Con la mejor de las intenciones el disco lo cierra "Perfect circle", una versión de R.E.M. perteneciente a su primer disco. Que parece más una reivindicación de la discografía de los de Athens que una búsqueda del mejor cierre posible, pues creo que todos estaremos de acuerdo en que la capacidad para crear grandes baladas de los estadounidenses fue creciendo con el paso de los años. Así que, aunque Blackwood y Wilkie logren llevar el tema a su terreno con una instrumentación sencilla y acústica, el resultado dista de ser un broche de oro.
Aun así, siete temas meritorios de diez canciones es un bagaje notable. Que demuestra que su retorno ha ido en serio, y que la segunda etapa de su carrera no va a desmerecer en demasía a la de sus primeros tres discos. Les faltará, como es lógico, el éxito comercial de entonces, pero quienes los conocen y quienes los recuerdan pueden seguir confiando en el dúo para entregar temas de pop clásico, muy trabajados, que apelan por igual a las emociones y a la capacidad de observación de los buenos melómenos. Por mi parte, sólo espero que haya un "Three", y que a ser posible no tengamos que esperar otros cuatro años para escucharlo. Porque siguen teniendo un lugar de privilegio en mi discoteca particular.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 24 de julio de 2022
lunes, 11 de julio de 2022
Little Boots - "Tomorrow's Yesterdays" (2022)
Una de las sorpresas que nos ha dejado este 2022 que ya ha iniciado su segunda mitad ha sido el regreso a la actividad de Victoria Hesketh, más conocida como Little Boots. Quien comenzó a finales de la pasada década una carrera fulgurante con su techno-pop bailable y de reminiscencias ochenteras, el cual le valió entrar en el Top 5 del Reino Unido con su álbum de debut ("Hands", 2009), pero que tras un segundo álbum rechazado por su compañía por excesivamente endeble (y que no es complicado encontrar en ediciones pirata), orientó su carrera hacia el indie-dance, con temas de percusión prominente y un limitado esfuerzo en progresiones armónicas y melodías, los cuales le permitieron editar otros dos álbumes por su cuenta ("Nocturnes", 2013, y "Working Girl", 2015), cada vez menos brillantes y de mucha menor repercusión. Heskey se refugió entonces en la publicación de temas sueltos y remezclas, potenciando su faceta de DJ, y durante la pandemia prácticamente desapareció del panorama musical. Así que ni yo ni prácticamente nadie esperábamos este "Tomorrow's Yesterday", un álbum completo con once temas nuevos, y con el que ha retomado su carrera musical siete años después, supuestamente con la excusa de telonear a ABBA en su triunfal gira de despedida, comenzada hace unos meses.
Para este retorno, que pinta a última bala en la recámara, Little Boots ha abandonado esa faceta de DJ, y ha creado un disco que contiene temas bailables, pero que sobre todo encierra pop de tintes clásicos, con ciertas evocaciones a la música disco de los setenta y al synth-pop de los ochenta. Un sonido no tan personal como a ella seguramente le gustaría, y que por momentos más que retro suena un poco añejo. Pero que se sostiene dignamente frente al resto de su discografía. Casi más grave resulta constatar el hecho de que la inspiración no la ha visitado muy a menudo en estos siete años, y la mayoría de los temas aguantan más por su solvencia como teclista y por sus tablas como creadora que por contener progresiones armónicas originales o melodías cautivadoras. De hecho, durante semanas dudé si reseñar este "Tomorrow's Yesterday" en este humilde blog. Pero al final el cariño que musicalmente le tengo a la inglesa, y ciertos temas que ganan tras sucesivas escuchas, han inclinado la balanza a su favor.
El disco lo abre "Love The Beginning", toda una declaración de intenciones por su título, y una buena muestra de lo que nos vamos a encontrar: una pianista solvente, una caja de ritmos más bien simple en primer plano, la voz de Hesketh doblada durante todo el tema, unas estrofas no demasiado inspiradas, un estribillo que no pasa de correcto, un sintetizador que pretende simular una sección de cuerda sin conseguirlo del todo, y un final un poco largo. Le sigue "Silver balloons", el primer sencillo en anticipar su retorno, que sin ser ni mucho menos un temazo, sí justifica en cierta medida su retorno: un bajo sintetizado penetrante, unas cajas contundentes, unas estrofas un tanto entrecortadas pero que no desentonan, y un estribillo que suena a finales de los ochenta, no especialmente brillante pero bien arropado por el piano electrónico y los sintetizadores que, ahora sí, evocan correctamente una sección de cuerda. Le sigue "Landline", segundo sencillo extraído, otra percusión programada sencilla y contundente, una progresión armónica que nos recordará a más de un tema de la última década del siglo pasado, unas estrofas completamente anodinas, y un estribillo que podría pasar por un momento no demasiado inspirado de los Stock, Aitken & Waterman. "Back to mine" baja el tempo y nos ofrece un medio tempo cálido que por momentos puede retrotraernos esos momentos desenfados de NOmBE, aunque lo único llamativo es ese segundo estribillo que se enlaza con naturalidad con el primero, y un recurso nada habitual como es la subida gradual del tempo en sus casi dos minutos finales.
"Crying on the inside" fue el tercer sencillo a principios de año. Un tema de puro pop intemporal, que insiste en las cajas contundentes para contrarrestrar una melodía dulce, sobre todo en su tarareable aunque un tanto meloso estribillo. Lo mejor es ese parón a varias voces justo antes de la repetición final del estribillo. "Heavenly" insiste en esa música disco retro, con su piano electrónico que es puro house, sus overdubs espaciales, su bajo slap, los compases al final de cada estribillo que recuerdan a los de tantas bandas negras de finales de los setenta y primeros ochenta... lástima que compositivamente el tema no pase de meramente correcto. "Deborah", el séptimo corte, parte de otra caja de ritmos que permanece prácticamente constante a lo largo de toda la canción, y nos ofrece otras estrofas insulsas que desembocan en un estribillo agradable pero sin gancho (más allá de los tres acordes que lo cambian de tonalidad al final), y que tiene como instrumento más llamativo la guitarra funky que acompaña prácticamente toda la composición. "Out (Out)", cuarto y último sencillo, también sitúa al frente desde el comienzo la contundente caja programada, pero aporta como elemento original los samples de una voz masculina. Las estrofas vuelven a pecar de espartanas, pero el puente al estribillo está más elaborado que en otras composciones. Lo que sucede es que el estribillo es prácticamente monocorde, y por muchos guiños a la pista de baile de hace unos décadas que contenga, el resultado no pasa de mediocre.
Y así, cuando ya empezamos a convencernos de que el retorno de Little Boots no ha merecido la pena, surge de improviso "Want You Back", escondido como noveno corte. Sin duda, su mejor tema en prácticamente una década: otro bajo infeccioso desde el comienzo, otra programación de batería contundente (aunque con una percusión de apoyo más elaborada), que sirven de soporte a una progresión armónica en acordes mayores, sencilla pero efectiva, sobre todo en las que son con diferencia las mejores estrofas del álbum, muy musicales y animadas. El estribillo un tanto mecánico le resta algún punto, y le habría venido bien un cambio de tonalidad en una parte nueva diferenciada y no la un tanto previsible pero correcta "paradita", escasa de instrumentos, con la que comienza la repetición final del estribillo. Pero aun con esos defectos, que le impiden figurar entre lo mejor de la discografía de Hesketh, casi por sí solo justifica el retorno, e incluso insufla energía a los dos cortes finales: "Nothing ever changes", que me recuerda a lo que hacían Beats International a finales de los ochenta, acercando el pop bailable a las influencias dubs en otro tema que destaca más por su propuesta que por su inspiración (tal vez de ahí su corta duración). Y "Tomorrow's Yesterdays", la canción que, además de cerrar el álbum, le da título: ahora sí, una balada con piano y mellotron, de corte clásico, melancólica sin resultar empalagosa, de estribillo elaborado y evocador ("You and I'd be coming home, In a town we'll never know, To a house we'll never own..."), que no pone los pelos de punta pero que resulta un cierre digno con sus "ooh ooh... ooh ooh ooh" y su parte nueva que bebe indisimuladamente de Lennon & McCartney.
Y así, con un temazo y tres buenos momentos se cierra este "Tomorrow's Yesterdays", que apenas consigue un aprobado a pesar de haber supuestamente requerido siete años de preparación, y que genera muchas dudas sobre el proyecto de Little Boots. Porque incluso con el tirón de ABBA, su repercusión ha sido incluso menor que lo que su nivel medio merecería. Y si no estás en la cresta de la ola, pero tampoco te apoya el público alternativo, la tentación de tirar la toalla debe de ser alta. La verdad es que no sé si nos perderíamos demasiado si ello sucediera, pues este eventual canto del cisne tampoco genera grandes expectativas sobre una futura entrega. En todo caso, un álbum digno, y que para los que gustan de la música que tanto se bailaba hace treinta o cuarenta años, recibirá más de una escucha.
Para este retorno, que pinta a última bala en la recámara, Little Boots ha abandonado esa faceta de DJ, y ha creado un disco que contiene temas bailables, pero que sobre todo encierra pop de tintes clásicos, con ciertas evocaciones a la música disco de los setenta y al synth-pop de los ochenta. Un sonido no tan personal como a ella seguramente le gustaría, y que por momentos más que retro suena un poco añejo. Pero que se sostiene dignamente frente al resto de su discografía. Casi más grave resulta constatar el hecho de que la inspiración no la ha visitado muy a menudo en estos siete años, y la mayoría de los temas aguantan más por su solvencia como teclista y por sus tablas como creadora que por contener progresiones armónicas originales o melodías cautivadoras. De hecho, durante semanas dudé si reseñar este "Tomorrow's Yesterday" en este humilde blog. Pero al final el cariño que musicalmente le tengo a la inglesa, y ciertos temas que ganan tras sucesivas escuchas, han inclinado la balanza a su favor.
El disco lo abre "Love The Beginning", toda una declaración de intenciones por su título, y una buena muestra de lo que nos vamos a encontrar: una pianista solvente, una caja de ritmos más bien simple en primer plano, la voz de Hesketh doblada durante todo el tema, unas estrofas no demasiado inspiradas, un estribillo que no pasa de correcto, un sintetizador que pretende simular una sección de cuerda sin conseguirlo del todo, y un final un poco largo. Le sigue "Silver balloons", el primer sencillo en anticipar su retorno, que sin ser ni mucho menos un temazo, sí justifica en cierta medida su retorno: un bajo sintetizado penetrante, unas cajas contundentes, unas estrofas un tanto entrecortadas pero que no desentonan, y un estribillo que suena a finales de los ochenta, no especialmente brillante pero bien arropado por el piano electrónico y los sintetizadores que, ahora sí, evocan correctamente una sección de cuerda. Le sigue "Landline", segundo sencillo extraído, otra percusión programada sencilla y contundente, una progresión armónica que nos recordará a más de un tema de la última década del siglo pasado, unas estrofas completamente anodinas, y un estribillo que podría pasar por un momento no demasiado inspirado de los Stock, Aitken & Waterman. "Back to mine" baja el tempo y nos ofrece un medio tempo cálido que por momentos puede retrotraernos esos momentos desenfados de NOmBE, aunque lo único llamativo es ese segundo estribillo que se enlaza con naturalidad con el primero, y un recurso nada habitual como es la subida gradual del tempo en sus casi dos minutos finales.
"Crying on the inside" fue el tercer sencillo a principios de año. Un tema de puro pop intemporal, que insiste en las cajas contundentes para contrarrestrar una melodía dulce, sobre todo en su tarareable aunque un tanto meloso estribillo. Lo mejor es ese parón a varias voces justo antes de la repetición final del estribillo. "Heavenly" insiste en esa música disco retro, con su piano electrónico que es puro house, sus overdubs espaciales, su bajo slap, los compases al final de cada estribillo que recuerdan a los de tantas bandas negras de finales de los setenta y primeros ochenta... lástima que compositivamente el tema no pase de meramente correcto. "Deborah", el séptimo corte, parte de otra caja de ritmos que permanece prácticamente constante a lo largo de toda la canción, y nos ofrece otras estrofas insulsas que desembocan en un estribillo agradable pero sin gancho (más allá de los tres acordes que lo cambian de tonalidad al final), y que tiene como instrumento más llamativo la guitarra funky que acompaña prácticamente toda la composición. "Out (Out)", cuarto y último sencillo, también sitúa al frente desde el comienzo la contundente caja programada, pero aporta como elemento original los samples de una voz masculina. Las estrofas vuelven a pecar de espartanas, pero el puente al estribillo está más elaborado que en otras composciones. Lo que sucede es que el estribillo es prácticamente monocorde, y por muchos guiños a la pista de baile de hace unos décadas que contenga, el resultado no pasa de mediocre.
Y así, cuando ya empezamos a convencernos de que el retorno de Little Boots no ha merecido la pena, surge de improviso "Want You Back", escondido como noveno corte. Sin duda, su mejor tema en prácticamente una década: otro bajo infeccioso desde el comienzo, otra programación de batería contundente (aunque con una percusión de apoyo más elaborada), que sirven de soporte a una progresión armónica en acordes mayores, sencilla pero efectiva, sobre todo en las que son con diferencia las mejores estrofas del álbum, muy musicales y animadas. El estribillo un tanto mecánico le resta algún punto, y le habría venido bien un cambio de tonalidad en una parte nueva diferenciada y no la un tanto previsible pero correcta "paradita", escasa de instrumentos, con la que comienza la repetición final del estribillo. Pero aun con esos defectos, que le impiden figurar entre lo mejor de la discografía de Hesketh, casi por sí solo justifica el retorno, e incluso insufla energía a los dos cortes finales: "Nothing ever changes", que me recuerda a lo que hacían Beats International a finales de los ochenta, acercando el pop bailable a las influencias dubs en otro tema que destaca más por su propuesta que por su inspiración (tal vez de ahí su corta duración). Y "Tomorrow's Yesterdays", la canción que, además de cerrar el álbum, le da título: ahora sí, una balada con piano y mellotron, de corte clásico, melancólica sin resultar empalagosa, de estribillo elaborado y evocador ("You and I'd be coming home, In a town we'll never know, To a house we'll never own..."), que no pone los pelos de punta pero que resulta un cierre digno con sus "ooh ooh... ooh ooh ooh" y su parte nueva que bebe indisimuladamente de Lennon & McCartney.
Y así, con un temazo y tres buenos momentos se cierra este "Tomorrow's Yesterdays", que apenas consigue un aprobado a pesar de haber supuestamente requerido siete años de preparación, y que genera muchas dudas sobre el proyecto de Little Boots. Porque incluso con el tirón de ABBA, su repercusión ha sido incluso menor que lo que su nivel medio merecería. Y si no estás en la cresta de la ola, pero tampoco te apoya el público alternativo, la tentación de tirar la toalla debe de ser alta. La verdad es que no sé si nos perderíamos demasiado si ello sucediera, pues este eventual canto del cisne tampoco genera grandes expectativas sobre una futura entrega. En todo caso, un álbum digno, y que para los que gustan de la música que tanto se bailaba hace treinta o cuarenta años, recibirá más de una escucha.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)