domingo, 7 de abril de 2019

¿De verdad es el reguetón el nuevo pop?

A lo mejor a los seguidores de este humilde blog la pregunta les parece de respuesta obvia, o incluso fuera de lugar. Pero en los últimos tiempos he escuchado cada vez más voces que defienden el reguetón como el nuevo pop mundial. Tal cual. Y no sólo artistas directamente vinculados al género, sino otros que sólo se han acercado a él esporádicamente, o en forma de colaboraciones. Lo que es más: ya he leído varias veces en prensa musical especializada a críticos que defienden el reguetón como un género que combina expresión popular con calidad. Como si negarse a abrazarlo fuera tener la misma actitud que tuvieron nuestros bisabuelos en los años cincuenta cuando se escandalizaban con el auge del rock&roll. Así que creo que la pregunta es procedente. Y esta entrada es mi respuesta.

Históricamente el reguetón surgió como un género relativamente marginal en Centroamérica (particularmente en Panamá), como una mezcla de los jamaicanos reggae y dancehall. Y conforme se fue expandiendo por el Caribe primero y por Hispanoamérica después fue incorporando cada vez más elementos del para mí denostado hip-hop, hasta el punto de que en la actualidad la mayoría de sus intérpretes declaman más que cantan, si acaso dejando un estribillo cantado para hacer la canción menos monótona.

El primer problema es precisamente ése: la monotonía. Al renunciar a progresiones armónicas medianamente elaboradas (o al carecer de talento para crearlas en la mayoría de sus artistas), la dificultad de rellenar cuatro minutos sin que suceda prácticamente nada es muy grande. Y para combatir este inconveniente lo que se suele hacer es, sobre una base musical recurrente, que a menudo repite una y otra vez el mismo compás sin piedad, añadir unas "estrofas" declamadas, sin apenas melodía (cosa lógica, al no haber progresión armónica desarrollada que permita escribir una auténtica partitura), y cuya única baza para evitar el lógico hastío es epatar con unas frases más o menos impactantes.

Porque el segundo problema del reguetón son las letras. Sorprende que en un mundo occidental tan concienciado actualmente en denunciar la posición histórica en segundo plano de la mujer, y que apuesta por continuas movilizaciones y medidas sociales para corregirla (ese feminismo que, bien entendido, es tan reivindicable), el reguetón destaque justo por lo contrario. En su inmensa mayoría las letras del reguetón son machistas, irrespetuosas, zafias, soeces... Escuchen si no a Daddy Yankee, a Don Omar, a J Balvin, o a Maluma. Asusta escuchar a nuestros chavales de seis u ocho años declamar esas letras sin entender realmente toda la carga simbólica reprobable que contienen. Y sorprende también que el feminismo exacerbado que en algunos países está proliferando no arremeta sin piedad contra el género como una de sus primeras prioridades.

Más aún cuando esas letras infames vienen acompañadas de un tercer problema: la imagen. Conscientes de que la propuesta musical es en el mejor de los casos endeble, los artistas de reguetón intentar contrarrestarla siempre que pueden con unos vídeos tan fastuosos como frívolos. En los que nuevamente la mujer aparece como un objeto de consumo, siempre enfocada con planos más sexuales que sensuales, con especial predilección por sus atributos más característicos. Y en los que además el panorama lo completa un lujo desenfrenado, una ostentación irreverente que contrasta con la entre regular y mala situación económica de prácticamente todos los países en los que se crea reguetón. Aquello de "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces" viene al pelo en este caso, en los que el reguetón emprende una defensa de valores en las antípodas de las sociedades contemporáneas.

Por lo que intentar presentar a este género escaso de musicalidad, machista y frívolo como el nuevo pop se me antoja un despropósito. Siguiendo el paralelismo con los años cincuenta, el rock&roll tuvo un impacto social igual o mayor que el del reguetón, musicalmente era menos limitado y culturalmente menos irrespetuoso con los valores sociales. Pero incluso asumiendo cierto paralelismo, en unos cuantos años el rock&roll enriqueció el mi-la-si de tantas y tantas canciones, añadió otros instrumentos a la guitarra eléctrica, el bajo y la batería con el que había comenzado y propuso unas letras más ricas en matices y estados de ánimo. En otras palabras, se convirtió en ese pop que relució como ningún otro género en los años sesenta. Mientras que el reguetón, a pesar de los años que lleva expandiéndose por emisoras comerciales y garitos de escaso gusto, se ha mantenido firme en su propuesta, sin asomo de un crecimiento musical que lo pueda dignificar.

¿Significa eso que todo lo que ha surgido del reguetón es despreciable musical y culturalemente? No, creo que hay al menos ha aportado dos elementos positivos. El primero es el dembow, el famosísimo ritmo que vertebra todas las canciones del género. Un ritmo que repetido hasta la saciedad hastía, pero que usado con mesura es útil y por ello se ha expandido hasta otros géneros musicales mucho más interesantes, proponiendo así una percusión alternativa al quizá demasiado trillado "cuatro por cuatro". Pongo aquí como ejemplo una de las canciones que propuse en mi lista de mejores canciones del año pasado: "Money towers", de Lydmor. Aun con su parafernalia electrónica de gran riqueza y su emocionante frialdad, si nos fijamos veremos que su percusión es simplemente una versión tamizada del famoso dembow. Y el segundo elemento es la relevancia que gracias al género ha adquirido el español en lugares donde tradicionalmente era un obstáculo musicalmente hablando, como los países anglosajones o el este asiático. No cabe duda de que nuestro idioma es la mayor riqueza cultural que podemos seguir aportando al planeta a pesar de nuestra nula relevancia internacional, y el reguetón ha actuado aquí como inesperado vehículo patrocinador.

Ha habido épocas a lo largo de la historia de la música en las que popularidad y calidad han ido de la mano, mientras que en otras los entendidos musicales se rasgaban las vestiduras ante los gustos de la "plebe". Y no sólo con la música; en otros artes como la pintura o la escultura hoy veneramos a artistas que fueron rechazados por sus contemporáneos, mientras que los favoritos de aquel entonces descansan hoy en el más absoluto de los olvidos. En mi opinión con la música popular contemporánea estamos en uno de esos periodos en los que desgraciadamente popularidad y calidad no van de la mano. No hay nada insoslayable en ello; de hecho ésa es la razón principal que me animó hace muchos años a iniciar este humilde blog. Pero pretender que algo (el reguetón en este caso) es bueno (como el pop) simplemente porque cada vez gusta a un número mayor de gente es un argumento insostenible. Así que no, no busquen Vds. el nuevo pop en el reguetón; inténtelo en cambio en propuestas minoritarias, en webs especializadas, o en festivales alternativos. Tendrán mucho más éxito.

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