domingo, 13 de mayo de 2018

Kaleida: "Tear the roots" (2017)

En el otoño del año pasado vio la luz el álbum de debut del dúo londinense Kaleida. Formado por Christina Wood (voz) y la alemana Cicely Goulder (teclados, producción), no se trata de un dúo femenino al uso. Es decir, no optan por una imagen agresiva, ni por un pop de contenido sexual y mensajes feministas. Al contrario, lo que nos ha estado proponiendo el dúo desde que debutó con su primer EP "Think" hace un par de temporadas es un pop barroco y minimalista a la vez, sobre un colchón electrónico reducido a la mínima expresión posible. Todo un ejercicio de estilo en una época en la que las canciones se pueden enriquecer con más y más pistas sin tener que arruinarse en tecnología.

Reducir el número de instrumentos al mínimo no es sin embargo algo nuevo en el pop electrónico: ahí tenemos a los australianos Rüfus sin ir más lejos. Pero Kaleida llevan la idea al extremo: quizá movidas por la búsqueda de la sensibilidad como leif motiv a lo The XX, Goulder y Wood instrumentan sus canciones con percusiones sencillas, una línea de bajo sobre la que desarrollar las progresiones armónicas y apenas algún sintetizador adicional, casi siempre poco estridente. Eso sí, la voz de Wood, una mezcla entre Florence Welch y Elena Tonra de Daughter, está siempre en primer plano, y a menudo está doblada en tonos diferentes, o incluso pre-sintetizada y luego añadida a las pistas vocales. Lo que podría llegar a interpretarse como una contradicción en un sonido por lo demás tan espartano. O también como un refuerzo de su personalidad muscial.

Al final lo que importa es el resultado. Y la razón por la que estoy reseñando este álbum en mayo aunque lo escuché por primera vez en octubre es precisamente que "Tear the roots" es un disco en el que a menudo predominan sus virtudes, pero en otras ocasiones ganan sus defectos, lo que ha hecho que me haya acercado y alejado de él varias veces a lo largo de estos meses. Pero al final la personalidad musical del dúo se ha impuesto, y aquí estoy dedicándoles una entrada completa. Quizá si hubieran aprovechado más temas de sus dos EPs previos para el álbum (sólo uno de sus once temas ha acabado aquí, las otras diez canciones fueron escritas ex professo para "Tear the roots") el balance habría sido más claramente favorable.

El disco lo abre "Convolution", que quizá sea una apuesta demasiado arriesgada, pues sus dos primeros minutos son prácticamente un loop en el que Wood repite hasta el hartazgo aquello de "Hockey season", en la mejor tradición de la fría música electrónica alemana. Es cierto que luego quedan otros tres minutos con una cierta estructura de canción, una progresión armónica decente y una parte vocal elaborada (no sabría si calificarla de estrofa o de estribillo), pero el resultado no es del todo redondo. Bastante más satisfactorio es "Echo saw you", el segundo corte, melancólico y espartano, pero con una melodía tan difícil de interpretar como evocadora y una sensibilidad que recuerda a los mejores tiempos de Everything But The Girl. Incluso el sencillo piano que tímidamente aparece para remarcar los acordes en el tramo final resulta efectivo para rematar uno de los mejores temas del año pasado, que ya formó parte de mi lista de mejores canciones de 2017. Lo malo es que el álbum vuelve a encallar en el siguiente corte, "All the pretty pieces", que mantiene el estilo de los dos temas anteriores pero resulta monótono porque repite una y otra vez el mismo tramo vocal, además de un tanto impostado en la tristeza extrema que traslada la interpretación vocal de Wood.

Siguiendo los vaivenes que caracterizan este disco, el cuarto tema, "Division", remonta el vuelo y es quizá mi momento favorito: una progresión armónica que nos resultará familiar por otras grandes canciones pero que resulta muy efectiva, unas estrofas y un estribillo tan oscuros como adictivos, y un puente instrumental final (prácticamente la línea de bajo y las voces sintetizadas mezclada con la voz real) tan sencillo como meritorio (por ponerle un pero, el sintetizador final que remarca los acordes es disonante con la progresión armónica principal en algunos compases). Ahora el álbum no pega tanto bajón porque "Free", la siguiente canción, es una balada con voz y piano (además de algunos adornos electrónicos) que no inventa nada pero resulta agradable y, en sus estrofas, casi notable. Aunque notablemente inferior a "Think", el tema con el que se dieron a conocer, y el único de sus dos EPs que ha sobrevivido hasta este álbum de debut. Que empieza con una caja ritmos que es puro house de finales de los ochenta, sigue con una estrofa larga, elaborada y correcta y remata con un estribillo extenso y con un muy original cambio de tonalidad en el medio. Si a eso le añadimos que la instrumentación evoluciona más que en otras canciones (sin exagerar tampoco), entenderemos por qué sigue siendo su canción de referencia. El problema es que el siguiente tema, "Coco", vuelve a bajar el listón, resultando otra vez frío a la vez que trágico e insulso con su melodía reiterativa de notas altas.

El tramo final del disco se mueve en la misma irregularidad: el siguiente corte, "Meter", es otra gran canción, y mi segundo momento favorito. Con los mismos ingredientes (voces sintetizadas, acordes sustentados por el bajo sintetizado, ritmo contenido, percusión sencilla), su eficaz estrofa prepara el terreno para un maravilloso estribillo (ese "Keep the needle running" se adhiere sin remedio a nuestro cerebro), y el sencillo puente instrumental y la repetición del estribillo sin armonía alguna nos acaban de emocionar. "House of pulp" es el único tema que cambia el registro, pues aun siendo espartano y estructurado en torno a las voces de Wood como de costumbre, se orienta hace un estilo más claramente pop, menos introspectivo y tenebroso, con un resultado agradable y que oxigena el conjunto. Pero luego nos topamos con el último patinazo del disco: Wood y GOulder intentan llevar el gran éxito pop de mediados de los ochente "99 luftballons" de los alemanes Nena a su terreno, y lo hacen transformando su vitalista y casi punk progresión armónica en otra de acordes menores que le quita toda la chispa, y encima lo ralentizan hasta convertirlo en aburrido. Afortunadamente el disco se cierra con el tema que da título al álbum, "Tear the roots", que como cabía esperar es una buena canción. Claramente deudor de los Portishead de "Dummy", es un tema de trip-hop nocturno, relativamente desnudo, de interpretación vocal muy complicada (también emulando a Beth Gibbons) y con las sorpresas de una viola para resaltar la progresión armónica en el estribillo y un violín para el cautivador intervalo instrumental.

Esa alternancia entre momentos un tanto pesados y grandes canciones hace que al final cueste formular una opinión global sobre "Tear the roots". Una solución puede ser transformarlo en un mini LP disfrutable de principio a fin, o pulsar el forward en varias ocasiones. Porque cuando dan con la tecla su propuesta es cautivadora y casi brillante, pero ellas mismas no parecen ser capaces de darse cuenta. Algo parecido sucede con la voz de Wood: sus cualidades están fuera de toda duda, y sus interpretaciones a veces son casi perfectas, pero otras se quedan en la forma y no suenan del todo creíbles, y su dicción tampoco es la mejor. Incluso con la instrumentación de Goulder, correcta en general pero a la que con frecuencia se le echa de menos algo más de riesgo. Si a todo ello le añadimos que el álbum no ha tenido demasiada repercusión, nos quedará la duda sobre si este "Tear the roots" tendrá alguna vez continuidad. Esperemos que, si llega ese momento, sepan distinguir mejor el grano de la paja: ahí estará la clave de su carrera.

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