domingo, 17 de junio de 2018

NoMBe: "They Might've Even Loved Me" (2018)

Quizá el mejor candidato a debut del año en lo que llevamos de este flojo 2018 sea la opera prima de NoMBe. "They Might've Even Loved Me" es la puesta en sociedad de Noah McBeth, un cantante, compositor y multi-instrumentista alemán afincado en Los Ángeles que es capaz de arrimarse y actualizar con un talento sorprendente muchos de los géneros tradicionalmente vinculados a la música negra, como el soul, el R&B o el rock. Y con una creatividad realmente desbordante: para darse a conocer nos propone nada menos que dieciocho temas (dieciséis si excluimos los dos interludios vocales), que ha ido entregando mes a mes en su cuenta de soundcloud desde 2017 hasta completar este largo, ambicioso y variopinto álbum.

En palabras del propio Noah este disco es un homenaje a las mujeres que han influido en su vida, a través de momentos y situaciones que tratan sobre el amor, la intimidad con la pareja o el sexo. Un disco que se va acercando a distintos estilos sin perder nunca la sensación de un todo común, aunque con los lógicos altibajos que tantos vaivenes suelen acarrear. Altibajos, eso sí, que nunca suponen un salto al vacío. Porque si bien muchos primeros álbumes acarrean el problema de la indefinición estilística de sus creadores (deseosos de mostrar su valía en su irrupción al panoraman musical), NoMBe convierte esa indefinición estilística en una baza a su favor, gracias a la voluntad en prácticamente cada tema de actualizar el sonido de esos géneros a los que se acerca. Y eso a pesar de que no posee una voz excesivamente personal, y al adaptarla a lo que cada tema requiere (haciéndola más susurrante, o grave, o incluso cantando en falsete) acentúa esa sensación de impersonalidad.

"Man up" es el tema que abre el disco: un medio tiempo sustentado en uno de los muchos riffs de guitarra que encontraremos en el álbum, y que sin ser de sus mejores momentos nos da una buena idea del nivel medio que nos vamos a encontrar en el disco: una interesante convivencia entre guitarra y Hammond por un lado, y sintetizadores de plena actualidad por otro. Le sigue "Wait", que no es el único sencillo del álbum pero sí el que se ha extraído ex professo para presentarlo, y que probablemente es uno de sus mejores temas: un tema de soul absolutamente contemporáneo, sensual, elegante, incluso bailable, de certero estribillo, y con el acierto de los arpegios de guitarra después de cada estribillo y el solo en su tramo final. "Eden", el tercer corte, baja el tempo, refuerza la instrumentación electrónica, completa su susurrante propuesta con la intervención vocal en estribillos y coros de Geneva White y las casi inevitables guitarras eléctricas primero y acústica después, y remata el conjunto con un original y repetitivo sintetizador en su tramo final. "Do Whatchu Want To Me" fue uno de los sencillos que anticipó el álbum, y aunque descoloca un poco con esos violines sintetizados que parecen sacados del sonido philly, resulta ser otro medio tiempo intimista con otro interesante solo de guitarra, que no raya a gran altura pero tampoco desentona.

Tras el vocal "Rush's interlude", NomBe sitúa "Young hearts", que empieza con un precioso arpegio de guitarra que recuerda poderosamente a las mejores baladas de Jimi Hendrix, para dar paso primero a un falsete que potencia la dulzura del tema pero le resta algo de cohesión con el resto del álbum, y después a una potente caja de ritmos y a un sintetizador que lidera el intervalo instrumental, reforzado después con la habitual guitarra del alemán, y con la sorpresa de la rabia que suelta a partir de la mitad de la segunda estrofa, cantando ya en su escala habitual. "Freak like me" insiste en las guitarras rockeras de aroma Hendrix, en un brillante medio tiempo arrastrado y contundente, que adorna con elementos contemporáneos, y con una parte nueva que evoluciona muy bien el conjunto. Aunque personalmente prefiero "Can't catch me": una mirada sin complejos al rock de mediados de los sesenta, con guitarras sucias y baterías mal grabadas, que no rechaza recurrir al mi-la-si que sustentó tantos miles y miles de temas de aquellos años, pero lo evoluciona con una naturalidad sorprendente hacia otras progresiones armónicas, si cabe con más garra y desenfado, hasta conseguir uno de los momentos álgidos del álbum.

El disco pega un giro muy grande en el siguiente corte, "Drama": un medio tiempo mezcla de R&B y soul, y con guitarras funky. Que rehúye de los ritmos sincopados que asfixian estos géneros en los últimos tiempos y los sustituye por un ritmo binario definido y de textura electrónica que en seguida complementa otro certero arpegio de guitarra, y cuyo único pero es que toda la melodía se limita a explotar durante casi cuatro minutos los mismos cuatro acordes. Le sigue "Signs", uno de los sencillos que anticipó el álbum, que a mí me recuerda a los años dorados de Arthur Lee (el mítico líder de Love), por su guitarra acelerada, su batería sesentera en un lateral y su estilo desenfadado, en lo que constituye más un notable ejercicio de estilo que un tema realmente disfrutable por el melómano medio del año 2018. "Bad girl" es, en cambio, otro de los mejores momentos del disco: superponiendo sobre la misma melodía un sintetizador, un silbido, una guitarra y unos coros, NoMBe da comienzo a un tema de soul oscuro con una fascinante instrumentación contemporánea (mezclando la guitarra acústica con un espectral bajo sintetizado). Y tras él otro cambio notable con "Jump right in", un tema cálido y sensual como aquellas baladas que solían hacer las mejores bandas del funky a principios de los ochenta, pero manteniendo la guitarra del alemán como signo de identidad y actualizando lo suficiente el sonido hasta el extremo de rematar el tema con un infeccioso sintetizador.

Tras el segundo interludio ("A million miles from crescent skies"), el tramo final del disco arranca con "Sex", también sugestiva y envolvente y en la que Noah se arrima al synth-wave tan de moda, manteniendo el tempo arrastrado salvo cuando se adivina el tramo instrumental, y repetiendo voces y ondas sintetizadas en el tramo final, a lo Illenium. "Rocky horror" es una perdonable concesión a la ambición del alemán, que aquí nos muestra cómo crea y es capaz de defender sus canciones solamente con su voz y una guitarra acústica, que resulta correcta pero limitada al renunciar a instrumentarla y ponerla al nivel de otros temas del álbum. "Summer's gone" es el penúltimo gran momento del álbum: otro riff de guitarra, otra colección de efectos, y unos acordes mayores (eso sí, repetidos sin fin) que convierten este cadencioso tema en prácticamente infalible, sobre todo cuando NoMBe declama en estilo netamente caribeño. Si bien el último gran momento es "Milk and coffee", con la contudencia de un tema de rock, un riff de sintetizador que también refuerza su energía, la batería arrastrada muy presente, quizá el mejor estribillo del disco, y la extrañe mezcla entre el sintetizador estridente y el piano en sus tramos instrumentales. El cierre lo pone "Sex on drugs", una balada de título sugerente y voz en falsete, pero solamente aceptable dentro del nivel medio del álbum.

Después de unas cuantas escuchas, lo que perdura de este "They Might've Even Loved Me" no son los cinco o seis temas claramente por encima de la media, sino la impresión de que se trata de un disco brillante a la hora de abarcar un amplio espectro de géneros, siempre con un sonido contemporáneo y una calidad incuestionable en todas las composiciones, sin ninguna que desentone. Habrá que ver si logra la repercusión suficiente como para que su creador se estabilice en el panorama musical, ni si al suceder eso orientará un poco más su propuesta musical. Algo parecido a lo que en su momento sucedió con los británicos Roachford hace justo treinta años, con un punto de partida y una propuesta relativemente cercana y que fueron capaces de labrarse una larga carrera. De momento quedémos con esta hora de música fresca y disfrutable, y ya veremos si llega lo demás.

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