Uno de los discos inesperados de 2017 ha sido el de Joe Goddard, compositor, teclista y vocalista ocasional de los a veces brillantes, a veces desconcertantes Hot Chip. Tras más de quince años teniendo al sexteto británico de dance-pop como principal ocupación, finalmente Goddard se ha decidido a dar una continuación a su tímido álbum de debut en solitario, ese "Harvest Festival" que pasó tan desapercibido en 2009. Este "Electric lines" responde para lo bueno y para lo malo a algunos de los clichés que se les suponen a los álbumes de miembros de bandas que no son sus líderes: vocalistas diversos, estilos alejados unos de otros, altibajos de inspiración, una mayor vocación experimental... Pero afortunadamente todo ello se complementa con una notable dosis de talento (probablemente derivado de la tranquilidad a la hora de ir reuniendo temas para este proyecto, sin urgencia en publicarlos). Con lo cual el resultado, sin ser un álbum completamente redondo, sí que es uno de los más interesantes que he tenido la oportunidad de escuchar en lo que llevamos de año. Y me atrevo a decir que por variedad e inspiración supera no ya a su debut, sino a cualquiera de los seis publicados por Hot Chip. Con lo que la viabilidad de este proyecto paralelo de Goddard está más que justificada.
"Electric lines" es un álbum largo (supera la hora de duración en sus trece cortes), con temas en su mayoría desarrollados sin prisa, que en cada escucha permite descubrir nuevos detalles. Y que se abre con uno de sus mejores momentos: "Ordinary madness" es uno de los dos temas en la que británica Jess MIlls (alias SLO) se encarga con acierto de la parte vocal. Y que aunque arranca con un ritmo sincopado alejado de la contundencia binaria que podría esperarse, pronto adquiere un barniz pop con su preciosa melodía en las estrofas y sus arabescos de sintetizadores, que culminan en un estribillo irresistible, con una guitarra eléctrica que la hace ahora sí apta para el baile. Y con una parte nueva elaborada que encaja perfectamente con todo el conjunto, que desemboca en un tramo instrumental en el que Goddard se nota que disfruta. Le sigue "Lose your love", para mí no muy acertadamente escogida como primer sencillo. Porque aunque era de esperar que la vocación de DJ de Goddard salga a la luz sampleando el "I Don’t Wanna Lose Your Love", una cara B de The Emotions de 1976, su funky y sus coros en falsete no terminan de encajar del todo con el auto-tune y el loop sintetizado que vertebran la canción. Aparte de que la progresión armónica es todo el tiempo los mismos cuatro acordes, que se prolongan más de lo deseable. Algo parecido aunque con un resultado algo mejor le sucede a "Home", tercer sencillo, otro tema construido sobre un sampling ("We’re On Our Way Home" de 1978 a cargo de Brainstorm), cuyo comienzo disco sobre un piano setentero no casa bien con las estrofas de synthpop melancólico que le suceden. Para desembocar además en un estribillo que vuelve a ser otro sampling del mismo tema, y sobre el que el bombo que añade Goddard y su melodía paralela en falsete luchan como pueden por abrirse paso. Si a ello le añadimos que el cuarto corte, "Lasers", es una petardada instrumental de ritmo binario ramplón sobre el que efectivamente campan a sus anchas sonidos de láseres durante casi cinco inacabables minutos, probablemente piensen que me he equivocado al dedicarle una entrada a este disco.
Pero a partir de este punto el álbum, aunque sigue un tanto disperso, gana muchos enteros. "Human heart" es prácticamente una balada, construida eso si sobre un bombo marcado y una bonita progresión armónica que marca un piano electrónico (ahora sí, con varias partes bien enlazadas), que tarda casi minuto y medio en arrancar con su sensible melodía y otro minuto y medio más hasta que entra la caja, coincidiendo con un sintético e interesante intervalo instrumental, y que remata abusando del auto-tune, a lo Daft Punk. "Children" es el tema más largo del álbum: siete minutos (probablemente demasiados, aunque Goddard intenta que sucedan cosas a lo largo de toda su extensión) de techno espacial que nos retrotrae a los noventa con su superposición de sintetizadores y sus reminiscencias a Robert Miles (incluyendo el título) a partir de una progresión armónica inmutable. "Truth is light" es un medio tiempo sintético que nos recuerda a los que a veces entregaban Leftfield, por su introspección y su melodía suave arropada por arabescos de sintetizadores, aunque con la originalidad de una letra que es casi una oda a la luz. Y "Nothing moves", el octavo corte, se aproxima al trip-hop gracias a ese ritmo arrastrado, aunque progresión armónica y melodía la acercan al pop clásico, y los intervalos instrumentales a los que a menudo introduce Vince Clarke en sus canciones.
Tras estos dos temas de nivel correcto pero no espectaculares nos encontramos con la canción más claramente "Hot Chip" del álbum: "Electric lines", que también da título al álbum. En primer lugar porque Goddard recluta a Alexis Taylor, vocalista y compositor principal junto a él mismo de la banda británica. Y en segundo lugar por el resultado: un comienzo estimulante, que va entrando poco a poco, y que da pie a una letra fantástica en la que Taylor crea una analogía entre cómo las personas van cambiando como si fueran componente electrónicos que se actualizan conscientemente. Pero también una melodía exasperantemente simple (los dos mismos versos repetidos una y otra vez, hasta que por fin llega un estribillo... de un solo verso), y una obvia falta de recursos para hacer crecer el tema hasta donde prometía. Afortudamente justo a continuación irrumpe la joya del álbum: "Music is the answer", tercer sencillo y segunda colaboración con la vocalista SLO, que en realidad es una versión de la para mí desconocida Celeda. Otro tema de techno-pop intimista, con una percusión electrónica original, una melodía preciosa que evoluciona con inteligencia en cada una de sus partes y que defiende la música como solución a todos los males, y un estribillo con un cambio de tonalidad fantástico, que Goddard convierte en bailable con una naturalidad pasmosa. Aunque lo mejor es el intervalo instrumental tras el primer estribillo, donde Goddard explota al máximo su talento para adornar con pequeños fraseos vocales unas armonías de sintetizadores que recuerdan a Pet Shop Boys.
Tras esta maravilla de synth-pop el disco da un nuevo giro con "Funk you up", algo así como una recreación de los temas que pobablan el "Exit planet dust" de "The Chemical Brothers", con la misma propuesta monocorde aderazada con sintetizadores infecciosos y un ruidismo contagioso. Que no pasará a la historia pero resulta digna en sus tres minutos justos. "Bumps" es el penúltimo corte del álbum y una especie de homenaje a los Orbital más clásicos con su bombo marcado, su tempo que tan pronto sube como baja, sus cajas de música sintetizadas y su continuo esfuerzo por hacer evolucionar el tema. Y el álbum se cierra de manera desafortunada con una versión alargada (¡casi ocho minutos!) de "Lose your love", que como ya he explicado es en mi opinión uno de los momentos menos inspirados del disco, y que en versión extendida simplemente abunda en sus defectos.
Al terminar la escucha queda claro que el afán de Goddard por no dejarse de lado ninguno de sus géneros musicales de referencia ha primado sobre la elaboración de un álbum que reúna sólo aquellos en los que se desenvuelve mejor. Y además ha optado por elegir mayoritariamente sencillos que quizá sean los que más relevancia le vayan a otorga en la crítica especializada, pero que no son lo más representativo de su contenido, y su resultado es cuestionable. Pero también es cierto que sólo hay un tema que realmente sea de relleno, y que quitando aquellos en los que el sampling es el eje principal, el resto se mueve entre lo correcto y lo realmente inspirado, y sin sonar demasiado cercano a su banda de referencia. Así que el balance general es claramente favorable para todo el que guste del dance-pop en sentido amplio. Habrá que ver si alguna vez este "Electric lines" recibe una continuación, y si en ese caso volverá a predominar lo heterogéneo sobre lo inspirado.
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