domingo, 3 de noviembre de 2024

Pixey - "Million Dollar Baby" (2024)

El disco que les traigo hoy es un caso singular. Porque teóricamente se trata del primer álbum de Pixie (nombre artístico de Elizabeth Sinead Hillesdon), una de las promesas de las Islas Británicas en estos últimos años. Pero en realidad quienes siguen este blog posiblemente recuerden que en 2022 ya reseñé "Dreams, Pains & Paper Planes", su debut en formato "largo". Y es que estamos ante uno de esos extraños recovecos de la industria musical, que bajo ciertos criterios no del todo claros ni homogéneos a veces considera discos de debut unos formatos, y otras veces otros. Por lo que en general prensa y crítica han saludado este "Million Dollar Baby" como el álbum de la debut de la inglesa, aunque para mí se trata del siempre difícil segundo álbum. Difícil ya que los ocho temas de "Dreams, Pains & Paper Planes" pusieron el listón muy alto, y ahora las diez canciones de esta nueva entrega se enfrentan al reto de mantener el listón.

Un reto del que les adelanto que Pixey sale ilesa, aunque con matices. Porque es cierto que el número de canciones con un nivel de calidad similar al de su predecesor es alto. Pero también aparecen los momentos menos relevantes. Algo por otra parte normal si tenemos en cuenta que el tiempo para preparar este segundo disco probablemente fue menor que el de su primera entrega. Más la presión añadida de estar a la altura de las expectativas, y ciertas ganas de explorar nuevos territorios. Aunque puede afirmarse que estilísticamente se ha mantenido en parámetros muy similares a los de su debut; algo en lo que no cabe duda de que habrá influido tanto su buen hacer con teclados y programaciones como la producción de Richard Turvey, su colaborador habitual. Un hecho que también tiene su parte menos buena, pues el sonido de las canciones sigue pecando de excesiva reverberación, lo que les confiere una presentación ampulosa y en ocasiones dificulta apreciar algunos detalles instrumentales.

El álbum lo abre "Man Power", que no ha sido escogido como sencillo, pero que sin duda es un trallazo para empezar por todo lo alto: medio tiempo de bajo sintetizado infeccioso, batería de ritmo marcado y unos teclados a lo "Are Friends Electric?" del legendario Gary Numan que avanzan una progresión armónica colorista, en acordes mayores. Sobre todo en ese excelente estribillo que mezcla notas arrastradas y fraseos rápidos con solvencia. Y que deja con ganas de más. Un anhelo que atiende "Million Dollar Baby", segundo sencillo además del tema que da título al álbum. De tempo más alto, sus estrofas espartanas (poco más que voz, bajo, batería y un sintetizador puntual) rayan a buen altura, aunque no tanto como otro estribillo de pop irresistible, complejo, y de letra picantona. Una parte nueva agradable pero etérea da paso a esa esperada repetición final en el que la consabida parada funciona a la perfección. Eso sí, una pena que el vertiginoso solo de guitarra no se perciba del todo por esa reverberación excesiva ya mencionada. "The Thrill Of It" mantiene el disco en un buen nivel: primer sencillo, su largo y sinfónico comienzo, en el que nos presenta su incendiario estribillo, hace prever lo mejor. El primer tramo de la estrofa baja un poco el nivel, pero en cuanto los acordes del estribillo aparecen en la segunda parte de la misma la cosa vuelve a mejorar. Por otra parte, el ritmo sincopado del tema le resta algo de pegada pero le aporta personalidad, una personalidad realzada porque Hillesdon renuncia a la segunda estrofa y la sustituye por un fraseo que recuerda a los de Karl Hyde, el líder de "Underworld". El tema es brillante aunque abusa un poco de estribillo, pero es que compositivamente no daba para más; quizá por eso no era el mejor candidato a figurar como tema estrella del álbum.

Con "Best Friend" el álbum ya sí baja claramente. Se trata de un medio tiempo expansivo y reposado, de original ritmo sincopado y teclados que expanden las notas de los acordes como si de orquestas de cuerda se tratara. Con lo cual adquiere una atmósfera ligérsica, incluso psicodélica mediante los originales teclados que protagonizan los tramos instrumentales tras los estribillos. Y que además de agradable, y de ganar con sucesivas escuchas, muestra por dónde puede ir la evolución de la inglesa. Pero que desde luego no puede decirse que funcione como pop contagioso. En esa mezcla de pop reposado y en busca de nuevos caminos se inscribe también "Damage", el quinto corte. Con una batería y un bajo muy originales, sus estrofas declamadas reflejan una evidente pérdida de creatividad respecto a sus melódicas antecesoras. Al igual que esa progresión armónica de los mismos cuatro acordes durante toda la extensión del mismo. Reflejos de una composición más pobre que otras, y que ni su excelente bajo pueden paliar. Si bien no se trata de una mala canción, y detalles como el teclado reproducido a la inversa de su parte nueva lo confirman. "Give a Little of Your Love" supone el tercer tema menor en una encadenación que sí resulta preocupante. Pixie nos propone nuevamente un medio tiempo, en esta caso de teclados sesenteros e influencias caribeñas. La melodía que canta es agradable pero muy simple, y esos coros a lo Swing Out Sister que la adornan no son suficientes para ocultarlo. Por lo que su elección como cuarto sencillo me parece todo un error. Afortunadamente el disco por fin levanta el álbum con la guitarrera "Love Like Heaven", ahora sí presidida por la luminosidad que Hillesdon suele conferir a sus mejores creaciones. Sobre la base de una buena composición, la batería es estupenda, y los coros "germánicos" sílaba a sílaba tan originales como eficaces para introducir un estribillo que, sin ser directo, va gustando un poco más con cada escucha. Es cierto que no hay parte nueva, pero su relativamente corta duración casi hace que ni nos demos cuenta.

El último tercio del álbum arranca con "Bring Back the Beat", tercer sencillo y para mí, el éxito más claro del álbum. Con la colaboración de Tom McFarland de Jungle, la sección de viento que lo preside desde el mismo comienzo nos retrotrae al desenfreno lúdico de mediados de los sesenta. Y curiosamente marida muy bien con las estrofas más electrónicas del disco, repletas de sintetizadores programados, y realzadas con una guitarra acelerada en su repetición. Pero es el estribillo el que nos provoca el subidón, tan redondo que cuesta creer que no estemos ante una versión. Una parte nueva que vuelve a frenar el tema y deja que poco a poco entren los distintos instrumentos (hasta una percusión acústica se puede escuchar) nos ayuda a disfrutar del tramo final de mi canción favorita del disco. "Oxygen", el penúltimo corte, mantiene el tempo alto, y deja que el ritmo lo lleve en esta ocasión una vertiginosa caja de ritmos que acompaña a la batería. Sus meritorias estrofas, contenidas, dan paso a un excelente estribillo, lleno de apoteosis tarareable y con un punto de rabia. Al que en esta ocasión acompaña la mejor parte nueva del disco, compuesta en otra tonalidad y saturada de excelentes versos. Todo ello en menos de tres minutos. Y el cierre lo pone "The War In My Mind", que renuncia a ser la balada del disco pero sí baja el tempo y nos ofrece una canción sorprendentemente sinfónica, con dos secciones de cuerda liderando partes instrumentales y arropando estrofas y estribillos. Los cuales encajan a la perfección pese al contraste entre la introspección de las primeras y las notas altas de los segundos, demostrando que Pixey no tendrá un torrente de voz, pero es una cantante solvente. Además, estamos ante el tema mejor producido de todo el disco, un derroche de instrumentos e ideas bien traídas en poco más de cuatro minutos. Y una excelente forma de rematar el álbum.

Siguiendo las tendencias actuales, "Million Dollar Baby" es un disco corto: treinta y cuatro minutos para los diez temas de rigor. Las primeras veces pueden parecer suficientes, pero conforme se le va cogiendo el punto a algunas canciones, y se van apreciando los numerosos detalles que encierra su instrumentación, sí que deja con ganas de más. Porque en el fondo encierra siete canciones de notable para arriba. Y las tres que bajan el listón no lo hacen tanto como para que tener que pulsar el forward. Aunque el hecho de que estén las tres encadenadas y en el tramo central del álbum es un riesgo para una artista que evidentemente se está intentando consolidar. En todo caso el balance de este "Million Dollar Baby" es favorable: pop ambicioso y fresco en su mayor parte, bien instrumentado y que suena actual a pesar de echar frecuentemente la vista al pasado en busca de inspiración. Creo que con este hito la carrera de Pixey está asegurada; sólo falta que pula algunos pequeños defectos, y que crítica y público se fijen más en ella. Talento tiene, sin duda.

lunes, 14 de octubre de 2024

Shelter Boy - "Merciland" (2024)

El álbum que les traigo hoy es uno de los más minoritarios a nivel difusión que he reseñado en estos últimos años. Se trata "Merciland", el segundo disco de Shelter Boy, el proyecto en solitario de Simon Graupner. El músico nacido en Leipzig sorprendió en 2021 a todos los que valoramos el pop alternativo con su debut en formato álbum: "Failure Familiar" era un disco un tanto disperso y de calidad variable según el momento, pero ya dejaba entrever grandes canciones. Aunque curiosamente en la mejor tradición alemana, sino en la británica. Así que aunque el disco no me satisfizo lo suficiente como para traerlo por aquí, sí que me acordé de incluir la excelente "Atmosphere" en mi lista de mejores cancione de aquel ejercicio. Y desde aquel entonces sigo con interés las andanzas de Graupner, quien hace unos meses confirmó las expectativas que había depositado en él con este notable "Merciland".

Es muy complicado llamar la atención con una propuesta como la del alemán: pop al margen de las modas, sostenido esencialmente por los archiconocidos guitarra - bajo - batería, sin una temática singular, ni una producción recargada. Ni siquiera la voz de Shelter Boy es nada especial. Con lo que la propuesta lo fía todo al talento del alemán para introducir en su particular coctelera elementos del mejor pop de los setenta, ochenta y noventa, y extraer un puñado de composiciones impecables, saludablemente diferentes entre sí pero presididas por un innegable buen gusto. Con el acierto adicional de renunciar a cualquier tipo de experimentación descontrolada o a temas de relleno. Sólo pop, puro pop en diez canciones y poco más de media hora. Algo a lo que seguramente contribuye la producción de Sebastian Schütze y Bernhard Pausch junto al propio Graupner.

El álbum arranca con "Parade", un medio tiempo que comienza acústico y reposado en sus primeras estrofas, pero que luego se convierte en una canción bastante más enérgica. No es de los momentos álgidos del álbum, pero su regusto a Paul Weller, el llamativo arpegio de guitarra que adorna el estribillo, la singular guitarra de la segunda estrofa y la forma con que ésta evoluciona en una larga y compleja parte nueva, le confieren interés. Le sigue "Messed Up Kids", el primer sencillo en anticipar este álbum hace algo más de un año. Un tema de tempo más alto, con unos inesperados "ooh ooh" vocales completando los habituales bajo, guitarra y batería de las estrofas, que desembocan en un precioso estribillo al final de cual casi nos podemos imaginar que es Noel Gallagher el que está añadiendo los punteos de guitarra. El cambio de ritmo al final del segundo estribillo y en toda la parte nueva son un reflejo más del bullir de ideas (correctamente ordenadas, eso sí) que pululan por la mente del germánico, que incluso renuncia a la esperable repetición final del estribillo. El tercer corte, también segundo sencillo, es para mí el mejor tema del álbum, y una de las mejores canciones de pop que he escuchado en la presente década. Sólo el error imperdonable de no descubrirla hasta el comienzo de este 2024 me impidió incluirla en la lista de mejores canciones internacionales de 2023, donde tendría que haber figurado. Porque "Moving Backwards" es un tema tan pulido en su música y tan desabrido en su letra que parece mentira que no se trate de una versión. Sus estrofas en dos tramos quedan sabiamente realzadas por un sencillo sintetizador que lleva los acordes de esta parte. Y estribillo y partes instrumentales comparten un maravilloso arpegio de guitarra que devuelve la ilusión por la mejor música pop. Si a ello le añadimos una melodía impecable, que logra explotar al máximo las no excesivas cualidades vocales de Graupner, entenderemos el porqué de mi fascinación por este tema.

"Your Favourite Song", reciente cuarto sencillo, sigue rentabilizando las múltiples vertientes de la propuesta musical de Shelter Boy, en este caso con un tema presidido por un bajo slap alto y contundente en primer plano, que se ve acompañado por una batería que perfectamente podría haber sido extraída de las sencillas cajas de ritmos del sonido Madchester. Pero es que además las estrofas, cuando por fin entran, rayan a alto nivel, con el aliciente de que entre ellas son muy diferentes. Y el estribillo es otro subidón de adrenalina. En este caso la parte nueva es en realidad un largo tramo instrumental en el que guitarras y teclados se van alterando protagonismo, y que en un giro final complejo el alemán logra armonizar perfectamente con las repeticiones finales del estribilo. "Growing Pains", tercer sencillo, es otra gran canción, repleta de inspiración. Sostenida en este caso por un elaborado piano en las melódicas estrofas, podría pasar por un momento animado de unos Keane que han vuelto a recuperar la inspiración. Aunque ese irrestible estribillo guitarrero sería demasiado para ellos, y más bien parece digno de una banda británica con ganas de fomentar el pogo en sus conciertos. Quizá sea de los momentos en los que más llama la atención la elaborada producción, sin elementos originales o excesivamente contemporáneos, pero capaces de sacar el máximo de instrumentos tradicionales, como lo demuestra su fantástico intervalo instrumental final. "Jamie T Forever", sexto corte, tal vez nos recuerde en su bajo y su guitarra a The Stone Roses, y es que en este acaso Graupner coquetea con el pop bailable, aunque la excelente steel guitar del estribillo consigue que el tema funcione esencialmente como una propuesta pop elegante. Por ponerle algún pero, quizá le falte algo más de desarrollo, pues se queda en los tres minutos justos.

Con "A Ringing Glass" el disco baja un peldaño. Aunque no se trata en absoluto de un mal tema: un medio tiempo de pulida fachada, en el que quizá el bajo sincopado ya no sorprenda tanto, y en el que unas estrofas y un estribillos se ven reforzados por una parte nueva más inspirada si cabe. Y con los tramos instrumentales presididos por un lead synthesizer como detalle más original. "How To: Make It Worse" nos devuelve al pop colorista, incluso con esa parada tan singular en el que, pleno de ironía, Shelter Boy canta aquello de "You and I, and the third, this is so hard to make it worse...". Pero es que a sus luminosas estrofas, con palmadas incluidas, le roba casi todo el protagonismo un estribillo espectacular, en el que la energía cae por la cascada que representan esas guitarras desdobladas por los dos canales. Si bien nuevamente se echa de menos una mayor duración con la que terminar de explotar tantos hallazgos. "If You" es el tema más Oasis del disco, podría pasar perfectamente por un tema perdido de las sesiones de "What's The Story (Morning Glory)?". No ya por las guitarras de su comienzo, ni por la pandereta que podríamos imaginar tocada por Liam, ni por las segundas voces en las que parece que escuchamos a Noel, sino sobre todo por ese estribillo con la caja de la batería doblada que perfectamente podría haber el mayor de los Gallagher en su época de mayor inspiración. Y como, casi sin darnos cuenta, nos hemos plantado en el final del disco, Graupner nos propone a modo de cierre un tema reposado: "Weird Life". Seguramente conocedor de sus limitaciones vocales, no intenta ofrecernos un baladón de campanillas, sino que juega con otros elementos: dos guitarras doblándose con arpegios similares, buenas dosis de melancolía, una flauta sintetizada, y una machacona caja de ritmos que la aleja del concepto de balada. Tanto que el acelerado bajo de la segunda estrofa seguramente haría las delicias de Flea si tuviera oportunidad de escucharlo. Y ya con el tema mediado entra lo que en realidad termina siendo su estribillo, aunque la larga parte nueva, sin percusión, casi nos lo haga olvidar.

Sucesivas escuchas permiten apreciar mejor la riqueza musical de este disco de sencilla apariencia. Y su contenida duración deja con ganas de mucho más. Porque a pesar de su discreta voz, de una presencia que no le favorece (con todos los respetos, aparte de su discutible nombre artístico, su imagen parece la de un adolescente rebelde de los suburbios de cualquier ciudad industrial en decadencia), y de no pertenecer siquiera a un país con una tradición musical en la línea de su propuesta, el balance de "Merciland" es netamente favorable. Por eso da tanta rabia constatar su nula repercusión en los medios, causante entre otras cosas de que su gira sea poco más que unas cuantas fechas por su nación. Les aseguro que la mayoría de las bandas de pop en activo actualmente (nombren las que quieran, según su comercialidad o su prestigio en los medios) andan muy lejos de entregar diez canciones como las que encierra Shelter Boy en este excelente disco. Así que si les gusta el pop y pueden, no dejen pasar la oportunidad: háganse con él, y luego me cuentan.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Kaleida - "In Arms" (2024)

El dúo germano-inglés Kaleida ha retornado este 2024 con su tercer álbum, "In Arms". Un álbum que, a decir de sus dos componentes (la vocalista Christina Wood y la teclista Cicely Goulder), estuvo a punto de no existir. Y es que tras la discreta repercusión de su segundo disco, el notable aunque un tanto irregular "Oddysey", ambas decidieron tácitamente que su carrera musical estaba llegando a su fin, y emprendieron vidas separadas (hasta el extremo de poner el Océano Atlántico de por medio). Pero hoy en día las posibilidades de creación a distancia son casi infinitas y así, intercambiando sin pretensiones demos y maquetas, han conseguido finalmente crear las diez canciones que conforman su tercera entrega. Un disco que incluso permite apreciar una evidente evolución en su sonido, sin por ello renunciar a su estilo sensible, intimista y un tanto devastado, pero más rico en su instrumentación y más elaborado en sus arreglos. Algo que podría haber sido una excelente noticia, pues seguramente si de algo pecaba hasta ahora su propuesta era de espartana y un tanto conservadora, pero que desgraciadamente se ve lastrada por su colección de composiciones menos inspirada hasta la fecha.

Una circunstancia que no era fácil predecir a la vista del tracklist de "In Arms" (10 canciones, 2 más que su predecesor, lo que en principio sugería un más elevado nivel creativo), y sobre todo, de los sencillos que lo anticiparon: "Hollow", "Seagull Nun" y "Stranger". Pero es que Wood y Goulder esta vez sí acertaron de pleno a la hora de escoger los temas estrella del disco, y esa terna sin duda constituye los tres momentos más recomendables del mismo. Lo malo es que el bajón de los otros siete temas de "In Arms" es evidente, por lo que (con los lógicos matices dependiendo de la canción), nos encontramos hasta el disco más flojo de su carrera.

Además de tratarse del mejor tema del álbum, y de su primer sencillo, "Hollow" es el corte que lo abre. Retoma la propuesta del dúo justo donde la dejó "Oddysey", en un saludable ejercicio de inspirado continuismo. Porque desde el mismo comienzo las voces tenebrosas de Wood, el oscuro acompañamiento de Goulder y la sencilla programación de la batería resultan absolutamente reconocibles. Pero la canción avanza y llama la atención que la programación se complica con hi-hats y redobles varios, aparecen más teclados y hasta un piano electrónico en un estribillo relativamente movido. Para la segunda estrofa se reservan la sorpresa de un muy elaborado, para tratarse de un tema de pop, arpegio de bajo. Y de postre, un largo y elaborado tramo instrumental. Con todo ello el dúo pone de manifiesto su intención (plenamente conseguida en este caso) de enriquecer su sonido. El problema, como decía antes, es que composiciones así no abundan: "Generation", el siguiente corte, insiste en esos ritmos programados sincopados heredados del hip-hop más tradicional que suponen toda una novedad. Pero la progresión armónica no tiene nada de especial, y la melodía vocal deja bastante indiferente, pues ni siquiera aprovecha las excelentes cualidades vocales de Wood. Los arreglos entre jazzísticos y siniestros que se dejan entrever conforme avanza el tema tampoco ayudan. Afortunadamente, con el tercer corte la ilusión por encontrarse ante un gran disco aumenta: "Seagull Nun", segundo sencillo, las devuelve a su singular estilo, tan tétrico como adictivo. El empleo combinado de una batería real y una progrmación que la complementa, un bajo slap en primer plano que repite machaconamente esa sencilla pero eficaz progresión armónica, y un tramo final en el que sin estridencias juegan con todos los elementos empleados, ayudan a realzar una composición notable. Pero la cosa se desinfla de nuevo en el siguiente tema: "Choices", con la colaboración del para mí desconocido Robot Koch. El dúo baja el tempo para intentar construir una balada desgarradora. Y aun cuando mantienen ese sonido más elaborado y la progresión armónica es válida, la melodía resulta hasta cargante de poco inspirada, por lo que las emociones brillan por su ausencia y sus tres minutos y medios se hacen incluso largos.

"Hansaplast" mejora un poco a su predecesora, y se asemeja en su resultado a lo que podría ser una canción estándar de sus dos temas anteriores. Si bien es cierto que, como sucede más a menudo de lo deseable, la devastación de Wood puede llegar a sonar impostada, y el tramo previo a la repetición final del estribillo es tremendamente monótono. Pero el estribillo es digno, y aunque la instrumentación incurre por vez primera en el disco en el defecto de resultar excesivamente escueta, a partir del segundo estribillo está más trabajada, incluyendo varias voces que le hacen los coros a Wood. Tiene que llegar "Stranger", sexto corte y tercer sencillo, para recordarnos el talento que encierra a veces el dúo. Porque desde el mismo comienzo ya nos cautivan con uno de esos estribillos tan melancólicos como infecciosos. Las estrofas empiezan más flojas, pero conforme avanzan las notas mejoran notablemente, y permiten a Wood exhibir toda su amplitud vocal. Además, los teclados de Goulder están bien escogidos y rellenan bien el espectro. La pega es que la percusión lastra en parte el resultado, pues el tema pedía a gritos un ritmo binario más continuado y contundente. En todo caso, un corte más brillante que "Kilda", el medio tiempo que lo sigue y en el que sí aciertan con esa percusión arrastrada que sostiene el tema, pero no del todo con una composición en la que el oficio predomina sobre la inspiración, y una instrumentación en la que, salvo lo ya programado, poco menos que se limitan a incorporar una especie de mellotron. A cambio, la letra es bonita (lástima de esa pronunciación no muy trabajada de Wood), y termina por suponer uno de los pocos momentos álgidos de los no escogidos como sencillos.

"Endless Youth" es probablemente el tema más luminoso de un disco previsiblemente oscuro. Y ésa es la razón por la que destaca, dado que en realidad, ni a nivel compositivo ni instrumental es nada especial, y encima le sobra minutaje. Por resaltar algo, mencionaré la forma en la que se complementan la batería y la percusión programada, tanto en estrofas como estribillos. "Hey Little Precious" es el último pasaje en el que podamos reconocer a las Kaleida que se han ganado un prestigio en el circuito alternativo. La instrumentación es razonablemente completa (aunque de nuevo falla el ritmo), pero las estrofas no están mal y desembocan con naturalidad en un estribillo largo pero eficaz. Y por una vez, la parte nueva introduce un estimulante cambio de tonalidad gracias a una progresión armónica francamente elaborada para su corta duración. Dado que el cierre lo pone, como no podía ser de otra manera, una balada ("Don´t Turn Me Out", con la colaboración de Other Lives), en la que, ahora sí, se entiende esa instrumentación austera y enfocada casi exclusivamente en la parte vocal, y que no se puede decir que peque de simplona, pero que simplemente no llega a generar emociones. Y que provoca, para más inri, que al terminar tengamos la impresión de que durante la escucha de "In Arms" hayamos podido pasar algo destacable por alto.

Porque salvar tres temas (cinco siendo generosos) de diez, y eso tras cuatro años de silencio, no se puede decir que sea un gran logro. Por mucho que los sencillos defiendan el álbum de la mejor manera posible. Tal vez la frialdad del método creativo haya influido en que la magia no haya surgido con la misma intensidad que cuando ambas compartían espacio creativo. Aunque obviamente Goulder haya mejorado su habilidad para arropar la notable voz de su compañera, y aunque se aprecie ese intento porque haya una evolución en una carrera que hasta ahora se había caracterizado por una personalidad musical muy marcada pero poco versátil. Así que no sé si ellas tendrán esta misma sensación de no haber llegado a donde esperaban y darán el proyecto por concluido, o se retarán a ellas mismas para entregar un cuarto álbum más acorde a lo que sabemos que son capaces de dar. Toca esperar.

sábado, 10 de agosto de 2024

Everything Everything - "Mountainhead" (2024)

Tras nada menos que diecisiete años de carrera, hoy es la primera vez que la banda británica Everything Everything recibe una entrada independiente en este humilde blog. Bien es cierto que algunas de sus canciones ya habían aparecido en mis listas anuales con canciones internacionales recomendables de cada ejercicio (así sucedió con "Big Climb" en 2020 y "I Want A Love Like This" en 2022), pero, aunque con cada nueva entrega me parecía que su nivel estaba subiendo, seguía teniendo la impresión de que sus álbumes pecaban todavía de irregulares. Por fortuna esa sensación ha desaparecido definitivamente con su séptima entrega, este "Mountainhead" que hoy les traigo. Y no porque hayan renunciado a su acusada personalidad musical, sino porque a pesar de que se trata de un álbum extenso (nada menos que catorce cortes, con el riesgo que eso supone de incluir canciones menores), aguanta el tipo de principio a fin.

Y me refiero a su acusada personalidad porque a, pesar de la cantidad de bandas de pop-rock que pululan en todo el continente, su sonido es desde hace años perfectamente reconocible. En parte gracias a la voz de Jonathan Higgs, que pese a sus indidudables dotes puede generar pasiones y rechazos por igual. Y en parte gracias a esa singular manera de conjugar instrumentos tradicionales en el género con una electrónica nada ambiciosa, que enriquece sus canciones sin que por ello ofrezcan un sonido excesivamente pulido. Tanto, que a menudo sus temas parecen demos grabadas antes de adentrarse en el estudio. Algo que también les puede restar seguidores, aunque obviamente es una decisión consciente por su parte. Sin un guitarrista de referencia (sus cuatro miembros se encargan en principio de batería, bajo, teclados y voz respectivamente, más que de guitarras) y sin virtuosismos, lo fían todo a la calidad de sus composiciones y la singularidad de sus arreglos. Algo que históricamente han puesto de manifiesto, y que resulta especialmente evidente en este último disco.

"Wild Guess", el tema que abre el disco, con esos acordes tan poco frecuentes interpretados por un sintetizador que recuerda a Orbital, y que sin previo aviso da paso a un bajo prominente de puro punk-rock, es un perfecto reflejo de lo que comentaba antes. Tanto es así que la voz de Higgs tarda un minuto largo en entrar, y cuando lo hace, es para interpretar una melodía compleja y de gran amplitud tonal incluso dentro de las propias estrofas. Aparte de esta parafernalia "marca de la casa", el tema se sostiene sobre una notable composición, quizá más disfrutable en sus estrofas que en su un tanto estridente estribillo. Aun cuando en sus repeticiones finales mejora con esos coros que repiten aquello de "You don't take it in". "The End of the Contender", siguiente corte, fue escogida hace unos meses como tercer sencillo, prueba que no temen poner en foco en temas quizá menos inmediatos del álbum, como este medio tiempo de corte atmosférico, de bonitas estrofas realzadas por un arpegio de guitarra que recuerda a los de Coldplay a partir de su segunda estrofa, y que destaca especialmente en el tramo instrumental antes de la repetición final del estribllo. Una parte nueva tan reposada que carece de cualquier tipo de percusión remata este momento tan peculiar como disfrutable. "Cold Reactor" fue el tema que anticipó el disco a finales del año pasado, y sin duda se trata de su tema estrella (de hecho, formó parte de mi lista de Otras 20 Canciones Internacionales Recomendables de 2023). Aunque no lo parezca, en realidad se trata de un tema de punk-rock por su tempo alto, la energía de su bajo, y la rabia que destila su estribillo de notas antes y lentas, pero cuesta darse cuenta con esas voces femeninas sintetizadas con las que arranca y que lo acompañan hasta el final, ese puente de notas altísimas, el cambio en los acordes en la mitad de la segunda repetición del estribillo, o los etéreos sintetizadores con los que adornan su tramo final. En todo caso, una canción disfrutable de principio a fin. Algo no aplicable a la menos inmediata "Buddy, Come Over": un medio tiempo de atmósfera funesta, con largos tramos instrumentales a dúo entre guitarra y sintetizador entre las estrofas, una caja de batería que a veces es esa palmada tan habitual en el synth-pop de hace unas décadas pero que aquí cuesta asimilar, y un sonido en general poco cohesionado. Pero si se le dan las suficientes oportunidades, sus pecularidades instrumentales y vocales terminan encajando, porque la composición que lo sustenta vuelve a ser notable.

El listón sigue alto con "R U Happy", otra vez de arreglo singular con, por ejemplo, esa voz femenina pregrabada que anticipa las primeras palabras de cada fraseo de Higgs en las estrofas, lo vertiginoso de la batería en un tema que en realidad no es de tempo especialmente alto, o sus particulares sintetizadores a la hora de rellenar los pasajes instrumentales. Pero que gracias a su elaborada composición, con un trabajado puente que encaja perfectamente estrofas y estribillo, y unos arpegios de guitarras eléctricas que ponen las notas de convencionalidad, llega a buen puerto. El siguiente corte, "The Mad Stone", aparte de segundo sencillo, es mi tema favorito del álbum. Y eso que su comienzo es tan difícil como desconcertante, no por su envolvente sintetizador, sino por esos pasajes casi corales tan alejados de los parámetros pop. Pero su excelente estribillo lo compensa de sobra, y su singularísimo doble estribillo, con un carrusel imposible de notas altísimas, sorprende al principio pero cautiva más adelante. Algo parecido ocurre con su parte nueva, también de notas altísimas. Tras este peculiar subidón, el álbum baja por primera vez con "TV Dog", una especie de balada breve con los sintetizadores jugando a ser cuarteto de cuerda, voces que van y vienen y una melodía original pero sin nada más a lo que agarrarse. Afortunadamente, el singularísimo patrón rítmico y los sintetizadores en bucle del elaborado comienzo de "Canary" nos devuelve otra vez al nivel medio de "Mountainhead". Si bien conviene reconocer que se trata de otro tema que requiere de varias escuchas, y quizá no de los más notables compositivamente, sobre todo en un estribillo que puede resultar fatigoso con tanto vaivén de notas.

A "Don't Ask Me to Beg" le perjudica ese estribillo bien plantado al frente desde el mismo comienzo, que vuelve a resultar un tanto crudo y difícil de digerir. Pero el resto del tema es destacable, sobre todo la infecciosa batería y la juguetona guitarra que la acompaña a partir de la mitad de la primera estrofa. El sinfónico segundo estribillo, acompañado asimismo por unos juguetones guitarra y teclado, también descolla del resto del tema, una pena que no le confieran más protagonismo. "Enter The Mirror", el décimo corte y también cuarto sencillo, vuelve a ser uno de sus momentos álgidos, Quizá el más electrónico del disco, su elegancia puede recordar a la de Keane, aunque obviamente la interpretación vocal de Higgs sea totalmente diferente, en especial en otro estribillo de notas altas. Podemos ponerle el pero de que evoluciona menos que la mayoría, pero a cambio el sencillo arpegio de guitarra del estribillo le aporta consistencia. Si bien prefiero "Your Money, My Summer", siguiente corte y publicada esta misma semana como quinto sencillo. De llamativo título y letra aún más críptica de lo habitual, sus inquietantes y meritorias estrofas dan paso a un plácido estribillo, y después al más peculiar solo de guitarra que he escuchado en tiempo. Casi a su misma altura raya la potente guitarra eléctrica que desde el mismo comienzo sostiene "Dagger's Edge", seguramente el último gran momento del álbum: otro personal medio tiempo de interesantes estrofas y angustioso y a la vez disfrutable estribillo. Con una muy elaborada y brillante parte nueva en otra tonalidad, aunque de nuevo basada en la guitarra eléctrica, tanto que al final termina desembocando en el pasaje más netamente rockero del disco.

A estas alturas del disco, la mayoría de los artistas ya estarían repitiendo la misma fórmula o habrían pegado varios bajones de calidad. Pero los de Manchester aún se permiten sorprendernos con un medio tiempo tan retrofuturista en su comienzo y al mismo tiempo de melodía tan luminosa como "City Song". Que sin ser de los mejores momentos del álbum, es un tema más que digno, y que además aún saben cómo hacer crecer conforme avanza el minutaje (otra cosa es que Higgs seguramente abuse de falsete). Eso sí, el cierre de electrónica lo-fi que representa "The Witness" tal vez resulte dulce y envolvente gracias a la melodía más comedida del disco, y su electrónica sencilla sea un buen resumen de los trece temas anteriores, pero seguramente podrían haber escogido otro tema para alcanzar el colofón que el nivel medio del álbum merece.

Porque, incluso pecando de conservador a la hora de resaltar las canciones de "Mountainhead", he añadido el enlace para nada menos que ocho de ellas. Un hecho que refrenda lo que les comentaba antes respecto a su álbum más redondo de principio a fin, a la vez que cohesionado a su manera. Aunque soy consciente de que no se trata de una banda apta para todos los oídos. No porque su propuesta no lo sea, sino porque sus señas de identidad pueden no resultar del agrado general. Por mi parte, para futuras entregas intentaría pulir su sonido de forma que no sonara tan espartano, rellenando con más pistas algunos huecos del espectro, por lo menos en algunas de sus composiciones. También moderaría la tendencia de Higgs a crear melodías imposibles. E incluso oficializaría el empleo constante de la guitarra eléctrica en casi todos sus temas. Por no hablar de lo críptico de sus letras, que merecerían algo más de convencionalidad. Pero a cambio nos encontramos frente a una de las propuestas más consolidades y personales del panorama actual, con un talento compositivo incuestionable pero también con un torrente de ideas para enriquecer sus temas con extraños giros o arreglos poco frecuentes. Lo bueno es que parecen cómodos con su status actual, con buen reconocimiento de la crítica y buen nivel de ventas (de nuevo Top 10 en su país) y están siendo capaces de entregar un buen puñado de temas cada dos temporadas. Por lo que espero que no bajen el ritmo ni el nivel, y en un par de años pueda reseñar otra meritoria entrega suya.

sábado, 20 de julio de 2024

Pet Shop Boys - "Nonetheless" (2024)

El pasado mes de abril fue publicado "Nonetheless", el decimoquinto álbum del dúo británico Pet Shop Boys. Un disco que llega tras nada menos que cuatro años de silencio desde su discreto "Hotspot" (2020), y con Neil Tennant y Chris Lowe bien entrados en su sexta década de vida (de hecho Tennant ha cumplido hace unos días nada menos que setenta años). Con semejante edad es complicado esperar que se muevan de su por otra parte personal propuesta, que les ha mantenido como uno de los artistas de cabecera del techno-pop durante los últimos cuarenta años. Bastante es aspirar a que su nueva colección de canciones resulte digna y medianamente perdurable. Algo que ya les puedo anticipar consiguen estas diez nuevas canciones. Aunque la efusividad con la que lo ha recibido la crítica creo que obedece más al prestigio acumulado por el dúo a lo largo de los años que a la brillantez de estas diez canciones.

Producido por el ubicuo y para mí sobrevalorado James Ford, de Simian Mobile Disco (encargado de los últimos trabajos de Blur, Artic Monkey, Jessie Ware o Depeche Mode, por citar sólo algunos), se trata de un disco homogéneo, de letras incisivas y que musicalmente pretende entroncar con la propuesta entre melancólica y sofisticada de su aclamado "Behaviour" (1990). Aunque la selección de canciones no me parece excesivamente afortunada, pues hay demasiados momentos de tempo bajo (y en general no demasiado brillantes), y faltan pasajes de ese desenfreno-británico-amanerado que tanto les ha caracterizado, y que sí aparecen en algunos de los temas que grabaron para este disco, los cuales han acabado siendo publicados como temas de complemento de sus tres sencillos.

El disco lo abre "Loneliness", que también fue el primer sencillo en anticiparlo y por tanto, su tema estrella. Se trata de un tema de ritmo rápido y doble estribillo elaborado y bastante disfrutable, por lo que su elección me parece un acierto. Le fallan un poco unas estrofas reducidas a su mínima expresión y ciertos vicios en la producción que se mantienen a lo largo de todo el disco: la voz excesivamente doblada de Tennant (todo el tiempo al menos a dos voces, cuando no más), una instrumentación excesivamente escueta, y un sonido no demasiado pulido (en especial los agudos). A cambio la orquesta que la vertebra casi en su totalidad, y que protagoniza sus intervalos instrumentales, le aporta, como en tantos otros temas de la banda, una sofisticación beneficiosa. En todo caso la canción encargada en realidad de dar a conocer y defender este "Nonetheless" es "Feel": un medio tiempo de programación sencilla, y que combina algunos pasajes un tanto anodinos con otros espectaculares (aquellos en los que la orquesta interpreta una progresión armónica diferente a la del resto de la canción, y que en los tramos cantados empieza con aquello de "You make me feel like... nobody..."). Su instrumentación un tanto retro, el minutaje excesivo, y la sobredosis de voces de Tennant la terminan convirtiendo en poco más que un momento agradable. Más disfrutable resulta "Why am I dancing?", cuyo comienzo con esa sección de viento sintetizada más propia de un pasacalles festivo ya anticipa un ritmo infeccioso y una melodía impecable (tanto que parece que se trate de una versión). La letra tan melancólica y a la vez terapéutica en su reivindicación de darle vuelta a las cosas malas de la vida y disfrutar bailando como si todo hubiera salido perfecto, y una orquesta perfectamente imbricada en el tema (con mención especial para el tramo en el que el ritmo se detiene y escuchamos a violines y violas arropar la voz de Tennant y el teclado de Lowe) la convierten en uno de los pasajes más recomendables del disco.

"New London boy" baja el tempo por primera vez, y nos propone reposar mientras Tennant echa la vista atrás a sus primeros pasos en el glamuroso Londres de los años setenta. Su letra, en especial esa parte declamada a lo West End Girls tras tantos años sin atreverse a ello, resulta claramente más interesante que una música agradable y bien orquestada, pero cuya progresión armónica y su melodía son más complicadas de interpretar que adictivas. Quizá lo más reseñable instrumentalmente hablando sea ese elegante saxofón (hace unas décadas tan habitual en medios tiempos y baladas y ahora un instrumento en desuso). Afortunadamente le sigue el que para mí es el mejor momento del disco, además de segundo sencillo: "Dancing Star" es un saludable ejercicio de nostalgia a sus años de máximo esplendor, tan bien recreado que podría pasar perfectamente por un tema olvidado en las sesiones de grabación de "Please" y que ahora ha sido encontrado por algún ingeniero en el estudio y recuperado para la causa. En realidad se trata de un sentido homenaje al bailarín Rudolf Nureyev construido sobre un medio tiempo de ritmo sincopado, y al que no le falta nada de un temazo ochentero de PSB: palmadas electrónicas, coros 100% freestyle como en las mejores bandas Miami, un synclavier para el tramo instrumental, el teclado marcando los compases con sonido "orchestra hit", punteos de guitarra eléctrica... Si encima nos encontramos con una bonita y tarareable melodía, nos encontraremos con un tema que hará las delicias de todos sus fans... si no les importa que el tema suene evidentemente antiguo en este 2024. Desgraciadamente, el disco vuelve a bajar a continuación con "A New Bohemia", para mí erróneamente elegida como tercer sencillo. No es una mala canción, y la letra vuelve a rayar a un nivel notable, pero su intento de crear un baladón apoteósico resulta un tanto fallido a pesar de otra meritoria orquesta, del cambio de tonalidad al final de cada estribillo, y de una de las partes nuevas más elaboradas del disco, como lo prueba la relativa frialdad con la que está siendo invariablemente acogida cada vez que la interpretan en su gira de este verano. El fallo de su siguiente corte, "The schlager hit parade" es que pide a gritos un tempo más alto: da incluso la impresión de que a nuestro tocadiscos le estuviera entrando menos corriente de la necesaria y el tema se estuviera reproduciendo a medio gas. Y es una pena, porque la guitarra acústica que lo vertebra está bien encargazada con los artilugios electrónicos de Lowe, y progresión armónica y melodía poseen esa euforia contenida que también ensalza su letra. Lo único que parece ir a velocidad normal es otra elaborada parte nueva, un tanto afeada por esos overdubs redoblados de batería que hace cuarenta años tal vez eran lo más, pero que ahora suenan obsoletos.

El octavo corte, "The secret of happiness", tal vez sea el momento más flojo del disco, y a decir verdad el único que nos puede tentar con pulsar el botón de forward. Un tema de sonido muy cinematográfico, casi de musical, como al dúo tanto le gusta, en el que la voz doblada de Tennant desde el mismo comienzo resulta cansina, sobre todo si está al servicio de una melodía agradable y muy bien orquestada pero tan reposada y tan conservadora instrumentalmente que puede resultar aburrida en sus más de cinco minutos. Por eso, sin ser una maravilla, el tempo más alto y la propuesta más mordaz e incisiva de "Bullet for Narcissus", el último tema bailable del disco, se agradecen. Además de que se trata de los más originales del disco gracias a las nada menos que tres guitarras eléctricas que van apareciendo a lo largo del mismo. Otra letra marca de la casa de Tennant, otro teclado en el que Loew marca con ritmo innegable los acordes, y otra orquesta para conferirle majestuosidad a la composición consiguen por hacer de la misma otro de los momentos potencialmente perdurables de "Nonetheless" (a pesar de esos redobles sobreacelerados de la caja de la batería que introducen algunas partes y que suenan bastante cutres). Y el cierre, cómo no, lo pone el cuarto tema "no bailable" del disco, un "Love is the law" que al menos esta vez sí logra su propósito de cerrar el conjunto con un sentimiento de desabrida decepción, gracias a una nueva letra inspirada y a una melodía que no pasará a la historia, pero que no aburre ni empalaga, sobre todo en un estribillo que tarda en llegar pero que, cuando lo hace, mejora la impresión global. La percusión que complementa la parte rítmica, y la forma en que se engarzan guitarra y piano, permitiendo además que quede espacio para el bajo sintetizado, reflejan que tal vez estemos ante el tema mejor producido por Ford.

Y con esa sensación de "bueno, no ha estado mal", "siguen siendo ellos", se va este "Nonetheless". Que nos recuerda lo grandes que llegaron a ser, y que muestra que aún se toman en serio su trabajo, a pesar de tanto tiempo. Aunque siendo generosos, de estas diez canciones es difícil meter más de tres o cuatro en cualquier concierto que den este 2024 para presentarlo. Personalmente prefiero la producción de Stuart Price en sus tres álbumes anteriores, más versátil y menos emperrado que Ford en doblar la voz de Tennant, en meter secciones de cuerda a toda costa y en dejar algunas composiciones tan espartanas que parecen demos. Quitando por ejemplo "A new bohemia" y "The secret of happiness" y sustituyéndolas por la larga y adictiva "Through you", del sencillo "Loneliness", y la infecciosa "I've Got Plans Involving You", del sencillo "A new bohemia", habrían logrado un disco mucho más disfrutable por sus fans a la vez que más variado en su sonido, aunque tal vez menos homogéneo. Como ha quedado, "Nonetheless" no pasará de ser una entrega digna a estas alturas de su carrera, bien reconocida por público (Top 2 en Reino Unido) y crítica (81 en Metacritic), pero un tanto conservadora y con la inspiración justa. Quien sabe si podría ser incluso su álbum de despedida. Esperemos que no, porque su contribución a la música pop de las últimas décadas a nivel mundial merece un broche de oro un poco más brillante.

sábado, 22 de junio de 2024

Gossip - "Real Power" (2024)

El retorno del trío de Arkansas Gossip ha sido sin duda una de las noticias de la temporada. Más que nada porque llevaban la friolera de doce años sin publicar material nuevo, y su disolución se había comunicado en el lejano 2016, por lo que no era fácil anticipar que, un cuarto de siglo después de su formación, nos ofrecerían finalmente su sexto álbum de estudio. Un "Real Power" en el que por lo visto ya habían empezado a trabajar desde antes del confinamiento, y que ha contado en la producción con el prestigioso, aunque a veces controvertido, Rick Rubin. Conviene en este punto recordar que, tras una carrera ascendente, en 2012 la banda intentó el asalto al pop de consumo masivo con "A Joyful Noise", recurriendo para ello a la producción del por aquel entonces tan de moda Brian Higgins de Xenomania. Pero a pesar de unos sencillos en los que su estilo se estiraba al máximo hacia lo comercial, el resultado no terminó de funcionar, entre otras cosas porque no terminaban de sonar honestos. Y la caída posterior motivó esa disolución que durante tantos años pareció definitiva, teniendo en cuenta además el inicio de la carrera de Beth Ditto en solitario con aquel discreto "Fake Sugar" (2017)

Por eso me parece muy de agradecer que Rubin les haya permitido volver a ser ellos mismos, sin ponerle cortapisas a su eclecticismo estilístico, ni a sus ganas por salirse de lo convencional, y les haya dejado espacio para demostrar su excelente calidad como instrumentistas (al margen de la impresionante voz de Ditto). Es cierto que tal vez algunas canciones estén excesivamente escasas de instrumentos, quizá para contrarrestar el exceso de pistas de sonido maximizado del mencionado "A Joyful Noise". Pero también es cierto que ésa siempre ha sido una de las características de Rubin al otro lado del estudio, y siempre que sus artistas han tenido la calidad suficiente como músicos (piénsese por ejemplo en Red Hot Chili Peppers), esa manera de enfocar sus producciones le ha funcionado. Y a los de Arkansas les va especialmente bien, pues añade una cercanía y una naturalidad muy necesarias a los once temas que conforman el álbum.

El disco lo abre "Act Of God", también escogido como tercer sencillo. Tal vez no sea de sus composiciones más precisas, pues encierra sin decantarse varios estilos en tres minutos, pero la energía rockera de los momentos más salvajes de la banda se deja notar en sus notables estrofas. Su estribillo más reposado y con toques funky, y los coros psicodélicos de musical setentero quizá contrasten en demasía con las mismas, pero esa mezcolanza en el límite de lo tolerable es parte de las señas de identidad de la banda. Y el fantástico bajo de Nathan "Brace Paine" Howdeshell y la espectacular interpretación de Beth Ditto terminan por llevar la canción a buen puerto. Le sigue "Real Power", segundo sencillo y obviamente el tema estrella de su retorno. Un medio tiempo con energía, más eléctrico en sus estrofas y más sintético en su estribillo, que no se aupará a lo más alto de su producción pero no desentona entre los momentos álgidos de su discografía. A destacar lo compacto que suena su sonido sólo con cuatro instrumentistas y la voz de Ditto, lo cual pone de manifiesto el talento de todos ellos. "Don't Be Affraid" baja el tempo y desconcierta un tanto con una propuesta difícil de catalogar bajo nada que no sea "Gossip en estado puro". Aunque se trata de una composición elaborada, instrumentada sin artificios innecesarios y ejecutada con la solvencia habitual. Afortunadamente el álbum pega un subidón con "Crazy Again", el sencillo que anticipó el disco a finales de 2023, y uno de sus mejores momentos: un pop que se aleja de las estridencias vocales y de las interpretaciones de guitar hero de parte de sus discografía para ofrecernos un tema dinámico de delicioso pop intemporal, que no rehúye de la batería electrónica ni de los teclados juguetones, y que va variando y creciendo en su instrumentación con un gusto delicioso (basta comparar las diferencias entre la primera y la segunda estrofa), y que desemboca en un delicioso tramo final gracias a los arpegios a la guitarra de Howdeshell.

Curiosamente es el tramo intermedio del álbum el de mejor nivel, pues es aquí cuando los trallazos no dejan de sucederse. Y es que superar "Crazy Again" es difícil, pero "Edge Of The Sun" resulta igual de meritoria a pesar de su cambio de registro. Bajando el tempo, y dejando que la excelente composición vaya fluyendo hasta llegar a ese estribillo de letra tan sencilla como emocionante. Sólo la larga parte nueva descoloca un poco, pero a cambio la siguiente reproducción del estribillo con la genialidad del cambio de acordes y su desnudez instrumental les devuelven de nuevo a lo más alto. El disfrute continúa con "Give It Up For Love", que aunque apenas guarda relación estilística con las dos anteriores, sigue en todo lo alto: el momento más funky del disco, con unas estrofas infecciosas, un primer estribillo cautivadoramente melódico gracias a un certero bajo, y un segundo estribillo con los mismos acordes de las estrofas para terminar de rematar el círculo. Aunque mi parte favorita es el intervalo instrumental en el que guitarra, bajo, sintetizador y efectos nos transportan en un viaje mágico. Y el broche a esta sucesión de momentazos lo pone "Turn The Card Slowly", para mí el mejor momento del disco. Y eso a pesar de que carece por completo de percusión (más allá de un metrónomo). Un estribillo de letra larguísima (y evocadora) y melodía excepcional remata unas desoladoras estrofas. La desnudez de la canción, como si de una demo se tratase, le añade pegada emocional. Aunque me habría gustado ver a la banda añadiendo una coda en la que la canción explotara como parece que va a suceder cuando arranca su desgarradora parte nueva. A cambio, ese duelo a tres bandas entre bajo, guitarra y voz que le sigue pone los pelos de punta.

"Tell Me Something", el octavo corte, baja finalmente el listón, pero con ese bajo sintetizado tan poderoso sosteniendo el tema desde el mismo comienzo y unas estrofas que cambian de tonalidad al final para un melódico estribillo, resulta agradable. Y su singular parte nueva, emulando de pasada y casi sin querer al Andy Weatherall de los primeros noventa, confirma que estos doce años han dado el juego suficiente a nivel creativo. "Light It Up" los vuelve a mostrar más comedidos e introspectivos, pero con la elegancia suficiente para que este tema de trabajada composición e instrumentación escueta funcione. Sobre todo cuando el tema avanza y la contundente batería entra a poner el contrapunto a la guitarra acústica y al etéreo sintetizador. Esa parte nueva en la que Ditto susurra tal vez no sea de las mejores del álbum, pero entronca mejor que otras con ese largo puente tan notable que incluso les permite renunciar a la repetición final del estribillo. "Tough" es el último gran momento del disco: otra vez poco más que los originales arpegios de Howdeshell en la steel guitar, un bajo sencillo, el bombo para marcar el ritmo y la versátil y poderosa voz de Ditto al servicio de una brillante composición y una letra plena de honestidad sobre las conductas de los seres humanos. El estribillo instrumental, en el que la guitarra suelta toda su rabia mientras que el resto de los instrumentos prosiguen impasibles, es seguramente su mejor tramo. El cierre a estos cuarenta minutos lo pone "Peace And Quiet", la balada del álbum y por tanto, el pasaje más adecuado para figurar al final del tracklist. La batería electrónica convive con la guitarra acústica, los esporádicos teclados rellenando huecos y otra excelente interpretación de Ditto en unas estrofas que dan paso a un estribillo francamente original con esos sincopados redobles de caja. No pasará a la historia de sus mejores creaciones, pero la delicada parte nueva a varias voces y en una tonalidad diferente podría haber formado parte de algunas de ellas.

Pocas veces como en "Real Power" sucesivas escuchas mejoran tanto la impresión final. No por el hecho de descubrir nuevos detalles (que simplemente no existen en casi ninguna de las escuetas producciones de Rubin), sino porque el oído se habitúa a esos vaivenes estilísticos perceptibles incluso dentro de la misma canción. Pero siempre bajo el paraguas de la acusada personalidad del grupo. Algunos de sus fans echarán de menos algo de la rabia presente en muchos de sus clásicos, pero a falta de más pasajes así han optado sabiamente por una delicadeza y una elegancia francamente complicada de encontrar en estos tiempos. Indudablemente el disco podría dar para extraer varios sencillos más de los publicados hasta ahora, y ello podría quizá ayudar a que su retorno tuviera una repercusión mayor. Porque viendo el punto en el que se ha quedado este regreso, es muy difícil saber si les habrá motivado lo suficiente para darle continuidad, o si estamos ante el canto de cisne de una de las bandas más singulares de la Norteamérica del siglo XXI. Lo cual sería una pena, porque "Real Power" los muestra en buena forma y con ganas de seguir expandiendo su propuesta. No descarten que tengamos que esperar otros doce años para saberlo.

domingo, 19 de mayo de 2024

Black Nail Cabaret - "Chrysanthemum" (2024)

A pesar de todos los años de vigencia, la presente entrada es la primera que voy a dedicar en este blog a un artista de Hungría. Se trata del dúo Black Nail Cabaret, formado por la cantante Emese Arvai-Illes y el teclista Krisztian Arvai. Una banda que cuenta con una dilatada trayectoria (eliminando EPs y álbumes de versiones y colaboraciones, van ya por su sexto álbum de estudio en quince años de carrera), pero que en su última entrega creo que han dado por fin el salto de interés que llevaban tiempo apuntando. Porque aunque desde sus inicios han sido unos claros exponentes de lo que en inglés se denomina dark pop (ese pop oscuro con influencias góticas y siniestras pero que no reniega de la electrónica), la poderosa voz a contracorriente de Arvai-Illes y su estética un tanto cruda (hasta incómoda) les han conferido personalidad pero restado pegada a nivel internacional. Y aunque musicalmente se intuía el talento en sus composiciones, a menudo se decantaban por la contundencia, el ruidismo, e incluso largos pasajes fundamentalmente monocordes, cuando se apreciaba que podían ir mucho más allá. Tal era el caso de "Satisfaction", el primero de sus temas en el que me fijé, y sobre todo de "Therapy", de su álbum "Dichromat", el que para mí era hasta ahora su mejor canción (y una de sus más populares, tan oscura y contundente como cabría esperar, pero también melódica y tarareable). Con este "Chrysanthemum" el dúo por fin se han abierto a dejar más espacio a la musicalidad, y ello ha redundado en un disco apto para otros perfiles de público. Pero no sólo eso, porque entre sus once canciones hay momentos para expandir su propuesta, que abarcan desde el techno centroeuropeo hasta el pop de guitarras, en un saludable ejercicio estilístico que no les resta personalidad, y que se sostiene sobre un puñado de composiciones notables. En lo que para mí constituye sin duda la madurez de su propuesta, y el refrendo de que quienes llevábamos años atentos a su evolución no estábamos equivocados.

El disco lo abre "My Home Is Empty" con un colchón de sintetizadores y efectos típico de Arvai, y la voz poderosa de Arvai-Illes, confirmando desde los primeros segundos que se trata de ellos a pleno rendimiento. Pero conforme la estrofa avanza podemos apreciar una interesante progresión armónica, y una melodía muy elaborada en sus estrofas siempre cambiantes que desemboca en un estribillo largo y trabajado, que sí da pistas sobre esa mayor musicalidad antes referida. Algo que refrenda el paradójicamente ruidista sintetizador que, pausadamente, llena los espacios entre estrofas y el tramo final. "Autogenic", escogida también como primer sencillo, es también el tema más largo del disco. Y eso a pesar de su tempo más alto, y de que durante su primer minuto parece que van a insistir en su tendencia a limitar melodía y progresiones armónicas. Pero cuando Arvai introduce la caja de la batería programada, y los sintetizadores empiezan a superponerse sin pisarse, confirmamos que la melodía vocal va a alcanzar cotas más altas (de hecho, la canción recuerda por momentos a "Therapy"). Y eso que las estrofas y los intervalos instrumentales son realmente extensos (de hecho, la primera repetición del estribillo llega casi ¡a los cuatro minutos!), pero en absoluto hay asomo de reiteración o aburrimiento. "Totem and Taboo" es casi igual de larga, y le sucede algo similar a la anterior: parece que van a volver a los temas casi monocordes, pero el estribillo explota con un magnetismo incontenible. Aunque en vez de repetirlo, el tema evoluciona hacia una larga y enervante parte nueva que comienza con aquello de "I wish it wasn't my head...", antes de converger a la excelente progresión armónica que sustenta el estribillo. La machacona percusión electrónica, y el pitch alterando el tono de sonidos junto a la voz de Arvai-Illes convierten el tramo final en una auténtica delicia.

"Never Enough", el cuarto corte, sí que empieza con un sonido Black Nail Cabaret de toda la vida, mezclando sintetizadores jugetones y distorsionados y arropándolos con un arpegio de bajo casi siniestro. Pero otra vez el estribillo confiere esa musicalidad que saca al tema de los parámetros y lo lleva a cotas superiores de calidad. Aunque también es cierto que es de las canciones del álbum que menos crece conforme avanza el minutaje, como si en esta oportunidad la producción se hubiera vuelto un tanto rutinaria. "Neurons", con otro comienzo marca de la casa, sí que podría figurar sin problema en cualquiera de los discos anteriores de la banda: un tema netamente bailable, con el ritmo binario marcado con un bombo y una caja muy poderosos en primer plano, y alusiones continuas al dolor. Se trata de un tema válido para desfasar a altas horas de la madrugada, pero ni su propuesta monocorde, ni las frases declamadas de Arvai-Illes, la hacen apta para otras situaciones. "1 mg", una obvia alusión a tratamientos neurológicos a base de pastillas, es un angustioso lento en el que sobre el colchón de sintetizadores de Arvai emerge la, en las estrofas cautivadora, en el estribillo estridente, voz de Arvai-Illes. Aun mejorando la propuesta del tema anterior, adolece de una mayor evolución conforme avanza, y por eso se queda en un término medio correcto pero no descollante. Algo que sí suece con "Darkness is a Friend", elegida en su momento como segundo sencillo: esa guitarra eléctrica rasgada más propia de un tema de punk-rock desde el mismo comienzo ya avisa de que estamos ante algo diferente de lo habitual en la banda. Como en seguida confirman la única batería real del álbum y unos más que interesantes arpegios de guitarra en el estribillo. Pero el dúo permanece plenamente reconocible: la primera y la segunda estrofa son tan oscuras como diferentes entre sí, los coros que Arvai-Illes crea a base de repeticiones post-procesadas de su voz encajan perfectamente con ese sonido menos electrónico, y un efectivo estribillo remata este saludable ejercicio de estilo.

El último tercio del álbum lo abre la brillante "Godspeed": una balada en toda regla, inusualmente desnuda al comienzo, nos ofrece la mejor interpretación vocal del disco, con notas que van subiendo conforme avanza la estrofa y un estribillo melódico y excelentemente producido, llenando todo el espectro de manera impecable. Y aquí esa coda altiva y elaborada, que en el fondo utiliza la misma progresión armónica de las estrofas, sí hace crecer la composición hasta el final. "Roadtrip" es un medio tiempo en el que al comienzo Arvai-Illes tiene que entrar sin ningún instrumento que le proporcione una referencia armónica, la primera de las muchas complejidades que supera este tema, uno de mis favoritos del disco. Su original letra, incluso con referencias a Jesucristo en el asiento trasero de su automóvil, es otra de ellas. Y la forma como evitan la esperada repetición del segundo estribillo con ese "Learning To Love" sorpresa, para enriquecer la composición, una más. Su apoteósica parte nueva a dos voces, sobre un piano real, es el perfecto contrapunto acústico con el que cerrar tanta intensidad electrónica. El penúltimo corte, "Teach Me How To Techno", de explícito título, ha sido hace sólo unos días escogida como tercer sencillo. Y es un experimento un tanto arriesgado por llevar su sonido a extremos más crudos y contundentes que nunca hasta ahora, del que salen claramente más airosos que en "Neurons", porque aquí sí parten como base de una composición completa, con una progresión armónica sencilla pero eficaz, y una elaborada melodía vocal en sus estrofas que no desentona con su casi declamado estribillo. Además, su evocadora parte nueva ("This is not a prison, this is a monastery"), y el juguetón sintetizador sobre las cuerdas sintetizadas, nos transportan irremisiblemente a algunas de las mejores discotecas de Budapest. Tras esta nueva expansión de su sonido, el disco lo cierra "Faceless Boy", una balada de instrumentación tan singular como cabría esperar en la banda, pero con la melodía menos oscura de todo el disco. No es una mala canción, pero la altivez interpretativa de Arvai-Illes no termina de casar con lo que la música pretende evocar, incluso aunque a mitad del tema Arvai la desnude y cambie incluso la tonalidad. Con lo cual se disfrutan más los tramos instrumentales que los cantados, y como cierre funciona sólo a medias.

Este pormenorizado recorrido evidencia que "Chrysanthemum" no es un álbum plenamente redondo, pero sí lo suficientemente meritorio como para merecer una reseña en este humilde blog. Sigo pensando que la estética y la provocación que acompañan a Emese Arvai-Illes juega en su contra y hacen que muchos se fijen más en ella que en su música. Y es una pena, porque aunque en sus comienzos sin duda ambos ingredientes eran tan esenciales como sus canciones, ahora éstas han subido de nivel y merecen atención por sí mismas. Lo que no sé determinar es si este crecimiento musical ha sido consciente, o sólo la consecuencia de una fase de composición un poco más inspirada que de costumbre y de ganas de probar cosas nuevas en el estudio. Por lo que no me atrevo anticipar si su siguiente entrega rayara a la misma altura, o volverá a los correctos pero minoritarios Black Nail Cabaret de siempre. Veremos.

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