Aunque estamos ya bien entrados en 2025, continúo todavía reseñando alguno de los álbumes que no me dio tiempo a traerles el pasado ejercicio. Le toca en esta ocasión a "Strawberry Hotel", el undécimo álbum del dúo galés Underworld. Un disco que llegó tras un lustro de silencio en formato álbum, y tras un mega-proyecto "Drift Series 1" tan ambicioso y desbordante (más de una treintena de canciones) como disperso y escaso de inspiración. Por lo que mis expectativas cuando supe de su publicación no eran excesivamente altas. Al fin y al cabo, estamos ante una banda con casi cuarenta años de trayectoria y un bagaje musical muy particular, por lo que ni por impulso vital ni por terrenos a explorar debería quedarles mucho por aportar. Y sin embargo aquí estoy reseñándolo para ustedes. Evidencia de que "Straberry Hotel" no me ha sorprendido, pero sí me ha parecido una entrega más que decente.
A ello contribuye en gran medida la solvencia como músicos de Karl Hyde y Rick Smith. Hyde es un cantante sorprendentemente versátil para una banda de música electrónica, capaz de adoptar los más variados timbres, de declamar, de volverse obsesivo, de generar incluso pasajes corales. Y Smith, aunque lo asociemos como el mago de los ritmos estridentes, es capaz de enriquecer composiciones que parten de una base muy similar con tramos en los que sus sintetizadores nos siguen sorprendiendo, o con combinaciones percutivas que aún suenan originales. Todo ello les ayuda cuando parten de composiciones eminentemente sencillas (a veces incluso un mero ritmo, sin progresión armónica y sin apenas más que unos pocos fraseos vocales), y por supuesto mejora composiciones que sí resistirían la famosa prueba de la interpretación solamente con piano y voz. Asimismo, se les nota sin necesidad alguna de reivindicarse, ni de arrimarse a las modas. Hyde y Smith se encuentran cómodos en el universo particular que han creado, y saben que sigue siendo atractivo para seguidores que, en muchos casos, llevan ya décadas junto a ellos.
El álbum lo abre un tema corto y sin nada de percusión que fácilmente podríamos identificar como una intro, pero "Black Poppies" es en realidad el tercer sencillo y uno de los temas estrella del álbum, hasta el punto de que la banda subió una curiosa versión sinfónica poco después de publicarla por separado. Y es que si nos fijamos en su composición, está sustentada por una progresión armónica bastante elaborada para lo que en el dúo es habitual, y las distintas voces distorsionadas y superpuestas de Karl Hyde interpretan una melodía completa, con un estribillo claramente definido. No es un tema representativo del álbum, y puede resultar hasta desconcertante como inicio, pero es un momento meritorio. Eso sí, poco después de arrancar "Denver Luna" ya sí que nos toparemos con una de sus habituales percusiones obsesivas para remarcar un ritmo de tempo alto. Y poco después Hyde comenzará uno de sus recitados imposibles, que prolongará a lo largo de varios minutos, confirmando que son ellos mismos, y que el parón en su carrera no les ha movido un ápice de sus parámetros más reconocibles. Es cierto que un tema así lo componen sin prácticamente despeinarse, más si como es el caso se trata de un machacón despliegue monocorde... Aunque en realidad juegan al despiste, porque tras seis minutos de rizar el rizo con más y más instrumentos de percusión, más efectos y más juegos de palabras, el tema entra en un in-pass y da paso a un sorprendente tramo "a capella" ultra-tecnológico, que resulta desarrollarse... sobre una progresión armónica completa. Quizá llega demasiado tarde para considerar esta canción un temazo, pero no cabe duda de que se trata de una composición mucho más elaborada de lo que parece al principio, y seguramente por eso fue escogida como segundo sencillo. El tercer corte, "Techno Shinkansen", también fue seleccionado como sencillo a finales del año pasado, el cuarto y último. Y seguramente se trata del más accesible de los cuatro, y de ahí que lo escogiera para mi lista de otras veinte canciones internacionales recomendables. Puramente instrumental, también se desarrolla a partir de una progresión armónica completa, por lo que el resultado es mucho más musical y reconocible que el de sus momentos monocordes. Poco más de tres minutos de un cóctel que fusiona house, techno y ambient en una propuesta apta tanto para escuchar reposadamente en nuestro salón como para dejarse llevar en uno cualquiera de sus espectáculos en vivo, como confirma su contundente tramo final. Y para que el álbum sea fácilmente situable, el primer sencillo que anticipó el disco es precisamente el siguiente corte: "And The Color Red" es, en mi opinión, el más decepcionante de los cuatro: mucha percusión sobredimensionada, muchos efectos reiterativos, pero cero musicalidad. Ni siquiera la intervención de Hyde es destacable: apenas unas pocas frases cortas. Una canción sólo apta para sus incondicionales.
Después de colocar todos los sencillos seguidos, el aficionado debe enfrentarse a otras once canciones y cincuenta minutos que aparentemente ni para sus creadores merecen la misma atención, por lo que la tarea se puede antojar ardua. Sin embargo, el reto resulta fácilmente superable, pues aunque el dúo no opta por la siempre arriesgada senda de la experimentación, sí recurre a casi todas sus bazas creativas para que el melómano disfrute. Empezando por un "Sweet Land Experience" que también empieza monocorde, pero que en seguida supera esta restricción con una musicalidad no especialmente inspirada pero agradable, sobre todo gracias a la interpretación de la habitualmente cantante de ópera Esme Bronwen-Smith (que también colabora con el dúo en la interpretación y en la producción de otros temas), y a detalles como el loop sintetizado con el que Rick Smith adorna el intervalo instrumental más largo. "Lewis in Pomona" baja el tempo, aumenta la vertiente envolvente, y distorsiona hasta el delirio (pitch mediante) la voz de Hyde. La contundencia extrema de su segunda mitad hace el resto. Y "Hilo Sky" no sólo mantiene este nivel agradable, sino que sube un peldaño gracias a esa cascada de sintetizadores que poco a poco van completando la voz de Kyde hasta desembocar en la no por esperada menos efectiva catarsis de baile desenfrenado. Tal vez recuerde demasiado a logros del pasado, pero el juego a dos bandas entre la melodía de Hyde y el sintetizador principal de Smith le confiere personalidad propia. "Burst of Laughter" es el tema instrumentalmente más gélido, un pasaje en el que Smith y Hyde llevan a su terreno el sonido Kraftwerk, combinando la lejanía y la rigidez del proto-techno alemán con un bajo poderoso y las melodías vocales entrecruzadas, pero sin olvidarse de crear una composición completa que lo sostenga.
Sin haber entregado grandes temazos, el álbum sigue discurriendo con fluidez, sin que nos planteemos la posibilidad de pulsar el botón de forward. Pero es que el noveno corte, "King of Haarlem", no sólo suena a ellos mismos y entretiene, sino que con la contraposición entre sus dulces armonías y su contundente base rítmica, y la particular forma de interpretar la melodía de Hyde se reivindica como uno de los momentos notables del álbum. "Ottavia", tal vez la canción más instrumental del álbum, arranca lenta y con el protagonismo vocal en exclusiva para Esme Bronwen-Smith. Su elaborada y reivindicativa letra, cuestionando el papel de la mujer desde un punto de vista femenino, es lo más notable de los cinco minutos más arduos del conjunto. Afortunadamente, la breve reinterpretación de "Denver Luna (acappella)" es una forma explícita de hacer justicia al mejor tramo del supuesto momento estelar del álbum, a la vez que una forma de apreciar cómo Hyde dobla su voz una y otra vez en terceras y en quintas que no rehúyen de filtros distorsionadores. Una forma de predisponer al melómano para los nueve minutos largos de "Gene Pool", construidos a partir de un largo y juguetón loop sintetizado "100% Smith". Aquí el dúo sí reinvindica su maestría para los desarrollos lentos, en los que hay que dejarse llevar con la cadencia con la que van introduciendo poco a poco los distintos giros. Algo que pone de manifiesto, por ejemplo, los nada menos que tres minutos que tarda en entrar la casi mesiánica interpretación de Hyde. Seguramente para descansar de tan excesivo minutaje, "Oh Thorn!" es un breve tema en el que recrean con otra base algunas de las melodías que han ido entregando a lo largo del disco, sobre todo de "King of Harleem". "Iron Bones", el penúltimo corte, vuelve a bajar el tempo, pero el riesgo de aburrimiento que algo así podría acarrear lo mitigan con la interpretación vocal de otra vocalista femenina, Nina Nastasia. Aunque no es un gran momento, quizá sea el mejor producido de todo el disco, mezclando en la misma paleta sonora ruidos distorsionados, voces filtradas de Nastasia y de Hyde que aparecen aquí y allá, y el bajo electrónico como única columna sobre la que apuntalar un tema que consigue transmitir una profunda sensación de desazón. Y el cierre lo pone la acústica "Stick Man Test": como ya habían mostrado en alguna oportunidad anterior, el dúo también sabe desenvolverse por estos terrenos aparentemente tan alejados de su propuesta, y lo hacen con una composición de progresión armónica extraña, en la que la guitarra de Hyde aparece en primer plano, y los teclados de Smith la arropan casi sin percibirse. Una manera singular de cerrar un disco singular.
Evidentemente no estamos ante un gran álbum. Ni siquiera ante una de las mejores entregas de su carrera. Y tampoco hay sencillos de postín que los vayan a devolver a lo más alto de las listas de ventas. Pero la dignidad y el saber hacer que desprende esta hora larga de música, tan fiel a sus postulados y sin embargo, claramente diferenciable de otros discos, son dignas de elogio en dos músicos que se acercan ya a los setenta años. Incluso salen airosos del hecho de entregar nada menos que quince canciones, teniendo en cuenta su conocida tendencia a combinar grandes canciones con otras menos inspiradas sin solución de continuidad. Con cada nueva entrega "Strawberry Hotel" se vuelve un poco más amable, un poco más apto para escuchas en diferentes momentos. La inclusión de otras vocalistas femeninas, y el esfuerzo consciente por no limitarse a programar ritmos sin antes disponer de composiciones trabajadas, son las dos bazas que juegan a su favor. No sé si aún les dará tiempo a entregar un álbum más antes de retirarse, pero si este fuera su canto del cisne, habría que reconocerlo como un meritorio epílogo a una de las bandas más transgresoras e influyentes de la música electrónica de las últimas décadas.
Pop Rock y Más
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
domingo, 9 de marzo de 2025
martes, 11 de febrero de 2025
Y 20 canciones internacionales recomendables más de 2024
Como ya comenté en mi última entrada, cuando terminé de preparar el pasado mes de Enero mi lista de mejores canciones internacionales de 2024, me encontré con que había pre-seleccionado más de sesenta temas. Así que tras presentarles semanas atrás las veinte mejores, y hace unos días otras veinte recomendables, cierro ahora el repaso al pasado ejercicio con veinte canciones adicionales que, a mi modo de ver, merecen la pena.
Al igual que con la entrada que dediqué a las teóricas posiciones veintiuno al cuarenta, debo adelantar que tampoco en esta oportunidad he establecido un orden entre ellas, por las mismas razones que expuse entonces. Eso sí, como en todas mis listas anuales, la selección la conforman exclusivamente canciones internacionales que hayan visto la luz en formato sencillo/videoclip a lo largo del año que recientemente nos dejó.
Sin más dilación, aquí les ofrezco la lista:
Sophie Ellis-Bextor - "Freedom Of The Night". La cantante británica anticipó el que en 2025 debería ser su siguiente álbum de estudio con este tema "marca de la casa": bailable, elegante, con reminiscencias a la época dorada de la música disco y dos progresiones armónicas en principio antagónicas pero que encajan perfectamente: la melancólica de sus estrofas y la hedonista de su estribillo. Una diva intemporal.
Megan McDuffee & Jordan Fiction - "Anywhere With You". A medio camino entre los momentos más oscuros de The Cure y el indie pop de los noventa, la polifacética artista californiana se aleja de su característico synthpop tétrico para demostrarnos la versatilidad de su talento. Algo a lo que sin duda contribuye el neoyorkino Jordan Fiction, quien comparte interpretación vocal y añade una infecciosa guitarra.
Jain - "Nobody Knows". Aunque la pegada comercial de la artista francesa ha ido menguando con cada nueva entrega, y ya no la vemos copar como antaño las listas del país vecino, a veces sigue entregando trallazos como estos tres minutos de electro-pop que miran con respeto y quizá excesiva fidelidad al pasado, pero que nos demuestran que este tipo de sonidos no sólo se sigue cultivando en los países escandinavos, sino también en latitudes más templadas.
Phantogram - "Come Alive". El dúo neoyorkino es otra banda que va perdiendo fuerza poco a poco: su quinto álbum, "Memory of a Day", fue el primero en no alcanzar el top 100 en su país. Pero no era un mal disco, como lo demuestra el que probablemente es su mejor momento, este medio tiempo de electrónica sintética, múltiples efectos y sonoridades envolventes que arropan una bonita melodía, difícil de interpretar.
Blusher - "Overglow". Mientras esperamos su debut en formato álbum, el trío australiano sigue allanando el terreno con EPs y sencillos como éste, que puede parecer un tanto anodino en sus estrofas, pero que descolla en un estribillo lleno de contagiosa vitalidad, confirmando una vez más que no es tan importante disponer de tres voces poderosas, sino saberlas complementar. Con el añadido de un acelerón en su parte instrumental difícil de superar.
Halsey - "Lucky". Acercándose al indie-pop con toques folk de su compatriota Clairo, pero con más instinto comercial, la norteamericana Halsey volvió a mostrar su eclecticismo en un quinto álbum ("The Great Impersonator") que siguió triunfando a nivel comercial (top 2 en su país) y cuyo contenido oscilaba entre lo simplemente interesante y lo notable. ¿Qué dirá Tracey Chapman del arpegio de guitarra que vertebra este tema delicado?
All Fires - "Bones". Michael Roman, el artista de Atlanta, sigue demostrando que va por libre sustentado en su innegable talento como creador. Y en este contagioso medio tiempo abandona el rock vertiginoso que tal vez lo caracteriza y nos propone un medio tiempo oscuro, que no renuncia a las guitarras pero tampoco a los sonidos electrónicos. Y que hace que nos preguntemos: ¿De verdad su estribillo no es una versión?
Delaurentis - "Unbelievable green". La francesa Cécile Léogé demostró en 2024 con su segundo álbum ("Musicalism") que su propuesta musical va más allá de la espectacularidad de sus performances en directo. Su electrónica mezcla ambient, techno y dance-pop con criterio, y su delicada voz y sus controladores MIDI de última generación ponen el resto. Como en este sencillo, seguramente el más accesible que ha publicado hasta ahora.
Bully - "Atom Bomb". La banda liderada por Alicia Bognanno sigue luchando a pesar de que los años pasan y el resto de los miembros originales han ido abandonando el proyecto. Pero ella se basta y se sobra para entregar la que posiblemente haya sido la mejor balada de voz y piano de los pasados doce meses. Con una honestidad y una calidad en la intepretación que ponen los pelos de punta, sólo cabe esperar que esta maravilla acabe formando parte de su próximo álbum.
Night Club - "Crime Scene". El dúo de Los Ángeles retornó el año pasado con el que es ya su cuarto álbum, "Masochist". Y aunque en mi opinión siguen sin ser capaces de entregar un disco redondo, tal vez porque les falte algo de talento para tanto minutaje, sí siguen añadiendo muescas a su revolver de synth-pop aderezado con dark-wave, en este caso recurriendo a la efectiva distorsión instrumental. Su estética gótica y provocativa hacen el resto.
Abbie Ozard - "anything for you". La británica debutó por fin en formato álbum en 2024. "everything still worries me" la mostró aún en fase de crecimiento, pero lo que sí queda claro es que su propuesta no pierde sensibilidad por muchas guitarras estridentes que le añada a sus estrofas, o por mucho protagonismo que cobren en su parte instrumental. Si es capaz de afinar el tiro, podrá dar bastante más de sí en futuras entregas.
Kylie Minogue - "Lights Camera Action". Casi cuarenta años después de su debut, la australiana aún sigue manteniendo una envidiable repercusión a nivel mundial. Y para prolongar el éxito de su aclamado "Tension" de 2023, hace pocos meses publicó "Tension II", que se mueve en similares parámetros. Y que este tema, su primer sencillo defiende a la perfección: pasajes instrumentales estridentes, estrofas oscuras y un sorprendente estribillo que nada tiene que envidiar a los mejores de su carrera. ¿Será que ha descubierto el exilir de la eterna juventud?
Nilüfer Yanya - "Like I Say (I runaway)". Con su tercer álbum, "My Method Actor", la londinense ha conseguido el reconocimiento casi unánime de la crítica especializada, al tiempo que un meritorio éxito comercial. Y es que, como esta canción demuestra, se puede sonar alternativo, sincero y al margen de las modas, y al mismo tiempo dotar de un sonido contemporáneo al tan manoseado indie-rock. Por muy singular que sea su melodía principal.
Tears For Fears - "The Girl That I Call Home". Junto al de sus paisanos The Cure, el de Tears For Fears ha sido el gran retorno de 2024. Pero mientras que aquellos gozan de un culto que se ha mantenido inalterado a lo largo de los años, a Roland Orzabal y Curt Smith no tanta gente los echaba de menos. En realidad, tras más de cuarenta años en activo, tampoco yo esperaba un gran disco, pero sí temas que nos recordaran que su mezcla de fastuosidad y elegancia con toques de rock seguía vigente. Y en ese aspecto esta meritoria canción no decepciona. Aparte de que su producción sigue al nivel de sus mejores años.
Night Tapes - "To be free". El trío londinense de dream-pop suele para mi gusto pecar de meloso, tal vez por la voz excesivamente frágil de Iiris Vesik, o porque su sonido es tan acolchado que a veces cuestar distinguir sus diferentes instrumentos. Pero en su último sencillo me parece que han conseguido que pese más una composición intachable y unas atmósferas un poco menos convencionales.
Elizabeth Elektra - "Desire". La solista británica sigue por desgracia sin salir de un círculo absolutamente minoritario. Aunque su pop de influencias ochenteras es capaz de oscilar de entregar temas tan cálidos y sensuales como este medio tiempo de letra ardiente, interpretación poderosa y estribillo irresistible. Injustamente minusvalorada.
Fred V feat. Lottie Jones & Richter - "Games". En su último álbum, "Luminous", el drum & bass del inglés Fred V seguía explorando el maridaje de los ritmos vertiginosos del género con las atmósferas evocadoras e incluso las composiciones pop. Su propuesta en formato álbum puede pecar de reiterativa, pero si nos quedamos con puntuales es fácil apreciar su talento creativo. Como en este tema, probablemente el mejor sencillo del disco.
Hana Vu - "Care". Personalmente prefería "Look Alive", pero como no ha sido uno de los sencillos escogidos de "Romanticism", el cuarto álbum de la solista californiana, he optado por escoger este como el segundo mejor momento de su álbum. Su maravillosa voz encaja a la perfección con la instrumentación acústica de este emotivo medio tiempo al que acompaña, de propina, uno de los vídeos más provocativos de la temporada.
Circa Waves - "We Made It". Anticipando el que hace unos días se ha convertido ya en su sexto álbum de estudio ("Death & Love Pt.1") la banda de Liverpool confirmó encontrarse en estado de gracia con este tema de rock intemporal que resulta ampulosamente apoteósico desde su mismo comienzo. Aunque entre medias del mismo son capaces de insertar un reposado y melódico estribillo sin que desentone del resto de la canción.
Emika - "Haze". La alemana Ema Jolly, alias Emika, sigue con su imperturbable cadencia creativa, lo que se traduce en su frenético ritmo de publicación de álbumes (lleva nada menos que once en poco más de una década, dos de ellos el pasado 2024). Y aunque su electrónica experimental con toques de dubstep puede resultar a menudo difícil y siempre fría, es innegable la creatividad que atesora. Como en este tema, que da título a su penúltimo álbum, y que supera con creces a tótems de este género como Burial o MMount Kimbie.
Ahora sí que doy por terminado esta apasionante revisión por las sesenta canciones internacionales que he decidido destacar del pasado año. Estén más o menos de acuerdo con mi selección, espero que estas tres últimas entradas les hayan servido para descubrir algunos grandes momentos de 2024 que quizá les habían pasado desapercibidos.
Al igual que con la entrada que dediqué a las teóricas posiciones veintiuno al cuarenta, debo adelantar que tampoco en esta oportunidad he establecido un orden entre ellas, por las mismas razones que expuse entonces. Eso sí, como en todas mis listas anuales, la selección la conforman exclusivamente canciones internacionales que hayan visto la luz en formato sencillo/videoclip a lo largo del año que recientemente nos dejó.
Sin más dilación, aquí les ofrezco la lista:
Sophie Ellis-Bextor - "Freedom Of The Night". La cantante británica anticipó el que en 2025 debería ser su siguiente álbum de estudio con este tema "marca de la casa": bailable, elegante, con reminiscencias a la época dorada de la música disco y dos progresiones armónicas en principio antagónicas pero que encajan perfectamente: la melancólica de sus estrofas y la hedonista de su estribillo. Una diva intemporal.
Megan McDuffee & Jordan Fiction - "Anywhere With You". A medio camino entre los momentos más oscuros de The Cure y el indie pop de los noventa, la polifacética artista californiana se aleja de su característico synthpop tétrico para demostrarnos la versatilidad de su talento. Algo a lo que sin duda contribuye el neoyorkino Jordan Fiction, quien comparte interpretación vocal y añade una infecciosa guitarra.
Jain - "Nobody Knows". Aunque la pegada comercial de la artista francesa ha ido menguando con cada nueva entrega, y ya no la vemos copar como antaño las listas del país vecino, a veces sigue entregando trallazos como estos tres minutos de electro-pop que miran con respeto y quizá excesiva fidelidad al pasado, pero que nos demuestran que este tipo de sonidos no sólo se sigue cultivando en los países escandinavos, sino también en latitudes más templadas.
Phantogram - "Come Alive". El dúo neoyorkino es otra banda que va perdiendo fuerza poco a poco: su quinto álbum, "Memory of a Day", fue el primero en no alcanzar el top 100 en su país. Pero no era un mal disco, como lo demuestra el que probablemente es su mejor momento, este medio tiempo de electrónica sintética, múltiples efectos y sonoridades envolventes que arropan una bonita melodía, difícil de interpretar.
Blusher - "Overglow". Mientras esperamos su debut en formato álbum, el trío australiano sigue allanando el terreno con EPs y sencillos como éste, que puede parecer un tanto anodino en sus estrofas, pero que descolla en un estribillo lleno de contagiosa vitalidad, confirmando una vez más que no es tan importante disponer de tres voces poderosas, sino saberlas complementar. Con el añadido de un acelerón en su parte instrumental difícil de superar.
Halsey - "Lucky". Acercándose al indie-pop con toques folk de su compatriota Clairo, pero con más instinto comercial, la norteamericana Halsey volvió a mostrar su eclecticismo en un quinto álbum ("The Great Impersonator") que siguió triunfando a nivel comercial (top 2 en su país) y cuyo contenido oscilaba entre lo simplemente interesante y lo notable. ¿Qué dirá Tracey Chapman del arpegio de guitarra que vertebra este tema delicado?
All Fires - "Bones". Michael Roman, el artista de Atlanta, sigue demostrando que va por libre sustentado en su innegable talento como creador. Y en este contagioso medio tiempo abandona el rock vertiginoso que tal vez lo caracteriza y nos propone un medio tiempo oscuro, que no renuncia a las guitarras pero tampoco a los sonidos electrónicos. Y que hace que nos preguntemos: ¿De verdad su estribillo no es una versión?
Delaurentis - "Unbelievable green". La francesa Cécile Léogé demostró en 2024 con su segundo álbum ("Musicalism") que su propuesta musical va más allá de la espectacularidad de sus performances en directo. Su electrónica mezcla ambient, techno y dance-pop con criterio, y su delicada voz y sus controladores MIDI de última generación ponen el resto. Como en este sencillo, seguramente el más accesible que ha publicado hasta ahora.
Bully - "Atom Bomb". La banda liderada por Alicia Bognanno sigue luchando a pesar de que los años pasan y el resto de los miembros originales han ido abandonando el proyecto. Pero ella se basta y se sobra para entregar la que posiblemente haya sido la mejor balada de voz y piano de los pasados doce meses. Con una honestidad y una calidad en la intepretación que ponen los pelos de punta, sólo cabe esperar que esta maravilla acabe formando parte de su próximo álbum.
Night Club - "Crime Scene". El dúo de Los Ángeles retornó el año pasado con el que es ya su cuarto álbum, "Masochist". Y aunque en mi opinión siguen sin ser capaces de entregar un disco redondo, tal vez porque les falte algo de talento para tanto minutaje, sí siguen añadiendo muescas a su revolver de synth-pop aderezado con dark-wave, en este caso recurriendo a la efectiva distorsión instrumental. Su estética gótica y provocativa hacen el resto.
Abbie Ozard - "anything for you". La británica debutó por fin en formato álbum en 2024. "everything still worries me" la mostró aún en fase de crecimiento, pero lo que sí queda claro es que su propuesta no pierde sensibilidad por muchas guitarras estridentes que le añada a sus estrofas, o por mucho protagonismo que cobren en su parte instrumental. Si es capaz de afinar el tiro, podrá dar bastante más de sí en futuras entregas.
Kylie Minogue - "Lights Camera Action". Casi cuarenta años después de su debut, la australiana aún sigue manteniendo una envidiable repercusión a nivel mundial. Y para prolongar el éxito de su aclamado "Tension" de 2023, hace pocos meses publicó "Tension II", que se mueve en similares parámetros. Y que este tema, su primer sencillo defiende a la perfección: pasajes instrumentales estridentes, estrofas oscuras y un sorprendente estribillo que nada tiene que envidiar a los mejores de su carrera. ¿Será que ha descubierto el exilir de la eterna juventud?
Nilüfer Yanya - "Like I Say (I runaway)". Con su tercer álbum, "My Method Actor", la londinense ha conseguido el reconocimiento casi unánime de la crítica especializada, al tiempo que un meritorio éxito comercial. Y es que, como esta canción demuestra, se puede sonar alternativo, sincero y al margen de las modas, y al mismo tiempo dotar de un sonido contemporáneo al tan manoseado indie-rock. Por muy singular que sea su melodía principal.
Tears For Fears - "The Girl That I Call Home". Junto al de sus paisanos The Cure, el de Tears For Fears ha sido el gran retorno de 2024. Pero mientras que aquellos gozan de un culto que se ha mantenido inalterado a lo largo de los años, a Roland Orzabal y Curt Smith no tanta gente los echaba de menos. En realidad, tras más de cuarenta años en activo, tampoco yo esperaba un gran disco, pero sí temas que nos recordaran que su mezcla de fastuosidad y elegancia con toques de rock seguía vigente. Y en ese aspecto esta meritoria canción no decepciona. Aparte de que su producción sigue al nivel de sus mejores años.
Night Tapes - "To be free". El trío londinense de dream-pop suele para mi gusto pecar de meloso, tal vez por la voz excesivamente frágil de Iiris Vesik, o porque su sonido es tan acolchado que a veces cuestar distinguir sus diferentes instrumentos. Pero en su último sencillo me parece que han conseguido que pese más una composición intachable y unas atmósferas un poco menos convencionales.
Elizabeth Elektra - "Desire". La solista británica sigue por desgracia sin salir de un círculo absolutamente minoritario. Aunque su pop de influencias ochenteras es capaz de oscilar de entregar temas tan cálidos y sensuales como este medio tiempo de letra ardiente, interpretación poderosa y estribillo irresistible. Injustamente minusvalorada.
Fred V feat. Lottie Jones & Richter - "Games". En su último álbum, "Luminous", el drum & bass del inglés Fred V seguía explorando el maridaje de los ritmos vertiginosos del género con las atmósferas evocadoras e incluso las composiciones pop. Su propuesta en formato álbum puede pecar de reiterativa, pero si nos quedamos con puntuales es fácil apreciar su talento creativo. Como en este tema, probablemente el mejor sencillo del disco.
Hana Vu - "Care". Personalmente prefería "Look Alive", pero como no ha sido uno de los sencillos escogidos de "Romanticism", el cuarto álbum de la solista californiana, he optado por escoger este como el segundo mejor momento de su álbum. Su maravillosa voz encaja a la perfección con la instrumentación acústica de este emotivo medio tiempo al que acompaña, de propina, uno de los vídeos más provocativos de la temporada.
Circa Waves - "We Made It". Anticipando el que hace unos días se ha convertido ya en su sexto álbum de estudio ("Death & Love Pt.1") la banda de Liverpool confirmó encontrarse en estado de gracia con este tema de rock intemporal que resulta ampulosamente apoteósico desde su mismo comienzo. Aunque entre medias del mismo son capaces de insertar un reposado y melódico estribillo sin que desentone del resto de la canción.
Emika - "Haze". La alemana Ema Jolly, alias Emika, sigue con su imperturbable cadencia creativa, lo que se traduce en su frenético ritmo de publicación de álbumes (lleva nada menos que once en poco más de una década, dos de ellos el pasado 2024). Y aunque su electrónica experimental con toques de dubstep puede resultar a menudo difícil y siempre fría, es innegable la creatividad que atesora. Como en este tema, que da título a su penúltimo álbum, y que supera con creces a tótems de este género como Burial o MMount Kimbie.
Ahora sí que doy por terminado esta apasionante revisión por las sesenta canciones internacionales que he decidido destacar del pasado año. Estén más o menos de acuerdo con mi selección, espero que estas tres últimas entradas les hayan servido para descubrir algunos grandes momentos de 2024 que quizá les habían pasado desapercibidos.
lunes, 3 de febrero de 2025
Otras 20 canciones internacionales recomendables de 2024
En mi anterior entrada, dedicada a mi lista con las 20 mejores canciones internacionales de 2024, ya les adelanté que, a mi modo de ver, la producción de grandes canciones internacionales había vuelto a ser claramente superior a la de los primeros años de esta década, y al nivel de la de 2023. Por esa razón, pero también por las dificultades a la hora de seleccionar mis veinte favoritas, les ofrezco no una sino dos entradas adicionales con nada menos que esos cuarenta "descartes" (y entrecomillo porque, como anticipo en el título, se trata de canciones recomendables). Así que la presente entrada y la siguiente van a tener como fin presentarles otras veinte canciones adicionales cada una de 2024.
Antes de entrar en materia con esta segunda entrega de mi selección de 2024, debo advertirles que, a diferencia de la entrada anterior, he preferido no ordernar las canciones del veintiuno al cuarenta; me parecía una minuciosidad excesiva, además de no ser mi intención a la hora de presentarles estos temas. Por lo demás, mantengo el criterio habitual: todas ellas son canciones internacionales que han visto la luz en formato sencillo/videoclip a lo largo de los pasados doce meses.
Sin más dilación, aquí les ofrezco la lista:
Laurel - "45 Degrees". Tras seis años de silencio, la atractiva solista británica retornó con un disco ("Palpitations") que tal vez miraba en exceso al pasado. Pero lo que hacía con gran sensibilidad y buen gusto, de los que este medio tiempo de interpretación irreprochable es un fiel reflejo.
Dylan - "The Alibi". Otra solista británica, que en este caso lo que entregó fue un sencillo que anticipa el que, a no mucho tardar, debería ser segundo álbum. Pop contemporáneo, bien instrumentado y mejor armonizado, en una de esas canciones a las que solamente la falta de una mayor promoción la ha privado de un éxito masivo. Porque el estribillo es fantástico.
Pet Shop Boys - "Loneliness". El sencillo que anticipó el decimosexto álbum del veterano dúo ("Nonetheless") resiste la dura prueba de ser interpretada en concierto junto a sus grandes clásicos. Y además es un estupendo exponente de las particularidades de esta entrega (sección de cuerda, voces dobladas). ¿Hasta cuándo aguantarán con un nivel así?
Hembree - "Money Time Love". El quinteto estadounidense parece que sigue sin tomarse demasiado en serio a sí mismo. O tal vez piensan que su pop-rock debe de ser festivo y disfrutable por encima de todas las cosas. Pero a sus estrofas de segundas voces desquiciantes le sigue un estribillo brutal, de estos que en cualquier garito alternativo arrasaría... si lo conocieran.
Gracie Abrams - "Risk". Otra solista femenina (norteamericana en este caso), que con su segundo álbum ("The Secret of Us") ha dado la campanada, consiguiendo salir del circuito indie para arrasar a nivel de ventas en casi todo el mundo. A pesar de que ha sido completamente fiel a lo que constituía el sello de identidad de su debut: la delicadeza, las emociones a flor de piel, la preferencia por las instrumentaciones acústicas... A ver si a partir de ahora es capaz de aguantar la presión del showbusiness.
Joe Goddard feat. Findia - "Destiny". El músico y DJ británico aprovechó el parón de su banda matriz, Hot Chip, para publicar su tercer álbum en solitario ("Harmonics"), quizá el más flojo de los suyos hasta ahora (en parte debido a la lógica dispersión artística de un creador que se apoya tanto en otros colaboradores). Pero que contenía trallazos de dance-pop para todo tipo de pistas como éste, capaz de encajar una melodía completa con estrofas, estribillo y parte nueva, con toda la parafernalia habitual de Goddard a los platos.
Orla Gartland - "Little Chaos". Una solista femenina más, esta vez irlandesa, que con su segundo álbum ("Everybody Needs a Hero") tal vez haya dado un paso atrás respecto a la repercusión que se esperaba de ella, pero que ha seguido entregando píldoras de rock actualizado a las sonoridades de 2024. Porque a ver si no cómo explicamos hace convivir un excelente (y largo) riff de guitarra con esos pasajes de ironía sintetizada.
Telenova - "Teardrop". Personalmente esperaba más del álbum de debut del trío australiano ("Time Is A Flower"), por lo que se había dicho de ellos y por medios tiempos impecables como éste. Pero al disco tal vez le sobraba ampulosidad y le faltaba un poco de inspiración. Algo que por fortuna no aplica a este medio tiempo triste, de instrumentación tan intemporal como inmaculada. Ideal para una melancólica tarde de invierno.
The Veronicas - "Here To Dance". A pesar del tiempo transcurrido desde su último álbum de estudio, el dúo que forman las gemelas Origliasso regresó en 2024 con un mini álbum ("Gothic Summer") de apenas 22 minutos de duración. Que sin embargo, lograba explorar las distintas caras musicales de una banda poliédrica, capaz de arrimarse casi a cualquier estilo sin perder comercialidad. Como en el caso de este tema que no sabemos si es pop, funky, rock o disco, pero que resulta disfrutable para todo al que le guste uno de estos estilos.
Girli - "Crush me up". Y una solista femenina más, en este caso del mismo Londres. Que con su segundo disco ("Matriarchy") ha empezado a salir de los ámbitos más minoritarios, aunque aún sigue siendo una desconocida para el gran público. A pesar de que es capaz de mezclar los sonidos más ochenteros con el hyperpop más actual, y sonar a ella misma. Y encima conjugando baile y reivindicación. Sólo le falta afinar un poco más el tiro para dar el gran salto.
Boston Manor - "HEAT ME UP". Con su quinto álbum ("Sundiver"), la banda de punk-rock británica dio un peligroso paso atrás justo cuando parecía que su propuesta iba a desbordar su tradicional ámbito minoritario. Porque entre su tracklist costaba encontrar momentos de verdadera oscuridad, de su proverbial rabia contenida. Pero afortunadamente, alguno había, como éste tema de rock al límite con el que parecen reivindicar que aún son una de las mejores bandas de rock de la actualidad.
Hippo Campus - "Everything At Once". La banda de Minessota sigue cómoda en su ámbito de pop reposado y mayoritariamente acústico, y su última entrega ("Everything At Once") lo refrendó por completo. Algo que no es en absoluto malo para los que echan de menos que otras bandas como Belle And Sebastian, Travis o incluso los primeros Coldplay sigan creando medios tiempos exquisitos como éste. Emoción sin artificios.
Propaganda - "Tipping Point". Quizá en respuesta a los xPropaganda que revivieron las vocalistas originales de la banda hace un par de temporadas, en 2024 los alemanes Ralf Dörper y Michael Mertens recuperaron la mítica denominación original de su proyecto de los ochenta con un álbum del mismo título que, no obstante, quedaba por debajo del entregado por sus ex-compañeras. Aunque contenía este tema, de lejos lo mejor del disco: sintético desde su acolchado comienzo y rematado por un notable estribillo.
Julia-Sophie - "Numb". Otra solista más, en este caso la franco-británica Julia-Sophie. Que con su experimental álbum de debut ("Forgive too slow") demostró que también sabía cómo crear música accesible para un público más amplio. Como lo demuestra este tema de aparente spoken word electrónico que poco a poco va ganando ritmo hasta desembocar en un estribillo infeccioso primero, y unos desquiciantes pasajes instrumentales después.
Everything Everything - "Cold Reactor". El ya veterano cuarteto de Manchester entregó en 2024 el que para mí es su mejor álbum hasta la fecha: "Mountain Head", su séptimo disco, los mostraba con una personalidad y una confianza en su propuesta apabullentes. Y dentro de un puñado de sencillos notables, seguramente el más llamativo era este tema rápido que para otras bandas no habría pasado de un buen número de power-pop, pero que ellos llevaron a una etérea superposición vocal, con un elaborado estribillo y un todavía mejor tramo instrumental final.
Confidence Man - "So What". Desde que debutaron en formato álbum en 2018, la banda de Brisbane (Australia) ha ido ganando repercusión allende sus fronteras gracias a su propuesta desenfada, apta para una gran variedad de festivales. Así hasta llegar a este tema de disco-pop tan honestamente festivo como disfrutable. Hedonismo en estado puro, ajeno a mensajes y modas. So What?
Underworld - "Techno Shinkansen". Tras un lustro de ausencia, Karl Hyde y Rick Smith regresaron en 2024 con el que es ya su undécimo álbum. "Strawberry Hotel" no será su disco más inspirado, y ni de lejos de los más arriesgados sonoramente hablando. Pero de su coctelera de house, techno y ambient, aderezado con toques de pop y siempre bailable en la discoteca o el festival de turno, siguen extrayendo grandes temas, como este instrumental cuyo título no puede ser más adecuado a su sonido.
Public Service Broadcasting - "Electra". El cuarto británico de art-rock / krautrock regresó en 2024 con su quinto álbum. "The Last Flight" demostró una vez más que su propuesta puede resultar tan personal y ajena a las modas como exitosa en las listas (nuevamente Top 3 en su país). Quizá porque a su sonido pulido y a su vocación exploratoria le aportan la suficiente dosis de pop como para volverlo accesible al gran público.
Echo Machine - "Anticipation". La banda escocesa tardó tanto tiempo en darle continuidad a su impactante debut (nada menos que cuatro años de silencio hasta su "Accidental Euphoria") que perdieron toda oportunidad de salir de su círculo minoritario. Algo que de todas formas no habría merecido un álbum claramente inferior a su primera entrega, aunque este tema de rock épico y singular interpretación vocal mantenga el nivel de sus primeros trallazos.
Poppy - "Crystallized". Cada vez más orientada al heavy-metal, la artista de Boston Moriah Rose Pereira (es decir, Poppy), nos recordó con esta canción vertiginosa que aún sabe cómo mirar a los ochenta y darle un disfrutable barniz electrónico a sus canciones más melódicas, como solía hacer en sus cinco álbumes anteriores.
Y es que en esta lista donde las solistas son amplia mayoría no quedaba otra alternativa que cerrar con una última fémina. En todo caso, espero que esta recopilación les haya ayudado a descubrir otros grandes momentos de 2024 que quizá les habían pasado desapercibidos. Al tiempo que les emplazo a mi próxima entrada, otra recomendable selección de veinte grandes temas internacionales.
Antes de entrar en materia con esta segunda entrega de mi selección de 2024, debo advertirles que, a diferencia de la entrada anterior, he preferido no ordernar las canciones del veintiuno al cuarenta; me parecía una minuciosidad excesiva, además de no ser mi intención a la hora de presentarles estos temas. Por lo demás, mantengo el criterio habitual: todas ellas son canciones internacionales que han visto la luz en formato sencillo/videoclip a lo largo de los pasados doce meses.
Sin más dilación, aquí les ofrezco la lista:
Laurel - "45 Degrees". Tras seis años de silencio, la atractiva solista británica retornó con un disco ("Palpitations") que tal vez miraba en exceso al pasado. Pero lo que hacía con gran sensibilidad y buen gusto, de los que este medio tiempo de interpretación irreprochable es un fiel reflejo.
Dylan - "The Alibi". Otra solista británica, que en este caso lo que entregó fue un sencillo que anticipa el que, a no mucho tardar, debería ser segundo álbum. Pop contemporáneo, bien instrumentado y mejor armonizado, en una de esas canciones a las que solamente la falta de una mayor promoción la ha privado de un éxito masivo. Porque el estribillo es fantástico.
Pet Shop Boys - "Loneliness". El sencillo que anticipó el decimosexto álbum del veterano dúo ("Nonetheless") resiste la dura prueba de ser interpretada en concierto junto a sus grandes clásicos. Y además es un estupendo exponente de las particularidades de esta entrega (sección de cuerda, voces dobladas). ¿Hasta cuándo aguantarán con un nivel así?
Hembree - "Money Time Love". El quinteto estadounidense parece que sigue sin tomarse demasiado en serio a sí mismo. O tal vez piensan que su pop-rock debe de ser festivo y disfrutable por encima de todas las cosas. Pero a sus estrofas de segundas voces desquiciantes le sigue un estribillo brutal, de estos que en cualquier garito alternativo arrasaría... si lo conocieran.
Gracie Abrams - "Risk". Otra solista femenina (norteamericana en este caso), que con su segundo álbum ("The Secret of Us") ha dado la campanada, consiguiendo salir del circuito indie para arrasar a nivel de ventas en casi todo el mundo. A pesar de que ha sido completamente fiel a lo que constituía el sello de identidad de su debut: la delicadeza, las emociones a flor de piel, la preferencia por las instrumentaciones acústicas... A ver si a partir de ahora es capaz de aguantar la presión del showbusiness.
Joe Goddard feat. Findia - "Destiny". El músico y DJ británico aprovechó el parón de su banda matriz, Hot Chip, para publicar su tercer álbum en solitario ("Harmonics"), quizá el más flojo de los suyos hasta ahora (en parte debido a la lógica dispersión artística de un creador que se apoya tanto en otros colaboradores). Pero que contenía trallazos de dance-pop para todo tipo de pistas como éste, capaz de encajar una melodía completa con estrofas, estribillo y parte nueva, con toda la parafernalia habitual de Goddard a los platos.
Orla Gartland - "Little Chaos". Una solista femenina más, esta vez irlandesa, que con su segundo álbum ("Everybody Needs a Hero") tal vez haya dado un paso atrás respecto a la repercusión que se esperaba de ella, pero que ha seguido entregando píldoras de rock actualizado a las sonoridades de 2024. Porque a ver si no cómo explicamos hace convivir un excelente (y largo) riff de guitarra con esos pasajes de ironía sintetizada.
Telenova - "Teardrop". Personalmente esperaba más del álbum de debut del trío australiano ("Time Is A Flower"), por lo que se había dicho de ellos y por medios tiempos impecables como éste. Pero al disco tal vez le sobraba ampulosidad y le faltaba un poco de inspiración. Algo que por fortuna no aplica a este medio tiempo triste, de instrumentación tan intemporal como inmaculada. Ideal para una melancólica tarde de invierno.
The Veronicas - "Here To Dance". A pesar del tiempo transcurrido desde su último álbum de estudio, el dúo que forman las gemelas Origliasso regresó en 2024 con un mini álbum ("Gothic Summer") de apenas 22 minutos de duración. Que sin embargo, lograba explorar las distintas caras musicales de una banda poliédrica, capaz de arrimarse casi a cualquier estilo sin perder comercialidad. Como en el caso de este tema que no sabemos si es pop, funky, rock o disco, pero que resulta disfrutable para todo al que le guste uno de estos estilos.
Girli - "Crush me up". Y una solista femenina más, en este caso del mismo Londres. Que con su segundo disco ("Matriarchy") ha empezado a salir de los ámbitos más minoritarios, aunque aún sigue siendo una desconocida para el gran público. A pesar de que es capaz de mezclar los sonidos más ochenteros con el hyperpop más actual, y sonar a ella misma. Y encima conjugando baile y reivindicación. Sólo le falta afinar un poco más el tiro para dar el gran salto.
Boston Manor - "HEAT ME UP". Con su quinto álbum ("Sundiver"), la banda de punk-rock británica dio un peligroso paso atrás justo cuando parecía que su propuesta iba a desbordar su tradicional ámbito minoritario. Porque entre su tracklist costaba encontrar momentos de verdadera oscuridad, de su proverbial rabia contenida. Pero afortunadamente, alguno había, como éste tema de rock al límite con el que parecen reivindicar que aún son una de las mejores bandas de rock de la actualidad.
Hippo Campus - "Everything At Once". La banda de Minessota sigue cómoda en su ámbito de pop reposado y mayoritariamente acústico, y su última entrega ("Everything At Once") lo refrendó por completo. Algo que no es en absoluto malo para los que echan de menos que otras bandas como Belle And Sebastian, Travis o incluso los primeros Coldplay sigan creando medios tiempos exquisitos como éste. Emoción sin artificios.
Propaganda - "Tipping Point". Quizá en respuesta a los xPropaganda que revivieron las vocalistas originales de la banda hace un par de temporadas, en 2024 los alemanes Ralf Dörper y Michael Mertens recuperaron la mítica denominación original de su proyecto de los ochenta con un álbum del mismo título que, no obstante, quedaba por debajo del entregado por sus ex-compañeras. Aunque contenía este tema, de lejos lo mejor del disco: sintético desde su acolchado comienzo y rematado por un notable estribillo.
Julia-Sophie - "Numb". Otra solista más, en este caso la franco-británica Julia-Sophie. Que con su experimental álbum de debut ("Forgive too slow") demostró que también sabía cómo crear música accesible para un público más amplio. Como lo demuestra este tema de aparente spoken word electrónico que poco a poco va ganando ritmo hasta desembocar en un estribillo infeccioso primero, y unos desquiciantes pasajes instrumentales después.
Everything Everything - "Cold Reactor". El ya veterano cuarteto de Manchester entregó en 2024 el que para mí es su mejor álbum hasta la fecha: "Mountain Head", su séptimo disco, los mostraba con una personalidad y una confianza en su propuesta apabullentes. Y dentro de un puñado de sencillos notables, seguramente el más llamativo era este tema rápido que para otras bandas no habría pasado de un buen número de power-pop, pero que ellos llevaron a una etérea superposición vocal, con un elaborado estribillo y un todavía mejor tramo instrumental final.
Confidence Man - "So What". Desde que debutaron en formato álbum en 2018, la banda de Brisbane (Australia) ha ido ganando repercusión allende sus fronteras gracias a su propuesta desenfada, apta para una gran variedad de festivales. Así hasta llegar a este tema de disco-pop tan honestamente festivo como disfrutable. Hedonismo en estado puro, ajeno a mensajes y modas. So What?
Underworld - "Techno Shinkansen". Tras un lustro de ausencia, Karl Hyde y Rick Smith regresaron en 2024 con el que es ya su undécimo álbum. "Strawberry Hotel" no será su disco más inspirado, y ni de lejos de los más arriesgados sonoramente hablando. Pero de su coctelera de house, techno y ambient, aderezado con toques de pop y siempre bailable en la discoteca o el festival de turno, siguen extrayendo grandes temas, como este instrumental cuyo título no puede ser más adecuado a su sonido.
Public Service Broadcasting - "Electra". El cuarto británico de art-rock / krautrock regresó en 2024 con su quinto álbum. "The Last Flight" demostró una vez más que su propuesta puede resultar tan personal y ajena a las modas como exitosa en las listas (nuevamente Top 3 en su país). Quizá porque a su sonido pulido y a su vocación exploratoria le aportan la suficiente dosis de pop como para volverlo accesible al gran público.
Echo Machine - "Anticipation". La banda escocesa tardó tanto tiempo en darle continuidad a su impactante debut (nada menos que cuatro años de silencio hasta su "Accidental Euphoria") que perdieron toda oportunidad de salir de su círculo minoritario. Algo que de todas formas no habría merecido un álbum claramente inferior a su primera entrega, aunque este tema de rock épico y singular interpretación vocal mantenga el nivel de sus primeros trallazos.
Poppy - "Crystallized". Cada vez más orientada al heavy-metal, la artista de Boston Moriah Rose Pereira (es decir, Poppy), nos recordó con esta canción vertiginosa que aún sabe cómo mirar a los ochenta y darle un disfrutable barniz electrónico a sus canciones más melódicas, como solía hacer en sus cinco álbumes anteriores.
Y es que en esta lista donde las solistas son amplia mayoría no quedaba otra alternativa que cerrar con una última fémina. En todo caso, espero que esta recopilación les haya ayudado a descubrir otros grandes momentos de 2024 que quizá les habían pasado desapercibidos. Al tiempo que les emplazo a mi próxima entrada, otra recomendable selección de veinte grandes temas internacionales.
domingo, 26 de enero de 2025
Las 20 mejores canciones internacionales de 2024
Estamos ya casi a finales de enero, así que una vez es momento de echar la vista atrás y proponerles una lista que refleje las mejores canciones internacionales del pasado 2024 según este humilde blog. Algo que, por cierto, casi todos los podcasts, blogs, webs y publicaciones especializadas tienden cada vez más a hacer cuando al año en curso le quedan todavía unas cuantas semanas. Es como si la música que se publicara en diciembre fuera de inferior calidad. Un hecho con el que por supuesto no comulgo, y también la razón por la que hasta el pasado 2 de Enero no comencé a recopilar los temas que conforman esta lista. Hecha esta precisión, déjenme decirles que la normalidad creativa a la que aludía el pasado ejercicio creo que se ha consolidado finalmente en la música contemporánea. De manera que esta lista que les propongo hoy va a volver a estar complementada en próximas fechas con dos entradas adicionales. O lo que es lo mismo, otras cuarenta canciones internacionales más. Porque, tras muchos años de "vacas flacas", por fin se está consolidando un resurgimiento creativo en el económicamente decadente negocio musical. Por supuesto, el volumen de canciones creadas y publicadas ha alcanzado ya desde hace un par de temporadas los niveles habituales, pero es que estilos en mi opinión mediocres, como el trap, el urban y el hip-hop siguen poco a poco perdiendo fuerza y repercusión, mientras que cada vez hay más artistas que rehúyen de esas propuestas tan simplistas e intentan ofrecer algo más elaborado y al mismo tiempo universal.
Como en ocasiones anteriores, es mi deber recordarles que el volumen de álbumes publicados excede ampliamente los aproximadamente sesenta que he conseguido escuchar en los pasados doce meses, por lo que seguiré sin elaborar una lista de mejores discos. Pero a continuación les ofrezco lo que para mí es la lista de mejores canciones internacionales de los pasados doce meses, considerando que el volumen que he escuchado sí ha sido lo suficientemente significativo. Elaborada con mis dos criterios de siempre: temas que hayan visto la luz en formato sencillo/videoclip, y una única canción por artista. Con la intención de conseguir una panorámica lo más amplia posible de 2024. Y siempre intentando acercarles las mejores melodías, los sonidos más universales, las producciones más brillantes, las tendencia más interesantes y, en suma, el talento y la calidad que tratan de ser los pilares que sostienen este ya veterano blog.
La lista de este año vuelve a poner de manifiesto el eclecticisimo de la música contemporánea en cuanto a su lugar de creación. Reflejo de que nos encontramos ante el verdadero lenguaje universal de nuestro tiempo, al margen de estilos característicos de uno u otro lugar del mundo: artistas británicos, estadounidenses, sudafricanos, australianos, húngaros, alemanes, franceses... ¿Se puede ofrecer más internacionalidad en menos temas?
Sin más dilación, aquí les presento la lista:
1. London Grammar - "Into Gold". La canción del año no es una más de tantas maravillas elegantes y envolventes que ha entregado el trío londinense a lo largo de una década larga de actividad; es la demostración de que también saben cómo hacer crecer una de sus impecables baladas hasta desembocar en una catarsis de electrónica. Y todo ello sin perder ni un ápice de personalidad, gracias a la irrepetible voz de Hannah Reid y al talento del multi-instrumentista Dot Major.
2. Taylor Swift - "My Boy Only Breaks His Favorite Toys". Además de haber alcanzado en 2024 cotas de popularidad y repercusión nunca antes logradas por ninguna otra cantante en el presente siglo, Taylor Swift ha publicado el que seguramente sea el sencillo de mayor calidad de toda su carrera: tres minutos y medio de synth-pop sin tregua, intemporal en su instrumentación, fantástico en sus armonías, con una letra sugerente y un estribillo irresistible. La mejor evidencia de que comercialidad y calidad no siempre están reñidas.
3. Sleater Kinney - "Untidy Creature". A estas alturas de su carrera el veterano dúo de Washington ha entregado el que para mí es el mejor tema de rock de los pasados doce meses. Un tema intenso, profundo, que no rehúye de un bajo sintetizado ni de un discreto piano, pero que se sustenta en el maravilloso riff de guitarra eléctrica de Carrie Brownstein y en una composoción tan cruda en sus estrofas como esperanzadora en su desgarrador estribillo y en los pasajes de balada clásica con la que lo rematan.
4. Lauren Mayberry - "Change shapes". El debut en solitario de la cantante del trío escocés Chvrches ha sido una de las grandes sorpresas de la temporada. Porque en vez de recrearse en ese electropop disfrutable pero un tanto añejo de su banda matriz, Mayberry ha optado por un pop fresco y versátil, partiendo de grandes composiciones que enriquece con una producción y unos arreglos fascinantes a la vez que de una contemporaneidad arrolladora. Tanto, que podría haber escogido cualquiera de sus sencillos para figurar en esta lista. Aunque "Change shapes" me parece el más brillante y disfrutable.
5. Bishop Briggs - "Good For Me". El tercer álbum de la británica afincada en Estados Unidos ha llevado su propuesta de rock femenino sin complejos a cotas imposibles de intuir al comienzo de su carrera. Porque "Tell My Therapist I'm Fine" es un gran álbum de principio a fin. Y todos sus sencillos rayan a gran altura, aunque mi favorito es éste, un medio tiempo cautivador en el que modula su voz para hacerla penetrante y hasta elegante a pesar de toda la energía que encierra su base rítmica.
6. Nic Billington - "Slasher". Tras muchísimos años, el solista sudafricano publicó por fin su segundo álbum, un "Dark Horse" que a todos los efectos debe entenderse como su auténtico debut en el mercado internacional. Y que a pesar de su escasa repercusión, encerraba trallazos como este momento de pop orientado a la pista de baile que, sin embargo, no rehúye de la guitarra eléctrica para conferirle una fuerza especial a todo lo que encierra su elaborada composición en tan sólo tres minutos. En manos de un solista más (re)conocido, probablemente habría arrasado en todo el planeta.
7. Chappell Roan - "Good luck, babe!". A diferencia de lo que le ha sucedido a Billington, a la estadounidense Chappell Roan, que ya descubrimos en este humilde blog en 2023, tanto con su excelente álbum de debut "The Rise and Fall of a Midwest Princess" como en cuanto a sencillos como "Red Wine Supernova", que formó parte de mi lista de otras 20 canciones recomendables de 2023, sí le ha sonreído la suerte, y ha logrado alcanzar la repercusión que merecía a nivel mundial. Con lo cual su primer sencillo de lo que será su siguiente entrega, este "Good luck, babe!" ha arrasado en medio planeta. Más femenismo bien entendado, más pop elaborado de calidad, y más instrumentación de personalidad desbordante. Se lo merece.
8. Gossip - "Crazy Again". Su retorno tras casi una década fue mejor valorado por la crítica que reconocido por el gran público. Pero "Real Power" encerraba un puñado de grandes canciones, como este power-pop luminoso que equilibra instrumentos eléctricos y electrónicos y en la que Beth Ditto canta con una dulzura exquisita, que conjuga a las mil maravillas con la contundencia de su base rítmica y las preciosas guitarras de Nathan Howdeshell.
9. Pixey - "Bring Back The Beat". Ante todo, aclarar que, para mí, "Million Dollar Baby" no fue su álbum de debut, sino el segundo de su carrera. En todo caso, la inglesa sigue profundizando en ese pop que mira al futuro sin perder de vista la psicodelia y el soul de décadas pasadas. Como lo refleja la irresistible sección de viento que arranca este temazo, y que luego evoluciona a unas tremendamente elaboradas estrofas de psicodelia pura. Sin olvidar los giros melódicos de su segunda estrofa, y la parada repleta de percusiones antes de la apoteosis final. Mucho en muy poco tiempo.
10. Rüfüs du Sol - "Break my love". El trío australiano ha alcanzado con "Inhale/Exhale" la respetable cifra de cinco álbumes de estudio. Y aunque su propuesta evoluciona muy poco a poco, siguen siendo capaces de entregar pop orientado a la pista de baile con una elegancia y un refinamiento insuperables. Y éste es el sencillo que lo mejor demuestra en su nuevo álbum: a partir de un omnipresente sampling elaboran un tema que no necesita recurrir a estridencias ni a complejos efectos para adherirse a nuestro cerebro.
11. Black Nail Cabaret - "Teach Me How To Techno". El dúo húngaro alcanzó con "Chrysanthemum", su sexto álbum, la madurez que llevaban largo tiempo apuntando. Un disco sin fisuras, versátil y, además, con un par de temas de pegada incuestionable. Sobre todo este himno que es justamente lo que su título describe: un tratado de cómo crear música techno en el año 2024 para disfrutar como si no hubiera un mañana (Emese Arvai-Illes dixit) en las mejores discotecas de Budapest. Y sin perder ni un ápice de su acusada personalidad.
12. Shelter Boy - "Growing pains". Con pocos recursos y todavía menos promoción, el alemán Simon Graupner entregó uno de los álbumes de pop-rock más redondos del pasado ejercicio. "Mercyland" contenía un puñado de canciones que miraban tanto al brit-pop como al sonido Madchester del pasado siglo, pero que descollaba gracias al tremendo momento creativo que está atravesando Shelter Boy. Como lo demuestra el largo estribillo de este temazo, que logra que sus refinadas estrofras, sostenidas por un intemporal piano, desborden en una cascada de guitarras que nos devuelve la fe en el impacto del pop de siempre.
13. AURORA - "My Body Is Not Mine". Con su quinto disco, "What Happened to the Heart?", la noruega dio un perceptible paso atrás en cuanto a calidad y a repercusión de su hasta ahora siempre creciente carrera musical. Pero entre sus nada menos que dieciseis temas había espacio para que dejara su barroquismo campestre en segundo plano y se dedicara a lo que mejor sabe hacer: canciones de synth-pop contemporáneo presididas por su singularísima personalidad, y rematadas por una producción desbordante de imaginación. Cuatro minutos en los que no dejan de suceder cosas.
14. Kaleida - "Stranger". A punto estuvimos de perdernos el tercer álbum del duo germano-británico que forman Christina Wood y Cicely Goulder. Pero gracias a la telemática y a la capacidad para sobreponerse a sus circunstancias personales, en Marzo llegó 'In Arms'. Su álbum menos brillante, cierto, pero también el mejor instrumentado. Por lo que cuando la composición acompañaba, como en este hiriente "Stranger", la piel volvía a ponerse de gallina. Y es que ese sencillo teclado vocal que rellena las partes instrumentales es casi tan emocionante como la sentida voz de Wood.
15. SHAED - "Everybody Knows I'm High". El segundo álbum del trío estadounidense, "Spinning Out", tardó tanto en ver la luz que perdieron la oportunidad de beneficiarse del empuje de su primera entrega, y ahora su carrera ha quedado restringida a un ámbito tan minoritario que no sé si tendrán ganas de continuar. Pero es que su nueva colección de canciones estaba justa de inspiración. Aunque afortunadamente esta gran canción nos demostró que aún se podía creer en su pop clásico, repleto de buen gusto, melodía intachable y una excelente interpretación vocal a cargo de Chelsea Lee.
16. St. Vincent - "Sweetest Fruit". La inclasificable artista de origen texana Anne Erin Clark logró finalmente con su séptimo álbum ("All Born Screaming") reunir un conjunto de canciones lo suficientemente digerible por una audiencia relativamente masiva. Y aunque sus estrofas de melodía chirriante puedan indicar lo contrario, éste fue uno de sus momentos más disfrutables: un estribillo accessible, una instrumentación a la que el oído se va acostumbrando con sucesivas escuchas, y unos largos pasajes instrumentales que demuestran todo lo que puede dar de sí St. Vincent. Tanto, que recientemente ha publicado el mismo álbum pero interpretado en español.
17. Slenderbodies - "Before". Para mí el mejor tema de indie-pop de los pasados doce meses. El dúo californiano formado por Ben Barsochinni y Aram “Max” Vehuni publicó este sencillo que se supone anticipa su siguiente álbum sin hacer ruido. Pero su propuesta delicada, y su interpretación vocal casi sigilosa nos demuestra que la emoción a veces reside en las pequeñas cosas, lejos de la ampulosidad y la pretenciosidad de tantos y tantos artistas incapaces de entregar una pieza ni la décima parte de cautivadora. Nos alegrará el más gris de los días con sus pasajes de steel guitar.
18. The Knocks ft. Yelle - "All the time / Tout le temps". El dúo neoyorkino de future funk The Knocks entregó la pasada temporada un tema tan infecciosamente irresistible que parece mentira que no se trate de una versión. Echando la vista atrás para tirar de electroclash y meterlo en la coctelera con el pop británico ochentero de influencias francesas y su omnipresente bajo, nos podemos tirar un día entero tarareándola. Y es que la colaboración con la banda de música electrónica Yelle no ha podido entregar mejor fruto.
19. Feeder - "Unconditional". Como el que no quiere la cosa, la banda de Grant Nicholas llegó con "Black/Red" nada menos que a su duodécimo disco de estudio. Un álbum tal vez largo y homogéneo en exceso, pero sin una sola canción menor, y con grandes momentos como este medio tiempo en el que el galés reduce la presencia de la electricidad y recurre a una efectiva sección de cuerda para otorgarle un aire mayestático a uno de esos temas que nos hace creer en que la vida aún puede volverse mejor. Y al tiempo recordarnos que Nicholas es uno de los mejores creadores de música rock del presente siglo. Sensacional estribillo.
20. Alison Goldfrapp - "I Wanna Be Loved (Just A Little Better)". Anticipando lo que en algún momento será su segundo álbum en solitario, la londinense nos demostró que, cerca ya de los sesenta años, aún es capaz de entregar música disco que suene sintética y moderna al mismo tiempo sin necesidad de mirar en exceso al pasado. A ello contribuye la producción del ubicuo Richard X, artífice de un sonido que raya al mismo nivel que la sensual interpretación de Goldfrapp, la cual es capaz de convertir una frase repetida hasta la saciedad en un estribillo hipnótico.
Al igual que en años anteriores, soy consciente de haber dejado fuera de la lista temas que probablemente lo habrían merecido, pues es imposible dejar la subjetividad completamente aparte en un ejercicio de esta naturaleza. Afortunadamente, como les anticipaba, en próximas semanas otras cuarenta canciones vendrán a aliviar esos potenciales errores. Pero aun con esta limitación, estoy convencido de que estas veinte canciones son un excelente reflejo de lo mejor que nos ha ofrecido musicalmente 2024. Dado que evidencian que, si no nos negamos a aceptar sin más lo que nos tratan de imponer medios generalistas e independientes, se pueden seguir encontrando fantásticos momentos en el panorama musical internacional. Así que espero que la disfruten, y que tal vez les ayude a descubrir a algún que otro artista que hasta ahora les había pasado desapercibido.
Como en ocasiones anteriores, es mi deber recordarles que el volumen de álbumes publicados excede ampliamente los aproximadamente sesenta que he conseguido escuchar en los pasados doce meses, por lo que seguiré sin elaborar una lista de mejores discos. Pero a continuación les ofrezco lo que para mí es la lista de mejores canciones internacionales de los pasados doce meses, considerando que el volumen que he escuchado sí ha sido lo suficientemente significativo. Elaborada con mis dos criterios de siempre: temas que hayan visto la luz en formato sencillo/videoclip, y una única canción por artista. Con la intención de conseguir una panorámica lo más amplia posible de 2024. Y siempre intentando acercarles las mejores melodías, los sonidos más universales, las producciones más brillantes, las tendencia más interesantes y, en suma, el talento y la calidad que tratan de ser los pilares que sostienen este ya veterano blog.
La lista de este año vuelve a poner de manifiesto el eclecticisimo de la música contemporánea en cuanto a su lugar de creación. Reflejo de que nos encontramos ante el verdadero lenguaje universal de nuestro tiempo, al margen de estilos característicos de uno u otro lugar del mundo: artistas británicos, estadounidenses, sudafricanos, australianos, húngaros, alemanes, franceses... ¿Se puede ofrecer más internacionalidad en menos temas?
Sin más dilación, aquí les presento la lista:
1. London Grammar - "Into Gold". La canción del año no es una más de tantas maravillas elegantes y envolventes que ha entregado el trío londinense a lo largo de una década larga de actividad; es la demostración de que también saben cómo hacer crecer una de sus impecables baladas hasta desembocar en una catarsis de electrónica. Y todo ello sin perder ni un ápice de personalidad, gracias a la irrepetible voz de Hannah Reid y al talento del multi-instrumentista Dot Major.
2. Taylor Swift - "My Boy Only Breaks His Favorite Toys". Además de haber alcanzado en 2024 cotas de popularidad y repercusión nunca antes logradas por ninguna otra cantante en el presente siglo, Taylor Swift ha publicado el que seguramente sea el sencillo de mayor calidad de toda su carrera: tres minutos y medio de synth-pop sin tregua, intemporal en su instrumentación, fantástico en sus armonías, con una letra sugerente y un estribillo irresistible. La mejor evidencia de que comercialidad y calidad no siempre están reñidas.
3. Sleater Kinney - "Untidy Creature". A estas alturas de su carrera el veterano dúo de Washington ha entregado el que para mí es el mejor tema de rock de los pasados doce meses. Un tema intenso, profundo, que no rehúye de un bajo sintetizado ni de un discreto piano, pero que se sustenta en el maravilloso riff de guitarra eléctrica de Carrie Brownstein y en una composoción tan cruda en sus estrofas como esperanzadora en su desgarrador estribillo y en los pasajes de balada clásica con la que lo rematan.
4. Lauren Mayberry - "Change shapes". El debut en solitario de la cantante del trío escocés Chvrches ha sido una de las grandes sorpresas de la temporada. Porque en vez de recrearse en ese electropop disfrutable pero un tanto añejo de su banda matriz, Mayberry ha optado por un pop fresco y versátil, partiendo de grandes composiciones que enriquece con una producción y unos arreglos fascinantes a la vez que de una contemporaneidad arrolladora. Tanto, que podría haber escogido cualquiera de sus sencillos para figurar en esta lista. Aunque "Change shapes" me parece el más brillante y disfrutable.
5. Bishop Briggs - "Good For Me". El tercer álbum de la británica afincada en Estados Unidos ha llevado su propuesta de rock femenino sin complejos a cotas imposibles de intuir al comienzo de su carrera. Porque "Tell My Therapist I'm Fine" es un gran álbum de principio a fin. Y todos sus sencillos rayan a gran altura, aunque mi favorito es éste, un medio tiempo cautivador en el que modula su voz para hacerla penetrante y hasta elegante a pesar de toda la energía que encierra su base rítmica.
6. Nic Billington - "Slasher". Tras muchísimos años, el solista sudafricano publicó por fin su segundo álbum, un "Dark Horse" que a todos los efectos debe entenderse como su auténtico debut en el mercado internacional. Y que a pesar de su escasa repercusión, encerraba trallazos como este momento de pop orientado a la pista de baile que, sin embargo, no rehúye de la guitarra eléctrica para conferirle una fuerza especial a todo lo que encierra su elaborada composición en tan sólo tres minutos. En manos de un solista más (re)conocido, probablemente habría arrasado en todo el planeta.
7. Chappell Roan - "Good luck, babe!". A diferencia de lo que le ha sucedido a Billington, a la estadounidense Chappell Roan, que ya descubrimos en este humilde blog en 2023, tanto con su excelente álbum de debut "The Rise and Fall of a Midwest Princess" como en cuanto a sencillos como "Red Wine Supernova", que formó parte de mi lista de otras 20 canciones recomendables de 2023, sí le ha sonreído la suerte, y ha logrado alcanzar la repercusión que merecía a nivel mundial. Con lo cual su primer sencillo de lo que será su siguiente entrega, este "Good luck, babe!" ha arrasado en medio planeta. Más femenismo bien entendado, más pop elaborado de calidad, y más instrumentación de personalidad desbordante. Se lo merece.
8. Gossip - "Crazy Again". Su retorno tras casi una década fue mejor valorado por la crítica que reconocido por el gran público. Pero "Real Power" encerraba un puñado de grandes canciones, como este power-pop luminoso que equilibra instrumentos eléctricos y electrónicos y en la que Beth Ditto canta con una dulzura exquisita, que conjuga a las mil maravillas con la contundencia de su base rítmica y las preciosas guitarras de Nathan Howdeshell.
9. Pixey - "Bring Back The Beat". Ante todo, aclarar que, para mí, "Million Dollar Baby" no fue su álbum de debut, sino el segundo de su carrera. En todo caso, la inglesa sigue profundizando en ese pop que mira al futuro sin perder de vista la psicodelia y el soul de décadas pasadas. Como lo refleja la irresistible sección de viento que arranca este temazo, y que luego evoluciona a unas tremendamente elaboradas estrofas de psicodelia pura. Sin olvidar los giros melódicos de su segunda estrofa, y la parada repleta de percusiones antes de la apoteosis final. Mucho en muy poco tiempo.
10. Rüfüs du Sol - "Break my love". El trío australiano ha alcanzado con "Inhale/Exhale" la respetable cifra de cinco álbumes de estudio. Y aunque su propuesta evoluciona muy poco a poco, siguen siendo capaces de entregar pop orientado a la pista de baile con una elegancia y un refinamiento insuperables. Y éste es el sencillo que lo mejor demuestra en su nuevo álbum: a partir de un omnipresente sampling elaboran un tema que no necesita recurrir a estridencias ni a complejos efectos para adherirse a nuestro cerebro.
11. Black Nail Cabaret - "Teach Me How To Techno". El dúo húngaro alcanzó con "Chrysanthemum", su sexto álbum, la madurez que llevaban largo tiempo apuntando. Un disco sin fisuras, versátil y, además, con un par de temas de pegada incuestionable. Sobre todo este himno que es justamente lo que su título describe: un tratado de cómo crear música techno en el año 2024 para disfrutar como si no hubiera un mañana (Emese Arvai-Illes dixit) en las mejores discotecas de Budapest. Y sin perder ni un ápice de su acusada personalidad.
12. Shelter Boy - "Growing pains". Con pocos recursos y todavía menos promoción, el alemán Simon Graupner entregó uno de los álbumes de pop-rock más redondos del pasado ejercicio. "Mercyland" contenía un puñado de canciones que miraban tanto al brit-pop como al sonido Madchester del pasado siglo, pero que descollaba gracias al tremendo momento creativo que está atravesando Shelter Boy. Como lo demuestra el largo estribillo de este temazo, que logra que sus refinadas estrofras, sostenidas por un intemporal piano, desborden en una cascada de guitarras que nos devuelve la fe en el impacto del pop de siempre.
13. AURORA - "My Body Is Not Mine". Con su quinto disco, "What Happened to the Heart?", la noruega dio un perceptible paso atrás en cuanto a calidad y a repercusión de su hasta ahora siempre creciente carrera musical. Pero entre sus nada menos que dieciseis temas había espacio para que dejara su barroquismo campestre en segundo plano y se dedicara a lo que mejor sabe hacer: canciones de synth-pop contemporáneo presididas por su singularísima personalidad, y rematadas por una producción desbordante de imaginación. Cuatro minutos en los que no dejan de suceder cosas.
14. Kaleida - "Stranger". A punto estuvimos de perdernos el tercer álbum del duo germano-británico que forman Christina Wood y Cicely Goulder. Pero gracias a la telemática y a la capacidad para sobreponerse a sus circunstancias personales, en Marzo llegó 'In Arms'. Su álbum menos brillante, cierto, pero también el mejor instrumentado. Por lo que cuando la composición acompañaba, como en este hiriente "Stranger", la piel volvía a ponerse de gallina. Y es que ese sencillo teclado vocal que rellena las partes instrumentales es casi tan emocionante como la sentida voz de Wood.
15. SHAED - "Everybody Knows I'm High". El segundo álbum del trío estadounidense, "Spinning Out", tardó tanto en ver la luz que perdieron la oportunidad de beneficiarse del empuje de su primera entrega, y ahora su carrera ha quedado restringida a un ámbito tan minoritario que no sé si tendrán ganas de continuar. Pero es que su nueva colección de canciones estaba justa de inspiración. Aunque afortunadamente esta gran canción nos demostró que aún se podía creer en su pop clásico, repleto de buen gusto, melodía intachable y una excelente interpretación vocal a cargo de Chelsea Lee.
16. St. Vincent - "Sweetest Fruit". La inclasificable artista de origen texana Anne Erin Clark logró finalmente con su séptimo álbum ("All Born Screaming") reunir un conjunto de canciones lo suficientemente digerible por una audiencia relativamente masiva. Y aunque sus estrofas de melodía chirriante puedan indicar lo contrario, éste fue uno de sus momentos más disfrutables: un estribillo accessible, una instrumentación a la que el oído se va acostumbrando con sucesivas escuchas, y unos largos pasajes instrumentales que demuestran todo lo que puede dar de sí St. Vincent. Tanto, que recientemente ha publicado el mismo álbum pero interpretado en español.
17. Slenderbodies - "Before". Para mí el mejor tema de indie-pop de los pasados doce meses. El dúo californiano formado por Ben Barsochinni y Aram “Max” Vehuni publicó este sencillo que se supone anticipa su siguiente álbum sin hacer ruido. Pero su propuesta delicada, y su interpretación vocal casi sigilosa nos demuestra que la emoción a veces reside en las pequeñas cosas, lejos de la ampulosidad y la pretenciosidad de tantos y tantos artistas incapaces de entregar una pieza ni la décima parte de cautivadora. Nos alegrará el más gris de los días con sus pasajes de steel guitar.
18. The Knocks ft. Yelle - "All the time / Tout le temps". El dúo neoyorkino de future funk The Knocks entregó la pasada temporada un tema tan infecciosamente irresistible que parece mentira que no se trate de una versión. Echando la vista atrás para tirar de electroclash y meterlo en la coctelera con el pop británico ochentero de influencias francesas y su omnipresente bajo, nos podemos tirar un día entero tarareándola. Y es que la colaboración con la banda de música electrónica Yelle no ha podido entregar mejor fruto.
19. Feeder - "Unconditional". Como el que no quiere la cosa, la banda de Grant Nicholas llegó con "Black/Red" nada menos que a su duodécimo disco de estudio. Un álbum tal vez largo y homogéneo en exceso, pero sin una sola canción menor, y con grandes momentos como este medio tiempo en el que el galés reduce la presencia de la electricidad y recurre a una efectiva sección de cuerda para otorgarle un aire mayestático a uno de esos temas que nos hace creer en que la vida aún puede volverse mejor. Y al tiempo recordarnos que Nicholas es uno de los mejores creadores de música rock del presente siglo. Sensacional estribillo.
20. Alison Goldfrapp - "I Wanna Be Loved (Just A Little Better)". Anticipando lo que en algún momento será su segundo álbum en solitario, la londinense nos demostró que, cerca ya de los sesenta años, aún es capaz de entregar música disco que suene sintética y moderna al mismo tiempo sin necesidad de mirar en exceso al pasado. A ello contribuye la producción del ubicuo Richard X, artífice de un sonido que raya al mismo nivel que la sensual interpretación de Goldfrapp, la cual es capaz de convertir una frase repetida hasta la saciedad en un estribillo hipnótico.
Al igual que en años anteriores, soy consciente de haber dejado fuera de la lista temas que probablemente lo habrían merecido, pues es imposible dejar la subjetividad completamente aparte en un ejercicio de esta naturaleza. Afortunadamente, como les anticipaba, en próximas semanas otras cuarenta canciones vendrán a aliviar esos potenciales errores. Pero aun con esta limitación, estoy convencido de que estas veinte canciones son un excelente reflejo de lo mejor que nos ha ofrecido musicalmente 2024. Dado que evidencian que, si no nos negamos a aceptar sin más lo que nos tratan de imponer medios generalistas e independientes, se pueden seguir encontrando fantásticos momentos en el panorama musical internacional. Así que espero que la disfruten, y que tal vez les ayude a descubrir a algún que otro artista que hasta ahora les había pasado desapercibido.
domingo, 12 de enero de 2025
Nic Billington - "Dark Horse" (2024)
Aunque 2025 acaba de arrancar, aún es tiempo de revisar algunos de los álbumes más interesantes que nos dejó el pasado año. Como el debut en formato largo del sudafricano Nic Billington. Y es que, a pesar de una promoción prácticamente nula incluso en su propio país, "Dark Horse" es un disco que ha llamado la atención en algunas de las páginas webs de referencia en el ámbito de la música electrónica, en una de las cuales lo descubrí yo. El cantante apuesta por un dance-pop de pulida factura que no supone ninguna novedad estilísticamente, pero sí que nos reconcilia con un género que parecía estar viviendo a base de revisiones menores de sus grandes momentos. Y es que la propuesta de Nic no recurre al revival, pero sí al espíritu del pop bailable de finales del siglo pasado, actualizando, eso sí, su sonido. Aunque sin llegar a mimetizarse con ese pop electrónico un tanto "chicloso" (por aquello de bubblegum) y provocativo de artistas que triunfan masivamente en nuestros tiempos, como Charlie XCX o Girli.
En realidad, para los que hemos seguido durante pasados ejercicios la trayectoria del solista sudafricano, "Dark Horse" encierra pocas sorpresas, pues en buena medida se trata de una recopilación de los sencillos que el artista había ido publicando desde hacía unos cuantos años. Algo por otra parte cada vez más habitual en estos tiempos dominados por las plataformas de streaming. Por lo que el trámite ha consistido esencialmente en completar el tracklist hasta llegar a los diez temas de rigor. Los cuales, como también han claudicado a las imposiciones de TikTok, son en general bastante cortos, de apenas tres minutos. De manera que el disco se devora en poco más de media hora. Algo que no es malo per se, pero que deja con ganas de más, algo así como una edición "Deluxe" que incluyera algún descarte o alguna versión. Pero les prevengo: no busquen tales excesos, y limitense a dejarse llevar por estos diez temas que cubren un abanico de sonidos bastante amplio dentro de su género, lo que tal vez constituya su mayor acierto. Junto al sorprendente y meritorio nivel medio de sus composiciones, por supuesto.
"Dark Horse" lo abre "Dopamine", uno de los tres temas que no ha visto la luz en formato sencillo. Algo sorprendente por otra parte, pues se trata de uno de sus mejores momentos, ademas de la canción que nos presenta el álbum. Lo que demuestra lo seguro que se siente el australiano sobre la misma. Tras un comienzo envolvente y unas estrofas elegantes y bien musicadas, en el estribillo entra el contundente ritmo binario que arropa una melodía simple, pero muy certera. A partir de la segunda estrofa descubrimos una producción que, como en prácticamente todo el álbum, sin ser minimalista emplea los instrumentos justos, en un sabio equilibrio entre los teclados sintéticos y los juguetones, que se van reemplazando o superponiendo según conviene. Pese a su corta duración, hay espacio para una sencilla parte nueva que cambia la progresión armónica y desemboca en los coros de un Billington con más gusto cantando que potencia vocal. "Without A Warning" ya había sido publicada como sencillo en 2021, aunque yo la haya descubierto ahora. Un poco más lenta que la anterior, con el ritmo binario bien marcado desde el comienzo, su mejor baza es la suavidad y la elegancia con la que nos incita al baile. La composición es notable, siendo lo más llamativo que remate con una parte nueva de la que ya nunca sale, por lo que apenas el minutaje mínimo de tres minutos. Para mi gusto, un fallo es que las voces de Billington están mezcladas demasiado bajas, algo innecesario dada su solvencia como intérprete. "White Wedding", el sencillo que ya sí anticipó el álbum pocos meses antes de su publicación, es un acierto por partida doble: por su cambio de registro (también pop bailable pero mucho más contundente, de influencias rockeras y con una melodía en un tono mucho más bajo); y por su ubicación en el disco (justo cuando el melómano se empieza a preguntar si todo él va a transitar por los mismos terrenos de las dos primeras). La guitarra eléctrica, la contudencia de la caja de la batería, sus estrofas infecciosas, todo ello cautiva. Pero es que además, hay una parte nueva larga, y por fin el tramo final en el que toda la rabia contenida se desborda con esos "Start agaaaaiiin..." en notas altas que ahora sí se escuchan nítidamente, y que se superponen y acaban dando paso a un excelente solo de guitarra, algo tan poco habitual en la música electrónica de estos tiempos como efectivo hace unas décadas.
"Homesick", que ya había sido publicada como sencillo un par de años antes, es el cuarto corte. Sigue el tempo alto, pero la batería está menos sobredimensionada que las anteriores. En cambio los teclados destacan sobremanera, en especial en un estribillo que puntean como si hubiéramos retrocedido treinta y cinco años en el tiempo. La letra es de las más elaboradas del álbum, jugando a las contradicciones para describir la devastación interior que siente Billington al echar la vista atrás. Nuevamente la composición es muy completa, desembocando en una meritoria parte nueva que también ejerce de cierre tras más de tres minutos. "Slasher" ha sido el sencillo que ha servido oficialmente para presentar el álbum, y aun considerando el nivel de las anteriores, es uno de los mejores momentos del disco: mezcla de música de baile, pop melódico y energía rockera, sus tres minutos de oscuridad cálida, acentuada en su singular y provocativo videoclip, son disfrutables de principio a fin. Aunque para mí lo más notable es su excelente estribillo, largo e interpretado a varias voces que se complementan según la nota. La pena es que una vez más la parte nueva y el solo de guitarra ponen el punto final, puesto que el tema pedía a gritos una recreación final. "You Get Me High", sexto corte, fue en realidad el primer sencillo que adelantó el disco hace ya cuatro años. Y en él Billington ya anticipaba lo esencial de su propuesta: ritmo bailable, atmósferas ochenteras, su versátil voz interpretando con gusto melodía principal y coros, y esos sencillos teclados que pueden seguir sonando contemporáneos cuarenta años más tarde. Prueba del talento a la hora de musicar su composición es la etérea parada con la que presenta su segundo estribillo, y la desnudez casi extrema (voces reverberadas aparte) de otra excelente parte nueva.
"Dark Horse", el tema que da título al álbum, es otro de los escritos a propósito para el álbum. Y quizá el más diferente hasta ahora: estrofas en falsete, guiños funky, tempo algo menor, guitarras eléctricas contundentes, y un erotismo aún más acusado que en pasajes anteriores. Tal vez le falta algo de continuidad rítmica, pero lo compensa con ese cambio de registro que probablemente haya motivado el que sea el escogido para denominar el álbum, pese a no haber sido publicada como sencillo. Indudablemente superior me parece "Feel Again", el octavo corte, otro de los compuestos para la ocasión, y de los que tampoco ha visto la luz de manera independiente. Salvando las limitaciones, Billington juega a ser Michael Jackson en este tema de base rítmica contundente, bajo y teclados adictivos, estrofas y puente elaborados, estribillo pegadizo y la sorpresa de introducir la parte nueva justo cuando se espera el segundo estribillo. Su mayor defecto vuelve a ser que le hubiera venido de perlas un minutillo adicional. "Living To Die" ya había visto la luz como sencillo en Marzo de 2023: más reposado que la anterior, mantiene la contundencia rítmica, pero ofrece una letra más reflexiva ("Are We Living to Die? Or Die While We're Living?"). Una vez más la introducción de una distorsionada guitarra eléctrica complementa una paleta sonora sustentada en diversos teclados y programaciones, que vuelve a resultar certera y disfrutable a partes iguales. Y el cierre lo pone la primera balada en la carrera del sudafricano: los dos minutos de la brevísima "Goodbye" han sido publicados recientemente como el último sencillo del álbum. Pese a no ser su registro habitual, su voz profunda y bien entonada, los dos teclados que la vertebran (huyendo del tradicional piano), y las percusiones puntuales logran, junto a su bonita melodía, trasladar una honestidad que permite cerrar estas diez canciones por todo lo alto, a pesar del anticlímax que se le propone a una canción tan lenta en un disco tan bailable.
Y sin apenas darnos cuenta concluye este álbum sin temas de relleno que destila pulcritud y elegancia en sus diez grandes canciones, y que resulta apto para todos aquellos que disfrutan de la música pop intemporal orientada a la pista de baile. Con el aliciente de que no se restringe a una fórmula concreta, manteniendo sin embargo una sonoridad reconocible. Es cierto que muchos temas habrían admitido una vuelta de tuerca más, que a pesar de su técnica como cantante la voz de Billington puede ser un tanto justa para funcionar como solista, y que en realidad no hay nada nuevo en su propuesta. Pero es complicado encontrar un conjunto tan compacto y bien presentado de canciones en estos tiempos; les garantizo que el disfrute está asegurado. Lo que no me aventuro a especular es sobre su futuro. Da rabia que una obra tan madura, que podría triunfar en las listas de medio mundo y al tiempo satisfacer a la crítica, haya recibido una difusión tan absolutamente minoritaria. Una circunstancia que seguramente supondrá un inconveniente a la hora de que Billington se plantee darle continuidad. Pero también supongo que, tras quince años en el negocio, para el sudafricano este álbum habrá sido la culminación de un sueño. Del cual todos los que lean esta entrada y descubran su música se harán partícipes. Se lo aseguro.
En realidad, para los que hemos seguido durante pasados ejercicios la trayectoria del solista sudafricano, "Dark Horse" encierra pocas sorpresas, pues en buena medida se trata de una recopilación de los sencillos que el artista había ido publicando desde hacía unos cuantos años. Algo por otra parte cada vez más habitual en estos tiempos dominados por las plataformas de streaming. Por lo que el trámite ha consistido esencialmente en completar el tracklist hasta llegar a los diez temas de rigor. Los cuales, como también han claudicado a las imposiciones de TikTok, son en general bastante cortos, de apenas tres minutos. De manera que el disco se devora en poco más de media hora. Algo que no es malo per se, pero que deja con ganas de más, algo así como una edición "Deluxe" que incluyera algún descarte o alguna versión. Pero les prevengo: no busquen tales excesos, y limitense a dejarse llevar por estos diez temas que cubren un abanico de sonidos bastante amplio dentro de su género, lo que tal vez constituya su mayor acierto. Junto al sorprendente y meritorio nivel medio de sus composiciones, por supuesto.
"Dark Horse" lo abre "Dopamine", uno de los tres temas que no ha visto la luz en formato sencillo. Algo sorprendente por otra parte, pues se trata de uno de sus mejores momentos, ademas de la canción que nos presenta el álbum. Lo que demuestra lo seguro que se siente el australiano sobre la misma. Tras un comienzo envolvente y unas estrofas elegantes y bien musicadas, en el estribillo entra el contundente ritmo binario que arropa una melodía simple, pero muy certera. A partir de la segunda estrofa descubrimos una producción que, como en prácticamente todo el álbum, sin ser minimalista emplea los instrumentos justos, en un sabio equilibrio entre los teclados sintéticos y los juguetones, que se van reemplazando o superponiendo según conviene. Pese a su corta duración, hay espacio para una sencilla parte nueva que cambia la progresión armónica y desemboca en los coros de un Billington con más gusto cantando que potencia vocal. "Without A Warning" ya había sido publicada como sencillo en 2021, aunque yo la haya descubierto ahora. Un poco más lenta que la anterior, con el ritmo binario bien marcado desde el comienzo, su mejor baza es la suavidad y la elegancia con la que nos incita al baile. La composición es notable, siendo lo más llamativo que remate con una parte nueva de la que ya nunca sale, por lo que apenas el minutaje mínimo de tres minutos. Para mi gusto, un fallo es que las voces de Billington están mezcladas demasiado bajas, algo innecesario dada su solvencia como intérprete. "White Wedding", el sencillo que ya sí anticipó el álbum pocos meses antes de su publicación, es un acierto por partida doble: por su cambio de registro (también pop bailable pero mucho más contundente, de influencias rockeras y con una melodía en un tono mucho más bajo); y por su ubicación en el disco (justo cuando el melómano se empieza a preguntar si todo él va a transitar por los mismos terrenos de las dos primeras). La guitarra eléctrica, la contudencia de la caja de la batería, sus estrofas infecciosas, todo ello cautiva. Pero es que además, hay una parte nueva larga, y por fin el tramo final en el que toda la rabia contenida se desborda con esos "Start agaaaaiiin..." en notas altas que ahora sí se escuchan nítidamente, y que se superponen y acaban dando paso a un excelente solo de guitarra, algo tan poco habitual en la música electrónica de estos tiempos como efectivo hace unas décadas.
"Homesick", que ya había sido publicada como sencillo un par de años antes, es el cuarto corte. Sigue el tempo alto, pero la batería está menos sobredimensionada que las anteriores. En cambio los teclados destacan sobremanera, en especial en un estribillo que puntean como si hubiéramos retrocedido treinta y cinco años en el tiempo. La letra es de las más elaboradas del álbum, jugando a las contradicciones para describir la devastación interior que siente Billington al echar la vista atrás. Nuevamente la composición es muy completa, desembocando en una meritoria parte nueva que también ejerce de cierre tras más de tres minutos. "Slasher" ha sido el sencillo que ha servido oficialmente para presentar el álbum, y aun considerando el nivel de las anteriores, es uno de los mejores momentos del disco: mezcla de música de baile, pop melódico y energía rockera, sus tres minutos de oscuridad cálida, acentuada en su singular y provocativo videoclip, son disfrutables de principio a fin. Aunque para mí lo más notable es su excelente estribillo, largo e interpretado a varias voces que se complementan según la nota. La pena es que una vez más la parte nueva y el solo de guitarra ponen el punto final, puesto que el tema pedía a gritos una recreación final. "You Get Me High", sexto corte, fue en realidad el primer sencillo que adelantó el disco hace ya cuatro años. Y en él Billington ya anticipaba lo esencial de su propuesta: ritmo bailable, atmósferas ochenteras, su versátil voz interpretando con gusto melodía principal y coros, y esos sencillos teclados que pueden seguir sonando contemporáneos cuarenta años más tarde. Prueba del talento a la hora de musicar su composición es la etérea parada con la que presenta su segundo estribillo, y la desnudez casi extrema (voces reverberadas aparte) de otra excelente parte nueva.
"Dark Horse", el tema que da título al álbum, es otro de los escritos a propósito para el álbum. Y quizá el más diferente hasta ahora: estrofas en falsete, guiños funky, tempo algo menor, guitarras eléctricas contundentes, y un erotismo aún más acusado que en pasajes anteriores. Tal vez le falta algo de continuidad rítmica, pero lo compensa con ese cambio de registro que probablemente haya motivado el que sea el escogido para denominar el álbum, pese a no haber sido publicada como sencillo. Indudablemente superior me parece "Feel Again", el octavo corte, otro de los compuestos para la ocasión, y de los que tampoco ha visto la luz de manera independiente. Salvando las limitaciones, Billington juega a ser Michael Jackson en este tema de base rítmica contundente, bajo y teclados adictivos, estrofas y puente elaborados, estribillo pegadizo y la sorpresa de introducir la parte nueva justo cuando se espera el segundo estribillo. Su mayor defecto vuelve a ser que le hubiera venido de perlas un minutillo adicional. "Living To Die" ya había visto la luz como sencillo en Marzo de 2023: más reposado que la anterior, mantiene la contundencia rítmica, pero ofrece una letra más reflexiva ("Are We Living to Die? Or Die While We're Living?"). Una vez más la introducción de una distorsionada guitarra eléctrica complementa una paleta sonora sustentada en diversos teclados y programaciones, que vuelve a resultar certera y disfrutable a partes iguales. Y el cierre lo pone la primera balada en la carrera del sudafricano: los dos minutos de la brevísima "Goodbye" han sido publicados recientemente como el último sencillo del álbum. Pese a no ser su registro habitual, su voz profunda y bien entonada, los dos teclados que la vertebran (huyendo del tradicional piano), y las percusiones puntuales logran, junto a su bonita melodía, trasladar una honestidad que permite cerrar estas diez canciones por todo lo alto, a pesar del anticlímax que se le propone a una canción tan lenta en un disco tan bailable.
Y sin apenas darnos cuenta concluye este álbum sin temas de relleno que destila pulcritud y elegancia en sus diez grandes canciones, y que resulta apto para todos aquellos que disfrutan de la música pop intemporal orientada a la pista de baile. Con el aliciente de que no se restringe a una fórmula concreta, manteniendo sin embargo una sonoridad reconocible. Es cierto que muchos temas habrían admitido una vuelta de tuerca más, que a pesar de su técnica como cantante la voz de Billington puede ser un tanto justa para funcionar como solista, y que en realidad no hay nada nuevo en su propuesta. Pero es complicado encontrar un conjunto tan compacto y bien presentado de canciones en estos tiempos; les garantizo que el disfrute está asegurado. Lo que no me aventuro a especular es sobre su futuro. Da rabia que una obra tan madura, que podría triunfar en las listas de medio mundo y al tiempo satisfacer a la crítica, haya recibido una difusión tan absolutamente minoritaria. Una circunstancia que seguramente supondrá un inconveniente a la hora de que Billington se plantee darle continuidad. Pero también supongo que, tras quince años en el negocio, para el sudafricano este álbum habrá sido la culminación de un sueño. Del cual todos los que lean esta entrada y descubran su música se harán partícipes. Se lo aseguro.
domingo, 29 de diciembre de 2024
London Grammar - "The Greatest Love (Deluxe Edition)" (2024)
La que hoy les traigo es la primera reseña en este humilde blog del trío británico London Grammar, a propósito de su cuarto álbum, "The Greatest Love". Aunque no es la primera vez que aparecen por aquí, pues "Nightcall", de su álbum de debut, ya formó parte de la lista de mejores canciones internacionales de 2013, y "Non Believer", de su segundo de disco, de la de mejores canciones internacionales de 2017. Pero con su cuarto álbum por fin han doblegado lo que para mí era su mayor hándicap: la predilección por los temas reposados, de tempo lento, y más bien conservadores desde el punto de vista instrumental. Unos pilares que en pequeñas dosis aseguran temas tan disfrutables como irreprochables, pero que cuando conforman el grueso de un disco son la semilla para que pueda aparecer el aburrimiento y la falta de ganas de adentrarse en un disco así (salvo días puntuales de estado de ánimo particularmente sombrío). Ello no quiere decir que los ingleses hayan variado radicalmente de registro, pero sí que se han atrevido con pequeñas innovaciones instrumentales y ciertos detalles estilísticos que ayudan a actualizar su propuesta. Y dado que conservan su innegable calidad a la hora de crear e interpretar sus canciones, el resultado merece sin duda la pena.
Eso sí, como habrán visto al comienzo, la reseña de hoy se refiere a la edición deluxe de "The Greatest Love". Pues es precisamente en los dos temas adicionales que contiene donde más arriesga el trío, no tanto en lo musical como en la búsqueda de otras emociones que no suelen surgir en la mayoría de esas canciones. Y es ese acercamiento al pop luminoso, a los ritmos ligeramente bailables, a las texturas más electrónicas, lo que oxigena el conjunto y lo hace apto para múltiples escuchas independientemente de nuestro estado ánimo. Aunque claro, como imaginan los temas extra se encuentran justo al final de la edición "estándar", por lo que para llegar a esa amplitud de miras hay que atravesar otras diez canciones que individualmente son irreprochables, pero que se pueden hacer un poco cuesta arriba; habría sido mucho mejor que estuvieran entremezcladas con el resto de temas.
"House" es el tema que abre el disco, y también su indiscutible momento estrella, pues fue escogido como primer sencillo. Con respecto a entregas anteriores del trío, este reencuentro mantiene intacta su personalidad, pero potencia la componente electrónica, con ese ritmo de drum & bass que consiguen acomodar con el arpegio de guitarra acústica del estribillo, en un saludable ejercicio de contemporaneidad. De hecho, en sus calmadas estrofas también hay espacio para efectos y teclados juguetones. El estribillo es notable; la etérea parte nueva en tonas altas, meritoria, los giros en la melodía en las repeticiones finales del estribillo, evidencias de lo elaborada que está la composición, y la interpretación del trío, tan solvente como acostumbra: una gran canción. "Fakest Bitch", segundo corte y cuarto sencillo, prosigue en su habitual senda intimista y melódica, pero es más conservadora en su interpretación, sustentada en la guitarra acústica de Dan Rothman y el piano de Dot Major. A lo largo del tema encontramos algún instrumento más (en esencia teclados reposados que llevan los acordes), pero al final todo depende, como de costumbre, de su trabajada composición (una larga estrofa, un puente claramente separado, un estribillo melancólico y una parte nueva en una progresión armónica diferente). Que vuelve a ser meritoria, pero que evoca una calma que hace que empiecen a aparecer los inconvenientes a los que aludía al principio. "You And I" es su último sencillo hasta la fecha, y vuelve a ser una canción notable, aunque en un registro demasiado parecido a su predecesora. A paliar la similitud entre ambas ayuda algún sampling esporádico y un teclado juguetón de original arpegio. El resto es tan efectivo como conocido: batería acústica, la steel guitar de Rothman, y una sección de cuerda muy presente, con protagonismo especial en la parte nueva. Afortunadamente la composición vuelve a ser intechable, y el cambio en la progresión armónica de la segunda mitad de su estribillo, el más llamativo detalle de esa brillantez compositiva.
Al menos "LA", su cuarto corte, arranca con una caja de ritmos y unos teclados más originales que sus dos predecesoras. Pero la propuesta vuelve a ser la misma: pausa, profundidad, elegancia, brillantez interpretativa, sección de cuerda... Una vez más la composición vuelve a ser lo mejor de la canción, junto a la forma en la que Hannah Reid se desdobla la voz en múltiples tomas hasta lograr un resultado espectacular, y al tramo instrumental final, en el que el productor Tim Bran se luce a la hora de crear una atmósfera ominosa. Curiosamente las alusiones a la ciudad de Los Ángeles de su letra no caen en tópicos californianos, sino que nos cuentan el estado del ánimo del trío tras pasar unos días allí. "Ordinary Life" podría haber sido perfectamente otro sencillo escogido por su refinamiento y su calidad, pero incide en ese hándicap al que me refería antes: lo que propone es muy similar a lo de casi todas sus predecesoras. Además, aquí el estribillo no es tan destacable (más allá del cambio en la progresión armónica y el sintetizador que contrasta con la guitarra y la sección de cuerda), pero las estrofas y el puente sí que destacan por sí mismas. "Santa Fe" vuelve a inspirarse en otra ciudad del Oeste de Estados Unidos y vuelve a proponernos otro momento reposado, con un interesante arpegio de guitarra y un teclado cuyas notas en los tramos instrumentales seguramente les recordarán al de los afiladores que hasta hace poco aún recorrían pueblos y ciudades de España. Las estrofas me parecen fantásticas; el estribillo, agradable sin más. Y la propuesta, pues más de lo mismo.
"Kind of Man", séptimo corte, se construye sobre un arpegio de guitarra de Rothman efectivo pero que puede terminar cansando tras tantas repeticiones en estrofas y estribillos (es seguramente la progresión armónica más floja del álbum), por lo que resulta extraño que fuera escogida como uno de los momentos álgidos del disco. La batería de Major, con su ritmo sincopado, es la pequeña nota de originalidad que ofrece el tema, si bien en directo Reid altera un tanto la interpretación vocal y la hace crecer en cierta medida. "Rescue", con el omnipresente piano de Major aderezado desde el mismo comienzos por efectos sonoros, por fin altera un poco la propuesta con un tempo un poquito más alto y una programación más moderna. Aunque se trata de una de las composiciones menos inspiradas del disco: no en sus estrofas, largas y trabajadas, sino en un estribillo que es simplemente una secuencia tras otra de "na na nas" sin más sustancia; algo que su parte nueva, de las más livianas del disco, tampoco termina de contrarrestar. Sea por esa simpleza o porque el tema lo merece, el caso es que cuando por fin llega "Into Gold" el subidón es inevitable. Noveno corte y tercer sencillo, además del tema más largo de la colección, no es que su propuesta sea radicalmente diferente. Pero sí que la desolación que traslada la excelente interpretación vocal de Reid se apoya desde el mismo comienzo en un sintetizador "lead" más que en el tradicional piano. Y cuando su formidable estribillo en notas altas es remachado por loops vocales distorsionados, ya sí que nos convencemos de que esta vez el trío sí que va en serio a por esos nuevos sonidos. El bombo de la segunda estrofa confirma un tempo más alto, y su segundo estribillo sin percusión ya anuncia un crescendo que arranca con el sintetizador más estridente de todo el álbum. Lo que sigue es más de un minuto instrumental apto para bailar gracias a un colchón sonoro que hace guiños a algunos de los mejores hallazgos de la música techno. Aunque sin perder ni un ápice de su personalidad.
La edición estándar la cierra "The Greatest Love", el tema que da título al álbum. Y que, ahora sí que procede, ralentiza de nuevo el tempo y nos propone una balada con tintes épicos que no desentonaría en el repertorio de Florence + The Machine. De nuevo asistimos a una estupenda interpretación de Reid, un cambio de tonalidad entre medias de su segunda estrofa que enriquece la composición, una instrumentación efectiva dentro de su convencionalismo, un apoteósico tramo final, y una curiosa ambivalencia en su letra, que no se sabe si defiende o cosifica a las mujeres. "Players and Losers" es el primero de esos dos temas adicionales que enriquecen la versión deluze, algo que queda patente desde el singular arpegio de no se sabe muy bien qué instrumento, pero que lleva el ritmo sin necesidad apenas de otra clase de percusión. Una vez más disfrutamos de otra bonita composición de principio a fin. Un detalle adicional a su favor es el juego de voces deconstruidas y sampleadas que arropan su estribillo y parte de las estrofas. Pero la joya que, junto con "Into Gold", encierra el álbum en mi opinión es un "Keep On Dreaming" al que sólo el exceso de celo por no salirse de la línea estilística principal puede explicar su exclusión del tracklist estándar. Un ejercicio coral de optimismo, luminoso de principio a fin, con un precioso teclado que interpreta un arpegio de puro house, una percusión sencillísima a base de un bombo que se basta y se sobra para llevar el ritmo, y un estribillo en notas altas absolutamente pegadizo como principales bazas. Sólo le falta terminar de explotar en su tramo final para haberse convertido en uno de los temas de cabecera de la banda. Por último, el tercer añadido de la edición deluxe es la versión demo de "House". Que aparte de interesante como curiosidad, llama la atención por lo elaborada de su instrumentación para tratarse de una demo: hasta muchas de las frases de Reid están dobladas con una reverberación precisa, que no se obtiene precisamente en una primera toma. Y que cierra así el álbum de la misma forma que lo abría.
Al final llama la atención cómo ese pequeño paso al frente termina por hacer justicia a una de las bandas más injustamente infravaloradas hasta ahora del panorama musical contemporáneo. Porque desde hace años sabemos que se trata de tres excelentes instrumentistas, con una vocalista maravillosa en su registro, y una ambición por crear temas de un pop barroco e intemporal que prime la calidad por encima de cualquier otra consideración. Algo que se les ha venido reconociendo en su país de origen, donde todos sus álbumes han alcanzado al menos el Top 3, incluido este "The Greatest Love" que los ha acercado aunque sea tímidamente a sonidos más actuales. Me imagino que este pequeño paso adelante en su registro no pasará de una curiosidad en su próxima entrega, viendo el poco protagonismo que le han conferido al mismo. En todo caso, mientras que mantengan su talento creativo y su gusto por la música con mayúsculas al margen de modas, seguirán siendo absolutamente recomendables. Aun cuando no siempre apetezca escucharlos.
Eso sí, como habrán visto al comienzo, la reseña de hoy se refiere a la edición deluxe de "The Greatest Love". Pues es precisamente en los dos temas adicionales que contiene donde más arriesga el trío, no tanto en lo musical como en la búsqueda de otras emociones que no suelen surgir en la mayoría de esas canciones. Y es ese acercamiento al pop luminoso, a los ritmos ligeramente bailables, a las texturas más electrónicas, lo que oxigena el conjunto y lo hace apto para múltiples escuchas independientemente de nuestro estado ánimo. Aunque claro, como imaginan los temas extra se encuentran justo al final de la edición "estándar", por lo que para llegar a esa amplitud de miras hay que atravesar otras diez canciones que individualmente son irreprochables, pero que se pueden hacer un poco cuesta arriba; habría sido mucho mejor que estuvieran entremezcladas con el resto de temas.
"House" es el tema que abre el disco, y también su indiscutible momento estrella, pues fue escogido como primer sencillo. Con respecto a entregas anteriores del trío, este reencuentro mantiene intacta su personalidad, pero potencia la componente electrónica, con ese ritmo de drum & bass que consiguen acomodar con el arpegio de guitarra acústica del estribillo, en un saludable ejercicio de contemporaneidad. De hecho, en sus calmadas estrofas también hay espacio para efectos y teclados juguetones. El estribillo es notable; la etérea parte nueva en tonas altas, meritoria, los giros en la melodía en las repeticiones finales del estribillo, evidencias de lo elaborada que está la composición, y la interpretación del trío, tan solvente como acostumbra: una gran canción. "Fakest Bitch", segundo corte y cuarto sencillo, prosigue en su habitual senda intimista y melódica, pero es más conservadora en su interpretación, sustentada en la guitarra acústica de Dan Rothman y el piano de Dot Major. A lo largo del tema encontramos algún instrumento más (en esencia teclados reposados que llevan los acordes), pero al final todo depende, como de costumbre, de su trabajada composición (una larga estrofa, un puente claramente separado, un estribillo melancólico y una parte nueva en una progresión armónica diferente). Que vuelve a ser meritoria, pero que evoca una calma que hace que empiecen a aparecer los inconvenientes a los que aludía al principio. "You And I" es su último sencillo hasta la fecha, y vuelve a ser una canción notable, aunque en un registro demasiado parecido a su predecesora. A paliar la similitud entre ambas ayuda algún sampling esporádico y un teclado juguetón de original arpegio. El resto es tan efectivo como conocido: batería acústica, la steel guitar de Rothman, y una sección de cuerda muy presente, con protagonismo especial en la parte nueva. Afortunadamente la composición vuelve a ser intechable, y el cambio en la progresión armónica de la segunda mitad de su estribillo, el más llamativo detalle de esa brillantez compositiva.
Al menos "LA", su cuarto corte, arranca con una caja de ritmos y unos teclados más originales que sus dos predecesoras. Pero la propuesta vuelve a ser la misma: pausa, profundidad, elegancia, brillantez interpretativa, sección de cuerda... Una vez más la composición vuelve a ser lo mejor de la canción, junto a la forma en la que Hannah Reid se desdobla la voz en múltiples tomas hasta lograr un resultado espectacular, y al tramo instrumental final, en el que el productor Tim Bran se luce a la hora de crear una atmósfera ominosa. Curiosamente las alusiones a la ciudad de Los Ángeles de su letra no caen en tópicos californianos, sino que nos cuentan el estado del ánimo del trío tras pasar unos días allí. "Ordinary Life" podría haber sido perfectamente otro sencillo escogido por su refinamiento y su calidad, pero incide en ese hándicap al que me refería antes: lo que propone es muy similar a lo de casi todas sus predecesoras. Además, aquí el estribillo no es tan destacable (más allá del cambio en la progresión armónica y el sintetizador que contrasta con la guitarra y la sección de cuerda), pero las estrofas y el puente sí que destacan por sí mismas. "Santa Fe" vuelve a inspirarse en otra ciudad del Oeste de Estados Unidos y vuelve a proponernos otro momento reposado, con un interesante arpegio de guitarra y un teclado cuyas notas en los tramos instrumentales seguramente les recordarán al de los afiladores que hasta hace poco aún recorrían pueblos y ciudades de España. Las estrofas me parecen fantásticas; el estribillo, agradable sin más. Y la propuesta, pues más de lo mismo.
"Kind of Man", séptimo corte, se construye sobre un arpegio de guitarra de Rothman efectivo pero que puede terminar cansando tras tantas repeticiones en estrofas y estribillos (es seguramente la progresión armónica más floja del álbum), por lo que resulta extraño que fuera escogida como uno de los momentos álgidos del disco. La batería de Major, con su ritmo sincopado, es la pequeña nota de originalidad que ofrece el tema, si bien en directo Reid altera un tanto la interpretación vocal y la hace crecer en cierta medida. "Rescue", con el omnipresente piano de Major aderezado desde el mismo comienzos por efectos sonoros, por fin altera un poco la propuesta con un tempo un poquito más alto y una programación más moderna. Aunque se trata de una de las composiciones menos inspiradas del disco: no en sus estrofas, largas y trabajadas, sino en un estribillo que es simplemente una secuencia tras otra de "na na nas" sin más sustancia; algo que su parte nueva, de las más livianas del disco, tampoco termina de contrarrestar. Sea por esa simpleza o porque el tema lo merece, el caso es que cuando por fin llega "Into Gold" el subidón es inevitable. Noveno corte y tercer sencillo, además del tema más largo de la colección, no es que su propuesta sea radicalmente diferente. Pero sí que la desolación que traslada la excelente interpretación vocal de Reid se apoya desde el mismo comienzo en un sintetizador "lead" más que en el tradicional piano. Y cuando su formidable estribillo en notas altas es remachado por loops vocales distorsionados, ya sí que nos convencemos de que esta vez el trío sí que va en serio a por esos nuevos sonidos. El bombo de la segunda estrofa confirma un tempo más alto, y su segundo estribillo sin percusión ya anuncia un crescendo que arranca con el sintetizador más estridente de todo el álbum. Lo que sigue es más de un minuto instrumental apto para bailar gracias a un colchón sonoro que hace guiños a algunos de los mejores hallazgos de la música techno. Aunque sin perder ni un ápice de su personalidad.
La edición estándar la cierra "The Greatest Love", el tema que da título al álbum. Y que, ahora sí que procede, ralentiza de nuevo el tempo y nos propone una balada con tintes épicos que no desentonaría en el repertorio de Florence + The Machine. De nuevo asistimos a una estupenda interpretación de Reid, un cambio de tonalidad entre medias de su segunda estrofa que enriquece la composición, una instrumentación efectiva dentro de su convencionalismo, un apoteósico tramo final, y una curiosa ambivalencia en su letra, que no se sabe si defiende o cosifica a las mujeres. "Players and Losers" es el primero de esos dos temas adicionales que enriquecen la versión deluze, algo que queda patente desde el singular arpegio de no se sabe muy bien qué instrumento, pero que lleva el ritmo sin necesidad apenas de otra clase de percusión. Una vez más disfrutamos de otra bonita composición de principio a fin. Un detalle adicional a su favor es el juego de voces deconstruidas y sampleadas que arropan su estribillo y parte de las estrofas. Pero la joya que, junto con "Into Gold", encierra el álbum en mi opinión es un "Keep On Dreaming" al que sólo el exceso de celo por no salirse de la línea estilística principal puede explicar su exclusión del tracklist estándar. Un ejercicio coral de optimismo, luminoso de principio a fin, con un precioso teclado que interpreta un arpegio de puro house, una percusión sencillísima a base de un bombo que se basta y se sobra para llevar el ritmo, y un estribillo en notas altas absolutamente pegadizo como principales bazas. Sólo le falta terminar de explotar en su tramo final para haberse convertido en uno de los temas de cabecera de la banda. Por último, el tercer añadido de la edición deluxe es la versión demo de "House". Que aparte de interesante como curiosidad, llama la atención por lo elaborada de su instrumentación para tratarse de una demo: hasta muchas de las frases de Reid están dobladas con una reverberación precisa, que no se obtiene precisamente en una primera toma. Y que cierra así el álbum de la misma forma que lo abría.
Al final llama la atención cómo ese pequeño paso al frente termina por hacer justicia a una de las bandas más injustamente infravaloradas hasta ahora del panorama musical contemporáneo. Porque desde hace años sabemos que se trata de tres excelentes instrumentistas, con una vocalista maravillosa en su registro, y una ambición por crear temas de un pop barroco e intemporal que prime la calidad por encima de cualquier otra consideración. Algo que se les ha venido reconociendo en su país de origen, donde todos sus álbumes han alcanzado al menos el Top 3, incluido este "The Greatest Love" que los ha acercado aunque sea tímidamente a sonidos más actuales. Me imagino que este pequeño paso adelante en su registro no pasará de una curiosidad en su próxima entrega, viendo el poco protagonismo que le han conferido al mismo. En todo caso, mientras que mantengan su talento creativo y su gusto por la música con mayúsculas al margen de modas, seguirán siendo absolutamente recomendables. Aun cuando no siempre apetezca escucharlos.
martes, 24 de diciembre de 2024
Rüfüs Du Sol - "Inhale/Exhale" (2024)
Hoy les traigo una nueva reseña de una de las bandas habituales de este humilde blog. Se trata del trío australiano Rüfüs Du Sol (hasta hace unos años conocido simplemente como Rüfüs), que han regresado hace unas semanas a la actualidad con el que es ya su quinto álbum de estudio: "Inhale/Exhale". Tres años han transcurrido desde ese "Surrender" (2021) que se enmarcaba una vez más en sus patrones habituales: personalidad musical marcada, buen nivel medio de sus canciones, homogeneidad estilística (algo más de lo deseable), y algún que otro momento estelar. Algo a lo que ya nos tienen acostumbrados los de Sydney, y que los sencillos que fueron anticipando esta nueva entrega se encargaron de refrendar de nuevo. La novedad en este caso hubo que buscarla en el tracklist que dieron a conocer semanas antes de la publicación del álbum: nada menos que quince canciones y casi una hora de música, su disco más largo con diferencia hasta la fecha. La pregunta que surgió entonces era inevitable: ¿habían dado estos tres años para ese derroche creativo, o simplemente se habían mostrado menos exigentes a la hora de seleccionar los entre nueve y once temas que componían cada uno de sus álbumes anteriores?
Pues la respuesta admite tanto un sí como un no. Porque es cierto que hay más momentos álgidos que en otras entregas de la banda, e incluso dos o tres canciones con una mayor variedad estilística que en cualquiera de ellas. Pero para bien o para mal, siguen fieles a ese sonido tan acusadamente homogéneo que tiende a perjudicarles en álbumes completos, y la sensación de que hay la inspiración no ha estado siempre al mismo nivel se hace presente en su segunda mitad. Por lo cual el disco vuelve a ser una baza segura para quienes gusten de su pop-dance elegante y bien instrumentado, pero no llega a dar el aldabonazo que seguramente ellos esperaban (de hecho, a nivel ventas se trata de su disco más flojo hasta la fecha, no ha subido del Top 3 en su país de origen, cuando son uno de los grupos más populares por aquellos lares). En todo caso, sus quince cortes presentan un balance claramente favorable, y dan para un análisis pormenorizado.
Podría pensarse que el tema de inicio, "Inhale", de menos de dos minutos y con un mensaje que claramente pretende dar comienzo a la experiencia sonora, es poco más que una intro. Sin embargo, se trata de una excelente composición, oscura y envolvente, con su estrofa y su estribillo claramente diferenciados. Tanto, que da rabia que los de Sydney no se hayan decidido a convertirlo en una canción completa, agregándole su ritmo cuaternario y sus crescendos, porque sin duda lo merece. Afortunadamente, el corte que le sigue, "Lately", también segundo sencillo, es otro momento notable: también oscuro, también envolvente, también tarda hasta casi el final del primer estribillo en entrar su batería. Pero el sintetizador infeccioso de su estribillo ya nos había embaucado, así como los efectos de la percusión electrónica que van adornando la segunda estrofa. No hay parte nueva, pero el tramo instrumental casi desnudo, con protagonismo especial para el sampling femenino, que prepara el crescendo para las repeticiones finales del estribillo, está logrado. Si bien el tema no termina de crecer todo lo que apuntaba, quizá por lo limitado de su estribillo. El comienzo de "Breathe" es excelente, con ese sintetizador en cascada que da paso a otro más discreto que lleva los acordes, y justo después a la voz de Tyrone Lindqvist. De nuevo un tema "marca de la casa", sus continuas paradas, sus teclados chirriantes y sus efectivos crescendos lo convierten en un potencial candidato a quinto sencillo, aun cuando es cierto que su estribillo peca de excesivamente simple. A continuación nos encontramos con el sencillo que anticipó el álbum: "Music Is Better" son cuatro minutos de puro hedonismo y un vídeo-clip mareante, ahora sí con un estribillo más elaborado, pero que desgraciadamente los australianos se encargan de repetir más de la cuenta. No se olvidan, por supuesto, de su habitual carrusel de instrumentos que van y vienen, pero esa repetición excesiva de los estribillos, y una letra excesivamente simple, se antojan innegables indicios de que para tratarse del supuesto tema estrella del álbum, se queda un poco corto.
Más meritorio me parece "Levitating", quinto corte y uno de los momentos álgidos de "Inhale/Exhale". En esta ocasión, el trío baja el tempo, recurre a otro sampling muy adecuado (coral en este caso), aumenta el tenebrismo con una singular percusión que rehúye del tradicional ritmo cuaternario (hasta redobles encontramos antes de la repetición final del estribillo), y remata el conjunto con un Lindqvist que fuerza la voz al máximo en una compleja melodía de notas altas. El balsámico teclado que aparece en la segunda estrofa, tan meritorio que parece casi una guitarra, confirma que los australianos también saben explorar nuevos terrenos, si parten, como es el caso, de una buena composición, y tienen claro a dónde la quieren llevar. El festival continúa con "Break My Love", que deja atrás experimentos y se erige probablemente en la mejor canción del disco. Sabiamente elegida como tercer sencillo, una vez más es el sampling con el que arranca y que la vertebra la evidencia de que el trío opta habitualmente por pocos instrumentos y sonidos para sus canciones, pero los escoge certeramente. Bailable y refinado, sus estrofas son de las mejores que los australianos han compuesto jamás. Y la habilidad con la que preparan el terreno para su disfrutable estribillo, más que notable. Además, por fin nos ofrecen una parte nueva diferente, aunque en realidad no alteran la progresión armónica. Solamente la letra peca, como en otras ocasiones, de sencilla para lo que el resto del tema propone. "In The Moment", séptimo corte, retoma tímidamente esa senda experimental ya mencionada, pero sin dejar de lado el pop bailable y cantable que les caracteriza. Empezando por una progresión armónica que, si se fijan, en su comienzo y estrofas recordará a algunos de los giros de nuestro flamenco. Pero su estribillo ya es un puro llenapistas, sirviéndose de un teclado preeminente que recordará a los sonidos de los DJs más comerciales. La típica parada para coger fuerzas se sale de lo habitual en el trío gracias a ese sampling de voces femeninas negras que le añaden, y que hace que el tema crezca lo suficiente hasta el final. Por desgracia, tras estos siete temas entre lo notable y lo sobresaliente, llega el primer tema menor del disco: "New York" es una canción bastante lenta, lo que por sí no es malo, pero sigue sonando a Rüfüs gracias a esa percusión de factoría industrial y a ese arpegio de teclado que es casi un nenúfar que irán distorsionando a gusto. La melodía es agradable y suficientemente elaborada, los coros femeninos ("I see the ligth in your eyes..."), reparadores, y la intención de adentrarse en otros terrenos, innegable. Pero el resultado evidencia que estos registros no son los mejores para los australianos. Y menos cuando deciden ubicar una canción así justo en el ecuador del álbum.
Aunque con "The Life" recuperan tempo y estilo, el resto del álbum ya no es igual de meritorio que su primera mitad. La atmósfera envolvente, casi espacial en este caso, sigue ahí, así como las percusiones abundantes, la melodía de notas altas, el sampling hacia la mitad del tema... Todo es reconocible. Pero el ritmo cuaternario, escaso de bombo, hace que la canción no se decante entre un momento intimista para nuestro dormitorio o un trallazo para nuestra pista de baile, y la cosa se queda en un correcto término medio (a pesar de que compositivamente es uno de los momentos más trabajados). "Pressure" está más definida, y por tanto resulta más lograda. Tanto, que recientemente ha sido escogida como cuarto sencillo. Una melodía de frases larguísimas en las estrofas (poniendo a prueba la capacidad pulmonar de Lindqvist), y una guitarra rítmica en el estribillo tan distorsionada que parece un sintetizador, son los elementos más singulares de otra buena canción, presidida por esa oscuridad creciente tan característica, y al mismo tiempo tan poco original, en un tema al que le sobra algo de minutaje. "Fire / Desire" es otra de esas canciones de los australianos que podrían pertenecer a cualquier disco y que podríamos haber escuchado ya decenas de veces con anterioridad. Todo correcto, todo disfrutable... todo previsible... hasta ese ritmo tan poco contundente que juega en su contra. "Edge of the Earth" se mueve por territorios muy similares a la anterior, pero ofrece un estribillo en falsete deudor de la época de la música disco, que marida sorprendetemente bien con las atmósferas expansivas y los teclados sintéticos del trío. La steel guitar que rellena su espartana parte media también le añade algo de singularidad, y el sencillo ritmo binario potencia sus virtudes, en lo que para mí constituye el último momento notable del disco.
Porque "Standing at the Gates", décimo tercer corte, es meritorio desde el punto de vista exploratorio: un momento reposado hasta el extremo de contar con una viola en sus escuetas estrofas, original en una percusión electrónica que se sale de los ritmos convencionales, y delicada gracias a ese teclado líquido que hace las veces de piano de cola en esta balada futurista. Pero nuevamente demuestra que los australianos tienen tablas para salir airosos de este tipo de probaturas, pero no es el registro en el que dan lo mejor de sí mismos, y el conjunto resulta un tanto anodino. "Belong", penúltimo corte, ahora sí con toda una sección de cuerda desde el comienzo, es la canción más larga del álbum, un curioso intento de casar clasicismo musical con un arpegio de bajo sintetizado propio de la música de baile de los noventa. Saludable desde el punto de vista experimental, no tanto desde un resultado al que le falta cierta continuidad a lo largo de su extensión, y que no aporta la originalidad suficiente como para resultar disfrutable por sí misma a estas alturas del disco (aunque seguramente si figurara, por ejemplo, en lugar de "Music Is Better", recibiría mayores elogios). Y "Exhale" pone el cierre con una progresión armónica curiosamente colorista y la mayor cantidad de efectos sobre la voz de Lindqvist, cambiada de tono y postprocesada para luego superponerla a la original. En lo que de nuevo constituye un intento de lograr una mayor originalidad en su sonido, pero que nuevamente queda en tierra de nadie, pues ni funciona en la pista de baile ni sube el ánimo en una lluviosa tarde de otoño, dejando finalmente un sabor de boca menos bueno del que deberían estos quince cortes.
Y es que no hay que olvidar que en "Inhale/Exhale" hay nada menos que nueve o diez momentos que merecen reconocimiento. Y eso es más que en cualquier otro álbum suyo, desde luego más que en la inmensa mayoría de álbumes actuales, y algo no demasiado habitual en artistas cuya trayectoria ya es lo suficientemente extensa. El problema es la aparente repetición en la fórmula: incluso aunque los samplings estén muy bien escogidos, aunque las percusiones se intenten adecuar a cada composición, aunque cada tema posea sus propios sonidos sintetizados... Todo termina por sonar parecido, y los esfuerzos por introducir cierta experimentación no terminan de cuajar en la mayoría de los casos, por lo que el supuesto derroche creativo de esta quinta entrega queda diluido. Además, falta un tema de postín que tire de todo el conjunto, y la sensación predominante tras repetidas escuchas es que estamos ante un disco que podría no ser el más reciente de la banda sino cualquiera de los anteriores (más largo y ambicioso, eso sí). Todo lo cual por sí no es malo, ya que se trata de una de las bandas más solventes de la música de baile actual, y sus señas de identidad son un valor seguro al margen de modas. Pero el tiempo de que den el salto a ese grupo de éxito masivo a nivel mundial (a nivel de crítica pero también de público) va pasando y siguen sin alcanzar aquello a lo que parecían aspirar. En todo caso, un álbum recomendable, sobre todo si no se consume en una única sesión.
Pues la respuesta admite tanto un sí como un no. Porque es cierto que hay más momentos álgidos que en otras entregas de la banda, e incluso dos o tres canciones con una mayor variedad estilística que en cualquiera de ellas. Pero para bien o para mal, siguen fieles a ese sonido tan acusadamente homogéneo que tiende a perjudicarles en álbumes completos, y la sensación de que hay la inspiración no ha estado siempre al mismo nivel se hace presente en su segunda mitad. Por lo cual el disco vuelve a ser una baza segura para quienes gusten de su pop-dance elegante y bien instrumentado, pero no llega a dar el aldabonazo que seguramente ellos esperaban (de hecho, a nivel ventas se trata de su disco más flojo hasta la fecha, no ha subido del Top 3 en su país de origen, cuando son uno de los grupos más populares por aquellos lares). En todo caso, sus quince cortes presentan un balance claramente favorable, y dan para un análisis pormenorizado.
Podría pensarse que el tema de inicio, "Inhale", de menos de dos minutos y con un mensaje que claramente pretende dar comienzo a la experiencia sonora, es poco más que una intro. Sin embargo, se trata de una excelente composición, oscura y envolvente, con su estrofa y su estribillo claramente diferenciados. Tanto, que da rabia que los de Sydney no se hayan decidido a convertirlo en una canción completa, agregándole su ritmo cuaternario y sus crescendos, porque sin duda lo merece. Afortunadamente, el corte que le sigue, "Lately", también segundo sencillo, es otro momento notable: también oscuro, también envolvente, también tarda hasta casi el final del primer estribillo en entrar su batería. Pero el sintetizador infeccioso de su estribillo ya nos había embaucado, así como los efectos de la percusión electrónica que van adornando la segunda estrofa. No hay parte nueva, pero el tramo instrumental casi desnudo, con protagonismo especial para el sampling femenino, que prepara el crescendo para las repeticiones finales del estribillo, está logrado. Si bien el tema no termina de crecer todo lo que apuntaba, quizá por lo limitado de su estribillo. El comienzo de "Breathe" es excelente, con ese sintetizador en cascada que da paso a otro más discreto que lleva los acordes, y justo después a la voz de Tyrone Lindqvist. De nuevo un tema "marca de la casa", sus continuas paradas, sus teclados chirriantes y sus efectivos crescendos lo convierten en un potencial candidato a quinto sencillo, aun cuando es cierto que su estribillo peca de excesivamente simple. A continuación nos encontramos con el sencillo que anticipó el álbum: "Music Is Better" son cuatro minutos de puro hedonismo y un vídeo-clip mareante, ahora sí con un estribillo más elaborado, pero que desgraciadamente los australianos se encargan de repetir más de la cuenta. No se olvidan, por supuesto, de su habitual carrusel de instrumentos que van y vienen, pero esa repetición excesiva de los estribillos, y una letra excesivamente simple, se antojan innegables indicios de que para tratarse del supuesto tema estrella del álbum, se queda un poco corto.
Más meritorio me parece "Levitating", quinto corte y uno de los momentos álgidos de "Inhale/Exhale". En esta ocasión, el trío baja el tempo, recurre a otro sampling muy adecuado (coral en este caso), aumenta el tenebrismo con una singular percusión que rehúye del tradicional ritmo cuaternario (hasta redobles encontramos antes de la repetición final del estribillo), y remata el conjunto con un Lindqvist que fuerza la voz al máximo en una compleja melodía de notas altas. El balsámico teclado que aparece en la segunda estrofa, tan meritorio que parece casi una guitarra, confirma que los australianos también saben explorar nuevos terrenos, si parten, como es el caso, de una buena composición, y tienen claro a dónde la quieren llevar. El festival continúa con "Break My Love", que deja atrás experimentos y se erige probablemente en la mejor canción del disco. Sabiamente elegida como tercer sencillo, una vez más es el sampling con el que arranca y que la vertebra la evidencia de que el trío opta habitualmente por pocos instrumentos y sonidos para sus canciones, pero los escoge certeramente. Bailable y refinado, sus estrofas son de las mejores que los australianos han compuesto jamás. Y la habilidad con la que preparan el terreno para su disfrutable estribillo, más que notable. Además, por fin nos ofrecen una parte nueva diferente, aunque en realidad no alteran la progresión armónica. Solamente la letra peca, como en otras ocasiones, de sencilla para lo que el resto del tema propone. "In The Moment", séptimo corte, retoma tímidamente esa senda experimental ya mencionada, pero sin dejar de lado el pop bailable y cantable que les caracteriza. Empezando por una progresión armónica que, si se fijan, en su comienzo y estrofas recordará a algunos de los giros de nuestro flamenco. Pero su estribillo ya es un puro llenapistas, sirviéndose de un teclado preeminente que recordará a los sonidos de los DJs más comerciales. La típica parada para coger fuerzas se sale de lo habitual en el trío gracias a ese sampling de voces femeninas negras que le añaden, y que hace que el tema crezca lo suficiente hasta el final. Por desgracia, tras estos siete temas entre lo notable y lo sobresaliente, llega el primer tema menor del disco: "New York" es una canción bastante lenta, lo que por sí no es malo, pero sigue sonando a Rüfüs gracias a esa percusión de factoría industrial y a ese arpegio de teclado que es casi un nenúfar que irán distorsionando a gusto. La melodía es agradable y suficientemente elaborada, los coros femeninos ("I see the ligth in your eyes..."), reparadores, y la intención de adentrarse en otros terrenos, innegable. Pero el resultado evidencia que estos registros no son los mejores para los australianos. Y menos cuando deciden ubicar una canción así justo en el ecuador del álbum.
Aunque con "The Life" recuperan tempo y estilo, el resto del álbum ya no es igual de meritorio que su primera mitad. La atmósfera envolvente, casi espacial en este caso, sigue ahí, así como las percusiones abundantes, la melodía de notas altas, el sampling hacia la mitad del tema... Todo es reconocible. Pero el ritmo cuaternario, escaso de bombo, hace que la canción no se decante entre un momento intimista para nuestro dormitorio o un trallazo para nuestra pista de baile, y la cosa se queda en un correcto término medio (a pesar de que compositivamente es uno de los momentos más trabajados). "Pressure" está más definida, y por tanto resulta más lograda. Tanto, que recientemente ha sido escogida como cuarto sencillo. Una melodía de frases larguísimas en las estrofas (poniendo a prueba la capacidad pulmonar de Lindqvist), y una guitarra rítmica en el estribillo tan distorsionada que parece un sintetizador, son los elementos más singulares de otra buena canción, presidida por esa oscuridad creciente tan característica, y al mismo tiempo tan poco original, en un tema al que le sobra algo de minutaje. "Fire / Desire" es otra de esas canciones de los australianos que podrían pertenecer a cualquier disco y que podríamos haber escuchado ya decenas de veces con anterioridad. Todo correcto, todo disfrutable... todo previsible... hasta ese ritmo tan poco contundente que juega en su contra. "Edge of the Earth" se mueve por territorios muy similares a la anterior, pero ofrece un estribillo en falsete deudor de la época de la música disco, que marida sorprendetemente bien con las atmósferas expansivas y los teclados sintéticos del trío. La steel guitar que rellena su espartana parte media también le añade algo de singularidad, y el sencillo ritmo binario potencia sus virtudes, en lo que para mí constituye el último momento notable del disco.
Porque "Standing at the Gates", décimo tercer corte, es meritorio desde el punto de vista exploratorio: un momento reposado hasta el extremo de contar con una viola en sus escuetas estrofas, original en una percusión electrónica que se sale de los ritmos convencionales, y delicada gracias a ese teclado líquido que hace las veces de piano de cola en esta balada futurista. Pero nuevamente demuestra que los australianos tienen tablas para salir airosos de este tipo de probaturas, pero no es el registro en el que dan lo mejor de sí mismos, y el conjunto resulta un tanto anodino. "Belong", penúltimo corte, ahora sí con toda una sección de cuerda desde el comienzo, es la canción más larga del álbum, un curioso intento de casar clasicismo musical con un arpegio de bajo sintetizado propio de la música de baile de los noventa. Saludable desde el punto de vista experimental, no tanto desde un resultado al que le falta cierta continuidad a lo largo de su extensión, y que no aporta la originalidad suficiente como para resultar disfrutable por sí misma a estas alturas del disco (aunque seguramente si figurara, por ejemplo, en lugar de "Music Is Better", recibiría mayores elogios). Y "Exhale" pone el cierre con una progresión armónica curiosamente colorista y la mayor cantidad de efectos sobre la voz de Lindqvist, cambiada de tono y postprocesada para luego superponerla a la original. En lo que de nuevo constituye un intento de lograr una mayor originalidad en su sonido, pero que nuevamente queda en tierra de nadie, pues ni funciona en la pista de baile ni sube el ánimo en una lluviosa tarde de otoño, dejando finalmente un sabor de boca menos bueno del que deberían estos quince cortes.
Y es que no hay que olvidar que en "Inhale/Exhale" hay nada menos que nueve o diez momentos que merecen reconocimiento. Y eso es más que en cualquier otro álbum suyo, desde luego más que en la inmensa mayoría de álbumes actuales, y algo no demasiado habitual en artistas cuya trayectoria ya es lo suficientemente extensa. El problema es la aparente repetición en la fórmula: incluso aunque los samplings estén muy bien escogidos, aunque las percusiones se intenten adecuar a cada composición, aunque cada tema posea sus propios sonidos sintetizados... Todo termina por sonar parecido, y los esfuerzos por introducir cierta experimentación no terminan de cuajar en la mayoría de los casos, por lo que el supuesto derroche creativo de esta quinta entrega queda diluido. Además, falta un tema de postín que tire de todo el conjunto, y la sensación predominante tras repetidas escuchas es que estamos ante un disco que podría no ser el más reciente de la banda sino cualquiera de los anteriores (más largo y ambicioso, eso sí). Todo lo cual por sí no es malo, ya que se trata de una de las bandas más solventes de la música de baile actual, y sus señas de identidad son un valor seguro al margen de modas. Pero el tiempo de que den el salto a ese grupo de éxito masivo a nivel mundial (a nivel de crítica pero también de público) va pasando y siguen sin alcanzar aquello a lo que parecían aspirar. En todo caso, un álbum recomendable, sobre todo si no se consume en una única sesión.
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