domingo, 19 de mayo de 2024

Black Nail Cabaret - "Chrysanthemum" (2024)

A pesar de todos los años de vigencia, la presente entrada es la primera que voy a dedicar en este blog a un artista de Hungría. Se trata del dúo Black Nail Cabaret, formado por la cantante Emese Arvai-Illes y el teclista Krisztian Arvai. Una banda que cuenta con una dilatada trayectoria (eliminando EPs y álbumes de versiones y colaboraciones, van ya por su sexto álbum de estudio en quince años de carrera), pero que en su última entrega creo que han dado por fin el salto de interés que llevaban tiempo apuntando. Porque aunque desde sus inicios han sido unos claros exponentes de lo que en inglés se denomina dark pop (ese pop oscuro con influencias góticas y siniestras pero que no reniega de la electrónica), la poderosa voz a contracorriente de Arvai-Illes y su estética un tanto cruda (hasta incómoda) les han conferido personalidad pero restado pegada a nivel internacional. Y aunque musicalmente se intuía el talento en sus composiciones, a menudo se decantaban por la contundencia, el ruidismo, e incluso largos pasajes fundamentalmente monocordes, cuando se apreciaba que podían ir mucho más allá. Tal era el caso de "Satisfaction", el primero de sus temas en el que me fijé, y sobre todo de "Therapy", de su álbum "Dichromat", el que para mí era hasta ahora su mejor canción (y una de sus más populares, tan oscura y contundente como cabría esperar, pero también melódica y tarareable). Con este "Chrysanthemum" el dúo por fin se han abierto a dejar más espacio a la musicalidad, y ello ha redundado en un disco apto para otros perfiles de público. Pero no sólo eso, porque entre sus once canciones hay momentos para expandir su propuesta, que abarcan desde el techno centroeuropeo hasta el pop de guitarras, en un saludable ejercicio estilístico que no les resta personalidad, y que se sostiene sobre un puñado de composiciones notables. En lo que para mí constituye sin duda la madurez de su propuesta, y el refrendo de que quienes llevábamos años atentos a su evolución no estábamos equivocados.

El disco lo abre "My Home Is Empty" con un colchón de sintetizadores y efectos típico de Arvai, y la voz poderosa de Arvai-Illes, confirmando desde los primeros segundos que se trata de ellos a pleno rendimiento. Pero conforme la estrofa avanza podemos apreciar una interesante progresión armónica, y una melodía muy elaborada en sus estrofas siempre cambiantes que desemboca en un estribillo largo y trabajado, que sí da pistas sobre esa mayor musicalidad antes referida. Algo que refrenda el paradójicamente ruidista sintetizador que, pausadamente, llena los espacios entre estrofas y el tramo final. "Autogenic", escogida también como primer sencillo, es también el tema más largo del disco. Y eso a pesar de su tempo más alto, y de que durante su primer minuto parece que van a insistir en su tendencia a limitar melodía y progresiones armónicas. Pero cuando Arvai introduce la caja de la batería programada, y los sintetizadores empiezan a superponerse sin pisarse, confirmamos que la melodía vocal va a alcanzar cotas más altas (de hecho, la canción recuerda por momentos a "Therapy"). Y eso que las estrofas y los intervalos instrumentales son realmente extensos (de hecho, la primera repetición del estribillo llega casi ¡a los cuatro minutos!), pero en absoluto hay asomo de reiteración o aburrimiento. "Totem and Taboo" es casi igual de larga, y le sucede algo similar a la anterior: parece que van a volver a los temas casi monocordes, pero el estribillo explota con un magnetismo incontenible. Aunque en vez de repetirlo, el tema evoluciona hacia una larga y enervante parte nueva que comienza con aquello de "I wish it wasn't my head...", antes de converger a la excelente progresión armónica que sustenta el estribillo. La machacona percusión electrónica, y el pitch alterando el tono de sonidos junto a la voz de Arvai-Illes convierten el tramo final en una auténtica delicia.

"Never Enough", el cuarto corte, sí que empieza con un sonido Black Nail Cabaret de toda la vida, mezclando sintetizadores jugetones y distorsionados y arropándolos con un arpegio de bajo casi siniestro. Pero otra vez el estribillo confiere esa musicalidad que saca al tema de los parámetros y lo lleva a cotas superiores de calidad. Aunque también es cierto que es de las canciones del álbum que menos crece conforme avanza el minutaje, como si en esta oportunidad la producción se hubiera vuelto un tanto rutinaria. "Neurons", con otro comienzo marca de la casa, sí que podría figurar sin problema en cualquiera de los discos anteriores de la banda: un tema netamente bailable, con el ritmo binario marcado con un bombo y una caja muy poderosos en primer plano, y alusiones continuas al dolor. Se trata de un tema válido para desfasar a altas horas de la madrugada, pero ni su propuesta monocorde, ni las frases declamadas de Arvai-Illes, la hacen apta para otras situaciones. "1 mg", una obvia alusión a tratamientos neurológicos a base de pastillas, es un angustioso lento en el que sobre el colchón de sintetizadores de Arvai emerge la, en las estrofas cautivadora, en el estribillo estridente, voz de Arvai-Illes. Aun mejorando la propuesta del tema anterior, adolece de una mayor evolución conforme avanza, y por eso se queda en un término medio correcto pero no descollante. Algo que sí suece con "Darkness is a Friend", elegida en su momento como segundo sencillo: esa guitarra eléctrica rasgada más propia de un tema de punk-rock desde el mismo comienzo ya avisa de que estamos ante algo diferente de lo habitual en la banda. Como en seguida confirman la única batería real del álbum y unos más que interesantes arpegios de guitarra en el estribillo. Pero el dúo permanece plenamente reconocible: la primera y la segunda estrofa son tan oscuras como diferentes entre sí, los coros que Arvai-Illes crea a base de repeticiones post-procesadas de su voz encajan perfectamente con ese sonido menos electrónico, y un efectivo estribillo remata este saludable ejercicio de estilo.

El último tercio del álbum lo abre la brillante "Godspeed": una balada en toda regla, inusualmente desnuda al comienzo, nos ofrece la mejor interpretación vocal del disco, con notas que van subiendo conforme avanza la estrofa y un estribillo melódico y excelentemente producido, llenando todo el espectro de manera impecable. Y aquí esa coda altiva y elaborada, que en el fondo utiliza la misma progresión armónica de las estrofas, sí hace crecer la composición hasta el final. "Roadtrip" es un medio tiempo en el que al comienzo Arvai-Illes tiene que entrar sin ningún instrumento que le proporcione una referencia armónica, la primera de las muchas complejidades que supera este tema, uno de mis favoritos del disco. Su original letra, incluso con referencias a Jesucristo en el asiento trasero de su automóvil, es otra de ellas. Y la forma como evitan la esperada repetición del segundo estribillo con ese "Learning To Love" sorpresa, para enriquecer la composición, una más. Su apoteósica parte nueva a dos voces, sobre un piano real, es el perfecto contrapunto acústico con el que cerrar tanta intensidad electrónica. El penúltimo corte, "Teach Me How To Techno", de explícito título, ha sido hace sólo unos días escogida como tercer sencillo. Y es un experimento un tanto arriesgado por llevar su sonido a extremos más crudos y contundentes que nunca hasta ahora, del que salen claramente más airosos que en "Neurons", porque aquí sí parten como base de una composición completa, con una progresión armónica sencilla pero eficaz, y una elaborada melodía vocal en sus estrofas que no desentona con su casi declamado estribillo. Además, su evocadora parte nueva ("This is not a prison, this is a monastery"), y el juguetón sintetizador sobre las cuerdas sintetizadas, nos transportan irremisiblemente a algunas de las mejores discotecas de Budapest. Tras esta nueva expansión de su sonido, el disco lo cierra "Faceless Boy", una balada de instrumentación tan singular como cabría esperar en la banda, pero con la melodía menos oscura de todo el disco. No es una mala canción, pero la altivez interpretativa de Arvai-Illes no termina de casar con lo que la música pretende evocar, incluso aunque a mitad del tema Arvai la desnude y cambie incluso la tonalidad. Con lo cual se disfrutan más los tramos instrumentales que los cantados, y como cierre funciona sólo a medias.

Este pormenorizado recorrido evidencia que "Chrysanthemum" no es un álbum plenamente redondo, pero sí lo suficientemente meritorio como para merecer una reseña en este humilde blog. Sigo pensando que la estética y la provocación que acompañan a Emese Arvai-Illes juega en su contra y hacen que muchos se fijen más en ella que en su música. Y es una pena, porque aunque en sus comienzos sin duda ambos ingredientes eran tan esenciales como sus canciones, ahora éstas han subido de nivel y merecen atención por sí mismas. Lo que no sé determinar es si este crecimiento musical ha sido consciente, o sólo la consecuencia de una fase de composición un poco más inspirada que de costumbre y de ganas de probar cosas nuevas en el estudio. Por lo que no me atrevo anticipar si su siguiente entrega rayara a la misma altura, o volverá a los correctos pero minoritarios Black Nail Cabaret de siempre. Veremos.

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