Tras nada menos que siete años de silencio, el pasado mes de Abril fue publicado "Stereo Mind Game", el tercer álbum del trío británico Daughter. Un disco que nunca estuve seguro de poder llegar a escuchar algún día, pues la banda parecía desintegrada tras el comienzo en 2018 de la carrera musical en solitario de su vocalista Elena Tonra (bajo el nombre artístico de Ex:Re), y los muchos años de silencio transcurridos desde entonces. Pero aquí está ya el que para mí es, sin duda, su mejor álbum hasta la fecha y, precisamente por eso, el primero que va a merecer una reseña individual en este humilde blog. Un disco que los muestra cada vez más alejados del indie-folk que supuestamente practicaban en sus inicios, aunque su personalidad se mantiene intacta en este tercer disco. Con el añadido de que su creatividad compositiva ha dado un salto notable, y también la originalidad y la valentía a la hora de arreglar y producir esas composiciones que ya apuntaban en sus dos primeros álbumes.
El resultado son doce canciones de un nivel medio muy alto. En su mayor parte de gran sensibilidad, con sentimientos como el fracaso, la auto-destrucción, la melancolía y la esperanza en el futuro como grandes bazas, y con la voz más bien grave y susurrante de Tonra estupendamente acompañada por las cada vez más originales guitarras de Igor Haefeli y las siempre llamativas baterías y percusiones electrónicas de Remi Aguilella. En una propuesta que no busca arrimarse a estilos concretos sino expandirse en busca de una mayor expresividad. Podríamos hablar de un dream-pop de orfebrería electrónica y que no reniega del trip-hop y del folk más contemporáneo, pero limitarnos a eso sería despreciar otros giros y matices. Lo esencial es que, a diferencia de discos anteriores, los aciertos no se limitan a un puñado de temas, sino que abundan prácticamente de principio a fin.
Después de una "Intro" breve y grabada a tan bajo volumen que apenas se escucha, el disco realmente lo abre "Be On Your Way", primer sencillo y seguramente la mejor canción que han creado nunca: un sensible medio tiempo que nos va envolviendo poco a poco conforme los instrumentos van arropando la voz de Tonra. A destacar la sección de cuerda y los teclados en crescendo que rematan cada cuarto compás a partir de la segunda estrofa. La percusión es en sí misma digna de alabanza, y los efectos vocales que preceden a la tercera estrofa, la mejor demostración de que el trío ha apostado por una modernidad bien entendida. La única pega que se le puede poner es que la progresión armónica prácticamente no cambia en los cuatro minutos. Un defecto aplicable también a "Party", tercer corte, segundo sencillo, y también un momentazo incuestionable. Menos etérea y envolvente que su predecesora, su relativamente barroca y acústica instrumentación se adapta perfectamente a su subyugante progresión armónica y a la depresiva interpretación vocal de Tonra, en la cual habla de sus problemas con el alcohol. Además, conforme más guitarras van completando por ambos canales con sus distorsiones y sus arpegios la frase que da título al disco, el tema sigue creciendo. Algo a lo que también contribuye el cambio de la melodía principal, los redobles de batería del tramo final y los dos cortos pero eficaces solos de guitarra. "Dandelion" acelera adecuadamente el tempo, realiza un pequeño giro hacia el folk que tan bien dominan, y ahora sí, cambia de secuencia de acordes entre estrofas y estribillos, construyendo otro momento casi a la altura de los dos anteriores. Una nueva melodía sobre las consecuencias devastadoras de noche y alcohol ayudan a la capacidad evocadora del tema, aunque no tanto como su tramo instrumental con guitarras juguetonas que pueden recordar a los momentos más melancólicos de Death Cab For Cutie.
"Neptune" es el primer tema que baja un poco el nivel, no tanto por su condición de tema lento, sino porque le falta algo más de variación durante su primera mitad. Pero Tonra demuestra que es capaz de cantar subiendo a notas altas, y la forma como van enriqueciendo la composición con efectos que van y vienen, interesante. Pero cuando el trío empieza con las repeticiones de "crowded enough, no light above...", la emoción sube y ya se mantiene alta hasta el final. "Swim back", el siguiente corte, fue escogido hace unos meses como tercer y último sencillo. Los luminosos teclados del comienzo demuestran de nuevo la evolución de la banda, y la contundente sección rítmica los acerca incluso a los momentos más rockeros de artistas como Florence & The Machine. Es cierto que a la melodía de las estrofas les sobra reverberación, que el estribillo es un tanto difícil, y que el tema no crece tanto en su desarrollo como otros, por lo que el resultado no llega al nivel de los dos sencillos anteriores, pero se trata de una canción notable. Aparte de su original título, "Junkmail" nos propone un pop intimista y barroco que a mí me recuerda a los momentos menos aburridos de Kings Of Convenience. Pero la canción resulta un poco monótona estructuralmente, y la melodía de Tonra, demasiado entrecortada. Reconozco que, con su oficio y originalidad a la hora de instrumentarla, el tema llega a buen puerto, pero se trata de uno de los momentos menos brillantes del álbum. Afortunadamente, "Future Lover" limita el pequeño bajón, y para mí es el tercer mejor momento del disco, con su original caja de ritmos, sus texturas distorsionadas, su estribillo claro y definido, unas estrofas preciosas, y un crecimiento instrumental a la altura de muy pocas bandas, con unos arpegios, unas paradas y arrancadas y un bajo realmente meritorios.
"(Missed Calls)" es precisamente eso, cien segundos de spoken word con una instrumentación "Daughter en estado puro", original y extraña a partes iguales. "Isolation", con su sencillo y eficaz arpegio de guitarra acústica y la particular voz de Torna, podría ser un tema de un grupo folk cualquiera, si no fuera por esos detallitos electrónicos que como nenúfares que se mueven sobre el agua, arropan la composición y la llevan a otra dimensión, aunque obviamente sin llegar a los grandes pasajes del disco. El penúltimo corte, "To Rage", es también el penúltimo gran momento. Una originalísima batería, un eficaz bajo en primer plano, dos guitarras, una acústica y otra eléctrica, un teclado que marca constamente los acordes, y la melancólica voz de Tonra, bastan para sustentar unas estrofas plenas de sentimiento. Y aunque por momentos el tema parece que se va a terminar en apenas tres minutos, el apoteósico minuto y medio final pone de manifiesto el excelente momento como instrumentistas del trío. Y el cierre lo pone "Wish I Could Cross the Sea", por supuesto otra buena progresión armónica, con especial protagonismo para los sonidos reproducidos al revés que le sirven de base, logrando una atmósfera de puro trip-hop en el que incluso Elena parece imitar a Beth Gibbons en su parte vocal. El piano y la sección de cuerda de sus sobrecogedores tramos instrumentales son un broche formidable a la vez que una estupenda síntesis de estos cuarenta y cuatro minutos; sólo le falta una melodía un poco más concreta para haber sido otro de los momentos estelares del disco.
Y así se va uno de los sin duda mejores álbumes de lo que llevamos de 2023, con nada menos que ocho momentos recomendables de sus diez canciones completas. Lo cual seguramente ha contribuido a que, a pesar del tiempo transcurrido, el álbum haya logrado una buena acogida en su país, llegando nada menos que al Top 12 como cota más alta. Probablemente más de lo que el trío pretendía, puesto que a lo largo de toda su carrera han antepuesto personalidad y calidad a comercialidad o alineamiento con las modas. El mundo interior de Daughter es cada vez más rico, pero también más accesible, así que los que hasta ahora teníamos dificultades para adentrarnos en su no siempre sencilla propuesta, estamos de enhorabuena. La duda es qué vendrá a partir de ahora: ¿otros siete años de espera? ¿la disolución de la banda? ¿otro disco en solitario de Ex:Re? ¿una pronta vuelta al estudio? Espero sinceramente que se trate de esto último, pues discos con la calidad, la complejidad y la emoción de "Stereo Mind Game" escasean actualmente. Así que espero que hasta pronto, Daughter.
Un aficionado a la música pop-rock contemporánea que no se resigna a que creer que ya no se publica música de calidad.
sábado, 26 de agosto de 2023
domingo, 20 de agosto de 2023
lllenium - "Illenium" (2023)
A finales del pasado mes de abril ha visto la luz el quinto álbum del DJ y productor estadounidense Illenium, del mismo título que su creador. Nicholas D. Miller parece haber querido de esta forma reivindicar la esencia de su propuesta musical. Que, siendo sinceros, en lo esencial ha venido siendo la misma desde que debutó en formato álbum allá por 2016 con "Ashes". Y esa persistencia en una determinada línea creativa es a la vez su mayor virtud y su mayor defecto. Algo que aplica a todos los álbumes suyos que he reseñado hasta ahora en este humilde blog, y también, por lo tanto, a su última entrega. Esa reiteración en su propuesta de "future bass" ha jugado en su contra durante estos años, pues canciones que individualmente resultaban irreprochables por composición, instrumentación y sensibilidad, acababan fatigando cuando eran secuenciadas unas tras otras en un mismo disco. De hecho, ya en la versión Deluxe de "Fallen Embers" (2021) Miller pareció reaccionar de manera consciente frente a esta reiteración, añadiendo temas vocales con otra estructura, o instrumentales, que daban oxígeno al conjunto. Y afortunadamente en este "Illenium" ha intentado algo similar, si bien dentro de su habitual fórmula clara y reconocible.
En este caso ese intento por oxigenar su quinto álbum ha venido esencialmente de la mano del rock. Un estilo, o más bien un conjunto de estilos, que el americano siempre ha sabido maridar con su "future bass" de cabecera, y que en esta oportunidad ha podido llevar un paso más allá gracias a una serie de colaboradores que se inscriben claramente en las múltiples vertientes del rock. Consiguiendo así camuflar o reflotar un conjunto de composiciones que en su mayoría no pasan de simplemente correctas, probablemente el más discreto de su carrera, y que se deja escuchar en buena medida gracias a su incuestionable oficio con guitarras y programaciones. Lo que no significa, debo aclarar, que estemos ante un mal álbum: su inteligencia creativa, la calidad de sus producciones, su instinto a la hora de colaborar con infinidad de artistas, su gusto por los temas melancólicos e introspectivos, y un par de trallazos dignos de sus mejores álbumes, justifican su reseña por aquí.
El álbum ya se abre con una declaración de intenciones en ese sentido. Porque "Starfall" no es uno de sus temas canónicos: es una canción interpretada en solitario, sin colaboradores, en las que se con las (distorsionadas) partes vocales, y aunque su progresión armónica inicial, arropada por esas cuerdas sintetizadas, es tan melancólica como cabría esperar, su inicial arreglo en forma de balada deja paso, tras un breve tramo "marca de la casa", hacia un vertiginoso tema de electrónica distorsionada, orientada hacia la pista de baile, y que puede recordar a coetános suyos como The Crystal Method. "All that really matters", segundo corte y segundo sencillo que anticipó el álbum hace ya un año, es también uno de sus mejores momentos. En colaboración con el versátil Teddy Swims, es otra más de esas canciones que han hecho de Miller uno de los mejores creadores de los últimos años. Sincera, honesta, bien instrumentada, con una sección de cuerda en su tercio final que aumenta la intensidad... previsible, sí, pero irreprochable. "Worst day", tercer corte y cuarto sencillo, con la participación vocal de su paisano MAX, sí suena más a oficio que a inspiración, y ello a pesar de detalles como ese ritmo binario bien marcado de la segunda estrofa que avisa de lo que van a traer los siguientes temas. "From the ashes", tercer sencillo, con la ecléctica Skylar Grey en la composición y las partes vocales, vuelve a sonar al Illenium de siempre, con sus efectivas guitarras eléctricas en estrofas y estribillos, esos tramos sin percusión, y esos contundentes y a la vez un tanto enrevesados intervalos instrumentales.
"Lifeline", colaboración con el cantante jdxn, ya sí que permite observar sin género de dudas ese maridaje entre "future-bass" y rock: guitarras contundentes, distorsión, tempo alto en algunas fases como en la repetición final del estribillo; incluso la forma de cantar de Hosler es algo más que el pop intimista habitual en Illenium, y sin ser una gran canción, introduce algo de variedad en el conjunto. Aunque para mí la gran canción, y a la vez el giro estilístico que insufla el aire necesario a esta colección de canciones, es "Eyes Wide Shut": junto a la muy venida a menos Avril Lavigne y el baterista de Blink-182 Travis Barker, Illenium crea el mejor tema de post-punk de 2023: corto, directo, rápido, enérgico, con una preciosa melodía vocal bien interpretada, las paradas suficientes, una batería que encaja con los aquí discretos trucos como DJ de Miller, sin duda una de las grandes canciones de este año. Lo inexplicable es que no haya sido escogida como sencillo. Le sigue "Shivering", que el fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace ya quince meses. El rock, de la mano ahora de los canadienses Spiritbox, es ahora puro heavy metal a lo Evanescence, pero el conjunto sigue sonando a Illenium gracias a esos sampling vocales, esos crescendos, esos bombos sobredimensionados, y esas partes instrumentales de tempo lento. Más interesante que brillante, en sus cinco minutos hay espacio tanto para delirios chirriantes de electrónica como para lentos arpegios guitarreros. El siguiente tema, "You Were Right", con los para mí desconocidos Wooli & Grabbitz, vuelve a la senda del Illenium más convencional, una canción correcta y aprovechable pero que no aporta nada nuevo.
"Insanity" fue elegido nada menos que como sexto sencillo semanas antes de la publicación del álbum. Una suerte de rock acústico con una interpretación vocal (y una terrible pronunciación, por cierto) a cargo de los para mí desconocidos American Teeth, mejor en su letra que en una música tan bien facturada como insulsa, salvo por la previsible contundencia de su estribillo. Con el décimo corte, "Drwn", Illenium intenta cambiar el tercio: se olvida de colaboradores, y entrega un tema esencialmente instrumental, de cinematografía por momentos apoteósica, repleto de sonidos reproducidos al revés y de tempo particularmente bajo, que sin ser un gran momento cumple su función. "Other side", undécimo corte, en colaboración con el para mí desconocido productor Said The Sky y la cantante Vera Blue, retoma la senda habitual del estadounidense, es decir, otro tema de "future bass" intimista y melancólico que a estas alturas resulta tan correcto como predecible. Después, "I Want You 2 (Stay)" nos devuelve a Illenium en solitario, pero esta vez con un tema a menudo más rápido e indudablemente más interesante que su anterior aventura en solitario, de caja de ritmos distorsionada y bien marcada, y todos los juegos vocales y de samplings que a veces parece que le cuesta mostrar en sus colaboraciones.
El último tramo de este largo álbum lo abre "With All My Heart", séptimo sencillo, en colaboración con el joven cantautor estadounidense JVKE. A pesar de lo cual el tema suena a Illenium de siempre. Sin ser nada del otro jueves, quizá lo más llamativo sea el ritmo original de sus intervalos pseudo-instrumentales, en los que Miller juega a repetir la frase del estribillo con una batería poco habitual. "Back To You", junto a la banda de pop-punk All Time Low, devuelve esas reminiscencias rockeras a las que he aludido ya en varias ocasiones, en especial en la rabiosa interpretación vocal de Alex Gaskarth. Pero eso no es suficiente para pasar a lo más selecto de la discografía de Illenium. Y justo cuando el disco parece que camina hacia un anodino final, la cosa repunta con "Nothing Ever After", el penúltimo corte. Aquí la colaboración con la banda de metalcore Motionless in White sí funciona: el tema es de una contundencia rockera tremenda, con guitarras distorsionadas y voces desabridas que sin embargo casan a la perfección con las programaciones, los crescendos y los efectos de Illenium, como si los mejores Linkin Park hubieran revivido. Y el broche lo pone otro buen momento, "Luv Me A Little". En su momento fue el quinto sencillo, y la voz y la dulzura de la escocesa de Nina Nesbitt entrega tal vez las mejores estrofas de todo el álbum. El estribillo en acordes mayores resulta un poco más previsible, pero sirve para rematar el álbum con un momento ascendente que mejora la impresión final.
Porque está claro que no estamos ante el mejor álbum del estadounidense. Dieciséis temas son demasiados para casi cualquier artista, por muchas colaboraciones que lo justifiquen. Y aquí queda patente una vez más. Con los ocho que yo he destacado, que en el fondo son un montón para cualquier álbum de canciones nuevas, y un par de adiciones bien meditadas habría quedado un disco más ligero y disfrutable. Pero aquí hay exceso de minutaje, un hecho agravado por unos sencillos en su mayoría mal escogidos. En otro orden de cosas, aparte de una mayor contención creativa y un mejor olfato para distinguir las grandes creaciones, Illenium también debería plantearse darle un giro más amplio a su propuesta. Los devaneos rockeros han salvado este disco, pero ventas, crítica y público comienzan a acusar esa evidente reiteración en su fórmula. Sabemos que el estadounidense anda sobrado de talento, por eso aún podemos esperar que en su próxima entrega corrija estos defectos y entregue un disco redondo al cien por cien. Veremos si es así. Nada menos que dieciséis canciones
En este caso ese intento por oxigenar su quinto álbum ha venido esencialmente de la mano del rock. Un estilo, o más bien un conjunto de estilos, que el americano siempre ha sabido maridar con su "future bass" de cabecera, y que en esta oportunidad ha podido llevar un paso más allá gracias a una serie de colaboradores que se inscriben claramente en las múltiples vertientes del rock. Consiguiendo así camuflar o reflotar un conjunto de composiciones que en su mayoría no pasan de simplemente correctas, probablemente el más discreto de su carrera, y que se deja escuchar en buena medida gracias a su incuestionable oficio con guitarras y programaciones. Lo que no significa, debo aclarar, que estemos ante un mal álbum: su inteligencia creativa, la calidad de sus producciones, su instinto a la hora de colaborar con infinidad de artistas, su gusto por los temas melancólicos e introspectivos, y un par de trallazos dignos de sus mejores álbumes, justifican su reseña por aquí.
El álbum ya se abre con una declaración de intenciones en ese sentido. Porque "Starfall" no es uno de sus temas canónicos: es una canción interpretada en solitario, sin colaboradores, en las que se con las (distorsionadas) partes vocales, y aunque su progresión armónica inicial, arropada por esas cuerdas sintetizadas, es tan melancólica como cabría esperar, su inicial arreglo en forma de balada deja paso, tras un breve tramo "marca de la casa", hacia un vertiginoso tema de electrónica distorsionada, orientada hacia la pista de baile, y que puede recordar a coetános suyos como The Crystal Method. "All that really matters", segundo corte y segundo sencillo que anticipó el álbum hace ya un año, es también uno de sus mejores momentos. En colaboración con el versátil Teddy Swims, es otra más de esas canciones que han hecho de Miller uno de los mejores creadores de los últimos años. Sincera, honesta, bien instrumentada, con una sección de cuerda en su tercio final que aumenta la intensidad... previsible, sí, pero irreprochable. "Worst day", tercer corte y cuarto sencillo, con la participación vocal de su paisano MAX, sí suena más a oficio que a inspiración, y ello a pesar de detalles como ese ritmo binario bien marcado de la segunda estrofa que avisa de lo que van a traer los siguientes temas. "From the ashes", tercer sencillo, con la ecléctica Skylar Grey en la composición y las partes vocales, vuelve a sonar al Illenium de siempre, con sus efectivas guitarras eléctricas en estrofas y estribillos, esos tramos sin percusión, y esos contundentes y a la vez un tanto enrevesados intervalos instrumentales.
"Lifeline", colaboración con el cantante jdxn, ya sí que permite observar sin género de dudas ese maridaje entre "future-bass" y rock: guitarras contundentes, distorsión, tempo alto en algunas fases como en la repetición final del estribillo; incluso la forma de cantar de Hosler es algo más que el pop intimista habitual en Illenium, y sin ser una gran canción, introduce algo de variedad en el conjunto. Aunque para mí la gran canción, y a la vez el giro estilístico que insufla el aire necesario a esta colección de canciones, es "Eyes Wide Shut": junto a la muy venida a menos Avril Lavigne y el baterista de Blink-182 Travis Barker, Illenium crea el mejor tema de post-punk de 2023: corto, directo, rápido, enérgico, con una preciosa melodía vocal bien interpretada, las paradas suficientes, una batería que encaja con los aquí discretos trucos como DJ de Miller, sin duda una de las grandes canciones de este año. Lo inexplicable es que no haya sido escogida como sencillo. Le sigue "Shivering", que el fue el primer sencillo en anticipar el álbum hace ya quince meses. El rock, de la mano ahora de los canadienses Spiritbox, es ahora puro heavy metal a lo Evanescence, pero el conjunto sigue sonando a Illenium gracias a esos sampling vocales, esos crescendos, esos bombos sobredimensionados, y esas partes instrumentales de tempo lento. Más interesante que brillante, en sus cinco minutos hay espacio tanto para delirios chirriantes de electrónica como para lentos arpegios guitarreros. El siguiente tema, "You Were Right", con los para mí desconocidos Wooli & Grabbitz, vuelve a la senda del Illenium más convencional, una canción correcta y aprovechable pero que no aporta nada nuevo.
"Insanity" fue elegido nada menos que como sexto sencillo semanas antes de la publicación del álbum. Una suerte de rock acústico con una interpretación vocal (y una terrible pronunciación, por cierto) a cargo de los para mí desconocidos American Teeth, mejor en su letra que en una música tan bien facturada como insulsa, salvo por la previsible contundencia de su estribillo. Con el décimo corte, "Drwn", Illenium intenta cambiar el tercio: se olvida de colaboradores, y entrega un tema esencialmente instrumental, de cinematografía por momentos apoteósica, repleto de sonidos reproducidos al revés y de tempo particularmente bajo, que sin ser un gran momento cumple su función. "Other side", undécimo corte, en colaboración con el para mí desconocido productor Said The Sky y la cantante Vera Blue, retoma la senda habitual del estadounidense, es decir, otro tema de "future bass" intimista y melancólico que a estas alturas resulta tan correcto como predecible. Después, "I Want You 2 (Stay)" nos devuelve a Illenium en solitario, pero esta vez con un tema a menudo más rápido e indudablemente más interesante que su anterior aventura en solitario, de caja de ritmos distorsionada y bien marcada, y todos los juegos vocales y de samplings que a veces parece que le cuesta mostrar en sus colaboraciones.
El último tramo de este largo álbum lo abre "With All My Heart", séptimo sencillo, en colaboración con el joven cantautor estadounidense JVKE. A pesar de lo cual el tema suena a Illenium de siempre. Sin ser nada del otro jueves, quizá lo más llamativo sea el ritmo original de sus intervalos pseudo-instrumentales, en los que Miller juega a repetir la frase del estribillo con una batería poco habitual. "Back To You", junto a la banda de pop-punk All Time Low, devuelve esas reminiscencias rockeras a las que he aludido ya en varias ocasiones, en especial en la rabiosa interpretación vocal de Alex Gaskarth. Pero eso no es suficiente para pasar a lo más selecto de la discografía de Illenium. Y justo cuando el disco parece que camina hacia un anodino final, la cosa repunta con "Nothing Ever After", el penúltimo corte. Aquí la colaboración con la banda de metalcore Motionless in White sí funciona: el tema es de una contundencia rockera tremenda, con guitarras distorsionadas y voces desabridas que sin embargo casan a la perfección con las programaciones, los crescendos y los efectos de Illenium, como si los mejores Linkin Park hubieran revivido. Y el broche lo pone otro buen momento, "Luv Me A Little". En su momento fue el quinto sencillo, y la voz y la dulzura de la escocesa de Nina Nesbitt entrega tal vez las mejores estrofas de todo el álbum. El estribillo en acordes mayores resulta un poco más previsible, pero sirve para rematar el álbum con un momento ascendente que mejora la impresión final.
Porque está claro que no estamos ante el mejor álbum del estadounidense. Dieciséis temas son demasiados para casi cualquier artista, por muchas colaboraciones que lo justifiquen. Y aquí queda patente una vez más. Con los ocho que yo he destacado, que en el fondo son un montón para cualquier álbum de canciones nuevas, y un par de adiciones bien meditadas habría quedado un disco más ligero y disfrutable. Pero aquí hay exceso de minutaje, un hecho agravado por unos sencillos en su mayoría mal escogidos. En otro orden de cosas, aparte de una mayor contención creativa y un mejor olfato para distinguir las grandes creaciones, Illenium también debería plantearse darle un giro más amplio a su propuesta. Los devaneos rockeros han salvado este disco, pero ventas, crítica y público comienzan a acusar esa evidente reiteración en su fórmula. Sabemos que el estadounidense anda sobrado de talento, por eso aún podemos esperar que en su próxima entrega corrija estos defectos y entregue un disco redondo al cien por cien. Veremos si es así. Nada menos que dieciséis canciones
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