No es algo que esté fomentando de manera consciente, pero de un tiempo a esta parte es de Australia de donde más novedades musicales estoy reseñando: Cut Copy, Josef Salvat, Rüfüs Du Sol... y ahora, Cloves. Y es que, en mi opinión, nuestras antípodas están logrando mantener los ingredientes principales de la música pop al margen de tendencias musicales que predominan en el resto de los países anglosajones, y que tanto están degradando la música contemporánea. Tal vez influya su ubicación geográfica, pero es incuestionable que en las propuestas que nos llegan de Australia no queda apenas espacio para el hip-hop, el reguetón, el trap, o incluso el folk, estilos de lo que poco cabe esperar. Pero, sin embargo, sí que están siendo capaces de actualizar el sonido del pop clásico y más o menos bailable para que suene contemporáneo. El resultado es una mezcla de música evocadora y de calidad que explica por qué se cuelan cada vez más frecuentemente en este humilde blog.
La última australiana en subirse al carro del pop elegante y contemporáneo de sus paisanos ha sido Cloves, o lo que es lo mismo, Kaity Dunstan, quien hace unos meses publicó su segundo álbum, "Nightmare On Elmfield Road". Con su primer disco, "One big nothing" (2018), Dunstan no logró el nivel suficiente como para que le dedicara una reseña independiente, pero sí consiguió aparecer en mi lista de mejores canciones internacionales de aquel año con su excelente "Bringing the house down", una pieza de rock atemporal dominada por sus rasgueos de guitarra y su voz poderosa y de cautivadora amplitud vocal. Pero quizá el conjunto del disco pecaba de excesivo clasicismo, de una ortodoxia que no terminaba de reflejar las inquietudes musicales de una chica tan joven. Sin embargo, para este segundo álbum, Cloves ha dado una llamativa vuelta de tuerca a su estilo, limitando en el mismo el predominio del rock gracias a una serie de canciones que podemos definir más acertadamente como pop, y sobre todo, reemplazando ese sonido ortodoxo pero un tanto añejo por una contemporaneidad exquisita. Si a ello le añadimos cuatro sencillos a los que apenas se les puede poner algún pero, esta reseña está más que justificada.
Eso sí, para que no nos desorientemos, el álbum sitúa esos cuatro sencillos en los cinco primeros cortes. En primer lugar, "Manic", que fue el tercer sencillo antes del verano. Un medio tiempo oscuro, de estrofas cautivadoras, estribillo sencillo, sampling vocales que aumentan la sensación de opresividad, un original violín para complementar el piano y una interesante sección de cuerda en su tramo final para llevar el tema a unas cotas fascinantes. Le sigue "Sicko", segundo sencillo hace ya casi un año, y para mí superior incluso al corte anterior. De hecho, las estrofas me parecen de las mejores de este 2021 próximo a acabar, de una elegancia ominosa que hace daño. Justo a continuación Cloves revela la sorpresa de la utilización de algunas notas del "Tom's diner" de Suzanne Vega, a pesar de lo cual la canción mantiene una personalidad propia que la aleja de la mera revisión. Hecho que se ve acrecentado tras el segundo estribillo, cuando los samplings instrumentales se superponen a la melodía casi declamada con que se remata el conjunto. El festival continúa con "Nightmare", puro trip-hop hasta el punto que me atrevería a decir que no desentonaría entre los mejores momentos de Portishead. De atmósfera cinematográfica y sostenida por un bajo slap en primer plano, su estribillo a dos voces, una de notas altísimas y la otra casi declamada, es francamente interesante.
Tras esta terna de momentazos, Cloves introduce un pequeño interludio que podría haber sido interesante si se hubiera desarrollado ("And now a word from one of the many voices in my head saying something I won’t remember later"), pero que dada su cortísima duración aparenta ser una mera excusa para que el disco llegue a los diez cortes de rigor. Menos mal que le sigue "Dead", primer sencillo, que anticipó el álbum hace un año. El más contundente y de tempo más alto de los cuatro, es también el que mejor entronca con la propuesta rockera de su primer disco. Estrofas de una calidez adictiva, y un estribillo de notas altas coincidiendo con una progresión armónica que cambia de tonalidad y lleva el tema por derroteros distintos de los esperables. Aunque lo mejor se lo reserva Cloves para el final: una coda casi instrumental, con unos sintetizadores en trémolo y unas voces distorsionadas que demuestran que, si se posee el talento, se puede emplear la tecnología del siglo XXI para conseguir resultados tan fascinantes como evocadores.
El problema es que a estas alturas el disco ya ha desvelado todas sus mejores bazas, y hasta que llegue a su fin, el conjunto baja un tanto. Aunque debo aclarar que ninguna de las restantes canciones decepciona, y la producción y la instrumentación están a la altura de los cuatro sencillos. "Screws" vuelve a moverse entre el pop contemporáneo y el rock de guitarras, y la contundencia de la batería en su estribillo profundiza en ese nivel de energía. Pero le falta algo de inspiración en la composición. "Better" sube un poco el nivel, entre otras cosas gracias a su excelente principio y al contrapunto entre su melodía etérea y la contundencia de sus ritmos programados. Pero la composición en sí es un poco escasa para un tema completo (estrofas cortas y de notas repetitivas, y un estribillo igual de simple), y eso provoca que ni siquiera con toda la exhibición de su instrumentación el resultado llegue al de los cuatro sencillos. "Paranoid", el octavo corte es, en mi opinión, el único que sí alcanza el nivel del primer tramo del disco. Nuevamente de comienzo cinematográfico, y sustentado en esta ocasión por un piano acústico, sus estrofas de reminiscencias psicodélicas consiguen a pesar de la dificultad que entrañan encajar con su tarareable estribillo en acordes mayores. La sección de cuerda y su inquietante parte nueva tiran del tramo final para arriba.
"Grudge" es el tema más electrónico, y también en el que mejor se aprecian las cualidades vocales de Dunstan, gracias a su instrumentación más espartana en estrofas y estribillo. El problema es que los distorsionados efectos (casi de future-bass), se agradecen por lo que tienen de experimental, pero no encajan con el resto de la canción, y arruinan un tanto todo lo que prometía al comienzo. Y en apenas media hora escasa el disco llega a su final con "Beast": directamente la voz de Cloves y un arpegio de guitarra eléctrica desarrollando la primera estrofa. Un panorama que irá creciendo en riqueza sonora hasta su notable intervalo instrumental en el tramo final. Pero son apenas dos minutos de canción, y cuando termina inevitablemente nos quedamos con ganas de más.
Y esa es una sensación peligrosa para terminar la escucha, porque puede hacernos prestar más atención a la brevedad del conjunto que a la brillantez de su primer tramo. Está claro que por lo menos el último corte y alguno otro más se habría beneficio de un desarrollo más largo que le hubiera permitido alcanzar los cuatro minutos, sin que por ello hubieran resultado aburridos. Y que tan sólo con un undécimo corte del nivel de los cuatro primeros, Cloves habría convertido un buen álbum como éste en uno de los mejores álbumes del año. Porque por talento creativo e instrumental es a lo que apuntaba conforme se fueron publicando los sencillos de adelanto. Pero al final el resultado se queda un escalón por debajo de lo que nos habría gustado (aunque varios por encima del nivel medio de los discos de este discreto 2021). Así que espero que para el tercer disco Cloves mantenga la propuesta creativa de este segundo, pero dedique un poco más de tiempo a recopilar el suficiente número de composiciones de nivel. Si logra ambas cosas, les anticipo que el resultado será excepcional. Yo ya estoy esperando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario