Justo cuando se han cumplido tres años desde la publicación de "Solace", acaba de ver la luz "Surrender", el cuarto álbum de la banda australiana Rüfüs de Sol. Que pasa por ser una de las bandas de más calidad dentro del ámbito de la música de baile en el panorama internacional, con su sabia mezcla de melodías elaboradas y ritmos bailables. La novedad es que para este disco el trío compuesto por Tyrone Lindqvist, Jon George y James Hunt se marchó a Hollywood, quizá en busca de una evolución de una propuesta que en realidad apenas si es perceptible. Aunque ello no es necesariamente negativo.
Y es que desde sus inicios los australianos han tenido una personalidad musical muy acusada. En parte por la notable voz de Lindqvist, y en parte porque siempre han tenido muy claro a qué querían sonar. Tanto, que la homogeneidad de su sonido ha provocado que históricamente sea difícil distinguir algunas canciones de otras dentro de un mismo disco, o que incluso de un disco a otro las variaciones sean pequeñas. Es el caso una vez más de este "Surrender", que no esconde nada nuevo, pero que se mantiene a flote gracias al talento de la banda para crear temas expansivos, bailables en su mayoría sin perder la elegancia, y de melodías sugestivas y a menudo difíciles de interpretar. Puestos a buscarle relación con su discografía previa, quizá al álbum al que más se asemeja de su discografía es precisamente a su anterior entrega, ese "Solace" de menor duración y contenido (tan sólo nueve temas), pero un poco más oscuro de lo que era habitual hasta entonces en los australiano, con más momentos introspectivos e incluso "lentos".
El álbum lo abre "Next to me", un tema agradable que fue seleccionado también como segundo sencillo semanas antes de la publicación del álbum. Comienza con un piano inquietante que da paso a los acordes, las maracas y, antes de que entren más instrumentos, a la voz de Lindqvist interpretando la primera estrofa. El estribillo llega antes que la percusión, lo que anticipa que el álbum mantendrá un interesante equilibrio entre melodías y ritmos. De hecho, cuando finalmente entra, la percusión es muy suave, y el tempo un tanto bajo para destinar el tema a la pista de baile, con mucho espacio para las voces y los crecendos. "Make it happen" sube un poco el tempo pero cambia poco el registro: teclados envolventes, percusiones en primer plano, melodías de notas largas... Quizá lo más llamativo sea la letra, que echa una mirada a la adolescencia con evocadora melancolía, y esas voces infantiles que cantan un estribillo simplemente correcto. El resto es la habilidad de la banda para ir añadiendo y quitando detalles hasta llegar a los cinco minutos sin que el resultado se haga pesado. "See you again" resulta un poquito más contundente en su propuesta, más que por su percusión por ese teclado grave y contundente que lleva los acordes en su notable estribillo. Las voces electrónicamente distorsionadas que rellenan un tema por lo demás bastante desnudo son el complemento adecuado, y la larga parada antes del final de la repetición final del estribillo tan poco sorprendente como efectiva.
"I Don't Wanna Leave", cuarto sencillo extraído, ahonda en esas atmósferas más sombrías a las que aludía antes. Y se distingue de las anteriores por esa percusión sincopada que la aleja de la pista de baile y la acerca al pop más contemporáneo. Además, el tramo en el que el bajo sintetizado se queda al frente, antes de la repetición final, con Lindqvist cantando aquello de "Now that I want you, I need you", es efectivo para engancharnos. Pero se empieza a echar de menos alguna variación en las progresiones armónicas de los temas. Le sigue "Alive", el sencillo que anticipó el álbum hace ya varios meses. Más atmosférico y envolvente que ningún otro tema hasta ahora: teclado sintético en primer plano, melodía de notas altas, tempo más bien contenido, mezcla de percusiones electrónicas y acústicas, Lindqvist completando el tramo final con otro teclado... Más evocador que brillante. Tras un breve "reprise" del mismo tema, llega el que para mí es el mejor momento del disco: "On my knees". Tercer sencillo, es el tema más tenebroso e inquietante, con sus samplings vocales que parecen extraídos de una película de terror. Por otra parte, es la primera canción del álbum que se sustenta en un bombo permanente en cada compás, algo de lo que los australianos cada vez rehúyen más, pero que le sienta estupendamente para que el tema explote definitivamente. Aunque la clave del resultado es esa elegancia oscura de su melodía, y ese tramo final en el que el tema va creciendo hasta explotar, que recuerda tanto a los aparentemente inactivos Little Cub.
Después de cinco momentos notables en sus siete primeros cortes, el tramo final del álbum baja un tanto. "Wildfire" sólo tiene que retirar cualquier atisbo de percusión y dejar la melodía de notas lentas y los sintetizadores para convertir lo que podría haber sido un tema bailable en una balada afligida, aunque lo suficientemente contemporánea gracias a su instrumentación y a sus ruidistas adornos finales como para resultar interesante. "Surrender" insiste en la melodía de notas altas, arrancando ya con varias repeticiones de su estribillo (demasiadas), para derivar después en una previsible base rítmica, algún fraseo suelto, y una especie de estrofa en la que Lindqvist comparte protagonismo vocal con el norteamericano Curtis Harding y su falsete. "Devotion", la penúltima canción del disco, insiste en parámetros ya conocidos de temas anteriores, pero con menor inspiración creativa, por lo que aunque la banda tira de oficio para sacarla adelante, no pasa de discreta. Y el álbum lo cierra "Always", un larguísmo tema de más de siete minutos, válidos ahora sí para mover el esqueleto y con una melodía un poco más inspirada, aunque tampoco cambia de registro y seguramente nadie se acuerde de ella dentro de un tiempo.
Es posible que al finalizar el disco predomine una cierta sensación de fatiga, más que nada por la reiteración en la propuesta. No llega al extremo de los discos de Illenium, pero está claro que este "Surrender" agradecería una o dos canciones en las que realmente los australianos propusieran algo diferente (un tema instrumental, una guitarra llevando la voz principal, una sección de cuerda, etc.). O al menos que alguna progresión armónica cambiara de tonalidad a lo largo de alguna de las canciones. No obstante, Rüfüs du Sol han confirmado una vez más que son una de las pocas propuestas que siguen siendo comerciales a la vez que mantienen una indudable calidad. No tanta en mi opinión como para que en Australia les hayan nominado a "álbum del año", pero sí la suficiente como para seguir confiando en ellos. A ver si por esta parte del planeta nos enteramos de los millones de visualizaciones que logran con cada nuevo sencillo en YouTube, nos vendría de perlas para oxigenar nuestros aturdidos oídos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario