domingo, 31 de mayo de 2020

From Apes To Angels: "Let the light in" (2020)

El confinamiento que en buena medida todavía padecemos sigue retrasando muchas de las novedades previstas para la presente primavera. Así que cada vez resulta más complicado encontrar nuevas propuestas que me llamen la atención. Afortunadamente el pasado 30 de marzo vio la luz (nunca mejor dicho) "Let the light in", el álbum de debut del dúo británico From Apes to Angels, formado por la vocalista Millie Gaum y el teclista Andrew Brassleay. Un debut que se ha encuadrado dentro del synth-wave de inspiración retro que tanto se está cultivando en todo el planeta durante los últimos años, y que personalmente me hastía un tanto cuando se trata de un mero revival. Afortunadamente no es el caso de este disco, que si bien se inspira en los ochenta en sus texturas y melodías, posee la personalidad suficiente como para no sonar obsoleto en 2020.

Eso sí, debo señalar que "Let the light in" no aspira a ser un éxito comercial, sino a crear su propio terreno de pop sobre un colchón electrónico al margen de las modas, con espacio suficiente para la excelente voz de Gaum y el talento suficiente para resistir el formato álbum, y la sensibilidad y la melancolía como mejores armas. Y a lo largo de sus doce cortes lo consigue en su mayor parte. Si bien es cierto que lo mejor del disco está al principio y al final, y el tramo central puede resultar un poco anodino.

El álbum lo abre "Head and heart", que curiosamente fue el primer tema de su carrera, pero es además su sencillo actual (en una nueva versión mejorada para la ocasión). Sin duda es uno de los mejores momentos del álbum, a la par que representativo de lo que nos vamos a encontrar: un colchón de sintetizadores de reminiscencias ochenteras arropando la voz de Gaum para construir un tema más cercano al intimismo que a la pista de baile, con las emociones a flor de piel y un saludable cambio de tonalidad cuando empieza aquello de "So call me in...". Le sigue "Motorway", que también vio la luz en formato sencillo hace unos meses y que, sin llegar a las excelencias del corte anterior, es otro recomendable ejercicio de pop tarareable, con más espacio para que Brassleay exhiba su colección de sintetizadores vintage, y un punto mayor de energía cada vez que Gaum repite aquello de "Give me a reason...". "Why don't you come back home" es un poco más arriesgada instrumentalmente, y por ello suena más contemporánea, sobre todo en la programación de su batería y en el jugetón bombo. Además, aunque pueden pasar desapercibidos, Brassleay hace coros en un tono muy bajo, y Gaum se dobla la voz hasta en tres ocasiones. A pesar de lo cual, el resultado es simplemente correcto, por debajo de los dos anteriores.

"Perfection" fue el segundo sencillo de su carrera hace unos años, y aquí encuentra hueco como cuarto corte. Puede recordar a Ladytron (o quizá más a Marnie en solitario), y no es una mala canción, pero el ritmo sincopado hace que la melodía principal parezca fuera de sitio, y la sobredosis de sintetizadores rellenando los huecos (muy elaborada por otra parte) no ocultan que a pesar de su pretendida oscuridad la progresión armónica no es la más inspirada del álbum. "Turn the dark on" fue el primer sencillo en anticipar el álbum como tal hace aproximadamente un año, y puede recordar a las Marsheaux menos bailables y más claramente melódicas de "Ath.Lon", lo que no necesariamente es un elogio, ya que el resultado puede pecar de empalagoso. "Thirty-two degrees about the celestial plane" es un tema de título casi más largo que su propia duración, aparte del único prácticamente instrumental del álbum. Pero no deja de ser otro ejercicio de pop con sintetizadores, muy alejado del techno, el ambient, el dark-wave o cualquier otro estilo instrumental creado con máquinas. Lo que no significa que sea un tema menor; al contrario, su luminosidad y sus armonías hacen que el tramo central del álbum resulte más llevadero. A continuación "No reason" nos ofrece los minutos más rápidos del álbum, y salvando las distancias, su mayor acercamiento a lo que podría ser el power-pop californiano si estuviera arropado por unas guitarras distorsionadas. Así se queda como un tema coreable para soltar algo de la melancolía acumulada de temas anteriores.

"Fly", el octavo corte, es otro de los mejores momentos del álbum: con la colaboración de la artista irlandesa Margaret O' Sullivan (o lo que es lo mismo, Femmepop) en la composición y la parte vocal, son posiblemente las mejores estrofas del álbum, de una elegancia y una sensibilidad maravillosas. Pero es que además el contraste entre las dos voces en el estribillo es el justo para distinguirlas sin que el resultado se resienta, y la parte nueva tras el segundo estribillo otra exhibición a la hora de seguir enriqueciendo las melodías vocales. "Works out" recuerda más a Furniteur, y se trata sin duda del tema más bailable del disco, con ese bombo casi continuo y los efectos que interrumpen ocasionalmente el desarrollo de la canción. La melodía de las estrofas, quizá de tono demasiado alto, le resta algún punto, pero el estribillo es efectivo y el resultado meritorio.

"Motorway (reprise)" es, pese a lo que su título pueda indicar, un mini instrumental que está sólo lejanamente emparentado con el segundo corte, y que añade un minuto al álbum sin mayor relevancia. "K.I.S.S", con la colaboración de la banda francesa de synth-wave Chrøønicv, es el penúltimo momento álgido del disco: otra declaración de amor envolvente e intimista a partir de una buena progresión armónica y una mejor melodía, que arranca con la estructura habitual estrofa-estribillo pero que a partir del "Well it's about time..." empieza a ser menos predecible en estructura e instrumentación, aunque igual de disfrutable. Y con buen criterio el disco lo cierran los siete minutos largos de "Grain barge", pues es el momento para jugar con desarrollos más lentos y finales apoteósicos. Así que si nos adaptamos a ellos, podremos disfrutar de ese equilibrado cruce entre melodía vocal y declamada, ese piano circular, ese sintetizador distorsionado en todo el medio del espectro, o incluso de una batería auténtica rematando el conjunto y mejorando la impresión global del álbum.

Es cierto que algún momento estelar más (o más claro) no le habría venido nada mal al conjunto, al igual que algún instrumento diferente (¿una guitarra por ejemplo?), o alguna apuesta más experimental. Tampoco habría estado de más haber echado un vistazo a sonidos más contemporáneos, en la línea de Avec Sans por ejemplo. Pero lo que está claro es que el dúo sabe qué propuesta quiere ofrecer y posee los mimbres para crearla. Con una difusión tan minoritaria (espero que esta reseña les ayude para conseguir al menos unas decenas de seguidores entre el público en español) es muy complicado predecir si el proyecto tendrá continuidad, así que de momento aprovechen esas tardes melancólicas y un tanto sin sentido que el confinamiento aún nos propone para rellenarlas con este disco sensible y evocador, que nos recuerda lo buena que puede llegar a ser la música pop para generar emociones.

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