El pasado mes de agosto ha visto la luz "Ascend", el tercer álbum de Nicholas D. Miller, o lo que es lo mismo, Illenium. El DJ estadounidense sigue siendo uno de los mayores exponentes del future bass, ese estilo de música electrónica de ondas sonoras envolventes y tempo más lento de lo habitual en las pistas de baile. Y lo es con todas sus consecuencias. Quiero decir que en este "Ascend" no sólo se reafirma en su estilo creativo sino que, a pesar de la enorme lista de colaboradores que han participado en él, prácticamente todas las canciones adolecen del mismo defecto: se parecen demasiado entre sí. Lo que significa que todas tienen una estructura muy similar: una progresión armónica cálida, llevada casi siempre por un arpegio de guitarra, una primera estrofa elaborada que desemboca en un estribillo que va creciendo hasta llegar al tramo instrumental con los sintetizadores envolventes y el bombo pausado, otra segunda estrofa y segundo estribillo un poco menos desnudos que los primeros, otro intervalo instrumental potente pero con mínimos cambios respecto al primero, y un trocito final de lo más logrado del tema hasta situarlo sobre los cuatro minutos. Voces masculinas o femeninas aparte, prácticamente todos los temas siguen este patrón.
Lo cual por sí mismo no es malo, y de hecho si escucháramos cada una de las canciones de manera independiente, tendríamos pocos peros que ponerles a cualquiera de ellas: más elaboradas compositivamente que la gran mayoría de temas actuales, con una instrumentación que equilibra bien guitarra y tecnologías, la mayoría de ellas muy bien cantadas y con letras que no se suelen quedar en los tópicos. El problema surge cuando las catorce se sitúan seguidas. Y es que un buen álbum no debe ser una mera recopilación de canciones, sino que ha de dejar espacio para jugar con la estructura de algunas canciones, para innovar en otras, para dar un pequeño giro estilístico que oxigene el conjunto, para ir variando el tempo en algún momento... Prácticamente nada de eso hay en "Ascend", a pesar de la docena de colaboradores diferentes. Lo que evidencia la fortísima personalidad creativa de Miller. Por lo que en realidad a la hora de reseñar cada tema (excepción hecha de los dos breves interludios), todo se reduce a pequeños matices, casi a mis gustos personales. Pero aun así, voy a intentarlo.
"Hold on", segundo corte y primer tema completo, no es uno de mis favoritos: empieza con la estrofa sin preludio instrumental, con la voz de la para mí desconocida Georgia Ku, su melodía no termina de sonar sincera, y las ondas sonoras de los intervalos instrumentales las tiene Miller ya más que trilladas. "Good things fall apart", el cuarto sencillo extraído, con la interpretación vocal del rapero y cantante Jon Bellion, parece que puede ser algo diferente al escuchar guitarra acústica al comienzo. Pero en el puente al estribillo ya se nota el auto-tune, y el estribillo es de una grandilocuencia sintética que no me termina de cautivar. "That's why", el primero de los muchos temas escritos por Miller junto con el dúo Rock Mafia, me parece más convincente: unos gorgoritos al comienzo en vez de la esperada guitarra, una intimista melodía interpretada con convincente desolación por el para mí desconocido Goldn, y una producción que deja el tema casi desnudo en muchas fases, a la vez que lo hace envolvente sin estridencias en los consabidos intervalos instrumentales. A parecido nivel se sitúa "Blood", sexto sencillo, compuesto y cantado por el veterano cantante norirlandés Foy Vance: una atmósfera más cruda de lo habitual, unas estrofas cortas, un estribillo muy sencillo que desemboca en el primer intervalo instrumental de cierto riesgo de Miller: ruidista y a base de samples y pitches como si de The Crystal Method se tratara, salvo en la repetición final, donde incorpora con acierto la progresión armónica al conjunto.
"Take you down" fue el sencillo que anticipó el álbum hace un año, formó parte de mi lista de 20 mejores canciones de 2018, y sigue siendo uno de los mejores momentos de "Ascend": un tema de una honestidad brutal en la letra (autobiográfica del propio Miller relatando su época de adicción a las drogas), muy bien cantado por Tim James de Rock Mafia (con la voz subida de tono vía pitch hasta parecer femenina), totalmente representativa en cuanto a estructura e instrumentación del resto del álbum, y con un precioso sintetizador principal ululando por encima de las ondas sonoras. "All together", también compuesta e interpretada por el cantante y actor Oeklin, baja un poco de nivel: también intimista, su relativamente bajo tempo y su calidez sonora dan paso a un puente algo más estridente de lo necesario, que le resta puntos, y la letra, de temática un tanto manida, tampoco ayuda, siendo lo más interesante el trocito instrumental cerca del final. "Crashing", segundo sencillo, a medias con Rock Mafia e interpretado con el grupo Bakari, es quizá el tema más poppy del disco: una melodía cristalina y emotiva, un ritmo que se aleja tanto del binario sincopado habitual en Illenium, un buen estribillo y unas partes instrumentales luminosas y alejadas de la pista de baile.
A partir del noveno corte entramos en el tramo más difícil de "Ascend". No porque los temas sean malos, ni mucho menos, sino porque el ritmo desaparece prácticamente por completo, y se enlazan tres medios tiempos (casi podríamos hablar de "lentos") seguidos. El primero de ellos, "Broken ones", cantado por la para mí desconocida Anna Clendening, es seguramente el mejor: la inevitable guitarra, una melodía que va subiendo en la escala conforme la estrofa desemboca en un estribillo sin percusión en su mayor parte, y unos tramos instrumentales realzados por las voces sintetizadas, de reminiscencias étnicas, que resaltan los únicos compases en los que hay algo parecido a una batería programada. Casi al mismo nivel se sitúa "Every piece of me", ahora sí una balada con todas las de la ley, excelentemente interpretada por Echos: intimista, apoyada en un piano en vez de en la habitual guitarra, y con una sección de cuerda para realzar el dramatismo. Y el más flojo es "Take away", el quinto sencillo, a medias con los colabodores de más postín de todo el álbum, The Chainsmokers: otra vez la introspección, las guitarras, una letra honesta y una bonita melodía, pero con una falta de nervio absoluta, de gancho, que habría sido justo lo más necesario tras los dos temas anteriores.
"Sad songs", la colaboración con Said The Sky, con su guitarra acústica y la dulce voz de Annika Wells como argumentos principales durante casi todo el tema, pone a prueba nuestros nervios por su exasperante lentitud, pero a los dos minutos y medio finalmente entra un bombo y los esperados crescendos, recordándonos que en principio éste no debería ser un álbum para cincuentones. "Pray", tercer sencillo, con la voz soul de Kameron Alexander, es por fin el tema con el que reengancharnos al tramo final de "Ascend": más oscura a la vez que muy difícil de interpretar, tiene como elemento diferenciador ese segundo estribillo que engancha con un tramo instrumental un poco más elaborado y largo de lo habitual, y con baterías programadas de una electrónica desoladora. "In your arms" es la confirmación definitiva de que los prometedores X-Ambassadors han perdido la inspiración creativa que se echaba de menos en su reciente segundo álbum ("Orion") y lo han suplido por una insípida tendencia a las baladas de orientación AOR, contra la que los intervalos instrumentales de Miller no logran salir victoriosos. Y justo cuando nos preguntamos si tanto derroche de colaboradores ha merecido la pena, Miller enlaza a modo de cierre dos de los para mí cuatro mejores temas del álbum: "Gorgeous", interpretado por el británico Bipolar Sunshine de manera que recuerda a Seal, se atreve a poner como base para la progresión armónica un contundente bajo sintetizado, y la atmósfera tenebrosa del puente desemboca ahora sí en un estribillo de original guitarra y orientación bailable, llevado a otra dimensión por los intervalos instrumentales de ritmo binario convencional (¡ya era hora!) ruidista y eficaz a partes iguales, sobre todo en su excelente último minuto final. Y el colofón lo pone "Lonely", con Chandler Leighton en la parte vocal: parte de la misma progresión armónica con la que terminó "Gorgeous", y comienza desnuda y guitarrera como tantos otros temas, pero su sentida melodía deja paso a las voces post-procesadas que adornan los largos intervalos instrumentales, que por primera y única vez en todo el disco se apoyan en un ritmo binario de más de 100 bpm: la evidencia de que Miller sabe hacer otras cosas, pero por algún criterio difícil de explicar las explota con cuentagotas y las deja para el final.
Con lo cual después de repetidas escuchas "Ascend" suscita emociones encontradas. Casi podríamos hablar de "electrónica conservadora". Porque si bien Miller es un buen compositor, que siempre recurre a vocalistas irreprochables, y sabe cómo conjugar guitarras y el secuenciador Ableton Live, se impone unas restricciones tan fuertes que su capacidad para emocionarnos colisiona con su tendencia a repetirse. Así que, dado que el álbum es largo, sugiero quedarse con los temas para los que he adjuntado el vídeo-clip, y eliminar el resto: nos quedará algo más de media hora mucho más disfrutable y suficientemente representativa del talento del norteamericano.
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