Uno de los álbumes más originales de este 2017 que nos dejó hace unas cuantas semanas fue "What now", el segundo álbum del dúo estadounidense Sylvan Esso. La banda formada por la cantante Amelia Meath y el productor Nick Sanborn ya habían causado en 2014 una buena impresión con su homónimo álbum de debut. Pero los sencillos que anticiparon este "What now" ya presagiaron un notable crecimiento de su propuesta musical, crecimiento que confirmó definitivamente este "What now" que vio la luz hace unos meses. Un álbum que ha sido refrendado por un razonable éxito comercial (top 40 en su país), unas críticas mayoritariamente favorables y el reconocimiento reciente de su nominación a los por otra parte desprestigiados Premios Grammy.
"What now" es un álbum corto (los estrictos diez temas de rigor y apenas treinta y seis minutos) pero con espacio suficiente para que el dúo sobrepase la habitual temática mainstream y deconstruya el synth-pop con un cuestionamiento permanente de sonidos, melodías y percusiones. Que no siempre raya a la misma altura, pero que tiene la virtud de ofrecer algo interesante en cada uno de sus en general breves temas. Y el defecto de que cuesta encontrar una canción bandera que pueda enganchar con un gusto más mayoritario. Pero la inteligencia con la que elaboran su cóctel de Roisin Murphy, Thomas Dolby, Lamb, la Björk de la primera época y otras influencias del dance, el pop y la electrónica de las últimas cuatro décadas, sin renunciar a su fuerte personalidad, resulta del gusto de melómanos que gustan de propuestas originales.
El comienzo ya pone en guardia respecto a sus intenciones de emocionar sin renunciar a transgredir. "Sound" es un muy arriesgado primer corte, que ofrece una respuesta cruda a la pregunta que da título al disco: un tema corto, con la voz ultra distorsionada de Meath como referente principal, sin percusión, y un casi inexistente colchón instrumental consistente en puntuales compases marcados por un discreto sintetizador y una serie de ruidos percutivos como complemento. Tras la cual nos topamos con el mejor tramo del álbum: sus cuatro sencillos. El último en orden cronológico y primero en orden de reproducción es "The glow": su comienzo simulando un láser que salta en la reproducción de una guitarra acústica confirma que lo del riesgo va en serio, pero su bonita melodía, su estructura convencional con estrofas, estribillos y parte nueva y la originalidad que consigue la combinación de guitarra acústica, sintetizadores chirriantes y percusiones impredecibles logran un resultado muy interesante. "Die young" es, si se permite retorcer la palabra, la primera "balada" del álbum, una confesión sincera de amor sobre una preciosa y estupendamente interpretada melodía principal que progresa sobre una complicada instrumentación (que incluso cuando llevan a vivo con una banda completa cautiva por la original interpretación de sus instrumentos), y que formó parte de mi lista de mejores canciones de 2017.
El siguiente tema es para mí el otro mejor momento del álbum, y también el sencillo que anticipó el álbum: "Radio" es una mordaz visión del mundo de las radiofórmulas, planteada como una infecciosa pieza de pop bailable, con un punto delirante muy caracteristico. Que sostiene un bajo sintetizado muy efectivo y que va creciendo instrumentalmente poco a poco hasta terminar en una última repetición del estribillo realmente brillante. A un nivel inferior pero aún reseñable se sitúa "Kick jump twist", o cómo construir unas estrofas sobre una jugetona programación de videojuego, para luego estallar en un desquiciante estribillo sobre un poderoso sintetizador, y volver a la carga durante el resto del tema con toda la pirotecnia de efectos y pequeños detalles.
La segunda mitad del año es menos redonda, pero el sexto corte, "Song", es un tema de progresión armónica y melodía pop irreprochables y muy trabajadas, primero sobre una guitarra y después sobre un bajo distorsionado, y quizá el tema menos arriesgado desde un punto de vista instrumental. "Just dancing" insiste en los sonidos infecciosos y las percusiones originales, y propone un segundo estribillo tremendamente bailable que demuestra lo trabajado que está compositivamente el tema, aunque el resultado es menos redondo que el de cualquiera de los sencillos. "Signal" también está construida sobre una elaborada composición, pero baja el tempo y minimiza las estridencias, al tiempo que propone un estribillo en falsete digno pero particularmente a contracorriente. "Slack Jaw", un título muy original (algo así como mandíbula floja), es una pesimista canción prácticamente a capella que permite apreciar la estupenda voz de Meath, pero supone un contraste tan alto con el resto del álbum que es difícil que enganche. Mejor encaja "Rewind", la canción que cierra el disco: quizá la podríamos definir como la otra balada del álbum, también fría y un tanto chirriante en las estrofas, pero con un melódico y poderoso estribillo que le ayuda a cerrar el álbum con buena nota, tanto en sus repeticiones vocales como en el brillante tramo instrumental.
Si en las primeras escuchas el álbum no nos decepciona, seguro que tendrá un lugar destacado en nuestra discoteca reciente. Porque a su talento vocal e instrumental el dúo de Durham suma una rara habilidad para expandir tendencias e ir a contracorriente sin que dejemos de orientarnos en sus canciones. Y además con honestidad y un punto mordaz que es de agradecer. Aunque el éxito de su propuesta depende más que en otras de que sigan siendo capaces de componer seis o siete grandes temas por álbum, independientemente de cómo los interpreten luego. Así que confiemos en que les aguante la buena forma creativa; el resto de ingredientes ya los tienen.
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